Todavía más sobre Romanización

[Even More about Romanization]

Alejandro Bancalari Molina

(Universidad de Concepción - Academia Chilena de la Historia)

abancala@udec.cl

Resumen

El presente estudio tiene como propósito central revisar los diversos enfoques, teorías y debates sobre el proceso de romanización. Se otorgará un énfasis especial a los paradigmas de las dos últimas décadas y sus nuevas narrativas, centrándose en la teoría de la globalización. Además, se enfatizará cómo este fenómeno de interconexión multicultural y de redes proporciona un modelo para reestudiar la naturaleza y el funcionamiento del imperio romano. Un tema abierto, por cierto, todavía vigente.

Palabras clave: Romanización; Imperialismo; Conectividad; Redes; Multiculturalismo; Globalización

Abstract

The main purpose of this study is to review the different approaches, theories, and debates on the Romanization process. Special emphasis will be given to the paradigms of the last two decades and their new narratives, focusing on the theory of globalization. In addition, emphasis will also be placed on how this phenomenon of multicultural interconnectedness and networking provides a model for a new study of the nature and functioning of the Roman Empire. An open topic, indeed, that is still ongoing.

Keywords:Romanization; Imperialism; Connectivity; Networks; Multiculturalism; Globalization

Recibido: 05/04/2023

Evaluación: 22/05/2023

Aceptado: 12/06/2023

Todavía más sobre Romanización*

El argumento del proceso de romanización y sus proyecciones se ha constituido en una de las mayores problemáticas historiográficas respecto a la naturaleza, funcionamiento y longevidad del imperio romano. Fenómeno transversal no resuelto ni consensuado por los estudiosos, el cual continúa en el centro del debate con múltiples enfoques, matices y narrativas. Existe una producción bibliográfica abundante y prolífera con relatos equidistantes, desiguales y ambivalentes que resaltan, por una parte, los beneficios de la civilización romana y, por otra, la destrucción y el aniquilamiento de las sociedades nativas. [1] Se debe avanzar en buscar interpretaciones con nuevos enfoques, teorías y métodos, dejando de lado la adulación y la panacea interpretativa romanocéntrica: sub specie Romanorum o la crítica desmedida, unilateral, ideologizada y negacionista. Hay que privilegiar un ejercicio intelectual arduo y necesario para una comprensión más cabal y orgánica del problema con todas sus contribuciones y acepciones y con sus méritos y fracasos.

En las siguientes líneas intentaremos presentar una actualización –desde el punto de vista historiográfico– de la construcción y deconstrucción más profunda de los diversos modelos y teorías de la romanización; los inconvenientes e imperfecciones y la utilidad y persistencia del vocablo; en fin, su ambivalencia y formas alternativas o sustitutivas del término y su proceso. Precisamente, en las dos últimas décadas del presente siglo, han surgido conceptos prestados y diferentes enfoques y perspectivas que utilizan análisis y métodos hermenéuticos de las disciplinas humanísticas y de las Ciencias Sociales. El aporte de la Historia, de los estudios interculturales y, en especial, de la Arqueología, a través de la contribución de la cultura material y de la producción provincial y local del imperio romano, proyectaron nuevas luces, casos y puntos de vista, convirtiéndose en un factor y motor para consensuar nuevos parámetros interpretativos. Los actuales discursos más holísticos y globalizadores no hacen de Roma y de su imperio el centro único y totalizador de las explicaciones, sino más bien dejan que las provincias expongan sus antecedentes y atributos. A su vez, el hecho de no realizar una discusión puramente teórica, ni solo de objetos materiales, permite considerar las diversas condiciones y estructuras de las regiones distantes imperiales (Belvedere y Bergemann, 2021).

De esta manera, la discusión y el debate acerca de cómo estudiar y entender el proceso de la romanización o romanidad (Le Bohec, 2008; Pereira-Menaut, 2010; Van Oyen, 2015; Puddu, 2020), está presente y es permanente, sin poder llegar a consensos, sobre todo por la diversidad conceptual, la validez de enfoques, la metodología y sus limitaciones. El centro neurálgico radica en la definición, naturaleza, consecuencia, proyecciones y revitalización del léxico. Es pertinente comparar la situación de los pueblos nativos antes y después de la conquista romana. Reconocer los signos y grados de transformaciones o persistencias de la identidad político-social y cultural-religiosa de la población autóctona en forma simultánea a la llegada de los romanos: sus “implicaciones culturales” (Terrenato, 2009; 2019; De Vincenzo, 2016). Así como también las disímiles experiencias de los encuentros entre romanos y nativos, con una fuerte espontaneidad, dinamismo y flexibilidad; las formas de modificaciones, adaptaciones e interconexiones mutuas y las grandes diferencias provinciales.

Otras narrativas (preferentemente de arqueólogos), hacen hincapié en la existencia y abundancia de una cultura material, en particular en las provincias occidentales, con objetos diferenciadores en sus estilos y funciones (Van Oyen y Pitts, 2017), sosteniendo una nueva conceptualización de “Romanización 2.0” (Versluys, 2014; 2021; Woolf, 2014b; Puddu, 2020; Pitts, 2021), en un sentido global y de conectividad de objetos materiales. Hay quienes profundizan la formación de identidades romano-provinciales con el surgimiento de nuevos patrones de comportamiento y de relaciones sociales, variedad económica y de condiciones de vida: alimentación, tecnología y artículos de casa (Woolf, 2021). Existen otros planteamientos e interpretaciones postcoloniales, antiimperialistas, antieuropeístas, ideológicas y esquemáticas que pretenden insistir en los modos de resistencia a la romanización y resaltan mayormente aspectos de explotación y opresión a los nativos (Hingley, 2015) e, incluso, hablan directamente de una ‘desromanización’; así como también consideran modelos bipolares que presentan a Roma y a las provincias como enemigos acérrimos, dos pueblos irreconciliables, donde la Urbsdestruyó las tradiciones locales: una dicotomía Roma-nativos. En síntesis, todo tipo de elaboraciones (Padilla Peralta, 2020) y por qué no decir elucubraciones retóricas y pseudocientíficas, unas mejores que otras.

La variedad de expresiones y de planteamientos metodológicos y hermenéuticos hacen muy difícil concebir y explicar la romanización en un sentido cabal, integral, equilibrado y con una visión binocular. Todavía persiste entre los estudiosos el hecho de ponerse de acuerdo y lograr ciertas resoluciones mínimas en los criterios o parámetros utilizados en la integración y la asimilación entre romanos y las comunidades locales y distinguir claramente los factores y agentes del proceso, como asimismo diferenciar y describir la multiplicidad de transformaciones consecuentes. Lo concreto e indesmentible, como realidad histórica, lo conformó el imperium Romanum y como muy bien señaló en forma metafórica Greg Woolf, el “imperio terminó por embrujar la imaginación romana, como también la nuestra” (Woolf, 2014a, p. 17).

Diversidad de modelos: visión retrospectiva y actual

A partir de presupuestos teóricos y de un análisis crítico, se examinarán sus variables. En estudios anteriores, hemos profundizado en una taxonomía de la concepción del proceso de romanización a través de un recuento y análisis historiográfico (Bancalari, 2007; 2008). Entre esta pluralidad de teorías, se ha destacado al fenómeno romanizador como sinónimo de una acción civilizadora y de la humanitas, que corresponde a la “interpretación clásica” proveniente de las mismas fuentes escritas. [2] Semejante a esta visión, que supera los puntos de vista anticoloniales, surge el enfoque de autorromanización y emulación, en el cual los provinciales (esencialmente en la pars occidentis), eligen y asimilan en forma voluntaria, patrones culturales y sistemas de vida de los romanos. Siguiendo, en cierta medida, los dos modelos anteriores, se encuentra el enfoque bidireccional o multidireccional de la romanización como “aculturación”, de interacción entre las culturas.

Desde una perspectiva más crítica y condicionada a ciertos dogmatismos, encontramos las alternativas de una “romanización imperialista” o sea una política deliberada y ofensiva de conquista, fuerza y poder. En relación con ella, está la romanización como “colonialismo”, de una explotación de los recursos y materias primas de las provincias. De estas visiones críticas se menciona la “modalidad de resistencia”, de cómo las poblaciones autóctonas resisten y se defienden, en especial militar y culturalmente, de los conquistadores romanos. La otra interpretación, más radical, dice relación con la “destrucción y genocidio” étnico-cultural de los nativos.

En fin, el paradigma de la “criollización”, surgido solo a comienzos del siglo XXI en el ámbito lingüístico, es otra buena alternativa para entender la integración romano-provincial, a partir de una mirada mestiza y de interacciones culturales. De esta larga lista de repertorio de posibilidades y de concepciones de la romanización, ahondaremos en las páginas sucesivas en la teoría y el fenómeno de la “globalización”, el cual consideramos como el enfoque más adecuado, mecanismo real y comparativo.

Ahora bien, los modelos descritos son válidos y plausibles de ser aplicados en su conjunto y parcialmente al funcionamiento del imperio romano, tanto por las fuentes escritas como materiales que los respaldan con mayor o menor precisión (Bandelli, 2009; Cavalieri, 2012; Beard, 2016; Bispham, 2016). El problema de la romanización se complejiza aún más, puesto que, en las dos primeras décadas del siglo XXI, han surgido nuevos enfoques revisionistas y perspectivas que, a su vez, enriquecen el debate con otras narrativas e interpretaciones. Sin embargo, no resuelven todos los problemas. En su mayoría son estudios realizados por historiadores y arqueólogos anglosajones, de Europa del norte y norteamericanos. La “deconstrucción” de la romanización y sus alternativas; la teoría de la globalización; la relación entre lo global y lo local y viceversa; la noción de conectividad y encuentros; la teoría de la fricción; los nuevos enfoques de la cultura material; las implicancias del imperialismo romano y los cambios culturales e identitarios postconquista romana, entre otros, son parte de las actuales investigaciones y paradigmas. Esta proliferación de ejercicios intelectuales, corresponderá a tendencias del presente siglo cambiante, a un mayor conocimiento de las realidades y comparaciones históricas o se trata simplemente de una nueva moda de cuestionarlo, de transformarlo y de mentes imaginativas. Llegaremos algún día a lo que podríamos denominar “metarromanización” o “transromanización” abierta a todo tipo de explicaciones, respuestas y anacronismos, más allá de la romanización misma e, incluso, desnaturalizándola o ¿es en verdad un producto de nuevas herramientas hermenéuticas? Es, por cierto, una interrogante que está abierta en esta concepción polifónica del fenómeno romanizador.

Entre los válidos sustitutos y alternativas actuales del vocablo y del proceso de romanización, encontramos el de “transferencia cultural”, si bien no deriva de los estudios sobre la antigüedad­, ha sido empleado en las últimas décadas. Su énfasis es insistir en los flujos, intercambios y puentes de elementos culturales de una cultura a otra (Haack, 2008). Se pretende analizar objetos que expresan una identidad que pueda recontextualizarse, modificando sus formas, su uso y significado en otra cultura. En este sentido, surge entonces una “nueva combinación” entre romanos y provinciales (no como sujetos abstractos y únicos), sino a través de una reciprocidad de relaciones comunes y de una constante evolución.

Semejante al enfoque de la “criollización” y de la “transferencia cultural”, otros investigadores prefieren utilizar el concepto de “mestizaje”, no concebido como una simple fusión o una sumisión, sino más bien, colocando el acento sobre un encuentro de culturas. Esto se relaciona horizontalmente con la noción de “hibridez cultural” (De Vincenzo, 2016). En primer lugar, en época republicana, la concurrencia con etruscos, itálicos y griegos y, posteriormente, en la etapa expansionista, con los nativos de las diversas provincias. Constituye esta una mirada más arqueológica con investigaciones centradas en la noción de “encuentros”, “diálogos y negociaciones culturales” (Terrenato, 2009; 2019). El imperio romano, finalmente, fue un mosaico de pueblos y de culturas, que Giusto Traina ejemplifica y explica con el término “multiculturalismo” (Traina, 2009). Vocablo también asociado con matices y diferencias similares a “aculturación”, “cosmopolitismo”, “amalgama cultural” e “interacción cultural” (Migliario, 2012; Beard, 2016). Greg Woolf, uno de los mayores cultores de la problemática, al examinar y poder encontrar la mejor respuesta al espinudo argumento del proceso romanizador, emplea el término “revolución cultural”. Al interior de las diferentes provincias, con ciertas tradiciones, se hizo más evidente una difusión de un cambio cultural (Wallace-Hadrill, 2008; Woolf, 2014b).

Asimismo, se ha buscado y propuesto crear otra nomenclatura que abarque un período más extenso (el último milenio a.C.), incluyendo los procesos de helenización y romanización e incluso de la génesis de Occidente. Se trata del vocablo “mediterranización” (Maras, Velaza y Nonnis, 2020; Woolf, 2021), en el sentido de hacer hincapié en el surgimiento de fenómenos comunes en las ciudades costeras; un tipo de cultura equivalente (desarrollo de la escritura y uso de la moneda); costumbres de las élites y su interés por la guerra; el crecimiento demográfico y la conectividad de personas y bienes. En el fondo, un mundo romano mediterráneo como “sistema fluido” (Woolf, 2023). La expresión, como todas, presenta las mismas desventajas que los otros términos, ya que no describe ni muestra cabalmente lo que pretende denotar. “Mediterranización” refleja solo esa área circunscrita a su mar, a las localidades costeras, a un clima similar y a microrregiones, en cambio conceptualmente y en la práctica, el imperio romano fue un espacio tricontinental y una entidad globalizadora.

La dicotomía de enfoques y narrativas de los últimos años, unas más acertadas que otras, se centran asimismo en explorar las disímiles identidades culturales del mundo romano (Nieto Orriols, 2021), argumento de una complejidad tremenda, vinculado y aplicado a la romanización, no existiendo consenso en la historiografía ni en la metodología. Todas estas nuevas interpretaciones no esclarecen por si solas el problema: el debate continúa.

Globalización romana

Desde el año 2007 hemos insistido, junto a un buen número de investigadores, que el complejo proceso de romanización puede ser reinterpretado y reelaborado a partir de la teoría de la globalización (Bancalari, 2007). Buscar precisamente la conectividad, el intercambio de bienes, la interdependencia y la movilidad de personas al interior del espacio imperial romano. El fenómeno actual de la globalización, nos presenta herramientas y ejemplos concretos de interconexiones entre diversos niveles de interacción, acciones mutuas y fluidas en una perspectiva unitaria (Jennings, 2017). Al compararlo con el orbis Romanus , encontramos que tanto el período republicano tardío como el alto imperio, se caracterizaron por una intensa conectividad, redes y una dinámica y efectiva movilidad de personas. Todo este proceso de interconexiones, fluidez, movilidad y descentralización trae consigo cambios en las estructuras de poder con el surgimiento de nuevos patrones de comportamientos, de sistemas y formas de vida que van creando disímiles identidades individuales y colectivas.

La teoría de la globalización o como otros la denominan “mundialización” (Pradeau, 2015), e incluso parcialmente, “occidentalización” (Hodos, 2015), hoy por hoy es el enfoque más acertado y relativamente consensuado por los estudiosos de la romanización (Purcell, 2014; Sommer, 2015; Nederveen Pieterse, 2015; Pitts y Versluys, 2015; Engels, 2015; Van Oyen, 2015; Witcher, 2017; Woolf, 2021, entre otros). Podría aplicarse a través del método de la “extensión”, en que la globalización moderna correspondería a una última fase, comenzada hacia mediados del segundo milenio a.C. y producto de una evolución histórica. Esto implica que las transformaciones de las sociedades son manifestaciones de un proceso de “larga duración”. El otro método corresponde al de la “analogía”, en el cual se establecen correspondencias entre casos antiguos, modernos y actuales; es un estudio comparativo y de paralelismos entre dos sistemas con sus limitaciones. Esta última forma de la “analogía” es más pertinente al generalizar y comparar dos momentos (Woolf, 2021). Es conveniente determinar las características y los elementos esenciales de las redes, de la conectividad y de los intercambios y los consumos masivos. En el fondo, qué características de la globalización hodierna son generalizables y aplicables al mundo romano-provincial, concebida como la historia de las provincias. [3] Por ello, es relevante determinar, entre otros, el comportamiento, los usos y costumbres de las élites como agentes políticos, sociales, económicos y culturales dominantes y como mediadores entre el nuevo escenario global imperial y las tradiciones locales (Terrenato, 2009; Van Oyen y Pitts, 2017). A través de la cultura material estandarizada y de su visualización, podemos reestudiar, desde la perspectiva global, entre otras, las técnicas y los objetos de producción; las armas de guerra, las ánforas, la cerámica (terra sigillata) y el rol de los artefactos; la difusión de algunas prácticas de consumo: homogenizaciones políticas, de vestimentas, de alimentación (garum, vino, aceite de oliva) y de banquetes; la estandarización del ajuar funerario, túmulos y lápidas y su distribución en los territorios imperiales (Pitts, 2015). Esto corresponde ciertamente a la glocalización, cómo las formas locales presentan similitudes y difusión en el espacio imperial romano, pero a su vez, destacar sus diferencias y reafirmar un estilo, versión y una diversificación local. Y, además, cómo los elementos locales se incluyen dentro de lo global y viceversa, generando una verdadera sinergia (Laurence y Trifilò, 2015). La añeja correlación y división centro-periférica, es estudiada actualmente en la transformación de aquellas periferias y las zonas limítrofes incorporadas en otras y en el centro.

De esta manera, la teoría de la globalización es útil y fructífera como método hermenéutico para analizar la compleja conectividad que caracterizó al orbis Romanus. Más aún, Miguel John Versluys emplea otro componente, el concepto de “fricción”, tomado de la etnografía, con el cual explica que la globalización está capacitada para estudiar la noción del poder, concluyendo que el caso romano debe describirse como el efecto formativo de una historia de encuentros a través de diferencias (Versluys, 2021). Lo central aquí radica, más que en analizar a la globalización como alternativa de la romanización, en interrogarse sobre la cohesión, la conectividad y las redes en el imperio romano.

Estudiar las convergencias y su impacto en las sociedades locales, los cambios y transformaciones, así como también las continuidades y persistencias. Deben ser exploradas sobre la base de un diálogo, encuentro y paso desde lo global a lo local y, a su vez, en la dialéctica de lo local a lo global, podemos recordar el caso de la interpretatio Romana y el culto de Mitra. Asimismo, es necesario insistir en determinar ciertas homogenizaciones, como, por ejemplo, en el plano urbanístico y tecnológico con la fundación de nuevas ciudades provinciales en el occidente como imago urbis ; la difusión de termas, mansio, villa, terra sigillata y las tessera hospitalis como instrumentos de conectividad. Estos parámetros serán las coordenadas y los principales elementos que distinguen al mundo romano: el principio de la unidad en la diversidad. Será necesario escudriñar la intensa conectividad intracultural en la red global romana, a través de casos: sitios arqueológicos, necrópolis, desarrollo tecnológico ( opus caementicium y la cultura del agua), artefactos, vajillas, consumos diversos y la relevancia del vidrio. Por ello, la utilidad de la teoría de la globalización para el estudio del orbe romano no es un fin en sí mismo, sino, más bien, algo que ayuda a desarrollar una nueva historia y una nueva arqueología de la interacción, conectividad y descentralización del espacio imperial (Nederveen Pieterse, 2015; Knappett, 2017; Guidetti Meineche, 2020; Versluys, 2021; Bergemann, 2021). En el imperium Romanum, concebido como un mosaico de pueblos disímiles, su pluralismo era algo inherente y formaba parte de su ADN. Fue un espacio y un conjunto de diversas influencias e interconexiones en variadas esferas (políticas, sociales, económicas, jurídicas, culturales y religioso-simbólicas). Estaríamos frente a una nueva relectura y percepción de la antigua historia de Roma, cuyo propósito será comprender el pasado conectado con lo local, lo regional y la complejidad global. Paradojalmente, hace aproximadamente 2.150 años atrás, Polibio de Megalópolis, el primer escritor que tuvo una mirada global de la historia, en forma categórica señaló:

En las épocas anteriores a ésta los acontecimientos del mundo estaban como dispersos, porque cada una de las empresas estaba separada en la iniciativa de conquista, en los resultados que de ellas nacían y en otras circunstancias, así como en su localización. Pero a partir de esta época la historia se convierte en algo orgánico, los hechos de Italia y los de África se entrelazan con los de Asia y con los de Grecia, y todos comienzan a referirse a un único fin (Pol. I.3.3-4, trad. de Balasch Recort).

Así, las explicaciones del historiador griego sobre la expansión y el imperialismo romano por el dominio del oikouménē y la empresa de conquista universal, se convierten en un objetivo único de interconexión y convergencias como proyecto globalizador.

Tres siglos posteriores a los escritos de Polibio, otro intelectual griego, Elio Arístides, hacia el 147 d.C., pronunció un discurso en honor a Roma para celebrar el noningentésimo aniversario de la fundación de la Urbs . En su oración describe al mundo romano como sinónimo de orbis terrarum enfatizando su indivisibilidad como un solo cuerpo y unidad, en especial en derecho (a través de la ciudadanía romana) y en economía, sociedad, territorio y cultura.

Y en efecto, lo que todos dicen, que la tierra es la madre y la patria común de todos, vosotros lo habéis demostrado de la mejor manera. En efecto, ahora es posible tanto a un griego como a un bárbaro, llevando sus posesiones o sin sus bienes, viajar a donde quiera con facilidad, como quien pasa sin más desde su patria a su patria… Y tras haber medido toda la ecúmene, ponteado los ríos con viaductos de todas las clases, devastado las montañas para que fuesen aptas para el paso de los carruajes, cubiertos los desiertos con postas, y tras haber civilizado toda la tierra con vuestra manera de vivir y vuestro orden, vosotros habéis convertido en realidad lo que Homero dijo: la tierra común para todos… Ahora no hay necesidad de componer una descripción de la tierra, ni de enumerar las leyes que cada pueblo utiliza. Vosotros os habéis convertido en los geógrafos comunes para todos al haber abierto todas las puertas de la ecúmene, haber dado la oportunidad a quienes quieran de convertirse en los testigos oculares de todo, haber establecido leyes comunes para todos, haber puesto fin a aquellas condiciones previas, divertidas cuando se describían, pero intolerables, si se tienen en cuenta desde el punto de vista de la razón, al haber establecido normas matrimoniales comunes y haber organizado toda la ecúmene como una sola casa (Arist. XXVI.100-102, trad. de Cortés Copete).

La descripción de Arístides sobre Roma y su imperio corresponde a una visión integrada, entrelazada e interconectada, percibiendo una unidad al interior de una diversidad. Fue perspicaz, al observar y presentar el funcionamiento y organización política-social del orbis Romanus a partir del paradigma contemporáneo de la teoría de la globalización.

Imperialismo, imperium, provincia y globalización

Hemos insistido en cómo actualmente la discusión continúa desde variados puntos de vista y categorías interpretativas, al comparar los léxicos y procesos de imperialismo y globalización. En otra mirada diversa, a partir de la noción de una desglobalización, analizando el caso de Dura-Europos y los efectos de la globalización en la periferia imperial, Michael Sommer considera pertinente insistir en el estudio de la movilidad, pero sobre todo que los conceptos de “imperio, globalización, diáspora, alteridad e identidad están entrelazados en una sola textura en el contexto del imperio romano” (Sommer, 2007, p. 89). Richard Hingley, con una visión distinta, descolonizada, preocupada por la variante regional y más cargada ideológicamente, presenta a la globalización como una forma “encubierta del capitalismo global”, en realidad una especie de “neoliberalismo” (Hingley, 2015). Desde esta perspectiva, al utilizar el neologismo globalización, estaría ocultando el fenómeno del imperialismo romano: un poder duro y desenfrenado, violento y de esclavitud. Por ello, se ha insistido también en vincular los lados más oscuros del imperialismo y la romanización como una noción alternativa de una “economía política depredadora” (Fernández-Götz, Mascheck y Roymans, 2020); vale decir, reclutamiento militar forzoso, deportaciones, esclavitud, explotación de las sociedades autóctonas y genocidios. De la misma forma, esta visión se asocia al punto de vista del “saqueo y apropiación cultural de Roma” (Loar, MacDonald y Padilla Peralta, 2017), de cómo la Urbs fue adueñándose de creaciones y objetos artísticos y culturales provinciales. Es un debate vivo que no cesará y debemos estar inmersos en las nuevas corrientes.

En la vinculación y comparación entre imperialismo y globalización han surgido otras variantes que intentan explicar e involucrar los procesos señalados a partir de la noción de “poder”: imperium, desde una dominación total, violencia militar, entidad geográfica y forma de gobierno (Richardson, 2008; Mattingly, 2011; Gardner, 2013; Millet, 2015; Woolf, 2015; Harris, 2019; Bancalari, 2021; Traina, 2023). En efecto, cómo era entendido el poder total en Roma; su funcionamiento a expensas de los conquistados y dilucidar sus disímiles acepciones. Analizar así el poder romano desde las redes de influencia a nivel global y, a la vez, en el ejercicio del poder local-regional (provincial), concebido como una de las variadas consecuencias de una acción colectiva y una reconstrucción de redes. Igualmente, comprenderlo en calidad del resultado de una conectividad de desarrollos e intereses globales y locales, teniendo presente ciertas asimetrías imperiales de poder, privilegios y jerarquías. En síntesis, una mirada política de intervención y planificación del poder central y de los grupos dirigentes hacia las modalidades de transformación de las sociedades nativas: su adaptabilidad, mutaciones y la impronta local. Para los mismos romanos, el imperio fue concebido no solo como el poder político-militar sobre un espacio geográfico extenso y sus habitantes, sino como una entidad formada por un conjunto de provincias (Hurlet, 2011; Meyer-Zwiffelhoffer, 2011). Hoy por hoy, existe un interés por analizar las provincias romanas como circunscripciones territoriales y su interrelación con la metrópoli; la realidad y el contexto de cada una de ellas (Letta y Segenni, 2015). Revalorizar a las provincias del imperium Romanum significa el conocimiento y la comprensión de la naturaleza y de los mecanismos de formación y de funcionamiento del complejo, diverso y multicultural orbis Romanus. Problemática atrayente de plena actualidad que continúa en el centro del debate historiográfico. Un imperio no centralizado, apoyado por una red de ciudades con autonomía municipal, escasa burocracia, pragmatismo, cohesión interna entre sus habitantes y un sentimiento de unidad y de pertenencia a una communis patria; consolidado a partir del proceso clave y extraordinario de concesión de la civitas Romana: un unicumen la historia universal. Así, la relación e interconexión en todos los aspectos entre Roma y las provincias, corresponde en la práctica al fenómeno romanizador y a la visión general del prestigio imperial (Hoyos, 2019): laus imperio y de la propagatio Romani imperii.

Consideraciones finales

Es prioritario insistir en que, para comprender el fenómeno romanizador a partir de una visión holística, panóptica y más amplia, debemos tener en cuenta, por una parte, la situación de las sociedades autóctonas anteriores a la conquista romana; o sea, cuáles fueron los patrones, estilos y conductas de vida (sobre todo de la élite), de consumo, su desarrollo tecnológico y bélico, grado de alfabetización, artefactos y ánforas; en fin, sus actividades políticas, sociales, económicas y culturales; todos fenómenos más o menos comunes comprobados por la arqueología a lo largo de la cuenca del mediterráneo. Por otra parte, pensar la relación con la intervención militar romana en los territorios conquistados a través de las etapas de hegemonía e imperialismo. Su verdadero impacto en aquellas sociedades fue un proceso disruptivo y de transformaciones positivas y negativas producidos por la ocupación. Al mismo tiempo, de qué manera la expansión impactó en la propia ciudad de Roma y en sus habitantes. Woolf considera pertinente reestudiar o repensar la relación entre el imperialismo romano y el cambio cultural consecuente (Woolf, 2021).

A partir de lo complejo del argumento y de los nuevos modelos interpretativos sobre la romanización, nadie postula o continúa con el mito de que los romanos fueron solo los sujetos activos y participativos en el proceso y, por el contrario, los nativos, totalmente pasivos y estáticos. Esta división binaria y secesionista no existe. La justa medida está en estudiar el fenómeno romanizador de recíprocas interconexiones a partir de “cánones de la historia globalizada y multicultural” (Giua, 2010, p. 565) y con una concepción policéntrica compleja del orbis Romanus.

Los conceptos de imperialismo, imperio y romanización, no han gozado de “buena prensa”, y en muchos casos son abiertamente criticados. Creemos que el término romanización derivado de Romanitas [4] (Cavalieri, 2012; Gozzoli, 2015; De Vincenzo, 2016) sigue siendo el más apropiado y debe mantenerse vigente y rehabilitarse para describir y caracterizar el desarrollo multidireccional de interconexiones y relaciones entre Roma y las provincias. Proceso analizado desde una perspectiva de longue durée y de cómo las sociedades nativas y locales influyeron en las transformaciones y asimilaciones entre romanos y provinciales. La perspectiva de la teoría de la globalización es, en efecto, una útil y sugerente respuesta. De acuerdo con Tamar Hodos, la “globalización permanece como un poderoso modelo para entender las complejidades y las interacciones multiculturales en el pasado” (Hodos, 2015, p. 252). Por lo mismo y mucho más aún, el mundo romano se constituyó en un laboratorio histórico-político-jurídico para ser revisitado, aplicado y también como lección y modelo (Alföldy, 2009; Migliario, 2012; Licandro, 2020).

En este breve recuento teórico y de taxonomía historiográfica sobre el estudio y aproximaciones del proceso de romanización, es prioritario e indispensable no caer en posiciones extremas, sesgos ideológicos, críticas infundadas o solo apología. Prudente será buscar en lo posible los equilibrios en las narrativas; en ningún caso, pretender favorecer una imagen sobre la otra. No a una exaltación ni a una condena de la romanización; sí a un trabajo metodológico de reconstrucción con la mayor documentación y material arqueológico para una interpretación y valorización final con todos los aspectos posibles y evidenciados. La función del historiador es conocer, comprender y recrear en su mente situaciones y procesos pasados, en ningún caso juzgarlos; esa no es su misión. Más bien intentar entregar –en este caso– otra perspectiva y enfoque de la naturaleza del mundo romano, concebido como un binomio y con los cotérminos vinculados de imperialismo-romanización y ahora también de globalización.

Referencias bibliográficas

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* Este artículo forma parte de un proyecto Fondecyt titulado “Seguridad y orden público en el alto imperio romano: formas de control”, Nº 1230514. Deseo agradecer al profesor Dr. Agustín Moreno por su gentil invitación a participar en este dossier sobre romanización.

[1] Sobre el argumento y variados aspectos específicos en torno a la problemática del proceso de romanización y a su producción historiográfica, véase nuestro texto Orbe romano e imperio global. La Romanización desde Augusto a Caracalla , 2007. Por lo mismo, todas las investigaciones tratadas y citadas en el presente artículo son posteriores al año 2007.

[2] Entre las fuentes más enfáticas que resaltan la difusión de la civilización romana, entre otras, Str. III.2; Jos. Bell. Iud. II.345-401; V.404-406; Plut. Sert. 14-16;Plin. Nat. III.6-39; XXVII.1.3; Tac. Ann. XI.24; Hist. IV.69-74; Agr. XXI.2; Arist. XXVI.100-102; Dio LVI.18; Tert. Apol. 32; Rut. Namat. De red. I.63-66.

[3] El mítico y legendario premio nobel Theodor Mommsen lo vislumbró de esta forma hace aproximadamente un siglo y medio. En 1885, más de treinta años después de publicar su monumental Römische Geschichte , apareció el libro equivalente al tomo V: Las provincias de César a Diocleciano , conocida en lengua española como: El mundo de los Césares . Mommsen estuvo convencido de que la historia del imperio romano era sustancialmente la “historia de las provincias” con una fisonomía y peculiaridades propias, entendidas en su conjunto como el cuerpo del imperio.

[4] La palabra Romanitas permaneció casi desconocida para el mundo clásico, solo tardíamente hacia fines del siglo II y comienzos del III d. C., Tertuliano acuñó la expresión desde un enfoque más cultural-civilizador. La adoptó con el significado de caracterizar “los modos y estilos de vida”, en el sentido de “ser romano” y una forma de pensar y actuar como ciudadano del imperio, cfr. Tert. De Pallio, IV.1.