In memoriam Eduardo Enrique Berberián

(1937-2023) [1]

Aula Magna, Pabellón España. Algún día de abril (probablemente martes) de 2001, cerca de las 18:00 hrs., cuando se dictaba Prehistoria y Arqueología. Entra al aula, ya viciada y colmada de estudiantes, un personaje de estatura preferentemente baja, de saco. Trae consigo su propio televisor 14” y una videocasetera, con los cuales proyecta un documental muy difícil de seguir desde la porción media del aula de los Leakey y Johanson. Ese personaje, que generaba cierto miedo en los estudiantes iniciales de Historia, era Berberián. Terminó siendo mi director por algo así como veinte años y ese es el primer recuerdo que tengo de él.

Tengo muchos otros recuerdos que me permiten trazar una historia personal, subjetiva, de una persona atravesada por la arqueología que es la materia que me unió al “profe” y que, de alguna manera u otra, suele devolverme su memoria. Algún truco trasnochado en Tafí, una visita a doña Salomé de Lorohuasi o un asado en Piquillín podrían ser las más divertidas. Algún duro reto en el Laboratorio del Pabellón Argentina o discusiones fuertes en la Sala de Investigadores del CEH podrían ser los más odiosos. El que más me conmueve es verlo, ya grande, moviendo tierra en La Bolsa, uno de sus lugares en el mundo, en las excavaciones de mi investigación doctoral.

Eduardo Enrique Berberián, “Lique” para sus más íntimos, nació el 2 de febrero de 1937 en Pilar, Provincia de Córdoba, en el seno de una familia armenia. Ya radicado en la ciudad capital, realizó sus estudios secundarios en el centenario Colegio Nacional de Monserrat, donde forjó su vocación por las humanidades y amistades que lo acompañarían por toda su vida. Debido a las presiones de la época, y a pesar de sus propias intenciones, estudió Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, donde se graduó rápidamente como abogado.

La segunda mitad de la década de 1950 había implicado una revolución para la arqueología argentina de la mano de Alberto Rex González, a quien conoció en momentos en que este era Profesor de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología de nuestra Escuela. Bajo su dirección participó en diversas expediciones arqueológicas, en el valle de Tafí, en el Noroeste Argentino, y en Los Molinos y Cerro Colorado, en las Sierras Centrales. Desafiando el derrotero lógico de su profesión, que ejerció por muy poco tiempo, dio clases de Historia en el secundario en la localidad de Río Primero.

Rápidamente se interesó por el estudio de las comunidades tardías productoras de alimentos del sector central de las Sierras de Córdoba, donde realizó, junto a Marcellino y Pérez, la primera datación radiocarbónica para la provincia, al fechar una ocupación prehispánica en las márgenes del actual dique Los Molinos.

Su pasión por la arqueología lo llevó a alejarse tempranamente del ejercicio de su profesión de abogado para radicarse en la ciudad de La Plata y realizar la Licenciatura en Antropología en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, donde estrechó vínculos con distintos investigadores como Eduardo Cigliano y Rodolfo Raffino. Su experiencia de campo lo llevó a desarrollar distintos proyectos arqueológicos en el norte, como las excavaciones en sitios de filiación Condorhuasi en Las Barrancas y yacimientos tardíos en Andalgalá, ambos en la provincia de Catamarca.

Imagen 1. Libreta de Estudiante de la Universidad Nacional de La Plata

Posteriormente recibió una propuesta para radicarse en San Juan e impulsar la investigación arqueológica en un espacio de vacancia, concretando el importante estudio de sociedades cazadoras recolectoras en la cueva El Peñoncito, donde registró evidencias de ocupación humana temprana al identificar y datar en 7000 años AP un contexto de cazadores-recolectores y establecer relaciones cronológico-culturales con otras áreas de ocupación temprana como la Gruta de Intihuasi (investigada por Rex González). En esta provincia, también reconoció y excavó la tambería incaica de Tocota. Los procesos políticos del año 1966 dejaron trunco el proyecto institucional y también le hicieron perder su puesto laboral. Por una serie de situaciones fortuitas retornó a Córdoba, para integrarse en 1967 a la Cátedra de Prehistoria y Arqueología, encabezada por otro destacado personaje de la arqueología argentina, Antonio Serrano, en calidad de jefe de Trabajos Prácticos. En ese periodo realizó las excavaciones arqueológicas en el sitio La Mandinga, en Cosquín.

En ese momento comenzó a recibir invitaciones para dictar cursos de formación arqueológica en el Instituto de Arqueología de Tucumán, que se sustanciaron en una propuesta de trabajo formal con posibilidades para realizar investigaciones en la provincia, lo cual implicó la radicación allí con su familia de reciente formación.

A fines del año 1971 recibió información de un grupo de pescadores que, en una bajante extrema del nivel de las aguas embalsadas en el Dique El Cadillal, habían observado numerosas piezas arqueológicas en superficie. Desconociendo la verdadera magnitud y relevancia de los sitios arqueológicos, inició junto con un amplio equipo, las excavaciones de rescate que se fueron extendiendo hasta convertirse en una de las más extensas de la arqueología argentina reciente.El Cadillal fue uno de los grandes proyectos de su vida. En ese marco, además de la investigación arqueológica logró diseñar y ejecutar el museo de sitio, único para su época en la región, que después de muchos avatares ha sido refaccionado, modernizado y reinaugurado recientemente por el Ente Autárquico Tucumán Turismo.

También en Tucumán realizó importantes investigaciones en las yungas, en el sitio tardío de Zárate, donde se excavaron recintos habitacionales y un importante conjunto funerario, ampliando el conocimiento de las ocupaciones santamarianas en el piedemonte oriental de las Cumbres Calchaquíes.

Su estancia en la residencia universitaria de Horco Molle, junto con una pequeña comunidad de investigadores destacados en distintas especialidades, le dejaron muchos de sus mejores recuerdos y también sus mayores desventuras. Encabezando su familia, con tres hijas pequeñas, debió sobrellevar los conflictivos años iniciales de la década de 1970, en los cuales en distintas ocasiones fue despedido y reincorporado a la Universidad. En ese contexto se desarticuló su proyecto institucional y científico en Tucumán y volvió a Córdoba, donde se incorporó nuevamente a la Cátedra de Prehistoria y Arqueología de la Carrera de Historia, de la cual sería profesor titular por tres décadas, hasta su jubilación en el año 2007. Para ese cargo concursaría dos veces. Tuve la oportunidad de colaborar con él como ayudante alumno en dos periodos completos. Puedo asegurar que en ese tiempo siempre se dedicó con gran compromiso a la tarea docente, sea en el dictado de teóricos, en las evaluaciones y en los exámenes. En otros momentos emprendió actividades complementarias que no se pudieron sostener en el tiempo como los famosos viajes de estudio de la Cátedra al Noroeste Argentino y también al norte de Chile.

También hay que nombrar que a fines de la dictadura militar fue designado director de la Escuela de Historia durante un periodo de seis meses, quizás una marca que destiña parte de su trayectoria. En distintos momentos que conversamos sobre el tema, él sostuvo que tuvo que aceptar la designación del decano del momento por ser profesor de dedicación full time.

En nuestra escuela consolidó su grupo de trabajo y formó a decenas de licenciados y licenciadas, junto a doctores graduados en distintos posgrados del país. Fundó y dirigió la Revista Comechingonia que se convirtió en un espacio de difusión de la arqueología (y disciplinas afines) con amplio reconocimiento. También fue director de la maestría en “Patrimonio Cultural Material. Administración, conservación y legislación” (en cogestión entre la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba).

Desde la Universidad de Córdoba dirigió múltiples proyectos de largo alcance que incluyeron:

- Los trabajos de campo realizados en Potrero de Garay entre 1977 y 1982 marcaron un hito sin antecedentes en la arqueología regional, e incluso hoy ocupa un lugar central en la investigación del Período Prehispánico Tardío. La magnitud del trabajo realizado permitió caracterizar la cultura material de un poblado o asentamiento residencial tardío, con detalles relativos a la arquitectura doméstica y organización espacial.

- En la región de Lípez, Bolivia, durante la década de 1970 trabajó junto con el investigador Jorge Arellano, en el estudio de las industrias líticas prehispánicas, correspondientes a distintos momentos de la historia de los cazadores-recolectores de la región y propuso un esquema de periodificación regional y sus relaciones cronológico-culturales con países vecinos. Posteriormente, realizó investigaciones pioneras en asentamientos del Periodo Intermedio Tardío definiendo el llamado señorío de “Mallku”.

- En el Valle de Tafí coordinó el proyecto “Sistemas de Asentamiento Prehispánicos”, en el cual se realizaron relevamientos de cobertura extensiva, excavaciones en área en distintos puntos del valle y arqueología experimental en torno al uso del suelo agrícola. En base a todo ello propuso, en coautoría con Axel Nielsen, un modelo de desarrollo de los asentamientos aldeanos tempranos de la zona que fue muy influyente en la arqueología del periodo formativo en los Andes Meridionales. En el marco de este proyecto se ejecutaron numerosas investigaciones específicas que perduran en desarrollo hasta la actualidad.

Imagen 2.Caricatura publicada en el Diario La Gaceta de Tucumán, para dar a conocer la Reserva Arqueológica de La Bolsa. Incluye a uno de sus discípulos más destacados, Axel Nielsen, quien fue también profesor titular por concurso de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología de la Escuela de Historia entre 2007 y 2010.

Su trayectoria académica estuvo marcada por su desempeño en la Carrera de Investigador Científico del CONICET, en la cual logró ascender hasta su máxima categoría de investigador superior. Allí participó en distintas comisiones de múltiples jerarquías en las cuales fue partícipe de la evaluación y planificación del sistema científico nacional.

Su formación universitaria inicial y su vocación confluyeron en sus estudios sistemáticos sobre la legislación patrimonial, la cual fue la problemática central de su tesis de doctorado. Fruto de este aporte participó como asesor en dos comisiones del Parlamento Nacional a partir de las cuales se sancionó en 2003 la ley 25743 de Protección del patrimonio arqueológico y paleontológico.

Jubilado de la Universidad, en el año 2008 se incorporó como socio al Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti y allí depositó su último gran desafío institucional. Fue coordinador del Área Arqueología y vicepresidente de la Comisión Directiva. También impulsó la creación del Instituto de Estudios Históricos (UEDD CONICET-CEH).

En el balance de su trayectoria de más de seis décadas en arqueología publicó más de un centenar de trabajos científicos en revistas nacionales e internacionales de amplio reconocimiento, así como variados libros de arqueología, arte indígena y legislación del patrimonio. Recibió distinciones en el país y en el exterior entre los cuales destacan: el premio a la Región Centro del país, en el certamen “Regional Etnología, Arqueología e Historia”, otorgado por la Secretaría de Estado de Cultura de la Nación y el anual 1992, en reconocimiento por la actividad académica, concedido por la Universidad Nacional de Córdoba. También fue académico correspondiente en Córdoba de la Academia Nacional de la Historia (1998), miembro del Grupo de Patrimonio Arqueológico del ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios) e integrante de otras Sociedades Científicas nacionales y extranjeras.

Uno de los últimos recuerdos que tengo del “profe” fueron los innumerables días de aislamiento por la pandemia en los cuales trabajamos virtualmente juntos sistematizando, digitalizando y procesando la enorme cantidad de información que reunían sus carpetas sobre la investigación en el dique El Cadillal. Con 84 años, estaba ahí, conectado en todo sentido, atento a los detalles, demostrando su conocimiento sobre cada libreta y cada hallazgo de un sitio que había trabajado medio siglo atrás. Sé que fue una persona controversial que atravesó en su plenitud décadas de nuestra historia muy difíciles. Creo honestamente que no se dejó conocer del todo. Siempre decía que, cuando no estuviera, le hiciéramos una estatua en la reserva de La Bolsa, pero que fuera de cristal. Esto evitaría que los transeúntes que requirieran un sanitario la usaran para fines impropios. Esta soez historia recuerda su sentido del humor y su valoración de algunas cosas.

Imagen 3. Eduardo Berberián. La Bolsa, Valle de Tafí, Tucumán. Noviembre de 2006.

Eduardo falleció en Córdoba el 8 de enero de 2023, a los 85 años, acompañado por sus hijas y nietos, soñando con su próximo viaje, hablando con sus discípulos de sus próximos proyectos. No cumplimos con su deseo, pero Candelaria, su hija menor, se encargó de llevar a ese lugar tan especial sus cenizas.

Julián Salazar

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad Nacional de Córdoba

juliansalazar@ffyh.unc.edu.ar



[1] Versiones muy similares de esta nota fueron publicadas en la Revista Comechingonia (https://doi.org/10.37603/2250.7728.v27.n1.40878) y en el Anuario del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S.A Segreti (https://doi.org/10.52885/2683-9164.v1.n23.41776).