Pervivencias originarias en el valle de Anfama (Tucumán, siglos XVI- XX)[1]

Francisco Franco*

Gonzalo Moyano**

 

 

Resumen: Este aporte traza un recorrido histórico de larga duración que explica las dinámicas socioespaciales del valle de Anfama desde el siglo XVI al XX, y hermana a los actuales comuneros con los grupos calchaquíes prehispánicos. Se desarrolla en primer lugar quiénes fueron llamados anfamas, y de qué manera este grupo fue insertado dentro de las lógicas coloniales. En segundo término se analizan las formas de articulación del valle a procesos de mayor escala territorial -las desnaturalizaciones, la ocupación jesuítica, y la invisibilización étnica originaria-. Los cuales impusieron determinadas lógicas de reproducción social subordinada a intereses coloniales y de las élites urbanas, pero que también aseguraron la continuidad espacial y temporal de los pueblos originarios. Finalmente se explicitan los procesos de reemergencia identitaria en Anfama en las últimas décadas, los cuales implicaron la conformación como Comunidad Indígena del Pueblo Diaguita.

Palabras clave: pueblos originarios – reemergencia identitaria – Anfama – diaguitas

Natives survivals in Anfama valley (Tucumán, XVI-XX centuries)

Summary: This article is a contribution that traces a long-term historical approach that explains the socio-spatial dynamics of the valley of Anfama from the 16th to the 20th century. In addition, the current community members are related to prehispanic Calchaquí groups. In the first place, it is explained who were called Anfamas and how this group was inserted within the colonial logics. Secondly, the forms of articulation of the valley to processes of greater territorial scale are analyzed - the denaturalizations, the Jesuit occupation, and the original ethnic invisibility. These factors imposed logics of social reproduction subordinated to colonial interests and urban elites as well as ensured the spatial and temporal continuity of the original peoples. Finally, the processes of re-emergence identity in Anfama in the last decades are explained, which implied the conformation as Indigenous Community of the Diaguita People.

Keywords: Native people – ethnic re emergence – Anfama – diaguitas

 

 

Introducción

 

La conformación de los pobladores de Anfama como Comunidad Indígena Diaguita del Pueblo de Anfama[2] durante la década del 2000 es un hito de suma importancia para los actuales habitantes del valle homónimo, en tanto la agregación comunitaria en torno a la adscripción de una etnia originaria es el resultado de distintas pugnas emancipatorias a nivel local, regional y nacional. Consideramos que la reemergencia identitaria,[3] la cual implicó para la comunidad la retransición de campesinos a pobladores originarios, tiene sus debidos fundamentos históricos desde una perspectiva socioespacial de larga duración. Por tanto el objetivo de este trabajo es demostrar que hubo un proceso de continuidad territorial entre los pueblos originarios de la región a la llegada de los españoles durante el siglo XVI y los habitantes del valle de Anfama en la actualidad.

La justificación histórica de este proceso de recomposición étnica resulta de particular interés si consideramos que en repetidas ocasiones los comuneros diaguitas son impugnados desde ciertos sectores de la sociedad tucumana como “indios truchos”, y desde los cuales se considera que la historia indígena provincial se habría extinto definitivamente a partir de la dominación colonial. Esta es la postura predominante dentro de las familias más influyentes de Tucumán, en tanto han sido los principales perjudicados con los avances en materia de reivindicaciones territoriales por parte de las comunidades originarias.[4] La falta de “originalidad” entonces es esgrimida como un argumento para impugnar los reclamos por mejores condiciones materiales de existencia.

Sin embargo, como plantea Haber: Nadie logra explicarse cómo es que los campesinos, ya no-indígenas, llegaron allí donde viven.[5] En este sentido nuestro aporte intenta dotar de densidad empírica e histórica a la validez de la adscripción originaria de los actuales comuneros de Anfama. Al respecto nos planteamos la necesidad de realizar “historias colaborativas” con las comunidades originarias, en el sentido planteado por Mariela Rodríguez en cuanto a que: La colaboración no consiste en brindar ayuda, sino en pensar juntos; en abrir nuestras agendas de investigación a las epistemologías indígenas y a sus objetivos políticos, la mayoría de los cuales giran en torno a demandas concretas: que se les reconozca su existencia, sus derechos, sus territorios, sus conocimientos, sus modos de vida y también sus ontologías y cosmologías”. [6]

A estos fines, en primer lugar se explica quienes fueron llamados anfamas y cómo este grupo fue insertado dentro de las lógicas coloniales. En segundo se desarrolla la articulación del valle a procesos socioespaciales de mayor escala territorial - las desnaturalizaciones, la ocupación jesuítica, y la invisibilización étnica originaria - que impusieron determinadas lógicas de reproducción social subordinada a los intereses coloniales y de las élites urbanas pero que también aseguraron la continuidad espacial y temporal de los pueblos originarios en la región. Finalmente, se explicitan los procesos de reemergencia identitaria en Anfama en las últimas décadas, los cuales implicaron la conformación como Comunidad Indígena del Pueblo Diaguita y diversas luchas por el acceso a tierras y mejores condiciones materiales de existencia.

Proponemos para ello un abordaje metodológico de contrastación transversal de la buena cantidad de investigaciones realizadas para otras áreas del occidente tucumano en la época, buscando los resquicios por donde se observa la pervivencia de los anfamas en el tiempo. Considerando la escasez de material documental específico para el sector, hemos recurrido a fuentes de carácter diverso para ejemplificar algunas de las ideas capitales del trabajo – documentos oficiales, diccionarios geográficos y estados de situación provincial. En lo que respecta al apartado sobre la reemergencia comunitaria se han complementado las historias orales brindadas por los comuneros con evidencia hemerográfica pertinente.

 

 

¿Quiénes eran los anfamas?

 

Desde tiempos prehispánicos la ubicación intermedia de los grupos pedemontanos entre las serranías y el llano facilitó el acceso a recursos diversos y el aprovechamiento del territorio en franjas de este a oeste acorde a los diversos bienes que se podían obtener de distintas ecozonas.[7] Así, según plantea Cruz,[8] los anfamas fueron considerados por los españoles como un subgrupo de los tafíes, figurando en las fuentes coloniales como pertenecientes a un mismo grupo étnico. Esto reforzaría la idea del aprovechamiento múltiple del espacio por poblaciones hermanadas por lazos sanguíneos y culturales, en tanto los 15 km aproximados que separan el valle de Anfama del valle de Tafí marcan nítidas diferencias climáticas y altitudinales, lo cual redunda en la posibilidad de explotación de recursos diversos.

Aun así, la posibilidad de determinar certeramente las categorías de autoadscripción étnica de estos grupos a partir de las fuentes que han llegado hasta nosotros es sumamente difícil, en tanto se plantea una separación tajante entre poblaciones de la sierra (diaguitas) y del llano (solcos y lules) que no considera a las zonas pedemontanas como el valle de Anfama. Esta dificultad es aún mayor si se intenta encorsetar estrictamente las parcialidades étnicas de la región diferenciando entre tafíes, siambones, anfamas, amaichas, solcos (tonocotés) y lules y/o juríes.[9] La raíz de este problema radica en que estas denominaciones fueron las que otorgaron los primeros conquistadores españoles en el siglo XVI a los nativos, grupos de los cuales desconocían la lengua, las diferencias intra e intergrupales y las formas locales de aprovechamiento de recursos, entre otras.[10]

Una postura más radical de la pertenencia étnica de estos grupos es la propuesta por Gentile.[11] Para esta investigadora, la presencia constante de denominaciones con letra efe (F) en la región, como es el caso de los términos Anfama y Tafí, es resultado del traslado de poblaciones de mitmacunas desde la costa peruana hacia el NOA durante el período de dominio incaico, en tanto esa letra sería ajena al kakán.[12] Sin embargo en las indagaciones arqueológicas realizadas por nuestro equipo de investigación tanto en Anfama como en Tafí del valle no hemos encontrado evidencia material que sustente este postulado.

En todo caso sí podemos plantear que los grupos que habitaban el valle de Anfama combinaban el cultivo de maíz, zapallo, ají y porotos con la recolección de algarroba, la cacería y los intercambios con poblaciones de otras áreas.[13] Y que esta situación se vería trastocada con la llegada de conquistadores españoles a Tucumán en la segunda mitad del siglo XVI, punto de origen del gran proceso de desestructuración socioespacial que afectó a todos los grupos originarios de la región.[14] El par de miles de habitantes de los valles de Anfama y Tafí no serían la excepción a ello y la población disminuiría drásticamente a unos pocos cientos para fines del siglo XVII.[15]

Si bien las causas de este descenso poblacional fueron variadas, todas responden a efectos de la conquista siendo las principales: el traslado de miles de personas hacia las minas potosinas y también hacia las ciudades españolas en condiciones de virtual esclavitud, la brutalidad de los encomenderos y sus mayordomos, los brotes virósicos para los cuales los grupos originarios no poseían anticuerpos, las muertes y posteriores desnaturalizaciones que provocaron las llamadas guerras calchaquíes y la desestructuración del sistema económico originario.[16]

Podemos plantear que dentro de este contexto general de desarticulación, el caso del valle de Anfama fue en un primer momento relativamente laxo. En tanto a comienzos del siglo XVII anfamas, tafíes y amaichas aparecen mencionados como grupos pacíficos que bajaban desde sus respectivos valles a la estancia de su encomendero, siendo especialmente valorados por su habilidad como carpinteros para la producción de carretas y también desempeñándose como albañiles, vaqueros, arrieros y transportistas.[17]

Allí rápidamente adoptaron algunas de las innovaciones productivas ibéricas como el cultivo de trigo, la cría de ganados europeos (bovinos, ovinos, caprinos y equinos), la noción de propiedad privada y la utilización de bueyes de tiro y arados. Si el verano era hasta ese momento la temporada de la recolección de la algarroba, a partir del siglo XVII pasaría a ser cada vez más la época de las faenas ganaderas.[18] Aun así, seguramente hubo traslados poblacionales permanentes y temporales hacia Ibatín en tanto la familia Mellian de Leguisamo (encomenderos de los pueblos tafíes, anfamas, solcos y lules) residía allí, y las fuentes consignan que hacia dicha ciudad fueron enviados contingentes de lules, tonocotés y diaguitas serranos.[19]

Hasta mediados del siglo XVII podemos considerar que se mantuvo esta situación de relativamente alta autonomía, en tanto son numerosas las quejas de mayordomos por los retornos de la población a sus valles.[20] A su vez las uniones matrimoniales también oficiaban como un elemento de movilidad de la población, en tanto la costumbre indicaba que los hombres se radicaran en la población de origen de sus esposas, así como señala Noli se presentaban casos de tafíes radicados con amaichas y viceversa, situación que podría extenderse sin duda a los anfamas.[21]

Sintetizando, hasta 1650 aproximadamente, y dentro de un contexto general de desarticulación socioespacial, el valle de Anfama continuó siendo utilizado por los pueblos originarios de manera similar a la que lo habían hecho hasta la llegada de los conquistadores, aprovechando los recursos que ofrecía, con una indisoluble vinculación con grupos cercanos (tafíes, amaichas y siambones) con los que siguieron compartiendo lazos espaciales, familiares y productivos pero también adaptándose a las condiciones impuestas por los conquistadores.

 

 

Las guerras calchaquíes y la expoliación territorial

 

La participación de tafíes y anfamas en la segunda guerra calchaquí (1658-1667) fue el motivo que aceleró la desarticulación del modo de vida prehispánico. Las desnaturalizaciones[22] una vez consumada su derrota, implicaron que pasaran a ser considerados por los conquistadores como indios de encomienda y tasación.[23] Esto pese a que ambos grupos se mantuvieron al margen de los primeros levantamientos diaguitas (1559-1563 y 1630-1637) y eran considerados habitualmente por los españoles como indios ladinos o amigos. Si como plantean algunos autores parte del piedemonte tucumano (entre ellas probablemente Anfama) fue añadido a las explotaciones jesuíticas a partir de la década de 1640,[24] no parece extraño pensar que la avanzada territorial colonial pudiera ser uno de los factores que explique porque los grupos tafíes y anfamas hasta ese momento pacíficos se plegaron al bando rebelde.[25]

Así con motivo de un pleito por las encomiendas de tafíes, anfamas, solcos y lulos en 1656 y 2 años antes de la última guerra calchaquí, Juan Jordán de Trejo señalaba:[26]: “…Los dichos indios de Tafí que a cien años que son serviles y mas de cinquenta años carpinteros y andaban abajo como indios ladinos…”. Y reforzando esta afirmación con posterioridad al conflicto, el Padre Verdugo Garnica señalaba en 1685 acerca de tafíes y amaichas: “...Son indios mui dociles, i de buen natural (...) hablan la lengua calchaquí ydeellos son los mas ladinos de todos estos tafies…”.[27]

El control sobre los tafíes/anfamas se intensificó a partir de estos hechos, pero la condición pacífica de estos grupos implicó que su traslado se realizara hacia la cercana llanura tucumana, desde donde seguramente pudieron mantener un acceso sencillo a los valles.[28] Al respecto Alonso de Villacorta, gobernador colonial de Tucumán durante el último levantamiento calchaquí señalaba que “...ASanMiguelde Tucuman se señalaron 300 yndios y familias, enlos Pueblos, y Parcialidades delos Amaichas, Tocpos, Famaillas, Anchacpas, y Tafíes”.[29] En adición, según consigna la Relación Histórica del Calchaquí de Hernando Torreblanca, en 1696: “…Quedáronse en Tucuman los pueblos que le tocaron: los Tafies, los Amhuaychas, los de Amfamac” (los resaltados son nuestros).[30]

Si bien estas referencias no indican específicamente dónde fueron reducidos los anfamas, a falta de mejores datos podemos considerar como lo más probable que hayan sido trasladados a la jurisdicción de San Miguel[31] considerados dentro de los tafies y/o nuevamente a Lules adonde ya estaban asignados. Las fuentes también indican que en 1685 un grupo de tafíes fue reducido hacia la zona de Caspichango Viejo en el piedemonte tucumano.[32] Como se puede observar en la figura 1 ninguna de las posibles ubicaciones de relocalización de los anfamas se encuentra a más de 60 km. del valle, lo cual implica que estos grupos siguieron teniendo acceso a los territorios que históricamente habían habitado.

Mapa Anfama.png

Figura 1. Ubicación de Anfama con respecto a otros sitios mencionados en el trabajo

 

Sin embargo, una determinación precisa y estática de la ubicación es inconsecuente con la movilidad e integración de estos grupos a lo largo de la región occidental del actual Tucumán.[33] De lo anteriormente expuesto se desprende que podemos acordar con Cruz[34] en que pese a que el fin de las guerras calchaquíes marca el ingreso definitivo de estos grupos al sistema colonial como indios de encomienda y tributo, nunca fueron totalmente desnaturalizados de los valles.

Entonces, la particularidad del caso de los anfamas y tafíes es que las desnaturalizaciones tienen un carácter menos dramático con respecto a las que se dieron en sectores más septentrionales y occidentales de los valles calchaquíes.[35] Sin embargo, la consecuencia principal de la guerra fue la pérdida de los territorios tradicionales por parte de los grupos originarios,[36] la consolidación de la dominación española luego de la derrota de los calchaquíes y la inserción económica definitiva de los valles de Anfama y Tafí en los circuitos comerciales destinados al Alto Perú a partir de su explotación intensiva como potreros de invernada.[37]

 

 

La estructuración territorial jesuítica

 

La Compañía de Jesús fue adquiriendo territorios a lo largo de los siglos XVII y XVIII hasta constituir un gran enclave productivo que abarcaba desde el río Vipos al río Colorado (de norte a sur) y desde el río Salí al valle de Tafí (de este a oeste). El complejo aprovechaba los distintos pisos ecológicos que ofrece la topografía tucumana, siendo un punto clave para la invernada de ganados dirigidos fundamentalmente a Potosí en los potreros naturales que ofrecían sus tierras altas y valles; pero también produciendo trigo, maíz, yerba, frutas, granos, bayetones, aguardiente, madera, carretas, etc. para los mercados regionales de las tierras bajas.[38]

En adición se realizaban internamente parte de los insumos necesarios para el sostenimiento del enclave, en tanto había pequeñas herrerías para facilitar la yerra de los animales, una fábrica de quesos,[39] una pequeña explotación azucarera y producción de textiles y ladrillos, entre otros.[40] La producción allí realizada recayó mayormente en el trabajo esclavo pero en los potreros era común la utilización de peones conchabados de las castas libres o de los pueblos de indios.[41]

Por su parte la reducción de Lules - donde fueron reducidos grupos pedemontanos y vallistos - estaba dentro de la hacienda homónima a cargo de los jesuitas, los cuales como ya se mencionó recurrieron al trabajo conchabado de los pobladores originarios, en tanto estos ya conocían bien las faenas ganaderas y el territorio.[42]

Al respecto Acevedo plantea que los pobladores originarios de la reducción de tafíes en el piedemonte oriental tucumano tenían relaciones fluidas con los empleadores coloniales siendo conchabados ocasionalmente.[43] En tanto Requejo señala la presencia de traslados de pobladores originarios de las reducciones entre los distintos potreros de la compañía (San Javier, Raco, San Genuario y Tafí) los cuales seguramente estaban en función de las necesidades de la producción ganadera.[44] Así por ejemplo han quedado registros del año 1688 donde tafies y amaichas fueron empleados en el potrero de El Siambón (el cual incluía al actual Anfama).[45]

El valle de Anfama estaba considerado dentro de las “tierras altas” y fue utilizado mayormente como uno de los potreros de engorde del ganado (vacunos, yeguas, ovejas y mulas). Esta actividad tenía un pico laboral muy marcado en los meses estivales, cuando se recogía la hacienda, se esquilaban las ovejas, se enviaban los novillos y la lana a la hacienda de Lules, se cuidaban a los terneros neonatos y se realizaban las yerras y el capado.[46] Esta forma de estructuración económica implicó un cambio marcado en los valles de un sistema productivo de baja intensidad que combinaba pastoreo y agricultura de subsistencia a uno eminentemente ganadero con la utilización intensiva de las tierras como sitio de invernada de gran cantidad de animales. A su vez el desarrollo ganadero a escala no requería de fuerza de trabajo numerosa, con lo cual la baja densidad poblacional del área no constituyó un problema.

Con la expulsión de los jesuitas en 1767 y el posterior remate de sus bienes se abre en los valles una nueva etapa, caracterizada por la continuidad del modelo productivo estanciero/ganadero pero estructurado en torno a las haciendas de las familias más influyentes de la provincia, el paso a manos individuales del control de las tierras,[47] y el estancamiento poblacional[48] y socioeconómico regional. En tanto durante el siglo XIX la región se vería afectada económicamente por los vaivenes de la exportación ganadera, el viraje comercial hacia el Atlántico y, también, por la rapiña de las guerras decimonónicas.[49] Estas afirmaciones quedan expuestas en los datos que cien años después brindan Granillo y Groussac de la relativa situación de atraso del occidente tucumano para la segunda mitad del siglo XIX.[50] Este proceso de estancamiento también implicó un proceso de pauperización de la situación de los pobladores vallistos, en tanto durante el período jesuítico el pago promedio a los peones conchabados era de 40 a 60 pesos más el sustento diario (maíz, carne, tabaco y yerba), mientras que cien años más tarde el pago promedio se había reducido a la mitad.[51]

Pese a estos cambios de estructura productiva y más allá de la movilidad espacial natural de todos los grupos humanos – por ejemplo el traslado a poblaciones cercanas por motivos familiares o laborales -[52] no encontramos indicios de que la composición de las poblaciones rurales del valle de Anfama haya variado sustancialmente desde fines del siglo XVIII hasta la actualidad con la inmigración y/o emigración de contingentes numerosos de habitantes (como sí ocurrió en el curato de Trancas, por ejemplo),[53] y lo cual traza una línea de continuidad espacio-temporal entre los pobladores originarios prehispánicos y los actuales habitantes del valle. Estos mismos pobladores originarios fueron los que continuaron realizando las faenas agrícola-ganaderas en la serie de estancias en las que se dividió el valle durante los siglos XIX y XX.

Esto resulta importante en tanto la presencia de agregados y también de arrendatarios dentro o en cercanías de las estancias de Tafí, San Javier y Raco era habitual ya durante la etapa tardo colonial,[54] y seguiría siendo utilizado en el caso de Anfama hasta fines del siglo XX articulado en un esquema anual de trabajo en los ingenios del llano durante el invierno[55] y el tareas ganaderas durante el verano en las “tierras altas”.

 

 

La (dis) continuidad étnica

 

A nivel identitario, Cruz señala que en 1681 la encomienda de tafíes, solcos y lules empadronaba 146 personas en total.[56] Lo destacable de este padrón es que no considera a los anfamas, grupo que era parte de la encomienda original y pese a que Hernando de Torreblanca en 1696 los mencionará como uno de los grupos que permanecieron en el actual Tucumán luego de las desnaturalizaciones. Si seguimos lo planteado por Cruz podemos considerar que debido a la escasa diferencia de anfamas y tafíes, los primeros habrían sido asimilados (al menos en las fuentes) como parte del segundo grupo.[57] Resulta destacable que pese a la progresiva desaparición en las fuentes de las adscripciones étnicas, el pueblo de tafies reducido en el piedemonte oriental siguió reconociéndose como tal hasta comienzos del siglo XIX.[58]

A su vez las causas de la desaparición en las fuentes de la mención a las etnias indígenas son variadas y van desde la desaparición física de pobladores originarios con la disminución poblacional ya mencionada hasta estrategias de los mismos nativos para pasar desapercibidos en un contexto post bélico hostil hacia ellos,[59] así como señala Lizondo Borda: “…Muchos de los que eran (indios) se tenían por españoles…”.[60] Otros seguramente comenzaron a pasar por mestizos en lo que López de Albornoz denomina un proceso de “blanqueamiento”,[61] buscando una mejor inserción en la sociedad colonial e intentando evadir el pago del tributo al que estaban sometidos los indios de tasa.

El fin de las guerras calchaquíes marca entonces desde nuestro punto de vista el inicio del proceso de invisibilización de los pueblos originarios tucumanos ya que desde comienzos del siglo XVIII las referencias étnicas van desapareciendo paulatinamente. En adición, la imposición de las lógicas coloniales implicó para las poblaciones originarias la pérdida de sus tierras, de buena parte de su cultura y de su idioma,[62] siendo estas desplazadas por las pautas de la sociedad conquistadora.

Aun así algunos rasgos culturales como el culto a la pachamama, la amenaza del llastay[63] y las historias que involucran al familiar (un diablo devorador de hombres) con quien se decía que el falso inca Bohórquez tenía un pacto,[64] han persistido hasta la actualidad y muchos de los comuneros de Anfama tienen sus propias anécdotas que los involucran.

A su vez el aprovechamiento de los abundantes recursos naturales de la campaña tucumana facilitó la subsistencia de una amplia masa indígena (luego considerada campesina) que tenía un grado relativamente alto de autonomía para conchabarse cuando lo estimara necesario, articulando esa actividad con la explotación de sus propias chacras y animales.[65] Distintos autores señalan la considerable presencia de indios (entre un 20 y un 28% de la población) y castas libres (más del 30% de la población) en la campaña tucumana hasta fines del período colonial.[66]

En adición en el relevamiento territorial realizado en Tucumán con motivo de la Ley 26.160, Arenas menciona la presencia de genealogías familiares en pobladores rurales que remiten hasta mediados del siglo XIX,[67] dato que es consecuente con lo que nos han planteado numerosos habitantes de Anfama y que nos permite trazar un proceso de permanente continuidad socioterritorial en el valle.

A modo de ejemplo: en 1838 con motivo de uno de los múltiples conflictos armados de la época en un mensaje enviado al gobierno se consignaba: “…La gente de Tafí es necesaria lo mismo que tercerolas y municiones; si lo cree oportuno, ordene a los capataces que se presenten, porque si no se irán a los cerros como acostumbran” (el resaltado es nuestro).[68] No podemos saber si esta referencia hace alusión al escape de las personas hacia los cerros, estrategia usada profusamente durante las guerras calchaquíes, o si esta implica que se retiraran hacia sus ranchos muy posiblemente también en los cerros; pero si nos remite a un conocimiento profuso del territorio por parte de estos habitantes y a un grado de continuidad “tradicional” de esta práctica. A su vez, en Tafí durante 1836 con motivo de un pleito judicial por un arriendo de ganado se observan los apellidos Nieva, Pastrana, Rueda y Bórquez,[69] todos ellos son sumamente comunes en los valles aún a la fecha.

Para momentos republicanos, tal como señala Oszlak, el proceso de consolidación del Estado argentino en la segunda mitad del siglo XIX implicó diferentes formas de penetración estatal (represiva, cooptativa, material y simbólica) que tenían por objetivo la creación de una presencia articuladora de las relaciones sociales vinculadas a una identidad nacional argentina.[70] En este sentido, resulta interesante rever el papel que jugaron los intelectuales de la Generación del ’80 como hacedores de un discurso en el que se le asignaban características negativas a la población indígena, bajo la dicotomía de civilización y barbarie,[71] o bien, se los consideraba como un elemento primigenio del “ser nacional”.

Sea como fuere, la “identidad argentina” fue pensada como un elemento homogeneizador de la población nacional que buscaba coaligar identidades diversas (en este caso bajo la categoría de tucumanos y/o argentinos) y donde la educación pública contó con un rol principal favoreciendo al avance del Estado.[72] De esta manera la desaparición del indio de las fuentes y su reemplazo por el mestizo y luego por el campesino, no implica necesariamente el remplazo por nuevos grupos poblacionales sino más bien la invisibilización textual de los primeros tanto en la etapa colonial como republicana.

 

 

La reemergencia étnica

 

Amén de los procesos de continuidad socioespacial de los anfamas en las últimas décadas se produjeron una serie de cambios a nivel macro y micro que permiten explicar la reemergencia actual como Comunidad Indígena. Durante la década de 1970 comenzó a producirse un giro global y también nacional sobre la llamada cuestión indígena - sin las cargas peyorativas de antaño.[73] En el caso de los pueblos diaguitas tucumanos este proceso de reconocimiento y empoderamiento encuentran una primera cristalización en el Primer Parlamento Indígena “Juan Calchaquí” realizado en Amaicha del Valle durante 1973 de lo cual surgió la Federación Indígena Regional Tucumán. Este primer intento de organización colectiva indígena quedó rápidamente desarticulado por la represión estatal desatada en los años subsiguientes, fundamentalmente a partir del llamado Operativo Independencia durante 1975-1976.

Solo a partir del retorno democrático se retomarían lentamente los intentos de organización a escala regional de los colectivos indígenas. El principal respaldo desde el Estado a la causa fue la reforma constitucional de 1994 y la serie de leyes y convenios sobre poblaciones indígenas que siguieron a ésta.[74] Lo cual sentó definitivamente las bases legales para avalar los reclamos de los pueblos originarios. Al respecto, en el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional se reconoció la preexistencia étnica y cultural de las comunidades originarias y con ello su derecho a las condiciones para un correcto desarrollo humano (tierras, educación, salud, etc.). Si bien en la práctica la Constitución por lo general no fue respetada por las mismas autoridades estatales, fomentó los procesos de reorganización indígena que en el caso de Tucumán condensaría definitivamente con la constitución de la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita (UPND) en el año 2005.

La influencia de estos procesos de mayor escala es observable en el caso de Anfama. Por un lado, fue decisivo el rol de la Comunidad Indígena del Pueblo Diaguita del Valle de Tafí, en su rol pionero de la reivindicación indígena en la región.[75] La Comunidad tafinista debido a su importancia poblacional, cercanía territorial y fundamentalmente a los progresos que lograron en cuanto a los reclamos de tierras, fue la impulsora no solo de la organización en Anfama sino también el modelo que se siguió en las localidades calchaquíes de El Mollar, Casas Viejas, Tolombon, Potrero Rodeo Grande, Colalao y Mala Mala; a su vez fue continuadora de los reclamos que desde hace décadas se venían realizando en Quilmes y Amaicha del Valle.[76]

Por otro lado se contó con la colaboración del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) que desde 2006 y ante el reconocimiento de varios de los actuales comuneros como indígenas, brindó elementos jurídicos y materiales para la construcción de bases para la futura comunidad.[77]

En tanto a nivel local la opresión de los pobladores por parte de familias autoproclamadas como propietarias de grandes extensiones de tierras es la clave para entender las relaciones sociales del valle durante las últimas tres décadas. La existencia de obligaciones consuetudinarias entre las familias originarias y los terratenientes a través de sistemas de arrendamientos implicó que en ocasiones primaran prácticas violentas por parte los hacendados incluyendo cerramientos, extorsiones con armas de fuego, destrucción de haciendas y chakras familiares, quema de viviendas, etc.

Este escenario era complejizado por la fragilidad legal de las explotaciones, en tanto ni los terratenientes ni los arrendatarios poseían actas de titularidad de la tierra aunque los primeros siempre podían contar con la presencia de algún juez amigo/familiar y la anuencia de las fuerzas públicas. Al respecto para los comuneros aparece como un hito refundante del empoderamiento originario el asesinato durante una pueblada en 1989 de Eduardo O’Brien, quien como capataz de una de las estancias del valle había cometido sinnúmero de atropellos a los anfameños.[78]

En adición el proceso de reemergencia de Anfama ha estado determinado por la reducida escala poblacional (45 familias) y la ruralidad del valle. Si bien muchos de los comuneros censados se encuentran viviendo fuera de territorios jurídicamente comunitarios, la cotidianeidad de los comuneros que residen en el valle se circunscribe al ámbito rural y a sus problemáticas. En ese sentido, desde la conformación como Comunidad Indígena se han dado pasos decisivos en el valle hacia la consolidación del colectivo, entre ellos el acceso comunitario a la tierra, la realización de elecciones periódicas de autoridades, el fortalecimiento de las relaciones dentro de la UPND, el desarrollo de programas escolares de interculturalidad y una progresiva toma de consciencia de la importancia del patrimonio ecológico y cultural de Anfama.

Sin embargo aún quedan asuntos de envergadura por resolver, siendo los principales el retorno de conflictos con las anteriores familias “terratenientes” en el marco de un giro de las políticas estatales, el acceso definitivo a los títulos de propiedad comunitaria de la tierra y la pérdida de población joven debido a la escasez de oportunidades laborales.

 

 

Reflexiones Finales

 

Retomando la idea original de este trabajo esperamos haber podido plantear con suficiencia la continuidad territorial en el Valle de Anfama de las poblaciones originarias precolombinas hasta la actualidad.

En primer lugar, si bien en el período que se extiende de la segunda mitad del siglo XVI hasta fines del siglo XVIII el Valle de Anfama perdió la mayor parte de su población, hemos presentado evidencia que permite afirmar que este continuó siendo utilizado por los pueblos originarios aún con posterioridad al despojo territorial.

En segundo lugar hemos podido desarrollar que el viraje productivo vallisto de un modelo “originario” basado en la agricultura, la caza y la recolección hacia uno eminentemente ganadero no implicó un cambio composicional en la población sino que estas nuevas formas de explotación territorial siguieron siendo realizadas hasta el período de la independencia nacional por quienes mejor conocían los valles, es decir los grupos originarios.

En tercer lugar, hemos planteado que la desaparición de las denominaciones étnicas en las fuentes disponibles no implica necesariamente la desaparición física de estas poblaciones sino que son resultado tanto de estrategias de los sectores dominantes para facilitar el proceso de expoliación territorial, como de los mismos pueblos originarios para mejorar sus condiciones materiales de existencia. Pese a lo cual, en algunas prácticas culturales actuales aún se puede apreciar la influencia de prácticas precolombinas.

En cuarto lugar, hemos situado al contexto de reemergencia originaria de Anfama dentro de un contexto más amplio de empoderamiento de los pueblos indígenas, pero sin perder de vista la especificidad del proceso ocurrido localmente.

Finalmente si la Constitución Nacional en su artículo 75 inciso 17 reconoce la preexistencia étnica y cultural de las comunidades originarias y con ello de su derecho a las condiciones para un correcto desarrollo humano (tierras, educación, salud, etc.), consideramos que en el caso de Anfama esta pre-existencia está debidamente fundamentada.[79]

 

 

Fuentes

 

Editas

Gentile, Margarita, 2016, “La guerra por la colonización del valle de calchaquí (gobernación del Tucumán, siglos XVI-XVII), ensayo sobre el contexto de la relación histórica… de Hernando de Torreblanca S.J. 1696” en Revista Cruz del Sur, 16 (nro. especial).

Granillo, Arsenio, 1872, Provincia de Tucumán, serie de artículos descriptivos y noticiosos, La Razón, Tucumán.

Groussac, Paul, 1882, Memoria histórica y descriptiva de la provincia de Tucumán, Biedma, Buenos Aires.

Latzina, Francisco, 1892, Diccionario geográfico argentino, Ramón Espasa, Buenos Aires.

Piossek Prebisch, Teresa, 1999, Relación Histórica de Calchaquí. Escrita por el misionero jesuita P. Hernando de Torreblanca en 1696, Archivo General de la Nación, Buenos Aires.

Torre Revello, José, 1941, Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y colonización rioplatense, Tomo 1, Talleres Jacobo Peuser, Buenos Aires.

 

Legislación

Constitución de la Nación Argentina

Constitución de la Provincia de Tucumán

Ley Nacional Nº 23.302

Ley Nacional N° 24.071

Ley Nacional Nº 24.375

Ley Nacional Nº 26.160

Ley Nacional Nº 26.206

 

Publicaciones periódicas

La Gaceta, 2002 y 2008.

El Tucumano, 2017.

La Capital (Rosario), 2016.

Página/12, 2016.

 

Revistas

Humor, 1987

Noticias, 2016

 

Inéditas

Archivo Histórico de Tucumán.

 

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[1] Nuestros trabajos en los valles no serían posible sin la amistad sincera que nos ofrecen los miembros de la Comunidad Indígena del Pueblo Diaguita de Anfama, en especial nuestros cariños a don Rudy Chocobar, doña Susy Navarrete, don Shosho Chocobar y doña Petrona Rojas; y tampoco podrían realizarse sin el apoyo humano e intelectual de nuestros compañeros del Equipo de Arqueología del Sur de las Cumbres Calchaquíes. Este proyecto es financiado por: SECyT (Secretaría de Ciencia y Técnica, Universidad Nacional de Córdoba), SPU (Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación y Deportes de la Nación), Koeki Zaidan Hojin Toyota Zaidan (公益財団法人トヨタ財団) The Toyota Foundation [TYTID: D16-R-0718], y National Geographic Society [W464-16]. Agradecemos también la generosidad de Margarita Gentile, Estela Noli, Cinthia Folquer, Salomón Hocsman, Juan Bautista García Posse y Rodolfo Cruz por facilitarnos información y materiales a los que no habríamos podido acceder sin su ayuda. Finalmente agradecemos a los dos evaluadores anónimos que sin duda enriquecieron y clarificaron este trabajo.

* Universidad Nacional de Córdoba.

** Universidad Nacional de Córdoba.

[2] La comunidad de Anfama (Personería jurídica 740/08 RENACI) pertenece a la Unión de Pueblos Diaguitas de Tucumán  (personería jurídica 521 RENOPI).

[3] Consideramos en el sentido que dan Lazzari y Rodríguez a la reemergencia como el resurgir en la experiencia subjetiva de pueblos supuestamente extintos y/o aculturados, que luego de una fuerte discontinuidad temporal pugnan en la actualidad  por su reconocimiento. Lazzari, 2017. Rodríguez, 2017a

[4] Por ejemplo: La Gaceta, 27/04/2008: “El Gobierno no reconoce a los caciques como autoridades” y 01/06/2012: “El centro fue un laberinto por una protesta de los Pueblos Originarios”; El Tucumano, 28/08/2017: “Jorge Lanata denunció que existe una comunidad originaria ‘trucha’ en Tucumán”. Para explicaciones más detalladas de estas lógicas a nivel general del NOA ver: Trinchero y Balazote, 2000. Y para el caso tucumano: Arenas, 2013, Racedo, 2013 y Rodríguez, 2013.

[5] Haber, 2010: 56.

[6] Rodríguez, 2017: 3.

[7] Tartusi y Núñez Regueiro, 2003.

[8] Cruz, 1992.

[9] Bixio y Berberián, 1988: 113 y Cruz, 1992: 74.

[10] López de Albornoz, 2014: 43.

[11] Gentile, 2013.

[12] El kakán, kaka o kakano era la lengua que utilizaban los grupos de la región, lamentablemente los registros de este idioma se han perdido y sólo perdura en algunos topónimos aún utilizados, por ejemplo los de terminación aho o gasta. Nardi, 1979.

[13] Noli, 1998 y Palomeque, 2000.

[14] Lorandi y Boixadós, 1987.

[15] Cruz, 1992, Arenas et al 2007 y Robledo, 2007: 203.

[16] Groussac, 1882:70-72 y 76, Lizondo Borda, 1941: 40-41, Acevedo, 1965: 53, Bixio y Berberián, 1988, Lorandi, 1988: 3-17, Segreti, 1991: 53-54, 65-68 y 74, Cruz, 1997: 257, Palomeque, 2000, Noli, 1998 y 2007: 170 y 183-189 y López de Albornoz, 2014: 66.

[17] Lizondo Borda, 1965: 61, Noli, 1998 y Robledo, 1999: 194.

[18] Noli, 1998:34-38 y 2007: 178.

[19] Lizondo Borda, 1941: 40-41, Arenas et al, 2007: 22-23 y Noli, 2010: 239-266.

[20] Cruz, 1997 y Arenas et al, 2007: 23-24

[21] Noli, 2007: 169-173 y 175. Esta investigadora también da cuenta de mujeres tafíes casadas con personas provenientes de Tarija (en la actual Bolivia) y Casabindo (en la actual Jujuy).

[22] Las desnaturalizaciones implicaban el traslado de poblaciones originaria fuera de sus tradicionales territorios para facilitar el dominio colonial.

[23] Cruz, 1997: 224.

[24] Las referencias encontradas para el momento de anexión del Valle de Anfama por la Compañía de Jesús no son muy claras, de las referencias consultadas parecería que ese sector fue incorporado durante la década de 1640, bastante antes de la adquisición del Valle de Tafí en 1718. Robledo, 1999. Babot y Hocsman, 2007.

[25] Cruz, 1997: 220 y 248. Aún así no se menciona a los anfamas y tafies entre las parcialidades que se plegaron en un primer momento al falso inca Bohorquez, como si es el caso de los amaichas. Referido por Piossek Prebisch, 1999: 29.

[26] Referido en Gentile, 2016: 70

[27] Referido en Torre Revello, 1941: 336

[28] Lizondo Borda, 1941:96, Cruz, 1997 y  Arenas et al, 2007: 24.

[29] Referido en Torre Revello, 1941: 264.

[30] Referido en Piossek Prebisch, 1999:112 y en Gentile, 2016: 197.

[31] En ese entonces en Ibatín, en las cercanías del actual Monteros (Tucumán).

[32] Dato consecuente con la ubicación posterior del pueblo de indios tafíes

[33] Lizondo Borda, 1941: 91 y 1965: 60.

[34] Cruz, 1997:224 y 267.

[35] Lorandi, 1988, Palermo y Boixadós, 1991, Cruz, 1992 y 1997, Boixadós, 2011 y Moriconi, 2016 entre otros.

[36] Cruz, 1997 y Noli, 2007: 177.

[37] Noli, 1998: 38 y Arenas et al, 2007: 24-25. Para una visión global del esquema mercantil colonial y temprano nacional ver: Assadourian y Palomeque, 2003.

[38] Groussac, 1882: 121-124, Requejo, 1991, López de Albornoz, 1994: 4-9, Robledo, 1999: 187-191 y 2007:205-211 y Arenas et al. 2007: 26-27

[39] Tradición que arraigaría en el occidente tucumano hasta la actualidad, en Anfama aún hoy casi todas las familias realizan sus propios quesos.

[40] Babot y Hocsman, 2007:238-239

[41] Robledo, 1999: 202-203.

[42] Robledo, 2007: 209 y Noli, 2007: 178.

[43] Acevedo, 1965:386

[44] Requejo, 1991.

[45] Robledo, 1999:203 y 2007: 211.

[46] López de Albornoz, 1994: 9 y Robledo, 1999 y 2007.

[47] En el caso del “Potrero” de Anfama este fue objeto de 4 compra/ventas entre la expulsión jesuítica y comienzos del siglo XIX según consigna López de Albornoz, 2014: 173 y 178. En adición los territorios de La Ciénega (hacia el Oeste) y de El Siambón (hacia el Este) también continuaron siendo utilizados como potreros de invernada de manera continua desde la época colonial hasta fines del siglo XIX. Groussac, 1882:284, Requejo, 1991, López de Albornoz, 1994:20 y 25, Robledo, 1999: 205 y 2007, Babot y Hocsman, 2007, J. B. García Posse, com. pers. A su vez un diccionario geográfico de fines del siglo XIX definía a Anfama como: “Estancia en las cercanías de las confluencias de los arroyos Anfama y Garabatal”, Latzina, 1892: 41.

[48] La población de los valles de Tafí y Anfama desde fines del siglo XVIII a fines del siglo XIX, no habría seguido los patrones de acelerado incremento del resto de la provincia, manteniéndose en torno a los pocos cientos de habitantes. En el caso de Anfama esta baja concentración poblacional se ha mantenido hasta la actualidad, Groussac, 1882 y López de Albornoz, 2014: 75.

[49] López de Albornoz, 2014: 217-224.

[50] Granillo, 1872 y Groussac, 1882: 14, 283 y 442.

[51] Groussac, 1882: 125.

[52] Los actuales comuneros de Anfama aún mantienen estrechos vínculos familiares, culturales y también comerciales con los habitantes de poblados vecinos como Tafí del valle, El Siambón, Raco, Mala Mala, Nogalito, San José de Chasquivil, y San Miguel, entre otros.

[53] López de Albornoz, 2014: 93.

[54] López de Albornoz, 2014: 255

[55] Los ingenios azucareros se consolidaron en la provincia en la segunda mitad del siglo XIX. En muchos casos las mismas familias terratenientes eran las poseedoras de los ingenios o poseían estrechos vínculos sociales con los industriales azucareros. Francisco Bolsi ha indagado profusamente estas vinculaciones entre economía y familias encumbradas tucumanas. En adición, Daniel Campi ha trabajado las implicancias socioeconómicas del modelo azucarero. Más recientemente Fernando Villar ha comenzado a indagar las condiciones de vida en los ingenios del siglo XIX desde la Arqueología.

[56] Cruz, 1997.

[57] Cruz, 1992.

[58] Probablemente por la escasa cantidad de personas que lo habitaban fue unido al de los famaillas. Ávila, 1920 (2003): 215-216, Acevedo, 1965:386, Noli, 2007: 171 y 175 y Arenas et al., 2007:25-26.

[59] Lorandi 1988, Cruz 1992 y Gentile 2016.

[60] Lizondo Borda, 1941: 57

[61] López de Albornoz, 2014: 71

[62] El kakán desapareció como lengua hablada en algún momento del siglo XVIII. Para 1786 la lengua originaria que permanecía en los valles era el quichua, Noli, 2007: 178

[63] Folquer, 2006: 408-419.

[64] Segreti, 1991:75.

[65] López de Albornoz, 2014: 19, 59, 105-106, 122- 152.

[66] Acevedo, 1965: 323-327, López de Albornoz, 1998: 221 y 2014: 72-73.

[67] Arenas, 2011:131.

[68] AHT - Serie: ADM, volumen: 50, tomo: 1, Año: 1838, fojas: 423-424.

[69] AHT – Serie: OF. V., volumen: 36, año: 1836, fojas: 163-167.

[70] Oszlak, 1997.

[71] Gordillo e Hirsch, 2010

[72] Ver por ejemplo: Quijada, 2000 y Bertoni, 2001.

[73] Para explicaciones de este proceso a nivel nacional ver: Bartolomé, 2004, Gordillo e Hirsch, 2010 y Lenton, 2013.

[74] Ley nacional Nº 24.071 (convenio sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes), Ley nacional Nº24.375 (convenio sobre diversidad biológica), Convenio de OIT sobre los derechos de los pueblos indígenas, Ley nacional Nº23.302 (de política indígena y de apoyo a las comunidades aborígenes), Ley nacional Nº26.160 (de emergencia de la posesión y propiedad comunitaria indígena), y la Ley nacional Nº 26.206 (de educación superior). Y a nivel provincial Art. 149 de la Constitución.

[75] Desde 2006 cuenta con reconocimiento jurídico nacional, agrupando a mas de 600 familias de pobladores originarios.

[76]  Manasse y Vaqué, 2014. Para una explicación más detallada de los procesos de lucha y resistencia en Quilmes y Amaicha ver Aprea et al. 2010

[77] A través de la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (2004-2005) complemento del Censo Nacional 2001.

[78] Más precisiones sobre estos hechos pueden encontrarse en Revista Humor, 11/1987 “Sección quema esas cartas”, N° 208, p. 21. Recientemente esta nota ha tomado notoriedad pública por la condena a los editores de la revista por calumnias a la figura de Brígido Terán Molina uno de los autoproclamados terratenientes. Más información en: Página 12 17/09/2016, “No había que quemarlas a todas”; La Capital (Rosario) 26/09/2016  “Condenan a la revista Humor por una carta de lectores que publicó treinta años atrás”, y Revista Noticias 30/09/2016 “Condenaron a las herederas del fundador de Humor por una carta de 1987”.  Para casos actuales donde esas mismas prácticas violentas se replican en comunidades cercanas ver por ejemplo: La Gaceta 12/05/2002 “Puntos en común con una historia de Alto de Anfama” y 18/07/2015 “Civilización y barbarie”.

[79] Aún así en el convenio 169 de la OIT ratificado por la Argentina por Ley 24.071 se plantea un punto central que es que: “La conciencia de su identidad indígena o tribal deberá considerarse un criterio fundamental para determinar los grupos a los que se aplican las disposiciones del presente Convenio”.