La vida asociativa e institucional de los italianos de la ciudad de Córdoba durante el período de entreguerras (1922/1939). Entre adhesión y resistencia al fascismo

[The associative and institutional life of Italians residents in the city of Córdoba in the interwar period (1922/1939). 

etween adhesion and resistance to the fascist regime]

 

María Teresa Monterisi

(Facultad Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba)

 mariatmonte@libero.it

 


Resumen: La investigación llevada a cabo analiza la vida asociativa de los italianos en Córdoba durante el período de entreguerras. Su objetivo es reconocer el grado de adhesión y resistencia a la acción diplomática y a la propaganda que el régimen fascista ejerció sobre la colectividad que, a inicios del siglo XX, contaba con una vasta y sólida red asociativa que cubría necesidades asistenciales y sociales. No obstante, la misma se presentaba fragmentada por rivalidades personales y regionales, y, fundamentalmente, por el reconocimiento o el rechazo del Risorgimento como evento histórico fundador del estado italiano. El advenimiento del Fascismo crearía una nueva y diferente línea de fractura que se investiga a través de fuentes indirectas, como los periódicos locales, visto que no se han conservado los archivos de la mayoría de las asociaciones existentes en dicho período.

Palabras clave: Córdoba; Asociacionismo; Fascismo; Antifascismo; Italianos

Abstract: The research analyses the associative life of Italians in Córdoba, during the interwar period. Its aim is to recognize the degree of adhesion and resistance to the diplomatic action and propaganda that the fascist regime exerted on the community that, at the beginning of the 20th century, it had a vast and solid associative network that covered welfare and social needs. Nevertheless, this community was fragmented by personal and regional rivalries, and, fundamentally, due to the recognition or rejection of the Risorgimento as the founding historical event of the Italian state. The advent of Fascism would create a new and different line of fracture that is investigated through indirect sources, such as local newspapers, since the archives of the majority of the associations existing in that period have not been preserved.

Keywords: Córdoba; Association; Fascism; Anti Fascism; Italians

 

Recibido: 06/09/2024

Evaluación: 09/09/2024                                                  

Aceptado: 26/11/2024

 

La vida asociativa e institucional de los italianos de la ciudad de Córdoba durante el período de entreguerras (1922/1939). Entre adhesión y resistencia al fascismo                                     

En el año del centenario del asesinato de Giacomo Matteotti

 

La investigación llevada a cabo analiza la vida asociativa e institucional italiana en la capital provincial, durante el período de entreguerras, con el objetivo de reconocer el grado de adhesión y rechazo a la política y a la propaganda que el régimen fascista ejerció sobre la colectividad que, a inicios del siglo XX, presentaba una vasta y sólida red institucional. La temática abordada no ha sido objeto de análisis específico en la historiografía cordobesa, excepto algunos casos que lo tratan de modo indirecto como Vidal (2013) y Vagliente (2007), más interesados en analizar la vinculación de la Sociedad Católica Popular Italiana con la Iglesia que con el fascismo. Por su parte, Tcach (2007) y Sánchez (2023), han tratado la relación entre la prensa y la jerarquía católica con el régimen fascista en un determinado período de tiempo; asimismo, Tcach (2008), ha analizado el impacto del mismo en la sociedad cordobesa centrándose en la influencia que esa ideología tuvo en grupos políticos de matriz católica conservadora inspirados, en parte, en el modelo político e ideológico mussoliniano.

Mayor ha sido la producción de estudios referidos a la influencia y expansión del fascismo en Argentina llevados a cabo por, entre numerosos otros, Gentile (1986; 1995); Newton (1995); Zanatta (2003); Grillo (2004; 2006); Sergi (2007); Scarzanella (2007); Prislei (2008); Finchelstein (2010) y Fotia (2015). Tampoco faltan interesantes estudios de casos específicos como los de Leiva (2011); Cortese (2011); Cimatti (2016; 2016a; 2021); Fotia y Cimatti (2021); y Maggio (2023). Los primeros, al referirse al contexto argentino, por lo general se centran en Buenos Aires y solo hacen escasa referencia a lo que sucedía en el interior argentino en el período indicado. En cuanto a los segundos, se trata de estudios centrados en una determinada celebración (XX Settembre), en una ciudad (Bahía Blanca), institución (Círculo Italiano de Buenos Aires) o periódico (Il Mattino d’Italia). No se puede dejar de citar a Devoto (2007) que analiza el fenómeno desde una amplia perspectiva temporal, pero centrándose en la Capital Federal.

Considero que el análisis del caso de Córdoba puede enriquecer la ensayística existente al ser enfocado desde la perspectiva local, abarcando un mayor arco temporal y comprendiendo la totalidad del mundo asociativo italiano de Córdoba. El enfoque no puede dejar de tener en cuenta un contexto más amplio como lo era la sociedad receptora, también ella atravesada por la irrupción del fascismo en la escena nacional e internacional. Este fenómeno reforzó el conservadurismo local —de carácter clerical y aristocratizante—, que estaba en pugna con las fuerzas políticas opositoras de matriz liberal y eran celosas defensoras del sistema republicano democrático, desde el radicalismo hasta el socialismo y el comunismo.

La investigación se ha debido realizar a partir de fuentes indirectas, ya que las generadas por las diferentes asociaciones no han sido conservadas,[1] excepto las de la Sociedad Católica Popular Italiana. Se han consultado periódicos de diferente orientación político-ideológica:[2] Los Principios, expresión del conservadurismo clerical cordobés que en la década de 1930, posibilitó la publicación semanal de La Página de Italia, financiada por el consulado italiano; La Voz del Interior, expresión de modernidad democrática, filo radical, de matriz liberal y anticlerical, por lo tanto muy crítico del régimen fascista italiano; El País, órgano oficial del conservador Partido Demócrata en cuyo seno convivían elementos fascistas y antifascistas, que solía ceder sus columnas a cuestiones que afectaban la vida institucional de la colectividad italiana; y finalmente las notas del corresponsal de Córdoba de “Il Mattino d’Italia”, principal periódico del régimen mussoliniano en Buenos Aires a partir de 1930. Estos diarios contienen nutrida información sobre la vida asociativa e institucional de la colectividad italiana ya que ésta, así como las autoridades consulares, usaba dichos canales de comunicación ante la falta de una prensa propia, hasta la década de 1930, cuando La Página de Italia, más que un órgano de la colectividad, se convirtió en un órgano de difusión oficial del régimen fascista. La prensa local, con sus notas de crónica y editoriales, seguía con atención la evolución política italiana a partir de la toma del poder por parte de Mussolini, analizándola desde sus propias matrices políticas, ideológicas y culturales.

Población y tejido asociativo italiano en la ciudad de Córdoba hasta la vigilia de la instauración del régimen fascista

El estallido de la 1° Guerra Mundial cerró el ciclo de inmigración masiva de italianos en Argentina. Según el Censo de 1914, estos últimos representaban casi el 7,70% del total de la población de la ciudad de Córdoba y el 34,20% del total de extranjeros. Terminada la guerra, en 1923, la corriente migratoria se recuperó lentamente hasta llegar al pico de 91.992 ingresos, para luego descender a 75.000 en 1927, y 35.000 en 1931 (Devoto, 2007, p. 236). A partir de allí, continuó disminuyendo hasta paralizarse nuevamente con el estallido de la 2° Guerra Mundial. Lamentablemente no se cuenta con datos específicos para Córdoba, pero se puede afirmar que siguió la tendencia general caracterizada por la disminución del contingente inmigratorio, el envejecimiento de la población italiana residente, y el nacimiento de una nueva realidad socio cultural compuesta por los hijos de inmigrantes.

    La colectividad italiana había desarrollado, a lo largo de los años del boom migratorio, una sólida red asociativa de carácter mutual —laica y religiosa—, benéfica y recreativa que ofrecía funciones asistenciales en caso de enfermedad y muerte, así como eventos que favorecían la sociabilidad entre sus afiliados. Al mismo tiempo, promovían la construcción de una identidad nacional a pesar de los regionalismos y de visiones contrapuestas. Por un lado, las sociedades que se consideraban herederas de la epopeya Risorgimentale, como la Unione e Benevolenza (UB), la Unione e Fratellanza (UF), Regina Elena (RE), y la Società di Beneficenza Ospedale Italiano (OI), superaban sus diferencias y se reunían para celebrar el XX Settembre, día de la conquista de Roma (1870) por parte de las tropas garibaldinas al servicio del rey Vittorio Emanuele II, gesta que coronó el proceso de construcción del estado italiano. Dicha conmemoración solía contar con el beneplácito y la participación de autoridades locales y de otras asociaciones de extranjeros en la ciudad. Se organizaban kermeses, conferencias y bailes en los monumentales salones de las asociaciones, se embanderaban los comercios y las casas particulares, y se organizaban marchas por las arterias principales de la ciudad encabezadas por bandas de música. Al mismo tiempo, la celebración era repudiada por italianos nucleados en cofradías devocionales apoyadas por el clero y la jerarquía religiosa local que organizaba misas rogatorias en la Catedral, de las que daba cuenta el periódico Los Principios, que calificaba al XX Settembre como una fiesta masónica. A partir de 1911, con la constitución de la Società Cattolica Popolare Italiana (SCPI), bajo la dirección espiritual de los salesianos, comenzó a celebrarse la Festa dello Statuto que celebraba la unidad nacional despojándola de la identificación con la conquista de Roma.[3]

    La dirección de las asociaciones italianas de antigua data y de matriz laica, estaba en manos de una élite que había logrado una exitosa inserción en la estructura socio-económica e institucional local. Algunos de sus miembros más destacados ocupaban cargos en la Bolsa de Comercio, el Centro de Almaceneros Minoristas, la Unión Caleros, el Banco Edificador o en el Concejo Deliberante de la Municipalidad, organismo que llegaron a controlar junto con sus pares extranjeros (Moyano, 2011). Esta élite liberal coronó su ambición de prestigio social con la inauguración del Ospedale Italiano en 1910: el primer nosocomio fundado gracias a los esfuerzos de una colectividad extranjera que estaba abierto a toda la población. La construcción de un respetable estatus social se hacía evidente también con las veladas culturales organizadas por el Circolo Italiano y por el proyecto de inauguración, a fines de 1913, de una Universidad Popular donde personalidades del mundo profesional e intelectual italiano local dictarían conferencias mensuales sobre temas científicos, literarios y artísticos y académicos (La Voz del Interior, 18/09/1913, p. 8).

    En diferentes ocasiones, el fervor patriótico y la exaltación nacionalista atenuaron los antagonismos y rivalidades entre los diferentes grupos dirigentes. La guerra contra Turquía (1911/1912) y, más aún, la Gran Guerra (1915/1918), dieron lugar a una respuesta solidaria, fraterna y unívoca de la colectividad, evidenciando un clima de cohesión y fraternidad que superaba las viejas tensiones entre sectores católicos y anticlericales. La Festa dello Statuto, hasta entonces patrimonio exclusivo de la SCPI, fue celebradas por sus entidades rivales, la UB y UF; aunque no sucedió lo mismo con los festejos del XX Settembre de 1916/18, que retomaron los antiguos fastos con el desfile de columnas cívicas por el centro de la ciudad al son de marchas triunfales, del himno nacional, con la presencia de autoridades locales, visita al consulado y al periódico La Voz del Interior, veladas musicales, kermeses y  enarbolamiento de banderas italianas y argentinas (La Voz del Interior, 16/09/1916, pp. 4-7; 21/09/18, p. 5). 

    Frente al estallido de la Gran Guerra, la respuesta al llamado de la patria es difícil de cuantificar. Poco se sabe del contingente que aportó el distrito consular cordobés y menos aún la colectividad residente en la capital. Mayor fue el compromiso material, en efecto durante todo el período bélico fueron constantes las donaciones y suscripciones de sucesivos empréstitos del gobierno italiano (La Voz del Interior, 26/06/1917, p. 3).[4] Los miembros de la élite comercial, industrial y profesional, así como los dirigentes de asociaciones mutuales, dieron vida al Comité Pro-Patria, presidido por el prestigioso Dr. Cristofoletti, para cooperar con la Croce Rossa en la recaudación de fondos. También fue muy activa la participación de esposas e hijas de la élite de la colectividad, dirigidas por la presidenta de la Regina Elena, quienes organizaban proyecciones cinematográficas, kermeses y funciones teatrales con la misma finalidad (La Voz del Interior, 2/06/1915, p. 2; 22/06/16, p. 6; 18/09/1919, p. 4).

Posguerra, biennio rosso e irrupción del fascismo. Su proyección y resistencia en Córdoba durante la década del 20.

La posguerra en Italia inauguró el llamado biennio rosso, caracterizado por una profunda crisis económica provocada por la reconversión de la economía de guerra, la inflación y la desocupación, especialmente de los soldados desmovilizados. Por otra parte, la Revolución Rusa inspiró una temporada de huelgas, protestas obreras y campesinas, que culminó con la ocupación de fábricas en el norte de la península. Mientras el gobierno se demostraba incapaz de resolver estos graves problemas, en 1919 Mussolini creó los Fasci di combattimento, escuadrones parapoliciales que reprimían violentamente la agitación campesina y obrera liderada por anarco-sindicalistas, socialistas y más adelante por comunistas. Diferentes cambios de gabinete no lograron detener el avance de este este nuevo líder político quien, en noviembre de 1921, transformó los Fasci en el Partido Nacional Fascista (PNF). Al año siguiente (26-28 octubre) promovió y luego detuvo la “Marcia su Roma” de sus secuaces armados, denominados le camicie nere, para forzar al Rey Vittorio Emanuele III a llamarlo a formar un nuevo gobierno, con lo cual se inició el denominado Ventennio Fascista.[5]

    A partir de entonces, se inició la gradual construcción de un régimen totalitario que mantuvo la monarquía, pero al poco tiempo anuló el sistema representativo parlamentario basado en el funcionamiento de partidos políticos, las libertades de expresión y asociación, especialmente las vinculadas al sector obrero (sindicatos, prensa y cooperativas) con la consiguiente persecución de la oposición política. Mussolini y el PNF concentraron el poder político y la vida partidaria italiana, iniciándose el proceso de encuadramiento de la sociedad bajo los principios de la exaltación nacionalista, el antiparlamentarismo, el anticomunismo y la completa sujeción a la voluntad de Il Duce, exclusivo guía de la nación. Tras la firma de los Pactos de Letrán en 1929, que pusieron fin al viejo conflicto de la Italia Risorgimentale con el Papado, al reconocerse la soberanía e independencia de la Santa Sede en Roma y la creación del Estado Vaticano, se establecieron relaciones diplomáticas, lo cual reforzó ulteriormente al régimen. El pacto con la Iglesia, en un país profundamente católico, afianzó el poder de Mussolini, que contaba con el apoyo de la monarquía y las clases propietarias.

    En este cuadro político, económico y social, se reanudó la corriente migratoria. Al tradicional contingente formado por migrantes económicos, se añadieron los veteranos y mutilados de guerra y, en breve arco de tiempo, los exiliados políticos de la Italia fascista. Fue a través de ellos, además de la prensa, que la colectividad italiana se informó sobre las consecuencias de la guerra —la desilusión, el desorden y los enfrentamientos entre fuerzas de izquierda y escuadrones fascistas, así como los métodos violentos de los grupos de choque que acompañaban el ascenso y de la toma del poder por parte de Mussolini—. Estas nuevas presencias alterarían vida asociativa que se había consolidado en los años del boom económico-demográfico. Por otra parte, el régimen mussoliniano, a partir de su instauración, se propuso fascistizzare el mundo asociativo en el exterior controlando las entidades mutuales, benéficas y recreativas, así como también la prensa, y creando nuevas instituciones que dependieran directamente de las autoridades, ya fueran del Partido Nacional Fascista o del estado controlado por este último. Mussolini consideraba a los emigrantes y a sus hijos como “italianos residentes en el exterior” por lo tanto, además de tutelarlos, era importante reforzar los lazos con la madre patria para evitar su progresiva integración en los países de adopción. En el caso argentino, el fenómeno ya había sido denunciado por la prensa nacionalista italiana de principios de siglo (Devoto, 2007, p. 351). De expresión de debilidad, la emigración debía transformarse en un factor de potencia, de allí la intensa propaganda destinada a recuperar e intensificar el contacto con los emigrados y sus descendientes y, a través de ellos, defender y valorizar la imagen de la patria y del fascismo, considerados como una única identidad, cuyo exclusivo representante era el Duce.                                                                          

    En Córdoba, la nueva década se inició con transformaciones en el mundo asociativo local. Como en el resto del país, a principios de 1922 los veteranos de la Gran Guerra fundaron la Associazione Reduci di Guerra, que sustituía al anterior Comitato Pro-Patria y funcionaba en la sede de la Unione e Fratellanza  (Vagliente, 2016, p. 277).[6] Por otra parte, en marzo del mismo año, la élite económica y profesional refundó el Círculo Italiano con fines recreativos y culturales (Los Principios, 13/04/1922, p. 9).[7] Esta nueva institución pretendía colocarse a la altura de los mejores clubes de Córdoba. Era un lugar exclusivo de socialización de jóvenes y adultos con bailes, banquetes, conferencias, eventos culturales y conmemoraciones.

    La programación de los festejos del XX de Settembre de dicho año reprodujo el clásico ritual de visita al cónsul Cav. José David; la reunión en la Benevolenza; la recepción en el Hospital Italiano y la ofrenda de flores al “milite ignoto”;[8] el banquete de confraternidad, lunch y baile en la  Fratellanza; cerrando, días después, con el baile de gala en el Círculo Italiano (La Voz del Interior, 21/09/1922, p. 7). Esta vez no se marchó por las calles céntricas de la ciudad; esta preferencia por el espacio privado coincidía con las noticias que llegaban a través de la prensa local sobre los episodios de violencia en el norte de Italia entre comunistas y fascistas (La Voz del Interior, 31/05/1922, p. 6; 2/06/1922, p. 6; Los Principios, 6/06/1922, p. 3), que culminarían al mes siguiente con la Marcia su Roma.

    Desde mayo de 1923, funcionaba en Buenos Aires una sección del Partido Nacional Fascista Italiano. El mismo contaba con filiales en el interior y tenía por objetivo controlar y penetrar las asociaciones italianas, lo que dio lugar a un período de conflictos en la vida asociativa. Mientras en la Capital Federal se registraban enfrentamientos entre fascistas y antifascistas y se produjeron atentados anarquistas en el consulado y la sede de su responsable (Devoto, 2007, p. 354), casi simultáneamente, en Córdoba, un grupo de fascistas se apropió de manera violenta, a pesar de las protestas locales, de la Reduci di Guerra (L’Italia del Popolo, 29/5/1923 [citado en Newton, 1995, pp. 9-10]), lo que puede considerarse como la primera acción destinada a copar las instituciones presentes en la ciudad y, por lo tanto, desestabilizar la red asociativa local. Poca información hay después de este episodio, pero L’Italia al Popolo, en 1925, mencionaba a Córdoba como una de las 5 ciudades que contaban con una filial del PNF (Grillo, 2006, p. 239).

    En febrero de 1924, una serie de notas publicadas por La Voz del Interior dieron cuenta de serias “divergencias existentes de la colectividad” en torno a la gestión del nuevo Cónsul, el Cav. Arturo Maffei, quien era denunciado en un artículo anónimo, por su conducta arbitraria, impulsiva y autoritaria y divisiva. La respuesta inmediata de los dirigentes de la Unione e Benevolenza, la Unione e Fratellanza, la Cattolica Popolare, Circolo Italiano y el Hospital Italiano fue la convocatoria de una asamblea para expresar su solidaridad, la que fue desechada por el representante diplomático para evitar una fractura mayor (La Voz del Interior, 22/02/1924, p. 6; 23/02/1924, p.6; 25/02/1924, p. 6).  

    En este clima de tensión y discordia, el 10 de junio de 1924 estalló la noticia del brutal asesinato del periodista y diputado socialista Giacomo Matteotti, a manos de un escuadrón fascista. Mientras la noticia no fue objeto de tratamiento particular en Los Principios, La Voz del Interior le dedicó durante varios días grandes titulares en la página de noticias del exterior, y luego mantuvo información bajo la columna “Ecos del asesinato” (La Voz del Interior, 17/06/1924, p. 3; 18/06/1924, p. 3; 19/06/1924, p. 3; 20/06/ 1924, p. 3; 21/06/1924, p. 3; 22/06/1924, p. 3; 24/06/1924, p. 3; 25/09/1924; y 27/06/1924, p. 3), a la vez que dio espacio a las convocatorias de los mítines organizados por los partidos de izquierda. Por una parte, la Federación Socialista Cordobesa convocó a trabajadores en general, e italianos en particular, a protestar en la central Plaza San Martín, ya que “han adherido a esta protesta un numeroso grupo de italianos residentes en Córdoba, muchos de ellos expatriados a consecuencia del gobierno fascista que detenta el poder en Italia” (La Voz del Interior, 21/06/1924, p. 4.). El 2 de julio fue el turno del Partido Comunista local (La Voz del Interior, 01/07/1924, p. 4).

    Las noticias sobre el delito Matteotti fueron oscurecidas por la breve estadía del Príncipe Umberto en Córdoba (16/17 de agosto), en el marco de una visita protocolar a Brasil, Uruguay, Argentina y Chile. El viaje, presentado como visita privada, no diplomática, respondía a las exigencias del naciente régimen de reforzar la imagen de Italia en el exterior, así como los vínculos con los inmigrantes y sus descendientes. La llegada del heredero del trono de Saboya provocó una gran movilización popular en la capital provincial. Mientras en el Club Social el gobernador lo agasajaba con una comida, el comité de festejos, presidido por el Dr. Berardo Giancola (presidente de la U. Benevolenza), ofrecía un banquete en honor a delegados de asociaciones venidos del interior, con la participación de destacados miembros de la colectividad (La Voz del Interior, 20/08/1924 p. 8).[9] Al finalizar el mismo, Edoardo Berrutti (presidente del Patronato Italiano), cuyas dotes oratorias y compromiso con causas patrióticas eran bien conocidos en la colectividad, incitó a la concurrencia a brindar en honor al Príncipe, reconociéndolo como “insigne mensajero del gobierno, de la casa reinante y del pueblo italiano” (La Voz del Interior, 18/08/1924, p. 8), en una explícita adhesión al régimen mussoliniano. El vasto programa incluía la visita al Hospital Italiano y al Instituto Salesiano, donde presenció una misa al aire libre para dar cabida a la gran concurrencia  (Bollettino Salesiano, 1924, n° 11, p. 304. El potente industrial harinero Minetti lo hospedó en su lujosa residencia (Scarzanella, 2007, p. 193), y al día siguiente presenció un desfile militar en el Parque Sarmiento al que acudieron alrededor de 20.000 personas y presenció la inauguración de la Avenida Humberto Primo (La Voz del Interior, 20/08/1924, p. 8).

    La distención informativa que había creado la visita del Príncipe fue oscurecida por la noticia de la aparición del cadáver de Matteotti. La Voz del Interior no ahorró detalles en su extenso artículo del 21 de octubre sobre el macabro hallazgo.[10] Días después, otro artículo que ocupaba tres columnas del periódico, bajo el título de “El delito de un Régimen”, además de denunciar la responsabilidad del asesinato al gobierno, criticaba la ola de represalias que había producido, como el asesinato del diputado fascista Armando Casalini en septiembre y el clima de exaltación de la violencia por parte de lo que no dudaba en definir una “larga y cruenta dictadura” (La Voz del Interior, 24/10/1924, p. 10).

    El descubrimiento de los restos del diputado socialista no fue motivo de interés periodístico para Los Principios. Mayor resalto dio a los rumores del alejamiento, solicitado primero e impuesto luego por el Vaticano, de Don Luigi Sturzo, secretario político del Partido Popular,[11] después de un artículo aparecido sobre el diario del partido, Popolo, denunciando la responsabilidad del gobierno en el caso Matteotti (Los Principios, 29/10/1924, p. 7). Los Principios había seguido con particular interés el acercamiento de Mussolini a la Iglesia, a través de una serie de notas que comentaban diversos gestos distensivos  (Los Principios, 04/01/1923, p. 1; 07/01/1924, p. 1; 08/01/1924, p. 1; 23/09/1924, p. 3). En un destacado editorial de tres columnas, “La hora espiritual de Italia”, se celebraba la conversión del intelectual anticlerical Giovanni Papini, así como el nombramiento del filósofo Giovanni Gentile como ministro de Instrucción Pública, quien había restablecido la enseñanza religiosa en las escuelas; el artículo concluía con loas a Mussolini y a su orientación cristiana. Por lo tanto, no podía dar resalto al crimen que empañaba la obra de gobierno del “único hombre de la vieja Europa que ha invocado a Dios con grande voz” (Los Principios, 21/01/1923, p. 5).

    El homicidio Matteotti oscureció la tradicional celebración del XX de Settembre de 1924; de hecho, se redujo a un baile en los lujosos y amplios salones del Círculo Italiano para festejar la “unidad de Italia” sin hacer referencia a la simbólica fecha de la tradición Risorgimentale; presentándose más bien como evento social  (La Voz del Interior, 23/09/1924, p. 10).

    Otras celebraciones ocuparon el espacio público y eran iniciativas de la componente católica conservadora del asociacionismo. La Cattolica Popolare organizó grandes festejos el 26 de octubre, con gran concurrencia de colonos llegados del interior, que iniciaron con la tradicional misa en honor a los caídos en la guerra en la cripta de los padres salesianos, una velada musical, un bazar de beneficencia y una comida familiar (Los Principios, 26/10/1924, p. 3).[12] Días después se celebraría el 6to. aniversario de la batalla de Vittorio Veneto (4 de noviembre). Esta fecha, en conmemoración de la victoria italiana que puso fin al primer conflicto mundial, ahora formaba parte del nuevo calendario festivo de la Italia fascista. El programa de eventos preparados por la Reduci di Guerra, presidida entonces por Juan Merciadri, también dirigente de la sociedad Cattolica Popolare, consistía en una misa solemne, una velada literario musical en el cine Palace en beneficencia del Hospital Italiano, la proyección de una película sobre la visita del Principe Umberto a la Argentina, y como cierre, una kermesse de beneficencia y torneos deportivos (Los Principios, 28/10/1924, p. 3).

La programación, la invitación a participar y el posterior comentario de todos estos eventos, fueron publicados en Los Principios, órgano de difusión preferido de la componente católica y naciente fascista de la colectividad italiana local. Por otra parte, La Voz del Interior era considerada hostil, vista la continua campaña de duras críticas al gobierno de Mussolini y a sus sostenedores. De hecho, al año siguiente, en respuesta a un suelto periodístico, los presidentes de las sociedades italianas decidieron expresar públicamente una protesta contra el diario, al que acusaban de “haber sostenido una campaña sistemática contra Italia” (La Voz del Interior, 26/09/1925, p. 5), evidenciando, de este modo, que los dirigentes de las instituciones, ya subyugados por el discurso y propaganda fascista, se asumían la prerrogativa de representar a toda la nación. La Voz continuó su crítica al régimen con el intento de alimentar una opinión pública opuesta a la retórica fascista que ganaba cada vez más terreno, dentro y fuera de la colectividad. Al cumplirse el segundo aniversario del delito Matteotti, una dura nota editorial expresaba:

 

He ahí a Italia cada vez más maculada por su trágico tirano. El asesinato de Matteotti y el de Amendola –a los que una fría moral pudo calificar como necesarios- han sido totalmente estériles. Nada produjeron, nada producen. Son dos mártires inútiles…” […] todo está hoy peor que ayer… Italia encarcela, roba, mata […] millones de hombres la padecen sin revelarse y un puñado de miles le sigue ciegamente. […] Mussolini es un loco sobre un tablero de ajedrez cuyo doble bando maneja sólo él. Es un cazador sin entrañas con su jauría detrás […] Mientras Mussolini viva, Italia será su víctima (La Voz del Interior, 04/07/1926, p. 8). 

 

    Este discurso se oponía diametralmente a la línea editorial de Los Principios, que, a pedido del consulado italiano, publicaba una altisonante:

 

Proclama a los italianos para el empréstito por la lira. Una batalla más a ganar. El llamamiento de Mussolini para la gran obra de restauración nacional emprendida. […] Mientras en todas partes acuden los italianos para contribuir a esta gran obra de restauración, estamos seguros que los italianos de la Argentina, manteniendo altas las viejas tradiciones de patriotismo, sabrán hacerse honor y conquistar para esta noble causa, ya benemérita por tantos títulos, un nuevo título a la gratitud de la patria. Italianos de Córdoba, italianos de Argentina, para la patria antigua y nueva, para la Italia nuestra inmortal, adelante ahora y siempre (Los Principios, 22/12/1926, p. 2).

 

    La proclama llevaba las firmas de notables dirigentes de la Benevolenza, Fratellanza, Cattolica Popolare, Patronato, Círculo Italiano: Comm. Miguel Thea; Cav. Jorge Moroni; Cav. Dr. Berardo Giancola; Cav. Liberato Bottiglieri; doctor Ruggero Mazzi; Miguel A. Marchese; Carlos Parini; Dante Procaccini; Tulio Bigi; Luis D’Alessandro; Jerónimo Ottonello; Humberto Voltolini y Luis Bignotti.

    La celebración del XX de Settembre de 1926 permite reconocer una brecha que se había abierto en la colectividad italiana. Por su parte, la Unione e Benevolenza organizó un banquete en su sede social, al que asistieron todos los presidentes de las sociedades italianas y del Hospital. Se brindó formulando votos “por la grandeza de la gran nación latina cuyos destinos se forjan en el proceso ideológico del momento, como uno de los más significativos de la historia” (La Voz del Interior, 20/09/1926, p. 7).[13] Otro grupo que renegaba el hecho de asociar la histórica celebración con el fascismo y estaba excluido de las sedes de las asociaciones, se reunió en las afueras de la ciudad para realizar un almuerzo campestre (La Voz del Interior, 22/09/1926, p. 9). La ausencia de fuentes propias de las asociaciones impide reconocer si este grupo, del que no se tiene mayor información, estaba formado por ex socios de Benevolenza, Fratellanza o Cattolica Popolare y si este abandono había sido posterior a discusiones, renuncias, elecciones internas o expulsiones.

    Si bien después de la irrupción violenta de los fascistas en la Reduci di Guerra, en la ciudad no se volvieron a registrar episodios de agresiones y prepotencia como en Mendoza, donde fue asesinado el corresponsal de L’Italia del Popolo, o en Buenos Aires, que motivaron la interpelación parlamentaria de Nicolás Repetto[14], la contraposición entre adherentes y opositores al fascismo era neta y evidente.

    Para poner fin a la situación anárquica y violenta de la acción de le camicie nere en el exterior, en enero de 1928 se aprobó el Statuto dei Fasci all’Estero, que prohibía expresamente la participación en la política interna de los países de acogida y se les asignaba la exclusiva misión de asistir a los connacionales, a la vez que difundir la “Revolución Fascista” en el exterior y tender nexos con el mundo asociativo preexistente.

    En el marco de esta regeneración fascista, en marzo llegaron a Córdoba personalidades del régimen para participar en la ceremonia de bendición del gallardete del revitalizado Fascio local, dedicado al “mártir Giorgio Moriani” y presidido por el reconocido industrial calero Michele Thea. El evento contó con los más distinguidos miembros de la colectividad, el cónsul Conde Luis Vidau, el Inspector de los Fasci all’estero, el secretario del gobierno provincial y un representante de la municipalidad además de una nutrida delegación del interior. Madrina del acto fue Doña Lidia Berrutti, esposa de uno de los máximos exponentes del fascismo local y presidenta de la Regina Elena. El mismo día, por la tarde, en los salones del Círculo Italiano, presidido por el ingeniero Dante Procaccini, se constituyó la Cámara Italiana de Comercio en Córdoba ante la presencia de delegados de la Cámara Italiana de Bs.As. Fueron elegidos Livio Berretta (presidente), Pedro Buonacucina (vicepresidente), el Cav. Edoardo Berruti y los Sres. Evangelisti, Dianda, Crassano y Dell’Acqua (vocales) (Los Principios, 05/03/1928, pp. 4-5). Se trataba de afirmados comerciantes y activos miembros de la colectividad de vieja data instalados en la ciudad, que habían participado activamente durante la guerra con celo patriótico en recolección de fondos y suscripción de empréstitos, y ahora se alineaban al nuevo clima político dominado por el ascenso del Duce, seducidos por el mito de la “Revolución Fascista” que era admirada por los sectores conservadores y nacionalistas locales. Más allá de la hostilidad de la prensa liberal local, estos miembros de la élite comercial, industrial y profesional, forjada en los tiempos del liberalismo y del mito Risorgimentale, reconocían al fascismo el haber sofocado el peligro rojo en Italia y haber impuesto los valores del orden, la disciplina, el patriotismo. Eran los principios típicos de una élite económico-social conservadora que disputaba la representación de la colectividad italiana en la ciudad a los críticos del régimen.

    Estos no se hicieron esperar, al mes siguiente se constituyó la Agrupación Antifascista “entre un grupo de italianos residentes en nuestra ciudad” (El País, 06/04/1928, p. 2);[15] su nacimiento respondía al inminente 1° Congreso Nacional de la Alianza Antifascista Italiana al cual Córdoba debía enviar su delegación (Grillo, 2004, p. 86). La Alianza se había constituido el año anterior en Buenos Aires y estaba promovida por L’Italia del Popolo, que invitaba a participar a grupos parlamentarios argentinos y a la prensa en general para luchar contra el fascismo haciendo comprender, a la masa de emigrados, el verdadero carácter del régimen fascista. Tarea que La Voz del Interior venía realizando desde el homicidio Matteotti y continuaría a lo largo del período estudiado (La Voz del Interior, 21/09/1928, p. 8). Según el cónsul, la Alianza Antifascista local:

 

[…] desde hacía tiempo estaba en manos de un grupo de masones discretamente influyentes por su grado de instrucción, pero sobre todo por la discreta situación financiera; personas que tiempo atrás, quién mas, quién menos, habían ejercitado una notable influencia dentro de la colectividad italiana, de la que a veces habían tomado las riendas.[16]

 

Era una consideración parcial, porque, como se verá más adelante, lideraban dicha alianza dirigentes anarquistas y comunistas exiliados. Entre marzo y abril tomaba estado público el sólido frente fascista —apoyado por la autoridad consular y la prensa conservadora— al que se oponían fuerzas antifascistas de diferente matriz y hallaban eco en la prensa liberal. Ambas facciones se enfrentarían para obtener el control del prestigioso Hospital Italiano.

La batalla por el control del Hospital Italiano (1928/1929)

Desde 1917, el hospital estaba dirigido por el Dr. Pascual Clementi, médico catanés, hijo de un prestigioso cirujano y rector de la Universidad de Catania, iniciado en la masonería en Florencia[17] y llegado a Argentina en 1912 (Conti, 2012, p. 268). Durante la guerra había compartido con la élite institucional local, y a veces liderado, las iniciativas y movilizaciones para apoyar la causa patriótica y contaba con cierto reconocimiento académico[18] aunque en la colectividad despertaba algunas reticencias, especialmente en la componente católica, como quedó demostrado en el frustrado intento de promover, en 1920, la creación de una Federación de Sociedades italianas, similar a la existente en Bs.As. (Vagliente, 2016, p. 243), que había sido fundada por un miembro de la masonería italiana (Salvetti, 1999, p. 57).

    El hospital, desde su nacimiento, había gozado de gran prestigio dentro y fuera de la colectividad, aunque en los últimos años atravesaba serias dificultades económicas y la gestión Clementi, había comenzado a ser blanco de críticas, llegando a ser desconocida por el consulado (Vagliente, 2016, p. 244). En 1924, había solicitado un subsidio al gobierno provincial para cubrir el déficit de dicho año (La Voz del Interior, 22/06/1924, p. 7), y en 1926, al promoverse la rifa benéfica de un automóvil para obtener fondos, se hacía referencia a los limitados medios de la institución que había sido “abandonada por gran parte de la colectividad” (La Voz del Interior, 02/07/1926, p. 8).

    La crisis estalló en 1928 y la prensa local se hizo eco de la pugna por el control del hospital, que se dio en el marco de la lucha del régimen fascista contra la masonería que, hasta su prohibición en 1925, había mantenido sus puertas abiertas a reconocidas figuras del fascismo (Conti, 2012, pp. 65-67). El Duce era consciente de que la masonería, tanto en Italia como entre las comunidades emigradas, podía competir con su proyecto de dominio absoluto del estado y la sociedad y, en vistas de la reconciliación con la Iglesia, decidió su proscripción. En 1927 ya había sido alejado de la conducción del Hospital Italiano de Bs.As. el Dr. Carlo Spada, reconocido masón que también gozaba de fuerte influencia en los círculos asociativos italianos y había conducido dicha institución por un período similar al de Clementi (Salvetti, 1999, p. 57).

    El País fue el periódico que mayor prensa dio al conflicto. Se hizo portavoz de la crítica de los dirigentes de las asociaciones presentes en la ciudad, instigados por el cónsul Vidau, verdadero artífice de la protesta. Se denunciaba la mala gestión del Dr. Clementi porque había conducido al nosocomio a una seria crisis financiera, a la amenaza de cierre por parte del Consejo de Higiene Municipal y al alejamiento de gran parte de su masa societaria. Se lo acusaba, además, de mantenerse en la conducción del hospital, sostenido por un grupo de “secuaces” (El País, 18/09/1928, p. 7) desde hacía más de una década apelando a amenazas y coerciones. Clementi, por su parte, se defendía argumentando que era víctima de viejos y nuevos prejuicios, es decir, por ser siciliano y antifascista (El País, 09/09/1928, p. 7; 16/09/1928, p. 6; 18/09/1928, p. 7).

    Durante 1928, el cónsul se había negado a avalar las asambleas generales de la institución alegando la ilegalidad de las convocatorias a la par que desconocía la autoridad del Dr. Clementi y del Consejo de Administración (El País, 09/09/1928, p. 7). Ante la reiterada negativa, en setiembre, se decidió llevar a cabo la asamblea de socios prescindiendo de la presencia del cónsul, con la participación de 46 socios (El País, 16/09/1928, p. 6; La Voz del Interior, 18/09/1928, p. 10).[19] Se concluyó con un voto unánime de confianza al Consejo de Administración presidido por el discutido director, a la par que se proclamó la autonomía de la institución y su prescindencia de cualquier cuestión política que pudiera interesar a la colectividad italiana de Córdoba, en clara alusión al fascismo (La Voz del Interior, 18/09/1928, p. 10).

    En este clima de tensión y a pesar de que el cónsul había suspendido la celebración del XX de Settembre, un grupo de italianos, liderados por Clementi, en un gesto de rebeldía, decidió festejar la fecha patria con un banquete en el Restaurante Internacional (La Voz del Interior, 21/09/1928, p. 9). En dicha ocasión, el director envió al gobernador de la provincia, el radical José Antonio Ceballos, un telegrama de agradecimiento por haber decretado, por primera vez en Córdoba, el 20 de setiembre día feriado, vigente para todas las oficinas públicas de la provincia. En poder ejecutivo provincial lo había hecho “En homenaje a la verdadera epopeya de su liberación cívica y afianzamiento de los destinos de la nacionalidad” (La Voz del Interior, 19/09/1928, p. 8; 20/09/1928, p. 9). Con este gesto y esta afirmación, el gobierno radical celebraba los cimientos liberales del estado italiano en un momento en el cual el régimen totalitario se había impuesto en la península y, si bien en Córdoba contaba con adhesión, encontraba una fuerte resistencia. Cabe señalar que el ministro de gobierno, el Dr. Amadeo Sabattini, era hijo de la “pampa gringa” cordobesa, donde el asociacionismo mutual de matriz liberal había mantenido el mito del Resurgimiento italiano, cuya fecha símbolo era el XX Settembre. Entre los presentes en el banquete no aparecen nombres de la élite económico social ni asociativa; solo Alfonso Pugliese, exsecretario masón de la Unione e Benevolenza, y Vicente Lopresti, que a los pocos días sería nombrado vicepresidente del recientemente creado “Centro Político Cultural” que pretendía nuclear a residentes italianos y sus descendientes (Los Principios, 23/09/1928, p. 4); la presencia de Lopresti permite identificar este nuevo centro como antifascista.

    Las viejas mutuales acataron la disposición consular, pero organizaron separadamente diferentes eventos, la Unione e Benevolenza —un vermuth a sus asociados—, la Frattellanza —una matiné danzante— y el Círculo Italiano —un baile— (Los Principios, 22/09/1928, p. 2; 25/09/1928, p. 11). Se trataba de festejos despolitizados pero demostrativos de una tradición que se resistía a ser cancelada, mientras que nuevas celebraciones se abrían paso.

    En esta abierta contraposición entre fascismo-antifascismo, La Voz del Interior continuó atacando con sus notas y editoriales al régimen y a sus representantes locales. En una elocuente nota a raíz de la negada celebración del XX de Settembre de 1928, lamentaba “El silencio y la indiferencia elocuentes de las autoridades diplomáticas y consulares italianas, que viven sujetas a la imposición del gobierno que tiraniza a aquella pobre nación con la implantación del mas odioso régimen de despotismo” (La Voz del Interior, 21/09/1928, p. 8). En otro artículo referido a una denuncia por injurias planteado por el embajador de Italia a un colega de la prensa porteña, mantenía un duro tono acusatorio al expresar:

 

En cada representante diplomático de Mussolini, y no de Italia, hay un fascista en acción para el cual es más importante antes que el desempeño de sus funciones oficiales, el ensañamiento en la persecución a los connacionales que no son afectos al régimen de bárbaro despotismo que preside el Duce (La Voz del Interior, 22/09/1928, p. 8).

 

    Para resolver definitivamente la politizada cuestión del hospital, se recurrió a la intervención del gobierno provincial que, a través de la fiscalía de gobierno, en octubre, inició el empadronamiento de votantes para las elecciones que se llevarían a cabo el 17 de marzo. Hubo una fuerte campaña electoral que movilizó a la colectividad. Dos semanas antes de las elecciones, la sección local de la Alianza Antifascista organizó una concurrida manifestación en la Plaza San Martín para denunciar el riesgo de la infiltración del fascismo en las instituciones y organizaciones de beneficencia, especialmente en el Hospital Italiano. Los discursos de Fortunato Fava (en representación de la Alianza local), José Manzanelli (militante comunista), Arturo Da Rocha (Federación Socialista local) y Juan Guaraldo (Alianza Antifascista de Buenos Aires), además de criticar duramente al régimen mussoliniano, exhortaban a la concurrencia a reaccionar contra el avance del fascismo (La Voz del Interior, 04/03/1928, p. 7).

    El acto electoral, en el que se presentaron 1841 italianos, se realizó bajo las garantías del gobierno provincial y el control del orden público por parte de la policía. El ministro de gobierno, Sabattini, recorrió las diferentes mesas electorales ubicadas en tres escuelas provinciales; lo que habla del temor de disturbios visto lo delicado de la contienda. La misma se llevó a cabo en absoluto orden y el escrutinio final, realizado por el fiscal provincial frente a representantes de las listas contrincantes, dio como resultado la victoria de la lista fascista (La Voz del Interior, 17/03/1929, p. 8).[20] Cerca del 25% de los inscriptos no se presentó a votar, lo que confirma el clima de incertidumbre o temor que rodeaba al acto electoral. La lista perdedora aceptó sin discusión el veredicto de las urnas y, a través de Clementi, hizo llegar su agradecimiento a la intervención del gobierno provincial “tanto por el apoyo decidido que siempre prestara a la institución, como por su intervención mediadora en los conflictos suscitados” (La Voz del Interior, 17/03/1929, p. 8). Sobre la derrota de Clementi, La Voz del Interior, en una clara demostración de apoyo a su candidatura, comentaba:

 

[…] es digna de elogio y de consideraciones ponderables, por el prestigio que dentro de la colonia italiana ha demostrado poseer, con el porcentaje de votos a su favor, máximo si se tiene en cuenta que luchaba contra fuerzas poderosas, el consulado, fuertes industriales y comerciantes y profesionales que también tienen arraigados prestigios entre sus connacionales. Toca ahora a la lista triunfante obtener el último éxito de la jornada, luchar por el advenimiento de la unión entre todos los residentes italianos en Córdoba (La Voz del Interior, 17/03/1929, p. 8).

 

    La lista ganadora, por su parte, organizó una demostración de agradecimiento al cónsul, Dr. L. Vidau, a la que acudió “una selecta y numerosa concurrencia”, según El País. Entre los presentes hicieron uso de la palabra Jose María Martinolli, abogado y jurisconsulto, y Francisco Jurado Padilla (El País, 20/03/1929, p. 2), ambos notables profesores de la UNC; exponentes de la derecha ilustrada local.

    El año de la conquista del Hospital por parte de las fuerzas fascistas se había iniciado con la firma de los Pactos Lateranenses que provocaron el júbilo de la componente católica de la colectividad nucleada en la sociedad Cattolica Popolare (Vidal, 2013, p. 66), así como en los sectores clericales locales junto con la jerarquía eclesiástica. Fueron celebrados con un Tedeum oficial en la Catedral y otro en la Capilla salesiana, con la presencia de autoridades locales, el cónsul italiano y representantes de diferentes asociaciones italianas (Los Principios, 27/02/1929, p. 1; 10/06/1929, p. 2).

    Con la supresión de la masonería y la firma de los pactos lateranenses, el fascismo local consolidaba el pacto con las fuerzas católicas y conservadoras cordobesas mientras que una parte de la resistencia antifascista alimentaba sus vínculos con el gobierno radical. El XX de Settembre de 1929, el grupo de italianos liderados por Clementi y Pugliese, volvió a reunirse en un banquete, desde donde se envió un telegrama al ministro Sabattini renovando el agradecimiento por haber decretado feriado dicha fecha, ratificando una vez más los lazos ideológicos que mantenían con el gobierno local (La Voz del Interior, 21/09/29, p. 7).

    Por otra parte, la revitalizada la Alianza Antifascista Italiana local realizó su primer congreso en la ciudad, en julio de 1929. La misma, controlada por exiliados políticos de filiación comunista ya fichados en Italia,[21] que asociaban la lucha antifascista a la lucha de clases, no contó con la presencia del Partido Socialista que hizo llegar una declaración de comunión de esfuerzos a la hora de combatir el fascismo. El congreso votó un programa de agitación de la masa obrera a través de conferencias, manifiestos y acciones de protesta (La Voz del Interior, 08/07/1929, p. 9).

Consolidación del Fascismo y la persistencia de la resistencia (1930/35)

Tras las elecciones de marzo de 1929, la conducción del Hospital Italiano quedó en manos de importantes figuras del fascismo.[22] El nuevo perfil de la institución quedó inmortalizado en una foto de la asamblea de socios y socias donde pueden observarse en el fondo a dos personas que efectúan el saludo romano y en la placa recordatoria de la creación del Imperio Romano (Monterisi et al. 2003, pp. 39, 105).

    La gestión Vidau del consulado finalizó con un atentado dinamitero del que fue acusado uno de los dirigentes de la Alianza Antifascista local, Giuseppe Parrello  (Sorrenti, 2012, p. 105). Otros atentados similares en otros puntos del país daban cuenta de la resistencia que el avance del fascismo provocaba en la componente más beligerante de la colectividad.[23]

    El 9 de julio de 1930, por iniciativa del nuevo cónsul, Renato Giardini, se inauguró el Dopolavoro. Presentada como asociación que se ocupaba de la asistencia y del tiempo libre de los trabajadores, encontró inmediata adhesión de los miembros más representativos de la colectividad: el presidente de la Benevolenza (Cav. Berardo Giancola), el nuevo secretario del Fascio (Michele Marchese) y del Patronato (Cav. Edoardo Berrutti); vista la coincidencia con la fecha patria, contó con la participación del gobernador radical José María Ceballos. Cabe destacar la cuestión simbólica de la inauguración del Dopolavoro. Por una parte, la elección de la fecha patria, y por la otra, la entonación del Himno Argentino y la Marcha Real italiana, en clara demostración de una afinidad entre la patria lejana y por la Argentina hospitalaria (Los Principios, 09/07/1930, p. 21; Il Mattino d’Italia, 09/07/1930, como se citó en Fottia y Cimatti, 2021, p. 115); era un mensaje que incluía a los inmigrantes viejos y nuevos, así como a sus hijos, y tendía a configurar una nueva identidad, de carácter híbrido, la “ítalo-argentina”.

    La presión fascista sobre gran parte de la colectividad italiana local se daba en el nuevo clima político inaugurado con el golpe de estado del Gral. Uriburu y con el consiguiente nombramiento de Carlos Ibarguren como interventor de la provincia,  donde grupos conservadores, católicos y nacionalistas, inspirados en los modelos de las dictaduras corporativistas de Mussolini y Primo de Rivera, tenían un peso considerable.

    El Dopolavoro, controlado por el Fascio, dependía de la autoridad consular, de hecho, funcionaba en su sede denominada “la Casa degli Italiani” (calle Buenos Aires 161) y conjugaba fines asistenciales, culturales, recreativos y deportivos. Era la institución líder en el campo del mantenimiento de la italianità asociada al “credo fascista” a través de una activa campaña de propaganda, para lo cual contaba con fondos especiales enviados desde Roma. Como afirma Cimatti, para el caso de Bahía Blanca, era la sede de la “sociabilidad fascista” (Cimatti, 2016a). Contaba con una biblioteca, se realizaban cursos de lengua, literatura y música, se dictaban conferencias y se realizaban conmemoraciones patrióticas según el nuevo calendario patriótico fascista.[24] Las viejas instituciones quedaron relegadas a su función mutual y de sociabilidad centrada más bien en la organización de bailes, desfiles e interpretaciones teatrales.[25] Sus dirigentes participaban en las celebraciones en calidad de invitados especiales.

En clara adhesión al proyecto de fascistización de la colectividad, la Benevolenza, presidida por B. Giancola, anunció en junio de 1931 que la sociedad sería bautizada “Unione e Benevolenza-La casa degli Italiani”. Se había oficializado durante la recepción organizada con motivo de la visita del Inspector del Fascio a la ciudad, el Conde Steno Bolasco Picinelli, en la cual participaron autoridades militares y de la Universidad Nacional de Córdoba (Cimatti, 2021, p. 119). No era nueva la presencia de miembros de esta institución en celebraciones de carácter fascista. En abril del mismo año, el profesor de Derecho Romano, Dr. José María Martinolli, había disertado sobre Il Natale di Roma en el marco de los festejos organizados por Dopolavoro (Cimatti, 2021, p. 120).

    Un hito importante del despliegue de la política cultural fascista fue la visita de Mario Apellius a Córdoba, en noviembre de 1932, para reforzar los vínculos con la colectividad residente a través de una serie de encuentros y conferencias con el objetivo de difundir los logros de Italia bajo el fascismo. Se trataba de un periodista orgánico del régimen que había llegado a Buenos Aires en 1930 como enviado especial del “Popolo d’Italia”, fundado por Mussolini, con la misión de fundar Il Mattino d’Italia, periódico del régimen, que dirigió hasta 1933. Mientras La Voz del Interior se limitó a publicar el programa de actividades enviado por el comité de recepción (La Voz del Interior, 12/11/1932, p. 3); Los Principios le dedicó extensas notas, detallando el nutrido programa: recepción en la estación del ferrocarril, velada en su honor en los salones de la Unione e Benevolenza-Casa degli Italiani, alojamiento y banquete en el Hotel Palace, reunión en la sede del Fascio-Dopolovoro dei fascisti, degli ex combatenti e dei dopolavoristi”, conferencia gratuita en el Teatro Rivera Indarte que se concluyó entonando “Giovinezza”, el himno fascista, y conferencia en la biblioteca del Consejo de Educación. También visitó la redacción del periódico, al que calificó como

 

 […] paladín de las buenas causas, que no solo desde la Página de Italia, sino también en sus artículos generales, contribuye, dentro de la medida posible, a que se conozca nuestra Italia actual, la verdadera Italia moderna, desvaneciendo errores o prejuicios para mostrar la realidad de los hechos […] Como uds. saben se transmiten ideas fantásticas, no exentas de malevolencia (Los Principios, 13/11/1932, p. 3).

 

    Si bien, desde la fundación de Il Mattino d’Italia, la ciudad contaba con un corresponsal, desde 1932, Los Principios comenzó a publicar “La Página de Italia”, un verdadero instrumento de propaganda, que celebraba el mito del Duce y de la Nueva Italia. Estaba financiado por la autoridad consular, que recibía fondos y material informativo y gráfico directamente desde Roma. El título de cabecera estaba subrayado por la representación del fascio littorio, emblema del régimen. Incluía una extensa nota editorial —“Marginalia”—, firmada por panegiristas del mismo como Prospero Grasso, profesor de Latín de la Universidad, y el sacerdote italiano Rafael D’Auria, así como una serie de artículos bajo llamativos titulares que exaltaban los logros del gobierno de Mussolini — en el campo económico, demográfico, sanitario, educativo, y los avances en el campo tecnológico; así como la extirpación de la criminalidad, obra de saneamiento de pantanos, de extensión de la red vial y ferroviaria, etc.— acompañados por gráficos y datos estadísticos. Dicha información, junto a grandes fotos de obras públicas en construcción, monumentos e imágenes del Duce, apuntaba a construir en el imaginario de los italianos emigrados y sus hijos la idea de grandiosidad alcanzada por la Italia fascista. La publicación tuvo sus altibajos. La información fragmentada permite reconocer que hasta febrero de 1933 se habían editado 25 números.[26] Entre 1933 y 1934, Los Principios publicaba en su primera página, bajo el título de “Visiones de Italia” grandes fotos de ciudades importantes, fiestas típicas y proyectos obras en construcción. A partir de 1936, con la creación del Ministero per la Stampa e la Propaganda, la publicación retomó continuidad.

    La fascistización de la sociedad también implicaba el adoctrinamiento y disciplinamiento de las futuras generaciones. Para ello, se había creado la Opera Nazionale Ballila (1927), que se ocupaba de la asistencia y la educación física y moral de la juventud. Siguiendo estos principios, en el verano de 1933 comenzaron a realizarse, por primera vez en Argentina, colonias de vacaciones en las sierras de Córdoba. “La Página de Italia” dio gran resalto a la iniciativa del cónsul, Barón Raimundo Carbonelli di Letino, quien, gracias al financiamiento de un grupo de italianos donde se destacaban Thea, Minetti, Tampieri, Gasparrini y Tassano, logró llevar a cabo el primer “Campeggio Italia” en terrenos donados por el industrial calero en La Cumbre, que acogió a un centenar de hijos de obreros inscriptos en la Opera Nazionale. El proyecto original era el de extender el beneficio a 5000 niños, de noviembre a marzo, lo cual habla del sobredimensionamiento de la realidad por parte de las autoridades fascistas, porque en las sucesivas ediciones apenas se logró superar el centenar (La Página de Italia, 18/01/1933, p. 5; 04/02/1933, p. 8). Vida sana y buena alimentación, deporte, gimnasia militar, adoctrinamiento político y religioso — en la colonia se realizaba la misa del domingo—, todo estaba al servicio de crear las nuevas generaciones fascistas. En 1935, coincidiendo con la partida de unos 80 “balilla” para la tercera colonia estiva, en el Dopolavoro se organizó la primera Befana Fascista.[27] En el mismo año se constituyó el Fascio Femminile y se procedió a la formación de las “Piccole italiane”. De todos modos, los inscriptos, en lo que se denominaba las Organizzazioni Giovanili Italiane all’Estero (OGIE), no superaban los 105 (Il Mattino d’Italia, 04/04/1935, como se citó en por Fotia y Cimatti, 2021, p. 116), cifra muy por debajo de lo estimado por las autoridades fascistas.

    A mediados de la década de 1930, se puede hablar de un sólido andamiaje organizativo propagandístico fascista, que dependía directamente del consulado, cuyo epicentro era el Fascio-Dopolavoro. Este contaba con la adhesión de una parte de la colectividad que ahora podía identificarse con un país donde, según la propaganda del régimen, reinaba el orden y la prosperidad, y que, después de medio siglo, había resuelto el conflicto con el Pontificado. Todo ello reforzaba la posición de prestigio que gran parte de la élite había ganado dentro del campo institucional étnico y local.  Habían sido cooptados por el fascismo cuando ya contaban con un importante capital social dentro de la colectividad y dicha adscripción no había hecho más que aumentar su prestigio. Siguiendo a Newton (1995, pp. 5-6), puede decirse que la identificación con la “Revolución Fascista”, encarnada por el Duce, los rescataba de un cierto prejuicio anti-italiano elaborado durante los años de la gran emigración, cuando Italia contaba poco en el concierto de las grandes potencias europeas.

Por otra parte, el totalitarismo mussoliniano era visto como modelo de organización política y social por prestigiosos intelectuales nacionalistas, y en Córdoba contaba con la adhesión de sectores conservadores, católicos y antiliberales que se expresaban a través de Los Principios y El País. A la vez, ganaba terreno en las Facultades de Derecho y de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, así como en el Consejo General de Educación y el Colegio Monserrat, donde enseñaba Nimio De Anquín —creador del partido Unión Nacional Fascista, inspirado en parte en la experiencia italiana—.[28] Los fascistas locales contaban con la presencia de personalidades que daban prestigio a sus celebraciones, como la conmemoración de la batalla de Vittorio Veneto, en 1933, que tuvo como eje central el Te Deum en la Catedral, al que asistieron representantes del ejército, la justicia federal y la policía (Il Mattino d’Italia, 10/11/1933, p. 120).  

    Frente a la potencia del aparato propagandístico fascista, que había cooptado gran parte de la élite institucional italiana, los antifascistas italianos se mantuvieron activos a pesar de estar excluidos de los tradicionales ambientes institucionales y de no tener los mismos recursos económicos de sus adversarios; aunque contaban siempre con la solidaridad de La Voz del Interior. El XX de Settembre se transformó en la fecha de la rebeldía. En 1931, y pesar a la supresión oficial de esa conmemoración (Giannini, 2019), se organizó un banquete en el Hotel Universal de Alta Córdoba y un concurrido baile en los salones de Unione e Fratellanza. Al mismo tiempo, se inauguró la Biblioteca Virgiliana del Círculo de Cultura XX de Settembre. La velada se llevó a cabo “frente a un desbordante público” (La Voz del Interior, 20/09/1931, p. 7). La ausencia de fuentes propias de la Fratellanza impide reconocer quiénes impulsaron este acto de desobediencia. A diferencia de la Benevolenza-Casa degli italiani, que se había atribuido la facultad de representar a toda la colectividad, la Fratellanza, si bien fue la última vez que realizara la conmemoración en sus salones, aún daba muestras de cierta independencia respecto a las directivas del régimen. Poco se sabe de la Biblioteca Virgiliana y del Círculo cultural, de su sede, de sus miembros y de sus actividades. El 20 de septiembre de 1934 se ocupó de la organización de un “banquete popular” en un hotel central para celebrar la “fiesta de la resistencia” (La Voz del Interior,  20/09/1934, p. 7).

Además de lo que podría definirse como un fascismo italiano institucionalizado y elitista, actuaba en la ciudad el Partido Fascista de Córdoba (PFC), sección del Partido Fascista Argentino fundado en 1932 y desconocido por las autoridades italianas (Scarzanella, 2007, p. 199). El mismo contaba con la adhesión de fascistas italianos y de católicos nacionalistas cordobeses; quienes protagonizaban enfrentamientos callejeros contra militantes socialistas y comunistas (Vera de Flachs, 2006, p. 57).  El Fascio local, cumpliendo del Reglamento de los Fasci all’Estero —que prohibía explícitamente la intromisión en la política interna—, se cuidaba de marcar distancia respecto al accionar squadrista de dicho partido. De hecho, el Fascio, a través de un comunicado de prensa, anunció la expulsión de uno de sus afiliados por haber cometido una infracción en tal sentido (Los Principios, 26/02/1933, p. 5).

    Los choques violentos culminaron en junio de 1933 con la muerte de un miembro de la comisión directiva del PFC, el albañil Anselmo Pro, y la destrucción de la sede del partido (Scarzanella, 2007, p. 199). En represalia, al mes siguiente durante un acto del Partido Socialista, fue asesinado el diputado José Guevara, “el Matteotti argentino”, como lo definió La Voz del Interior, ya que ambos crímenes revelaban el avance del fascismo (La Voz del Interior, 30/09/1933, p. 8). El autor material del crimen Rodolfo Onetto —de origen italiano, ex policía y miembro de la Legión Cívica Argentina (LCA)—[29] y sus secuaces fueron detenidos, y las sedes de la LCA y del PFC allanadas y clausuradas. Al poco tiempo, los responsables fueron liberados ya que contaban con apoyo de la policía provincial y el mismo Partido Demócrata al gobierno, que mantenía una posición ambivalente frente al fascismo (Sánchez, 2024).  

    Frente al recrudecimiento de violencia política, también en el interior de la provincia, destacados intelectuales herederos de la Reforma Universitaria, junto a diputados del oficialismo y de la oposición, convergieron para sentar las bases de un movimiento antifascista que se opusiese a las fuerzas de extrema derecha, “organizadas en fascios y legiones” e influenciadas por modelos extranjeros —léase Mussolini—, en defensa de las instituciones democráticas que veían amenazadas, para lo cual convocaban “a todo el pueblo de la nación” (La Voz del Interior, 10/11/1933, p. 4).[30]

    Años después, en 1936, Nimio De Anquín, profesor del Colegio Monserrat y miembro del PFC, fundaría la Unión Nacional Fascista (UNF), inspirada más en las doctrinas de Maurras y del falangismo español, que del fascismo italiano. El mismo se transformaría en el epicentro del nacionalismo hispanista, clerical y conservador de la República Argentina.[31]

Fascismo y Antifascismo a partir de la Guerra en Etiopía y la proclamación del Imperio (1935/1939)

La Guerra en Etiopía[32] respondió a la voluntad de Mussolini de situar a Italia en el contexto internacional como potencia colonial, así como de consolidar su poder interno y proyectarlo a las comunidades emigradas en el exterior. Este conflicto, como los anteriores, volvió a movilizar a la colectividad italiana y a la opinión pública cordobesa. El Fascio local, dirigido por el reconocido médico del Hospital Italiano, el Dr. Bakunin, veterano de la Gran Guerra, puso en marcha una campaña de reclutamiento de reservistas y voluntarios. De los 4.000 voluntarios que se presentaron animados por el espíritu de empresa y aventura, así como por la promesa del gobierno italiano de colonizar nuevas tierras, apenas medio centenar fue aceptado (La Página de Italia, 27/05/1936, p. 10). Respecto al apoyo económico, la colectividad, solicitada por el cónsul J.M Nasi, mutilado de guerra y condecorado, dio nuevamente muestras de fervor patriótico, llegando a ofrecer casi un quintal de metales preciosos y decenas de millares de pesos (La Página de Italia, 27/5/1937, p. 10). A tal resultado se llegó por la adhesión de muchas mujeres que participaron en la campaña de donación de alhajas y anillos de bodas, así como a las kermeses en beneficio a la Cruz Roja Italiana, eventos organizados por el Comité Pro-Italia dirigido por esposas e hijas de notables fascistas locales, M. Teresa C. de Bakunin y Teresa Bigi de Vázquez (Los Principios, 06/05/1936, p. 12; 10/05/1936, p. 14).

    Por su parte, el antifascismo local, que denominaré “criollo” para diferenciarlo del italiano, realizó una fuerte campaña antiguerra, solidarizándose con el antifascismo italiano que había perdido uno de sus carismáticos exponentes, el Dr. Clementi.[33] La celebración del XX de Settembre de 1935, en el marco del conflicto internacional y de la pugna local entre fuerzas fascistas y antifascistas, adquirió una nueva connotación. Invitado por el Colegio Libre de Educación Popular,[34] llegó Córdoba el diputado italiano exiliado Dr. Cesar Grossi, miembro del Comité Antifascista Argentino. Entrevistado por La Voz del Interior, afirmó que la aventura etiópica era la última carta que podía jugar Mussolini en un momento de dificultad política interna, y era un gasto inútil porque en Abisinia no había petróleo, y aunque lo hubiera, el estado italiano no tenía medios para explotarlo. Frente a este “golpe de azar”, el movimiento obrero italiano no podía oponerse porque estaba totalmente desarticulado.

Por otra parte, Armando Porta, colaborador del Colegio Libre, disertó sobre el significado del XX de Settembre, celebración que traspasaba el perímetro de la colectividad italiana al transformarse en símbolo del antifascismo a nivel mundial (La Voz del Interior, 20/09/1935, p. 11; 21/09/1935, p. 6). Al mes siguiente, se hizo portavoz del Comité Pro Paz y Libertad de América —sección Córdoba—, invitando al gran acto público para manifestar contra la “criminal aventura” de Mussolini en África, en el marco de una lucha política e ideológica contra el avance del fascismo y del imperialismo a escala mundial (América libre, 1935, p. 23). En la movilización antiguerra también participaron las representantes de las secciones locales de la Agrupación Femenina Antiguerrera, entre quienes no destaca ninguna italiana, invitando a las madres a oponerse al enrolamiento de sus hijos en la aventura etíope (El País, 12/10/1935, p. 6).

    Tras la caída de Addis Abeba (05/05/1936), Mussolini decretó la anexión de Etiopía y cuatro días después proclamó el nacimiento del Imperio Italiano. Dicho evento no fue festejado en Córdoba con grandes manifestaciones públicas, como en Buenos Aires, donde miles de personas se reunieron frente a la embajada italiana con un lunch en el Hospital Italiano (Devoto, 2007, p. 373),  y una reunión en la sede del Dopolavoro, que contó con la presencia de las máximas autoridades fascistas, el cónsul Nasi y el Dr. Bakunin, junto a un numeroso público (La Página de Italia, 06/05/1936, p. 10).

Mayor fue la conmemoración del 24 de mayo, que celebraba la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial. La conmemoración comenzó con una concurrida misa en la cripta salesiana, tras lo cual hicieron uso de la palabra el cónsul Nasi y el Padre Marini, que asoció la efeméride fascista a la conmemoración de María Auxiliadora. Luego se realizó una reunión en la sede del Dopolavoro, donde tomó la palabra el nuevo secretario, Ingeniero Antonio Farina. Acto seguido, una caravana de autos y ómnibus, condujo a unas 500 personas, entonando canciones guerreras, a la quinta de Albonetti, para participar en el “Rancho de la Victoria”. Los festejos concluyeron con una cena danzante en el Hotel Bristol organizada por las señoras del Comité Pro-Italia (La Página de Italia, 27/05/1936, p. 10).

    A partir de la proclamación del Imperio (09/05/1936), la propaganda fascista se reforzó a través de la prensa, la radio y el cine.[35] La Página de Italia, que retomó su publicación semanal en abril de 1936, presentaba la guerra como campaña civilizadora y evangelizadora, una “guerra santa” guiada por el infalible Duce, portadora del progreso bajo la égida del genio italiano en una región salvaje y atrasada que ofrecía un nuevo horizonte de colonización a campesinos y obreros italianos. A la propaganda a través de la prensa escrita se añadía ahora la emitida por radio y cine. Los italianos eran invitados a escuchar los programas radiales emitidos por LV2  —"La Hora Italiana en América Latina“, más tarde, “La hora de la cultura italiana”. Las transmisiones se abrían y cerraban con la Marcha Real y Giovinezza, se daba espacio a la información, a conferencias y a un variado repertorio de música —desde clásica a la popular—.  También se los invitaba a concurrir al cine Palace para asistir a proyecciones —“Un nuevo amanecer” y “La conquista de Abisinia”—, que celebraban la campaña militar etiópica.[36]

    El Dopolavoro mantuvo su centralidad en materia de promoción del fascismo con sus cursos de lengua, música —en su sede funcionaba un Instituto Musical— y cultura, así como mediante conferencias, conmemoraciones patrióticas, agasajos y cenas en homenaje a personalidades de la colectividad. Hacia 1938, bajo la dirección de Antonio Farina, contaba con 700 inscriptos (Il Mattino d’Italia, 25/05/1938, como se citó en Fotia y Cimatti, 2021, p. 116). Al mismo tiempo, la Dante Alighieri y el Instituto Italiano de la Universidad Nacional de Córdoba, operaban como agentes culturales del régimen italiano a través de un proprio programa de cursos y conferencias.

    Las celebraciones de las efemérides patrias, que habían sido reconocidas por el gobierno nacional,[37] cobraron gran relieve a partir de la proclamación del Imperio. Su primer aniversario fue celebrado en el Hotel Bristol con la presencia de “representantes de todos los rangos sociales” y colonos del interior —veteranos de la Gran Guerra— que se identificaban con el Cónsul Nasi, héroe de guerra. En el mismo participaron representantes de la Falange Española, y se dieron vivas a Mussolini y Franco mientras se entonaban el Himno argentino, la Marcha Real italiana, Giovinezza y la Marcha Real española, en una clara demostración de afinidades ideológicas (La Página de Italia, 12/05/1937, p. 10).

    Frente a consolidación del fascismo a nivel local, el reconocimiento del estatus imperial italiano por parte del gobierno argentino y la alianza con el falangismo local, el antifascismo mantuvo su resistencia. El XX de Settembre volvió a celebrarse en 1938, esta vez, con una conferencia en el salón de actos de la Asociación Española organizada por “entidades antifascistas, liberales y laicas de Cordoba” (La Voz del Interior, 20/09/1938, p. 7).[38] El exiliado político G. Gasparini —ex secretario de la Cámara del Trabajo de Trento, militante socialista y compañero de Mussolini antes de la expulsión de este último del partido—, residente en Buenos Aires desde 1928, había sido invitado a disertar. El día anterior había visitado la redacción de La Voz del Interior acompañado por “algunos connacionales” (La Voz del Interior, 20/09/1938, p. 7), donde había dejado una serie de declaraciones que iban desde el descrédito de la personalidad de Mussolini, hasta la descripción de la difícil situación que se estaba viviendo en la península, donde comenzaba a sentirse la oposición del pueblo y vaticinaba la caída del régimen. Resulta interesante destacar, por una parte, la sede elegida, la mutual española que no daba cabida a los falangistas locales; y por otra, la ausencia de referencia a la asociación italiana, se hablaba apenas de “algunos connacionales” que participaban en un evento que superaba los confines del antifascismo italiano, bastante desarticulado.

La visita de Gasparini se daba en el marco de la reorganización de las fuerzas antifascistas italianas de Buenos Aires, que habían elegido el XX de Settembre de 1938 como fecha para dar vida formal a la nueva Federación de Sociedades Democráticas de la República Argentina, en oposición a la vieja Feditalia (Federación de asociaciones italianas) controlada por autoridades fascistas de Buenos Aires. Tarea difícil de realizar en Córdoba, visto que el mundo asociativo se había plegado al proyecto fascista, y que sus opositores no contaban con espacios institucionales propios, ni con líderes capaces de dar cuerpo a una resistencia, que se ahora se expresaba a través de canales ajenos a la colectividad.

    La Prima Festa del Colono, organizada por los salesianos el 1° de octubre de 1939, fue demostrativa del compacto bloque fascista local avalado por los salesianos en la vigilia de la Segunda Guerra Mundial. La misa inicial en la cripta salesiana, en la que participaron autoridades locales junto con el nuevo cónsul Cesare Afeltra —también él héroe de guerra—, y representantes de todas las asociaciones italianas, entre las que se distinguía la Unione e Benevolenza-Casa d’Italia y colonos venidos del interior, continuó con un banquete, un recorrido de los talleres profesionales de la congregación y finalizó con una procesión religiosa (Bollettino Salesiano, 1940, pp. 32-33).

Conclusiones

Hacia 1939, el proyecto de “italianizar fascistizando” las comunidades emigradas se cumplió relativamente y con resistencia. Las viejas asociaciones mutuales y sus dirigentes fueron cooptados por el discurso del régimen, que contaba con un aparato de propaganda jamás visto hasta entonces (prensa, radio, cine), transmitiendo una imagen de orden, progreso y prestigio internacional, especialmente a partir de la proclamación del Imperio. A ello se sumaba un nuevo calendario patriótico e iniciativas socio-culturales-deportivas, que involucraban a todos los sectores de la colectividad, incluso la infancia y a las mujeres, protagonistas de numerosos eventos sociales y benéficos.  Este aparato propagandístico tendía a asociar la identidad italiana con la fascista, y terminó por subyugar a gran parte de la colectividad. Los logros de la “Revolución Fascista”, celebrados por los sectores católicos y fuente de inspiración para los conservadores locales, aumentaba la propia percepción de prestigio social de gran parte de la élite económico profesional.

    Por su parte, la vieja dirigencia liberal, que lentamente había construido su posición económica y social, podía reconocer, y por qué no admirar, desde una óptica conservadora, la capacidad de Il Duce para combatir el peligro del socialismo y el comunismo en la madre patria. El reconocimiento internacional de Mussolini propagaba una nueva imagen de Italia que reforzaba el prestigio tan perseguido por gran parte de la elite italiana local, viendo en la adhesión al régimen un afianzamiento de su posición social.

    El proceso de aceptación del credo fascista fue lento y no desprovisto de tensiones. La ausencia de fuentes directas impide reconocer si en el interior de la masa societaria de las viejas mutuales se produjeron fracturas, excepto en el caso emblemático del Hospital Italiano. Las apariciones públicas, de las que da cuenta la prensa, permiten reconocer una total conversión de la Benevolenza y una menor exposición de la Fratellanza; la que, en determinado momento, llegó a desafiar las directivas del régimen. Por otra parte, la Cattolica Popolare encontró en el fascismo una plena legitimación ante toda la colectividad, no solamente frente al componente católico. A la promoción del fascismo, contribuyeron los salesianos, quienes protagonizaron eventos celebrativos, asociados al culto, y tenían la capacidad de movilizar no solo a los italianos de la ciudad, sino también a los colonos del interior.

    El Consulado, el Fascio-Dopolavoro, la Dante Alighieri, las OGIE y La Página de Italia, constituyeron el epicentro de una política cultural y de propaganda que se proyectaba más allá de la colectividad y contaba con la adhesión de personalidades del mundo político e intelectual de matriz conservadora. A partir del estallido de la guerra civil española, el fascismo italiano amplió la red de alianzas, incluyendo al falangismo local.

    Por su parte, el antifascismo se manifestó a través de diversos canales y a través de acciones de diferente tenor. Desde la creación de espacios representativos de carácter recreativo y cultural, como la Biblioteca Virgiliana y el Centro XX de Settembre (que conmemoraba dicha fecha a pesar de que estaba prohibido), hasta las acciones violentas, como el atentado dinamitero al consulado. Actos que respondían a las diferentes matrices del antifascismo italiano, desde la filomasónica, liderada por Clementi y Pugliese, hasta la comunista de la Alianza Antifascista dirigida por exiliados políticos. Además de contar, desde temprano, con el apoyo de La Voz del Interior y, en determinados momentos, con el gobierno radical, el antifascismo italiano se insertaba en la red de partidos, asociaciones y publicaciones locales que, desde diferentes perspectivas, combatían el totalitarismo.

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[1] Hasta fines de los años 90 del siglo pasado se podían consultar archivos de las asociaciones Unione e Fratellanza y de Unione e Benevolenza. Sin embargo, a partir de entonces, se han ido perdiendo por incuria o desinterés. Respecto al actual Hospital Italiano, se conservan muy pocas fuentes más allá de 1914.

[2] Agradezco la colaboración de las Lic. María Rosa Jara, Graciela Sendra, Celeste Monterisi y Leticia Monterisi en la búsqueda de fuentes periodísticas.

[3] Sobre la evolución y características del asociacionismo italiano ver: Monterisi (2002); Vidal (2013).

[4] La suscripción de empréstitos de guerra que se hacía a través de la Agencia de Cambios de Eduardo Berrutti y de la Droguería de Justo Minuzzi.

[5] La Marcia su Roma fue una operación subversiva organizada por el Partido Nacional Fascista. Desde diferentes puntos del país partieron escuadrones que violentamente ocuparon edificios públicos y estaciones ferroviarias en el camino hacia Roma. Esta marcha fue el acto fundacional de la “Revolución Fascista” y su aniversario se transformó en punto de referencia del nacimiento de lo que el régimen dictatorial denominó “La Era Fascista”.

[6] Lamentablemente no se cuenta con mayor información acerca de su composición.

[7] No se cuenta con información sobre sus miembros. Funcionaba en el palacete Eleázar Garzón (calle Colón 260).

[8] Restos mortales de un soldado desconocido sepultado en el Altar de la Patria (Roma) en representación de todos los caídos en las trincheras de la Gran Guerra. El ritual de su homenaje, dispuesto en 1921, fue enseguida apropiado por la retórica fascista.

[9] Tulio Bigi (importador de maquinarias industriales); Alejandro Capra, Fernando Ricciardi (de la sociedad Reduci di guerra), Alceo Brunazzi (profesor universitario); el Prof. Dr. Pascual Clementi (presidente del Hospital Italiano) y Edoardo Berrutti (propietario de la Casa de cambios, Agencia de navegación y Loterías).

[10] Fue encontrado mutilado por perros y zorros en un zarzal (La Voz del Interior, 21/10/1924, p. 10).

[11] El partido fundado por Don Luigi Sturzo en 1919, se había declarado no confesional para no comprometer a la Santa Sede en cuestiones de política interna y se presentó a las elecciones con un programa de renovación política y social del país centrado en la libertad y autonomía locales.

[12] La marcia su Roma comenzó un 26 de octubre y se detuvo 2 días después; el artículo no precisa el motivo de la fiesta, pero la fecha hace pensar en una celebración del hito fundacional del fascismo.

[13] En un primer momento, Mussolini intentó asociar la gesta risorgimentale con la “revolución fascista”, presentando esta última como culminación del proceso de construcción de la nación, llegando a identificar las “camicie rosse” garibaldinas con las “camicie nere” fascistas.

[14] Además de identificar al corresponsal del periódico fascista Il Littorio como autor material del asesinato de Camillo Nardini; denunciaba los actos de prepotencia y agresiones protagonizados por fascistas en la Capital Federal y exigía la intervención del Ministro de Relaciones Exteriores (Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 1927, pp. 639-644).

[15] La escueta información periodística impide reconocer el nombre de los participantes a la reunión que se realizaría en la calle Maipú 87 para nombrar la comisión directiva.

[16] [...] era da tempo in balia di un gruppo di massoni discretamente influenti per il loro grado d’istruzione, ma soprattutto per la loro discreta situazione finanziaria; persone che avevano un tempo chi più chi meno esercitato una innegabile influenza in seno alla collettività italiana di cui talvolta avevano impugnato le redini (Salvetti, 1999, p. 63).

[17] Iniciado en 1909 y promovido a IV grado en 1911.

[18] Presidente comité de festejos XX Settembre (La Voz del Interior, 16/09/1916, pp. 4-7). En 1917 representaba el periódico “La Unión Italiana” (La Voz del Interior, 13/04/1917). En 1920, su candidatura para suplencia de la cátedra de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina fue propuesta por el Dr. Cetrángolo (futuro simpatizante de la causa antifascista cordobesa) y apoyada por Dr. Strada pero no logró su nombramiento (Actas y Documentos oficiales. Consejo Superior Universidad Nacional de Córdoba. Año 8, n° 2, 1921).

[19] Mientras El País indicaba el número de participantes (46) para evidenciar la débil representatividad de la asamblea; La Voz del Interior, sin dar detalle numérico señalaba la presencia de numerosos socios a pesar de ser una asamblea que por lo general no atraía mucha concurrencia. La declaración votada en la asamblea fue publicada en ambos periódicos.

[20] Inscriptos: 2.466; sufragantes: 1841; inscriptos que no ejercieron derecho de voto: 625. Resultado: Bortoluzzi 1097 (59,58%); Clementi 717 (38,94 %); en blanco 27 (1,46).

[21] En el Casellario Politico Centrale (dipartimento di Pubblica Sicurezza) (1975), fueron fichados Fortunato Fava (anarquista), Giuseppe Decannini (comunista) y Giuseppe Parrello (comunista) (pp. 1644 y 3647 respectivamente). http://dati.acs.beniculturali.it/CPC/

[22] Consejos de Administración 1930/31: Francisco Patrone (presidente, destacado empresario constructor); Pablo Tettamanti (vice presidente, industrial del calzado); Lorenzo Bortoluzzi (tesorero, ex presidente del Círculo Italiano); y Miguel Thea (secretario, industrial calero). Desde 1931, Héctor Cappelletti (presidente hasta 1942 excepto breves períodos); vice Julio César Ferraris (vicepresidente); Michele Thea (secretario); Dr. Prospero Grasso (tesorero). Dirección médica: Cayetano Vitale; Luigi Bakunin (nieto del revolucionario anarquista y secretario del Fascio local 1934/37); Ferdinando Strada; y Roque Pacella (todos graduados en Italia). En 1935, la presidenta de las Damas de Beneficencia era la hija de Tulio Bigi, figura del fascismo local (Monterisi et al. 2003, pp. 39, 77, 81, 83).

[23] División Política, Caja Nº 2979, Ministerio del Interior, N° 014934-S, Exp. originado denuncia atentados edificios consulados italianos, junio de 1930, AHCA (Maggio, 2023, p. 235).

[24] 21 de abril (Natale di Roma); 28 de octubre (aniversario de la Marcia su Roma); el 4 de noviembre (Batalla de Vittorio Veneto); la Festa dello Statuto y más adelante, la proclamación del Imperio Fascista (9 de mayo). También eran motivo de celebraciones el aniversario de la declaración de guerra a los Imperios Centrales, de la creación de los Fasci.

[25] “Baile de las colegialas” en Benevolenza (El País, 01/12/1933, p. 13); Baile en el Circulo Italiano (El País, 02/12/1933, p. 3); Baile en terraza inaugurada por la Fratellanza (El País, 07/12/1933, p. 11); Velada en beneficio del Hospital Italiano en el Cine Austral y baile en el Alta Córdoba Tennis Club (El País, 08/12/1933, p. 5); Unione e Benevolenza ofrece matinée danzante el domingo (Los Principios, 04/05/1934, p. 12).

[26] La Página de Italia 02/11/1932; 09/11/1932; 16/11/1932 (12° edición); 23/11/1932; 30/11/1932; 08/01/1933; 18/01/1933; 25/01/1933; 04/02/1933; 08/02/1933 (23° edición); 15/02/1933; 22/02/1933.

[27] Desde 1928, el régimen impuso la celebración del día de la Epifanía, con una fiesta en la que se daban regalos a los niños de las familias más necesitadas.

[28] Sobre los vínculos entre conservadurismo, clericalismo y fascismo ver Tcach (2007; 2008; 2011); Sánchez (2023); y Vera de Flachs y Sillau Pérez (2021).

[29] Milicia paramilitar creada por el presidente golpista J.F. Uriburu inspirada en las “camicie nere” fascistas, donde militaban, junto a cordobeses, italianos y sus descendientes.

[30] Entre los presentes se encuentran los reformistas Enrique Barros, Miravet, Gregorio Bermann, Deodoro Roca, Reginaldo Manubens Calvet; los diputados demócratas Leónidas Carranza, J. Antonio Mercado, Horacio Blanco; diputado socialista: Luis Stegagnini.

[31] Sobre Nimio De Anquín y la UNF consultar Tcach (2007; 2008; 2011).

[32] Significó un enorme despliegue militar, en cuanto a cantidad de soldados y medios empleados —incluso armas químicas y campos de concentración—. Gracias a esto, en pocos meses logró someter a un ejército tribal, mal equipado y menos preparado para sostener una guerra moderna. Esta agresión suscitó la reacción de la Sociedad de las Naciones, que decidió imponer sanciones económicas a Italia que, sin embargo, no detuvo las operaciones militares.

[33] “En un multitudinario sepelio, Alfonso Pugliese, en representación de la Masonería Argentina y de la Logia Piedad y Unión 34 de Córdoba, fue el encargado de realizar la oración fúnebre, recordándolo como el “franciscano médico de amigos y pobres” (La Voz del Interior, 05/09/1935, p. 8).

[34] Este Colegio había sido creado por el dirigente reformista y pedagogo socialista Juan E. Zanetti con el objetivo de educar gratuitamente a los adultos a través de conferencias sobre temas científicos, artísticos y políticos, en las que se criticaban tanto el fascismo como el capitalismo desde una óptica marxista, anti imperialista y latinoamericana.

[35] Sobre la propaganda fascista ver Fotia (2015), y sobre La Página de Italia, el exhaustivo análisis de Tcach (2008).

[36] La Página de Italia, 09/07/1936; 15/07/1936; 22/07/1936; 05/08/1936; 12/07/1936; 23/09/1936; 17/03/1937; 02/06/1938; 23/06/1938. Los programas radiales se emitían por lo general los días jueves, viernes o sábado por la tarde.

[37] El gobierno de A.P. Justo autorizó la exposición de la bandera italiana junto a la argentina durante las efemérides italianas: Navidad de Roma, Proclamación del Imperio Fascista y 24 de mayo, aniversario de la entrada en guerra contra los Imperios Centrales, adhiriendo oficialmente al calendario fascista (La Página de Italia, 21/04/1937, p. 8).

[38] La nota no especifica a dichas “entidades”, pueden hipotetizarse el Colegio Libre de Educación Popular y el Comité Pro Paz y Libertad.