Introducción al dossier:
“Historia de las Juventudes en Argentina. Experiencias, Sociabilidades y Representaciones (Primera mitad del siglo XX)”
[Introduction to the dossier: “ History of Youth in Argentina. Experiences, Sociability and Representations (First half of the 20th century)”]
Adrián Cammarota
(Universidad Nacional de La Matanza - CONICET)
adriancammarota2000@gmail.com
Luciana Carreño
(Universidad Nacional de Quilmes - CONICET)
lcarreno1@uvq.edu.ar
En las últimas décadas, la conformación de circuitos y equipos académicos trasnacionales ha potenciado el crecimiento del campo de estudios sobre historia de las juventudes. La aparición de distintas publicaciones colectivas y de revistas especializadas resulta expresiva de este proceso y de las nuevas tendencias historiográficas en la disciplina. En este sentido, las producciones recientes se caracterizan por desarrollar una lectura crítica de las diferentes exclusiones y sesgos (andro-blanco-hetero y euro centristas) que signaron a las primeras investigaciones en la materia, en función de construir una nueva agenda que incorpore una perspectiva global y a las categorías de apropiación, circulación y agencia como herramientas para el análisis de las juventudes a través del tiempo. [1]
Esta renovación se replica en el campo de estudios sobre historia de las juventudes a nivel local, cuya constitución también se ha consolidado en los últimos años a través del trabajo de equipos interdisciplinarios, especialistas y de redes de carácter nacional e internacional. [2] Dentro de ese marco, tal como se desprende de distintos balances historiográficos, la segunda mitad del siglo XX (inaugurada con el protagonismo de las culturas juveniles durante los “largos años sesenta”) ha concitado el principal interés dentro de las investigaciones académicas (Cammarota, 2016; Meza Huacuja, 2020), a partir de una serie de cambios socioculturales que, desde fines de la década de 1950, ubicaron a las juventudes como consumidoras, productoras culturales, destinatarias y portadoras de dinámicas de modernización en el campo social (Manzano, 2017, p. 19). En contraste, los estudios sobre períodos precedentes se inscriben dentro de un entramado más diverso de disciplinas (la historia social, intelectual, política, etc.) cuyas preguntas no siempre se han dirigido específicamente a desentrañar la historicidad de las juventudes, aunque indirectamente han contribuido a ese fin y a evidenciar su papel en distintos procesos que involucraron a la sociedad argentina a lo largo de la primera mitad del siglo XX (Carreño, 2023).
Asimismo, la aún escasa problematización de las juventudes en ese periodo difiere del lugar relevante que han ocupado las infancias en el estudio de la conformación del estado nacional desde el último tercio del siglo XIX. La configuración social e histórica de la “infancia”, en tanto “futuro de la patria”, principal destinataria del proyecto educativo y de las intervenciones de los saberes médicos para su regeneración biológica, constituye en la actualidad una fecunda vía de análisis para acceder a las prácticas y debates sobre la ciudadanía, la construcción de la nacionalidad, los roles de género o los temores por asegurar jerarquías sociales amenazadas por dinámicas de cambio, resistencia y movilidad que acompañaron ese proceso. [3] Por el contrario, el estudio de la “juventud” como prolongación de estas aprensiones y proyectos ha sido menos abordado, en parte por el lugar minoritario, aunque en ampliación, que ocupó la población adolescente y joven dentro del sistema educativo durante la primera mitad del siglo XX y por el interés primario que suscitó la infancia para diversos actores sociales y estatales como hemos señalado anteriormente. Pese a ello, la existencia de dinámicas que afectaron e interpelaron específicamente a ese público señala también la importancia de considerar a las juventudes como agentes históricos y como prisma para comprender la configuración del Estado y la sociedad en ese periodo. Tal es el caso de la implementación de la conscripción obligatoria; el desarrollo de la experiencia democrática mediante el sufragio universal-masculino, secreto y obligatorio a partir de los 18 años; la modernización de bienes y consumos culturales; la profesionalización y difusión del fútbol y el boxeo; la ampliación de la oferta educativa en los niveles secundario y universitario, la elaboración de problematizaciones sobre la “delincuencia juvenil”; entre otros temas que han comenzado a ser analizados en los últimos años. [4]
Con el propósito de contribuir al estudio de esos periodos y temáticas de relativa vacancia, el alcance temporal propuesto en el dossier aspira a propiciar la reflexión comparativa sobre las juventudes en el largo plazo, aportando elementos que contribuyan a la comprensión de los cambios, continuidades y contrastes en relación con procesos previos y con las experiencias y culturas juveniles que se generaron, como hemos señalado, a partir del protagonismo cobrado en los años sesenta en adelante. Junto con ello, se propone abordar de modo específico las particularidades de las juventudes en el periodo de entreguerras, profundizando en el conocimiento no solo de su papel y participación en los citados procesos culturales, sociales y políticos configurados simultáneamente, sino también en el de la misma juventud, como categoría que, pese al carácter universal, singular y biológico con el que comúnmente se la evoca, es producto de construcciones sociales históricamente situadas y de relaciones de poder que configuran los sentidos y sujetos que designa. Como han señalado Sánchez García y Hakim, cada sociedad organiza la transición de la niñez a la vida adulta con formas y contenidos de carácter variado. Por un lado, se destacan las instancias de control y diferenciación con el mundo adulto y, por el otro, se encuentran alineadas una serie de imágenes culturales que implican valores, ritos y representaciones ligadas con esa franja etaria en particular. Empero, las juventudes no pueden ser concebidas como una construcción impuesta desde un poder imaginado como absoluto, también es una categoría enhebrada por los mismos jóvenes que canalizan en una amalgama de sentidos codificados a sus experiencias, asociándose a trayectorias diversas, por ejemplo, en el mundo del trabajo y en el mundo educativo (2014, pp. 45-46).
Desde los supuestos señalados, las investigaciones del dossier presentan un enfoque relacional que interroga sobre esos objetos en intersección con otras categorías (el género y la clase principalmente) que signaron las distintas maneras de ser joven en cada contexto en particular. Los trabajos reunidos se ubican por fuera de las principales temáticas que han primado en los estudios sobre historia de las juventudes referidos a la primera mitad del siglo XX, para abordarlas desde múltiples enfoques y espacios diferenciales. Así, las dos investigaciones que abren el dossier, se enfocan en las juventudes trabajadoras, como agentes prácticamente no considerados, tanto por la atención dedicada a las juventudes escolarizadas como por la que han concitado las infancias de esa condición en la historiografía sobre el periodo. El trabajo de Florencia D’Uva pone el foco en las particularidades de las juventudes ferroviarias para interrogar sobre su ingreso al mundo laboral y sus condiciones de trabajo, marcadas por la diversidad de especialidades, ya sea en las estaciones, los talleres, los galpones o las barreras. A ello se adjuntaban espacios de socialización que combinaban la militancia, la instrucción y el esparcimiento, en los cuales las asambleas, las conferencias, cursos y festejos fundaban lazos y sentidos de pertenencia en la formación de los y las jóvenes que acompasaban el pasaje a la adultez. Por su parte, Jessica Blanco se centra en un universo juvenil laboralmente más diversificado, aunque también sujeto a reglamentaciones y prescripciones comunes que intentaban regular el tiempo de ocio y el contacto de las juventudes con el mundo del trabajo. De modo específico, la autora reconstruye las preocupaciones latentes de la jerarquía eclesiástica hacia la administración del tiempo libre de los y las jóvenes que integraban la Juventud Obrera Católica (JOC), fundada en 1940 como uno de los brazos laicos de la Asociación Católica Argentina (ACA). El trabajo permite rastrear el perfil del joven católico esbozado en los discursos confesionales, como una figura potencialmente útil, idealista y entusiasta, pero a la vez peligrosa, pasible de “caer en el vicio” o bajo la influencia de ideologías revolucionarias.
La relación juventud y educación, como eje de los siguientes trabajos del dossier, si bien se inscribe en un horizonte temático más visitado, es abordada desde objetos novedosos, que complementan a los estudios sobre el activismo estudiantil del sistema público universitario, como tópico predominante en la historiografía sobre la materia. En tal sentido, el texto de Laura Graciela Rodríguez y de Eva Mara Petitti aporta una mirada renovadora sobre un tema ampliamente transitado como el normalismo, al no centrarse en la función formadora de docentes que poseían estas escuelas, sino en las experiencias estudiantiles y las sociabilidades juveniles, políticas y gremiales, que allí también se configuraban por fuera del perfil de “alumnos-maestros” que les era asignado por la institución. De este modo, el caso estudiado, basado en la Escuela Normal mixta de Paraná durante el periodo de entreguerras, contribuye a evidenciar la circulación de prácticas estudiantiles (como las huelgas o el periodismo) más allá del ámbito universitario como principal espacio de este tipo de tradiciones e invita a reflexionar sobre las vinculaciones entre los distintos niveles educativos y sus demandas gremiales. Por su parte, el trabajo de Iván Orbuch, “Emociones, sensibilidades y experiencias juveniles en la primera mitad del siglo XX. Un análisis del Colegio Ward a través de la prensa estudiantil”, viene a cubrir una vacancia en la historia de la educación y de las juventudes para ese periodo, al analizar las experiencias estudiantiles en un colegio de élite en la provincia de Buenos Aires. A través de los periódicos y boletines, el texto reconstruye un tipo de educación de las sensibilidades, en la cual el deporte, las actividades escolares y extraescolares, la educación mixta, soldaron los requerimientos morales y éticos derivados de profesiones liberales en la que eran formados los estudiantes y las estudiantas.
Finalmente, el último trabajo del dossier aborda las relaciones entre juventud y política desde un objeto aún poco explorado en la temática, como lo es la participación juvenil encuadrada dentro de los partidos políticos. Al respecto, el trabajo de Luciana Carreño reconstruye las representaciones sobre las juventudes elaboradas por la Unión Cívica Radical, para analizar la politización de la categoría de “juventud” y la relevancia de las juventudes en las dinámicas electorales, las identidades y disputas políticas intra y extra partidarias durante la primera experiencia democrática.
A partir de su diversidad temática, de modo conjunto, los trabajos reunidos permiten plantear una serie de consideraciones sobre los significados variables asociados a la condición juvenil durante el periodo de entreguerras y a la vez reflexionar sobre los elementos que brinda la historia de las juventudes a la comprensión de los procesos históricos en ese periodo. Por un lado, en cuanto a los significados, las investigaciones revelan la multiplicidad de condiciones que rodeaba a la juventud como etapa de tránsito entre la infancia y la vida adulta, condiciones que (como los muestran los trabajos de D’Uva y Blanco) no delimitan esa instancia a un periodo de moratoria social, en relación con las posibilidades que tenían algunos grupos poblacionales juveniles de acceder a los estudios secundarios o universitarios y prorrogar el plazo para ingresar a la adultez y al mercado laboral. [5] Sin duda, la escolaridad y los estudios constituyen una de las instancias centrales para la configuración de modelos de referencia y de atributos sobre la juventud que se proyectaban diferenciadamente al resto de la sociedad, por ejemplo, por medio de formatos asociativos como en el caso de las juventudes obreras católicas que analiza Blanco. Asimismo, como se observa en los trabajos de Rodríguez y Pettiti y Orbuch, factores como la elaboración de teorizaciones pedagógicas sobre el público que accedía a la educación secundaria o el desarrollo de prácticas juveniles en estos ámbitos (la redacción de un periódico, la militancia política o el desarrollo de actividades deportivas, literarias o festivas) contribuían a segmentar la juventud, a generar instancias horizontales de sociabilidad y a definir un perfil diferenciado del mundo adulto. Sin embargo, aunque esa diferenciación no resulta tan visible en otros ámbitos (como los que estudian D’Uva y Carreño, en donde se compartían espacios intergeneracionales y responsabilidades comunes sobre el trabajo ferroviario o la actividad política-partidaria) continuaba operando a través de otros mecanismos de jerarquía y subordinación (restricciones etarias para el acceso a puestos o cargos, criterios de “inexperiencia”, salarios menores, no percibidos o administrados por adultos) y de lugares y prácticas de pertenencia entre pares en torno a esos ámbitos (los comités de juventud, las reuniones en plazas, las salidas a piropear o a los burdeles).
De este modo, las demarcaciones socio-ocupacionales y las relaciones jerárquicas de poder y de género ayudan a problematizar la cuestión de la significación social de la juventud en este periodo. A su vez, ambos factores inciden en la flexibilidad (observable en los distintos casos de estudio) de los criterios etarios que pautaban los límites de la juventud (variables de acuerdo a las reglamentaciones laborales, electorales, asociativas o de los ciclos educativos) y en el acceso a ciertas prácticas que, más que ritos de pasaje definitivos, parecen actuar como umbrales de acercamiento al mundo adulto de un modo laxo y situacional (el acceso a la ciudadanía política, la participación en una huelga, la inserción laboral, la culminación de las instancias educativas, entre otras).
Por otro lado, los trabajos reunidos ayudan a identificar una serie de elementos que brinda la historia de las juventudes a la comprensión del pasado, a través de los cuales las juventudes no solo representan agentes históricos a reconstruir en su complejidad, sino que también condensan o forman parte de distintas dinámicas socio-culturales. Así, el artículo de Orbuch aporta factores para profundizar en el conocimiento de los mecanismos de diferenciación y de configuración de grupos sociales a través de los circuitos escolares diferenciados; el de Petitti y Rodríguez lo hace en relación con los procesos que inciden en la politización de las juventudes; mientras que el de Blanco permite acceder a los proyectos de ordenamiento social provenientes del catolicismo integrista. Por su parte, los trabajos de D’Uva y Carreño recalan en la importancia de integrar a la edad como una variable para enriquecer el estudio de las clases trabajadoras y la historia política respectivamente. Así, el primero de estos estudios pone en evidencia el peso de las jerarquías y escalafones etario-salariales en el tramado de los reclamos y conflictos laborales mientras que el segundo, ilustra cómo la edad y los atributos de la juventud aportaban y movilizaban capitales específicos (de orden simbólico-político, pero también electorales en relación con un padrón que se ampliaba con el ingreso de nuevos ciudadanos nacidos en el país).
Trasladados a otras tendencias que también permearon a la sociedad argentina en el periodo de entreguerras (los procesos migratorios, la integración de las generaciones de inmigrantes, los cambios en las familias, las moralidades y sexualidades o la modernización del mercado de bienes y servicios de consumo masivo, entre otros) esperamos que estos trabajos inviten a continuar indagando sobre el papel de las juventudes, a la vez como agentes y categoría de análisis y a potenciar el uso de variables como la edad, la construcción de los grupos etarios, las relaciones generacionales e intergeneracionales en la comprensión de distintos procesos sociales.
Referencias bibliográficas
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[1] Junto con las publicaciones de la Journal of the History of Childhood and Youth, como principal revista especializada, se destacan las investigaciones colectivas que dieron origen a la colección A Cultural History of Youth, dentro de la cual las señaladas tendencias historiográficas se observan en relación con el sexto volumen dedicado al siglo XX (Alexander y Sleight, 2023). En ámbito latinoamericano, en 2016 se instituyó el Seminario Interinstitucional de Historia de las Juventudes, que cuenta con su base central en el Instituto Mora (México); con otras sedes (en Argentina y en Colombia) en el desarrollo de sus reuniones mensuales y con producciones historiográficas producto del trabajo de dichos equipos a nivel regional (Graterol Acevedo, Meza Huacuja y Moreno Juárez, 2022). Véase https://www.institutomora.edu.mx/Seminarios/SIHJ/SitePages/Inicio.aspx
[2] Entre los principales espacios interdisciplinarios se citan los encuentros propiciados por la Red de Investigadorxs en Juventudes en Argentina (ReIJA) y las Jornadas Reflexión sobre el Movimiento Estudiantil Argentino y Latinoamericano (JME), en torno a los cuales se han conformado distintos canales de participación e inserción en los circuitos internacionales señalados en la nota anterior, entre otras redes.
[3] Sobre el campo de estudios de historia de las infancias remitimos al balance historiográfico de Zapiola (2018).
[4] Para el ámbito europeo y norteamericano, la relevancia de las juventudes dentro de estos esos procesos ha sido un tópico abordado desde los estudios pioneros en historia de las juventudes en los años setenta (Fass, 1979; Gillis, 1981) y en investigaciones más recientes dentro de este campo, aunque desde perspectivas de estudios diferentes de acuerdo a los señalados cambios en la historiografía sobre el tema (Heilbronner, 2008; Souto Kustrín, 2018). Para el ámbito local, sobre los estudios relativos a estos temas en la primera mitad del siglo XX, remitimos al balance historiográfico citado más arriba (Carreño, 2023).
[5] Punto además que se comprueba en investigaciones sobre la educación secundaria y universitaria para la primera mitad del siglo XX, que permiten advertir la existencia de empleos entre la población estudiantil para sustentar la escolarización o para ayudar a las economías familiares (Cammarota, 2014; Ramallo, 2018, Carreño, 2020).