Incidencia de los gastos militares en Córdoba y Santa
Fe (1820 – 1852)[1]
Tulio Halperín Donghi*
Luego
de la disolución del Estado central (y la simultánea de la Liga de los Pueblos
Libres) Córdoba comienza y Santa Fe prosigue su trayectoria como provincia
separada, en un clima en que, si las tensiones no desaparecen sino
episódicamente, las polarizaciones que han marcado la primera década
revolucionaria, e hicieron a aquéllas tanto más peligrosas, tardarán por su
parte en resurgir. Con ello la guerra pierde el carácter casi permanente que
tuvo hasta 1820; como amenaza está sin embargo lejos de desaparecer, y es ésta
una de las razones debido a las cuales los gastos militares conservan su
posición predominante entre los de ambas provincias.
El
volumen de esos gastos y la distribución que de ellos se dio entre rubros
variados constituyen entonces un elemento capital en la vida fiscal y aun
económica de esas provincias. El primero en cuanto la existencia de un exigente
presupuesto militar —aunque, como se verá más adelante, menos incomprimible de
lo que una primera impresión podría hacer suponer— significa una carga a menudo
demasiado pesada para la economía privada. Lo segundo porque los recursos
absorbidos por los gastos de defensa estaban lejos de quedar por esa sola razón
separados de la economía provincial en su conjunto; seguían por el contrario
influyendo en ella de manera muy compleja y variable, que no podría reducirse
en ningún caso a una pura esterilización de esos recursos para la economía
productiva. Los gastos militares se vinculan entonces de modo muy complejo con
aspectos muy variados de la evolución económica local; el presente examen no
podría ofrecer sino una aproximación a los problemas que esa vinculación
plantea. Sobre todo porque la selección de solo algunos años dentro de las
cuatro décadas que aquí nos interesan, impuesta por la mole documental
disponible y la limitación del tiempo que a su examen podía consagrar, si no
impide descubrir algunos rasgos dominantes de la situación y aun detectar
algunas tendencias dentro de su evolución, está lejos de agotar las
posibilidades de un tema tan complejo.
El
presente trabajo se ha realizado sobre libros de Contaduría de la provincia de
Santa Fe (tomo 24, legajos 6 y 7 para 1822; tomo 38, legajos 1 a 5 para 1832;
tomo 61, legajos 1 a 3 para 1842 y tomo 90, legajo 17 para 1852) conservados en
el Archivo Histórico de Santa Fe, y sobre volúmenes de la serie Libro Mayor de
Caja (vol. 223 para 1822; vol. 272 para 1832; vol. 325 para 1842 y vol. 382
para 1852), con alguna información complementaria extraída de volúmenes de la
serie Comprobantes de Caja; ambas series pertenecen al Archivo de Hacienda,
dentro del Archivo Histórico Provincial de Córdoba.
La
presentación misma de los documentos nos introduce a algunas diferencias que
tardarán en borrarse entre ambas provincias. Mientras en Córdoba el registro de
ingresos y gastos públicos se realiza con métodos complejos, heredados de la
administración regia, bajo la cual Córdoba, como cabeza de intendencia, fue
sede de una Caja, en Santa Fe el procedimiento es mucho más sencillo —aunque
está lejos de hacer la compulsa menos engorrosa— ya que se han agregado uno a
otro los comprobantes de gastos, sin ninguna tentativa de distinguir entre
diversos rubros, ni tampoco de trazar balances periódicos de lo gastado e
ingresado durante cierta etapa. Por fortuna, las dimensiones del sistema fiscal
santafesino hacen de este sistema (tan parecido a la falta de sistema) mucho
más eficaz de lo que podría esperarse de antemano (y de hecho cuando en 1852 se
introducen métodos contables más ambiciosos, la primera consecuencia es que se
hace más difícil orientarse en cuanto a volumen y distribución de ingresos y
gastos). En todo caso esta diferencia se continúa en el campo estrictamente
militar; mientras Córdoba, separada del moribundo poder central como
consecuencia del alzamiento de una parte considerable del antiguo ejército
nacional, debe integrar a ésta en el aparato militar provincial —con lo cual la
continuidad con la situación previa se manifiesta también en este aspecto—
Santa Fe surge a la vida separada por la acción de las fuerzas que defienden la
frontera india, que tenían dentro del aparato militar previo a la disolución
del estado central posición enteramente marginal.
Esa
diferencia se refleja todavía en el conjunto de los gastos militares de cada
una de las provincias. Antes de pasar a su comparación se hace sin embargo
necesario indicar dentro de qué límites —impuestos sobre todo por una parcial
heterogeneidad entre ambas series documentales— ella es válida. En Córdoba los
gastos de la masa común de Hacienda aparecen divididos entre los del Estado
Político, los de Hacienda, los militares y los extraordinarios; para nuestros
propósitos es solo necesario tomar en cuenta a los penúltimos y una parte
—siempre dominante— de los últimos. En Santa Fe esa división por la finalidad
del gasto no existe, y no siempre es posible deducirla de la índole del gasto
mismo (así ocurre en cuanto a la compra de ganados para alimentos cuyo
principal, pero no exclusivo destinatario, era la tropa, o todavía —aunque aquí
la distinción es a menudo más fácil— en cuanto a la compra de productos que no
son específicamente de uso militar, mas de los cuales la organización armada
hace consumo importante). Hay que tomar en cuenta también otras dificultades
vinculadas con la extrema simplicidad de la organización administrativa
santafesina, debido a la cual los cuerpos armados tienen a su cargo tareas (por
ejemplo, auxilio en el transporte, control de puertos) que tienen muy poco de
específicamente militar. No es entonces imposible que, pese a la extrema
cautela empleada, el volumen de los gastos militares en relación a los totales
se haya calculado para Santa Fe con criterios que tienden a dar resultados
levemente más altos que los adoptados por los administradores de la Hacienda
cordobesa e implícitamente recogidos aquí por el solo hecho de recoger sus
cifras globales para los distintos rubros; al mismo tiempo, como el error por
exceso se daría sobre todo en gastos diferentes de los sueldos y retribuciones
de oficiales y tropa, tendría la consecuencia adicional de deprimir levemente
la parte de estos en el conjunto de los gastos militares santafesinos. Hecha
esta advertencia, he aquí las cifras para 1822 (véanse los cuadros 1 y 2 en el
anexo).
Parecen
aquí necesarias algunas precisiones sobre las categorías utilizadas. Los aquí
denominados paraoficiales son los que cumplen en el ejército funciones no
estrictamente militares, con retribución de nivel comparable a los oficiales, y
en algunos casos asimilados a estos en grado. Se trata ante todo de capellanes
y cirujanos militares; en ciertas oportunidades se incluye a algunos de los
músicos (cuya retribución se ubica en general en el nivel de las de
suboficiales, y se suman) en esos casos más numerosos a las "retribuciones
a tropa". Las retribuciones a peones cubren tareas muy diversas, desde
construcción de edificios, construcción y reparación de embarcaciones, lavado
de ropa, cocina, etc. La compra de productos corrientes se refiere a todos
aquellos de uso no específicamente militar (aunque puedan destinarse entre
otros a ese fin) como velas, cuerdas, tabaco, aguardiente, telas, cueros,
yerba. El rancho solo comprende alimentos (carne por peso, maíz, galleta): el
rubro de ganados comprende tanto a los comprados en pie como a las reses ya
sacrificadas, pero compradas por unidad. El rubro de "compra de materia
prima para armas y compra y arreglo de armas" por su parte designa un
conjunto muy heterogéneo de gastos (compra de hierro, de productos terminados,
como balas de cañón y de armas menores —en proporción pequeña— cananas, lanzas
y cabos de lanza, retribución al trabajo de herreros ocupados en confeccionar y
—mucho más frecuentemente— de reparar armas). El de indios amigos es casi
totalmente cubierto con el costo de los regalos destinados a estos, desde telas
y ropas hasta alimentos y —mucho menos frecuentemente— ganados.
Se
advierten algunos de los aspectos problemáticos de la clasificación utilizada;
ésta emplea simultáneamente criterios diferentes de modo que un mismo ítem
podría en rigor ubicarse en dos rubros a la vez (así los gastos causados por
los indios amigos podrían haberse asignado u los rubros de "compra de
productos corrientes", "rancho" y "compra de
ganados"). Ocurre que, dada la naturaleza de la documentación, ésta se
presta mal a una clasificación basada en un criterio único (para seguir con el
mismo ejemplo, en algunos casos los gastos para indios amigos no aparecen mejor
discriminados, de modo que la clasificación por su índole y no por su fin se
haría imposible). En vista de esa situación, se ha buscado una clasificación
cuyo eclecticismo —de todos modos ineludible— tenga por lo menos como
contrapartida una mayor riqueza informativa.
Con
estas reservas, la comparación entre las cifras cordobesas y las santafesinas
es todavía posible. Unas y otras presentan considerables rasgos comunes. En
ambas, en primer término, la proporción del gasto público absorbido por el de
guerra es muy elevada; es del 79% en Santa Fe; del 84% en Córdoba si solo
atendemos a los gastos de la masa común de hacienda, del 68% si atendemos al
total de la data de la caja provincial (un cálculo basado en criterios
comparables a los usados para Santa Fe daría un porcentaje situado entre los
dos antes señalados, ya que una parte de los gastos no originados en la masa
común de hacienda tienen finalidad militar o la de saldar deudas causadas por
gastos de carácter militar en el pasado). En ambos casos también las
repercusiones que este predominio del gasto militar entre los fiscales puede
alcanzar para la economía provincial en su conjunto, son afectadas por la
índole misma de ese gasto, en ambas provincias muy semejante. Para decirlo
rápidamente, son afectadas por el hecho de que ese gasto es por su índole muy
poco militar. Alrededor de la mitad de él es absorbido por sueldos de oficiales
y retribuciones a la tropa (incluidos suboficiales); estos cubren el 54% del
total en Santa Fe y el 47% en Córdoba; siguen a ellos los gastos en alimentos y
ganado para consumo y montura de las tropas, que absorben el 30% en Santa Fe y
el 35% en Córdoba; el 3% en Santa Fe y algo menos del 1% en Córdoba están
destinados a pagar a peones y artesanos. En suma un 87% de los gastos de guerra
en Santa Fe y un 88% de estos en Córdoba están destinados a mantener y
alimentar a un cierto sector de la población activa local.
¿De
qué manera se distribuye dentro de ésta? En este aspecto Santa Fe y Córdoba aún
divergen: mientras en Santa Fe un 38% del total de las retribuciones a
militares es absorbido por los oficiales, en Córdoba un cálculo algo más
complicado permite finalmente descubrir una proporción mucho más alta. En
efecto, del total de las remuneraciones militares una parte considerable
aparece registrada indiscriminadamente como destinada a oficiales y tropa. Para
descubrir de qué modo esos fondos se distribuían entre unos y otra es preciso
dirigirse a los Comprobantes de Hacienda, donde se registran en forma
discriminada los gastos inscriptos globalmente en los Libros Mayores de Caja.
En aquéllos (volumen 227) se han hallado dos distribuciones que cubren el 50%
del total de la suma gastada en ese rubro y en ese año; sumando ambas resulta
que los oficiales reciben el 51% del total (una proporción algo más baja que la
usual en el Ejército del Norte antes de la disolución del Estado central);
dividida en esa proporción la suma asignada discriminadamente a oficiales y
tropa y agregada cada una de sus secciones a la correspondiente entre las
registradas discriminadamente en el Libro Mayor de Caja resulta que
corresponden a oficiales, a más de los $ 13.473 y 2 ½ reales que los libros les
asignan, $ 7539 —o sea el 51% del total de la suma asignada indiscriminadamente
a oficiales y tropa— con un total de $ 21.012 y 2 ½ reales; a ellos corresponde
sumar todavía los $ 2072 y 5 ¼ reales asignados a paraoficiales, con lo que se
alcanza a los $ 23.084 y 7 ¾ reales, sobre un total de retribuciones a
militares de $ 33.962 y 0 1/8 real. Es decir que, mientras en Santa Fe los
oficiales reciben el 38% del total de las retribuciones militares, en Córdoba
toca a estos el 69%.
Esta
diferencia no carece de consecuencias en cuanto a la incidencia del gasto
militar en la distribución de ingresos entre la población. Tanto en Santa Fe
como en Córdoba, en efecto, las remuneraciones del sector político y de
hacienda se concentran en sectores sociales relativamente altos; solo en tareas
auxiliares puede utilizarse aquí a los iletrados. Por otra parte el número
relativamente escaso de funcionarios hace que una proporción que podría parecer
aberrante de las remuneraciones se concentre en los niveles más altos de la
estructura administrativa; así en Santa Fe de los $ 2.196 y 3 reales
consagrados a sueldos civiles (excluidos los de la administración de hacienda)
más de la mitad es absorbida por los del gobernador ($ 1.137 al cabo del año)…
Solo la organización militar da un lugar relativamente ancho entre los
remunerados por el Estado a los miembros de las clases populares; aun aquí, sin
embargo, la tendencia a atender primero el pago de los sueldos de oficiales
disminuye progresivamente la parte de esas clases populares en la percepción de
ingresos originados en el gasto público. (Hay que tener en cuenta, sin embargo,
que esa disminución es menos marcada de lo que la contraposición de porcentajes
de remuneraciones en dinero podría hacer suponer; la distribución de rancho y
vestido entre oficiales y tropa, aunque de ninguna manera realizada con
criterios igualitarios, no podía en ningún caso alejarse tanto de estos como la
de sueldos y auxilios monetarios).
En
todo caso, las razones de la diferencia registrada entre Córdoba y Santa Fe son
fáciles de entender; se vinculan con la pasada trayectoria militar de ambas
provincias. Se ha señalado ya que Santa Fe no ha heredado el pesado aparato
militar que Córdoba ha recibido del extinguido gobierno central, y del cual el
gobernador Bustos (él mismo llegado al poder gracias al apoyo de esos cuerpos
militares de los que proviene) solo puede ir desembarazándose mediante un
proceso lento, marcado por una constante y necesaria cautela.
A
partir de ahora se va a dar una progresiva convergencia entre la estructura del
gasto militar en ambas provincias. Sea permitido examinar separadamente, a
través de las cifras de 1832, 1842 y 1852, la evolución que este sufre en cada
una de las dos (véase el cuadro 3 en el anexo).
De
nuevo, estas cifras requieren alguna explicación preliminar. 1842 es un año
excepcionalmente afectado por el clima político (es el del apartamiento de Juan
Pablo López, desenlace de una lucha violenta, que deja sus huellas en las
cuentas del Estado no solo en esos $ 7.274 extraídos de la caja "de orden
superior" el 18 de abril de ese año, sino todavía en la penuria fiscal,
consecuencia de las dificultades que la guerra provocaba al comercio). 1852 no
es solo afectado por esos cambios (desde fines del año anterior Santa Fe ha
unido su suerte a la de Urquiza, de modo que el año de Caseros lo abre en
guerra con Buenos Aires, todavía rosista, y lo cierra de nuevo en guerra en los
hechos con una Buenos Aires que levanta contra el interior federal la bandera
del antirrosismo más intransigente) sino también, en un ámbito más limitado,
por la ya mencionada introducción de un nuevo sistema contable, más ambicioso
pero menos informativo que el anteriormente practicado... Aun así no es
imposible deducir de las cifras santafesinas algunas conclusiones: en primer
lugar la atención concedida a la retribución de la tropa tiende a disminuir en
beneficio de la de los oficiales (en 1832 perciben estos el 58% del total de
las remuneraciones militares; en 1842 pasan al 63%, pero este ascenso se
vincula a las excepcionales penurias de ese año convulso, que hacen que,
mientras el gobierno se dé por satisfecho si logra seguir alimentando a los
soldados, solo descuida en medida más limitada el pago a los oficiales; en 1852
es del 59% si solo tomamos en cuenta las remuneraciones, y sin duda mayor si se
incluyen las gratificaciones, que recaían en su mayor parte en los oficiales).
Otro hecho evidente es el ascenso global de los gastos (aun en el desastroso
1842 superior en un 80% a los de veinte años antes) y la expansión comparable
de los militares (que pasan del 79% en 1822 al 84% en 1832 y el 80% en 1842),
vinculado con el modesto retorno de la prosperidad que Santa Fe experimenta
luego de 1830.
Mientras
Santa Fe —en volumen total de gastos y en participación de los oficiales en el
volumen total de gastos— acorta distancias con Córdoba; en esta provincia solo
se hacen sentir muy limitadamente los efectos de la eliminación paulatina de
ese nutrido contingente desgajado del ejército nacional que comenzó por ser, en
1820, el árbitro de la política cordobesa. Las cifras reflejan en efecto la
lentitud de ese proceso (véase el cuadro 4 en el anexo).
De
nuevo, para estimar la distribución de retribuciones entre oficiales y tropa,
es esencial separar la parte de unos y otra en el rubro que incluye a ambos
indiscriminadamente: usando el mismo procedimiento ya empleado para las cifras
de 1822 se concluye que en 1832 el 48% y en 1842 el 45% de esa suma
correspondió a oficiales; agregando esos porcentajes del rubro global a las
sumas que el Libro Mayor asigna discriminadamente a los oficiales se alcanza
para estos en 1832 un 68% del total de las remuneraciones militares, y en 1842
al 77%. Para 1852 no disponemos, dentro de los comprobantes de hacienda, de
listas de pagos militares que discriminen entre oficiales y tropa; solo cabe
entonces un cálculo más aproximativo. Asignando un 50% del total de las
remuneraciones no discriminadas a los oficiales absorberían estos un 59% del
total general de esas remuneraciones. En este aspecto, entonces, los oficiales
absorben aún en 1832 una proporción de las remuneraciones militares
sustancialmente idéntica a la de diez años antes. Esta sube fuertemente en
1842, en medio de una reducción drástica de todos los gastos militares; la suba
sin embargo no es sostenida, y diez años después se alcanza el nivel más bajo
de toda la etapa.
Otro
proceso que merece un análisis más detallado es la suba de los gastos de
frontera y en departamentos. Tal como lo revelan las cifras de 1852 para los
primeros, esos gastos se distribuyen sustancialmente entre pagos a tropas y
compras de ganado; no hay motivo para creer que lo mismo no ocurriera en los
casos en que esos gastos no aparecen discriminados. ¿En qué proporción se
vuelcan en uno y otro rubro? Los datos de 1852 muestran que del total de gastos
de frontera el pago de remuneraciones absorbe el 49% y la compra de ganados el
51%, mientras que en los pagos de la caja central, si se suman uno y otro rubro,
un 55% de la suma global así obtenida se orienta hacia pagos de remuneraciones
y un 45% a compra de ganados. Sería esa una base un poco escasa para intentar
dividir entre uno y otro rubro según un determinado porcentaje las sumas
aplicadas globalmente a gastos de frontera y de departamentos; no parece en
todo caso demasiado aventurado suponer que la proporción en que se dividía
entre ambos no se alejaba demasiado de la vigente para la Caja central.
Acaso
más interesante es observar cómo los gastos militares, si así puede decirse, se
descentralizan; ello corresponde a una reorientación de la actividad militar
hacia funciones más útiles para la economía general cordobesa, como lo eran la
custodia de la tranquilidad rural y sobre todo la defensa de las dos fronteras
indígenas —la del sur pampeano y la del noreste— que habían quedado a cargo de
las autoridades provinciales. De ese proceso el crecimiento de los gastos de
frontera y en departamentos no da sino una imagen muy parcial; son en efecto
numerosos los pagos realizados directamente en la caja central y no asignados
al rubro de frontera o departamentos, que sin embargo están destinados a una u
otros; esto es particularmente frecuente en la lista de pagos a cuerpos
militares; en 1842 y 1852 es ya evidente que la mayor parte de esos cuerpos que
no cumplen puras funciones de aparato se hallan apostados fuera de la capital
de la provincia; Río Cuarto y Concepción del Tío, que hacen papel de centro de
la organización defensiva de ambas fronteras, aparecen con frecuencia creciente
en esas listas de pagos.
De
este modo la convergencia entre dos provincias que —no solo en el aspecto
militar— habían comenzado la etapa marcada por la inexistencia del gobierno
central bajo auspicios tan diferentes, se refleja a su manera en los libros de
gastos del Estado.
Desde
el comienzo hasta el fin de la etapa en examen, en todo caso, el rubro más
considerable de los gastos militares es el de remuneraciones a personal militar
(en Santa Fe estas cubren el 44% del total en 1832, el 37% en 1842 y el 52% en
1852; en Córdoba el 41%, el 24% y el 31% en esas tres fechas). Si se agregan a
las remuneraciones en dinero los gastos en ganado y rancho —es decir en
alimentos que eran complemento del salario— se alcanza en Santa Fe a
porcentajes del 85% en 1832, del 65% en 1842 y de nuevo del 85% en 1852, y en
Córdoba a los de 43%, 62% y 63% en los mismos años.
Pero
aun esos altos porcentajes dejaban un margen en algunos casos considerable para
otros gastos. Sin duda, ese margen es a menudo menor de lo que parece (en
ciertos años de crisis políticas particularmente agudas, la urgencia es
demasiado grande para contabilizaciones cuidadosas, y proliferan los pagos
"por orden superior", una parte no desdeñable de los cuales debió
volcarse sin duda a gratificaciones y a compras de ganado y alimento); aun así
no podrían ignorarse los efectos de los rubros restantes sobre las economías
provinciales. Estos suponen en parte importante —aunque difícil de calcular con
precisión— remuneraciones al trabajo local: así por ejemplo en la cuenta de
compra de materiales para armas y compra y arreglo de armas los gastos
originados en esos arreglos tienen un predominio fácil de comprender dada la
dificultad de obtener nuevas armas de fuego; en cuanto a las armas blancas, su
costo incluye un fuerte elemento de remuneración al trabajo, ya se la
contabilice explícitamente, ya vaya englobada en el precio final de compra. Lo
mismo ocurre en el rubro de vestuarios (que falta casi por entero de las
cuentas santafesinas, porque aquí se contabiliza por separado el costo de telas
y materias primas —agrupado en el rubro de compra de productos corrientes— y el
de la confección (reunido en el de remuneraciones de artesanos). Aún más
dominado por las remuneraciones a personal del ejército y a dadores locales de
trabajo se halla el rubro de traslado y trasporte, que incluye desde viáticos a
soldados y oficiales hasta atención a ganado (comprado para uso militar) en sus
traslados desde el lugar de compra al de consumo, hasta subvenciones a las
postas utilizadas por la rama militar. En suma, los rubros en que la
remuneración al trabajo tiene muy poco peso directo son los de Compra de
productos corrientes y de Indios amigos (ya que este último, como se ha visto,
comprende sobre todo compra de productos indumentarios, alimentos y bebidas
para obsequiar a esos indios). También aquí, sin duda, puede descubrirse algún
elemento indirecto de remuneración al trabajo local, ya que algunos de los
productos incluidos son de producción también local, pero su determinación
resulta demasiado engorrosa para intentarla aquí.
Cabría
aún considerar desde una perspectiva algo diferente al fisco provincial como
comprador de productos de uso militar. ¿Hasta qué punto, al preferir
sistemáticamente a ciertos proveedores, su gravitación puede haber favorecido
una cierta concentración del poderío económico? La pregunta, perfectamente
válida cuando fiscos financieramente más poderosos influyen sobre estructuras
económicas infinitamente más complejas, puede parecer irrelevante en el modesto
marco cordobés o santafesino. Sin duda lo es casi por entero en cuanto a la
compra de productos corrientes; si no ha de excluirse que afinidades políticas
o de otro tipo pueden haber orientado la selección de los proveedores, ésta debía
necesariamente hacerse en el núcleo reducido de comerciantes con tienda abierta
y surtido razonable de productos locales e importados, para los cuales el fisco
era un comprador sin duda importante, pero no exento de desventajas (desde la
irregularidad de sus compras hasta la de sus pagos). Algo distinta parece en
cambio la situación en cuanto a la compra de ganados: aquí desde el comienzo,
tanto en Córdoba como en Santa Fe, se oponen dos tipos de compra. Si no faltan
las de una sola res o de un número muy reducido de estas, destinadas sin duda a
atender necesidades inmediatas de un grupo armado, predominan las de lotes de
docenas y centenares de reses. Estando así las cosas, no es indiferente por
ejemplo que en 1832 el fisco santafesino haya destinado $3.889 4 rs.,
equivalentes a alrededor del 8% del total general de sus gastos de ese año, a
comprar vacas y caballos de José Freyre, o que en 1852 el cordobés gaste
$17.056 6 1/2 rs., equivalentes en este caso a más del 9% del total general de
data, en comprarlos de don Tomás Peñaloza. Produjeran directamente el ganado o
lo compraran de otros productores, los grandes proveedores del ejército vieron
sin duda profundamente trasformada su ubicación en la economía provincial por
esa relación privilegiada...
*
Este
examen somero de la incidencia de los gastos militares en Córdoba y Santa Fe,
en el período de fragmentación política que sigue a 1820, está lejos de dar
respuesta a todas las preguntas que el tema suscita; autoriza, sin embargo,
algunas conclusiones razonablemente seguras:
1.
Entre los gastos militares predominan los destinados a la remuneración y
mantenimiento del sector de la población consagrado a tareas militares.
2.
Individuos provenientes de sectores populares son beneficiarios de estos
últimos gastos en medida mayor que en el caso de las remuneraciones civiles,
pero menor de lo que sería acaso esperable, ya que el cuerpo de oficiales se
reserva en todos los casos una parte de las remuneraciones mayor de la que la
escala teórica de remuneraciones militares le concede.
3.
Entre los gastos no destinados al fin anterior, la parte consagrada a la
remuneración de otras formas de trabajo local es considerable.
4.
Una vez deducidas remuneraciones militares y al trabajo local, una fracción
todavía importante del gasto militar se vuelca en compra de productos
corrientes, y tiende a ampliar el volumen total de la venta de estos, antes que
a variar su composición (los objetos de uso específicamente militar ocupan en
efecto un lugar demasiado modesto en esas compras para que puedan influir de
modo apreciable en este último sentido).
5.
Los efectos de los gastos militares en cuanto a la economía provincial en su
conjunto consisten entonces en asegurar ocupación remunerada —parcialmente en
dinero— a un sector de la población, y como consecuencia de ello y de las
compras directas, en ampliar la demanda de productos tanto locales como de
producción ajena a la provincia. Como los recursos con que se costean los
gastos militares provienen de impuestos sobre el comercio, que afectan sobre
todo al internacional e interprovincial, el resultado final debió ser más
estimulante para la demanda de productos provinciales que para la de
importados.
6.
Asignar consecuencias favorables o desfavorables para la economía provincial a
la presencia de un aparato militar así caracterizada es tarea menos sencilla de
lo que parecían suponer muchos observadores contemporáneos, que no escatimaron
condenas violentas.
En
efecto, es preciso tomar en cuenta:
a)
Que algunas de las tareas desempeñadas por los cuerpos armados no podrían ser
omitidas sin grave amenaza para la economía de la provincia. Dejando de lado el
aseguramiento del orden interno (no faltan observadores para los cuales esos
cuerpos armados son una amenaza antes que una garantía para ese orden) no
podría olvidarse la defensa de la frontera indígena.
b)
Que antes de resolver que la absorción por los cuerpos militares de mano de
obra, por hipótesis utilizable en actividades productivas, frenó la expansión
de estas, sería preciso cerciorarse de que —si hubiese estado disponible esa
mano de obra— la expansión habría sido posible. Y esto está lejos de ser
indiscutible, por lo menos para ciertas etapas del período en consideración.
[1] En este trabajo se utiliza una parte de los materiales reunidos
gracias a un subsidio del Joint Committee on Latin American Studies del Social
Science Research Council y del American Council of Learned Societies (New
York).
*En 1973, el Instituto de Estudios Americanistas “Dr. Enrique Martínez Paz” de la Universidad Nacional de Córdoba publicó un volumen titulado Homenaje al Doctor Ceferino Garzón Maceda. El ilustre historiador cordobés, docente de la Facultad de Ciencias Económicas y director durante doce años del IEA, había fallecido en marzo de 1969 y la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC propició la edición de una colección de ensayos históricos en su memoria. Entre las colaboraciones, tanto de historiadores extranjeros (Woodrow Borah, Richard Konetzke, Magnus Mörner o Ruggiero Romano…) como de estudiosos argentinos (Aníbal Arcondo, Carlos Sempat Assadourian, Beatriz Bosch o Roberto Cortés Conde), el volumen recogía una contribución de Tulio Halperín Donghi, por ese entonces profesor en la Universidad de Oxford. (Pablo Manuel Requena).
Anexo
Cuadro 1: Córdoba |
|
|
Sueldos de paraoficiales |
|
2.072 ps. 5 ¼ rs. |
Sueldos de oficiales |
12.935 ps. 1 ½ rs. |
|
Id. de frontera |
502 ps. 1 rl. |
|
Total oficiales |
|
13.437 ps. 2 ½ rs. |
|
|
|
Sueldos de oficiales y tropa |
13.604 ps. 1 3/8 rs. |
|
Id. de frontera |
1.178 ps. 7 rs. |
|
Total oficiales y tropas |
|
14.783 ps.3/8 rs. |
|
|
|
Retribución tropa |
3.558 ps. |
|
Id. de frontera |
111 ps. |
|
Total de tropa |
|
3669 ps. |
|
|
|
Total retribuciones militares |
|
33.962 ps. 1/8 rs. |
|
|
|
Retribución a peones |
|
90 ps. |
Retribución a artesanos |
|
332 ps. 2 rs. |
Compra de productos corrientes |
|
1.604 ps. 7 ¾ rs. |
Rancho |
|
23.042 ps. ¾ rl. |
Compra de ganados |
|
354 ps. 4 rs. |
Compra y arreglo de armas |
|
39 ps. |
Traslado y transporte |
|
16 ps. |
Indios amigos |
|
604 ps. 3rs. |
Total de gastos de rama de guerra |
|
67.440 ps. 1 5/8 rs. |
|
|
|
Total gastos de la masa común de hacienda (políticos, hacienda,
militares) |
|
80.723 ps. 3 ¼ rs. |
Total general de data |
|
99.424 ps. 1 ¾ rs. |
Cuadro 2: Santa Fe |
|
Sueldos de oficiales y paraoficiales |
2.865 ps. 3 rs. |
Retribuciones a tropas |
4.694 ps. 6 rs. |
Total retribuciones militares |
7.560 ps. 1 rl. |
|
|
Retribuciones a peones |
233 ps. 5 ½ rs. |
Retribuciones a artesanos |
240 ps. 4 rs. |
Compra de productos corrientes |
662 ps. 4 rs. |
Rancho |
121 ps. 7 rs. |
Compra de ganados |
4.171 ps. 1 ½ rs. |
Compra de materia prima para armas y compra y arreglo de armas |
140 ps. |
Vestuario |
50 ps. 7 ½ rs. |
Otros |
868 ps. 2 rs. |
|
|
Total de gastos militares |
14.049 ps. ½ rl. |
Total general de gastos |
17.848 ps. 4 rs. |
Cuadro 3: Santa Fe |
|||
|
1832 |
1842 |
1852 (11 meses) |
Sueldos de oficiales y paraoficiales |
9.566 ps. 6 ¾ rs |
6.476 ps. 6 rs. |
16.912 ps. 7 1/8 rs. |
Retribuciones a tropa |
8.008 ps. 3 rs. |
3.011 ps. 2 rs. |
11.682 ps. 7 ½ rs. |
Gratificaciones |
|
|
13.852 ps. 1 ½ rs. |
|
|
|
|
Total retribuciones a militares |
17.575 ps. 1 ¾ rs. |
9.488 ps. |
42.448 ps. 1/8 rl. |
Retribuciones a peones |
1.391 ps. 5 rs. |
583 ps. 4 ¼ rs. |
|
Retribuciones a artesanos |
590 ps. 7 ¼ rs. |
470 ps. 6 rs. |
|
Gastos de tropa |
|
|
37.104 ps. 3 rs. |
Compra de productos corrientes |
1.403 ps. 1 ¼ rs. |
3.450 ps. 2 ½ rs. |
|
Rancho |
51 ps. |
715 ps. 7 rs. |
|
Compra de ganados |
16.126 ps. 4 rs. |
6.549 ps. 7 ½ rs. |
|
Compra de materia prima para armas y compra y
arreglo de armas |
716 ps. ¾ rs. |
237 ps. 3 ½ rs. |
1.057 ps. 4 rs. |
Vestuario |
29 ps. 1 ¼ rs. |
684 ps. 6 ¼ rs. |
|
Traslado y transporte |
1.074 ps. 3 ¼ rs. |
435 ps. 2 rs. |
|
Indios amigos |
|
2.507 ps. 7 ½ rs. |
|
Otros |
423 ps. 5 ½ rs. |
716 ps. ½ rl. |
|
|
|
|
|
Total gastos militares |
39.381 ps. 6 rs. |
25.839 ps. 7 rs. |
80.609 ps. 7 1/8 rs. |
|
|
|
|
Total general de gastos |
46.392 ps. 4 rs. |
32.240 ps. 7 rs. |
123.086 ps. 6 3/8 rs. |
Cuadro 4: Córdoba |
|||
|
1832 |
1842 |
1852 |
Sueldos de paraoficiales |
1.328 ps. 3 ½ rs |
192 ps. 4 ¾ rs. |
1.611 ps. ½ rl. |
Sueldos de oficiales |
8.705 ps. 6 rs. |
5.788 ps. 3 ¼ rs. |
7.835 ps. 6 rs. |
Retribuciones de oficiales y tropa |
11.222 ps |
2.622 ps. 3 rs. |
20.681 ps. 6 rs. |
Retribuciones de tropa |
1.306 ps. 7 rs. |
624 ps. 2 rs. |
3.005 ps. 3 rs. |
|
|
|
|
Total retribución a militares |
22.563 ps. ½ rl. |
9.227 ps. 5 rs. |
33.133 ps. 7 ½ rs. |
Retribución a peones |
|
2 ps. 7 rs. |
18 ps. 1 rl. |
Id. a artesanos |
862 ps. 6 rs. |
193 ps. 5 ½ rs. |
582 ps. 7 ½ rs. |
Compra de productos corrientes |
2.882 ps. 6 7/8 rs. |
13.136 ps. 1 1/8 rs. |
6.046 ps. 3 rs. |
Rancho |
884 ps. |
1.306 ps. 6 ¼ rs. |
2.243 ps. 6 ¼ rs |
Compra de ganados |
314 ps. 6 rs. |
6.518 ps. 1 ½ rs. |
26.990 ps. 2 ½ rs. |
Compra y arreglo de armas |
17 ps. |
546 ps. |
2.634 ps. 1 rl. |
Vestuario |
2.219 ps. 2 ¾ rs. |
6.760 ps. 3 1/8 rs. |
1.778 ps. 7 ¾ rs. |
Traslado y transporte |
203 ps. |
204 ps. 7 ¼ rs. |
2.333 ps. 7 ½ rs. |
Indios amigos |
21 ps. 1 ½ rs. |
259 ps. 5 ¼ rs. |
18 ps. 3 rs. |
Sueldos de frontera |
|
|
4.937 ps. 4 rs. |
Ganado de frontera |
|
|
5.093 ps. 5 1/2 rs. |
Gastos de frontera |
|
11.302 ps. 5 rs. |
5.632 ps. 6 ¼ rs. |
Gastos en Departamentos |
|
10.702 ps. 5 rs. |
5.632 ps. 6 ¼ rs. |
Otros |
6.271 ps. 7 rs |
9.359 ps. 2 ¼ rs. |
12.479 ps. ¾ rl. |
Total rama de guerra |
54.179 ps. 7 rs. |
80.214 ps. 2 rs. |
108.316 ps. 1 ½ rl. |
Total masa común de hacienda |
74.377 ps. 6/8 rl |
100.106 ps. 6 ¾ rs. |
129.754 ps. 2 1/4 rs |
Total data |
94.292 ps. 1 rl. |
121.597 ps. 5 rs. |
180.314 ps. 1 rl. |