El trabajo de campo y la construcción del archivo:

haciendo Egiptología desde el Sur Global

 

[Fieldwork and Archive Construction: Egyptology from the Global South]

 

Silvana Yomaha

(Universidad Nacional de Córdoba – CONICET)

silvana.yomaha@unc.edu.ar

 

Victoria Celeste Romero

(Universidad Nacional de Córdoba – CONICET)

celeste.romero@mi.unc.edu.ar

 

Resumen

 

Este artículo pretende acercar las prácticas historiográficas implicadas en la configuración de un “archivo” plausible de ser consultado más allá de su situacionalidad, en el marco del Proyecto de la misión argentina que estudia y preserva la tumba de Amenmose (TT318) en Luxor, Egipto. Pensamos el archivo como una construcción sedimentada, por tanto, es histórico. El trabajo de campo in situ y el desarrollo de la investigación interdisciplinaria en Argentina, nos sitúa en un hacer y decir propio de una geografía del Sur global y, desde aquí demanda la compilación de información desde los primeros registros decimonónicos, partícipes de una arqueología colonial, hasta la documentación que realizamos, en “capas” de significaciones y situaciones etnográficas diversas. Para conocer y reconstruir la historia ocupacional del sitio y la conservación del monumento, proponemos una reflexión sobre los vínculos del trabajo transdisciplinario con el archivo, el cual consideramos como un “iconotexto/palimpsesto” en constante transformación.

 

Palabras Clave: Antiguo Egipto; Archivo; Patrimonio; Palimpsesto; Amenmose

 

Abstract

 

This article aims to bring closer the historiographical practices involved in the development of a plausible “archive” to be consulted despite its location, within the framework of the Argentine Mission Project that studies and seeks to preserve Amenmose’s tomb (TT318), in Luxor, Egypt. We think of the archive as a sedimented construction; therefore, it is a historical one. The in situ fieldwork and interdisciplinary research in Argentina allows registering doings and sayings typical of a geography of the global South. We compiled information from the first nineteenth-century records in a colonial archaeology until the documentation that we carry out, in layers of diverse ethnographic meanings and situations. To understand and recreate the occupational history of the site and the conservation of the monument, we analyze the link between transdisciplinary work and archive, which we consider as an "iconotext/palimpsest" constantly changed.

 

Key words: Ancient Egypt; Archive; Heritage; Palimpsest; Amenmose

 

 

Recibido: 24/08/2022

 

Evaluación: 03/11/2022

 

Aceptado: 01/12/2022

 

 

“Entre todo aquel regio esplendor y aquella magnificencia –había oro por todas partes– no había nada tan hermoso como aquellas flores marchitas que aún conservaban un toque de color. Ellas eran testigos de lo poco que realmente son tres mil trescientos años y de la poca distancia que hay entre el ayer y el mañana. De hecho, aquel toque de realismo hermanaba aquella antigua civilización con la nuestra”. (Carter, 1976 [1972], p. 157).

 

Entre el ayer y el mañana

 

Las palabras de Carter sintetizan las impresiones que surgieron a partir del primer contacto directo con los artefactos hallados en la excavación y nos invitan a reflexionar acerca del diálogo entre tiempo pasado y presente. Elegimos este fragmento de sus notas en el momento de efectuar el descubrimiento de la tumba de Tutankhamón porque expresa, a partir del trabajo de campo, el vínculo habilitado entre tiempos y espacios en apariencia lejanos y discordantes. En este artículo pretendemos mostrar cómo se puede construir un archivo en “capas” e instantes, en el marco de un proyecto de estudio de un monumento patrimonio de la humanidad situado en una necrópolis del Egipto antiguo. Quienes integran el Proyecto habitan América Latina y es desde aquí –el lugar donde vivimos y desde el cual escribimos– diría Néstor García (1989) que consideramos la heterogeneidad multitemporal que nos atraviesa. En un primer momento, se presentará la etapa preparatoria y de condensación material de la información disponible acerca del monumento, lo que demanda la búsqueda y compulsa bibliográfica y de documentación resguardada en diferentes repositorios documentales, en bibliotecas y archivos privados; un segundo momento de elaboración de archivo situado en el marco del trabajo in situ en la necrópolis. Por último, la instancia de puesta en marcha del proceso de catalogación y sistematización de la documentación producida para su socialización.

     Reconocemos la existencia de una arqueología tercermundista como un relato moderno del tiempo inscrito en situaciones coloniales (Gnecco, 2016, p. 54), sin embargo, tratamos de distanciarnos de esa mirada fundacional y bregamos por un relato consciente y situado en el sur y desde el Sur. Johannes Fabian (1983) denominó “alocronismo” a esta suerte de desespacialización y temporalización activada por la lógica fundacional del orden colonial. Atentxs a estas variables, el trabajo de investigación convoca un amplio universo de conceptos, objetos, enunciados que portan su historicidad y delinean el proceso de formación de aquellos discursos fundantes de las distintas disciplinas científicas, y convoca a una situacionalidad espacio temporal actual. El reconocimiento de las condiciones de existencia de esas “formaciones discursivas” (Foucault, 2013, p. 17), permite historizar los escenarios de “registro de la evidencia” donde, a partir de diversos intereses, se despliegan en un extenso abanico temporal “la existencia acumulada de discursos” (Foucault, 2013, p. 166). Desde esta perspectiva, procuramos presentar el proceso de construcción de un archivo sedimentado, que continúa desplegándose en el presente y no cesa nunca de reconfigurarse (Didi-Huberman, 2011, p. 32). La formación de un archivo, que es a la vez decimonónico, descriptivo, colonial, monumental, patrimonial, documental, decolonial, etc., posibilita nuestro trabajo de conservación y estudio transdisciplinar de una tumba del Egipto antiguo, desde nuestro presente sudamericano. Esta comunicación intenta reflexionar sobre esas complejas intersecciones en torno a la producción de la evidencia, develando algunas de las reglas de juego que operan en el proceso de investigación el cual es, fundamentalmente, colectivo.

Entendemos, desde nuestra labor interdisciplinaria, que la impronta de la decolonialidad y el intento de su ejercicio no busca solo ser democrática sino fundamentalmente transformativa. Como señaló Walter Mignolo “La tarea difícil no es ampliar el contenido y ser más incluyentes sino, más bien, reconfigurar los parámetros del debate” (citado en Gnecco, 2016, p. 72).

 

“Detenerse ante el muro”: la construcción anacrónica del archivo

 

En primer lugar, situamos el contexto histórico de procedencia y acceso al repositorio documental mejor preservado de las tumbas en la necrópolis de la antigua Tebas, Luxor actual Egipto, durante los siglos XVIII, XIX y principios del XX. Asimismo, presentamos la composición de un objeto pasible de ser estudiado a sabiendas de la articulación/fusión entre fuentes, archivo y autoridad de regulación (Castillejo Cuéllar, 2016, p. 132), habida cuenta de los permisos tramitados ante el Ministerio de Turismo y Antigüedades de la República Árabe de Egipto y la concesión otorgada para el estudio de la tumba de un funcionario de época faraónica llamado Amenmose. Puesto que, tal como se refiere en la obra titulada Pensar distinto, pensar de(s)colonial “para pensar distinto primero hay que pensar, lo que consiste en prestar atención a aquello que pensamos cuando estamos pensando, preguntándonos desde dónde lo hacemos, para qué y para quién” (Romero Losacco, 2020, p. 8). El pensar decolonial demanda explorar “lugares [y tiempos] otros” desde donde pensar. En este punto, rescatamos una mirada anacrónica para el estudio arqueológico, desde el cual nos interrogamos por el ensamble de tiempos heterogéneos que conforman el registro a estudiar. Destacamos que esta dinámica del montaje, junto al reconocimiento de su historicidad fragmentaria y disruptiva, se vislumbra en el proceso de conformación del archivo (Didi-Huberman, 2011, pp. 39-40).

A partir de las discusiones abordadas por Virginia Salerno (2012) en relación con la arqueología latinoamericana, la legitimidad de la práctica arqueológica en estas latitudes se dirimía en torno a dos frentes: por un lado, los “no especialistas locales” (miembros de las comunidades adyacentes a los sitios en cuestión) y, por otro, los “especialistas de los centros hegemónicos” (académicos). En contraposición a esta polarización, el Proyecto Amenmose asume una posición dialogal respecto de la población local por cuanto contribuye a afianzar el intercambio formativo y la cooperación entre Argentina y Egipto,[1] con atención en la promoción del conocimiento y la formación de recursos humanos,[2] tanto en Latinoamérica como en Egipto. Convergen, en el mismo, líneas de investigación interdisciplinarias que involucran a investigadoras e investigadores con pertenencia institucional en distintos centros académicos de Universidades Nacionales (La Plata, Córdoba, Buenos Aires y Tucumán), del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina y de la Universidade Federal do Triangulo Mineiro, Brasil.[3]

     El proyecto se propone la conservación de un monumento con valor patrimonial mundial, una tumba de 3500 años de antigüedad, la tumba de Amenmose (TT318),[4] así como la investigación histórica, arqueológica, artística, estructural y de integración espacial del mismo. Esta tumba perteneció a un noble de época de Hatshepsut-Tuthmosis III[5] y se encuentra ubicada en el distrito de Sheikh Abd el-Qurna, en Luxor (la llamada antigua Tebas), República Árabe de Egipto.

     Asumimos el desafío que implica la “acomodación multicultural” y nos interpela no caer en lo que Gnecco, Haber y Sheperd (2016) explicó como una trampa respecto de la responsabilidad ética ante el registro arqueológico que parece buscar embellecer las huellas del pasado, facilitar su acceso y ponerlas a circular como mercancías. Pensemos que Egipto constituye uno de los principales destinos turísticos mundiales y los ingresos resultan más que considerables para el país. Nos conmueve el estar ahí, atravesar el espacio tiempo lineal, situarnos y entender las visiones de mundo que nos circundan, estudiar el proceso material y simbólico hasta donde nos es permitido. En efecto, de acuerdo con lo que refieren Gnecco, Haber y Sheperd (2016) al recuperar a Atalay, la arqueología como disciplina no es en sí misma buena o mala; son la aplicación y su ejercicio los que tienen el potencial de privar de derechos y de ser usadas como una fuerza colonizadora.

Para acceder al espacio tiempo impreso en el paisaje tebano, el primer dispositivo de relevamiento que operó para conocer la historia del monumento fueron las notas y registros de los siglos XVIII, XIX e inicios del XX. Los copistas y científicos relevaron las tumbas y se dedicaron a clasificar las escenas y las piezas halladas, contribuyendo a un claro proceso colonial de “vitrinización” de un pasado faraónico autoevidente en esos objetos (Rufer, 2016b, p. 89). En un contexto de clara expansión imperialista, la intención de exhibir el expolio se sintetizó en la saturación de las vitrinas de los museos del mundo con piezas extraídas de las arenas del desierto. En este sentido, Bernarda Marconetto (2021, p. 272) afirma que el arribo conquistador a Egipto de Napoleón y sus científicos a fines del siglo XVIII “dio a luz al, tal vez, más colonial de los saberes, la Egiptología, y al interés por ese espacio que fue transformado en la ‘cuna de la civilización’ –occidental, claro–”. En este afán de acopio de artefactos, Lise Manniche asevera en su obra The Tombs of the Nobles at Luxor (1988) que durante el siglo XVIII y parte del XIX, la necrópolis siguió siendo el campo de batalla para los buscadores de tesoros; no sólo se rastreaban objetos, sino también numerosos fragmentos de las decoraciones murales que eran tomadas de las tumbas y vendidas a coleccionistas privados o públicos en el extranjero. Las marcas de cincelado en las paredes y el hecho de que hay más de 160 fragmentos de las decoraciones murales solo en museos y en otras colecciones dan testimonio de esto. Además, seguramente, muchas otras que desconocemos se encuentran en colecciones privadas diseminadas por el mundo.

La realización de copias y descripciones de los monumentos y sus decoraciones, posibilitan hoy nuestro trabajo de investigación, ya que actualmente se hallan en condiciones de deterioro y, por lo general, presentan un mal estado de conservación. En ese contexto colonizador, las potencias imperiales se ungieron como la encarnación de funciones universales (el cristianismo y luego el racionalismo), que debían ser transmitidas a todas las demás culturas, exponiendo los descubrimientos a partir de una clara noción de lo extraño, ajeno, lejano y exótico. Para Edward Said, el exotismo de Oriente sembró el discurso europeo, racional y cientificista de una carga de significación relacionada con la misión ordenadora de Occidente. Dice el autor en su gran obra Orientalismo “bajo el lema general de conocer Oriente y dentro de los límites que el paraguas de la hegemonía occidental imponía, a partir de finales del siglo XVIII emergió un Oriente complejo, adaptado a los estudios académicos, a las exposiciones en los museos, a las reconstrucciones en la oficina colonial (…)” (Said, 2008 [1997], p. 27).

Junto con la propuesta de compilación de información y exhibición, en el registro material, y con un ánimo exacerbado de des-cubrir, a lo largo de la margen occidental del Nilo se constató la presencia de ocupaciones redundantes desde el predinástico (circa 6000 AP), las que contribuyeron a la depositación de materiales que permiten hoy en día sostener diferentes cronologías y abordarlas en tanto palimpsestos (Manzi, 2017). De acuerdo con Liliana Manzi (2017), el registro arqueológico a documentar se compone de materiales producto de diversas actividades que sustentan diferentes cronologías, los que al encontrarse mezclados conforman palimpsestos.

En relación con los registros específicos de la tumba en estudio, desde finales del siglo XVIII ya se reconocen antecedentes de investigación y publicaciones sobre las necrópolis tebanas. De acuerdo con la información relevada para la presentación e institucionalización del Proyecto (cfr. nota 3), una de las primeras menciones que se conocen de la tumba de Amenmose, la realiza Jean- François Champollion (1790-1832) en el volumen I de su transcendental obra Notices descriptives publicada originalmente en el año 1844. Junto con el trabajo de Ippolito Rosellini, The Monuments of Egypt and Nubia, y Karl Lepsius, Denkmäler aus Ägypten und Äthiopien, la publicación realizada por Champollion se considera uno de los eventos fundacionales de la egiptología.

A comienzos del siglo XX, Alan Gardiner, el notable egiptólogo, y Arthur Weigall, en ese entonces inspector general del Servicio de Antigüedades, sistematizaron la información conocida de las tumbas de dignatarios de Tebas y publicaron en 1913 Topographical Catalogue of the Private Tombs of Thebes, un catálogo que incluía 252 tumbas, en un denodado esfuerzo por sostener una catalogación racional y cientificista, propios del discurso positivista. Para ese entonces se había tomado conciencia de la necesidad de salvaguardar y restaurar estos antiguos monumentos. En el año 1924 Reginald Engelbach y Alan H. Gardiner publicaron un catálogo topográfico anexo titulado A Supplement to the Topographical Catalogue of the Private Tombs of Thebes que contenía datos, nombres y títulos de los propietarios de las 25 tumbas tebanas que Gardiner y Weigall no habían logrado integrar en su obra, porque aún no habían sido publicadas o descubiertas. Las tumbas siguen la numeración asignada por el Servicio de Antigüedades; para el caso de la tumba de Amenmose se le otorga el código TT318, resultante de las siglas por su referencia en inglés Theban Tomb (TT) a la que se agrega la numeración correspondiente.

El registro sistemático de las tumbas tebanas se inició en el siglo pasado, siendo relevante la información recogida en la enciclopédica recopilación egiptológica que fundó y llevó adelante Francis L. Griffith. En esta actividad, Bertha Porter dirigió la recopilación de la bibliografía durante 30 años desde Londres y Rosalind Moss la continuó, realizando numerosos viajes a Egipto y teniendo por resultado la monumental publicación Topographical Bibliography of Ancient Egyptian Hieroglyphic Texts, Reliefs, and Paintings. El tomo I –publicado primero en 1927 y con una revisión completa en 1960– fue titulado Theban Necropolis. Private Tombs y compila la información relativa a 458 tumbas privadas tebanas, de las cuales 326 son del Reino Nuevo, incluyendo en la lista a la tumba de Amenmose –TT318–.

 

Figura 1. Área de Sheikh Abd el Qurnah. Fuente: Gardiner y Weigall (1913, Lámina VI).

 

 

En este sentido, el proceso histórico de configuración del archivo que da cuenta del estado actual del monumento hasta el arribo de la Misión argentina, es lo que posibilitó el reconocimiento de algunos componentes en el programa decorativo y, a la vez, planificar una estrategia de preservación. En la convicción de conservar este monumento que es patrimonio de la humanidad,[6] atendemos a una práctica no invasiva, buscando los modos de “hacer del archivo una actividad menos extractiva y más etnográfica” (Gorbach y Rufer, 2016, p. 14), que habilite la exposición de las operaciones, los dispositivos y las metodologías involucradas en el proceso de investigación. Acordamos con Marconetto (2020) cuando apunta que, en Egipto, en tanto gran laboratorio desde el cual pensar-nos, el sentirse afectada/o, el extrañar/se, la asunción del extrañamiento, más allá de la exotización, constituye una herramienta metodológica, un hacer intersticial que habilita la entrada a la comprensión de aquello que de tan visible –por la monumentalidad– se oculta (Marconetto y Yomaha, 2021). En este punto, nos motiva fijar una posición (visual y enunciativa) en el paisaje (Rufer, 2016a, p. 92), dado que se reconoce el proceso de remoción de las casas habitadas por la población local desde el siglo XVIII y hasta principios del XXI y, en este sentido, es posible suponer que los restos de las estructuras sub actuales, que estuvieron en uso hasta el 2007,[7] tuvieron una larga perduración (al menos los últimos 200 años) (Figura 1). Al igual que otros sitios arqueológicos, lejos de ser reflejos prístinos del período faraónico, materializan múltiples relaciones desde tiempos pretéritos hasta la actualidad, de este modo se configura el “potente vínculo” (Marconetto, 2021) que las comunidades que habitan los distritos de la necrópolis (Manzi, 2012) establecen con los sitios desde hace siglos y que nos lo hacen saber en cada conversación durante nuestra estadía en Luxor.

 

Un posible punto de partida

 

Aquí nos proponemos pensar el archivo como campo y, de acuerdo con Gnecco, Haber y Sheperd (2016), descubrir verdades objetivadas para evidenciar las operaciones y estrategias de pensamiento y acción; mostrar las reglas del juego con las que cada uno opera, las encrucijadas éticas, los momentos de confusión, la tensión entre la pregunta central y lo que los "datos" devuelven, a veces como interrogante y otras como espectro. Desnaturalizar cómo construimos, exponemos y validamos lo que sostenemos como "producción de la evidencia" en nuestros propios trabajos.

     La propuesta de conservación del sitio de alto valor patrimonial sigue regulaciones internacionales, con gran respeto por la integridad estética, histórica y física del monumento. Los estudios y relevamientos se realizan siguiendo métodos no invasivos, por lo que los tratamientos de conservación y limpieza de los “daños” se llevan a cabo usando materiales reversibles, estableciendo un protocolo detallado en acuerdo con las normativas previstas por el Servicio de Antigüedades egipcio.[8] Aquí resulta necesario exponer qué entendemos por daño habida cuenta de la estrategia de conservación como un modo de pensar el campo arqueológico. Al proceder en conservación se busca preservar el estado integral del monumento, sin borrar huellas de interacciones a lo largo de los años, por el contrario, destacando la historia viva del mismo. En efecto, la construcción y el resguardo de la memoria del pasado faraónico es accesible para nosotrxs a través de sus objetivaciones culturales, es decir, las representaciones que se expresan en las paredes de la tumba rupestre y la historia que se imprime en el paisaje y es de esos tópicos indiciarios (Ginzburg, 1994), de los que nos valemos para interpretar las expresiones visuales que la tumba manifiesta. La necrópolis y nuestra interacción en cada campaña de trabajo de campo opera a la manera de un testigo que, como “archivo” corresponde al plano positivo de la enunciación, “al sistema general de la formación y de la transformación de los enunciados” (Foucault, 1969, p. 171, citado en Agamben, 2009, p. 150),y da cuenta de su memoria acerca de los sucesos vividos a lo largo de los siglos. Cada textualización del registro de datos acerca del estado del monumento funerario constituye en sí mismo un ejercicio interdisciplinario, de decires colocados entre las disciplinas, en sus márgenes (cfr. Reynoso, 2000). Asumimos además los límites que impone el paisaje, el contexto, el tiempo, la traslación, el viaje, el acceso actual a través de un boquete (Figura 2),[9] la escasez de oxígeno, el idioma árabe y la escritura jeroglífica para desentrañar los significados, las dimensiones, su estructura rocosa, etc.

 

Figura 2. Acceso actual a TT318.

 

 

Fuente: ©proyectoAmenmose2020.

 

     El proceso de investigación colectivo se conforma de “ritos de paso” (van Gennep, 1986) y nuestra práctica da cuenta de las etapas de pasaje ritual habida cuenta de los preparativos materiales y simbólicos para el trabajo in situ; el arribo al sitio y el acceso al monumento a través del pasaje por el boquete, y la resignificación que implica el cierre del período de actividades de estudio en TT318 y la reintegración al espacio tiempo presente, en Argentina. Narrar las diferentes fases, ciclos y retrocesos en la conformación del archivo, permiten reflexionar sobre la evidencia “en los encuadres escriturarios –archivo– que las narran. Una imagen [relato, artefacto, etc.] altera el orden dominante solo si su marco se ha alterado, esto es, si hay un archivo que hace posible ver de otro modo.” (Castillo, 2020, p. 12). En nuestro carácter de “otrxs” que nos acercamos al espacio tiempo pasado para interpelarlo nos reconocemos “afectadxs” (Favret-Saada, 2005) e imbuidxs de ese pasado presente que evoca “el tiempo de los muertos” (SAHRA, 2003, pp. 17-18, en Gnecco, Haber y Sheperd, 2016, p. 43). Siguiendo a Mario Rufer (2016a), en esta afectación y dando lugar a la experiencia sensible, nuestros propósitos se abocan a comprender cómo personas muy diferentes de nosotrxs, distantes en el tiempo y en el espacio, configuran órdenes de significados (Geertz, 1973).

     Mientras se llevaron a cabo las campañas de trabajo de campo en 2020 y 2022, se efectuó una observación estructurada sobre un porcentaje de registros de alto contenido iconográfico disponibles en los muros de la tumba de Amenmose (TT318) y se cotejaron los datos relevados con las tumbas contemporáneas de la necrópolis de la antigua Tebas.

Significar el proceso de elaboración del archivo implica entender que priman las experiencias de observación, tanto aquellas de los siglos XVIII, XIX y XX como las propias, en tiempo presente.

     Al decir de Marconetto (2021), en el hacer cotidiano del trabajo in situ, prácticamente todas las actividades que desarrollamos en la ribera occidental de Luxor pueden calificar como “experiencias de observación” (Guber, 2001) (Figura 4). Así, participar en una misión arqueológica junto a trabajadorxs, inspectorxs e inspectorxs del Ministerio de Antigüedades, vecinxs de los distritos, ir al mercado, habitar el lugar y sostener largas conversaciones en lenguas diversas (árabe, inglés, español, francés, egipcio antiguo…), se torna una vivencia documentada (cuadernos de campo, relatos orales, videollamadas con familiares en Argentina y Brasil, notas, fotografías, redes sociales, etc. etc.).

 

La operación historiográfica y egiptológica

 

La labor historiográfica comprometida consiste en releer y revisar, en redistribuir posiciones y así volver a dar una nueva visibilidad, operatividad y narratividad a temporalidades y espacialidades marginadas, sin desconocer las prácticas epistémicas desempeñadas en torno a lo que Walter Mignolo (citado en Gnecco, Haber y Sheperd, 2016, p. 173) llamó “la retórica salvífica de la modernidad” como un relato universal occidental y eurocéntrico.

A sabiendas de la existencia ontológica de una disciplina fundada en una colonialidad incrustada en el campo que se expresa, sobre todo, en las ideas maestras de las disciplinas y en sus formas de práctica tradicionales, nos preguntamos ¿cómo se sustenta "la prueba" cuando la experiencia misma constituye el archivo-repositorio? Nuestra propuesta se afirma en la "producción de la evidencia", en el marco del Proyecto Amenmose como algo más que la extracción de la data que sustentaría las hipótesis planteadas en la investigación. De esta manera, el trabajo desarrollado en el interior del monumento permite habilitar el diálogo entre disciplinas que, metodológica y epistemológicamente trabajan de forma diferente. Las intersecciones entre la arqueología, la antropología y la historia permiten, desde nuestra perspectiva, ampliar el concepto de archivo, tradicionalmente identificado con el edificio, para pensarlo en el marco del trabajo de campo, espacio abierto que evoca el viaje y pinta un paisaje natural en el que "la mirada no encuentra impedimentos y se halla libre de vagar" (Clifford, 2008, p. 71). (Figura 3)

 

Figura 3. Área de Sheikh Abd el Qurnah en la actualidad.

 

 

Fuente: ©proyectoAmenmose2022.

 

     Respecto de la construcción y actualización del Archivo - Campo - Palimpsesto, nos interesa exponer: ¿cómo hacemos Egiptología desde el Sur Global?, ¿cómo se trabaja con el archivo en el campo y la distancia?, ¿de qué modo se amalgaman los diferentes registros que conformarán ese archivo?

 

 

 

 

 

 

 

Figura 4. Equipo de trabajo argentino egipcio durante la primera campaña.

 

 

Fuente: ©proyectoAmenmose2020.

 

     Hay una intersección entre la distancia temporal y espacial en relación con el estudio histórico de las prácticas funerarias del antiguo Egipto y, la distancia espacial de acceso al trabajo de campo, con parte de ese “archivo” en formación (Gorbach y Rufer, 2016, p. 13). En efecto, y de acuerdo con Marconetto (2021, p. 255) “(…) la necrópolis no solo estaba habitada por gente muerta, sino que hervía de vida y relaciones entre personas, objetos y diversas entidades.”

     En ese paisaje vivo, la metodología de trabajo desarrollada se basó en un primer momento de reconocimiento y ubicación de las paredes de acuerdo con el plano publicado y la numeración otorgada por Porter y Moss (1971), procediendo a la inmediata identificación de registros y escenas como de los sectores que conforman la estructura del monumento y que no fueron considerados por estas autoras.

     Respecto de la elaboración de un primer archivo a poner a disposición a partir de la observación y sistematización de los datos recabados, durante la primera campaña (enero y febrero de 2020) se efectuaron los siguientes procedimientos: la identificación de cada pared de acuerdo con la publicación de Porter y Moss (1971) junto con el reconocimiento de la síntesis presentada y la identificación de las escenas. Se apuntó una primera descripción de las escenas in situ así como la distinción de los registros y subregistros (horizontales y verticales) por pared; se anotó la medición de los componentes figurativos de cada una de las paredes y se realizó un minucioso registro de los deterioros, entendidos como toda aquella acción o proceso que atenta contra la conservación del monumento, e intervenciones culturales (expresiones visuales tipo graffiti). Además, se identificaron los componentes inéditos y se acordó una nueva catalogación basada en las siglas PA (Proyecto Amenmose),[10] a partir de las estructuras no publicadas por Porter y Moss (1971). Periódicamente se realizó un esquema dibujando la planta de TT318 según Porter y Moss, señalando las escenas reconocidas en el interior del monumento. Durante la segunda campaña (febrero 2022) se ajustaron las mediciones y se efectuó el monitoreo y control medioambiental, así como la pre consolidación en las áreas vulnerables.[11]

     En la propuesta de hacer hablar a los muertos, objetivar los cuerpos, fragmentos, artefactos, para hacerles decir y decirnos, asumimos el desafío de reconocer e historizar los procesos ocupacionales y post-ocupacionales de la TT318 a partir de los registros contenidos en la estratigrafía vertical de las paredes. Estos indicadores determinan su actual estado de conservación y desde allí nos abocamos a comprender y estudiar el contexto histórico durante el cual la tumba habría sido construida y diseñada, hasta el proceso de las intervenciones modernas, por parte de investigadores, “usurpadores” o habitantes nativos (qurnawi). La selección de lugares para la construcción del conjunto arquitectónico debió haberse realizado considerando los niveles de acceso, las conexiones visuales y atribución de posibles connotaciones mítico-religiosas a ciertos rasgos fisonómicos de la estructura rocosa del entorno (Manzi, 2017).

     La pretensión de establecer relaciones entre “daños” e intervenciones con los diferentes momentos de ocupación del monumento en cuanto a las injerencias de conservación, nos lleva a promover un estudio comparativo de ciertas problemáticas, temáticas o inscripciones de la TT318 con otros monumentos de la necrópolis, así como a detectar las capas de intervención en la estructura del monumento. Por ejemplo, en diferentes paredes del interior de la TT318 hay graffiti – probablemente de época moderna (Manzi y Yomaha, 2020)– que a priori pareciera “dañar” el componente figurativo de la pared –la escena de ofrenda a una divinidad– (Figura 5). Sin embargo, la actuación en ese espacio plástico resulta un indicador de las intervenciones a lo largo del tiempo y nos interpela acerca de sus significados, más allá del momento faraónico de construcción de la tumba.

 

 

 

 

 

Figura 5. Expresiones culturales (Graffiti) relevadas en la epigrafía de TT318 durante la primera campaña.

 

 

Fuente: ©proyectoAmenmose2020.

 

     Atentos a su estatus de palimpsesto, dilucidar la epigrafía de TT318 como obra integrada demanda componer la narrativa expresiva del monumento funerario, relevar los textos y traducirlos, así como interpretarlos. Labor hermenéutica que procede no solo en el trabajo de campo en Egipto, sino también como continuación de las investigaciones en Argentina y Brasil y como espacio para las trayectorias formativas de quienes eligen la especialidad en el trabajo interdisciplinario en las Humanidades.

 

La tumba como archivo: iconotexto y palimpsesto

 

La elaboración de un archivo del Proyecto Amenmose consiste actualmente en las actividades de detección e inferencias de imágenes y textos, colección de temas recurrentes, compilación de íconos reiterados en el monumento, sistematización de las fotografías tomadas y documentación general del sitio en cada una de las campañas. En ese proceso dual de diálogo entre el pasado y el presente, “(...) nuestra imaginación vacila todo el tiempo entre recoger e interpretar la realidad y evadirse al mundo de los mitos y la fantasía” (Kemp, 1992, p. 9).

     Respecto de la producción de evidencia/vestigio/registro/fuente, recuperamos la relevancia que para la ciencia histórica soporta la relación entre cuerpo e imagen, por cuanto “los cuerpos son tratados como imágenes y las imágenes como cuerpos” (Bredekamp, 2017, p. 129), lo cual invita a pensar en un intercambio contaminante. En este sentido, el registro a través de la fotografía resulta fundamental para compilar el estado de situación del monumento en cada sesión de trabajo. Los cuerpos llevados a la imagen son montados en una presentación que recorta, diseña, escenifica y materializa al punto de agenciar icónicamente las subjetividades que emergen socialmente. Y, justamente, por conformar un campo perceptivo, las imágenes que circulan y se multiplican generan regímenes escópicos que disciplinan los cuerpos en prototipos aceptables, en geografías identitarias normativizadas y en roles sociales establecidos. Nuestra propuesta de catalogación de las imágenes atiende al acceso e intervención habida cuenta del estado actual del monumento y su entorno en cada uno de los momentos de nuestra estancia allí. Estas imágenes constituyen las coordenadas de lo visto y lo no visto, lo deseable y lo abyecto. En dicho sentido, una imagen es una condensación de lo escópico y, por eso mismo, una imagen es siempre más que una imagen (Burke, 2005). Los instantes de visibilidad donde despuntan o “aparecen” estas imágenes no son inocentes, sino que “la condensación óptica es índice de un orden que en su formulación y despliegue ha privilegiado la metáfora de la luz” (Castillo, 2020, p. 19).

     Sumado a ello, la tumba está dotada no solo de imágenes, sino también de registro textual –jeroglífico–. Recuperamos aquí la definición de iconotexto de Wagner (1996, p. 17), quien refiere a un artefacto en el que los signos verbales y visuales se mezclan para producir retórica que depende de la co-presencia de palabras e imágenes. La tumba constituye un iconotexto y, al dar por culminada la estancia in situ, reconocemos el archivo construido a la manera de un palimpsesto (Gorbach y Rufer, 2016, p. 18), en el cual se entrecruzan y superponen, insertan, imbrican y yuxtaponen diversas voces, temporalidades, espacios, vivencias.

     En este ejercicio de cambio de mirada, de paradigma, es fundamental la afirmación de Jan Assmann, “el ser que puede ser recordado es texto” (2008, p. 15). Entonces, para que se active el sistema de archivo y se valide el “recuerdo” los actos que significan esta base memorística colectiva son los que se expresan en el interior de las salas de TT318 y el recupero de la interacción con ellas.

     A partir del ingreso a través de un hueco (ver Figura 2) que se abre en el sector de la sala transversal de la tumba y que destruyó buena parte de la PA2, se registró el estado de cada una de las paredes y techos de acuerdo con la numeración indicada en Porter y Moss (1971), siguiendo un estricto orden secuencial, y compilando la información recabada en fichas técnicas, registros manuales, notas y sistematización en esquemas de referencia y catalogación de motivos iconográficos basada en los antecedentes de trabajo de campo de lxs integrantes del equipo para los estudios en otros monumentos en Egipto y en Argentina. La discusión acerca de las categorías a analizar, los fichados y el registro de la información demandó una reflexión sobre las experiencias previas de trabajo y su reelaboración para el caso particular de la tumba en estudio.

     Giorgio Agamben se interroga “¿En qué forma debemos concebir esta dimensión, si no corresponde al archivo en sentido estricto –es decir, al depósito que cataloga las huellas de lo ya dicho para consignarlas a la memoria futura– ni a la babélica biblioteca que recoge el polvo de los enunciados para permitir su resurrección bajo la mirada del historiador?” (Agamben, 2009, p. 150). La dimensión del archivo palimpsesto refiere la superposición e imbricación de espacios, tiempos, vivencias, plasmados a lo largo del paisaje tebano e impresos en nuestro registro actual del mismo. De este modo, la adopción del anacronismo como modelo de tiempo pretende entablar renovadas conexiones “donde es necesario comprender que en cada objeto histórico todos los tiempos se encuentran” (Didi-Huberman, 2011, p. 66). Son esas encrucijadas, bifurcaciones y fracturas las que nos interesan poner en el centro de las interrogaciones en el estudio del monumento funerario de Amenmose.

     Castillejo Cuéllar refiere que el archivo da cuenta de una naturaleza propia que es ontológicamente su condición de posibilidad a futuro. Expresa:

 

“Es un artefacto, en el sentido derrideano del término (Derrida y Stiegler, 2005), que comparte simultáneamente la condición de ser una ‘factualidad’ y una ‘construcción social’” (en Gorbach y Rufer, 2016, p. 123), por eso, recuperamos la noción de construcción del archivo, atendiendo a las condiciones materiales y simbólicas de elaboración, documentación y acceso al paisaje tebano a través del tiempo histórico y su puesta a disposición, oral y escrita “(…) el archivo también es objeto de investigación en sí misma, en la medida que su estudio se puede enfocar en las condiciones de producción de ese[12] lugar, de ese origen (…)” (Castillejo Cuéllar, 2016, p. 123).

    

Desde una perspectiva material y simbólica, sostenemos el sentido polivalente del monumento funerario ya que puede entenderse a partir de las dos dimensiones que abarca, el plano arquitectónico y el plano plástico. Aunando ambos aspectos nos adentramos en el sentido estético de la cultura egipcia, que exhibía a través de los monumentos la relación intrínseca establecida entre lo tangible y lo evocativo. Respecto de su morfología y carácter, las escenas que componen el programa decorativo de la tumba de Amenmose son marcadamente iconográficas, pero tienen textos asociados que permiten comprenderlas como una unidad de significado (Figura 6).

 

 

 

Figura 6. Ejemplo de iconotexto en la PA9 de la sala interior de TT318.

 

 

Fuente: ©proyectoAmenmose2020.

 

     Como se indicó anteriormente, el proceso metodológico que se llevó a cabo en el marco de las dos primeras campañas de trabajo de campo en la TT318, en el marco del Proyecto Amenmose, se fue construyendo atendiendo a una serie de situaciones, criterios, indicadores, etc. Previamente, desde Argentina se procedió a la confección de esquemas comparativos que permitieran el reconocimiento in situ de ciertos repertorios iconográficos, a partir del trabajo exhaustivo con el archivo conformado hasta entonces. La revisita al registro decimonónico, la consulta al estudio de Porter y Moss (1971) y el acceso a los reportes de las campañas japonesas,[13] permitieron la identificación del estado de conservación de las escenas decorativas del monumento al ingresar al mismo.

 

Figura 7. Equipo de trabajo argentino egipcio durante la segunda campaña.

 

 

Fuente: ©proyectoAmenmose2022.

 

     Se registró y documentó –cuadernos de campo y notas de mediciones junto con fotografías– el reconocimiento de los materiales dispuestos en capas para la preparación de las paredes, previos a la ejecución del programa decorativo.[14] Se trabajó simultáneamente en la valoración del estado de conservación de cada uno de los muros (pinturas y relieves) por sectores dentro de la estructura, a causa de la intervención de agentes antrópicos y naturales durante el proceso de uso y abandono, mediante la construcción de planillas ad hoc que permiten registrar agentes, clases de intervenciones y de afectación. Se procedió a limpiar las capas de hollín que cubren las pinturas murales y a consolidar grietas en la estructura rocosa (Figura 7). A la vez, se implementó la aplicación de criterios estratigráficos para el análisis parietal con el objetivo de construir una cronología relativa de eventos culturales y naturales, inspirados en la matriz de Harris (1991).

     El diálogo permanente con lxs funcionarixs y trabajadorxs egipcixs (Cfr. Figuras 4 y 7) habilitó la discusión y formulación de estrategias conjuntas, tendientes a la consolidación y conservación de la tumba y su entorno, evaluando la pertinencia de diferentes procedimientos (láser, físicos y químicos) en función de los daños detectados y registrados. Los decires de quienes conocen la necrópolis por su procedencia, trabajo y trayectorias de vida dan cuenta de un saber que por momentos parece anular el devenir temporal, por ejemplo, una conversación acerca de una mancha grisácea a nivel de suelo en el interior de la tumba nos interpeló acerca de la definición del esquema narrativo figurativo, esto es creíamos que configuraba una línea de trazado para la decoración. Sin embargo, en diálogo con el conservador egipcio nos hizo notar que en los niveles más deprimidos del suelo se evidenciaba la línea horizontal y ello se debía a la impronta que había dejado una inundación en la década de 1990 y que probablemente la tumba haya permanecido con niveles de agua suficientes como para imprimir esa mancha en la sala transversal. Una vez asumidas las tensiones entre los saberes ‘bibliográficos’ y las voces y experiencias de lxs colegas egipcixs, nos propusimos elaborar un diseño y catalogación de la epigrafía funeraria mediante el minucioso relevamiento de la iconografía y de los textos a partir de la documentación y el registro fotográfico digital en cada una de las campañas y con atención a las opiniones vertidas en cada caso por quienes examinaban nuestro trabajo.

     Se delinearon esquemas de presentación de la epigrafía tales como el que se muestra a continuación, a modo de ejemplo:

 

 

 

 

 

 

Organizador visual: esquema de referencia

PA1, SE de la sala transversal

Figura 8. Esquema de distribución de la epigrafía en la PA 1.

 

G

U

A

R

D

A

GUARDA FRISO

G

U

A

R

D

A

REGISTRO

Escena de ofrenda

SUPERIOR

Escena de ofrenda

REGISTRO MEDIO

REGISTRO INFERIOR

LÍNEA DE BASE

 

Fuente: ©proyectoAmenmose2020.

 

     Siguiendo en esta línea, en tanto proceso multívoco, todo archivar requiere de una epistemología –por la polisemia propia del vocablo–, de una lógica de recolección de los datos, donde cierto tipo de vestigios: papeles, pero también arena, restos óseos, cerámica, madera, telas, diarios de época, fotografías, etc., asumen la entidad de evidencia/documentos/fuentes, en una múltiple “mezcla de datos y vivencias personales que se confortan mutuamente una a la otra”, al decir de Paula López Caballero (López Caballero, 2016, p. 144).

     Actualmente, se proyecta la excavación y apertura de la entrada original al monumento prevista para la próxima campaña a desarrollarse en diciembre de 2022 y enero y febrero de 2023. La labor historiográfica comprometida consiste en releer y revisar, en redistribuir posiciones y así volver a dar una nueva visibilidad, operatividad y narratividad a temporalidades y espacialidades marginadas. En el sentido de un “alterarchivo”, que “es la postulación de otro orden, de otro recorrido, la exhumación de otros materiales” (Cámara, 2021, p. 13), con la intención de generar relatos alternativos. “(...) la Historia se define completamente por una relación con el cuerpo (social) y por consiguiente por su relación con límites que impone dicho cuerpo (...)” (De Certeau, 1993, p. 81).

 

Reflexiones finales

 

Retomando la cita inicial de Howard Carter, pretendemos acercar parte del acervo cultural desde un registro sudamericano, anhelando lo que Boaventura de Sousa Santos (2022) explicita como una artesanía en el hacer decolonial, es decir, más que compulsas documentales ampulosas e inaccesibles, “pequeñas artesanías a descubrir” y “potentes brújulas” para señalar un camino de revisita a la Egiptología como ciencia, desde el Sur Global.

     Esta comunicación se ha centrado en mostrar la práctica de intervención en un monumento configurado como archivo/palimpsesto, considerando que fue abordado desde el siglo XVI y estudiado desde la exploración napoleónica y su primer relevamiento epigráfico y estudio completo lo realiza la Misión argentina Amenmose Project. Theban Tomb 318 in Sheikh Abd el-Qurna, Luxor, Egypt.

     La “densidad” de información y las decisiones metodológicas vinculadas con el relevamiento, sistematización, documentación y puesta a disposición se focaliza en la necesidad de estudiar un corpus documental original e inédito, perteneciente a uno de los pocos monumentos funerarios hasta el día de hoy que no ha sido estudiado con exhaustividad. En la actualidad, la misión argentina estudia la rica y variada temática que preserva el registro epigráfico, apta para reconstruir diversos aspectos de la religión funeraria a partir de los rituales allí representados; la relevancia social del propietario de la tumba y sus vínculos parentales, que permite interpretar sus dones funerarios a la luz del proceso de la transición histórica durante la dinastía 18.

     Resulta fundamental la configuración de un archivo “móvil”, con sus matices y en capas, en permanente construcción por parte de lxs integrantes del equipo interdisciplinario de trabajo.

     El artículo, entonces, procura poner a disposición las prácticas que nos permiten examinar los procedimientos implicados en la configuración de un “archivo” plausible de ser consultado más allá de su localía. La narración expuesta, en el marco del pensamiento crítico y “fronterizo” sudamericano (Mignolo, 2000), intenta desmantelar el mito de la “neutralidad valorativa” al reflexionar simultáneamente en términos metodológicos, epistemológicos, éticos y políticos (Germaná, 2014, p. 75).

     La compilación de información procedente del estudio en una tumba del antiguo Egipto, a propósito del trabajo de campo in situ y de la elaboración de análisis y estudios de epigrafía en Argentina, da cuenta del tratamiento técnico de imágenes representadas en registros parietales de época faraónica y admite interpretar el conjunto de prácticas y lineamientos aplicados para la catalogación y sistematización de los componentes textuales y figurativos, las escalas temporales y espaciales de las que da cuenta el monumento funerario.

     El proceso cognitivo y procedimental que transforma un campo en evidencia textual e icónica permite evocar las palabras de Pierre Vilar, respecto del “modo histórico de pensar”. En una conferencia pronunciada en 1987, el historiador decía que “‘pensar históricamente’ exige un ejercicio constante de ‘situar’ en el espacio, ‘fechar’ finamente y ‘medir’ cuanto sea posible…” (2004, p. 145). Así, a partir del análisis de la tumba de Amenmose (TT318), propusimos revisitar el registro decimonónico generado por lxs copistas que, en claro ejercicio de un modo colonial, describieron el estado de los monumentos del antiguo Egipto. Esos registros y evidencias construidas permiten hoy en día conocer la afectación del mundo faraónico y reconstruir la historia ocupacional del sitio de Sheikh Abd el-Qurnah, distrito de la necrópolis en el cual se localiza la tumba. Esa labor fue por demás fructífera por cuanto se publicaron las tumbas, no obstante, por la extensión monumental del trabajo, el análisis permaneció en un plano descriptivo. Sin embargo, aún hoy resulta insoslayable al momento de abordar el estudio de las representaciones y el estado de preservación e intervención en los monumentos hasta las primeras décadas del siglo XX.

     Presentamos, entonces, una reflexión sobre los vínculos del trabajo de “hacer el archivo”, en constante transformación y atravesado por diferentes intereses académicos, coloniales, decoloniales y patrimoniales en su proceso de conformación. La tensión se manifiesta en lo que Valeria Añón refiere como la metáfora del "hallazgo''; de allí que asumimos el reto latinoamericano de "construir el archivo a partir del gesto liminar del silencio". Entre la identidad y la alteridad, una pausa (Gorbach y Rufer, 2016, p. 20).

 

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[1] A partir de la aprobación obtenida del Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto en abril de 2019, el Proyecto Amenmose, dirigido por la Dra. Andrea Zingarelli, busca contribuir a la conservación del monumento a la vez que se desarrollan diversas líneas de investigación interdisciplinarias con base en egiptología, en historia, en tecnología aplicada a bienes culturales, en conservación y en arqueología.

[2] Proyecto de Investigación y desarrollo H930 “Conservación y estudio de la tumba tebana de Amenmose, TT318 en Sheikh Abd el-Qurna, Luxor, Egipto”, radicado en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET). Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (https://idihcs.fahce.unlp.edu.ar/proyectos/conservacion-y-estudio-de-la-tumba-de-amenmose-tt318-en-sheikh-abd-el-qurna-luxor-egipto/). Co-radicado en el Centro de investigaciones María Saleme de Burnichon - FFyH - (CIFFyH) Córdoba, Argentina y el aval institucional de la Facultad de Artes, UNT, Tucumán, Argentina, Instituto de Investigaciones de Arte y Cultura del Oriente Antiguo (IACOA) y de la Facultad de Artes, UNT, Tucumán, Argentina.

[3] Miembros del equipo poseen una vasta experiencia en trabajos de campo en Egipto: Calomino (2019); Calomino y Lupo (2013); Fantechi, Cabrera y Manzi (2019); Fantechi (2017); Fantechi, Pereyra y Zingarelli (2007); Manzi, Nicora y Yomaha (2017); Manzi (2009-2010; 2016); Pellini, Marconetto y Gheco (En prensa); Yomaha (2011; 2013); Zingarelli y Fantechi (2006).

[4] TT resulta la sigla de Theban Tomb. La Tumba de Amenmose (N 25° 43' 52.7" y E 32° 36' 34.1"), se ubica en la colina de Sheikh Abd el-Qurna, la más alta de la necrópolis, y fue excavada en la roca en torno a la cota de 100 m s.n.m., en la necrópolis conocida como Valle de Nobles, antigua Tebas, actual Luxor.

[5] ca. 1479 a 1426 a.C. (Engelbach, 1924; Porter y Moss, 1971, p. 382).

[6] La declaración de la UNESCO en 1979 así lo consigna. En ese año, se celebró la tercera reunión del comité del Patrimonio Mundial, con sede en las ciudades de El Cairo y Luxor. El evento fue considerado como un punto de inflexión en la implementación de políticas gubernamentales, pues en esa fecha la necrópolis tebana fue incorporada al listado del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Las tumbas tebanas fueron reconocidas como objetos culturales y obras de arte de gran interés, lo que despertó la conciencia general sobre la urgencia de su salvaguarda. Cfr. Sarmiento y Leguizamón (2021).

[7] Momento en que el gobierno egipcio dispuso el desalojo y traslado de la población qurnawi de la necrópolis. Esta intervención fue cuestionada por arqueólogos, antropólogos y egiptólogos refiriendo el avasallamiento de la historia ocupacional de la necrópolis (Marconetto, 2021). Cfr. Meskell (2010); Leblanc (2015); Pellini (2020); Simpson (2001); van der Speck (2011).

[8] Cfr. reportes de campañas 2020 y 2022 presentados ante el Ministerio de Turismo y Antigüedades de la República Árabe de Egipto (Zingarelli et al., 2022).

[9] El ingreso actual se realiza a través de un hueco –presumiblemente realizado por ladrones de tumbas– de 50 cm de alto por 37 cm de ancho. La apertura de acceso original del monumento se encuentra sepultado (Zingarelli et al., 2020).

[10] A continuación, se utilizarán las siglas PA para referirnos a la catalogación de las paredes de la tumba en estudio.

[11] El equipo de conservación estuvo a cargo de la Lic. Myriam Hara y la Dra. María Belén Castro y los conservadores egipcios quienes en el transcurso de las dos campañas de trabajo de campo han efectuado el 90% de la pre consolidación así como la limpieza mecánica y química en determinados sectores del monumento que así lo requerían. Cfr. reportes de campañas preliminar y final 2020, y preliminar 2022 presentados ante el Ministerio de Turismo y Antigüedades de la República Árabe de Egipto (Zingarelli et al., 2020 y 2022).

[12] Destacado del autor. Refrendamos el resaltado.

[13] El trabajo precedente, en el área, desarrollado en la década de 1980 por la Universidad de Waseda (Yoshimura 1987, 1991 y 2003; Yoshinari 1987; Yoshimura y Kondo 1990), se basó en el relevamiento de un conjunto de tumbas entre las que se refiere la TT318. En particular, respecto de la tumba de Amenmose reproducen un plano a escala, en el que se constata su vinculación con las tumbas aledañas.

[14] Se prevé para próximas campañas el estudio, mediante análisis macroscópicos, de los materiales y el envío de muestras al laboratorio para la determinación de componentes, previa autorización del gobierno egipcio.