Reseña bibliográfica de: Nieto Orriols, D. (2021). Diodoro Sículo y la diplomacia romana. Política e imperialismo en el mediterráneo antiguo. Santiago: RIL editores, 169 pp.
Palabras clave: Diodoro Sículo; Estoicismo; Diplomacia; Imperialismo
Keywords: Diodorus Siculus; Stoicism; Diplomacy; Imperialism
En la presente obra se desarrolla un estudio de la diplomacia romana republicana a partir de la Biblioteca Histórica de Diodoro Sículo, así como también de los instrumentos y características de la diplomacia desarrollada por Roma en su expansión por el Mediterráneo. Además, se analizan los discursos que Diodoro construyó sobre Roma y los pueblos con los que interactuaba. El trabajo consta de tres capítulos divididos en tres secciones cada uno.
En el primer capítulo, “Diodoro y la Biblioteca Histórica”, Nieto Orriols se detiene en el autor y su obra. Sobre el primero, señala que lo único que sabemos de él es lo que él mismo cuenta en su obra.[1] En cuanto a esa última, indica que, si bien en la Biblioteca Histórica las temáticas expuestas son amplias y variadas, existe un criterio de unidad donde el devenir de la humanidad es regido por la “providencia”, aspecto que Diodoro toma para ordenar las historias universales.[2] Respecto de este tema, el autor romano reconoce que existieron otras historias con vocación universal, pero pretende presentar su Biblioteca Histórica como la más completa.
Al reconstruir la posición filosófica del autor, Nieto Orriols afirma que en la obra se puede identificar claramente una formación estoica. Así, leemos, por ejemplo, que “el pasado da forma al presente en función de un devenir guiado por la providencia y concebido en una temporalidad cíclica” (pp. 28-29). En estas circunstancias, era indispensable el conocimiento del pasado. Según el autor chileno, la Biblioteca Histórica pretende dejar un aprendizaje moral a sus lectores, como una especie de “visión educativa”, sosteniendo un fin explicativo y un enfoque pedagógico-moralizante. Además, Nieto Orriols menciona que la Biblioteca Histórica está diagramada de una forma en la que la historia romana y su expansión por el Mediterráneo es ubicada como la protagonista en el “devenir de la Divina Providencia”, donde Roma es mostrada como una entidad superior por excelencia.[3]
Con respecto a la recepción y a la crítica de la Biblioteca Histórica a través de los siglos, Nieto Orriols opina que ha sido, desde su publicación, objeto de múltiples interpretaciones. La primera, que se encuentra en autores que escribieron desde la antigüedad hasta el siglo XVI, la consideraba como una obra útil para estudiar la práctica histórica, sobre todo, por el carácter teleológico, universalista y moralizante, que servía a los intereses del cristianismo primitivo.[4] La segunda postura identificada, que se difundió entre los siglos XVII y XIX inclusive, es la que se plantea, principalmente, en el marco de la denominada escuela alemana que sigue los principios de la Quellenforshung. En ese contexto, Diodoro recibió la crítica más profunda. Los trabajos denunciaron varios errores en el contenido y la cronología y llegaron a catalogar a Diodoro como copista sin originalidad. Esta última visión cambió desde mediados del siglo XIX con la generación de la tercera interpretación identificada por Nieto Orriols. Desde mediados del siglo XX, con las transformaciones epistemológicas de los estudios humanísticos y el surgimiento de nuevos paradigmas culturales, se le reconoce a la Biblioteca Histórica una función sociopolítica y se valora su originalidad, especialmente del proemio. Además, se rescata el aporte educativo por sobre el de su erudición.
Con respecto a las influencias filosóficas en Diodoro, Nieto Orriols observa, como se ha mencionado anteriormente, que las características estoicas le permiten dar sentido a la historia de Roma, a la que reconoce como una benefactora al servicio de la “providencia”. A Roma se la identifica con virtudes en sus decisiones. Así, sus acciones políticas y bélicas se rigen y se ven justificadas por los principios de bellum iustum (guerra justa). A toda la expansión territorial de Roma, Diodoro le otorga un sentido providencial, desde su perspectiva teleológica, legitimándola desde la iustitia (lo justo). La condición de Roma como “civilización superior” se evidencia en dos elementos de su cultura: la civitas (unidad territorial, jurídica, económica y religiosa) y la humanitas (cualidad que distingue a los hombres civilizados de los salvajes). Siguiendo la lógica de la Biblioteca Histórica, esta condición de superioridad de Roma, que se advierte en su obediencia a las leyes, ha capacitado a sus ciudadanos para la dominación de pasiones irracionales, que son propias de la barbarie. Es decir, para Diodoro esta dimensión civilizadora de Roma es beneficiosa para los pueblos sometidos.
En el segundo capítulo, “Diodoro y la diplomacia romana”,[5] el autor realiza un repaso de las características de la diplomacia en el mundo antiguo en general y las describe como eventos particulares y casuísticos, que cumplían solo la función de mensajería. En cambio, las comitivas diplomáticas romanas desempeñaban múltiples funciones y eran un recurso del Estado, con sus propias normas y leyes. No obstante, la característica más importante es que era permanente. La expansión de Roma fuera de la península configuró el perfil de los embajadores romanos y las condiciones que debían poseer las personas elegidas como embajadores o diplomáticos, cargo que formaba parte del cursus honorum en Roma. El perfil ideal de un embajador incluía conocimientos políticos, jurídicos y tener dotes oratorias.[6] El Senado buscaba en un diplomático que mostrara la superioridad de la República romana y, en ese sentido, que representara valores como la justicia, la piedad y la clemencia; es decir, los que conformaban la identidad romana. La prudencia y la mesura practicada por los embajadores evidenciaban la grandeza espiritual y cultural de Roma en el extranjero.
En la Biblioteca Histórica, se destacan tres tipos de embajadas romanas. La primera, sin poder resolutivo, actuaba como sistema de mensajería y estaba formada por individuos de poca jerarquía política. La segunda tenía poder resolutivo, pero no podía tomar decisiones definitivas (como, por ejemplo, declarar una guerra o concertar una paz). Por último, la tercera tenía la potestad para tomar decisiones definitivas. Nieto Orriols sugiere que la formación de una comitiva con dos miembros tenía por finalidad establecer una estructura colegiada y evitar hechos de corrupción
Con respecto a la conquista, la embajada no solo sirvió como mecanismo para enaltecer y presentar a Roma como una civilización superior, configurada con los atributos de la identidad romana, sino también para legitimar las conquistas y los avances en el Mediterráneo.
En el tercer y último capítulo, “Diplomacia y diplomáticos”, Nieto Orriols, por un lado, nos deja en claro que el sículo mantiene una doble moral con respecto a las acciones de los romanos. Resalta las acciones ejemplares de estos, pero omite sus actuaciones negativas o viciosas. Según el autor, “Diodoro expresa la idea de Roma como una sociedad con alto espíritu de civismo, cuya proyección en la escena internacional, legitima la justicia en sus actos en política exterior […]” (p. 104). Por otro lado, el investigador chileno analiza cómo Diodoro cataloga a distintos pueblos como civilizados o bárbaros, según las características y las acciones que llevan adelante sus embajadas.
Nieto Orriols reconoce tres temas en las narraciones de Diodoro sobre episodios diplomáticos: las características fundamentales de la diplomacia romana, la explicación de los encuentros diplomáticos y la particularidad del comportamiento romano en esas situaciones, en las que muestra coherencia entre los actos y el marco jurídico. Además, el autor explica que Diodoro distingue dos categorías de encuentros diplomáticos: los de la misma Roma con otros pueblos y la de esos otros pueblos entre sí.
Nieto Orriols enfatiza y sostiene que la gran cantidad de encuentros diplomáticos descriptos en la Biblioteca Histórica es una muestra de la importancia de la política internacional en el mundo romano. Entre los valores que destaca del sículo en los encuentros diplomáticos se pueden mencionar la justicia, la prudencia y la clemencia. Diodoro da a entender que la connotación teatral, la actitud dramática y las conductas rogatorias son características negativas de las embajadas extranjeras, lo que demuestra la inferioridad cultural de esos pueblos con respecto a Roma. Nieto Orriols señala que no sabemos si la postura de Diodoro es el resultado de la defensa tenaz del imperialismo o si es una manifestación de su perspectiva estoica. Lo que sí está claro es que quería enaltecer la imagen de Roma dentro del marco de su perspectiva teleológica de la historia, legitimando sus intervenciones a las que concibe como reparaciones de un orden universal que se vería dañado en diferentes circunstancias por la conducta de los bárbaros. Al fin de cuentas, en la lógica de Diodoro, la expansión de Roma es la prueba del apoyo de la “providencia”, donde se remplazaba la violencia y el belicismo por la benevolencia y el beneficio.
En la Biblioteca Histórica, las habilidades argumentativas y oratorias son un recurso básico para que Roma se convirtiera en un Estado sociopolíticamente poderoso. También nos cuenta Nieto Orriols que la vestimenta de los embajadores, como el uso de la toga, formaba parte de la importancia del simbolismo en la antigüedad. El uso de esa prenda era la representación misma de Roma, donde sea que el embajador estuviera presente. Otras características romanas, como la mesura y la prudencia, Diodoro las coloca como contraparte, por ejemplo, del comportamiento de los cartagineses,[7] representados como exaltados y comunicándose a los gritos, actitudes propias de la barbarie.
Diodoro sículo y la diplomacia romana es un trabajo que aporta los argumentos necesarios para comprender las herramientas y los recursos diplomáticos que utilizó Roma en su expansión político-cultural por el Mediterráneo. En la misma, se evidencia la importancia de la obra de Diodoro como fuente en la que se puede encontrar información de suma importancia sobre el tema, aunque también se ponen de manifiesto las complicaciones de trabajar con los pasajes fragmentarios de la misma.
El amplio uso de términos latinos —de naturaleza polisémica— en el libro reseñado hace pensar que su destinatario es el público especializado en historia antigua y, en particular, en la historia grecorromana.[8] Tal vez, también pueda ser de interés la obra de Nieto Orriols para filósofos atraídos por el estoicismo, dada la profundidad con que se trata esta corriente allí.
Matías Edilberto Bigo
Universidad Nacional de Río Cuarto
matiasebigo@gmail.com
Referencias bibliográficas
Ambaglio, D. et al. (2008). Diodoro Siculo. Biblioteca storica. Commento storico. Introduzione generale. Milano: V y P.
Nieto Orriols, D. (2013). Diplomacia y legitimación: Diodoro Sículo y la representación historiográfica del imperialismo romano. Cuadernos de Historia Cultural, 2, 28-60.
Nieto Orriols, D. (2015). Diodoro Sículo y el imperialismo en la Biblioteca Histórica: consideraciones y problemas sobre las funciones moralizante y persuasivo-política de la conquista romana. Intus-Legere Historia, 9 (1), 5-23.
Vega Rodríguez, H. (2017). La Biblioteca Histórica de Diodoro de Sicilia. Universalidad, escritura de la historia y el retrato de los cartagineses (Tesis de maestría). Universitat Oberta de Catalunya, Barcelona.
Vega Rodríguez, H. A. (2019). Diodoro de Sicilia y la historia universal. Anuario de la Escuela de Historia Virtual, 15, 1-26.
[1] Para ampliar información véase: Ambaglio et al. (2008).
[2] Si se está interesado en la escritura y la universalidad en la Biblioteca Histórica: Vega Rodríguez (2017; 2019).
[3] Respecto al imperialismo romano: Nieto Orriols (2015).
[4] Nieto Orriols destaca la popularidad de la Biblioteca Histórica en el imperio bizantino y en la Baja Edad Media.
[5] Para ampliar información véase: Nieto Orriols (2013).
[6] La elección de un embajador era función del Senado, ya que este concentraba la función de la política exterior.
[7] Nieto Orriols, en el tercer capítulo, está constantemente comparando las embajadas romanas con las cartaginesas, que se relatan en la Biblioteca Histórica.
[8] Asimismo, llama la atención del lector el extenso uso de términos latinos considerando que el análisis se basa en un autor que escribe en griego.