El tiempo y el género como determinantes de la pobreza: un análisis para la Provincia de Santa Fe en 2013

Time and Gender as Determinants of Poverty: An Analysis for the Province of Santa Fe, Argentina, in 2013

Franco Ramseyer

https://orcid.org/0000-0003-2525-486X

Universidad Nacional de Rosario

francoramseyer@gmail.com

Fecha de envío: 23 de febrero de 2022. Fecha de dictamen: 22 de agosto de 2022. Fecha de aceptación: 10 de marzo de 2023.

Resumen

Este trabajo se propone calcular la pobreza de tiempo en la Provincia de Santa Fe en el tercer trimestre de 2013 a partir de la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo del Indec, utilizando la metodología cuantitativa de Zacharías, Antonopoulos y Masterson (2012). Los objetivos específicos son, en primer lugar, estimar la pobreza de tiempo individual; en segundo lugar, calcular la pobreza de tiempo según la estructura demográfica de los hogares; y en tercer lugar, analizar cómo se distribuye el trabajo remunerado y no remunerado según el sexo. Entre los resultados del trabajo, se encontró que las mujeres de 18 años o más dedicaban más tiempo que los varones al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, mientras que ocurría lo inverso con el trabajo remunerado. Respecto de la pobreza de tiempo, se observó que el 20,2% de las personas de 18 años o más eran pobres de tiempo, de las cuales el 75,7% eran mujeres. Asimismo, el 40,4% de los hogares encuestados eran pobres de tiempo. Por último, se encontró que de todas las personas de 17 años o menos, el 80,6% pertenecían a un hogar pobre de tiempo.

Abstract

This paper aims to calculate time poverty in the province of Santa Fe in the third quarter of 2013 based on the INDEC survey on unpaid work and time use, by means of the quantitative methodology proposed by Zacharías, Antonopoulos and Masterson (2012). Its specific objectives are, firstly, to estimate individual time poverty; secondly, to calculate time poverty according to the demographic structure of households and; thirdly, to analyze the results based on how paid and unpaid work is distributed according to sex. Among the paper’s results, it was found that women aged 18 or over spend more time than men on unpaid domestic and care work, while the opposite occurred with paid work. Regarding time poverty, it was observed that 20.2% of people aged 18 or over in the province of Santa Fe were time poor, 75.7% of which were women. Moreover, 40.4% of the households surveyed were time poor. Finally, it was found that of all the people aged 17 or younger in the province of Santa Fe, 80.6% belonged to a time poor household.

Palabras clave: pobreza; tiempo; trabajo; Santa Fe; Argentina.

Keywords: time; poverty; work; Santa Fe; Argentina.

Introducción

El presente trabajo se propone analizar la pobreza de tiempo en la Provincia de Santa Fe desde una perspectiva de género, sobre la base de la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) en el tercer trimestre de 2013.

En las últimas décadas han surgido, en numerosos países, propuestas para incorporar el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en las estadísticas oficiales. Este suele no ser contemplado por los sistemas de cuentas nacionales, a pesar de tener una importancia crucial para el sostenimiento de la vida y para el funcionamiento de todas las economías del mundo. En este escenario, resulta imprescindible visibilizar el hecho de que, si nadie se ocupara de las tareas del hogar y del cuidado de la familia, las personas que forman parte del mercado laboral no dispondrían del tiempo o la energía necesarios para poder realizar actividades remuneradas.  

Uno de los métodos más utilizados para medir la pobreza es el de la línea de pobreza. De acuerdo a esta metodología, si un hogar no cuenta con el dinero suficiente para poder adquirir una canasta básica es considerado pobre. El problema es que, de manera indirecta, se presupone que al menos un integrante del hogar cuenta con el tiempo necesario para poder realizar todo el trabajo doméstico que se requiere para que la canasta básica sea transformada en bienes listos para el consumo. Estos trabajos invisibilizados incluyen actividades fundamentales como hacer las compras, cocinar, limpiar el hogar, cuidar y educar a los niños y niñas, entre muchas otras, y en la mayoría de los casos son realizados por mujeres de manera gratuita (Andreozzi, Ganem, Geli, Giustiniani y Peinado, 2021; D’Alessandro, 2016; Esquivel, 2009; Marco Navarro, 2013).

En 2011, investigadores del Levy Economics Institute of Bard College propusieron una metodología alternativa para la medición de la pobreza, consistente en un enfoque bidimensional que considera ingresos y tiempo. El primer paso consiste en calcular, a nivel individual, la existencia o no de un déficit de tiempo. Si una persona, dado el tiempo que destina al trabajo remunerado, no cuenta con tiempo necesario para alcanzar umbrales mínimos de trabajo no remunerado y de cuidado personal, es considerada pobre de tiempo. El segundo paso consiste en calcular la pobreza de tiempo a nivel hogar, sumando todos los déficits de tiempo de los individuos que lo integran. La metodología cuenta con otro paso en el que se relaciona el tiempo con los ingresos, no utilizado en el presente trabajo, donde se aborda únicamente la dimensión del tiempo en la pobreza. Una de las ventajas de la metodología utilizada es que, al ser las personas la unidad básica de análisis, en lugar de los hogares como en el método de ingresos, permite analizar la pobreza desde una perspectiva de género.

El trabajo está estructurado de la siguiente manera: en primer lugar, se mencionarán los objetivos de la investigación; en segundo lugar, se presentará el marco teórico sobre el que se apoya el trabajo, que contiene conceptos como trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, encuestas de uso de tiempo y pobreza de tiempo; en tercer lugar, se mencionarán algunos antecedentes sobre las encuestas de uso de tiempo en Argentina, la que se realizó en Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 2005 y la de Rosario 2010; en cuarto lugar, se presentará la fuente de datos que utiliza este trabajo, la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo realizada por el Indec en el tercer trimestre de 2013, y también se mencionarán algunas de sus limitaciones; en quinto lugar, se desarrollará la metodología para calcular la pobreza de tiempo a nivel individual y por hogar; en sexto lugar, se expondrán los resultados del trabajo, analizando la distribución por sexo del trabajo remunerado y no remunerado, y exponiendo los resultados de pobreza de tiempo en la Provincia de Santa Fe desde una perspectiva de género; en séptimo lugar, se comentarán algunas consideraciones finales, donde se incluye una breve mención a posibles políticas que se han sugerido para combatir la pobreza de tiempo.

Objetivos

El objetivo principal del presente trabajo es analizar la pobreza de tiempo en la Provincia de Santa Fe en el tercer trimestre de 2013 desde una perspectiva de género. Los objetivos específicos son los siguientes:

1. Calcular la pobreza de tiempo individual en la Provincia de Santa Fe en el tercer trimestre de 2013 sobre la base de la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo (ETNRyUT) del Indec.

2. Calcular la pobreza de tiempo en la Provincia de Santa Fe en el tercer trimestre de 2013 sobre la base de la ETNRyUT del Indec según el tipo de hogar.

3. Analizar los resultados del cálculo de pobreza de tiempo sobre la base de cómo se distribuye el trabajo remunerado y no remunerado en función del sexo.

Se espera que los resultados de este trabajo brinden evidencia empírica “con la esperanza de que puedan ser utilizados como herramienta en la discusión y diseño de políticas públicas que promuevan la equidad de género” (Esquivel, 2009: 12). Además, se busca fomentar la incorporación del tiempo a las medidas oficiales de pobreza, que solo tienen en cuenta el ingreso monetario de los hogares.

Marco teórico

En este apartado se desarrollarán algunos conceptos y definiciones que constituyen el núcleo teórico del presente trabajo, con el propósito de facilitar la comprensión a aquellos lectores y lectoras que no estén familiarizados con ellos.

En primer lugar, cabe mencionar las principales definiciones y formas de medir la pobreza que han tenido lugar en la teoría económica. En cuanto al concepto de pobreza, existen numerosos enfoques sobre las formas de definirla y medirla. Rowntree (1902) distinguió entre pobreza primaria y pobreza secundaria. La primera ocurre cuando los ingresos no alcanzan para mantener una mínima eficiencia física y la segunda se da cuando los ingresos permitirían mantener una eficiencia física de no ser porque una parte se va en otros gastos no orientados a tal fin. Townsend (1979), por su parte, plantea una concepción relativa de la pobreza al afirmar que las personas pueden ser consideradas pobres cuando carecen de los recursos necesarios para obtener ciertas condiciones de vida aprobadas socialmente.  

Otra manera de clasificar la pobreza es en directa e indirecta. Feres y Mancero (2001) plantean que el enfoque directo, también conocido como Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), considera pobres a quienes no satisfacen una o más necesidades básicas; mientras que el indirecto, o enfoque del ingreso, considera pobres a quienes no tienen los recursos necesarios para poder satisfacer dichas necesidades. La pobreza de tiempo podría guardar cierta relación con el método NBI si se considera al tiempo de ocio como una necesidad básica. Tal como indica Paz (2019), en las últimas dos décadas surgieron nuevas metodologías multidimensionales de medición de la pobreza con anclaje en el método NBI y a partir del enfoque de las capacidades de Sen (1985).

Por otra parte, dado que a lo largo del trabajo se relaciona el concepto de pobreza de tiempo con el de bienestar, resulta necesario definir este último. Sen (1985) afirma que el bienestar no es lo mismo que la utilidad. La utilidad está estrechamente relacionada con la felicidad y con la satisfacción de deseos personales; el autor afirma que estos son estados mentales específicos de las personas, pero que el bienestar es un concepto más amplio, que incluye también otros estados mentales, tales como la estimulación, la excitación, etc. Es decir que la utilidad contribuye al bienestar, pero no es su representación completa, al ser este de mayor amplitud.

Sen (1985) sostiene que la principal variable que hace al bienestar es cómo una persona puede “funcionar”. Este concepto de “funcionamientos” hace referencia a actividades (como comer o leer), o estados del ser (como estar bien alimentado, no sentir vergüenza de la ropa que se viste, etc.), que constituyen la parte principal del bienestar. Por último, define las “capacidades” como el conjunto de “vectores de funcionamientos” que se encuentran dentro del alcance de cada persona, entre los cuales esta puede elegir. La pobreza de tiempo se enmarca en la cuestión de las capacidades, dado que puede interpretarse que la ausencia de tiempo limita significativamente los diferentes vectores de funcionamiento que una persona puede alcanzar, impactando negativamente sobre su bienestar. Frente al déficit de tiempo, se reduce lo que Sen (1985) denomina “libertad de bienestar”, que es, como su nombre lo indica, la libertad de una persona para alcanzar el bienestar.

Otro concepto que se aborda es el de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, que, como se verá más adelante, es uno de los determinantes fundamentales de la pobreza de tiempo. Siguiendo a Esquivel (2009), el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado engloba el trabajo doméstico no pagado que se realiza para el hogar en donde uno habita, el cuidado de otros miembros del hogar, los servicios a la comunidad y las ayudas no pagas a otros hogares. Este tipo de trabajo se realiza dentro de los hogares, y su objetivo es proveer servicios para los miembros de la familia y de la comunidad.

“Es «trabajo» porque su realización tiene un costo desde el punto de vista del tiempo y la energía; es «doméstico» porque se realiza fuera de la esfera mercantil y emerge de obligaciones sociales o contractuales, como el matrimonio u otras relaciones sociales; es de «cuidados» porque contribuye al bienestar de las personas; y es «no remunerado» porque no se recibe un pago a cambio”. (Esquivel, 2009: 15).

Si a la cantidad de tiempo que una persona le destina al trabajo no remunerado se le suman las horas dedicadas al trabajo remunerado, es decir, el que se intercambia en el mercado laboral a cambio de un pago, se obtiene el tiempo total que una persona trabaja.

Existen marcadas desigualdades de género en relación con ambos tipos de trabajo. Las mujeres tienen menores tasas de participación en el mercado laboral remunerado (y con menores salarios) y mayores tasas de participación en el no remunerado, en relación con los hombres (Andreozzi et al., 2021; D’Alessandro, 2016). De este modo, las estadísticas oficiales, que, en general, solo tienen en cuenta el trabajo pago, dejan invisibilizado que suele ser realizado mayoritariamente por mujeres (Esquivel, 2009). Incorporar estas métricas en los cálculos de pobreza puede permitir arrojar luz sobre las desigualdades de género y plantear políticas públicas para resolver esta problemática. Cabe tener en cuenta también que estas desigualdades tienden a agravarse durante las crisis, dado que las mujeres aumentan sus cargas de trabajo remunerado y no remunerado al trasladarse la crisis a los hogares (Serafini y Fois, 2021), por lo que el contexto pospandemia podría ser un agravante.

Desde un punto de vista puramente conceptual, no es justo dar o no reconocimiento al trabajo en función de si es remunerado o no, dado que el trabajo siempre implica sacrificios, más allá de que se realice fuera o dentro de la órbita del mercado. Esta idea, aunque no precisamente planteada en los términos actuales de trabajo remunerado y no remunerado, ya podía vislumbrarse en la obra de Adam Smith (1994: 68), cuando afirmaba lo siguiente:

“Puede sostenerse que iguales cantidades de trabajo, en todo tiempo y lugar, tienen el mismo valor para el trabajador. En su estado normal de salud, fuerza y temperamento, de habilidad y destreza, sacrificará siempre la misma porción de su tranquilidad, su libertad y su felicidad”.

Si se acepta la premisa de que el trabajo siempre tiene el mismo valor, en términos de los sacrificios que implica, entonces resulta menester avanzar en la medición y visibilización del trabajo no remunerado para darle el reconocimiento que merece y para debatir su distribución entre sexos.

Por otra parte, se definirá a las encuestas de uso de tiempo. Como su nombre lo indica, muestran cómo las mujeres y los varones de diferentes edades, tipos de hogar y estratos sociales distribuyen su tiempo entre distintas actividades a lo largo de un día promedio (Esquivel, 2009). Según Budlender (2008), estas encuestas permiten ver cómo distintos grupos de la sociedad destinan su tiempo en un día promedio a actividades como dormir, comer, trabajar para el mercado, socializar y realizar trabajo doméstico no remunerado. De esta manera, constituyen una buena base para discutir sobre el trabajo no pago y explorar cómo afecta el desempeño en otras actividades, como el trabajo remunerado.

Las encuestas de uso de tiempo deben elegir entre dos alternativas metodológicas para el relevamiento de datos: el diario de actividades y el listado de actividades. Como señala Rodríguez Enríquez (2014), el diario de actividades es un instrumento que permite registrar lo que la persona hace durante las 24 horas. Lo suele completar la propia persona encuestada, con la capacitación y supervisión de quien administra la encuesta. La persona puede ir anotando las actividades que realiza durante el día, o también se puede completar por recordación con referencia al día anterior. En cambio, el listado de actividades consiste en la administración, en una entrevista personal, de una lista de actividades sobre las que se indaga a la persona entrevistada dos cosas. “En primer lugar, si ha realizado o no la actividad en el período de referencia (habitualmente el día de ayer). En segundo lugar, cuánto tiempo le ha dedicado a esa actividad” (Rodríguez Enríquez, 2014: 8).

En líneas generales, las ventajas del diario de actividades son, por un lado, que permite captar mejor la simultaneidad de tareas y, por el otro, que brinda más libertad de respuesta a la persona encuestada. Las principales desventajas son, en primer lugar, que requiere de cierta capacidad de alfabetización de la población encuestada y, en segundo lugar, la dificultad para los encuestadores a la hora de codificar las actividades. En cuanto al listado de actividades, tiene la ventaja de ser más sencillo y no depender de la capacidad de la persona encuestada, al tiempo que facilita el recorte de actividades. Sin embargo, se corre el riesgo de no tener en cuenta actividades relevantes a la hora de diseñar la encuesta o de generar un sesgo en las respuestas, restringidas por el listado provisto (Rodríguez Enríquez, 2014).

Habiendo mencionado la relevancia del trabajo doméstico no remunerado y el instrumento que se utiliza para medirlo, se procederá a desarrollar el concepto de pobreza de tiempo, de importancia medular en el presente trabajo. Se pueden distinguir, a grandes rasgos, dos interpretaciones distintas sobre la pobreza de tiempo.

En primer lugar, Esquivel (2014: 7), en forma concisa y clara, expresa que “para poder vivir con los ingresos de la canasta de pobreza se requiere un mínimo de trabajo doméstico y de cuidados. Por lo tanto, si las personas no tienen tiempo para proveer este trabajo, se transforman en pobres de tiempo”. Es decir que una persona sufre de pobreza de tiempo o déficit de tiempo cuando las horas de la semana que le quedan disponibles, luego de realizar su trabajo remunerado, no le alcanzan para distribuir sus actividades entre el cuidado personal y el trabajo doméstico no remunerado que debería realizar para poder vivir con la canasta de pobreza. Cabe mencionar que una familia con un ingreso cercano a la línea de pobreza no puede sobrevivir sin dedicar tiempo al trabajo no remunerado, dado que debe realizar actividades fundamentales como cocinar, limpiar, hacer las compras, cuidar niños y niñas, ancianos y personas enfermas, educar a los menores de edad, etc. En esta línea, Clair Vickery (1977: 27; traducción propia), más de cuatro décadas atrás, ya afirmaba que “si el mínimo nivel de consumo para no ser pobre requiere tanto de dinero como de producción doméstica, entonces los estándares oficiales de pobreza no miden correctamente las necesidades de los hogares”. Desde esta perspectiva, el tiempo no es considerado un consumo en sí mismo, sino una métrica para medir el trabajo doméstico y de cuidados necesario para vivir con los ingresos de la línea de pobreza, tal como indica Esquivel (2014).

En segundo lugar, siguiendo a Andreozzi, Ganem, Geli, Giustiniani y Peinado (2018), la pobreza de tiempo se puede definir también como una ausencia de ocio suficiente o un exceso de trabajo (ya sea remunerado y/o no remunerado). En este caso, el tiempo (en particular el tiempo de ocio) sí es considerado un consumo en sí mismo, ya que contribuye al bienestar de las personas, mientras que su ausencia resulta perjudicial. Adentrándose en esta cuestión, Analía Calero, en un taller de discusión organizado por Indec (2020: 27), se preguntaba cómo es posible que, si todos tenemos 24 horas al día, existan personas que son pobres de tiempo y otras que no.

“Esto se debe fundamentalmente a una tensión entre el mercado laboral y no laboral. La diferencia entre las 24 horas que dura el día y las horas que se asignan al trabajo mercantil y no mercantil es el tiempo de ocio, el tiempo que uno destina a descansar, a recrearse. Ante la falta de tiempo, lo que se resigna primero es el ocio, y esto repercute en la salud y genera estrés. Pero el tiempo de ocio no es únicamente recreación, también incluye el tiempo destinado al estudio, a la capacitación. Resignar tiempo de ocio puede condicionar la vida laboral de una persona y los datos muestran que quienes resignan más ocio son las mujeres”. 

En el presente trabajo, se adopta la segunda de las perspectivas mencionadas, es decir la que considera al tiempo como un consumo en sí mismo.

Para concluir con el marco teórico, merece la pena mencionar que una de las principales ventajas del enfoque de pobreza de tiempo respecto del de pobreza por ingresos es que, al considerar el trabajo no remunerado, permite identificar a personas y hogares que no son captados como pobres en el enfoque tradicional, pero que sí lo son en realidad, ya que sufren de déficits de tiempo que limitan las capacidades que pueden alcanzar, condicionando su bienestar.


Antecedentes de encuestas de uso de tiempo en Argentina

En Argentina, la primera encuesta de uso de tiempo se llevó a cabo en Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 2005. Se realizó a partir de un acuerdo de cooperación entre la Dirección General de Estadística y Censos de la ciudad y el Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional de General Sarmiento. El instrumento de recolección de datos utilizado fue un diario de actividades del día de ayer, y la población encuestada fue la comprendida en la franja de 15 a 74 años que habitaba en hogares residenciales. Esta encuesta fue relevada como un módulo de la Encuesta Anual de Hogares de 2005 (Esquivel, 2009).

Posteriormente, se realizó otra encuesta de uso de tiempo y voluntariado en la ciudad de Rosario en 2010, a partir de un convenio entre la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística de la Universidad Nacional de Rosario, el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM, hoy ONU Mujeres) y el Programa de Voluntarios de Naciones Unidas (UNV). En este caso, el instrumento de recolección utilizado también fue un diario de actividades (Andreozzi et al., 2018).

Fuente de datos

Encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo. Para calcular la pobreza de tiempo, en este trabajo se utilizarán los datos relevados en la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo, llevada a cabo en el tercer trimestre de 2013 por el Indec, en conjunto con las direcciones provinciales de Estadística. Fue administrada junto a la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) del mismo trimestre. Tiene como objetivo relevar información respecto de la participación y el tiempo destinado por personas de 18 años o más a las tareas domésticas, al cuidado de miembros del hogar y al trabajo voluntario.

En el informe técnico de la encuesta se enuncian los siguientes objetivos: “cuantificar la magnitud del trabajo no remunerado (tareas domésticas en el propio hogar, cuidado de miembros del hogar, voluntariado y ayuda a otros hogares) que la población de 18 años y más realiza fuera del mercado”; “cuantificar las desigualdades de género en el tiempo dedicado al trabajo no remunerado doméstico y de cuidados al interior de los hogares”; “contar con información sobre la población que realiza actividades de trabajo gratuito para la comunidad y para otros hogares, así como el tiempo que destina para llevarlas a cabo”; y por último, “generar información para la cuenta satélite de los hogares que visualice el trabajo no remunerado” (Indec, 2013: 1).

En el informe se menciona que cada registro corresponde a una persona de 18 años o más, que se identifica con ciertas variables que permiten relacionarla con los hogares y personas relevadas en la EAHU.

El instrumento de recolección de información utilizado fue una lista de actividades relevada a través de una entrevista personal con formulario en papel (Indec, 2013).

Esta encuesta de uso de tiempo se enmarca conceptualmente dentro del Sistema de Cuentas Nacionales (SCN). De acuerdo al informe (Indec, 2013), el SCN adopta una definición ampliada de producción que comprende tanto la que se realiza y comercia a través de los mercados, como así también las actividades productivas que se llevan a cabo dentro de los hogares (trabajo no remunerado). Esto permite reconocer los aportes al producto del trabajo doméstico y de cuidados al interior de los hogares, del trabajo no remunerado en apoyo a otros hogares, del trabajo comunitario no remunerado y del trabajo que se presta a través de organizaciones sin fines de lucro.

Dado que la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo constituye un módulo de la EAHU, resulta conveniente definirla. La EAHU resulta de la extensión del operativo continuo Encuesta Permanente de Hogares – 31 Aglomerados Urbanos, mediante la incorporación a dicha muestra de viviendas particulares pertenecientes a localidades de 2.000 y más habitantes, no comprendidas en los dominios de estimación del operativo continuo, para todas las provincias excepto Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur y Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Indec, 2011).

Los dominios de estimación, tanto de la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo como de la EAHU, son el total nacional de población urbana residente en hogares particulares y los totales provinciales de población urbana residente en hogares particulares. Las mediciones del presente trabajo serán realizadas a nivel provincial, en particular para la Provincia de Santa Fe.

Limitaciones de la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo. La encuesta que se llevó adelante en Argentina en 2013 ha sido objeto de algunas críticas que resulta conveniente enunciar, dado que las imperfecciones señaladas tendrán incidencia en los resultados a la hora de calcular la pobreza de tiempo.

Rodríguez Enríquez (2014) enumera las siguientes limitaciones. En primer lugar, que en realidad no se trata de una encuesta en sentido estricto, ya que no tiene una entidad autónoma, al ser un módulo montado sobre una encuesta regular a hogares. En segundo lugar, las preguntas son pocas y acotadas, y el listado de tareas limitado. En tercer lugar, la captación es por recordación, lo que conlleva problemas de percepción sobre el tiempo dedicado a las tareas. En cuarto lugar, la encuesta solo capta actividades a las que se destinó, por lo menos, una hora en el día considerado; esta condición elimina de la muestra a las personas que dedicaron menos tiempo y “puede llevar a una sobreestimación del promedio de tiempo de trabajo no remunerado, lo que es posible que sesgue en mayor medida la respuesta de los varones que son quienes en promedio destinan menos tiempo” (Rodríguez Enríquez, 2014: 12). En quinto lugar, la captación de la simultaneidad es acotada y no explícita. En sexto lugar, la información recolectada no distingue entre días de semana y fines de semana, o entre días típicos y no típicos, lo que puede distorsionar los promedios.

Metodología

Para calcular la pobreza de tiempo en la Provincia de Santa Fe, se utilizará la metodología propuesta por Zacharías et al. (2012).

Estos autores calculan la pobreza de tiempo como un paso previo para la construcción de un indicador llamado LIMTIP, que es el acrónimo en inglés para Levy Institute’s Innovative Measure of Time and Income Poverty. Se trata de un enfoque bidimensional que, a partir de la monetización de los déficits de tiempo, construye una línea de pobreza por ingresos ajustada, que muestra que aquellas familias que padecen de déficits de tiempo necesitan un ingreso mayor al de la línea de pobreza tradicional para no ser pobres por ingresos, ya que deben, además de adquirir una canasta básica, contratar sustitutos en el mercado para que realicen el trabajo doméstico que los miembros del hogar no alcanzan a hacer por falta de tiempo. El ejemplo habitual es el de contratar a una trabajadora doméstica y es, de hecho, el sueldo por hora el que utilizan para monetizar el tiempo.

En este trabajo se calculará la pobreza de tiempo, pero no el indicador bidimensional LIMPTIP. Se considera que la insuficiencia de ingresos y la insuficiencia de tiempo son dos dimensiones distintas de la privación que, si bien están interrelacionadas, no resulta necesario combinar en un único indicador. En este sentido, Andreozzi et al. (2021: 5) afirman que “si bien esta línea de trabajo implica un avance porque considera al tiempo como indicador de bienestar, lo hace en relación con las actividades mercantiles y cae en el reduccionismo del dinero como único parámetro de valor y de bienestar”.

Zacharías et al. (2012) proponen la siguiente fórmula como punto de partida para el cálculo de pobreza de tiempo:

(1)

La premisa es que, en una semana, que será la unidad de medida adoptada, cada persona cuenta con 168 horas para distribuir entre distintas actividades, entre las que se destacan el trabajo remunerado, trabajo no remunerado, cuidado personal, ocio, etc. En la fórmula, el subíndice  hace referencia a cada persona en edad de trabajar. El parámetro llamado TR indica las horas dedicadas al trabajo remunerado, TNR el tiempo dedicado a tareas no remuneradas de producción doméstica, C es el tiempo utilizado para el cuidado personal y O son las horas que se utilizan para todo lo demás (incluido el ocio).

A partir de lo anterior, se plantea la siguiente ecuación de déficit/superávit de tiempo para cada persona:

(2)

La variable  es el déficit de tiempo (o pobreza de tiempo, ya que son conceptos análogos) en que incurre la persona  perteneciente al hogar . En tanto, el componente  es la cantidad de horas que la persona  perteneciente al hogar  dedicó en la semana al trabajo remunerado. Este es un dato que se tomará, para cada individuo, de la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo de 2013.  

A diferencia de las horas dedicadas al trabajo pago, que se toman como un dato observado a nivel individual, en el caso del trabajo no remunerado y del cuidado personal la metodología plantea trabajar con umbrales mínimos. Es decir, se supone que hay un mínimo nivel de tiempo que los hogares deben destinar al trabajo no remunerado, que varía según el tipo de hogar, y un mínimo nivel de tiempo necesario para el cuidado personal, que se supone igual para todas las personas.

El componente , es decir, el umbral mínimo de trabajo no remunerado para el hogar , se calcula como un promedio de las horas totales dedicadas al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en diferentes tipos de hogares[1]. Para la clasificación de los hogares, se utilizará la propuesta de Antonopoulos, Esquivel, Masterson y Zacharías (2016) de agrupar a los hogares en 12 tipos según la cantidad de adultos y de personas a cargo de estos. La clasificación se realiza del siguiente modo: (1) hogares con 0 personas menores de 18 años y 1 persona de 18 años o más; (2) hogares con 0 personas menores de 18 años y 2 personas de 18 años o más; (3) hogares con 0 personas menores de 18 años y 3 o más personas de 18 años o más; (4) hogares con 1 persona menor de 18 años y 1 personas de 18 años o más; (5) hogares con 1 persona menor de 18 años y 2 personas de 18 años o más; (6) hogares con 1 persona menor de 18 años y 3 o más personas de 18 años o más; (7) hogares con 2 personas menores de 18 años y 1 persona de 18 años o más; (8) hogares con 2 personas menores de 18 años y 2 personas de 18 años o más; (9) hogares con 2 personas menores de 18 años y 3 o más personas de 18 años o más; (10) hogares con 3 o más personas menores de 18 años y 1 persona de 18 años o más; (11) hogares con 3 o más personas menores de 18 años y 2 personas de 18 años o más; (12) hogares con 3 o más personas menores de 18 años y 3 o más personas de 18 años o más.

Se tuvieron en cuenta como trabajo doméstico y de cuidados no remunerado las horas semanales dedicadas a las siguientes actividades relevadas por la encuesta: (1) Limpieza de la casa, aseo y arreglo de ropa, preparación y cocción de alimentos, compras para el hogar, reparación y mantenimiento del hogar; (2) apoyo en tareas escolares a miembros del hogar; (3) cuidado de niños y/o enfermos o adultos mayores, miembros del hogar (Incluye tiempos de traslado a actividades de cuidado); (4) colaboración con otros hogares (en forma gratuita) con las tareas domésticas y/o cuidado de niños, enfermos o adultos mayores; (5) trabajo voluntario no remunerado.


Tabla 1. Cantidad de hogares según tipo de hogar. Santa Fe, 2013

Tipo de hogar

Cantidad de hogares

1 adulto y 0 menores

379

2 adultos y 0 menores

426

3 o más adultos y 0 menores

282

1 adulto y 1 menor

46

2 adultos y 1 menor

183

3 o más adultos y 1 menor

130

1 adulto y 2 menores

31

2 adultos y 2 menores

171

3 o más adultos y 2 menores

73

1 adulto y 3 o más menores

15

2 adultos y 3 o más menores

75

3 o más adultos y 3 o más menores

56

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Indec (2013)

A continuación, se presentan los promedios de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado para cada uno de estos doce tipos de hogares.


Tabla 2. Promedio de horas semanales de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado según tipo de hogar. Santa Fe, 2013

Tipo de hogar

Promedio TNR

1 adulto y 0 menores

21 horas 9 minutos

2 adultos y 0 menores

39 horas 27 minutos

3 o más adultos y 0 menores

55 horas 49 minutos

1 adulto y 1 menor

54 horas 22 minutos

2 adultos y 1 menor

82 horas 46 minutos

3 o más adultos y 1 menor

91 horas 19 minutos

1 adulto y 2 menores

70 horas 11 minutos

2 adultos y 2 menores

88 horas 30 minutos

3 o más adultos y 2 menores

99 horas 1 minuto

1 adulto y 3 o más menores

74 horas 57 minutos

2 adultos y 3 o más menores

105 horas 46 minutos

3 o más adultos y 3 o más menores

122 horas 38 minutos

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Indec (2013)

Volviendo a la fórmula (2), el parámetro  representa la participación de cada individuo  en el total de trabajo no remunerado que se realiza en su hogar . Estos parámetros se obtienen directamente de la encuesta, dividiendo el tiempo que cada persona dedica al trabajo no remunerado sobre el tiempo total que todos los miembros del hogar al que pertenece, en conjunto, le destinan[2]. De esta manera, es posible conocer la participación de cada hombre y/o mujer adulta en las actividades domésticas realizadas en el hogar que integran. En este sentido, estos parámetros reflejan las desigualdades de género en la división del trabajo doméstico.

El último término de la ecuación es una constante denominada , que incluye cantidades mínimas de tiempo destinadas al cuidado personal, recreación y actividades insustituibles dentro del hogar. Zacharías et al. (2012) estiman que el tiempo mínimo de ocio es de 14 horas semanales, y a esto se suman promedios semanales de horas dedicadas a las siguientes actividades: sueño, alimentación, higiene, vestimenta y descanso. También se incorporan en la constante 7 horas a la semana que se requieren para realizar actividades insustituibles dentro del hogar. De acuerdo con los autores, existe una cantidad mínima de tiempo que los miembros del hogar deben pasar en la vivienda con los demás integrantes para que el hogar funcione como una unidad. Los autores concluyen que, en Argentina, una persona adulta necesita como mínimo de 94 horas a la semana para su cuidado personal y la realización de actividades insustituibles en el hogar. El presente trabajo adopta dicho supuesto dado que, por una parte, la encuesta de 2013 no cuenta con información que permita hacer este cálculo y, por otra parte, el hecho de que este umbral haya sido calculado para Argentina permite suponer que por razones idiosincráticas existe cierta cercanía entre este umbral y el que podría observarse empíricamente en Santa Fe. Es necesario aclarar que como este dato no proviene de la encuesta con la que se trabaja en el presente estudio, podría brindar cierta arbitrariedad a los resultados.

La fórmula (2) permite conocer el déficit/pobreza de tiempo a nivel individual. A diferencia del método tradicional de pobreza por ingresos, que se calcula a nivel hogar, esta metodología hace posible arrojar luz sobre las desigualdades de género al interior de los hogares. Zacharías et al. (2012) sostienen que la pobreza de tiempo es un fenómeno intrínsecamente individual.

El mecanismo para derivar la pobreza de tiempo del hogar j consiste simplemente en sumar los déficits de tiempo individuales de cada uno de sus integrantes, i.

(3)

De esta manera, basta con que una sola persona del hogar sea pobre de tiempo para que el hogar en su totalidad sea considerado pobre de tiempo. Como se observa en la fórmula (3), solo se suman los déficits de tiempo individuales, sin considerar que las personas con superávit de tiempo “compensen” a aquellas a quienes no les alcanza el tiempo.


Resultados

Consideraciones de género en el reparto del trabajo remunerado y no remunerado. En este apartado se analizarán los datos referentes al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado relevados por la encuesta, y se observarán las desigualdades de género en su distribución al interior de los hogares.

Como se mencionó, los parámetros α calculados mediante la fórmula (2) reflejan las desigualdades de género en la división del trabajo doméstico, al permitir conocer qué proporción del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado realizan mujeres y varones, según el tipo de hogar al que pertenecen.

La Tabla 3 muestra, para cada tipo de hogar, la participación promedio de un varón y de una mujer en el trabajo no remunerado del hogar al que pertenece. Exceptuando el caso de los hogares con una única persona mayor de 18 años a cargo, en donde su único/a integrante realiza el 100% del trabajo no pago, independientemente de su sexo, en todos los demás tipos de hogares la mujer acapara, en promedio, una mayor proporción de las tareas domésticas respecto del varón. Esta desigualdad tiende a agravarse en los hogares con mayor cantidad de integrantes, tanto adultos como menores de 18 años.

Se observa, por ejemplo, que, en los hogares con 2 adultos, en donde no hay menores de edad, un varón realiza, en promedio, el 29% del trabajo no pago, contra un 69% en el caso de la mujer. Es decir que una mujer dedica, en promedio, más del doble de tiempo que un varón al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en este tipo de hogares. En los hogares con 3 o más adultos, sin presencia de menores, una mujer hace, en promedio, cuatro veces más trabajo no pago que un varón. Se evidencia que, a medida que se suman personas mayores de 18 años al hogar, la carga de trabajo doméstico aumenta, y su distribución empeora en perjuicio de la mujer.

Una situación análoga ocurre cuando se mantiene constante la cantidad de adultos y se suman personas menores de 18 años al hogar. A medida que aumenta la carga de trabajo no remunerado, también se incrementa la distancia entre el trabajo que realiza, en promedio, una mujer, y aquel que realiza, en promedio, un varón. Nótese, a modo de ejemplo, que en los hogares compuestos por 2 adultos y 0 menores de edad, la mujer dedica, en promedio, 2,4 veces más tiempo que el varón al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Si se mantiene constante la cantidad de adultos y se incorporan 1, 2 y 3 o más menores al hogar, esta diferencia asciende escalonadamente a 3,4, 3,7, y 5,5. Es decir que en los hogares en donde hay 2 adultos y 3 o más menores de 18 años, no solo la carga de trabajo aumenta considerablemente respecto de la situación sin menores (de 39 horas semanales a 105 horas semanales, como puede verse en la Tabla 2), sino que, además, este trabajo adicional va recayendo más en las mujeres que en los varones. Mientras que en la situación sin menores de 18 años la mujer dedica 2,4 veces más tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que el hombre, en la situación con 3 o más menores la mujer realiza, en promedio, 5,5 veces más trabajo que el hombre en el hogar. Una proporción mayor de una carga absoluta mayor recae sobre la mujer.

Tabla 3. Participación promedio de varones y mujeres mayores de 18 años en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, según tipo de hogar. Santa Fe, 2013

Tipo de hogar

Promedio α varón

Promedio α mujer

1 adulto y 0 menores

100%

100%

2 adultos y 0 menores

29%

69%

3 o más adultos y 0 menores

11%

45%

1 adulto y 1 menor

100%

100%

2 adultos y 1 menor

22%

74%

3 o más adultos y 1 menor

10%

47%

1 adulto y 2 menores

100%

100%

2 adultos y 2 menores

21%

78%

3 o más adultos y 2 menores

9%

43%

1 adulto y 3 o más menores

100%

100%

2 adultos y 3 o más menores

15%

79%

3 o más adultos y 3 o más menores

8%

38%

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Indec (2013)

Una manera menos abstracta de mostrar la poco equitativa distribución del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es mediante el tiempo efectivamente dedicado por mujeres y varones. Esta información se resume en la Tabla 4.

Tabla 4. Promedio semanal de horas dedicadas al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado por varones y mujeres mayores de 18 años, según tipo de hogar. Santa Fe, 2013

Tipo de hogar

Promedio TNR varón

Promedio TNR mujer

1 adulto y 0 menores

16 h 13 min

23 h 54 min

2 adultos y 0 menores

11 h 29 min

27 h 00 min

3 o más adultos y 0 menores

6 h 56 min

24 h 26 min

1 adulto y 1 menor

49 h 20 min

54 h 42 min

2 adultos y 1 menor

20 h 58 min

59 h 16 min

3 o más adultos y 1 menor

11 h 03 min

40 h 31 min

1 adulto y 2 menores

17 h 30 min

73 h 48 min

2 adultos y 2 menores

21 h 41 min

65 h 31 min

3 o más adultos y 2 menores

9 h 49 min

41 h 06 min

1 adulto y 3 o más menores

52 h 30 min

78 h 23 min

2 adultos y 3 o más menores

17 h 26 min

82 h 15 min

3 o más adultos y 3 o más menores

11 h 09 min

46 h 01 min

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Indec (2013)

Se puede observar cómo, en muchos casos, a medida que los hogares crecen en cantidad de integrantes, las horas que un varón, en promedio, destina al trabajo no remunerado no solo no suben en la misma proporción que las de una mujer, sino que en muchos casos bajan. Por ejemplo, en un hogar promedio con dos adultos y un menor de edad, el varón destina casi 21 horas semanales al trabajo no pago, mientras que en un hogar con dos adultos y 3 o más menores, este tiempo baja a la mitad: 11 horas semanales. En el caso de una mujer, para el mismo tipo de hogar, el tiempo que dedica al trabajo doméstico pasa de 59 horas cuando solo hay 1 menor a 82 horas cuando hay 3 o más menores.

Por último, se evidencia que, independientemente del tipo de hogar al que pertenecen, solo el 53,1% de los varones mayores de edad participan de alguna manera en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado de su hogar, o, dicho de otra manera, el 46,9% no realiza ningún aporte al trabajo de la casa: ni cocinar, ni lavar, ni hacer las compras, ni educar a sus hijos, etc. En el caso de las mujeres, el 90,4% participan del trabajo no pago. Se confirma un sesgo de género ampliamente abordado por la economía feminista que, como se verá en el siguiente apartado, tiene su correlato en el hecho de que las mujeres tienen menor tasa de participación en el mercado laboral remunerado, y lo hacen durante menos tiempo y en peores condiciones.

El tiempo destinado al trabajo remunerado. Con respecto al trabajo remunerado, surge de los datos que los varones de 18 años o más de la Provincia de Santa Fe alcanzados por la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo destinaron, en promedio, 30,7 horas al trabajo pago en la semana de referencia. En tanto, las mujeres mayores de edad trabajaron para el mercado, en promedio, 14,7 horas en la semana. El hecho de que las mujeres hayan trabajado la mitad de tiempo que los varones a cambio de una remuneración no es fortuito, sino que es la contracara del rol que la sociedad les exige como cuidadoras y trabajadoras del hogar. Estos mandatos sociales dificultan la inserción de las mujeres en los mercados laborales y, en muchos casos, implican que sean las mujeres quienes deben reducir sus jornadas laborales para ocuparse de su casa y de su familia. Al respecto, D’Alessandro (2016) afirma que hay una división sexual del trabajo mediante la cual a las mujeres les toca el “trabajo reproductivo”[3] (otra manera de llamar al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado), mientras que a los varones les toca el “trabajo productivo”, que consiste en la producción de bienes y prestación de servicios en los mercados.

Pobreza de tiempo en la Provincia de Santa Fe

A continuación, se procederá a aplicar la metodología expuesta en el transcurso del trabajo para calcular el porcentaje de personas que sufrían de pobreza de tiempo en el tercer trimestre de 2013 en la Provincia de Santa Fe, según los datos de la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo.

De toda la población de 18 años o más, tomados individualmente, el 20,2% de las personas eran pobres de tiempo. Esto significa que padecen de una sobrecarga de horas de trabajo, ya sea dentro del hogar o en el mercado, lo que les impide alcanzar el nivel mínimo de tiempo que se considera necesario para destinar al ocio y al cuidado personal. En otras palabras, se puede afirmar que el exceso de trabajo atenta contra el bienestar individual y contra la salud de una de cada cinco personas en la Provincia de Santa Fe.

Si se comparan estos resultados entre géneros, surge un dato alarmante: del total de las personas pobres de tiempo, el 75,7% eran mujeres y solo el 24,3%, varones.

Esto se debe a que, en promedio, un varón mayor de 18 años trabaja 42 horas semanales de acuerdo a la encuesta, mientras que una mujer trabaja 54 horas a la semana. Por el imperativo social de que las mujeres deben ocuparse de los trabajos no pagos domésticos y de cuidados, muchas de ellas enfrentan una doble jornada laboral. En la Tabla 5 se resume el tiempo que un hombre y una mujer mayores de edad dedicaban, en promedio, al trabajo remunerado y no remunerado en la Provincia de Santa Fe en el tercer trimestre de 2013.

Tabla 5. Tiempo dedicado al trabajo remunerado y no remunerado, en promedio,

por varones y mujeres de 18 años o más. Santa Fe, 2013

Tipo de trabajo

Varón

Mujer

Trabajo remunerado

30 h 43 m

14 h 42 m

Trabajo no remunerado

11 h 48 m

39 h 22 m

Trabajo total

42 h 31 m

54 h 04 m

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Indec (2013)

Un dato que refuerza el hecho de que hay un sesgo de género en las tareas domésticas y de cuidados, independientemente de lo que ocurra en el mercado laboral pago, es que las mujeres de 18 años o más que trabajan jornada completa a cambio de una remuneración dedican más tiempo a las actividades del hogar que los varones desempleados del mismo rango etario. En promedio, las mujeres que trabajan para el mercado 45 horas semanales o más destinan 30 horas y 15 minutos a la semana al trabajo no pago. Al mismo tiempo, un hombre de 18 años o más desempleado dedica en promedio 11 horas y 29 minutos a realizar las actividades de su hogar y a cuidar de los miembros de su familia, a pesar de contar con más tiempo libre. Son, precisamente, este tipo de desigualdades las que hay que desarticular, ya que condenan a las mujeres a una realidad en la que son más pobres que los varones.

El siguiente paso en la metodología consiste en sumar los déficits de tiempo individuales para obtener el déficit de tiempo de cada hogar. De los 1.867 hogares santafesinos relevados por la encuesta, el 40,4% son pobres de tiempo. Esto significa que al menos uno de los integrantes de estos hogares padece de déficit de tiempo.

En los resultados obtenidos se manifiesta una evidente correlación positiva entre la cantidad de menores de 18 años que habitan en un hogar y sus probabilidades de ser pobre de tiempo. La Tabla 6 muestra que solo el 13,2% de los hogares en donde no hay menores de 18 años son pobres de tiempo, mientras que elevando la cantidad de menores de edad a 1, 2 y 3 o más, el porcentaje de hogares con déficit de tiempo asciende a 71,6%, 82,9% y 86,3%, respectivamente.

Tabla 6. Porcentaje de hogares no pobres de tiempo y pobres de tiempo,

según cantidad de menores de edad. Santa Fe, 2013

Tipo de hogar

Hogares no pobres

de tiempo

Hogares pobres

de tiempo

0 menores

86,8%

13,2%

1 menor

28,4%

71,6%

2 menores

17,1%

82,9%

3 o más menores

13,7%

86,3%

Total

59,6%

40,4%

Fuente: Elaboración propia sobre la base de INDEC (2013)

Cabe mencionar, por último, que de todas las personas de 17 años o menos de la Provincia de Santa Fe, el 80,6% pertenecen a un hogar pobre de tiempo, lo cual no solo implica un problema inmediato que requiere una solución urgente, sino que además puede tener un fuerte impacto en las generaciones venideras.

Consideraciones finales

Se ha visto a lo largo del presente trabajo que la disponibilidad de tiempo es un recurso fundamental para las personas, al influir directamente sobre sus capacidades y bienestar. Todos los seres humanos necesitan destinar a diario una mínima cantidad de tiempo al cuidado personal, al descanso y al ocio. Las personas no son máquinas destinadas exclusivamente a trabajar, también necesitan cuidarse a sí mismas y eso implica dormir bien, asearse, ejercitarse, hacer actividades placenteras, socializar, etc. Todas estas acciones requieren de tiempo.

Un primer problema que se identifica en la investigación es que, en el tercer trimestre de 2013, en la Provincia de Santa Fe, una de cada cinco personas mayores de 18 años, aquejadas por una sobrecarga de trabajo (remunerado y no remunerado), no contaba con el tiempo necesario para alcanzar un nivel de vida digno. Este porcentaje resulta superior a la pobreza de tiempo de Rosario en 2010, de 13% (Andreozzi et al., 2018), e inferior a la de Buenos Aires en 2009, del 32% (Antonopoulos et al., 2016)[4].

Un segundo problema que surgió del análisis de los datos de la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso de tiempo fue que, de las personas pobres de tiempo a las que se hizo referencia en el párrafo anterior, el 75% eran mujeres. La desigual asignación del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado entre varones y mujeres, en perjuicio de ellas, tiene como consecuencia una feminización de la pobreza de tiempo. Otra forma de ver esto es a través del hecho que, de todos los varones santafesinos de 18 años o más, el 10,8% eran pobres de tiempo. Mientras tanto, el 28,3% de todas las mujeres de la misma edad padecían déficits de tiempo individuales. Esto indica que la probabilidad de ser pobre de tiempo siendo mujer es casi tres veces mayor que siendo varón. Estas conclusiones se encuentran alineadas con las de Calero (2018) que, utilizando la metodología de Bardasi y Wodon (2006), calculó la pobreza de tiempo para Argentina en base a la misma fuente de datos utilizada en el presente trabajo y concluyó que la pobreza de tiempo alcanzaba al 9,9% de la población, observando un sesgo desfavorable de género (14,7% de mujeres; 5,1% de varones). También en la encuesta de Rosario las mujeres estaban sobrerrepresentadas en la pobreza de tiempo: entre la población ocupada pobre de tiempo, el 13% de las mujeres contra un 7% de los varones, lo que se explica principalmente por la mayor dedicación al trabajo no remunerado (Andreozzi et al., 2018). En el caso de Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por otra parte, los resultados fueron mixtos: entre las personas no pobres por ingresos, el 31% de las mujeres eran pobres de tiempo contra un 29% en el caso de los varones; en tanto, de las personas pobres por ingresos, el 39% de las mujeres eran pobres de tiempo, contra un 41% en el caso de los varones, sin embargo, esto es así por la menor tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral (Antonopoulos et al., 2016).

El tercer problema identificado fue que el 40,4% de los hogares eran pobres de tiempo en el tercer trimestre de 2013 en la Provincia de Santa Fe, lo que significa que al menos uno de sus integrantes no contaba con tiempo libre suficiente para tener un mínimo nivel de bienestar. Además, se vio que la pobreza de tiempo de los hogares tendía a incrementar cuanto mayor fuera la cantidad de menores de edad. Esta proporción supera la observada en Rosario, donde un 12% de los hogares eran pobres de tiempo (Andreozzi et al., 2018) pero está por debajo de la observada en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, del 52% (Antonopoulos et al., 2016).

Todos estos hechos sugieren que es necesario cambiar el modo en que se organizan las tareas de trabajo doméstico no remunerado y de cuidados en la Provincia de Santa Fe, y presumiblemente en Argentina y en el mundo. Resulta indispensable tomar acción para cambiar la innegable realidad de que ser mujer aumenta las probabilidades de ser pobre de tiempo, y también para modificar el hecho de que un hogar donde viven menores de 18 años tiene mayor riesgo de caer en la pobreza de tiempo que uno donde no hay menores.

Si bien el objetivo del presente trabajo consistió en calcular la pobreza de tiempo y visibilizar la desigualdad de género, se mencionarán brevemente algunas políticas que se han propuesto en otras investigaciones para combatir este tipo de pobreza y disminuir la brecha de género. Se espera que esta breve exposición sirva como puntapié para que el tema pueda ser debatido críticamente en la Provincia de Santa Fe.

Para ello, resulta de gran interés el trabajo de Antonopoulos et al. (2016), quienes estudiaron la pobreza LIMTIP en Buenos Aires. Si bien aplicaron un enfoque bidimensional de tiempo e ingresos para el cálculo de la pobreza, sus resultados y recomendaciones de política resultan también válidos para este trabajo. Sugieren que, para realizar intervenciones significativas, deben considerarse tres aspectos: los mercados de trabajo, las estructuras demográficas y la protección social (por ejemplo, políticas sociales y provisión de servicios de cuidado). Con respecto al primero, plantean que es necesario regular la duración de la jornada laboral y bregar por el logro de mayores salarios por hora (que, en el caso del tiempo, permitirían alcanzar el mismo ingreso trabajando menos horas). Argumentan que políticas tendientes a formalizar el empleo en negro permitirían acercarse simultáneamente a estos dos objetivos. Asimismo, afirman que actualmente los mercados de trabajo discriminan en contra de las mujeres, que tienen mayores dificultades para acceder a empleos formales y menores salarios por hora que los varones. Las políticas deben apuntar, también, a lograr una mayor equidad entre las condiciones de trabajo de los varones y las mujeres en el mercado laboral, considerándose que este es un paso previo para que también pueda haber equidad en la distribución del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Por otra parte, en lo que respecta a las otras dos órbitas mencionadas —las estructuras demográficas de los hogares y la protección social—, destacan que para alivianar la carga de tiempo del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en los hogares donde hay muchos menores de 18 años o personas adultas que requieren de cuidados especiales es necesario complementar las políticas anteriores con la provisión de servicios públicos de cuidado como pueden ser, por ejemplo, guarderías, jardines maternales o geriátricos. Aseveran que los servicios de cuidado no solo tienen efectos positivos directos en las personas que los reciben, sino que también ayudan a lograr mayor igualdad en los mercados de trabajo al facilitar el acceso a más mujeres que, de otra manera, no podrían acceder a causa de sus déficits de tiempo. Hacen hincapié en que todas estas políticas deben realizarse en conjunto, ya que de poco serviría, por ejemplo, lograr un mayor acceso de las mujeres al mercado de trabajo pago si en este subsisten las penalizaciones salariales de género y las peores condiciones laborales. Las reformas deben ser integrales, coordinando las tres esferas mencionadas.

Lo anterior puede ser complementado con algunas propuestas de D’alessandro (2016), quien sugiere otras transformaciones en los lugares de trabajo, que van más allá de la cuestión salarial. Plantea, entre otras cosas, la necesidad de impulsar la presencia de guarderías y espacios para la lactancia en los lugares de trabajo. También recomienda la flexibilización de los horarios laborales, lo que permite una mayor plasticidad para poder conciliar las actividades del hogar con las del trabajo pago. Por último, sugiere la instrumentación tanto de licencias por maternidad como por paternidad, ya que esto ayudaría a reconfigurar los roles de género.

Estas son solo algunas ideas. De lo que no hay dudas es que la pobreza de tiempo existe en la Provincia de Santa Fe, discrimina a las mujeres y debe ser resuelta.

Por último, cabe enfatizar el hecho de que el umbral de pobreza de tiempo podría diferir parcialmente del utilizado en el presente trabajo, dado que la encuesta de 2013 no contaba con datos suficientes para calcular el umbral de cuidado personal, recreación y actividades insustituibles dentro del hogar, por lo que fue tomado de otra encuesta realizada en Argentina.

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[1]Notas

 En la metodología de Zacharías et al. (2012), para calcular el umbral mínimo de trabajo no remunerado solo se tienen en cuenta los hogares con ingresos cercanos a la línea de pobreza. Esto es así porque uno de sus principales objetivos es cuestionar el supuesto de que todos los hogares con los ingresos justos para adquirir una canasta básica cuentan con el tiempo necesario para vivir con ella. En ese caso, el tiempo no es considerado un consumo en sí mismo, sino una métrica para medir el trabajo doméstico y de cuidados necesario para vivir con los ingresos de la línea de pobreza, tal como indica Esquivel (2014), quien trabaja con la misma metodología. En el presente trabajo, como se aborda exclusivamente la temática de pobreza de tiempo, separando el análisis de la esfera de los ingresos, el promedio se calcula sobre la base del trabajo doméstico no remunerado realizado por toda la población de 18 años o más de la Provincia de Santa Fe, según el tipo de hogar al que pertenece, con independencia de su nivel de ingresos. En este caso, el tiempo sí se considera como consumo en sí mismo. Como se vio en el marco teórico, el exceso de trabajo (ya sea remunerado o no remunerado) conlleva escasez de ocio, generando malestar físico y mental.

[2] En 72 de los 1.867 hogares relevados por la encuesta sobre uso de tiempo y trabajo no remunerado de 2013, pertenecientes a la Provincia de Santa Fe, no fue posible calcular los parámetros α ya que sus miembros no declararon haber realizado trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en el día de referencia. En estos casos, se supuso que todas las personas de 18 años o más que integran el hogar se dividen el trabajo no remunerado en partes iguales (por ejemplo, en un hogar integrado por una mujer y un hombre de 18 años, se supuso un α de 50% para cada uno).

[3] Para Esquivel (2009), este concepto oscurece la idea de que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es también trabajo productivo.

[4] Caba aclarar que se consideró la tasa de pobreza de tiempo individual de personas mayores a 18 años y no el indicador LIMTIP, que es la pobreza por ingresos ajustada según los déficits de tiempo monetizados. Para esto se sumó la proporción de los adultos que eran pobres de tiempo e ingresos (5%) con quienes eran pobres de tiempo pero no de ingresos (27%).