La apuesta por la sociología. Una reconstrucción de las trayectorias de Ricardo Levene y Raúl Orgaz en perspectiva comparada
The commitment to sociology. A reconstruction of the trajectories of Ricardo Levene y Raúl Orgaz in comparative perspective
Esteban Ezequiel Vila
https://orcid.org/0000-0002-1428-3051
Instituto de Investigaciones Gino Germani
Fecha de envío: 6 de febrero de 2020. Fecha de dictamen: 24 de agosto de 2020. Fecha de aceptación: 29 de setiembre de 2020.
Resumen
El presente artículo estudia un problema que aún no ha sido explorado en el campo de la historia de la sociología argentina: la centralidad que adquirió la sociología cordobesa comparada con la sociología porteña durante los años que van desde la Reforma Universitaria de 1918 hasta la fundación del Instituto de Sociología de Buenos Aires en 1940. La ausencia de textos redactados desde Buenos Aires que identifiquen problemas clave de este período es un indicador del tipo de historia que se ha escrito sobre el desarrollo institucional de la sociología argentina, es decir, aquella que se centró en la capital del país luego de las fundaciones del departamento y la carrera en la Universidad de Buenos Aires en 1957. Por este motivo, el artículo se abocará a reconstruir las apuestas intelectuales que realizaron los dos titulares de “Sociología” de las principales universidades argentinas de la época: Ricardo Levene y Raúl Orgaz. Tomando en cuenta los aportes a la sociología del conocimiento de Karl Mannheim, Robert Merton y Pierre Bourdieu, podrá brindarse una explicación de los motivos por los cuales Orgaz se inclinó hacia la sociología, realizando una labor de actualización permanente de las novedades sociológicas a nivel internacional y, como correlato, de producción en torno a ellas, mientras Levene no mostró avances en este sentido, dando cuenta de una magra producción en relación con la sociología.
Abstract
This article studies a problem that has not yet been explored in the field of the history of Argentine sociology: the centrality acquired by the sociology of Córdoba compared to the sociology of Buenos Aires during the years from the 1918 University Reform to the foundation of the Institute of Sociology of Buenos Aires in 1940. The lack of texts written from Buenos Aires that identify key problems in this period is an indicator of the type of history that has been written about the institutional development of Argentine sociology, that is, the one focus on the capital of the country after the foundations of the department and the career at the University of Buenos Aires in 1957. For this reason, the article will focus on reconstructing the intellectual bets made by the two professors of “Sociology” of the main Argentine universities of that time: Ricardo Levene and Raúl Orgaz. Taking into account the contributions to the sociology of knowledge of Karl Mannheim, Robert Merton and Pierre Bourdieu, an explanation may be given of the reasons why Orgaz leaned towards sociology, performing a work of permanent updating of the sociological novelties at international level and, as a correlate, of production around them, while Levene showed no progress in this regard, performing a poor production in relation to sociology.
Palabras clave: Sociología; Argentina; Ricardo Levene; Raúl Orgaz; Entreguerras.
Keywords: Sociology; Argentina; Ricardo Levene; Raúl Orgaz; Interwar.
“Sólo se explica comparando”
Émile Durkheim, El suicidio
Introducción
Es una de las premisas más importantes de la sociología del conocimiento que la toma de decisiones en la vida cotidiana de los agentes debe explicarse por referencia a los orígenes sociales de las formas de pensamiento que guían sus acciones. Sin desconocer la necesidad de atender a las instancias de creatividad individuales tanto como a las interacciones entre los agentes sociales para explicar el surgimiento y los cambios de ideas (Sales y Fournier, 2007), es en este sentido que debe entenderse la consabida frase de Karl Mannheim (1986: 3), para quien sería un error sostener que un individuo aislado piensa y, por el contrario, “habría que decir más bien que participa en el pensamiento de otros hombres que han pensado antes que él”. Por otro lado, más allá de la situación establecida y los modos preformados de pensamiento y acción ligados a la dinámica del grupo de pertenencia, debería señalarse que la propia reflexión acerca de las raíces sociales de las maneras de pensar responde a una situación social específica, que es la que se experimenta en las sociedades con movilidad social.
Si bien es cierto que en todas las sociedades existieron grupos sociales cuya tarea específica consistió en proveer a sus contemporáneos de una interpretación legítima del mundo (grupo a quienes Mannheim llamaba “intelectuales”), también es verdad que en la medida en que esas sociedades permanecieron estáticas los miembros de dichos grupos mantuvieron el monopolio de la interpretación, ya que sus “conflictos intelectuales” no encarnaban desavenencias de orden social. Es sólo en presencia de sociedades escindidas en clases sociales que una intelligentsia libre pudo surgir, siendo
“su principal característica [...] que se recluta, cada vez más, en capas sociales y en situaciones que varían constantemente, y que su modo de pensar ha dejado de estar regulado por un género de organización cerrada como el de la casta. Debido a la falta de una organización propia [...] los intelectuales han permitido que ganaran audiencia esas formas de pensamiento y de experiencia que compiten abiertamente entre sí en el mundo más amplio de las otras capas sociales […] los intelectuales aceptaron en una forma aún más acentuada los diversos modos de pensamiento y de experiencia que existían en la sociedad y los esgrimieron unos contra otros. Lo hicieron tanto más cuanto que tenían que competir para conquistar el favor de un público que, a diferencia del público del clero, había dejado de serles accesible sin algún esfuerzo de su parte”. (Mannheim, 1986: 10-11)
El presente trabajo ahonda en este asunto. Esto es, en términos generales, de qué manera dos agentes que, por sus orígenes sociales, en sociedades tradicionales no habrían estado destinados a cumplir el rol de intelectuales, fueron reclutados para formar parte del staff establecido de productores culturales de su sociedad. Si se acepta la tesis de la sociología del conocimiento que sostiene que en las sociedades modernas la actividad intelectual no es un fenómeno restringido a un estrato social rigurosamente definido (Bauman, 1997; Bourdieu, 1999; Mannheim, 1957; Shils, 1976), se hace ostensible el hecho de que miembros de clases sociales dominadas sólo pueden integrar el grupo consagrado a la producción de símbolos en el tipo social moderno.
Al mismo tiempo, se intentará comprender el sentido de las apuestas intelectuales realizadas por estos agentes en relación a una disciplina en particular (la sociología), durante el período en que ostentaron los cargos de profesores titulares de cátedras universitarias dedicadas a esta materia. Por “apuesta intelectual”, aquí deben entenderse las prácticas que acompañaron el progreso de sus carreras en la docencia universitaria, lo cual implica relacionar sus diferentes inversiones en determinados campos del saber con el capital global poseído. Esto fue lo que definió en cada momento sus posibilidades objetivas de obtener beneficios y, por lo tanto, la “razonabilidad” de las inversiones y desinversiones realizadas (Bourdieu, 1999).
Antes de avanzar, vale hacer algunas aclaraciones. En primer término, deben ser tenidos en cuenta algunos determinantes estructurales de la vida intelectual para poder dar cuenta del surgimiento de ciertos tipos de pensamiento y no de otros. En su momento, el propio Mannheim (1971) indicó que, como consecuencia de la aplicación del método de análisis sociológico a la vida intelectual, ciertos fenómenos originalmente diagnosticados como manifestaciones de leyes inmanentes del pensamiento pudieron ser entendidos como el producto de patrones estructurales de la sociedad. De tal manera que la evolución y el cambio del pensamiento podría comprenderse a partir de dos determinaciones estructurales: por un lado, la competencia, la cual no puede reducirse a ser un fenómeno de la economía ya que también es constitutiva de todo producto cultural y, por otro lado, la existencia de generaciones, lo cual da cuenta de la existencia común de problemas en la medida en que las características cualitativas de un objeto determinado sólo resultan accesibles para pensamientos situados dentro de una misma estructura.
Estos elementos sólo aparecen en las sociedades modernas, donde la diferenciación y la especialización se producen vis à vis la constitución las clases sociales. Es en presencia del tipo social complejo donde se evidencia una discrepancia de cosmovisiones presentes en los agentes, lo cual se enraíza en sus pertenencias a grupos sociales diversos, aunque aquellas no agotan su explicación en los orígenes sociales de los agentes que las producen. Son también las redes intelectuales, las rivalidades, etc., es decir, en pocas palabras, los cambios históricos en las bases materiales de la vida intelectual los que también explican el surgimiento de las ideas y sus cambios (Collins, 2000). Esto no se debe a que los cambios mencionados produzcan cosmovisiones de forma inmediata, sino a que modifican las condiciones en las cuales se producen las ideas. Por lo tanto, evitando el peligro de caer en el determinismo propio del marxismo vulgar, que explica la superestructura jurídico-política y la conciencia social por la base económica, aquí se sostiene que “sólo explorando la variedad de las formaciones grupales —generaciones, grupos de status, sectas, grupos ocupacionales, etc.— y sus modos característicos de pensamiento puede descubrirse una base existencial correspondiente a la gran variedad de perspectivas y conocimientos que realmente surgen” (Merton, 1977: 58).
Sin embargo, como se ha dicho, esto no quiere decir que las ideas sean solamente imputables a la base material en la cual están insertos los agentes sociales. Existe también una gran diversidad de acervo de conocimientos, creencias, tradiciones, etc., que exceden a la mera imputación causal correspondiente a la clase social de origen, sin que por esto se deba caer en la indeterminación y la imposibilidad de explicar el surgimiento de las ideas. El trabajo empírico de reconstrucción de trayectorias, como se intentará demostrar, puede dar cuenta de los motivos concretos por los que agentes con propiedades sociales similares tienen discrepancias en sus representaciones y realizan apuestas en campos distintos. Se partirá, no obstante, de una característica en común que presentan ambos agentes a estudiar y que los vincula con un elemento distintivo en lo que hace a la producción de ideas, propia de los miembros de la comunidad más amplia de pertenencia: la capacidad de innovación.
Robert Merton ha señalado bajo qué condiciones la desviación de la conducta (i. e. innovación) respecto de los códigos sociales establecidos podría considerarse como algo “que puede esperarse”. Merton entendía que las estructuras sociales ejercían una presión definida sobre ciertas personas de la sociedad para que sigan una conducta inconformista y no una conformista respecto del statu quo. Esto era, en definitiva, lo que se encontraba detrás de la anomia, según era entendida por el autor. Por lo tanto, este concepto refiere en su obra a una de las formas en que los agentes pueden responder a las coacciones de la estructura social. Merton introduce así la variable de la estratificación social en su teoría de la anomia, haciendo depender el grado de coacción ejercido sobre un agente de su posición al interior de un grupo. De esta forma, la situación anómica tiene lugar cuando los agentes adquieren compromisos emocionales fuertes con los fines que la sociedad propone, al tiempo que no se los provee de las herramientas que les posibilitarían alcanzarlos a través de medios considerados socialmente válidos. Esta actitud “pueden adoptarla individuos de todos los estratos sociales”, aunque se “muestran uniformemente proporciones más altas en los estratos inferiores”, por lo que es sobre ellos que “se ejercen las presiones más fuertes hacia la desviación” (Merton, 2002: 223).
Trasladado el argumento hacia el mundo académico, es decir, hacia el espacio privilegiado de desenvolvimiento de los intelectuales y de la producción de ideas, puede también verse cómo la distancia entre los “fines culturales” considerados deseables y los medios legítimos establecidos, que en términos de Pierre Bourdieu serían “las reglas del campo”, lleva a que quienes ocupan posiciones subordinadas tiendan a la “innovación” en la producción de ideas si es que aspiran, eventualmente, a llegar a las posiciones dominantes. Sin la intención de forzar las categorías (puesto que las trayectorias de los agentes que se abordarán no se expresan en la dinámica de un campo propiamente dicho, o en todo caso, lo hacen en un campo en proceso de formación), aquí se estudiarán de manera comparada dos productores de bienes culturales intentando dar cuenta de las distintas apuestas que realizaron en relación con el mundo académico y, en particular, la sociología.
En principio, esto implica que los autores a abordar deben ser situados dentro de un grupo más amplio que, en términos muy generales, podría denominarse “clase media”, es decir, que se trata de agentes que mantenían una “dependencia material” respecto de las fracciones dominantes de la sociedad, aunque con la particularidad de poseer un abundante capital cultural (Bourdieu, 1999). Esta situación de subordinación respecto de quienes ostentaban los lugares privilegiados al interior del espacio de socialización por excelencia de las élites económicas, culturales y políticas de Argentina, como lo fueron las facultades de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y Córdoba (Agüero, 2017; Ortiz, 2012), implicó la adopción de ciertas estrategias “innovadoras” por parte de ambos agentes, aunque en disciplinas distintas.
Para decirlo en pocas palabras, y precisando el recorte del objeto a estudiar, los dos pensadores que se analizarán formaron parte de la misma clase social y sus trayectorias fueron extremadamente similares, pero la apuesta por la sociología fue contundente en un caso y no en el otro. En términos bourdesianos, la pregunta que guía estas reflexiones es por la ilussio de uno y otro, es decir, por la creencia en el valor de aquello que estaba en juego en relación con la práctica de la sociología y, por lo tanto, si valía o no la pena involucrarse e invertir recursos en esta disciplina. En este sentido, el concepto de ilussio es entendido como “interés” en un sentido fuerte, es decir que refiere al hecho de estar involucrado en un determinado “juego”. “Estar interesado quiere decir aceptar que lo que acontece en un juego social determinado tiene un sentido, que sus apuestas son importantes y dignas de ser emprendidas” (Bourdieu, 1995: 80).
Las trayectorias que aquí se abordarán son las de dos profesores de sociología argentinos de la primera mitad del siglo XX: Ricardo Levene y Raúl Orgaz. Ambos son representantes de una generación de “transición” en la historia de la sociología vernácula, ya que son el punto intermedio entre los pioneros de la disciplina que, por otra parte, fueron quienes los antecedieron en las cátedras que ellos luego ocuparían (Ernesto Quesada, en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, y Enrique Martínez Paz, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba) y, al mismo tiempo, apadrinaron a quienes darían la disputa por el sentido que la sociología adquiriría en el momento en que se expandió por toda América Latina la llamada “ola cientificista” hacia mediados del siglo XX, siendo los nombres propios de Gino Germani y Alfredo Poviña los representantes de tal conflicto a nivel local.
Lo sustancial del problema reside en la pregunta de por qué razón dos miembros de una misma generación, con orígenes y propiedades sociales similares y ocupando posiciones semejantes, pudieron llegar a tener visiones tan distintas sobre la misma disciplina que los acobijó y, en definitiva, que sus apuestas intelectuales hayan mostrado variaciones de magnitudes considerables. Puesto en otras palabras y perfilando el análisis histórico, ¿por qué Ricardo Levene y Raúl Orgaz, ambos intelectuales miembros de una clase media en ascenso, ambos formados en derecho y profesores universitarios de Sociología durante largos años, tuvieron producciones tan disímiles en relación con esta ciencia social? La pregunta no sólo es relevante por el hecho de comparar niveles de productividad de dos de los sociólogos más importantes del país de la primera mitad del siglo XX, sino porque dar cuenta de esta situación resultará, a su vez, en una posible respuesta al por qué de la ausencia de trabajos que aborden la historia de la sociología porteña durante el período de entreguerras.
En general, este campo de estudios ha privilegiado el período posterior a 1957 en la UBA (por ejemplo, Blois, 2018; Sidicaro, 1993; Verón, 1974, entre otros) y, aunque existen reflexiones sobre la época del Centenario, las que están centradas en Buenos Aires finalizan con la Reforma de 1918 (Pereyra, 2000). Por cierto, las investigaciones en torno a la sociología cordobesa (por ejemplo, Caracciolo, 2010; Grisendi, 2011; Requena, 2010) tampoco han pensado este caso en el contexto más amplio de la sociología argentina. Es decir que todavía no se han estudiado en forma articulada los desarrollos institucionales de las cátedras de Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Santa Fe para el período 1920-1940.
Más bien, lo habitual en este campo de estudios es encontrarse con dos sesgos, uno espacial (enfocarse en la sociología porteña) y otro temporal (partir del año establecido por Germani como el inicio de la sociología en Argentina). Aunque este no es el lugar para desarrollar un estado de la cuestión exhaustivo sobre el conjunto de investigaciones de esta rama de estudios, debe decirse que en términos generales han acompañado el “mito fundacional” de Germani, por lo que el hecho de que no existan indagaciones que aborden en profundidad las décadas de 1920 y 1930 se explica por los sesgos mencionados, especialmente el espacial. Como consecuencia, la hipótesis que se sostiene es que la sociología cordobesa adquirió centralidad entre la Reforma de 1918 y la fundación del Instituto de Sociología de Buenos Aires en 1940, momento en el cual la capital argentina recuperó el lugar más destacado dentro de la sociología local.
Esta afirmación se sustenta en el cotejo de las producciones intelectuales en torno a esta disciplina por parte de los líderes de las sociologías cordobesa y porteña de la época. Estas son el indicador que da cuenta de que las discusiones en torno al objeto de la sociología, su significado y el quehacer de los sociólogos se centraron en la ciudad mediterránea por estos años. Lo que esto implica para el desarrollo del trabajo es, por un lado, la reconstrucción del proceso de institucionalización de la disciplina a nivel superior en Buenos Aires y Córdoba, en el cual se insertaron ambos intelectuales y, por otro lado, la de sus trayectorias sociales y sus apuestas intelectuales, las cuales se ponderarán en base a la cantidad de escritos que uno y otro autor consagraron a la materia. La comparación de las propiedades sociales de Levene y Orgaz permitirá observar una serie de equivalencias que, sin embargo, se mostrarán heterogéneas en relación a una variable: la producción sociológica.
Esta comparación, que deberá ser ampliada y profundizada en futuras investigaciones, posibilita el control de la afirmación realizada en relación con la capacidad de innovación que presentan los agentes que ocupan posiciones subordinadas al interior de un campo. Esta forma de abordaje se enmarca entonces entre los enfoques comparativos que privilegian la confrontación de “sistemas más semejantes”, es decir, cuyo “tipo ideal” de investigación pasaría por encontrar entidades similares en todas las variables excepto en aquella que interesa explicar (Sartori y Morlino, 1994: 29-49).
Las trayectorias de los líderes de la sociología argentina hasta la década de 1940
La enseñanza de la sociología a nivel superior en Argentina data de finales del siglo XIX. En particular, la primera cátedra universitaria dedicada a la materia se fundó en 1898 a raíz de una serie de presiones que ejercieron algunos intelectuales porteños de la época, entre los que resaltaron Juan Agustín García y Carlos Octavio Bunge. Como ejemplo de tal afirmación puede citarse una ponencia presentada en el Congreso Científico Latinoamericano, celebrado en Buenos Aires en abril de 1898, en la cual se exponía que el mentado congreso, “a moción nuestra —decía Bunge—, ha declarado […] por unanimidad que «es conveniente incluir en los programas de instrucción universitaria y secundaria el estudio de la sociología»” (Bunge, 1898: 80).
La presión ejercida surtiría efecto y llevaría a la modificación del plan de estudios vigente en la recientemente creada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (en adelante, FFyL-UBA), comenzando a funcionar el primer curso de “Sociología” el 1 de junio de 1898. Fueron sus profesores más destacados en la primera mitad del siglo XX Antonio Dellepiane, Alfredo Colmo, Ernesto Quesada y Ricardo Levene, aunque seguramente los últimos dos tuvieron mayor relevancia dada la cantidad de años que permanecieron como titulares de la asignatura. En el caso de Quesada (titular entre 1905-1921), se trataba de un hombre perteneciente a los círculos de la élite porteña, miembro de una familia dedicada a los negocios bursátiles, aunque él en particular, y por motivos de la época, adquirió la mayor parte de su ingente fortuna al administrar la herencia de Eleonora Pacheco, su primera esposa, hija de Román Pacheco y Reynoso y nieta de Ángel Pacheco, célebre militar de las guerras de independencia (Buchbinder, 2012).
Levene, por su parte, había ingresado como suplente a la cátedra en 1911 y titularizó en 1922, luego del retiro de Quesada. A su vez, fundó el Instituto de Sociología en la FFyL-UBA en 1940 y se hizo cargo de la primera cátedra de “Sociología” de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (en adelante. FaHCE-UNLP) desde su fundación en 1924, permaneciendo en todos estos cargos hasta 1947, con lo cual su participación en esta disciplina abarca un período más que considerable de su trayectoria. Desafortunadamente su biografía es prácticamente desconocida en lo que refiere a su infancia y juventud por lo que la reconstrucción de su posición social de origen, ligada inevitablemente a la de sus padres, resulta dificultosa.
No obstante, algunos datos revelarían que, al igual que otros profesores de la cátedra como Dellepiane y Colmo, Levene era hijo de inmigrantes de sectores medios que vieron en la educación superior un canal de movilidad social ascendente. Nacido en Buenos Aires en 1885, provenía, según Manuel Gálvez (2002), de una familia de origen judío siendo su padre sastre de profesión. Levene fue un estudiante excepcional, ya que finalizó sus estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires en 1900 con tan sólo 15 años (Rajmanovich, 2016) y defendió su tesis de doctorado en Jurisprudencia en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (en adelante, FDCS-UBA), titulada Leyes Sociales, en 1906, cuando apenas había cumplido 21. Durante sus años de estudiante tuvo una incursión en el periodismo entre 1902-1904, escribiendo artículos sobre temas candentes de la época como la inmigración, los aranceles universitarios, las huelgas estudiantiles, etc., al tiempo que militó brevemente en política apoyando la candidatura presidencial de Carlos Pellegrini (Rodríguez, 2001).
Luego de su graduación, Levene tuvo un ascenso importantísimo a partir del acceso a diversos cargos de jerarquía a nivel docente e institucional consolidando su posición dominante hacia la década de 1930. En cuanto al primer rubro, además de los mencionados cargos de Sociología en la UBA y la UNLP, ejerció desde 1906 hasta finales de los años 20 como profesor del Colegio Nacional y la Escuela Normal N° 40 “Estanislao S. Zeballos”. En 1912 fue designado profesor suplente de “Historia del Derecho” en la FDCS-UBA, materia a cargo de Carlos Octavio Bunge, y en 1913 accedió a la titularidad de la cátedra de “Historia Argentina” de la “Sección de Filosofía, Historia y Letras” de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata (en adelante, FCJS-UNLP) (Finocchio, 2001). En la UNLP es donde alcanzó las posiciones más importantes ya que fue decano de la FaHCE-UNLP en dos ocasiones (1920-1923 y 1926-1930), institución en la que fundó la revista Humanidades y la Biblioteca de Humanidades en 1921 y el Instituto Bibliográfico en 1926 (Heras, 1959). Ese mismo año creó y dirigió el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires y, al finalizar su segundo decanato, fue elegido presidente de la UNLP por dos períodos consecutivos (entre 1930-1935).
Por fuera del ámbito de la enseñanza fue asesor letrado de la Dirección General de Vías de Comunicación y jefe del Departamento de Estadística de la Policía de la Provincia de Buenos Aires en 1915. En 1933 presidió la Comisión Revisora de Textos para la Enseñanza de la Historia y la Geografía y en 1938 promovió la creación de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, de la cual fue presidente hasta 1946. Dos años antes había sido designado vicepresidente de la Comisión del IV Centenario de la Fundación de Buenos Aires junto a Emilio Ravignani, su presidente (Heras, 1959). Y es precisamente con Ravignani con quien compartió una de sus apuestas intelectuales más importantes, es decir, aquella ligada al oficio de historiador, siendo especialmente relevante la dedicación a la Historia del Derecho desde la cátedra que heredaría luego de la muerte de Bunge en 1918.
Tanto Ravignani como Levene resultaron ser, junto a Diego Molinari, Rómulo Carbia y Luis María Torres, protagonistas principales de la renovación historiográfica de la década de 1920 que Juan Agustín García identificó como la “Nueva Escuela Histórica” (Zarrilli, Gutiérrez y Graciano, 1998). Precisamente, la Junta de Historia y Numismática Americana (a partir de 1938, Academia Nacional de la Historia), de la cual Levene fue presidente entre 1927-1931 y desde 1935 hasta su fallecimiento en 1959, fue un lugar clave de su trayectoria. En este contexto, un hecho que resulta llamativo es que, a pesar de haber adquirido la titularidad de dos cátedras de “Sociología” a comienzos de la década de 1920, su producción de reseñas, artículos, libros, etc., en relación con esta disciplina fue escasa.
En concreto, debería resaltarse que la producción sociológica de Levene, por lo menos hasta 1940, cuando funda y dirige el Instituto de Sociología, lo cual le hace tener alguna dedicación un poco más importante hacia la ciencia social, consiste fundamentalmente en siete textos: su tesis doctoral, Leyes Sociales (1906); el libro Leyes Sociológicas (1907), cuyo contenido es similar aunque no idéntico al de la tesis; el texto Los orígenes de la democracia argentina (1910), escrito para acceder al cargo de la cátedra de “Sociología” de la FFyL-UBA; la presentación que en 1928 hiciera de Célestin Bouglé en ocasión de la conferencia que brindara en la FaHCE-UNLP; el prólogo de 1934 que redactara al libro de Alfred Vierkandt, Filosofía de la Sociedad y de la Historia, impreso por la UNLP; el prólogo al manual de Justo Prieto, profesor de “Sociología” en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, titulado Síntesis Sociológica (1937); y finalmente, el artículo “Sarmiento, sociólogo de la realidad americana y argentina”, publicado por Humanidades (1938). Más allá de estos escritos, podrían mencionarse algunos de sus discursos (Escudero, 2010) y, con posterioridad a la fundación del Instituto de Sociología, aparecen algunos informes y, fundamentalmente, el libro Historia de las ideas sociales argentinas (1947).
Ahora bien, si estas intervenciones se compararan con la prolífica obra sociológica de Raúl Orgaz, no puede dejar de llamar la atención las diferencias en las apuestas que uno y otro autor realizaron en relación con la disciplina. En números precisos, a lo largo de su trayectoria académica Orgaz redactó un total de 146 artículos, siendo la mayoría publicados por el diario La Prensa (46), la Revista Derecho, Historia y Letras (18), la Revista de Filosofía de José Ingenieros y Aníbal Ponce (16) y la Revista de la Universidad de Córdoba (11). El resto de sus trabajos se reparten entre la Revista Argentina de Ciencias Políticas (6), la Revista Jurídica de Córdoba (3), el Boletín de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNC (3), los Anales de la Academia de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (3), la Revue Internationale de Sociologie (3) y el diario La Voz del Interior (3), más alguna publicación esporádica en otros foros como la revista Humanidades de La Plata, el Boletín del Instituto de Sociología de Buenos Aires o el Instituto de Filosofía de la UNC[1].
Es importante resaltar que la labor sociológica e historiográfica de Orgaz se basó principalmente en la publicación de artículos ya que prácticamente la mitad de sus libros consistieron en compilaciones. Así, de sus 15 obras publicadas, siete pueden considerarse originales[2], seis fueron compilaciones[3], y finalmente aparece una mélange entre textos publicados e inéditos que sería su opera magna, Sociología (1942), reeditada en 1946 con ligeras modificaciones. De todos ellos, 10 fueron publicados en Córdoba (ocho por Imprenta Argentina, una editorial del reformismo universitario) y cinco en Buenos Aires, estos últimos entre 1924 y 1933[4]. Ahora bien, ¿cuál fue el contexto de institucionalización de la sociología en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (en adelante, FDCS-UNC) y de qué manera se vinculó Orgaz con ella?
En la universidad de la ciudad mediterránea, la actualización del sistema de enseñanza fue motivo permanente de conflicto entre sectores clericales y liberales durante el siglo XIX, siendo que ya desde la propuesta del deán Funes se habían hecho palpables “las dificultades para romper con el marco escolástico y con la impronta religiosa que signaba a la casa de estudios cordobesa” (Buchbinder, 2010: 21). Para fines de la centuria, puede citarse como ejemplo la conocida anécdota de las primeras tesis de la FDCS-UNC, pertenecientes a José del Viso (1883) y Ramón J. Cárcano (1884), las cuales fueron rechazadas porque no se atenían al dogma católico. Esto evidencia que la estrecha vinculación con la Iglesia y el modelo de enseñanza adoptado por la UNC, es decir, aquel surgido en Europa occidental en tiempos medievales, aún mantenía vigencia hacia fines del siglo XIX y resultó una herencia que condicionó en gran medida los intentos de modernización de la universidad cordobesa.
En esta época, y a pesar de que el Congreso había aprobado en 1878 la ley por la cual se creaba la Facultad de Humanidades de la UNC sobre la base del Colegio Monserrat, en la práctica nunca se implementó. Posteriormente, con la sanción de la “ley Avellaneda” en 1885, la UNC pretendió adoptar una orientación profesionalista en tanto la ley consideraba que la articulación de saberes debía “responder al propósito de las profesiones más requeridas por la sociedad” (Chaves y Dain, 2013: 26). Entonces, aunque la Universidad de Córdoba se mostraba con intención profesionalista en la vuelta de siglo tenía como cuenta pendiente “el desarrollo de los estudios de las humanidades” (Chaves y Dain, 2013: 28). Hacia 1887 la FDCS-UNC
“manifestando el propósito de «uniformar» la enseñanza con la de la Facultad de Derecho de Buenos Aires [...] reformó nuevamente el plan de estudios. Las novedades incorporadas —Introducción al Derecho y Filosofía del Derecho— completaban por fin la supuesta afinidad con el esquema de materias, títulos profesionales y formas de graduación que en Buenos Aires habían terminado de definirse en la primera mitad de la década de 1870”. (Chaves, Dain y del Caño, 2013: 49)
A su modo, en Córdoba también se impulsó el desarrollo de una “cultura científica” (Terán, 2008), la cual alimentaba el ascenso de los “hombres de ciencia” frente a los espacios ya consagrados de la Medicina y el Derecho. En este contexto, si bien la sociología no dejaría de ser en todo el siglo XX un conocimiento auxiliar en la formación de abogados, en el marco de la modernización de la educación superior el estímulo al desarrollo de la disciplina estuvo estrechamente vinculado a la firme convicción de renovar la institución universitaria (Grisendi, 2010).
Es en este marco de disputas entre católicos y liberales en los claustros universitarios que la fundación de la cátedra, impulsada por los últimos, llevó a que Isidoro Ruiz Moreno y Urquiza, familiar del general Justo José de Urquiza por parte de su madre, asumiera el cargo de profesor titular de “Sociología” entre 1907-1908, la cual abandonó luego de ser electo diputado provincial por el Partido Autonomista Nacional. El breve paso de Ruiz Moreno por la cátedra dio lugar a que su suplente, Enrique Martínez Paz, lo reemplazara en la titularidad durante el período 1909-1918. Martínez Paz, al igual que Ruiz Moreno, tenía un origen patricio ya que era el único hijo de un acaudalado matrimonio conformado por el dueño de la empresa de tranvías de la ciudad, Pedro Martínez Caballero, y Constancia Paz y Peña, quien pertenecía a la tradicional familia Paz. La condición social que ostentaban ambos agentes los distingue claramente de quien los sucedería en el cargo.
Así, la cátedra de “Sociología” contó entre sus primeros estudiantes a un joven entusiasta de la ciencia social que, como ya se ha visto, llegaría a desarrollar una vasta producción ligada a la materia. Nacido en Santiago del Estero en 1888, Raúl fue el hijo mayor de 10 hermanos producto del matrimonio de Eleodoro Orgaz, un agrimensor que trabajó en una oficina precursora de lo que después sería Catastro en Córdoba, y Mercedes Ahumada, hija de una familia tradicional de la Villa de San Pedro en Traslasierra (Ighina, 1996). Desde muy temprana edad, Raúl se vinculó con personajes como Arturo Capdevila y Octavio Pinto, quienes, con su propio hermano Arturo, formaron parte del círculo que rodeó a Martínez Paz.
Luego de concluir sus estudios en el Colegio Monserrat, su vocación sociológica orientó de forma acentuada sus lecturas durante sus años de estudiante universitario. Sus primeras publicaciones muestran un predominio en el interés por discutir las proposiciones de la ciencia social. En general, estas primeras aproximaciones se plasmaron en artículos de la Revista Derecho, Historia y Letras, la cual era dirigida por Estanislao Zeballos, profesor de Derecho Internacional Privado en la Universidad de Buenos Aires. No por casualidad, Zeballos sería padrino de su tesis, la cual defendió en 1913. Una vez concluidos sus estudios en Derecho, la Universidad Nacional de Córdoba le concedió una beca para estudiar en Europa (lo cual da cuenta de que no poseía recursos propios para realizar este tipo de viajes, a diferencia de otros sociólogos de la época como, por ejemplo, los porteños Ernesto Quesada o Leopoldo Maupas). Desafortunadamente, como comenta Henoch Aguiar,
“lo sorprendió la guerra del 14, cuyo estallido lo obligó a regresar al país antes de haber cumplido su programa de estudio que se había trazado y, cuando sólo había visto superficialmente a Londres, La Haya, Bruselas y comenzado a asistir en «La Sorbona», a alguno de los cursos dictados por eximios profesores como Durkheim, Capitant, Planiol”. (Aguiar, en Orgaz, 1960: 10)
Inmediatamente luego de su regreso al país ingresó a la cátedra de “Sociología” de la FDCS-UNC en 1915[5], en carácter de suplente, para luego de la Reforma convertirse en titular hasta 1946, lo que no haría sino profundizar su especialización en la ciencia social de la modernidad. Al margen de su participación en dicha cátedra, dictó clases de “Historia Argentina” y “Castellano” en el Colegio Monserrat entre 1915 y 1946[6] al tiempo que formó parte de comisiones evaluadoras de idiomas, por ejemplo, de italiano. También, aunque de forma más modesta, tuvo participación en algunos cargos a nivel institucional. En este rubro se destacan su ejercicio como decano de la Facultad de Derecho (1942-1943), vicerrector y rector interino de la UNC (1943, 1945) y presidente del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba (1944), aunque como se ve ejerció esos cargos por breve tiempo y hacia el final de su trayectoria.
Entonces, podría afirmarse que Orgaz perteneció, para decirlo con Bourdieu (1999), a la fracción dominada de la clase dominante, en tanto se ganó la vida como asalariado. No formó parte de una familia adinerada ya que su padre fue un empleado estatal y su madre ama de casa. Sus ingresos provenían de su ocupación como abogado en el estudio jurídico que pertenecía a Henoch Aguiar, donde trabajó durante un cuarto de siglo, y al cual había ingresado luego de que Arturo Capdevila dejara la ciudad en 1922. Combinado con el dictado de clases a nivel secundario y universitario, estas fueron sus actividades principales. Por lo tanto, puede apreciarse que su condición social podría mostrar un “avance” en relación con la capacidad de “innovación” al interior de la disciplina, comparado con sus antecesores Ruiz Moreno y Martínez Paz, siendo análoga a la condición que en Buenos Aires mostraba Levene en relación con Quesada.
Pero antes de avanzar, debería mencionarse otra de las apuestas intelectuales de Orgaz que, aunque esté por fuera del objeto de estudio aquí propuesto, fue en el campo de la historia, rubro en el cual también entabló relaciones con Levene. En el contexto de la política expansiva desarrollada por la Junta de Historia y Numismática Americana en la década de 1920, se fundaron filiales en el interior del país, siendo Martínez Paz y Orgaz los iniciadores de la de Córdoba. Posteriormente, Orgaz participó de la fundación del Instituto de Estudios Americanistas en 1936 (además del de Filosofía), durante el rectorado de Sofanor Novillo Corvalán en la UNC, y fue, asimismo, delegado en el Congreso Científico Panamericano de Lima (1925), en el II Congreso Internacional de Historia Americana de Buenos Aires (1937) y en viajes a los Estados Unidos a comienzos de los 40 (Requena, 2010).
Finalmente, en cuanto a su ubicación en el espectro ideológico, resulta una tarea más difícil de lo que, a priori, podría pensarse. Por fuera de sus simpatías por el reformismo universitario, lo cual lo ligaría al liberalismo reformista de principios de siglo, Aguiar manifestó que Orgaz era partidario del radicalismo (Aguiar, en Orgaz, 1960). No obstante, este abogado cordobés, cuadro de la Unión Cívica Radical, obvia mencionar que Orgaz ingresó al Partido Socialista (PS), al cual pertenecía hacía varios años su hermano Arturo, luego del golpe de 1930 (Tcach, 2012). De hecho, el PS presentaría la fórmula Nicolás Repetto-Arturo Orgaz a la elección presidencial de 1937. Costaría, por tanto, encontrar en Raúl un adherente al sabattinismo, aunque sus cargos de mayor jerarquía hayan sido durante un gobierno de dicho signo[7]. Por otro lado, si se tiene en cuenta que la mayor parte de sus artículos fueron publicados en un diario liberal-conservador como La Prensa[8], se evidencia una pluralidad que estaría a la par del eclecticismo que presenta su obra sociológica.
Evidentemente no fue un hombre de “izquierdas” tal como lo caracterizó Roberto Ferrero (1984) aunque, si se tiene en cuenta el clivaje dominante en el ambiente universitario cordobés en el cual estaba inserto, tampoco podría considerárselo un partidario del conservadurismo clerical. Podría entonces concluirse que en Orgaz primó su pertenencia a la corporación judicial cordobesa a través de la FDCS-UNC, con acercamientos eventuales a sectores más progresistas o más conservadores. Más allá de los lazos establecidos por la coyuntura, en sus trabajos se adivina una mirada afín al liberalismo. De lo contrario no se entendería su alejamiento de la UNC en 1946 “por razones de carácter político” (Chamorro Greca, 2007: 25). De todas maneras, en Orgaz primó la dimensión intelectual con una verdadera vocación sociológica formando parte de su labor académica de principio a fin.
La apuesta por la sociología
Este racconto de las trayectorias de Levene y Orgaz resulta axial para la explicación del motivo por el cual sus apuestas en relación con la sociología resultaron tan disímiles. Si se presta atención a los elementos recogidos en el apartado anterior podría decirse que, en términos generales, los dos tuvieron inserciones en las mismas tres esferas de conocimiento: sociología, historia y derecho. La cuestión a explicar es por qué mientras para Levene resultaron ser más importantes la historia y el derecho (y a la postre, la historia del derecho) que la sociología, por el contrario, para Orgaz la sociología fue su principal apuesta, quedando relegada la historia a un segundo plano yla práctica del derecho solo como un medio de subsistencia en el estudio jurídico en el cual trabajó en relación de dependencia. Como ya se ha dicho más arriba, en términos bourdesianos, el elemento a explicar es la illusio adquirida por Orgaz en relación a la sociología.
Entonces, si se quisieran sintetizar las relaciones que ambos autores tuvieron solo en relación con la sociología deberían tomarse los datos biográficos esenciales de uno y otro y cómo se vincularon a esta ciencia social para poder establecer puntos de comparación. De allí podría observarse lo siguiente:
Cuadro 1: Síntesis biográfica comparativa Ricardo Levene-Raúl Orgaz
Datos | Ricardo Levene | Raúl Orgaz |
Años de vida | 1885-1959 | 1888-1948 |
Origen social | Hijo de inmigrantes | Hijo de migrantes internos |
Estudios realizados | Derecho en Buenos Aires | Derecho en Córdoba |
Fecha de graduación (doctorado) | 1906 | 1913 |
Ingreso a la cátedra de “Sociología” (suplente) | 1911 (FFyL-UBA) | 1915 (FDCS-UNC) |
Titularización de la cátedra de “Sociología” | 1922 (FFyL-UBA) // 1924 (FaHCE-UNLP) | 1918 (FDCS-UNC) |
Producción sociológica | 4 Libros y 7 Artículos[9] | 15 Libros y 146 Artículos[10] |
Alejamiento de la cátedra de “Sociología” | 1947 | 1946 |
Fuente: elaboración propia.
El cuadro muestra una serie de similitudes que podrían resumirse en lo siguiente: ambos autores pertenecieron a una misma generación; los dos fueron hijos de inmigrantes (internos uno, extranjeros el otro); ambos venían de familias de clase media, las cuales tuvieron la posibilidad de educar a sus hijos en la universidad; los dos se formaron en las facultades de Derecho de sus ciudades respectivas, pero tuvieron una temprana inclinación por la sociología; la fecha de ingreso a las cátedras de “Sociología” como profesores suplentes, el año de su titularización y la fecha de su alejamiento de las cátedras son prácticamente coincidentes. Por otra parte, se desprende también de sus trayectorias que la consolidación de sus patrimonios económicos tuvo lugar, probablemente, hacia las décadas de 1930 en el caso de Levene (momento en que deja de dictar clases en la escuela secundaria y es elegido presidente de la UNLP) y 1940 en el de Orgaz (cuando llega al Rectorado de la UNC y a presidir el Tribunal de Justicia de Córdoba). Sin embargo, si se tiene en cuenta que Levene fue profesor titular de dos cátedras de “Sociología”, mientras que Orgaz tan solo de una, ¿por qué este último invirtió tanto esfuerzo para actualizarse y producir innovaciones (dentro de los límites de su época), mientras el primero produjo tan poco?
La única respuesta que puede desentrañar el problema es de carácter sociológico y se corresponde con una nueva similitud entre Levene y Orgaz, la cual podría describirse a partir del concepto de “grupo de referencia” desarrollado por Merton. Este sociólogo norteamericano entendía que la “socialización anticipadora” resultaba ser una función positiva de integración de los individuos que se orientaban hacia grupos a los cuales no pertenecían. Es decir que solía ocurrir en distintas instituciones que se tomara como sistema de referencia el conjunto de normas y valores propios de un grupo del cual no se formaba parte y, por lo tanto, se obrara de forma positiva hacia ellos. En palabras del autor, “para el individuo que adopta los valores de un grupo al cual aspira, pero al cual no pertenece, esta orientación [a las normas del grupo que no se pertenece] puede servir a la doble función de ayudar a su elevación dentro de ese grupo y de facilitar su adaptación una vez que ha llegado a formar parte de él” (Merton, 2002: 345).
De esta manera, tanto Levene como Orgaz veían a la élite argentina, con la cual compartieron el espacio de socialización de las facultades de Derecho de Buenos Aires y Córdoba (Agüero, 2017; Ortiz, 2012), como el grupo social de referencia del cual aspiraban a formar parte, por lo que sus apuestas intelectuales más importantes debieron estar inevitablemente ligadas a las actividades que realizaban en vínculo con ella. De tal forma que la única diferencia en relación con la sociología entre Levene y Orgaz consiste en el espacio social en el cual impartieron la materia, ya que el reclutamiento del público que asistía a cada una de estas instituciones resultaba bien distinto. Así, mientras Levene dictaba la materia en las facultades de Filosofía y Letras de Buenos Aires y Humanidades de La Plata, espacios que podrían pensarse mayormente compuestos por miembros de la clase media (Buchbinder, 1997; Finocchio, 2001), Orgaz estaba a cargo de la misma asignatura en la Facultad de Derecho, el cual constituía “el espacio del poder” de la sociedad cordobesa (Caracciolo, 2010: 39).
Esto implica una diferencia cualitativa de magnitudes considerables, la cual solo se manifiesta cuando se comparan las producciones de uno y otro autor en relación con la disciplina. El hecho de que la inserción de Orgaz en la sociología se diera en la FDCS-UNC es la causa de que su principal apuesta intelectual estuviera ligada a dicha disciplina y, como corolario, la abundante producción, actualización e innovación que dejó en relación con esta materia. Esto se debió a que la sociología fue para Orgaz el principal canal de diálogo con los sectores dominantes de la sociedad cordobesa ya que, por lo visto anteriormente, no compartió otros espacios de socialización con la élite de la ciudad por fuera de la cátedra universitaria hasta su ingreso al Tribunal Superior de Justicia de Córdoba en 1943. Por ello, convertirse en la referencia de la sociología para los miembros de la élite de la ciudad mediterránea se transformó en el principal interés intelectual del sociólogo santiagueño.
Si su trayectoria no mostró avances hacia la investigación empírica, la cual comenzó en el ámbito académico argentino recién hacia la década de 1940, luego de la fundación del Instituto de Sociología de la UBA y los inicios de la labor en su interior de Gino Germani (González Bollo, 1999), es producto de las dificultades de encarar un proyecto colectivo exitoso en el ámbito en el que se desenvolvía, es decir, dentro de la rigidez que mostraban las estructuras de la FDCS-UNC. De hecho, hacia comienzos de la década de 1940 Orgaz había comenzado a ver con buenos ojos la articulación de la teoría con la empiria, tal como lo expusiera en el prólogo al libro Sociología y Filosofía Social de Renato Treves (Orgaz, 1941). Orgaz se sitúa entonces en una época de transición hacia la constitución de un nuevo mercado de bienes culturales del cual no pudo obtener frutos, ya que falleció en 1948, cuando la sociología científica estaba aún en vías de formación.
Por el contrario, el vínculo de Levene con la élite porteña que se formaba en la FDCS-UBA tuvo lugar a partir de las cátedras de “Introducción al Derecho” e “Historia del Derecho”. A pesar de que sería un capítulo aparte y que, por otro lado, correspondería a los historiadores del Derecho indagar qué tanto innovó en los estudios de este campo, lo cierto es que basta ver que el Instituto de Historia del Derecho de la FDCS-UBA lleva el nombre de este historiador porteño para tomar conciencia de que Levene invirtió una mayor cantidad de recursos en este rubro antes que en la sociología. Un indicador interesante que confirma esta aseveración es que, cuando en 1947 se sancionó la ley universitaria 13.031, la cual indicaba en su artículo 59 que ningún profesor titular podría desempeñarse al mismo tiempo en más de una cátedra, Levene optó por renunciar a las materias de Sociología y se quedó con “Historia del Derecho” en Buenos Aires. Sin desconocer la abundancia de notas manuscritas y mecanografiadas existentes en su archivo personal[11] vinculadas a libros de sociólogos de su época, lo cierto es que solo fueron anotaciones preparadas para el dictado de clases, antes que un proyecto original ligado al estudio de la ciencia social.
Conclusiones
A lo largo del presente trabajo se han movilizado algunos elementos nodales de la sociología del conocimiento, para aplicarlos al análisis comparado de las trayectorias de dos destacados exponentes de la sociología argentina. A partir de su abordaje, se ha podido explicar el hecho de que su condición subordinada al interior de la clase dominante los impulsara a realizar innovaciones con el fin de alcanzar posiciones elevadas en el campo intelectual. Se ha visto que, si bien mostraban similitudes notables en muchas de sus características, la diferencia sustancial entre uno y otro radicó en el espacio social en el cual dictaban sociología, de tal manera que esta disciplina resultaba ser mucho más atractiva y, por lo tanto, pasible de ser objeto de inversiones más abundantes cuando formaba parte de la carrera de abogacía. Esto se debía a que las élites locales se abocaban al estudio de esta profesión, con lo cual resultaba ser lo que los vinculaba con la clase dominante, a diferencia de lo que ocurría cuando la materia formaba parte de otras carreras como historia, filosofía o letras. De aquí que la inversión intelectual de los agentes analizados estuviera estrechamente ligada al área de desempeño en las facultades de Derecho, antes que en las de Filosofía y Letras y, en definitiva, esto es lo que terminó por explicar la apuesta de Orgaz por la sociología y la escasa producción de Levene en este campo de estudios.
Si a la labor que Orgaz desarrolló desde su titularización en 1918 se suman las producciones de Poviña y Francisco W. Torres, adjuntos de la cátedra desde 1930, se evidencia una masa de trabajos sociológicos que no tiene comparación ni con Buenos Aires ni con Santa Fe, es decir, donde se encontraban las otras cátedras de sociología que funcionaban en Argentina por la época. Por lo tanto, el desplazamiento del eje de la sociología argentina y la centralidad cordobesa adquirida durante el período de entreguerras resulta una evidencia que solo puede ser soslayada si se adopta la perspectiva germaniana que entiende que los sociólogos previos a 1957 fueron practicantes de una filosofía social de orientación metodológica romántico-idealista, antes que “la” sociología, propiamente dicha.
A partir de estos elementos, y como hipótesis para futuras indagaciones, podría pensarse que si el nivel de innovación de los agentes al interior de la sociología depende en gran medida de qué tanto se encuentren, por sus propiedades sociales, en una condición subordinada respecto de quienes ocupan posiciones dominantes en el campo, por lo menos una parte del resultado de la disputa de mediados de siglo XX por el liderazgo de la disciplina en Argentina puede explicarse por este motivo. En concreto, si se observa quién sucedió a Orgaz en el cargo, es decir, Alfredo Poviña, puede apreciarse que se trataba de un agente que, por sus características fundamentales, resultaba muy parecido a los sociólogos del Centenario (Quesada o Martínez Paz), tanto por su pertenencia a una familia tradicional de Tucumán, como por el hecho de que su menester principal fuera en el Poder Judicial, al frente de un Juzgado.
De aquí que pueda deducirse que sus propiedades sociales resultaron ser uno de los motivos que lo alejaron de la posibilidad de innovar en la materia, ya que si se observa su producción podría apreciarse que simplemente se inclinó hacia la adopción del programa de sociología desarrollado originalmente por Orgaz, quien fuera su maestro en las décadas de 1920 y 1930 en la FDCS-UNC. Poviña fue así representante de la tradición sociológica denominada, de manera peyorativa, como “sociología de cátedra”, la cual puede encontrarse expresada en su manual Cursos de Sociología, originalmente publicado en 1945 pero repetido en lo sustancial, aunque con actualizaciones, hasta la década de 1980.
Por el contrario, Gino Germani, al margen de que pudo insertarse en el proyecto colectivo llevado a la práctica por Levene, desarrollado en un ambiente con mayor plasticidad que el que Orgaz podía tener en Córdoba, fue un agente con características que, por un lado, lo volvían aún más marginal que Levene y Orgaz en sus primeros años al frente de las cátedras de “Sociología” y, por otro lado, poseía una formación en economía que traía de su Italia natal, por lo que representó un verdadero cambio en lo que hacía a la definición de la sociología, los alcances y los límites de la disciplina, la metodología para abordar la realidad social, etc. En definitiva, se trataba de un agente con condiciones que lo habilitaban a generar una modificación sustantiva de las “reglas del juego” con las que se practicaba la sociología, por lo menos hasta la década de 1950.
De esta manera, en Germani podrá observarse la introducción de un nuevo estilo de hacer sociología, que se vinculaba fuertemente al trabajo empírico y la movilización de un instrumental estadístico que no se encuentra en ninguno de sus predecesores. De aquí la modificación de lo que hasta ese momento significaba la sociología, ser sociólogo y la práctica profesional de la disciplina. Por lo tanto, un cotejo entre Germani y Poviña daría cuenta del enriquecimiento que significó para la sociología porteña los aportes del sociólogo italiano y del empobrecimiento de la sociología cordobesa que expresó la obra del sociólogo tucumano, aunque esta comparación de trayectorias ya forma parte de otro trabajo.
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[1]Notas
La reconstrucción completa de su bibliografía se encuentra en Orgaz (1960).
[2] Condición jurídica internacional de las sociedades anónimas (1913); La sinergía social argentina (1924); Introducción a la sociología (1933); Echeverría y el saintsimonismo (1934); Alberdi y el historicismo (1937); Vicente Fidel López y la Filosofía de la Historia (1938); Sarmiento y el naturalismo histórico (1940).
[3] Estudios de Sociología (1915); Cuestiones y notas de historia (1922); Páginas de crítica y de historia (1927); Ideas y doctrinas de nuestro tiempo (1929); La ciencia social contemporánea (1932); Ensayo sobre las revoluciones (1945).
[4] Con una reedición de las conferencias del Colegio Libre de Estudios Superiores, Introducción a la Sociología (1933), en 1937.
[5] Ese mismo año Orgaz ingresó al Poder Judicial como Secretario del Juzgado Federal de Córdoba, pero permaneció allí tan solo hasta el año siguiente. Su reinserción tuvo lugar recién en 1943, como vocal del Tribunal Superior de Justicia de la Provincia hasta 1947 (en 1944 presidió el cuerpo) (Requena, 2010).
[6] En uno de los prólogos a los libros publicados luego de la muerte de Orgaz, Aguiar comentaba que Capdevila recibió una carta de Orgaz luego de su cesantía en la cual escribía: “he perdido mi apacible club (llamo así a la tertulia intermitente de los recreos en el Colegio Nacional)” (citado por Aguiar en Orgaz, 1950: 20).
[7] Esto se explica porque los reformistas, aunque no se llevaron nada bien con Sabattini por su declaración como neutral ante la Gran Guerra y su aceptación de una condecoración de Mussolini, tuvieron buena relación con su sucesor Santiago del Castillo, gobernador de Córdoba entre 1940 y 1943 y, sobre todo, con Arturo Illia, su vicegobernador, quien encabezó el cortejo fúnebre de Deodoro Roca en junio de 1942 (Ferrero, 1984).
[8] Una hipótesis plausible respecto de su inserción en este diario supone que Orgaz usufructuó el contacto con Estanislao Zeballos, que tenía relación con José C. Paz, dueño de la empresa periodística (Grisendi, 2011).
[9] Aquí se toma como libro su tesis doctoral y como artículos tanto la presentación de Bouglé como los prólogos a los libros de Vierkandt y Prieto. A su vez, se tiene en cuenta un artículos posterior a 1940: “José Victorino Lastarría, sociólogo” (1942), publicado por el Boletín del Instituto de Sociología de Buenos Aires.
[10] En el caso de Orgaz se utiliza un criterio laxo para designar el conjunto de sus obras como “sociológicas”, ya que resulta complejo circunscribir algunos trabajos exclusivamente al campo de la historia o de la sociología, tal como pueden ser sus textos sobre Echeverría, Alberdi y Sarmiento. A su vez, en términos generales aun sus escritos con mayor cantidad de contenido histórico mantuvieron estrechas relaciones con la sociología, como por ejemplo La sinergía social argentina (1924).
[11] La referencia es a la Biblioteca, Museo y Archivo “Ricardo Levene”, la cual funciona en la que fuera la casa de Levene en el barrio porteño de Recoleta y que actualmente forma parte de la Biblioteca Nacional de Maestros.