Resumen de tesis:

Polibio, Tito Livio y la Primera Guerra Macedónica[1]

Ignacio Carral

(Universidad de Buenos Aires)

ignaciocarral@gmail.com

Los años de la Guerra de Aníbal fueron críticos para la existencia de la República romana, en parte porque, después de una serie de contundentes victorias de las fuerzas cartaginesas en Italia, el pueblo quiritario no solo tuvo que combatir contra su antigua némesis africana, sino que también se vio en la necesidad de hacer frente a un nuevo enemigo que apareció en el Oriente: se trataba de Filipo V, rey de los macedonios. La intervención de este monarca en el enfrentamiento supuso la aparición de un segundo frente bélico en las regiones de Iliria, recientemente sometidas por Roma en dos guerras. Esta situación crítica incluso empeoró cuando los romanos descubrieron que sus dos enemigos estaban negociando una alianza y planeaban coordinar sus acciones para terminar de someter a la agobiada República.

Los romanos respondieron aislando a las fuerzas hostiles a partir de una política de prudente contención: a las fuerzas cartaginesas les fue negada la posibilidad de nuevos combates decisivos, mientras en el Este los magistrados de la República firmaron un acuerdo con los etolios, enemigos históricos del reino de Macedonia. Este pacto, que incluía también a los lacedemonios, eleos, algunas tribus de Iliria y al rey Atalo I de Pérgamo, permitió a los romanos neutralizar la embestida de los macedonios e incluso castigar con una serie de acciones punitivas al rey y a sus aliados griegos.

Sin embargo, una vez que el pacto cumplió con sus objetivos estratégicos, los romanos perdieron interés en el enfrentamiento y abandonaron a los etolios a la furia de Filipo, quien prontamente pasó a la ofensiva y devastó su territorio. El resultado de estas campañas fue la conclusión de una paz por separado que alteró el plan original de la República romana. Esta retomó la iniciativa enviando, por primera vez, un nutrido contingente de legionarios hacia Iliria y Grecia. Sin embargo, después de poco tiempo, se llegó a un acuerdo en Fénice, que dio fin a este primer enfrentamiento entre macedonios y romanos, lo cual permitió a estos últimos concentrar sus fuerzas en la invasión de África.

Conocemos la mayor parte de estos hechos a partir de dos fuentes históricas, griega una, romana la otra. La primera se trata de las Historias , escritas por Polibio de Megalópolis a mediados del siglo II a.C. Este fue un aristócrata perteneciente a la Confederación de los aqueos, una alianza de ciudades con estrechos vínculos con los monarcas macedonios y cuyo centro territorial era el norte de la península del Peloponeso. Las Historias poseían, en su forma original, cuarenta volúmenes, de los cuales sobreviven solo cinco en forma completa, y su objetivo central era explicar cómo y por qué los romanos habían logrado derrotar a sus adversarios principales y constituirse en la potencia dominante de la región Mediterránea. En este sentido, los libros de Polibio son extremadamente valiosos porque contienen la perspectiva de un griego educado respecto al fenómeno de la expansión romana.

La segunda fuente es el texto conocido como Ab Vrbe Condita, del historiador romano Tito Livio. Esta obra, uno de los clásicos del corpus latino, contenía ciento cuarenta y dos volúmenes, de los cuales han sobrevivido treinta y cinco, y narraba la historia de la ciudad desde su fundación hasta el período de César Augusto. Livio, quien no parece haber ocupado cargos públicos, escribió con un gran estilo y habilidad, pero, a diferencia de Polibio, incorporó la narración de eventos muy lejanos a los de su propio tiempo, por lo que, en ocasiones, tuvo que recurrir a fuentes de dudosa calidad historiográfica.

Si bien ambos autores hicieron referencia al enfrentamiento, el estado fragmentario de la mayor parte de los libros de las Historias que tratan sobre la Primera Guerra Macedónica (5-13), y los silencios, omisiones deliberadas y el interés intermitente por parte de Livio en los libros correspondientes (22-29) hacen que el conocimiento de este conflicto sea deficiente. Por otro lado, el resto de las fuentes que mencionan estos hechos son extremadamente sintéticas, y parecen provenir, de uno u otro modo, de estos dos historiadores.

En esta investigación se intenta dar respuesta a un interrogante central respecto a esta guerra y a los dos autores antiguos que han escrito sobre ella: ¿Tito Livio conocía y utilizó como fuente a las Historias de Polibio al narrar los hechos de la Primera Guerra Macedónica? A pesar de ser una pregunta aparentemente sencilla, existen una serie de obstáculos considerables que debieron ser tomados en cuenta para llegar a una respuesta fundamentada: la bibliografía disponible sobre el tema se remonta a doscientos años y está constituida, en su mayor parte, por investigaciones en alemán y latín, de difícil acceso para un estudiante de América Latina. Asimismo, el estado fragmentario del texto de Polibio que corresponde a estos eventos obliga a los investigadores a emitir sus opiniones y resultados con suma cautela y a trabajar con suposiciones y conjeturas de escaso carácter probatorio. El siguiente obstáculo está relacionado con el hecho de que la pregunta está enlazada con otras similares sobre la relación entre los dos historiadores a lo largo de la tercera década, por lo que no se puede obviar la vasta bibliografía sobre este problema mayor. Finalmente, una parte importante de los textos más recientes no puede encontrarse en el país y el menguante interés en el tema ha vuelto más ardua la tarea de obtenerlos.

El trabajo de adaptación de las Historias realizado por Tito Livio en Ab Vrbe Conditaes tema de estudio y debate desde la publicación de De Fontibus historiarum T. Livii, en dos volúmenes, en 1822 y 1828 respectivamente, por parte de Frederick Lachmann. Este fue el primer trabajo sistemático sobre las fuentes de Livio y, como tal, es identificado por los críticos posteriores como la obra fundadora de la Quellenforschung, como se conoce a la febris historiográfica y filológica que se apoderó de los institutos y universidades alemanas del siglo XIX. El trabajo de Lachmann se propuso examinar los libros donde ambos autores narraron los mismos hechos, y concluyó que se podía afirmar que existía una relación textual entre ambas obras.

Sin embargo, Lachmann realizó solo una exploración inicial del problema, y en las décadas siguientes aparecieron pocos trabajos sobre la cuestión, y cuando la tarea fue retomada, a partir de la década de 1850, comenzaron a proponerse hipótesis alternativas para las diferentes secciones de la obra de Livio. Sin dudas, el trabajo más importante de este período fueKritische Untersuchungen über die Quellen der vierten und fünften Dekade des Livius, publicado por Heinrich Nissen en 1863, quien profundizó las investigaciones previas. El trabajo de Nissen no solo separó los pasajes de estas décadas que podían rastrearse con seguridad a las Historias de aquellos que provenían de la tradición romana, sino que además explicó con claridad los mecanismos utilizados por Livio para llevar a cabo su adaptación.

A pesar del éxito de Nissen, este autor no se ocupó de la tercera década, por lo que los trabajos de los años siguientes se encargaron de retomar esta cuestión. Carl Böttcher intentó zanjarla en 1869, cuando publicó su trabajo sobre los libros 21 y 22 de Ab Vrbe Condita. Este autor argumentó que la información de Livio en estos libros debía provenir del historiador griego Sileno, pero no directamente, sino a través del texto de Lucio Celio Antípatro, un autor romano que solo sobrevive en fragmentos. Esta hipótesis fue luego difundida por trabajos como los de Wölfflin (1872), Niese (1899) y Kahrstedt (1913), y por muchas décadas esta se convirtió en la communis opinio dentro de los estudios publicados en Alemania.

Sin embargo, las obras más importantes de fines de siglo, aquellas de Hesselbarth (1889) y Soltau (1897), volvieron a examinar, si bien de forma tangencial, esta cuestión, y pusieron en duda la tesis de Böttcher. Esto tuvo como resultado que el problema de la filiación entre las obras de Polibio y Tito Livio, al menos en lo referido a la tercera década, quedara sin resolver. La consecuencia de esta aporía fue que para principios del siglo XX los trabajos dedicados exclusivamente al tema prácticamente desaparecieron, y el interés de los historiadores y filólogos viró hacia temas menos espinosos, en general vinculados con el análisis de aspectos literarios o estructurales sobre la obra de Livio.

El último gran trabajo sobre la cuestión fue publicado en 1977 por Hermann Tränkle. Esta es la investigación con la que más polemiza esta tesis, porque el académico alemán realizó allí un excelente análisis crítico sobre ambas fuentes que, no obstante, despliega conclusiones muy diferentes a las expresadas aquí. La mayor parte del trabajo de Tränkle se concentró en el estudio de los libros 31-45 de AVC. Sin embargo, el académico alemán también dedicó un extenso capítulo al estudio de la problemática tercera década, y allí Tränkle se mostró inflexible y negó cualquier posibilidad de un uso directo de Polibio en estos libros, adoptando así la antigua posición de Böttcher, y retomando un análisis similar al de Kahrstedt para los pasajes de la Primera Guerra Macedónica.

Después de la publicación de Tränkle, el tema ha vuelto a aparecer esporádicamente, en general en capítulos de libros o breves artículos, pero no se han realizado trabajos sistemáticos de gran alcance. Algunos ejemplos de estas investigaciones posteriores son el excelente artículo de corte revisionista sobre la Primera Guerra Macedónica, escrito por John Rich en 1984, un capítulo de David Levene en su libro del 2010 sobre la Guerra de Aníbal, dos artículos de Monica D’Agostini (2011; 2015) acerca de las fuentes que hacen referencia a Filipo V de Macedonia, dos capítulos en el Companion to Livy(editado por Bernard Mineo en 2015), por parte de Jürgen von Ungern-Sternberg y James Richardson, un artículo de Agustín Moreno (2017) respecto a la posibilidad de una consulta temprana de las Historias en el libro 5 deAVC,y un trabajo de Craige Champion (2019) sobre Livio como lector de Polibio. Sin embargo, a grandes rasgos, la cuestión de la tercera década es un asunto aún por resolver.

La hipótesis central de esta tesis es que una parte considerable de la narración de Tito Livio sobre la Primera Guerra Macedónica, tal como la podemos encontrar entre los libros 22 a 29 de Ab Vrbe Condita, proviene, sin intermediación, de las Historias de Polibio. Sin embargo, también se busca argumentar que la información sobre la génesis del enfrentamiento (217 a 215 a.C.), y los primeros años del mismo (214 a 212 a.C.), no se corresponde con el testimonio de Polibio para estos hechos, y que Livio debió incorporar dicha información a partir de otras fuentes, sin que sea posible precisar su origen.

Asimismo, se intenta demostrar que las Historias se convirtieron en la fuente principal de los hechos a partir del libro 26 de Ab Vrbe Condita , y que esta situación se extendió hasta el libro 29. En estos libros, Tito Livio narró los años centrales del enfrentamiento (211 a 207 a.C.), así como su desenlace (206 y 205 a.C.). Sin embargo, el análisis de las fuentes también sugiere que Livio realizó importantes recortes del texto de Polibio, como la omisión de saqueos de ciudades griegas y de varias oraciones en donde los romanos son llamados bárbaros y sus acciones en Grecia son criticadas duramente.

Finalmente, el trabajo busca demostrar que, a pesar de esto, el relato de Livio es coherente con la narración que podemos hallar en los fragmentos de las Historias para estos eventos (libros 7-11), y con la evidencia epigráfica (e.g. la inscripción del acuerdo entre los romanos y etolios hallada en Tirreo, en 1949), por lo que se argumenta que la hipótesis de Böttcher, defendida luego por otros autores, que sostiene que el texto de Polibio fue utilizado solo de forma indirecta, carece de respaldo documental.

Para probar estas hipótesis se recurrió al método filológico, comparando las fuentes disponibles. Asimismo, se consultaron los textos en versiones traducidas y en su lengua original. Fueron de gran utilidad los comentarios de Walbank (1957; 1967; 1979) para las Historias, así como los de Ogilvie (1965), Oakley (1997; 1998; 2005a; 2005b) y Briscoe (1973; 1981; 2008; 2012) para Ab Vrbe Condita, a pesar de que estos tres últimos autores no hiciesen referencia especialmente a la tercera década de esta última obra, para la cual no contamos, desafortunadamente aún, con un comentario específico.

Los resultados de la investigación podrían tener implicancias para distintos campos de estudio. En primer lugar, el análisis corrobora algunas de las hipótesis sostenidas por Luce en 1977. Allí, este autor argumentó que Livio planificaba con cuidado la estructura de su obra antes de empezar a escribir, leyendo, identificando y seleccionando sus fuentes con antelación, y publicando luego sus trabajos en grupos de cinco libros. El análisis de la narración de la Primera Guerra Macedónica se ajusta muy bien a este esquema.

En segundo lugar, la investigación destaca el aporte de la narratología como una disciplina útil para el examen de las obras historiográficas antiguas. Algunas de las nociones de esta disciplina fueron de gran utilidad para respaldar el argumento central de la investigación.

En tercer lugar, el análisis también revela que los recortes de las Historias por parte de Livio en estos libros han sido extensos, y esto podría resultar en una revaluación de su rol como un simple historiador de “copiado y pegado”, como alguna vez fue llamado por Collingwood (1952). En particular, las omisiones de ciertos aspectos de la obra de Polibio, que Craige Champion (2004) ha caracterizado como la “política cultural” del texto griego, sugieren que Livio editó de forma deliberada la información que podría haber sido interpretada de forma crítica por los contemporáneos a Livio que cuestionaban el proceso de expansión romana.

Finalmente, y como consecuencia directa de estos “olvidos” por parte de Livio, la investigación sugiere que su selectivo trabajo de adaptación ha afectado de forma significativa nuestro conocimiento sobre los hechos principales de esta guerra y, por lo tanto, su interpretación. Por esta razón, considero que sería recomendable retomar estas cuestiones al intentar reescribir la historia de la Primera Guerra Macedónica, teniendo en cuenta los silencios de la versión romana y recuperando las críticas acalladas del mundo griego, para que la narrativa del enfrentamiento no quede eclipsada por el sesgo que el estado fragmentario de las Historias, y las omisiones deliberadas del autor romano han impuesto al tema.

Referencias bibliográficas

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Instrumenta Studiorum

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[1] Tesis de Maestría en Estudios Clásicos (orientación en Cultura), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Dirigida por el Dr. Álvaro Moreno Leoni (UNC/UNRC/CONICET) y co-dirigida por el Dr. Diego Paiaro (UNGS/UBA/CONICET). Los miembros del jurado fueron los dres. Carlos García MacGaw (UNLP/CONICET), Agustín Moreno (UNC) y Analía Sapere (UBA/CONICET). La defensa se realizó el 24 de noviembre de 2023 y obtuvo la calificación de “Sobresaliente, con recomendación de publicación”.