Cartografías de la emigración política argentina en Porto Alegre, sur del Brasil: identidades e hibridismos culturales (1960-1980)

[Cartographies of Argentine Political Emigration in Porto Alegre, Southern Brazil: Identities and Cultural Hybridisms (1960-1980)]

Jorge Christian Fernández

(Universidade Federal de Mato Grosso do Sul)

intbrig@yahoo.com.br

Resumen

El objetivo de este trabajo es presentar como se constituyeron los diversos espacios de actuación cultural de los emigrados políticos argentinos, a lo largo de las décadas del 1960 hasta la década de 1980, con énfasis en el período 1976-1983. El recorte espacial es Rio Grande do Sul, sur del Brasil. Los motivos para la salida (1966-1972) eran políticos, pero también la crisis económica y social del país. Incluso el “interregno democrático” (1973-1976) fue marcado por un goteo de personas que huían de la violencia paraestatal. Este flujo aumentaría a partir del Golpe de 1976, con la represión masiva y exterminio de las disidencias por los militares, llevando una gran cantidad de personas al exilio. Entre los posibles itinerarios y ruta de fuga estaba el Brasil. Para este trabajo utilizamos fuentes orales y documentales. Las entrevistas fueron realizadas con antiguos emigrados políticos argentinos en el Brasil.

Palabras claves: Emigración; Exilios; Dictadura Militar; Brasil; Argentina

Abstract

The objective of this work is to present how the various spaces of cultural action of Argentine political emigrants were constituted, throughout the decades from the 1960s to the 1980s, with emphasis on the period 1976-1983. The spatial cutout is Rio Grande do Sul, southern Brazil. The reasons for the departure (1966-1972) were political, but also the economic and social crisis. Even the “democratic interregnum” (1973-1976) was marked by a drip of people fleeing parastatal violence. This flow would increase after the 1976 Coup, with the massive repression and extermination of dissidents by the military, leading a large number of people into exile. Among the possible itineraries and escape routes was Brazil. For this work we use oral and documentary sources. The interviews were carried out with former Argentine political emigrants in Brazil.

Keywords: Emigration; Exiles; Military Dictatorship; Brazil; Argentina

Recibido: 02/05/2024

Evaluación: 11/06/2024

Aceptado: 02/07/2024

Cartografías de la emigración política argentina en Porto Alegre, sur del Brasil: identidades e hibridismos culturales (1960-1980)

El objetivo de este trabajo [1] es presentar cómo se constituyeron los diversos y múltiples espacios de actuación cultural de los miembros de la “diáspora[2]argentina, desde la década de 1960 hasta la de 1980, con énfasis en el período abarcado por el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). El recorte espacial elegido es el estado (provincia) de Rio Grande do Sul y su capital, la ciudad de Porto Alegre, extremo sur del Brasil, hacia donde se dirigieron numerosos/as argentinos/as que, a su vez, construyeron un núcleo étnico-nacional propio. Esto ocurrió especialmente a partir de 1966, ya sea en función de persecuciones políticas puntuales (a causa de la “Revolución Argentina” del general Onganía y los siguientes gobiernos de facto) o como consecuencia del deterioro de la situación económica en general del país, como resultado de políticas liberales y antipopulares de estos gobiernos militares. Durante el tercer gobierno peronista (1973-1976), este flujo migratorio tampoco cesó debido a la acción de las bandas parapoliciales y paramilitares de la Triple A, que perseguían con ensañamiento a la militancia política, social, sindical y estudiantil de izquierda, especialmente a partir de 1974. Con el golpe cívico militar de 24 de marzo de 1976, el exilio dejó de ser un evento puntual para convertirse en un fenómeno migratorio a gran escala, en función de la implantación del terrorismo de Estado de forma masiva y horizontal.

En su aproximación al estudio del exilio argentino en los años 1970, Franco y Bernaldo (2004, p. 18) proponen alternativamente la categoría de “emigración política” como instrumento teórico y metodológico para analizar el fenómeno. Afirman que el exilio es parte de una práctica migratoria, pero que no debe vincularse únicamente la cuestión del exilio con la lucha armada, el activismo político o la resistencia contra la dictadura cívico-militar. Más bien, atribuyen al problema una dimensión amplia y compleja, más coherente con la propia naturaleza de la persecución política de las dictaduras cívico-militares, donde el concepto de enemigo interno era difuso y podía, de cierto modo, abarcar a toda la población, tornando innecesaria una “prueba de riesgo de vida” inminente para definir el perfil del sujeto exiliado. Por otro lado, existe un mosaico interminable de posibles combinaciones y situaciones del fenómeno del exilio que muestran, por ejemplo, que no en todos los casos estaba en riesgo directo la vida del sujeto o que no todos fueron expulsados, quisieron o pudieron salir del país en ese momento. Finalmente, Franco y Bernaldo (2004) sugieren que la construcción de la actividad política del exiliado puede elaborarse más tarde, ya en el país de acogida. A primera vista podríamos pensar que el corpus de emigrados políticos era compuesto por miembros de organizaciones armadas, activistas políticos, líderes estudiantiles o de los trabajadores. Sin embargo, hay que subrayar que no siempre se pueden trazar relaciones causales directas entre la militancia combativa y el exilio. Ocurre que la amplitud de la represión ejercida por los gobiernos militares entre 1976-1983, sobre el conjunto de la sociedad, llevó al exilio un universo de individuos que, en algunos casos, además de no tener relación con la guerrilla, ni siquiera tenían un pasado de activismo político de corte revolucionario u antisistema.

En este escenario, el Brasil de los años 1960-1970 ya se presentaba como un “polo deatracción” sobre todo para los emigrados argentinos, incluyendo a los que lo hacían por motivos económicos o profesionales (Fernández, 2011). Un país en rápido desarrollo que ofrecía ventajas y oportunidades en diversos sectores laborales: producción industrial, tecnología de punta, institutos de investigación científica, educación superior y técnica en diversas áreas del conocimiento (Medicina, Física, Ingeniería, Química, Psicología, entre otras). Este proceso de desarrollo se observó en particular a partir del éxito del programa económico (ampliamente publicitado interna y externamente, aunque muy relativo) de la dictadura cívico-militar brasileña establecida en marzo de 1964, el llamado “milagro brasileño”. [3]

Ya durante el periodo de 1976-1983, muchos argentinos desembarcaron en el Brasil sin tener demasiadas opciones; lo que les urgía era salir de la Argentina. Estas personas, generalmente perseguidas en virtud de militancias políticas y sociales, se aventuraron en tierras brasileñas aprovechándose de sus fronteras relativamente permeables. Algunos utilizaron el territorio brasileño como una escala para un “tercer exilio”, localizados preferentemente fuera del Cono Sur, debido al temor a las conexiones represivas transnacionales (Padrós y Slatman, 2012). De hecho, para la mayoría de estos emigrados políticos, la permanencia en un país dominado por otra dictadura civil-militar semejante representaba un problema y un constante riesgo. Con todo, paradójicamente, y contra la voluntad del régimen militar brasileño, el Brasil también se convirtió, conforme afirmaba en la época el activista de los derechos humanos Jair Krischke, en el único “puente para la libertad” (Fernández, 2011, p. 243) del que disponían los perseguidos políticos del Cono Sur.

En términos geográficos, la región sur del Brasil, [4] compuesta por tres estados (provincias) con sus más de 1200 kilómetros de frontera con la Argentina, se configuraba como un espacio estratégico por donde podían entrar los perseguidos. De los tres estados, el estado de Rio Grande do Sul, situado en el extremo sur del Brasil, se destacaba por su importancia en términos políticos, sociales y económicos, como veremos adelante.

Inicialmente, buscamos traducir este fenómeno migratorio en números. Sin embargo, definir en términos cuantitativos la presencia de argentinos en Brasil, más específicamente en Rio Grande do Sul, durante el período abarcado por la investigación era un problema insoluble. Aún en nuestros días, los números de la inmigración pueden ser inexactos. Por ejemplo, según datos recientes (2008) de la Policía Federal de Brasil, había 3500 residentes argentinos registrados en Rio Grande do Sul. Sin embargo, registros del Consulado General de la República Argentina, en Porto Alegre, indicaban que esas cifras llegaban a 7500. [5] Y aún es probable que estas cifras fuesen mayores, tal vez el doble, debido a la movilidad migratoria, la clandestinidad y la permeabilidad que permiten las fronteras comunes. Si actualmente el volumen de la migración argentina sigue siendo una cifra nebulosa, a pesar de todos los medios de control existentes y de la tecnología utilizada para estos fines, imagínese cómo era en los años 1970. Según una fuente de la Dirección Nacional de Migraciones de Argentina, [6] los datos sobre las salidas de ciudadanos argentinos durante la época del PRN no existen, ya que no se han conservado y, aunque todavía existieran, tampoco serían confiables porque no reflejaban la realidad, debido al alto nivel de clandestinidad e irregularidad en la salida. De todas formas, en este trabajo se priorizó un enfoque cualitativo, buscando contar las historias a partir de las subjetividades. Los entrevistados para este artículo fueron emigrantes argentinos, residentes o que hubieran vivido en Rio Grande do Sul en el período abarcado por la investigación, desde la década de 1960 hasta la de 1980. Por medio del Consulado General de Argentina en Porto Alegre, pudimos acceder al contacto con la comunidad de argentinos residentes en Rio Grande do Sul y así contactar personas interesadas en dar su testimonio. Para este texto en particular fueron entrevistadas seis personas, de las cuales cinco exiliadas y una emigrada económica, todos emigrados entre 1966 y 1980. [7]

De este modo, a partir del cruce y análisis de fuentes primarias, orales y escritas, buscamos reconstruir históricamente la presencia y acción de los emigrados políticos de Argentina y su compleja interrelación con la sociedad receptora en Rio Grande do Sul, Brasil. Destacamos la riqueza narrativa en la polifonía de los relatos orales, elemento fundamental para recuperar las experiencias y percepciones únicas de estos actores sociales, tanto para la reconstrucción de una memoria histórica como para, simultáneamente, percibir, delimitar y diferenciar las diversas identidades de estos emigrados argentinos. En cuanto a la forma de entrevista elegida, preferimos utilizar el “relato oral de vida”(Lang, 1996, p. 35), modalidad más centrada en una temática concreta, aunque el entrevistado tiene total libertad de exposición. En esta modalidad, el investigador pide al narrador que discuta en particular ciertos aspectos de su vida. Por tanto, se trata de un formato de entrevista muy dinámico y participativo, donde ambas partes interactúan de forma muy fluida, dando al investigador mayor libertad para intervenir, retomar o incluso debatir un tema concreto. Este trabajo se inscribe como un avance de investigación de mi tesis doctoral presentada en 2011.

Este artículo está organizado del siguiente modo: en el primer punto abordamos Rio Grande do Sul, su contexto histórico y especificidades regionales con respecto a otras regiones del Brasil. En el segundo, los llamados “argentinos de Porto Alegre” y la construcción de espacios propios de sociabilización y de encuentro con la sociedad de acogida. En el tercer punto analizamos cómo la música del Plata sirvió para tender un puente intercultural entre argentinos y brasileiros, y se cierra con las consideraciones finales.

Rio Grande do Sul y su capital Porto Alegre: particularidades

El estado de Rio Grande do Sul representaba un caso particular con respecto a otras unidades de la federación brasileña. En términos históricos, su condición de “última frontera” del imperio colonial portugués y, después, del imperio brasileño, el cual le ha otorgado a sus habitantes, un aura de luchadores aguerridos, los “gaúchos”. Una gente rústica, fruto del mestizaje entre blancos, negros e indígenas, fogueada en las luchas contra los españoles en el siglo XVIII y, después, a lo largo del siglo XIX, contra argentinos, uruguayos y paraguayos, genérica y despectivamente llamados “castellanos”. Una vez despojada la tierra de “enemigos”, pero también de sus pueblos originarios, el Imperio del Brasil (1822-1889) intentó ocupar el territorio con campesinos europeos en un franco proceso de blanqueamiento. Es importante decir que, a pesar de estos conflictos, los habitantes del extremo sur de Brasil compartieron y comparten elementos culturales con sus vecinos “castellanos”. De ello nos ocuparemos más adelante.

En términos de estructura social y poder político en Rio Grande do Sur, puede decirse que estos estaban asentados y concentrados en las manos de un puñado de terratenientes dueños de vastas propriedades rurales. Hasta mediados del siglo XX, el centro de gravedad de la economía era el sector agropecuario. La paradoja es que el mantenimiento de la estructura del latifundio imposibilitaba la absorción de excedentes poblacionales, lo que contribuyó para el surgimiento de una auténtica diáspora de los campesinos gaúchos en busca de nuevas fronteras agrícolas. Así, a diferencia de la región central del Brasil, el desarrollo industrial en Rio Grande do Sul permaneció esencialmente vinculado a los procesos de transformación de los productos agropecuarios llevados a cabo por frigoríficos y establecimientos pertenecientes al gran capital monopólico extranjero.

Sin embargo, a partir de 1960 ocurrió un gradual proceso de concentración industrial (sectores textiles, de calzado, químico y metalúrgico) en un eje que comenzaba en la capital, Porto Alegre, y llegaba hasta la región serrana de Caxias do Sul. Este eje de desarrollo atrajo no solo gran cantidad de contingentes poblacionales de otras regiones de Rio Grande do Sul, sino también de otras partes del Brasil y de países limítrofes.

Ese fenómeno de ampliación de los espacios urbanos de las ciudades brasileñas estaba vinculado al proceso estructural de reconversión económica del país desde la década de 1940, cuando Brasil pasa de ser un país esencialmente agrícola para transformarse en un país semi industrializado. En los años siguientes, el subsecuente desarrollo industrial y el surgimiento y la diversificación de un pujante sector de servicios transformó las grandes ciudades brasileñas en polos de atracción, en virtud de la creciente oferta de empleo, especialmente en la región Sudeste del país, hacia donde se trasladaba el eje de la economía brasileña. Por otro lado, la modernización y la mecanización de la agricultura también contribuyó enormemente al crecimiento de los flujos migratorios internos en dirección a las ciudades. [8]

De forma similar a lo que venía ya ocurriendo con diversas capitales brasileñas, Porto Alegre, a comienzos de los 1970, era una ciudad que pasaba por una serie de transformaciones, tanto en su paisaje urbano como en su forma de gestión de los espacios urbanos. De acuerdo con Charles Monteiro (2006, pp. 336-337),ese periodo fue marcado por un elevado índice de crecimiento de la población citadina, así como también de un aumento de área ocupada por la ciudad. Es en esa época que la ciudad comenzó a expandirse en dirección a los municipios vecinos y a integrarlos como periferias en un proceso que los urbanistas llaman de “metropolización” o “conurbación”de áreas urbanas.

O sea, la dinámica de crecimiento de la ciudad de Porto Alegre se daba en dos planos diferentes. En las periferias, la expansión era horizontal, con un tipo de asentamiento desordenado y precario. En las regiones centrales, la expansión era vertical, con la construcción de nuevas edificaciones que fueron alterando gradualmente la fisionomía de la ciudad. De un modo general, se observó una complejización de la estructura social debido a las migraciones internas y la nueva escala de especialización de la economía de la urbe: industria, bancos, comercios, servicios y administración pública. El aumento de la población fue acompañado por las nuevas demandas de servicios públicos e implementos urbanos como transporte de masa, habitación, energía, saneamiento, educación, salud y áreas de diversión (Monteiro, 2006, p. 338). Todavía según Monteiro (2006, p. 345-346), ese proceso de creciente urbanización de Rio Grande do Sul puede ser claramente evidenciado en los siguientes datos: en 1970, el porcentual de la población urbana de Rio Grande do Sul alcanzó 53% y, en 1980, 68% de la población total del Estado ya residía en zonas urbanas. A pesar de presentar una pujanza típica de un polo económico y de ser una capital en pleno crecimiento poblacional, sufriendo por eso constantes modificaciones en sus espacios urbanos (entre 1969 y 1974, la ciudad pasó por una serie de reformas estructurales que provocaron enorme impacto en la geografía urbana generando tensiones y debates entre la población), la Porto Alegre de los años 1970 todavía conservaba características de una ciudad del interior.

Los “argentinos de Porto Alegre” y sus lugares

Porto Alegre era vista como una ciudad interiorana. O, por lo menos, así la recordaban los argentinos que allí vivieron en los años 1970-1980. De modo general, la gran mayoría de los entrevistados se acuerdan de una ciudad relativamente grande, pero modesta, con barrios residenciales tranquilos donde todavía predominaban construcciones horizontales, del tipo chalet o sobrados, en medio de una vegetación exuberante. Por ejemplo, Rafael reconstruía, a partir de las reminiscencias guardadas en su memoria, la imagen de una Porto Alegre calma, pacífica y destacaba el contraste existente entre aquella entrañable ciudad del pasado con la metrópolis conturbada del tercer milenio.

y… todavía era una ciudad tranquila, sin mucho bullicio. (...) Sí, había poco tráfico. Nosotros vivíamos en la Florencio Ygartua, en Moinhos de Vento (...) Había mucho verde, parques, aunque el Parcão no existía, era una cancha de fútbol (...) Nos bañábamos en el Guaíba, que en ese entonces no era sucio como hoy, allá por Ipanema, Zona Sul . (...) La gente te trataba cordialmente, con una sonrisa... la pasábamos muy bien... [9]

Independientemente de los cambios que se dieron de hecho, con el transcurrir de los años, debemos también registrar que las evocaciones de tiempos pasados cargan cierta dosis de idealización por parte de los entrevistados. Conforme señala Joutard (1999), el recuerdo de un tiempo pasado en el cual la persona evoca su juventud (o su vida adulta, en su plenitud), un tiempo donde la integración con la sociedad era completa, el entrevistado frecuentemente matiza o apaga conflictos y dificultades vividas. Además, Joutard (1999, p. 288) destaca el carácter cultural y casi universal de ese fenómeno, ya que para la mayoría de las personas y de las sociedades la “edad de oro” se sitúa siempre en algún lugar del pasado.

Por otro lado, la ciudad de Porto Alegre no presentaba grandes sofisticaciones culturales, en lo que respecta a opciones de placer o de vida nocturna, lo que causaba bastante extrañeza a los argentinos, acostumbrados a un ritmo de intensa actividad social, particularmente, nocturna: cafés, bares, restaurantes, teatros y cines. En realidad, el desencanto de los argentinos se daba en virtud de una comparación un tanto asimétrica y desigual, pero inevitable, entre Porto Alegre y las principales ciudades argentinas, Buenos Aires y Córdoba, de donde venía la mayor parte de los emigrados argentinos. Especialmente Buenos Aires, una metrópolis que poseía una agitada y riquísima vida nocturna, capaz de provocar envidia en muchas capitales de Europa.

Algunos, como Elsa, consideraban que en Porto Alegre no existía una vida nocturna semejante a la que ellos estaban acostumbrados. A la noche, la ciudad les parecía aún más extraña e incluso hostil, dando rienda a ciertos prejuicios: “[…] no se podía salir de noche y las calles estaban vacías… hasta daba miedo salir un poco ¿no? No había vida nocturna, no había absolutamente nada que hiciera ver una forma de vida parecida”. [10]

Otros, militantes políticos, como Juan, sentían más la falta de los espacios públicos-privados de convivencia social, como los cafés y bares, donde diferentes individuos podían relacionarse entre sí, debatiendo, proyectando o articulando la práctica política. Eran espacios del quehacer político que en Porto Alegre no encontraban equivalente y que para Juan se debía tanto a una cuestión política cuanto cultural: “[…] en esa época, donde ni siquiera tenías un “café” para tomar, porque Brasil no tenía un lugar típico como los cafés de nuestro país, donde, si vos querés hacer una o dos horas de política, te sentás y lo hacés. El sistema americanizado de Brasil no nos permitía eso. […]” [11]

José también sintió, en Porto Alegre, la falta de esos “cafés de esquina” tan entrañados en la cultura y en lo cotidiano del argentino de los centros urbanos. En su declaración, él señaló algunas de esas carencias que, evidentemente, implicaban cambios de comportamiento aquí en Brasil: “[…] El hábito de tomar café, quedar una hora, leer un libro...la falta de vino (aquí era muy caro). ¡Bueno… era un problema gravísimo! (risas)”. [12]

Pero, por lo menos en términos de información periodística procedente de su país, los argentinos no estaban tan desatendidos. En Porto Alegre, se podía comprar algunos diarios y revistas argentinos con relativa facilidad. Así, lugares como el antiguo quiosco Vera Cruz, ubicado en la Praça da Alfândega , el quiosco de la Estação Rodoviária(autobuses) o el quiosco del aeropuerto Salgado Filho se tornaron parte de esa “geografía de los argentinos” y se constituían en puntos de encuentro casi obligatorio, aunque fugaces, para algunos de ellos, especialmente los domingos. En aquellos días, por ejemplo, se podía incluso comprar las ediciones dominicales completas de los diarios porteños ClarínoLa Nación, bien al final de la tarde, cuando llegaba el paquete en el vuelo de Aerolíneas Argentinas. Ya en los demás días de la semana, los diarios casi siempre eran del día anterior.

De cualquier forma, la ciudad carecía de espacios de socialización en los moldes de la cultura argentina, en un sentido más amplio. Para llenar esos huecos, Juan y algunos compañeros decidieron empeñarse en la tarea de construir un lugar propio. Algo que tuviese diversas utilidades, que sirviese tanto de fuente de renta como de espacio de socialización:

Y te digo más, nosotros, con unos compañeros hicimos un bar acá, en la Rúa André Puente, de vinos y quesos típicos, para sentarnos a tocar… donde había una guitarra, el que quería cantaba, pero nos agarró la (Policía) Federal…

P: ¿Qué época?

Y, el 78…

P: ¿Era un punto de encuentro de Uds. (exiliados)?

Sí, y de gente de la cultura de acá, por ejemplo, iba Vasco Prado, el escultor (…) una pintora que estaba casada con él. Son intelectuales de Brasil que se sentaban y charlaban con nosotros. Fueron unos meses lindos, pero nos cerraron.

P: ¿Era un emprendimiento colectivo?

Era colectivo, era de un grupo bastante amplio, porque había gente del PRT, nosotros… Y, uno dijo: - yo tengo ganas de poner esto, muchachos. Pongámonos todos. Nosotros hicimos los muebles, a mano, todo fue hecho muy lindo. […] los hicimos entre un “erpiano” de Córdoba y yo, haciendo los muebles entre mucha discusión política (risas). Fue una época muy linda. Fue final del 77. […] Creo que salió en el “Correio do Povo” en la columna social, porque era un tema…Una de las cosas lindas que podíamos hacer los militantes de acá, tratar de buscar un espacio nuestro, porque en esa época nos juntábamos en la casa de uno y de otro. […] Pero, no tenía... no te dejaban. [13]

Como se puede observar, el espacio creado por Juan y sus compatriotas también posibilitó una mejor integración de estos emigrados con el país escogido, así como también cumplió un papel de divulgación de la cultura originaria de estos en la capital gaúcha. Pero, principalmente, era necesario que Juan y sus compañeros contasen con una actividad determinada que les posibilitase la reconstrucción de sus identidades fragmentadas por la derrota política y por el exilio. Por fin, el hecho de llevar adelante un proyecto de gestión colectiva, mismo que fuese de un bar comercial, significaba de cierta forma retomar una “ética militante” que posibilitaba rehacerse en cuanto sujetos políticos, mucho más por las limitaciones impuestas por el contexto político-social. En aquel momento, el bar en cuestión representaba lo que podía ser hecho por ellos para superar la situación delicada en que se encontraban.

Figura 1. Aviso de un restaurante argentino en Porto Alegre, en los años 1970

Fuente: AMCSHJC, Zero Hora, Caderno ZH Variedades, s. p., 30/06/1977.

Pero el espacio de Juan y sus compañeros no era el único. En la Figura 1 observamos un aviso publicado en un diario de Porto Alegre, Zero Hora . La propaganda de este “restaurante argentino” contiene una fuerte connotación sentimental y nostálgica, donde expresa claramente la idea de recrear artificialmente todo un ambiente argentino (o más específicamente porteño) en la capital gaúcha. Zuccotti (1987, pp. 144-145) bien señalaba que, más allá de los centros, círculos y asociaciones culturales de argentinos, los cafés, restaurantes y confiterías fundadas por argentinos en el exterior también se constituyen en lugares de recreación y, al mismo tiempo, de vida social, ya que en esos locales “[…] se dan cita nuestros compatriotas para dialogar, filosofar, ‘cambiar el mundo’, recordar, soñar, planear y olvidar. Son, de hecho, consulados paralelos ricos en información, con datos estadístico de primera mano.” Sin embargo, evidentemente, esos lugares también se constituyen como espacios privilegiados donde se reafirma o se recrea la identidad cultural en cuanto argentinos y/o latinoamericanos. Acá se utiliza el concepto de “identidad cultural” en el sentido empleado por Del Olmo Pintado, como “[...] un proceso en continua reelaboración que permite al individuo colocarse socialmente en una posición determinada, con respecto al entorno que le rodea, para ser capaz de predecir el comportamiento de los demás y el que los demás esperan de uno mismo, se trata, en definitiva, de un modelo de referencia para orientar el comportamiento social.” (2003, p. 39).

De hecho, en esos lugares casi todo remite a la tierra de origen de los dueños: comenzando por el menú, pero también el idioma predominantemente hablado en el local, los artefactos de la decoración, los tipos de música que impregnan el local, inclusive las personas que constituyen su público. O sea, todo es una singular combinación de elementos culturales que lleva a crear un ambiente cargado de sentidos y significados, frecuentemente nostálgico y sentimental, y que señala la pertenencia a una comunidad étnico-nacional en particular. Así, con su estilo, cada establecimiento pretendía reconstruir un pequeño pedazo de la Argentina en Brasil, donde los argentinos del exterior pudiesen reencontrase de alguna forma. Paralelamente, el hecho de que muchos de esos elementos culturales fuesen compartidos con los uruguayos o los chilenos, por ejemplo, también servía para configurar una identidad más incluyente, platina o latinoamericana que, lejos de excluir, se amalgamaba y yuxtaponía a la propia identidad argentina.

Así, no es difícil encontrar en los diarios “porto-alegrenses” de los años 1970-1980, anuncios de establecimientos comerciales (sea del sector gastronómico, sea del sector artístico) en los que el eje principal o diferencial de la empresa sea determinado por la alusión a la cultura argentina. De la misma forma en que los clubes culturales, como el CADEPA (Club Argentino de Porto Alegre), locales como restaurantes típicos, casas de tango y academias de danza (como se ve en la Figura 2) también podían servir de puente entre la cultura de origen y la cultura del local de acogida, favoreciendo la integración, el intercambio cultural, el conocimiento y comprensión mutuos. Por tanto, era una forma más de fomentar la aproximación en la convivencia (no siempre exenta de conflictos) entre brasileros y argentinos.

Figura 2. Aviso de una casa de tangos en Porto Alegre, final de los años 1970

Fuente: AMCSHJC, Zero Hora, Caderno Guia ZH, 22/04/1978, p. IX.

Un puente intercultural: la música folclórica gauchesca

Además de esos bares, restaurantes y casas de show, los argentinos de Porto Alegre podían contar con otro importante elemento de identificación cultural, esta vez compartida también con los propios habitantes de Rio Grande do Sul, los gaúchos: la música de tipo gauchesca o folclórica. Recuérdese que la peculiar situación geográfica de Rio Grande do Sul como una zona fronteriza, y su historia permeada de seculares conflictos, le posibilitó configurarse como espacio de articulación entre diferentes culturas, lo que acabó por conferir al estado una identidad regional singular y una cultura regional híbrida, única dentro del Brasil, como bien ponderó Léa Masina: “La ambivalencia del movimiento de absorción de imaginarios extranjeros, que se combina con rasgos de la cultura portuguesa, acentuados por el contacto permanente con los platinos, deviene en la construcción de una identidad propia, que no busca entretanto integrarse al resto del país.” (2002, p. 95).

De acuerdo con Jakzam Kaiser, esa cultura gaúcha funciona como un sistema simbólico que instaura estigmas y estereotipos, así como “inventa” y da soporte a tradiciones y formas de grupos de intereses y solidaridad: “es a través del culto a valores éticos, morales y prácticas sociales que justifican y glorifican las características étnico-regionales de la cultura que los gaúchos generan y mantienen el sentido de su identidad”(1999, p. 31). Así, en los años 1970 y 1980, uno de los géneros privilegiados para la manifestación y difusión colectiva de ese conjunto de valores y prácticas de esa cultura gaúcha era, justamente, el de la música regional o gauchesca. Según Léa Masina (2002, p. 97), en ese período, el tradicionalismo gaúcho comenzaba a distanciarse de modelos reaccionarios y nostálgicos del pasado, convirtiéndose así en genuinas expresiones de cultura popular, lo que puede ser ejemplificado en el surgimiento de eventos artísticos donde se renueva y subvierte la tradición temática y formal del folclore, como las Californias de la Canción Nativa , que encarnaban la expresión de un nuevo tradicionalismo de cuño contemporáneo y multicultural.

Esa resignificación y renovación del escenario musical gauchesco coincidieron con la llegada de algunos músicos y compositores folclóricos argentinos a Rio Grande do Sul, como Dante Ramón Ledesma, Martin Coplas y Talo Pereyra. Todos ellos se destacaron, tanto en las Californias, como en los palcos de la capital y de diversas ciudades gaúchas. Sus repertorios, de cuño politizado y cargado de crítica social, los aproximaba a la llamada “canción de protesta” en la cual “[…] las luchas del gaúcho del pasado se transformaron en una representación de las demandas sociales urbanas del presente”, como bien ponderó Cesar Guazzelli (2002, p. 123). Por ejemplo, el guitarrista Talo Pereyra, además de las composiciones propias, ejecutaba obras de compositores y autores considerados cumbres de la “música de protesta” de América Latina: los chilenos Violeta Parra y Víctor Jara, el argentino Atahualpa Yupanqui o el cubano Silvio Rodríguez. [14]

En 1977, el argentino (de origen quechua y aymara) Martin Coplas presentó durante dos meses, a pesar de las dificultades, el espectáculo multimedia (que combinaba un musical con la presentación de slidesfotográficos) El Canto de Todos, en el alternativo Teatro de Arena. La obra elegida abordaba la problemática de la propiedad privada de la tierra en América Latina, usando la historia de un indígena que buscaba la mítica “tierra sin males”. El breve comentario del editor de cultura de Zero Hora nos permite imaginar algunas de las innúmeras dificultades entonces enfrentadas por los artistas que, como Coplas, tuvieron la osadía de hacer frente al statu quo imperante en los años que antecedieron a la amnistía política en Brasil, en 1979: “[…] El Canto ha conseguido mantener un buen ritmo y nivel de presentaciones, por más que su continuidad haya sido visiblemente perjudicada por la acción de la censura”. [15] Tiempos después, Martin Coplas siguió con su compromiso político al musicar la Misa de la Tierra sin Males, obra litúrgica de autoría de Pedro Casaldáliga (Casaldáliga, Tierra y Coplas, 1980), obispo español vinculado a la Teología de la Liberación y radicado en la conflictiva región de São Felix do Araguaia, en Mato Grosso, donde actuó a favor de los indígenas y los campesinos pobres.

Además de los músicos mencionados arriba y que residían en tierras brasileñas, Porto Alegre también fue palco de presentaciones de músicos argentinos de renombre internacional, como Mercedes Sosa, quien se presentó en 1980 y 1982. Expulsada por el gobierno militar argentino, cabe recordar que, en 1979, poco antes de la apertura política, Mercedes Sosa estuvo de paso por el Brasil, camino a Europa. Al aterrizar en territorio brasileño, la cantora argentina fue impedida de desembarcar (ella pretendía visitar amigos brasileños) por ser considerada, tal como en su país, “persona non grata” por lo generales brasileños. Constreñida y humillada, ella permaneció confinada en los límites del Aeroporto do Galeão hasta su partida hacia Madrid. [16]

Entretanto, en marzo de 1980, debido al cambio en la coyuntura política brasileña, Mercedes finalmente obtuvo permiso para presentarse en Brasil y, por primera vez, lo haría en Porto Alegre. Sin embargo, sus shows en Brasil no transcurrieron de forma tranquila. Ellos fueron blancos de provocadores, probablemente oriundos de la extrema derecha terrorista, frustrada e insatisfecha con los rumbos democráticos que, lentamente, tomaba Brasil. Tanto en el aguardado show del gimnasio Gigantinho, en Porto Alegre, como en el Mineirinho, en Belo Horizonte, varias bombas de gas lacrimógeno fueron lanzadas hacia el palco de la cantante, llevando a la interrupción temporaria del espectáculo. El diario Correio do Povo destacaba que, en el caso de Belo Horizonte, la presencia policial fue muy reducida (apenas 25 policías uniformados) en relación con la cantidad de público presente en el show, cerca de 10.000 personas. [17] Mercedes Sosa reveló en una entrevista al diario Zero Hora, poco antes del show (Figura 3), la emoción que significaba estar en el Brasil. Pero, también subrayó que aquella visita anterior al Brasil (en 1979) “no había sido una emoción, pero un sufrimiento...” [18]

Además de Mercedes Sosa, también se presentó en tierras gaúchas el maestro y compositor argentino Ariel Ramírez, creador de la Misa Criolla, obra que transitaba entre lo folclórico y lo erudito, de gran reconocimiento en palcos internacionales. Durante las presentaciones, realizadas en el Teatro Leopoldina, la orquesta argentina tuvo acompañamiento vocal del Coro de la Universidade Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS). Según dijo Ramírez a la prensa, la elección fue hecha para que hubiese “un intercambio entre los dos pueblos, al ser interpretada una obra argentina por un grupo local”. [19]

Figura 3. Cartel del primer show de Mercedes Sosa en la capital gaúcha, 1º de abril de 1980

Fuente: AMCSHJC, Zero Hora, 27/03/1980, p. 33.

Ya en el palco de la “Cidade de Lona”, durante la 9º Califórnia da Canção Nativa de 1979, en la ciudad fronteriza de Uruguaiana, se destacaron las presentaciones de los grupos porteños Ballet Brandsen y el conjunto folclórico Cuarteto Zupay. [20]

A partir de 1977, también haría su aparición en Porto Alegre, aunque esporádicamente, el gran espectáculo cultural “Una noche en Buenos Aires”. La tónica del evento consistía en presentar un pool de artistas, cada uno con su especialidad, donde se mezclaban diversos estilos musicales platinos (tango, folclore, milonga, etc.) en un show que combinaba música y danza con el objetivo de mostrar “lo mejor de la Argentina”, de acuerdo con sus organizadores. Según datos de Zero Hora, en 1977, el espectáculo fue visto por 120.000 personas en Brasil. [21] Por ser un evento dirigido para el mercado externo, el espectáculo exhibía una “argentinidad” un tanto estereotipada, la cual, sin embargo, parecía no afectar su éxito, probablemente por traer a Brasil grandes nombres del show business que en la época estaba en cartelera en Buenos Aires, como el cantor Jorge Sobral, el violinista Cacho Tirao, la orquestra de tango Sexteto Mayor o la compañía de danza Mallon Ballet, entre otros. [22] El 31 de marzo de 1980, el espectáculo fue presentado en Porto Alegre, en el mismo local (Gigantinho) y en la víspera del show de Mercedes Sosa.

Pero, uno y otro evento se dirigían, en realidad, a públicos diferentes. Es decir, por el aspecto generacional, el tango acostumbraba atraer una franja etaria más elevada, mientras que lo políticamente contestatario llamaba más la atención de los jóvenes “politizados”, que se identificaban más con Mercedes Sosa. Lo que hay que destacar, sin embargo, es que había en Porto Alegre un considerable público consumidor potencial para ese tipo de espectáculo específico y de gran porte, algo que no pasó desapercibido a los empresarios del sector. Independientemente de los intereses específicos de mercado, ese período parece haber sido (por la cantidad y calidad de los eventos) un momento de intensa actividad cultural para la comunidad argentina, latinoamericana y también para los brasileños apreciadores de la cultura del país vecino. Hay que destacar que estos eventos tampoco pasaban desapercibidos a los organismos represivos, quienes hacían un monitoreo intenso, no solo sobre artistas y público, sino también sobre los grupos empresariales y periodísticos que financiaban o producían estos espectáculos, bajo acusación de financiar la oposición democrática y, más aún, a las izquierdas o la “subversión”. Por ejemplo, un parte de inteligencia del Serviço Nacional de Informações(SNI), de 16 de mayo de 1982, que analizó un gran evento de música popular (Canta Brasil II) y que contaría nuevamente con la presencia de Mercedes Sosa (quien después no pudo ir) concluyó que el espectáculo “[…] de música popular brasileira promoveu conhecidos cantores esquerdistas e músicas de contestação, além de propiciar fundos financeiros para o CEBRADE (Centro Brasil Democratico) e, indiretamente, para o PCB (Partido Comunista Brasileiro).” [23]

De un modo general, la música del Cono Sur, percibida como manifestación híbrida de la cultura entremezclada de la frontera, también sirvió como un elemento de aproximación intercultural entre argentinos y brasileños, como podemos percibir a través de algunas declaraciones. Por ejemplo, en el caso de Carlos Claret (nativo de Entre Ríos, tierra del chamamé), su preferencia por la música gauchesca contribuyó a facilitar su relación con los habitantes de las ciudades donde residió en Rio Grande do Sul, permitiendo una mejor inserción social. Así, su profunda amistad con Algacyr Costa (importante artista del medio musical de la ciudad de Passo Fundo) [24] y su grupo le generó una serie de contactos y amistades, como destacó en su testimonio: “[…] a través de este conjunto, Os Fronteiriços, conocíamos a todos. Algacyr Costa era el director de los Fronteiriços , el tocaba el acordeón, la guitarra, cantaba y (su esposa) también cantaba… éramos muy amigos, venían todos los fines de semana a mi casa”. [25]

La música también fue importante en la inserción social de Ricardo, como él mismo explica:

Rio Grande do Sul tuvo mucho que ver con Argentina y Uruguay. Digamos, en la música. Por eso vos tenés tanta gente de Rio Grande do Sul que les gusta el tango ¡a muerte! o les gusta el folclore. El folclore de Rio Grande do Sul es emergente del litoral argentino, el chamamé, esas cosas… Bueno, yo conquisté un núcleo de gente muy interesada, muy importante, de gran capacidad intelectual, profesional… es un rejuntado de gente con el cual fundamos, hace quince años, El Patio de Tango. [26]

El “Patio de Tango” no era un lugar físico específico, pero consistía básicamente en un evento de celebración, una reunión informal de personas aficionadas al tango y la milonga, independientemente de la nacionalidad. De esa forma, esos géneros musicales eran excelentes medios para aproximar los pueblos vecinos del Cono Sur. Un “lugar” donde argentinos, uruguayos y brasileños pudiesen integrarse, compartir y disfrutar lúdicamente de estas manifestaciones artístico-culturales, entendidas como comunes a la identidad de la región.

Consideraciones finales

Este artículo tuvo por objetivo demonstrar cómo la comunidad argentina fundada por emigrados/as políticos en el extremo sur de Brasil, a lo largo del tiempo, creó espacios y lugares en donde podía verse, de alguna forma, representada y reconocida en sus particularidades identitarias y culturales. Pudimos ver también que el estado de Rio Grande do Sul presentaba singularidades y diferencias en relación con otras regiones y estados del Brasil. Las históricas contradicciones del pasado entre los castellanos y los brasileños fueron dejando paso a una conexión intercultural entre brasileños del Sur y argentinos, por medio de un denominador común, la llamada “cultura gaucha”. Una cultura amplia, híbrida y transnacional que ha servido para configurar una identidad más incluyente, a la vez platina y/o latinoamericana y que se amalgamaba y yuxtaponía a la propia argentinidad.

Este texto fue construido con base en testimonios, periódicos y documentación de archivo. Pero su elemento distintivo es el aporte de las memorias de los argentinos en Brasil. Ellos/as con sus significados, valores y percepciones propios, alimentaron la construcción de este texto histórico y sus narrativas constituyeron los cimientos de la historia que aquí se escribió. Estas subjetividades fueron puestas “en jaque”, problematizadas y analizadas; pero, sobre todo, fueron respetadas en su esencia: una obligación ético-profesional del historiador en relación con la fuente, especialmente si esta es una “fuente viva”, con la que hay un compromiso y una relación humana que debe basarse, en el respeto y la comprensión mutua. Esta es nuestra intención: sacar este conjunto de narrativas subjetivas de su círculo habitual de interlocutores (espacio doméstico), trabajar con ellas y constituirlas en Historia. Evidentemente, la historia aquí escrita no es ni pretende ser definitiva: es un paso dado para introducir y explicar históricamente la presencia de este grupo étnico-nacional que cohabita en territorio brasileño.

Tampoco pretendemos hacer una historia afiliada a ningún adjetivo nacional o regional: no es específicamente brasileña, ni argentina ni, mucho menos, gaucha. Tiene, sin embargo, una doble característica, al igual que nuestros sujetos-objetos de estudio. Es una historia compartida entre Brasil y Argentina, una interfaz entre estos dos países y, como tal, pertenece a ambos países, pero también es parte de la raíz de una gran historia latinoamericana.

Referencias bibliográficas

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Fuentes orales - Testimonios

Entrevista con R. N. realizada en Porto Alegre, 29/10/2001.

Entrevista con J. V. realizada en Porto Alegre, 20/06/2007.

Entrevista con R. A. realizada en Porto Alegre, 05/09/2007.

Entrevista con E. G. realizada en Mendoza, 25/09/2007.

Segunda entrevista con J. P. realizada en Porto Alegre, 27/10/2008.

Entrevista con Carlos Claret, realizada en Foz do Iguaçu, 18/09/2009.

Fuentes orales - Informantes

Entrevista con el Consul General Jorge Biglione y el Consul Adjunto Gustavo Coppa realizado en Porto Alegre, 03/04/2008.

Entrevista con Hugo Maujan (Dirección Nacional de Migraciones) realizada en Buenos Aires, 25/03/2008.

Periódicos

Acervo Museu de Comunicação Social Hipólito José da Costa (AMCSHJC). Diario Zero Hora, años 1977-1980.

Acervo Museu de Comunicação Social Hipólito José da Costa (AMCSHJC). Diario Correio do Povo, años 1977-1980.

Documentos de la Represión

Arquivo Nacional (AN), SIAN, Fundo SNI. Años 1978-1982. Acceso en mayo 2024.



[1] Este artículo es el desarrollo de un recorte de mi tesis doctoral defendida en 2011 e intitulada Anclaos en Brasil: a presença argentina no Rio Grande do Sul (1966-1989) .

[2] Utilizo el concepto de “diáspora étnico-nacional” de Gabriel Sheffer (2006, pp. 60-62), dimensión que abarca una formación social y política creada como resultado de una migración forzada o espontánea, cuyos miembros comparten el mismo origen étnico o nacional y residen permanentemente, como minorías, en un mismo lugar o más países anfitriones.

[3] De 1968 a 1973, Brasil mostró tasas de crecimiento extraordinarias combinadas con tasas de inflación bajas y estables. El PIB llegó a crecer a un promedio anual de 11,2% en el período, alcanzando el máximo en 1973, con una variación de 13%. La inflación promedio no superó el 18%. El objetivo del modelo económico del gobierno podría resumirse en “producir para desarrollar”. En otras palabras, se debía aumentar la productividad en sectores industriales considerados estratégicos, como bienes durables (automóviles, electrónicos y electrodomésticos) destinados al consumo interno de un sector privilegiado de la población, asegurando tasas de crecimiento rápidas en el sector industrial como forma de “poner en marcha” la economía. Véase Fausto (2006, p. 268) y Moreira Alves (1984, p. 148).

[4] La región sur de Brasil posee tres estados: más al norte Paraná, en la llamada “triple frontera” con Paraguay y Argentina; Santa Catarina, en el centro de la región y Rio Grande do Sul al extremo sur, la mayor franja de frontera con la Argentina. La extensión total de esta línea de frontera es de 1261,30 kilómetros.

[5] Estos datos fueron obtenidos directamente del Consulado de Argentina de Porto Alegre. Entrevista con el cónsul General Jorge Biglione y el cónsul adjunto Gustavo Coppa realizado en Porto Alegre, 03/04/2008.

[6] Entrevista con Hugo Maujan (Dirección Nacional de Migraciones) realizada en Buenos Aires, 25/03/2008.

[7] Aparte de los testimonios de los emigrados, se hicieron entrevistas con informantes que nos brindaron algún dato específico.

[8] El éxodo de la población rural brasileña se acentuaría también en función del proyecto desarrollista del gobierno militar, más dedicado al mercado del consumo de las clases medias y altas y que eliminó cualquier posibilidad de inclusión de las camadas más pobres mediante una reforma agraria, como preveían las propuestas de las “reformas de base” del gobierno depuesto en 1964.

[9] Entrevista a R. N. realizada en Porto Alegre, 29/10/2001.

[10] Entrevista con E. G. realizada en Mendoza, 25/09/2007.

[11] Segunda entrevista con J. P. realizada en Porto Alegre, 27/10/2008.

[12] Entrevista con J. V. realizada en Porto Alegre, 20/06/2007.

[13] “Erpiano”:sobrenombre dado por los “Montoneros”a los miembros del PRT/ERP. La noticia a que se refiere Juan no fue encontrada en el archivo, en virtud de la imprecisión del dato: son los consabidos límites de la historia oral. Segunda entrevista con J. P. realizada en Porto Alegre, 27/10/2008.

[14] AMCSHJC, ZH Variedades, 16/11/79, Capa.

[15] AMCSHJC, ZH Variedades, 15/06/77, Central.

[16] AMCSHJC, Mercedes Sosa entrevista a Revista ZH, 30/03/80, s/n.

[17] AMCSHJC, Correio do Povo, 01/05/1980, p. 8.

[18] AMCSHJC, Mercedes Sosa entrevista a Revista ZH, 30/03/80, s/n.

[19] AMCSHJC, ZH Suplemento Cultural, 26/04/78, s. p.

[20] AMCSHJC, ZH Variedades, 14/12/79, p. III.

[21] AMCSHJC, ZH 2º Caderno, 31/03/80, p. II.

[22] AMCSHJC, ZH 2º Caderno, 31/03/80, p. II.

[23] AN, SIAN, Fundo SNI, br_dfanbsb_v8_mic_gnc_aaa_82024608_d0001de0001.

[24] Algacyr Costa era el padre del renombrado guitarrista brasileño Yamandú Costa.

[25] Entrevista con Carlos Claret, realizada en Foz do Iguaçu, 18/09/2009.

[26] Entrevista con R. A. realizada en Porto Alegre, 05/09/2007.