Participación política de las mujeres afrodescendientes: la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora ante las conferencias mundiales (1996-2006)

Political Participation Afro-descendant Women: the Network of Afro-Latin American, Afro-Caribbean and Diaspora Women Before the World Conferences (1996-2006)

Lucía Busquier

https://orcid.org/0000-0003-1174-2221

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba

luciabusquier@unc.edu.ar

Fecha de envío: 20 de junio de 2023. Fecha de dictamen: 24 de julio de 2023. Fecha de aceptación: 28 de julio de 2023.

Resumen

Este artículo reconstruye las estrategias políticas desarrolladas por la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora (RMAAD) impulsadas entre 1996 y 2006 en el marco de la celebración de las conferencias mundiales y los tratados internacionales. Para ello, en primer lugar, se indagarán sus principales iniciativas de esa época; segundo, se reconstruirán las implicancias internas que produjo el proceso de institucionalización y participación en las conferencias mundiales; y, por último, se analizarán las acciones llevadas a cabo por la RMAAD que buscaban fomentar el empoderamiento y la participación política de las mujeres negras. Como estrategia metodológica se propone un análisis cualitativo que incluye entrevistas en profundidad a activistas de la RMAAD y documentos escritos elaborados por la propia organización. Finalmente, se propone contribuir a las perspectivas y estudios que buscan reconstruir las raíces histórico-políticas de las luchas interseccionales protagonizadas por mujeres afrodescendientes de América Latina y el Caribe, invisibilizadas y silenciadas en las producciones académicas de la región.

Abstract

This article reconstructs the political strategies developed by the Network of Afro-Latin American, Afro-Caribbean and Diaspora Women promoted during the years 1996 and 2006 within the framework of the celebration of world conferences and international treaties. In order to do this, in the first place, their main initiatives carried out at that time will be investigated; second, the internal implications produced by the process of institutionalization and participation in world conferences will be reconstructed; and, finally, the actions carried out by the RMAAD that sought to promote the empowerment and political participation of black women will be analyzed. As a methodological strategy, a qualitative analysis is proposed that includes in-depth interviews with RMAAD activists and documents written by the organization. Finally, this paper intends to contribute to the perspectives and studies that seek to reconstruct the historical-political roots of the intersectional struggles of Afro-descendant women from Latin America and the Caribbean, invisible and silenced in the academic productions of the region.

Palabras clave: interseccionalidad; institucionalización; ONG; participación política; empoderamiento.

Keywords: intersectionality; institutionalization; NGO; political participation; empowerment.

Introducción

Hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI, en el contexto internacional emergieron nuevas concepciones sobre los derechos de diversos grupos como las infancias, los pueblos indígenas y afrodescendientes, los refugiados, entre otros. Derechos que dejaron de ser algo propio de cada país para convertirse en una cuestión global. Este nuevo orden mundial dio lugar a la consolidación de un derecho internacional que abarcaba al conjunto de la humanidad, superando las legislaciones nacionales y locales (Buffa y Becerra, 2012). Este contexto propició la celebración de gran cantidad de conferencias, cumbres, encuentros, declaraciones y tratados[1]. Entre las conferencias, la más trascendente fue la de Durban, celebrada en Sudáfrica en 2001. Allí, uno de los puntos más importantes fue el reconocimiento del colonialismo como elemento fundacional del racismo y la discriminación racial:

“Reconocemos que el colonialismo ha llevado al racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia, y que los africanos y los afrodescendientes, las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas del colonialismo y continúan siéndolo de sus consecuencias. Reconocemos los sufrimientos causados por el colonialismo y afirmamos que, dondequiera y cuando quiera que ocurrieron, deben ser condenados y ha de impedirse que ocurran de nuevo. Lamentamos también que los efectos y la persistencia de esas estructuras y prácticas se cuenten entre los factores que contribuyen a desigualdades sociales y económicas duraderas en muchas partes del mundo de hoy”. (Naciones Unidas, 2002: 16-17)

En esta conferencia, además, se destacó la intervención de Sueli Carneiro (2005: 22), feminista afrobrasileña, quien señaló el rol puntual de las mujeres negras en el sistema colonial cuestionando la escasa producción escrita y teórica existente al respecto: “[…] un feminismo negro, construido en el contexto de sociedades multirraciales, pluriculturales y racistas —como son las sociedades latinoamericanas— tiene como principal eje articulador al racismo y su impacto sobre las relaciones de género dado que él determina la propia jerarquía de género de nuestras sociedades”.

En ese mismo espacio también realizó importantes denuncias hacia el feminismo blanco, el cual no consideraba a la variable racial como estructurante de las relaciones de género, y hacia el movimiento afrodescendiente, que no contemplaba las diferencias producidas por el género:

El actual movimiento de mujeres negras, al traer a la escena política las contradicciones resultantes de las variables raza, clase y género está promoviendo la síntesis de banderas de lucha que históricamente han sido levantadas por los movimientos negros y los movimientos de mujeres del país, ennegreciendo de un lado las reivindicaciones feministas para hacerlas más representativas del conjunto de las mujeres brasileras, y por el otro lado promoviendo la feminización de las propuestas y reivindicaciones del movimiento negro.

Junto con la importancia de visibilizar las situaciones de las mujeres afrolatinoamericanas y caribeñas, dicha conferencia funcionó como una herramienta de diálogo y encuentro entre los diversos colectivos afrodescendientes que no estuvieron al margen de los nuevos acontecimientos generados por el avance de la globalización y la transnacionalización de los procesos económicos, sociales y políticos, por lo que las formas organizativas de estos grupos adquirieron sistemas de redes internacionales, regionales y nacionales (Buffa y Becerra, 2012). Entre ellas se encuentra la Red de Organizaciones Negras Centroamericanas (ONECA), nacida en Belice en 1995, la Alianza Estratégica de Afrodescendientes de América Latina y el Caribe, originada en 2000, y la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora (RMAAD), creada en 1992 en República Dominicana, la cual será indagada en mayor profundidad en este escrito.

Estas redes basaron sus reivindicaciones en cuatro ejes principales: la discriminación que sufrían las poblaciones negras en la región; la revalorización de los orígenes y de la identidad africana y las contribuciones que estos colectivos otorgaron a la formación de las sociedades invisibilizadas por la historia oficial; la recuperación de las formas de resistencia durante la esclavitud; y la demanda a los Estados nacionales y a los organismos internacionales la elaboración de políticas públicas de inclusión social a las poblaciones negras (Agudelo y Lemos-Igreja, 2014).

Fue también consecuencia de dicha internacionalización la instauración del término “afrodescendiente” como la nueva forma de denominar a las personas negras, producto de los debates desarrollados en los preparativos de la conferencia de Durban, como lo sucedido en la Pre-conferencia de las Américas contra el Racismo, celebrada en Chile en 2000, y que luego fue adoptado por organismos internacionales como la ONU. Esto llevó a que en 2011 se declarase el Año Internacional de los Afrodescendientes (Buffa y Becerra, 2012). En este punto es importante remarcar el rol fundamental que jugaron las mujeres afrodescendientes latinoamericanas y caribeñas en promover en las agendas estatales y de los otros movimientos sociales, locales e internacionales, la cuestión racial y de género.

Para Lao-Montes (2013), a partir de los eventos señalados, puede hablarse de cuatro grandes logros para el movimiento afrodescendiente. Primero, el reconocimiento del racismo como una problemática central y la necesidad de elaborar políticas que busquen combatirlo. Segundo, la creación de diversos tipos de instituciones y programas para atender específicamente a las poblaciones afrodescendientes y a la cuestión racial como, por ejemplo, el Ministerio de Equidad Racial en Brasil, el Observatorio contra la Discriminación Racial de la Universidad de los Andes y el Proceso de Comunidades Negras en Colombia. Tercero, una apertura en la participación política para las personas negras que se cristalizó en la conformación de un Parlamento Negro de las Américas. Por último, un mayor reconocimiento de las historias, culturas e identidades afrodescendientes.

Ante ello, es importante señalar que, si bien esto propició una transnacionalización de los feminismos, sobre todo a partir de los preparativos para la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, organizada por la ONU en 1995 en Beijing, en algunos casos esto se tradujo en un cierto giro eurocéntrico por parte de algunas organizaciones y ONG, las cuales no consideraban la variable racial y colonial en sus propuestas y activismo político (Mendoza, 2014). Varias organizaciones se vieron obligadas a reflexionar y repensar su papel dentro del campo feminista y a cuestionar el carácter universalizante y homogeneizante que muchas veces se imponía sobre el sujeto mujer.

El feminismo blanco de la época evidenció ciertas falencias a la hora de incluir en sus propuestas teóricas y políticas las realidades de las mujeres afrodescendientes, quienes realizaban un análisis crítico sobre los países neoliberales de la región y el cruce existente entre lo colonial, lo racial y la matriz heterosexual. Así, si bien el feminismo blanco desarrolló un activismo político interesante, no logró profundizar sus análisis teóricos y críticos sobre las políticas neoliberales generando un accionar político que se asentaba en lógicas liberales, desarrollistas, modernizantes e individualistas. Esto las llevó a negar la existencia de una estratificación racial dentro del movimiento y de identidades y trayectorias diversas (Mendoza, 2014).

En ese sentido, la RMAAD fue una de las organizaciones preocupada por introducir las variables de género y de raza en las agendas políticas, buscando visibilizar las particularidades que las atravesaban como mujeres negras. Esta organización, nacida en 1992 en Santo Domingo, República Dominicana, en el marco de la celebración del I Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe, llevó adelante diversos tipos de iniciativas políticas que tuvieron como objetivo principal reflexionar y debatir sobre sus problemáticas, experiencias e identidades marcadas por los efectos del racismo, la pobreza, el sexismo, la colonialidad y la heteronormatividad. Es decir que a partir de una mirada interseccional, la RMAAD buscaba no solo visibilizar dichas desigualdades, sino también llevar a cabo estrategias para combatirlas (Busquier, 2022a).

En investigaciones anteriores, indagué sobre el surgimiento y los primeros años de desarrollo de la RMAAD (1992-1996), las particularidades del contexto socio-político que propiciaron su nacimiento y la celebración del I Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe (Busquier, 2018 y 2022a). En esta oportunidad, en primer lugar, me centraré en las acciones impulsadas por la RMAAD durante su segunda etapa (1996-2006), caracterizada por un crecimiento y expansión que le permitió fortalecer los lazos entre las diversas organizaciones que la conformaban, incorporar nuevas regiones, como fue el caso de Ecuador, llevar a cabo la creación de redes de articulación a nivel nacional y participar activamente en las conferencias internacionales enmarcadas en el auge de los tratados internacionales y la proliferación de los organismos no gubernamentales hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI.

En segundo lugar, este proceso de institucionalización y participación en las conferencias mundiales por parte de la RMAAD generó una serie de debates en el interior de la organización donde se expresaron diversas posturas y posicionamientos, los cuales serán recuperados en un segundo apartado; debates que se enmarcan dentro de un contexto generalizado que atravesó a la mayoría de las organizaciones feministas de finales del siglo XX y principios del XXI.

Finalmente, indagaré sobre las estrategias llevadas a cabo por la RMAAD que buscaban fomentar el empoderamiento y la participación política de las mujeres negras en dichas conferencias. Este empoderamiento político al que aspiraba la RMAAD tenía que ver con el acompañamiento y el fomento de la creación de nuevas organizaciones de mujeres negras, con la participación de dichas mujeres en otras organizaciones, como las del colectivo afrodescendiente, y con su inclusión en los parlamentos y espacios gubernamentales donde la presencia de mujeres negras era prácticamente nula.

Recorrido metodológico

Esta investigación se llevó a cabo entre 2019 y 2022, en el marco de una indagación mayor que tuvo como propósito principal analizar las formas que adoptó la interseccionalidad como perspectiva teórica y política en América Latina y el Caribe. Para ello, indagué cómo se reconfiguraron y disputaron las maneras de entender el cruce entre las opresiones de género, raza, clase, colonialidad y sexualidad a partir del activismo impulsado por la RMAAD desde 1992 hasta 2019.

Así, a partir de un diseño flexible y una estrategia metodológica cualitativa, me propuse reconstruir la trayectoria política de la RMAAD organizada en tres momentos (1992-1996; 1996-2006; 2006-2019) tomando como punto de partida las voces de sus protagonistas[2]. Para ello, durante enero y junio de 2019 realicé siete entrevistas en profundidad a activistas de la RMAAD provenientes de República Dominicana, Colombia, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Argentina. Las conversaciones se desarrollaron de manera virtual debido a las distancias geográficas que nos separaban, lo que no impidió recuperar sus trayectorias y posicionamientos políticos, ideológicos y teóricos desde sus lugares de activistas e intelectuales. Es decir, se buscó establecer un entrecruzamiento entre las experiencias personales y subjetivas y los procesos sociales y políticos (Portelli, 2014).

Cabe mencionar que los ejes principales que orientaron las conversaciones estuvieron dirigidos a recuperar sus inicios en el activismo; sus primeros pasos en la RMAAD y cómo surgió la RMAAD; cuáles eran las definiciones políticas y líneas estratégicas de la RMAAD; qué articulaciones se desarrollaron con otros movimientos sociales; cómo era el contexto social, político y económico en el que surgió la RMAAD; qué aspectos consideraban relevantes de su recorrido teórico personal; cómo era la formación teórica dentro de la RMAAD; y qué actividades se encontraban realizando en el momento de la entrevista.

Sumado a dichas entrevistas, también se analizaron documentos escritos producidos por la propia organización, como declaraciones y resoluciones de los encuentros de la RMAAD, los cuales fueron suministrados por las propias activistas entrevistadas. Asimismo, se indagaron documentos alojados en la página web de la organización[3] y de las demás organizaciones que formaban o forman parte de la RMAAD.

Finalmente, es importante destacar que este trabajo se enmarca dentro de las perspectivas que buscan reconstruir las raíces histórico-políticas de las luchas interseccionales protagonizadas por mujeres afrodescendientes de América Latina y el Caribe, luchas que debido a los actos de violencia epistémica (Pérez, 2019) y racismo de género (Espinosa Miñoso, 2016) fueron invisibilizadas y silenciadas en las producciones académicas de la región (Busquier y Parra, 2022). En ese sentido, este trabajo propone partir de una “genealogía de la experiencia” (Espinosa Miñoso, 2019) tomando la experiencia vivida como un documento y un archivo válidos. Así, la narrativa (oral y escrita), entendida como “una práctica de resistencia al silencio” (Ripamonti, 2017: 86), funciona como herramienta metodológica que busca desarticular los postulados científicos que construyen miradas universalizantes en tanto nos permite “habitar la singularidad de la experiencia” (Ripamonti, 2017: 90).

La RMAAD ante el contexto internacional: conferencias mundiales, ONG y participación política de las mujeres negras (1996-2006)

Luego de un primer periodo, sucedido entre 1992 y 1996, donde la RMAAD tuvo una etapa de desarrollo y expansión, fortaleciendo sus lazos entre las diversas organizaciones y conformando redes nacionales (Busquier, 2022a), comenzó un segundo momento donde su sede principal, ubicada en República Dominicana, se trasladó a Costa Rica, a partir de 1996, con Epsy Campbell como la nueva coordinadora general. En ese año, el movimiento de mujeres negras ya había alcanzado cierto grado de fortalecimiento en el escenario político regional. La RMAAD también aumentó su cantidad de integrantes y organizaciones que la conformaban. Así, para el II Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe, realizado en San José, Costa Rica en 1996, la RMAAD contaba con 200 organizaciones y aproximadamente 50 mujeres que participaban de manera independiente, aunque al encuentro asistieron alrededor de 150 personas.

En este encuentro se decidieron nuevos objetivos, que buscaron continuar trabajando hacia una perspectiva interseccional que articulara las opresiones de género y de raza. Los propósitos estuvieron delimitados de una manera más concreta y alcanzables, buscando darle continuidad a lo propuesto en el I Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe e incorporando nuevos objetivos, como “luchar por el cumplimiento de los convenios internacionales que beneficien directamente a las mujeres negras de Latinoamérica y el Caribe” e “incidir en las instancias gubernamentales para que los Estados implementen políticas públicas para combatir el racismo y el sexismo” (RMAAD, 2012: 14). Estos dos nuevos objetivos dejan en evidencia cómo la RMAAD comenzó a interesarse por los espacios institucionales y de las ONG, lo cual marcaría una tendencia institucionalista que generó una serie de debates en el interior de la RMAAD que retomaré en el próximo apartado.

También en este encuentro se resolvió que las asambleas generales, conformadas por todas las integrantes de la RMAAD, serían el órgano máximo de la toma de decisiones, junto con un equipo de coordinación elegido por dicha asamblea: ocho coordinadoras pertenecientes a las subregiones que formaban parte de la RMAAD. Estas subregiones eran: el Cono Sur, que incluía a Argentina, Uruguay y Paraguay; en los inicios, Chile formaba parte de la Región Andina pero luego decidieron que fuera parte del Cono Sur debido a que, según sus activistas, existían mayores puntos en común sobre las problemáticas que como mujeres negras percibían. Brasil correspondía a una región independiente del Cono Sur debido a la cantidad de grupos, organizaciones y activistas con las que contaba y por la extensa trayectoria de sus organizaciones, que en algunos casos datan desde la década de 1970. También existía la Región Andina y la Región Caribe, que a su vez se subdividía en la Región Francófona, la Región Anglófona y la Región Centro América. Por último, la Diáspora, que si bien incluía a todas las mujeres afrodescendientes en general, decidieron designar a una representante radicada en Boston, Estados Unidos, para aquellas afrolatinoamericanas y afrocaribeñas migrantes que residieran en los Estados Unidos.

Concretamente, en la región Cono Sur la responsable designada fue Beatriz Ramírez, proveniente de Uruguay, quien ocupó esa responsabilidad hasta 2006, año en que comenzó a participar en el Instituto Nacional de Mujeres, el organismo de género más trascendente con el que cuenta Uruguay en materia de políticas públicas orientadas hacia las mujeres. Además de promover la realización de un diagnóstico sobre la situación de las mujeres negras en Uruguay y de estrechar los vínculos entre las diversas organizaciones de mujeres afrodescendientes de dicho país, la puesta en marcha de la RMAAD en términos locales sirvió para fortalecer los vínculos, no solo entre las mujeres negras sino dentro de los feminismos en general. Por ejemplo, se llevó a cabo la conformación de la Red Nacional de Mujeres Afrouruguayas (Red Namua). En la conversación con Ana, una de las activistas uruguayas, expresaba: “Comenzamos a ser partícipes de la Red Nacional y de un proceso que se fue desarrollando, articulando y estableciendo alianzas, siendo parte de lo que fue el proceso feminista de nuestro país” (2/5/2019).

Al mismo tiempo, en la Región Andina, Gloria relató cómo se produjo la conformación de la RMAAD en Ecuador. Dicho país comenzó a participar con gran preponderancia a partir de 1997, lo que llevó, años más tarde, a convertirse en la coordinación de la Región Andina, responsabilidad que hasta el día de hoy sostiene. Sus antecedentes se remontan a 1993, cuando se conformó la Fundación de Desarrollo Social y Cultural Afroecuatoriana AZUCAR, organización cultural y educativa que promueve espacios de recreación y formación[4]. En 1995, un grupo de mujeres afrodescendientes comenzó a reunirse buscando reflexionar sobre las diversas problemáticas específicas que como mujeres afroecuatorianas presenciaban, cómo visibilizarlas y cómo participar dentro de los colectivos afrodescendientes en general tratando de incorporar las singularidades de las mujeres negras. En 1997, comenzaron a participar de diversas actividades propuestas por la RMAAD y en 1998 organizaron el Primer Congreso de Mujeres Negras de Ecuador, encuentro que dio lugar al nacimiento de la Coordinadora Nacional de Mujeres Negras. A partir de allí, el año siguiente, decidieron incorporarse formalmente a la RMAAD entendiendo la necesidad de articular en un colectivo que excediera los límites de lo local y pensara la cuestión del racismo y del sexismo de manera continental. Gloria, quien estuvo presente en dicho proceso, señalaba:

 

“Comenzamos a hablar de cómo hacer más visible nuestra presencia con esta particularidad étnica y además pensándonos no como una mujer más del colectivo nacional, sino como una mujer negra con esas particularidades y con esa agenda social de reivindicación, de visibilización, propia. Ahí es cuando comenzamos a saber, a conocer, a involucrarnos con algo que traspasaba nuestras fronteras, que venía a ser la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas”. (Gloria, ecuatoriana, 16/5/2019.)

Según Gloria, una vez incorporadas a la RMAAD la preocupación central tuvo que ver con sumar en las agendas feministas la cuestión de las mujeres negras, discutiendo con las agendas universales que solo consideraban las problemáticas de las mujeres blancas. En este sentido, consideraban importante reflexionar sobre otras variables que se relacionaban estrechamente con la cuestión racial, como la cuestión de clase, el acceso a la educación, a la salud y a la vivienda, entre otras. Además, si bien se ocupaban de las singularidades de las mujeres negras y de construir una agenda política específica, también tenían una gran participación en los feminismos de Ecuador impulsando políticas hacia las mujeres ecuatorianas en general. Temáticas como las violencias hacia las mujeres, la problemática del aborto y el acceso a derechos, se abordaban de manera conjunta con otros colectivos de mujeres ecuatorianas que excedían los límites de las mujeres afrodescendientes. Esto no solo les permitió encontrarse entre las mujeres afroecuatorianas, sino también con el resto del colectivo de mujeres de Ecuador:  

“Esos y otros temas que se van vinculando en esta construcción de un feminismo, de una nueva forma de entender al feminismo, hace que también nosotras vayamos, en el Ecuador, hablándonos entre nosotras, mujeres negras, de estos temas, resaltando también aquellos ejes problemáticos que iban generando esa desigualdad en nuestro país en torno a mujeres […]. Así es como comenzamos a trabajar desde nosotras, las mujeres negras, con esa agenda propia, pero que también compartíamos la agenda nacional. Me refiero a que si bien trabajábamos la línea de mujer negra, también trabajábamos desde la línea mujer ecuatoriana y compartíamos algunos temas, como el tema de violencia, por ejemplo, el tema de repensar el aborto, y cosas que están en el paraguas general de la lucha por la incorporación de derechos, igualdad de derechos para todas las mujeres”. (Gloria, ecuatoriana, 16/5/2019.)

En uno de los documentos de 2010, en conjunto con la CEPAL, la RMAAD expresaba la importancia de contemplar en las agendas políticas las problemáticas que transitaban como mujeres y como negras. Este cuestionamiento estaba dirigido, principalmente, a los colectivos feministas que no incluían la variable racial y al movimiento afrodescendiente que no reconocía las opresiones producidas por la diversidad de género. Ambos colectivos, con el argumento de construir una agenda “neutral”, terminaban invisibilizando las demandas de las mujeres afrodescendientes:

“La presencia de mujeres negras en organizaciones de mujeres o feministas, aunque antes siempre estuvieron presentes, estaban inmersas en mayor o menor grado en los llamados «reclamos generales de las mujeres». Una categoría que en ánimo de neutralidad responde a una visión de igualdad que no necesariamente reconoce la diversidad. Igualmente sucede cuando en los grupos y organizaciones mixtas de afrodescendientes, de hombres y mujeres, se pretende invisibilizar las demandas de las mujeres alegando la existencia de una agenda neutral”. (RMAAD y CEPAL, 2010: 11)

De esta manera, en un primer momento, la estrategia general de la RMAAD en Ecuador apuntó a la visibilización de las problemáticas que debían enfrentar las poblaciones afrodescendientes en general y las mujeres negras en particular, en tanto era prácticamente nula la existencia de políticas públicas e iniciativas estatales que contribuyeran a ello. Sobre esto, Gloria explicaba:

“Al inicio, nuestra participación estaba más vinculada a conocer el trabajo de la Red, cómo es que hacían la estrategia de incidencia en cada uno de los países de tal forma que nosotros pudiéramos pasar de ese proceso de formación en el tema particular mujeres negras a ese proceso de acción, y luego cómo ir de esas problemáticas, visibilizar cómo pasan a ser demandas hacia el Estado, y cómo también pensar que esas demandas se puedan llegar a hacer realidad incorporadas en las agendas de los gobiernos locales y del gobierno nacional”. (Gloria, ecuatoriana, 16/5/2019.)

Otro elemento significativo que propició la incorporación a la RMAAD y la puesta en marcha de esta organización en la región ecuatoriana consistió en promover un espacio de formación política, no solo en términos teóricos sino también en cuanto al fortalecimiento de la participación de las mujeres afroecuatorianas en la intervención política. Puntualmente, la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y Formas Conexas de Discriminación, organizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Durban (Sudáfrica), en 2001, fue un hecho trascendental al interior de los movimientos afrodescendientes e indígenas y de la RMAAD. Así lo describía Gloria: “lo califico como una escuela de formación política, social, de liderazgo, desde esa particularidad de mujer negra, que se afianza, que se consolida, que se fortalece, en la conferencia mundial contra el racismo en Durban” (16/5/2019).

Si bien muchas de las activistas y de las organizaciones que formaban parte de la RMAAD veían a las conferencias internacionales como espacios potentes para la formación política y la participación de las mujeres negras, otras posturas de la RMAAD manifestaban algunos puntos de tensión y desacuerdo en relación con dichas conferencias y la incidencia de las ONG. En el apartado siguiente indagaré sobre algunas de estas heterogeneidades y posicionamientos.

Conferencias mundiales y ONG: ¿participación política o institucionalización?

Dora, activista dominicana, analizaba el contexto en el que emergieron las redes de articulación local, regional e internacional explicando que resultaba fundamental enmarcarlo en el auge del neoliberalismo y la incidencia que comenzó a tener el mercado en todos los ámbitos de la vida, entre ellos, en los movimientos sociales y el Estado. Así, se fomentaba una mayor participación ciudadana a partir de las ONG y las redes de articulación regional buscando, por un lado, facilitar el financiamiento de dichos espacios y, por el otro, generar un mayor control sobre quienes eran activistas:

“Estamos hablando de los años 90, que yo creo que son clave para entender la región: es la entrada feroz del neoliberalismo. Hay un cambio en la política a nivel general, sobre todo en América Latina y el Caribe, y es que obviamente hay algunas dictaduras que se pasan a supuestamente democracias y muchas constituciones pasan de pensar esa nación homogénea a pensar esa nación multicultural […]. Pero además está la lógica de que el mercado empieza a dominar la política social y la política estatal de la mayoría de los países, por tanto, era importante garantizar una participación ciudadana. […] Esto es clave para entender el tema de la Red. Es decir, era más fácil para la cooperación que los grupos se articularan en redes para dar financiamiento y buscar inclusive productos y no tanto procesos. Cuantificar cuántas mujeres negras participaban, etc. Eso obedece a que no solo se organizó la Red de mujeres afro, sino muchas redes”. (Dora, dominicana, 17/1/2019.)

En cuanto a la RMAAD, puntualmente, a diferencia de las miradas de las referentes de Uruguay y Ecuador antes mencionadas, quienes vieron a esta etapa de participación en las conferencias mundiales como un momento de formación política interesante y de apertura de debates sobre la cuestión racial y de género en el resto de los movimientos sociales, para otras activistas este proceso de institucionalización iniciado a partir del II Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe celebrado en 1996 marcó el cierre de una etapa y el comienzo de una nueva caracterizada por una “institucionalización vaciada de contenido político” (Dora, dominicana, 17/1/2019). Así, Costa Rica tomó el lugar de coordinación general de la RMAAD iniciando un proceso que se relaciona con el contexto general por el que transitaban los diversos movimientos sociales. Sobre esto, Dora agregaba:

“Eso coincide con elementos claves en la institucionalización del feminismo a nivel general y los movimientos sociales a nivel general, y es cuando la ONU comienza a hacer estas famosas conferencias organizadas de la mujer, de Derechos Humanos, Beijing, etc. Todo eso influenció el tema de la Red y eso fue la primera prioridad, a partir de ahí y hasta ahora”. (Dora, dominicana, 17/1/2019.)

Dora entiende la institucionalización del feminismo como el auge de las ONG y otros organismos internacionales que comenzaron a incluir en sus agendas cuestiones vinculadas a las violencias hacia las mujeres y otras problemáticas que afectaban puntualmente a las mujeres. Estas nuevas ONG feministas especializaron sus temas de interés y sus políticas a la hora de intervenir en los procesos políticos nacionales e internacionales. Lo mismo sucedió con la creación de instituciones y leyes específicas que se abocaran a las “problemáticas de las mujeres” (Álvarez, 1998).

Sobre las ONG feministas, Sonia Álvarez (1998) las describe como un actor social que no estaría situado ni en el Estado ni en el mercado y que cuenta con personal especializado y asalariado, junto con un grupo de voluntaries. Además, su forma de financiamiento es a través de organismos externos y fundaciones privadas. Dentro de sus principales funciones se encuentra la de producir informes o proyectos que buscan influir en las políticas públicas o asesorar a las agrupaciones feministas. Esto fue visto por algunas activistas como una burocratización y una dependencia por parte de las organizaciones feministas hacia dichos proyectos.

Durante el proceso de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, en 1995, las ONG feministas jugaron un rol importante en tanto fueron convocadas como asesoras por parte de algunos gobiernos locales para contribuir con sus informes y estudios. Al mismo tiempo, esta serie de conferencias y la internacionalización de las problemáticas raciales, indígenas y de género, entre otras, contribuyeron a la conformación de redes de articulación política locales, nacionales e internacionales por parte de, en este caso, organizaciones feministas como las que conformaron la RMAAD. Además de contribuir al fortalecimiento de la articulación entre las organizaciones feministas latinoamericanas y caribeñas, la conferencia también generó una conciencia sobre la importancia de producir herramientas como movimiento que tuvieran un impacto internacional, fortaleciendo los vínculos con otras organizaciones feministas de los demás continentes.

Todo este proceso de ongización y profesionalización del feminismo llevó a que muchas activistas comenzaran a participar dentro del Estado o de las ONG y a recibir apoyos económicos para sus organizaciones, lo que generó la institucionalización de algunas agrupaciones feministas, que produjo una nueva ruptura dentro del campo feminista entre quienes se definían como “autonomistas” y las llamadas “institucionalistas”. Estas últimas consideraban los aportes de las ONG y del Estado como un “triunfo” a sus reclamos, mientras que la primera postura sostenía que su lucha no se reducía solo a la obtención de recursos otorgados por dichas instituciones.

Si bien la ongización y profesionalización del feminismo produjo rupturas y tensiones dentro de los feminismos latinoamericanos y caribeños, esto también impulsó la conformación de redes de articulación, agrupaciones, movimientos, casas culturales, entre otros espacios de encuentro político. De la misma manera, las leyes e instituciones estatales, si bien no significaron una solución total a la desigualdad y las violencias de género y raciales, sí produjeron algunos cambios significativos en el entramado social en tanto dichas problemáticas se hicieron presentes en las agendas políticas de los gobiernos locales y en las plataformas políticas de partidos y sindicatos.

Esto también suscitó debates dentro de la RMAAD sobre la cuestión de la homogeneidad. Si bien se caracterizaba como un espacio de mujeres negras y con una identidad política compartida buscando un sentido colectivo, de alguna manera invisibilizaba aquellas diferencias sociales, económicas, de experiencia activista y de “profesionalización”. Al respecto, Dora explicaba: “compañeras que estaban en la Red que eran de comunidades o compañeras que teníamos un capital social mucho más académico, teníamos mayores posibilidades de acceder al conocimiento, todo eso fue también expresándose en la medida que la Red avanzaba” (17/1/2019).

Esto quiere decir que, si bien la RMAAD sirvió para articular una identidad política a partir de las opresiones comunes que debían combatir, de racismo y de sexismo, esta búsqueda por identidad colectiva invisibilizó las diferencias que podían existir en el interior de la RMAAD: “[…] éramos mujeres negras. Eso, por un lado, permitió una coalición muy importante, pero por otro lado no visualizó las diferencias que teníamos; o sea, homogeneizamos esa identidad política, éramos todas iguales. Obviamente que en el desarrollo de la Red empezaron a salir diferencias de clase, de sexualidad” (Dora, dominicana, 17/1/2019).

Jurema Werneck (2005), activista afrobrasileña que participó en los inicios de la RMAAD, también sostiene que las propuestas impulsadas por la RMAAD no pudieron generar una agenda política común, lo que le impidió posicionarse como un agente político relevante en términos internacionales. Esto se debió, centralmente, a la imposibilidad de articular agendas comunes debido a estas diferencias, algo que se vio reflejado en la decisión de algunas activistas de dejar de participar de la RMAAD, sobre todo las que estuvieron desde los comienzos y en el proceso de fundación. Según esta perspectiva, la RMAAD no pudo enfrentar estas diferencias y conflictos internos, lo que la llevó a focalizarse únicamente en una política de la identidad, promoviendo cierta homogeneización e invisibilización de la diversidad propia del feminismo negro de América Latina y el Caribe. Sin embargo, es importante señalar que este posicionamiento expresado por Werneck fue publicado en el 2005, por lo que no contempla un análisis acabado de los años más recientes de la RMAAD.

En la actualidad pueden existir lecturas críticas por parte de las activistas que estuvieron involucradas en dicho proceso, aunque ello no desmerece el valor que significó crear una organización que buscara construir una identidad colectiva y que delimitara los espacios de activismo que no contemplaban las problemáticas específicas en tanto mujeres, negras, pobres y lesbianas. Al mismo tiempo, contribuyeron a exceder los límites de lo local entendiendo al movimiento de mujeres afrodescendiente como algo transnacional.

A pesar de la existencia de algunas tensiones y debates internos producto de la heterogeneidad de perspectivas que formaban parte de la RMAAD, esto no impidió que lograra incorporar nuevas activistas y organizaciones, impulsando encuentros y redes nacionales e instalando en las agendas estatales e internacionales y de las diversas organizaciones feministas blancas y de los colectivos afrodescendientes las problemáticas que percibían a partir de su lugar de mujeres y negras.

Hasta aquí he reconstruido cómo, en un contexto donde diversas organizaciones buscaban una mayor articulación de sus políticas y acciones a nivel regional, la RMAAD intentó articular una organización que, por un lado, sirviera para establecer vínculos entre las diversas organizaciones de mujeres negras para, de esa manera, lograr una mayor visibilización del colectivo y de las problemáticas que experimentaban, y por el otro, generara estrategias para combatir esas opresiones de género, raza, clase, sexualidad y colonialidad.

Empoderamiento y participación política de las mujeres afrodescendientes según el activismo de la RMAAD

En este apartado, abordaré una de las definiciones políticas principales que llevó adelante la RMAAD: el empoderamiento y la participación política de las mujeres negras. Esto, según su mirada, no solo garantizaría la adopción y aplicación de políticas públicas específicas para contrarrestar las desigualdades y discriminaciones sino que, a su vez, fortalecería y consolidaría el movimiento de mujeres afrodescendientes a nivel latinoamericano y caribeño generando una mayor visibilización de sus problemáticas y necesidades concretas. Cabe destacar que el estímulo a la participación política de las mujeres negras no se reduce pura y exclusivamente a los espacios parlamentarios e institucionales, como se desarrolló en el apartado anterior, sino que también contempla otros por fuera del ámbito gubernamental e institucional occidental/moderno.

La RMAAD explicaba que si bien a comienzos del siglo XXI era posible percibir un avance en cuanto a la inclusión de las mujeres en los espacios de participación política y toma de decisiones, ello no se veía reflejado en el caso de las mujeres afrodescendientes. Por ejemplo, según datos recabados por la RMAAD, en América Latina y el Caribe existían alrededor de 4.200 legisladores de les cuales un 20% eran mujeres. En un extremo, con la participación femenina más elevada de toda la región se encontraba Costa Rica, con un 38,8%. En el otro, Guatemala, con un 8,2%. Sin embargo, en el caso de las mujeres afrodescendientes, solo un 1% participaba de estos espacios (RMAAD y CEPAL, 2010).

Según cifras de la CEPAL (2018), en 2013 la representación de las mujeres negras en los parlamentos de Colombia, Costa Rica y Uruguay era del 0%; y en Venezuela, Brasil y Perú las cifras variaban de un 0,61% a un 2,31%. Estos números son llamativos teniendo en cuenta que se trata de países con altas tasas de población afrodescendiente, como es el caso de Brasil, donde las mujeres negras corresponden al 25% de la población total[5]. Esto, desde la mirada de la RMAAD, correspondía a una de las diversas expresiones de la desigualdad que esta población enfrentaba. Para ello, la RMAAD exigía a los Estados la aplicación de políticas públicas que buscasen contrarrestar estas desigualdades:

“Para la mejor implementación de las políticas afirmativas étnico raciales y de género e implementación de políticas públicas que garanticen el pleno ejercicio de la ciudadanía en condiciones de igualdad, debe garantizarse dentro de la estructura gubernamental encargada de las políticas de género un espacio de identidad de las mujeres afrodescendientes. En las estructuras gubernamentales encargadas de las políticas para los pueblos afrodescendientes debe también garantizarse el espacio a las mujeres afrodescendientes”. (RMAAD y CEPAL, 2010: 39)

La participación política de las mujeres negras en los espacios de poder y de toma de decisiones promueve una intervención mayor en la vida pública y en los espacios de elaboración e implementación de políticas públicas. Esto puede verse no solo respecto de la participación en las diversas esferas del Estado, sino también en partidos políticos y organizaciones no gubernamentales (CEPAL, 2018).

En este sentido, pese que a lo largo de la historia estas mujeres fueron protagonistas de diversas expresiones políticas, artísticas y académicas en las que ocuparon roles de liderazgo dentro del colectivo afrodescendiente en general y de las mujeres negras en particular, en espacios institucionales y gubernamentales continúa siendo reducida. En relación con este aspecto, resultan interesantes los aportes de la intelectual y activista afrobrasileña Jurema Werneck (2005), que destaca que el feminismo negro contemporáneo se sustenta sobre la base de una historia enmarcada en la diáspora, la esclavitud y el colonialismo, donde las mujeres negras fueron impulsoras de gran cantidad de estrategias políticas y de resistencia que buscaban poner en cuestión las lógicas de poder impuestas por la dominación colonial europea.

Esa participación política, debido a los actos de injusticia epistémica sostenidos desde el régimen colonial, no ha sido recuperada por los estudios feministas blancos o por un gran número de estudios históricos de nuestra región (Busquier y Parra, 2022). Sumado a ello, tradicionalmente las acciones de resistencias anticoloniales africanas fueron masculinizadas y adjudicadas a los varones del colectivo, borrando aquellas expresiones políticas de alzamientos y cimarronaje organizadas por mujeres africanas y afrodescendientes, las cuales en su mayoría fueron recuperadas desde una tradición oral (Pineda, 2018).

En este punto, Werneck retoma la figura de las Ialodês, denominación proveniente de la religión nigeriana que fue reapropiada por los colectivos afrobrasileños, la cual representa a una “figura femenina urdida como instrumento de resistencia cultural a la ideología europeizante” (Werneck, 2005: 31). Parte de elementos propios de la cultura africana que, en su encuentro con los grupos originarios de América y las imposiciones coloniales, se resignifican y se traducen en nuevas representaciones propias de una Améfrica Ladina (Gonzalez, 1988). A comienzos del siglo XXI, según expresa Werneck (2005), su presencia en comunidades afrobrasileñas sigue latente y ocupa ciertas tareas de liderazgo o responsabilidad colectiva a través de luchas y resistencias que buscan mejorar las condiciones de vida materiales de las personas.

Reponer esta figura de liderazgo por parte de las mujeres en las comunidades afrobrasileñas cuestiona la idea tradicional occidental moderna sobre cuáles son las formas estandarizadas y legitimadas de participación política, la cual invisibiliza y oculta otras formas no hegemónicas, como las Ialodês. En el caso puntual de las activistas que formaron o que forman parte de la RMAAD, sus participaciones políticas no se limitan únicamente a un rol parlamentario u otras formas institucionales, sino que se asientan en un “saber hacer” de luchas y resistencias anticoloniales y antiesclavistas que a lo largo de los siglos fueron adquiriendo diversas formas y estrategias artísticas-culturales, teóricas-académicas e individuales-colectivas, entre otras.

En consonancia con lo anterior, en un documento producido en 2012, la RMAAD también reconocía que la participación política de las mujeres negras se sustentaba principalmente en una tradición política que excedía los espacios gubernamentales e institucionales a partir de la cual se llevaba a cabo una “lucha por el ejercicio activo de sus derechos fundamentales” (RMAAD, 2012: 33). A su vez, entendía que la cuestión racial no podía ser descuidada a la hora de analizar las desigualdades de género en cuanto a la participación política. Concretamente el documento decía lo siguiente:  

“En cuanto a la participación política de las mujeres afrodescendientes, se ha caracterizado más por la lucha por el ejercicio activo de sus derechos fundamentales, que por una presencia masiva en los espacios formales de la política. En el caso de las afrodescendientes es obligatorio agregar que la identidad étnico/racial agrega un elemento más a las causas de la desigualdad entre mujeres y hombres en el logro de una participación de mayor presencia e incidencia y mayores posibilidades de tener acceso a los puestos de decisión”. (RMAAD, 2012: 33)

Sobre esta idea de que las mujeres afrodescendientes llevaron adelante su participación política por fuera de los espacios formales, Betty Ruth Lozano Lerma (2010) agrega que tanto la religión como la medicina fueron dos ámbitos donde estas mujeres también se destacaron. Ubicada puntualmente en comunidades afrodescendientes del pacífico colombiano, explica que las mujeres son quienes llevan adelante los rituales religiosos junto con los nacimientos de la propia comunidad. De igual modo, se ocupan de prácticas medicinales, lo que también implica la transmisión oral de dichas experiencias. Sumado a esto, se destacan las participaciones políticas de las mujeres afrocolombianas en las luchas por el territorio y la defensa de la tierra. A partir de ello es que Lozano Lerma sostiene que estos liderazgos, junto con las resistencias ejercidas hacia el régimen esclavista desde el período colonial, funcionan a comienzos del siglo XXI como una herramienta de combate hacia los avances del modelo neoliberal y extractivista.

Otro ejemplo sobre la participación política de las mujeres negras se ubica en las luchas que impulsaron en el contexto chileno (Rivera Tapia, 2021). Puntualmente, en la región de Arica las mujeres afrodescendientes desarrollaron diversas estrategias para resguardar sus elementos culturales e identitarios, que pretendían ser ocultados a partir de la instalación del régimen colonial. Dichas estrategias les permitieron asumir roles de liderazgo y participación política que, junto con las articulaciones y cohesiones entre mujeres negras, les posibilitaron contrarrestar los efectos de las múltiples opresiones y deconstruir los postulados del sistema patriarcal. Estas estrategias conjuntas se sustentaron, principalmente, en prácticas de autoconstrucción y autoformación a través de diálogos intergeneracionales recuperando la ancestralidad de la comunidad, lo que les permitió reconstruir y posicionarse desde su propia negritud como sujetas políticas activas.

La RMAAD también rescata el rol protagónico que las mujeres negras tuvieron en las conferencias mundiales mencionadas anteriormente. Según la mirada de la RMAAD, en estas conferencias dichas mujeres lograron posicionarse ante el debate internacional como importantes lideresas y referentas de las luchas antirracistas y feministas. Esto nutrió la conformación de nuevas organizaciones de mujeres negras que cuestionaron las discriminaciones producidas por el género y la raza. En el III Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe, celebrado en 2006 en Nicaragua, la RMAAD declaró:

“Las Conferencias Internacionales […] se convierten en espacios donde las mujeres afrodescendientes organizadas se sitúan fuertemente a la hora de demandar derechos. Sobre todo Durban, ubica a las mujeres de los movimientos en inmejorables condiciones de lucha para alcanzar espacios de poder en los órganos decisorios así como a lo interno de los movimientos feministas y movimiento negro”. (RMAAD, 2006: 17)

María, activista uruguaya, reconocía que la conformación y puesta en marcha de la RMAAD significaba una herramienta fundamental no solo para el empoderamiento en términos colectivos, sino que también contribuiría al empoderamiento subjetivo de las mujeres afrodescendientes:

“Uno de los principales ejes que tuvimos siempre fue la participación política de las mujeres afro […], como la Red juega un rol importante para el empoderamiento de los colectivos y las personas. Eso es a lo que voy, la Red es la excusa o el marco, es porque de verdad hay circulación de información, circulación de experiencias, que hace que vos puedas replicar algunas y aprender de otras”. (María, uruguaya, 23/4/2019.)

Ana, otra de las activistas uruguayas entrevistadas, también se refería a esto diciendo que tanto el empoderamiento como la incidencia política eran claves en el activismo de la RMAAD. Por un lado, fomentar, formar y acompañar a las mujeres afrodescendientes para que ocuparan puestos de liderazgo político, ya sea dentro de sus propias organizaciones o en instituciones y espacios estatales. Por otro lado, incidir en los programas y proyectos gubernamentales buscando crear políticas públicas específicas para las mujeres negras y su posterior aplicación y puesta en marcha de manera efectiva:

“Fundamentalmente el empoderamiento de las mujeres era como el eje central, la incidencia política era otra dimensión importante. Nosotras hablábamos que obviamente los liderazgos de las mujeres, potenciar los liderazgos de las mujeres e incidir políticamente a través de los programas, a través de la generación de agendas de mujeres negras, eran como nuestras determinantes”. (Ana, uruguaya, 2/5/2019.)

En un documento de 2012, la RMAAD impulsaba y fomentaba la participación política de las mujeres afrodescendientes en diversos ámbitos, ya sean formales, como la participación parlamentaria o en instituciones estatales, académicos[6] u organizaciones sociales. Esta participación y agenciamiento político, que debía materializarse en diversos escenarios, significaba la posibilidad de cuestionar, visibilizar y transformar los contextos marcados por las intersecciones de las desigualdades que permean las vidas cotidianas y las subjetividades de las mujeres negras en América Latina y el Caribe. En definitiva, para la RMAAD, la participación política en los espacios gubernamentales consistía en: “[u]na relación e interacción permanente entre la sociedad civil y el Estado. Es un ejercicio de democracia real, que promueve una cultura política más transparente y que debe transformar las relaciones de poder entre las instituciones del Estado y la ciudadanía hacia un modelo más democrático” (RMAAD, 2012: 43).

Resulta interesante destacar que el empoderamiento y la participación política de las mujeres afrodescendientes se encuentra ligado a las múltiples opresiones en tanto, según puede verse en las cifras presentadas, su inclusión en los espacios parlamentarios y estatales resulta ínfima en relación con la cantidad de población de dichas mujeres existente en nuestra región. Esta situación se tradujo en la ausencia de políticas públicas que apunten a combatir las opresiones que afectan a las mujeres negras en particular y en la falta de reconocimiento de la interseccionalidad en el campo de la política. La escasa presencia de la perspectiva interseccional en la elaboración de las políticas impide dar respuestas a las demandas de ciertos colectivos de “mujeres”, en especial aquellos que se encuentran en “los márgenes”, considerando como único punto de vista el de las mujeres blancas, clase media y heterosexuales (Espinosa Miñoso, 2019). Así, la participación de mujeres negras en los espacios institucionales proponía otras formas democráticas que buscaran romper con los universalismos excluyentes y la falsa idea de que no estarían “capacitadas” para dicha tarea.

Por último, recuperar los antecedentes históricos de las luchas y resistencias protagonizadas por mujeres afrodescendientes desde el periodo colonial habilita no solo la posibilidad de visibilizar el lugar de liderazgo que ocuparon estas mujeres, sino también a contrarrestar los borramientos y silenciamientos por parte del feminismo blanco occidental moderno, el cual universaliza la experiencia de un grupo de mujeres (Parra y Busquier, 2022). Esta universalización deriva tanto en un colonialismo discursivo (Mohanty, 2008) como en formas de violencia epistémica (Pérez, 2019), entendida esta como un tipo de violencia particular que afecta el reconocimiento, la elaboración y la circulación de propuestas políticas y teóricas impulsadas por “otras” mujeres.

Reflexiones finales

Este escrito tuvo como principal motivación sistematizar las iniciativas y estrategias políticas desarrolladas por la RMAAD entre 1996 y 2006, periodo que se caracteriza por la celebración de conferencias mundiales, como las de Beijing (1995) y Durban (2001), y el auge de las ONG. En dicho periodo, se destacó la incorporación de Ecuador a la RMAAD y la creación de redes de articulación nacional de mujeres afrodescendientes. Asimismo, la RMAAD tuvo una participación activa en las diversas conferencias mundiales, lo que permite caracterizar a este momento como un acercamiento a las instituciones y a las ONG. A pesar de los debates y desacuerdos que este proceso de institucionalización trajo en el interior de la RMAAD, también promovió la conformación de redes de articulación, agrupaciones y movimientos junto con la creación de leyes y políticas institucionales que visibilizaran las violencias raciales y de género.

Otra de las definiciones políticas de la RMAAD indagadas en este escrito tuvo que ver con su preocupación por fomentar el empoderamiento y la participación política de las mujeres negras. Esta estrategia tenía que ver con el acompañamiento y el fomento de la creación de nuevas organizaciones de mujeres negras, su participación en otras organizaciones —como las del colectivo afrodescendiente— o su inclusión en los parlamentos y otros espacios gubernamentales para garantizar la creación y el cumplimiento de sus derechos. Así, a partir de la lectura de los documentos de la RMAAD puede verse que el foco estuvo puesto principalmente en ocupar estos espacios parlamentarios o gubernamentales, lo que puede ser pensado en el marco del perfil institucionalista que se fue consolidando a lo largo de su desarrollo.

Por ejemplo, Beatriz Ramírez, activista afrouruguaya que participó en la RMAAD, se desempeñó como directora del Instituto Nacional de las Mujeres del Ministerio de Desarrollo Social, creado en 2005, y como vicedirectora en la Comisión Interamericana de las Mujeres (CIM-OEA) hasta 2015. Actualmente ocupa el puesto de directora de la División de Derechos Humanos en la Dirección Nacional de Promoción Sociocultural del Ministerio de Desarrollo Social de Uruguay. Por su parte, Epsy Campbell Barr, de Costa Rica, quien fue coordinadora general de la RMAAD desde 1996 hasta 2006, fue electa como diputada por el partido Acción Ciudadana y desde 2018 es la primera mujer afrodescendiente elegida vicepresidenta de Costa Rica, como parte del gobierno de Carlos Alvarado Quesada.

Tania Ramírez, activista afrouruguaya perteneciente a Mizangas, organización que forma parte de la RMAAD, intervino en el Ministerio de Educación y Cultura y en el Ministerio de Desarrollo Social de Uruguay entre 2009 y 2017 con el diseño y la implementación de políticas públicas enfocadas hacia los Derechos Humanos. Desde 2017 es la coordinadora general del proyecto “Horizonte de Libertades: ampliar derechos, profundizar democracia”, desarrollado colectivamente entre Proderechos, Colectivo Ovejas Negras, Mujeres en el Horno, Más VHIdas y Mizangas.

Por último, Paola Yáñez-Inofuentes, actual coordinadora general de la RMAAD, participó como directora ejecutiva del Centro Afroboliviano para el Desarrollo Integral y Comunitario (CADIC), espacio que se propone fortalecer la identidad cultural de las comunidades afrodescendientes a partir de la articulación con el Estado boliviano, la sociedad civil y organizaciones internacionales. También forma parte del Grupo Asesor de Sociedad Civil de la ONU Mujeres – Latinoamérica y el Caribe.

A modo de cierre, resulta importante destacar que la participación política de las mujeres negras en ámbitos institucionales y gubernamentales como los mencionados, o en espacios académicos y universitarios, constituye una herramienta clave a la hora de introducir en las agendas estatales e institucionales las particularidades que atraviesan al colectivo de mujeres afrodescendientes de nuestra región, promoviendo la creación y la aplicación de políticas públicas que busquen contrarrestar los efectos de las desigualdades producidas por el género, el racismo, la heterosexualidad y la colonialidad. En ese sentido, recuperar las bases histórico-políticas de las luchas interseccionales protagonizadas por las mujeres negras de América Latina y el Caribe potencia los lugares de liderazgo que hoy ocupan y permite visibilizar sus realidades poniendo en cuestión las agendas políticas actuales que universalizan la experiencia de un grupo de mujeres como el de todas-las-mujeres. Poner en evidencia las heterogeneidades y singularidades que atraviesan al colectivo de mujeres afrodescendientes de nuestra región fue uno de los principales propósitos que orientó este escrito.

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[1]Notas

 Entre las conferencias más significativas se encuentran: Conferencia sobre Medioambiente y Desarrollo (Río de Janeiro, 1992); Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993); Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (El Cairo, 1994); y Conferencia Mundial sobre la Mujer (México, 1975; Copenhague, 1980; Nairobi, 1985; Beijing, 1995).

[2] Si bien se busca recuperar sus recorridos y trayectorias políticas, ya que muchas de ellas corresponden a referentas de gran reconocimiento en el activismo y en la academia, en este escrito sus nombres serán representados de manera ficticia con el propósito de resguardar sus identidades.

[3] http://www.mujeresafro.org/ [consulta: 20 de junio de 2023].

[4] Para mayor información sobre esta organización, ir a https://www.facebook.com/FundacionAzucar/ [consulta: 12 de junio de 2023].

[5] Cuba, con el 34,9%, y Colombia, con el 10,6% (cifras de la primera ronda de censos en 2000), eran algunos de los países con mayores tasas de población afrodescendiente en la región.

[6] Para profundizar sobre las estrategias llevadas a cabo por la RMAAD en el ámbito académico se recomienda la lectura de Busquier (2022b).