El copamiento de La Tablada y el Movimiento al Socialismo:

posicionamientos políticos y discursos públicos

[The Takeover of La Tablada and the Movimiento al Socialismo:

Political Stance and Public Discourses]

Rodrigo López

(Universidad Nacional de Rosario - ISHIR-CONICET)

rodrigolpez61@yahoo.com

Resumen

En este artículo analizamos los posicionamientos políticos y los discursos públicos del Movimiento al Socialismo (MAS) ante el copamiento a La Tablada llevado adelante en enero de 1989 por el Movimiento Todos por la Patria (MTP). Partimos de la hipótesis de que este acontecimiento se presentó como un hecho sumamente dilemático para las izquierdas argentinas que las enfrentó con una serie de problemáticas que habían estado parcialmente ocluidas desde que se puso en marcha el proceso de democratización en 1983. Este trabajo pretende problematizar la postura de condena adoptada por el MAS ante la acción del MTP y reparar en los debates partidarios tanto internos como externos a la organización. Para ello se plantean algunos interrogantes, entre ellos el más importante es en qué medida los consensos democráticos construidos desde la caída de la última dictadura militar desempeñaron un papel en la definición de dichos posicionamientos.

Palabras claves:Izquierdas; Trotskismo, Movimiento al Socialismo; Democracia; Años Ochenta

Abstract

In this article, we analyze the political stances and the public discourse of the Movimiento al Socialismo (MAS) toward the takeover of La Tablada carried out by the Movimiento Todos por la Patria (MTP) in January 1989. Based on the hypothesis that this event was revealed for the Argentine left-wing current as a highly dilemmatic fact that confronted them with a series of problems that had been partially occluded since the democratization process was launched in 1983. This assignment aims to make an issue of the position of condemnation adopted by the MAS in the face of the MTP’s action and pay attention to party debates both internal and external to the organization. To this end, some questions are raised, among them the most important is to what extent the democratic consensus built since the fall of the last military dictatorship played a role in defining these positions.

Keywords:Left-Wing Current, Trotskyism, Movimiento al Socialismo; Democracy; Eighties

Recibido: 11/08/2022

Evaluación: 25/10/2022

Aceptado: 27/10/2022

El copamiento de La Tablada y el Movimiento al Socialismo:

posicionamientos políticos y discursos públicos

Este trabajo toma como punto de partida un acontecimiento particular de la historia reciente argentina: el ataque militar por parte del Movimiento Todos por la Patria (MTP) al Regimiento de Infantería Mecanizada 3 (RIM 3) “General Belgrano” ubicado en la localidad de La Tablada, partido de La Matanza de la provincia de Buenos Aires. En el ocaso de la década de los ochenta, el 23 de enero de 1989, un grupo de cuarenta y seis militantes del MTP buscó hacer pasar su acción como un levantamiento militar para desencadenar una revuelta popular en defensa de la democracia. Ese plan fue frustrado a las pocas horas. Un operativo que movilizó a 3.500 agentes de las fuerzas de seguridad y el Ejército desbarató la acción mediante una represión desmedida y violenta, que dejó el saldo de decenas de muertos, cuatro desaparecidos y cinco militantes ejecutados de manera extralegal.

El objetivo de este escrito está delimitado por la intención de problematizar críticamente las reacciones que el copamiento a La Tablada incitó en una agrupación del trotskismo argentino, el Movimiento al Socialismo (MAS). Los posicionamientos públicos y políticos de la corriente morenista [1] no se diferenciaron sustancialmente de la condena generalizada sostenida por el conjunto de las organizaciones de las izquierdas argentinas. Estos grupos repudiaron los hechos bajo el argumento de que se habría tratado de una acción “aventurera” y “vanguardista” que repetía los errores de la lucha armada setentista y que había tenido como efecto colocar a las fuerzas de izquierda en el blanco de una campaña de estigmatización y demonización política. Según estas visiones, la acción del MTP habría facilitado la instalación de una agenda de orden y seguridad de carácter derechista bajo el pretexto de un supuesto “rebrote subversivo” en un contexto de alta inestabilidad política y social, contribuyendo, de este modo, a que las Fuerzas Armadas (FFAA) se erigiesen como “guardianas” de la estabilidad democrática.

Pese a que las posturas del MAS estuvieron a tono con este consenso predominante dentro del campo de las izquierdas argentinas, es menester señalar que esta corriente adoptó un conjunto de posicionamientos que la diferenciaron del resto de sus pares y que, a la larga, se revelarían sumamente polémicos. Esto fue particularmente visible en lo referente al asunto de la judicialización emprendida por el gobierno contra las y los sobrevivientes del MTP. En este terreno, el MAS afrontó dilemas de variada naturaleza: ¿se debía recrear un principio mínimo de solidaridad ante la represión legal y extralegal desatada contra las y los militantes del MTP?, ¿estaban las fuerzas de izquierdas frente al deber de ampararlos jurídicamente ante la represión estatal?, ¿debía primar una concepción universalista de los derechos humanos o, por el contrario, la valoración política sobre la acción del MTP excluía esta posibilidad? En los hechos la corriente morenista se opuso a poner a disposición sus recursos políticos, organizativos y humanos para la defensa de los miembros represaliados y judicializados del MTP. Esto tuvo repercusiones variadas. Por ejemplo, el MAS se autoexcluyó de iniciativas impulsadas por organismos de Derechos Humanos y partidos políticos en defensa de las y los militantes del MTP. Incluso, en algunas localidades del país, como en la Capital Federal, esta agrupación no participó de la marcha conmemorativa del golpe de Estado de 1976 bajo el argumento de que las consignas de la convocatoria “no condenan la acción guerrillera de La Tablada que tanto perjudica a la lucha de los derechos humanos”. [2] Por el contrario, el MAS fue un paso más allá y se solidarizó con los familiares de los agentes de seguridad muertos en los sucesos del 23 de enero de 1989 haciéndole llegar una corona de flores. ¿Por qué una fuerza autoproclamada anticapitalista y socialista le envía flores a un oficial de las fuerzas de seguridad? En nuestra consideración, estos hechos revelan problemáticas más profundas que pueden constituirse en una pregunta de investigación.

Estos tópicos dejan ver hasta qué punto La Tablada se presentó como un asunto sumamente dilemático e incómodo– para las izquierdas argentinas. Bajo nuestro punto de vista, los acontecimientos de enero de 1989 (re)expusieron a estas fuerzas ante interrogantes que estuvieron parcialmente ocluidos desde que el proceso de democratización se puso en marcha en el país en 1983. Por ejemplo, ¿cuál era el lugar reservado al ejercicio de la violencia insurgente en las estrategias de un partido de izquierda en un contexto democrático? En esa dirección, Luciano Alonso asegura que la democratización argentina de los años ochenta “fue de la mano no solo de la anulación y deslegitimación pública de la lucha armada, sino asimismo de la completa restricción de las capacidades de ejercicio de violencias populares o ex parte populi” (Alonso, 2020, p. 102). Sin embargo, en los hechos, no es con La Tablada la primera vez que el morenismo tuvo que dar cuenta del debate sobre el papel de la violencia insurgente en las estrategias de un partido revolucionario. Como los trabajos de Martín Mangiantini han mostrado, las sucesivas formaciones referenciadas en esta tradición del trotskismo argentino llevaron adelante álgidas polémicas con las estrategias guerrilleras presentes en América Latina y en el país desde la Revolución Cubana en adelante (Mangiantini, 2012; 2014; 2016). En la condena del MAS a los sucesos de enero de 1989 reverberan los ecos de aquellos debates políticos-ideológicos. Aun así, consideramos que estas claves no son suficientes para comprender cabalmente las definiciones desplegadas por este partido ante la acción del MTP. Es decir, la intransigente condena hacia el copamiento a La Tablada enunciada por el MAS no se explica únicamente por las raíces ideológicas a las que adscribía esta agrupación. Para entenderla, es necesario incorporar dimensiones estrictamente políticas que responden al proceso de democratización abierto en 1983 y a los modos en que esta organización transitó este período. Para responder a algunas de estas problemáticas, propongo un análisis crítico que recorre la discursividad partidaria, los posicionamientos públicos y los debates internos suscitados por el ataque del MTP a partir de un corpus de fuentes constituido esencialmente por documentación interna de la organización, publicaciones del MAS y de otras agrupaciones y prensa comercial.

La Tablada: ¿un hecho “propio” de la transición o el último coletazo de la guerrilla setentista?

En paralelo a la producción de una considerable cantidad de relatos periodísticos y memorias militantes (Mattini, 1996; Gorriarán Merlo, 2003; Alfonsín, 2003; Montero, 2012; Celesia y Waisberg, 2013), existe un cúmulo de trabajos de investigación académica que se han dedicado a indagar en este particular acontecimiento de la historia reciente argentina. En estas producciones es posible percibir que los hechos del 23 de enero de 1989 condensaron en su singularidad las tensiones que acompañaron al proceso de democratización argentina de la década de los 80 y, de la misma manera, enfrentaron a las izquierdas argentinas con sus fantasmas del pasado y sus dilemas del presente y el futuro. Estas investigaciones exploran temáticas como las implicancias políticas de La Tablada en las subjetividades militantes, la repercusión del ataque en el fin del ciclo alfonsinista, las respuestas estatales y la intervención de agentes como las fuerzas de Seguridad y Armadas.

Los trabajos de Claudia Hilb (2007) y Vera Carnovale (2014) proponen analizar La Tablada como un acontecimiento “setentista”. Para Hilb, el imaginario militante del MTP había quedado preso de una “autoafirmación mesiánica” propia de un microclima “conspirativo de sectas revolucionarias”. Sin embargo, en los acontecimientos de 1989 Hilb encuentra una novedad que diferencia la acción del MTP de experiencias anteriores: la manipulación intencional de la verdad fáctica, lo que lo asemejaba a los sueños totalitarios de la URSS y la Alemania nazi de controlar, mediante la escenificación de una mentira, los criterios de verdad de la realidad política (Hilb, 2007). Por su parte, las reflexiones de Carnovale abrevan en las hipótesis esbozadas por Hilb. Esta autora reconstruye pormenorizadamente las características político-ideológicas del MTP y ubica en la derrota del PRT-ERP y en la participación de Gorriarán Merlo en el combate del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) los precedentes emetepistas. Según Carnovale, si bien es posible constatar una serie de cambios ideológicos en el MTP enriquecidos por la agenda de la transición (valorización de la democracia representativa, nueva concepción del “trabajo de masas” y un modelo organizativo de tipo frentista), concluye que la mentalidad guevarista funcionó como una “cárcel” en donde radicó el desenlace trágico del grupo en 1989 (Carnovale, 2013).

Trabajos publicados más recientemente, al mismo tiempo que examinan dimensiones hasta el momento inexploradas, buscan problematizar el esquema de interpretación postulado por Hilb y Carnovale que remiten a La Tablada por fuera de la temporalidad de la Argentina de los años ochenta. Destacan aquí los aportes de Luciana Pontelli (2018 y 2021), para quien “el copamiento de La Tablada fue un hecho “propio” de la transición y no un ‘coletazo’ o un ‘anacronismo de los setenta’” (Pontelli, 2021, p. 6). La autora se propone restituir la racionalidad del MTP como parte de una experiencia singular de la década de los ochenta y demuestra que las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la recuperación del cuartel tuvieron como variable necesaria la autonomía relativa de las FFAA con respecto a la agenda del régimen democrático (Pontelli, 2018). Recuperando críticamente los estudios sobre la transición a la democracia, Pontelli reconstruye la manera en que esta se construyó como una unidad política de acción que requería para su desenvolvimiento la exclusión de un “otro” autoritario y violento para reafirmar un “nosotros” democrático. En ese punto, la hipótesis de la autora es concluyente: “Que La Tablada haya sido considerada por sus contemporáneos como un ‘retorno del pasado” y ajeno a la vida colectiva es lo que la vuelve, justamente, un acontecimiento de la transición’ (Pontelli, 2021, p. 8). Por otra parte, el trabajo de Ana Carol Solis indaga desde una escala local los efectos de (re)estigmatización y disciplinamiento que la respuesta represiva estatal tuvo tanto en las militancias cercanas al MTP, como en un abanico más amplio de actores sociales, políticos y sindicales de la ciudad de Córdoba. Para Solis, los hechos de La Tablada (re)definieron los límites de cuáles violencias eran permitidas y cuáles no. Al mismo tiempo que la violencia estatal fue ampliamente respaldada, se deslegitimó el uso de la violencia entre quienes no gozaban de esa condición de estatalidad (Solis, 2019). Por su parte, Marianela Scocco aborda el tema centrando su mirada en el despliegue de prácticas y leyes represivas y en el proceso de judicialización de los y las militantes del MTP. Desde su punto de vista, la consecuencia más importante del ataque fue el cambio en la relación entre gobierno y militares, así como la posibilidad otorgada a las FFAA de recuperar un lugar en la seguridad interna del Estado y los indultos del ciclo menemista (Scocco, 2020).

Finalmente contamos con dos estudios que a los fines de este trabajo resultan relevantes mencionar. El primero lo constituye un breve escrito publicado por el Grupo de Investigaciones sobre Subjetividad Social del Instituto Gino Germani que enuncia que La Tablada fue un hecho bisagra en las modalidades de resistencia en contraste con las de los años 70. A partir de allí, dicen los y las autoras, se suscitaron reconfiguraciones en las tramas de las luchas político-sociales que modelaron nuevas estrategias de disputa durante la embestida neoliberal (Iozzi, Lamposona, Montenegro, Olmos y Vega Martínez, 2013). En otro orden, David Copello repone algunos nudos problemáticos que se alinean con los objetivos de este escrito. El autor aborda las discusiones y reacciones que suscitó el copamiento en lo que denomina los tres polos de la izquierda argentina: el polo trotskista (representado por el MAS y el Partido Obrero), el polo socialdemócrata (representado por el Club de Cultura Socialista y la revista Ciudad Futura) y lo que denomina la “post-nueva izquierda”. El análisis de Copello se detiene fundamentalmente en este último grupo, representado por una miríada de organizaciones políticas y figuras intelectuales que reivindicaban una filiación con la nueva izquierda armada de los 70, pero que con el retorno a la democracia renunciaron explícitamente a la estrategia guerrillera. El MTP se contaría dentro de esta rama así como también las organizaciones agrupadas en torno al Frente Amplio de Liberación (FRAL) dirigido por el Partido Comunista Argentino (PCA). La hipótesis que orienta a Copello es que será recién bajo el impacto de La Tablada cuando las izquierdas argentinas, o al menos un sector de ellas, deban enfrentarse al desafío de redefinir su proyecto político, incorporando nuevos conceptos, como la democracia y los derechos humanos y un futuro sin la promesa de la revolución como horizonte (Copello, 2020).

El trabajo de Copello representa un aporte a una temática escasamente abordada como es el de las reacciones provocadas por La Tablada en el campo de las izquierdas argentinas. Sin embargo, su tratamiento hacia lo que denomina el polo trotskista es poco exhaustivo. En ese sentido, el próximo apartado retoma la senda abierta por los interrogantes de este autor para reponer y ahondar en el análisis de la discursividad pública y los posicionamientos políticos del MAS. Como anunciamos, La Tablada generó un impacto notable y tuvo una honda repercusión al interior de esta organización. Fue un hecho que abrió debates intra y extra partidarios y generó un conjunto de interrogantes: ¿cuándo una acción violenta es legítima?, ¿el MTP era el equivalente a los grupos guerrilleros de la década de los setenta?, ¿cuáles son las raíces sociales y políticas de la violencia insurgente en un contexto de democracia liberal?, ¿cómo posicionarse frente al ejercicio legal e ilegal de la represión y la violencia estatal?

La Tablada: posicionamientos políticos y debates públicos en el MAS

Como se anunció en la introducción, los posicionamientos políticos y públicos del MAS estuvieron a tono con las reacciones asumidas por el conjunto de las izquierdas argentinas. Los hechos de La Tablada se tramaron en un contexto histórico sumamente particular signado por la debacle económica y política del alfonsinismo y a meses de las elecciones presidenciales de 1989. En aquellos comicios la agrupación morenista se presentó como parte de la alianza “Izquierda Unida” (IU), un frente constituido junto al PCA. La primera intervención del MAS en el debate público se produjo al día siguiente de la acción del MTP a través de un comunicado de prensa emitido por IU donde se reafirmaba la condena sobre los hechos. El eje de dicha comunicación era que el copamiento a La Tablada contribuía a fortalecer a los sectores políticos de la derecha del país, en particular a las FFAA a través de la creación del Consejo Nacional de Seguridad Nacional, generando un escenario favorable para una campaña de desprestigio y persecución contra la izquierda. El comunicado ratificaba el compromiso de IU en la defensa de las libertades democráticas y proponía la conformación de una Comisión Investigadora integrada por la CGT, los partidos políticos y las organizaciones de Derechos Humanos con los objetivos de esclarecer la procedencia del grupo atacante y recoger y sumar pruebas para la justicia. [3]

A diferencia del comunicado de IU, el discurso público adoptado por el MAS tuvo un tono condenatorio más duro, así como una voluntad más explícita de desmarcarse del accionar emetepista. Interrogado por la revista Gente acerca de Jorge Baños, militante del MTP asesinado en el RIM 3 y con quién Luis Zamora -la principal figura pública del MAS por aquel entonces- había compartido un trayecto de militancia en el CELS, este último afirmó: “Nuestras diferencias eran profundas (…) de buscar pruebas contra los criminales a terminar cometiendo crímenes hay un abismo enorme. Y para ese abismo no hay excusa”. [4] Se puede decir que el discurso público del MAS discurrió en un doble carril temporal. Por un lado, en las declaraciones de Zamora, una delimitación en tiempo presente donde la noción de “acción criminal” se elevó como un componente central que estructuró a la discursividad partidaria. Por el otro, las batallas políticas del pasado setentista de la corriente morenista, en particular su oposición a los movimientos guerrilleros de la Argentina, funcionaron como un reaseguro y una fuente de legitimación del posicionamiento partidario: “No es la primera vez que el MAS condena los métodos guerrilleros. En la década del 70 el antecesor del MAS, el Partido Socialista de los Trabajadores (…) condenó sistemáticamente a la guerrilla porque, como ahora, su accionar y su política confundía y perjudicaba al pueblo y favorecía a la derecha.” [5]

Sin lugar a duda, la delimitación política del ataque estuvo entre los objetivos más inmediatos y ponderados por parte de la corriente morenista. Ante el temor de una “caza de brujas” esta actitud fue extensiva al resto del campo de la izquierda y el progresismo. Una nota del diario El País retrataba el clima que se vivía por aquel entonces entre estos círculos: “la desolación se palpa en los ambientes progresistas de Buenos Aires ante la asombrosa revelación de los nombres de una parte de los muertos y detenidos del asalto al regimiento de La Tablada”. [6] Frente a ello, una de las herramientas de esta organización radicó en echar mano de su propio pasado para legitimarse como una tradición política ajena a este tipo de repertorios de acción caracterizados como “funcionales a la derecha”. La discursividad pública del partido insistió una y otra vez en este punto: “el PST y el MAS, es decir, el trotskismo, a diferencia del ERP, siempre valoró y luchó por las libertades democráticas más amplias para todo el pueblo”. [7] De este modo, es dable argüir que, desde un punto de vista, fueron las luchas ideológicas y las tradiciones políticas del pasado setentista de la corriente morenista las que dictaron los enunciados del presente partidario.

No obstante, el MAS no solo se refugió en los núcleos pretéritos de su tradición histórica, también incorporó temáticas propias de la agenda de los años ochenta como la revalorización de la democracia política como un piso irrenunciable para las militancias de izquierdas. Por otra parte, en muchos de los análisis realizados por el partido en este contexto es llamativo cómo la historización que el morenismo postuló sobre el ERP y Montoneros confluyó con algunos de los sentidos asociados al pasado setentista por el consenso social de la democracia de los ochenta: “Así, el ERP y Montoneros llevaron a miles de jóvenes a la muerte y terminaron sirviendo objetivamente a los planes de la oligarquía y el imperialismo que decían combatir”. [8] Esto no acercaba necesariamente al morenismo a la “teoría de los dos demonios”, paradigma al que se opuso firmemente. Lo sugerente aquí es que se rescataban algunos de los tópicos que tramaron ciertas narraciones existentes en la sociedad argentina de los ochenta acerca de la violencia política setentista: “miles de jóvenes” que, víctimas de una estrategia ineficaz, fueron llevados a la muerte facilitándole pretextos a la dictadura militar. En suma, es notorio el modo en que La Tablada irrumpió en esta organización como un disparador de debates que se pensaban saldados o que, al menos, obligaban al partido a reelaborar su propia narrativa sobre el pasado más reciente del país a la luz de nuevos hechos.

En los días posteriores al ataque uno de los temas que se presentó en el debate público fue la posibilidad o no de un rebrote guerrillero en la Argentina. Esta fue una problemática tematizada al interior del MAS y en varios documentos internos aparece la pregunta acerca de las condiciones sociales y políticas que originaban acciones de violencia insurgente como las de grupos como el MTP. En este punto, el MAS postuló una explicación de tipo política-sociológica: si ERP y Montoneros fueron la expresión organizada del descontento de la pequeño-burguesía argentina contra las dictaduras militares, iniciativas como las llevadas adelante por el MTP se explicaban como producto de la marginalidad socio económica. Una circular interna se refería a este asunto en los siguientes términos:

Tenemos que estudiar si no existe otra base social, muy distinta, la de la franja de marginales y lúmpenes de barrio, villas y asentamientos, sectores que han crecido en número por la crisis económica, la terrible desocupación juvenil, el “cuentapropismo” más pobre, etc. De esos sectores, condenados a la marginalidad por la crisis del sistema, se alimentan las filas de los “barras bravas”, de la delincuencia. ¿Ahora han comenzado a aportar también gente para la guerrilla, aunque sea en pequeñas cantidades? [9]

Es curioso que esta asociación entre marginalidad y violencia no fuera privativa del MAS y, por el contrario, se hallara como argumento en un espectro más amplio de militantes de izquierdas. En una compilación de ensayos publicados en marzo de 1989 titulado “La izquierda y La Tablada”, Eduardo Luis Duhalde razonaba en términos parecidos. Allí, este abogado y periodista caracterizaba al MTP como un grupo que había abandonado el trabajo político en agentes claves como el movimiento obrero y los sindicatos para privilegiar el trabajo asistencial en barrios atravesados por la informalidad, la frustración y la precarización, sujetos que para el autor portaban niveles de conciencia política “menores”. Para Duhalde “estos son los sectores marginales y marginados con sus naturales bolsones de violencia” (Duhalde, 1989, p. 18) y proponía ver las causas de La Tablada “en la desesperación de vastos sectores de nuestra sociedad. Especialmente de la juventud, ante la crisis orgánica nacional y la falta de perspectiva de salida a través de los partidos mayoritarios” (Duhalde, 1989, p. 20). [10] Huelga decir que ni las condiciones socio-políticas de la Argentina de fines de los años ochenta eran propicias para la reemergencia de grupos guerrilleros y que tampoco existió un nexo directo entre marginalidad socio-económica y acciones insurgentes como la llevada adelante por el MTP. No obstante, es interesante subrayar que tanto la lectura realizada por Duhalde como el análisis postulado por el MAS parecían estar hilvanados por un eje en común. La mirada de Duhalde y la del MAS apuntaban a interpretar al copamiento de La Tablada como el resultado de una acción “desesperada” provocada por las consecuencias que el deterioro del tejido social y la crisis económica generaban sobre vastos sectores de la población, en particular sobre aquellos que habían caído por fuera del mercado laboral y se hallaban privados de canales de participación y de modalidades de protesta clásicas, como los sindicatos o los partidos políticos.

Sin embargo, la posición más polémica del MAS radicó en las condolencias enviadas a los familiares de los miembros del Ejército y policías “caídos en combate”. Así, La Tablada produjo, como señala Copello (2020), un hecho inesperado en la historia del trotskismo argentino: la solidaridad expresada por una fuerza de esta tradición hacia agentes de las fuerzas de seguridad. Sin lugar a duda, esta actitud fue uno de los puntos más urticantes y criticados por otros grupos de izquierda y organismos de Derechos Humanos, del mismo modo que generó cuestionamientos al interior de la militancia. La corriente morenista defendió esta decisión públicamente a través de declaraciones a la prensa de Luis Zamora [11] y en una nota de su semanario titulada “El porqué de las condolencias” alegaba que:

En primer lugar tenemos que señalar que como socialistas, como lo quería Marx, nada de lo humano nos es ajeno, respetamos profundamente el dolor de los familiares y amigos de los caídos, dolor que comprendemos […] ni la lucha por el juicio y castigo a los culpables del genocidio ni la lucha más general por terminar con el injusto sistema capitalista y conquistar un sistema socialista, son contra determinadas personas […] La justa lucha democrática por el juicio y castigo a los culpables, un reclamo de la mayoría del pueblo desde 1982, no significa que un pequeño grupo se arrogue a sí mismo la facultad de matar a algún presunto culpable. [12]

A ello, agreguemos que durante el primer mes transcurrido desde el ataque no se encuentran declaraciones de repudio por parte del MAS a la represión legal y extralegal llevada adelante por las fuerzas de seguridad y las FFAA contra las y los militantes del MTP. Será recién el 28 de febrero cuando se percibirá en este terreno un cambio en el discurso partidario, momento en donde en la opinión pública se hizo evidente el uso desmedido de armas de guerra como bombas de fósforo, artillería pesada y tanques para reducir a un grupo de menos de cincuenta personas. Recién allí, en los registros consultados para este trabajo, esta organización exigió una investigación de los hechos que contemplara tanto el accionar del MTP como el accionar estatal. [13] En este punto, puede pensarse que el retraso en condenar públicamente la represión respondía a un asunto sumamente problemático para el partido: ¿cómo hallar equilibrio entre la voluntad de delimitarse políticamente de la acción del MTP y al mismo denunciar la criminalización de sus militantes? ¿Era posible que en un mismo discurso convivieran ambas pretensiones?

Las reacciones del MAS abrieron más de un frente de tensión, tanto al interior del partido como con otras organizaciones. El centro de estas polémicas comprometía a la postura asumida respecto de la defensa del MTP frente la judicialización emprendida por el Estado a las y los sobrevivientes del ataque. La resolución adoptada por la corriente morenista se sintetizó en una nota publicada en su órgano de prensa: “Defender legalmente a los atacantes es reclamar su libertad. Y esto solo puede hacerse sobre la base de reconocer que algún aspecto del asalto a La Tablada fue reivindicable o progresivo”. [14] Este criterio enfrentaba a la organización a un dilema que no era del todo novedoso hacia 1989. En resumidas cuentas, esta disyuntiva remitió a si la defensa de militantes pertenecientes a organizaciones populares ante la judicialización de sus acciones debía realizarse sobre la base de los principios jurídicos universales del paradigma los Derechos Humanos o si, por el contrario, el tipo de acción y práctica política que guiaban a estas organizaciones desechaba cualquier posibilidad de solidaridad. En esta materia se observa que las posturas del MAS ante los represaliados del MTP fue particular. Para ello es útil comparar con lo actuado por el partido frente al caso de Mario Firmenich y su encarcelamiento a principios del gobierno alfonsinista. En el marco de la apertura democrática, Raúl Alfonsín ordenó enjuiciar al jefe de Montoneros por actos de violencia cometidos desde 1973 en adelante. La corriente morenista se demostró contraria a esta medida:

Para nosotros Firmenich es indiscutiblemente uno de los más importantes luchadores políticos populares de su generación, y desde hace muchos años viene arriesgando la vida por sus ideales. Como tal, somos los primeros en defenderlo. Pero con igual energía discrepamos con toda su historia política, que esta solicitada avala y aplaude sin disimulo. Por ejemplo: Firmenich, primero mandó a votar por el gobierno de Perón, Isabel y López Rega, gobierno antiobrero, vendido al imperialismo y creador de la Triple A. Luego, después de votar y apoyar fervorosamente a ese gobierno nefasto, rompió con él y le declaró por su cuenta una guerra de guerrillas. A pesar de que ese gobierno había sido votado por la mayoría de los trabajadores y todavía gozaba de su apoyo. Despreciando la opinión de la inmensa mayoría de la clase obrera y de la clase media, que repudiaba al terrorismo, la guerrilla cumplió un papel provocador y dio un fácil pretexto a los comandantes genocidas para su golpe del 76 . [15]

Si el hecho de que Montoneros y Firmenich hubieran perseverado en su enfrentamiento armado contra el gobierno constitucional y democráticamente electo del tercer peronismo no era excluyente con la posibilidad de defender a este dirigente frente a la avanzada judicial de los años ochenta, ¿por qué esto no era posible con los represaliados del MTP?

Este fue uno de los interrogantes que estuvieron por detrás de una serie de debates abiertos al interior de las organizaciones de izquierdas. Uno de los interlocutores de esas discusiones fue Eduardo Barcesat, militante y abogado del PCA y candidato a senador nacional por IU en las elecciones de 1989, que había asumido la defensa de algunas y algunos detenidos del MTP. En una misiva dirigida al MAS, Barcesat reconocía, desde un principio jurídico universal minimalista, el derecho que poseían los miembros del MTP a contar con una defensa y un procedimiento judicial ajustados a los cánones de las garantías constitucionales. Sin embargo, su escrito expresa los escollos de sostener un criterio como este en un contexto de fuerte estigmatización política: “el manipuleo del psiquismo humano ha llevado, en el caso de LA TABLADA, a que quien asuma la defensa de los detenidos tenga, necesariamente, que ser partícipe o cómplice de esos hechos”. [16] El MAS polemizó abiertamente con Barcesat mediante una carta en donde se criticaba la postura del abogado comunista argumentando que los detenidos del MTP eran “presos políticos” pero no del campo popular: “para nosotros, los del MTP eran compañeros equivocados antes de La Tablada y dejaron de ser compañeros a partir de la acción criminal de La Tablada”. [17] ¿Qué era lo que conducía a la corriente morenista a adoptar dicha resolución? En primer lugar, debiéramos remarcar que se trató de una decisión deliberadamente asumida por la dirección partidaria donde primó por sobre cualquier principio de universalidad del derecho una valoración política de una acción concebida como “criminal” en el marco de una democracia política. Por otra parte, en paralelo, puede insinuarse que esta respuesta expresaba tanto la necesidad como la dificultad de demarcar y resguardar a la organización de un clima de opinión que se había tornado sumamente hostil para las izquierdas en la coyuntura inmediata al copamiento del RIM 3.

Ahora bien, si la acción del MTP desencadenó una condena generalizada en el conjunto de la izquierda y el progresismo argentino, no todas las organizaciones optaron por renunciar a la defensa de las y los detenidos y enfrentar la judicialización de sus actos. El PCA, como acabamos de ver, prestó el servicio de algunos de los abogados de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH) bajo el principio de garantizar la vigencia del derecho a la defensa en juicio y contribuir a la investigación a fondo de los sucesos. [18] Una organización afín en términos ideológicos como el Partido Obrero (PO) [19] –una de las voces más críticas contra el MAS en estas circunstancias–, a pesar de condenar la acción y cuestionar las orientaciones políticas del MTP, denunció tempranamente el operativo represivo y pugnó para que las izquierdas asumieran una posición “principista” de solidaridad mutua entre militantes populares frente a la judicialización estatal. [20] Esto nos reconduce a algunos de los interrogantes sobre los cuales buscamos reflexionar en este escrito: ¿cómo entender las expresiones de solidaridad con las víctimas de las fuerzas de seguridad y la renuncia a la solidaridad con militantes detenidos? ¿Indicaba esto algún grado de aceptación por parte del MAS del consenso democrático post-1983?

Las anteriores se delinearon como algunas de las polémicas que atravesaron al MAS, tanto por dentro como por fuera de las fronteras partidarias. El PO elaboró una serie de críticas cuyo contenido fue que la renuncia a defender públicamente a las y los detenidos y las expresiones de solidaridad con policías y agentes de seguridad expresaban la adaptación del agrupamiento morenista a la “democracia burguesa” de la postdictadura. Frente a la represalia contra militantes del MTP, el PO rescató un texto escrito por León Trotsky en febrero de 1939 titulado “Por Grynszpan. Contra los programas de las bandas fascistas y los canallas stalinistas”. Ese documento fue elaborado por el dirigente ruso a propósito de un atentado contra un diplomático nazi perpetrado por un militante judío que desató una serie de pogromos contra las comunidades judías alemanas. Allí Trotsky se solidarizaba con el heroísmo de Grynszpan, mas señalaba la inutilidad de su acción y denunciaba la represión desatada tras el atentado. Según el PO, el trotskismo argentino debía asumir una posición idéntica: delimitarse políticamente de la acción del MTP, señalar sus límites y defender a sus militantes de la respuesta estatal. Para esta corriente, lo que se jugaba en el fondo era una disputa política-ideológica que debía apuntar al cuestionamiento del derecho del monopolio de la violencia estatal.

Calibrar las reacciones puertas adentro del MAS es una tarea difícil. Los testimonios de algunas y algunos entrevistados parecen indicar que los ejes esenciales de la política defendida por la corriente morenista fueron compartidos por un espectro amplio de militantes. Este consenso, no obstante, no obturó la circulación de críticas sobre lo actuado por la dirección del MAS. Es notorio observar que estos juicios se asentaron en una cadena de razonamientos similar que postulaba que la intervención del partido se había desenvuelto subordinando sus posiciones al consenso de la democracia liberal y burguesa de 1983. Por ejemplo, en una minuta un militante afirmaba que la dirección del partido había adoptado un enfoque errático “demo-liberal” y remitía dichas posturas a las expectativas generadas por el desempeño electoral de IU en las elecciones de mayo de 1989:

¿Acaso se trata de pagar con la “buena letra” el permiso para actuar en la campaña electoral? […] ¿Se trata de una presión de clase? ¿Sucumbimos acaso ante el bajo nivel de conciencia y combatividad de una clase acorralada por la miseria y el miedo a perder sus fuentes de trabajo? ¿o a la presión de clase del enemigo que levanta el espectro de la guerrilla amenazando con la represión y el castigo? ¿o peor aún, a la presión de clase enemiga que opera a través de la ilusión pequeñoburguesa en torno a las próximas elecciones y el parlamentarismo, ahora al alcance de la mano mediante la obtención de concejalías y diputaciones? [21]

Años más tarde, y en el contexto de la crisis partidaria del MAS desatada entre fines de 1990 y principios de 1991, las posturas asumidas por la organización respecto de la represión estatal llevada adelante en La Tablada volvieron a ser tema de debate. [22] En una minuta elaborada a propósito del IV Congreso de la corriente morenista, un militante de La Plata proponía ver en lo actuado por el partido el síntoma de una crisis que corroía a la organización:

¿Es que todavía seguiremos solidarizándonos con los familiares de los “carceleros democráticos” y condenando a los “terroristas” como hicieron los stalinistas con G? ¿O de una vez por todas vamos a recuperar el ejemplo de Trotsky y condenar enérgicamente la metodología del terrorismo individual y la brutal represión ejercida por el ejército capitalista, pero al mismo tiempo solidarizándonos con los compañeros equivocados y encarar su defensa para arrancarlos de la “justicia” burguesa? (…) En mi opinión la postura asumida por el partido ante los hechos del 23 constituye un grave error político y una falla moral, producto de las desviaciones electoralista y oportunistas que ya fueron señaladas ”. [23]

El argumento de la “adaptación a la democracia” y la “deriva electoralista” también aparece en las memorias actuales de exmilitantes de la organización. Al respecto, uno de nuestros entrevistado reflexiona sobre ello desde esta clave: “no podés separar lo de La Tablada y la actitud de la dirección del MAS con la desviación electoralista. Eso es lo que hace romper los principios. Si no se despega violentamente del accionar del MTP y lo de Tablada perdemos votos”. [24]

En síntesis, el conjunto de estas críticas tejió un hilo entre las expectativas depositadas en el desempeño electoral de IU con los posicionamientos políticos del partido en La Tablada. Se puede sumar que algunos de los documentos elaborados por la dirección del MAS al calor de los acontecimientos de enero de 1989 expresaron preocupaciones en ese sentido, lo que parecería indicar que la condena hacia el MTP se montó motivada por estos intereses. [25] No obstante, los resultados obtenidos por IU en los comicios de mayo de 1989, aunque limitados, permitieron conquistar algunos puestos legislativos, por lo que ni el contexto de hostilidad pública hacia las izquierdas ni la acción del MTP parecen haber entorpecido la actuación electoral de la alianza. Desde este punto de vista, ¿existen otros argumentos plausibles de tomarse en consideración para comprender los posicionamientos de esta corriente?

Una pregunta como esta requiere incorporar un número mayor de variables de análisis, sin embargo, opinamos que examinar las reacciones incitadas por La Tablada al interior del MAS puede ser un puntapié inicial para pensar una serie de problemáticas más amplias. En ese sentido, los debates que se intentaron reconstruir en este apartado exponen algunos de los dilemas existentes en las izquierdas argentinas durante el proceso de democratización puesto en marcha tras el fin de la dictadura militar. Y estos dilemas emergieron de forma álgida en las polémicas abiertas tras los hechos de enero de 1989. Como ha sido señalado por Lesgart (2003), la transición democrática fue pensada como una “unidad política de acción”. Unidad que, como bien señala Pontelli (2021), operó configurando las identidades políticas entre un “otro” autoritario y violento (tanto “fascistas” como “revolucionarios”) que actuaban por fuera de las reglas del juego, como a un “nosotros” democrático. De este modo, el consenso democrático construido a partir de 1983 delimitó un conjunto de prácticas políticas definidas como deseables de aquellas que no lo eran. Para algunos actores incorporarse a este consenso fue menos problemático que para otros. En organizaciones políticas como el MAS, aquello fue más complejo y estas dificultades pueden verificarse por medio de los debates surgidos al calor de La Tablada. No es casual que el contenido de muchas de las críticas aquí reconstruidas se reprodujera meses más tarde como parte de las deliberaciones que acompañaron a la crisis del morenismo en 1991/1992. Por ejemplo, la noción de que lo actuado por la organización ante estos hechos era una expresión de la “adaptación” de la dirección partidaria al régimen democrático. La “adaptación” a la democracia burguesa fue esgrimida como argumento entre sectores críticos de la militancia en aquel contexto de crisis partidaria.

Como dijimos, pese a que este trabajo hizo foco en el análisis del MAS, estas temáticas revelan problemáticas más complejas que difícilmente puedan reducirse a una organización en particular. Hechos como La Tablada se enlazaron en una cadena de acontecimientos que replantearían radicalmente el panorama político nacional e internacional, en un año que al decir de Traverso (2018) marcó un momentum que cerró una etapa e inauguro otra: la estrepitosa clausura del ciclo iniciado en 1983 con las postales de los saqueos y la pobreza estructural, los prolegómenos del menemismo y la ofensiva neoliberal, la caída del Muro de Berlín, la derrota del sandinismo en febrero de 1990 y un largo etcétera. Desde esta óptica, La Tablada constituye un posible binóculo para abordar interrogantes sustanciales que anidaron en las fuerzas de izquierdas en su tránsito por esta bisagra histórica: ¿es posible una construcción socialista bajo la democracia representativa y sin la promesa de la revolución en el horizonte inmediato?, ¿cómo participar en los juegos propuesto por este consenso sin renunciar a los principios políticos –y hasta éticos– de una estrategia revolucionaria?, ¿hay un lugar reservado en las prácticas políticas de las izquierdas para la violencia insurgente en los marcos de un régimen democrático?

A modo de balance

La Tablada, como sostiene Scocco, fue uno de los hechos más “incómodos” de la historia reciente argentina (Scocco, 2020). Es probable que esto haya sido doblemente válido para las izquierdas argentinas. El ataque al RIM 3 irrumpió en el devenir de estas organizaciones replanteando debates que habían estado relativamente ocluidos tras el proceso iniciado en 1983, por ejemplo el lugar de la violencia insurgente en un contexto de democracia liberal y representativa. En este trabajo recorrimos algunas de las problemáticas vinculadas con los posicionamientos políticos y el discurso público del MAS elaborados en este contexto. Las posturas de la corriente morenista estuvieron a tono con lo planteado por la mayoría de los partidos de izquierda. El MAS condenó la acción por considerarla un hecho “criminal” y “aventurero” ante una inexistente probabilidad de golpe de Estado. Para este agrupamiento del trotskismo argentino, la acción del MTP tenía un efecto pernicioso para las organizaciones populares y los movimientos sociales al sentar las bases de una derechización de la agenda política. En este punto, el argumento esgrimido por el MAS no carecía de solidez. Como ha mostrado el trabajo de Scocco, tras el copamiento de La Tablada se verificó un “cambio en la correlación de fuerzas en el vínculo gobiernos/militares que quedó demostrado en la posibilidad otorgada a las FFAA de volver a intervenir en la seguridad interior del Estado” (Scocco, 2020, p. 145).

Si bien las posiciones del MAS no desentonaron de lo planteado por el conjunto de las izquierdas y el progresismo argentino, es un dato cierto que sus posturas tuvieron particularidades. Ello fue especialmente visible en dos terrenos. El primero, en la solidaridad expresada hacia los familiares de los agentes de seguridad muertos durante el ataque del MTP. Esto se destacó como un suceso novedoso en una corriente de izquierda como el trotskismo y generó reacciones de las más variadas. Por el otro lado, destacamos en el análisis la negativa del MAS a establecer un principio de solidaridad con las y los militantes detenidos y asesinados durante el operativo represivo del Estado y la posterior judicialización de su acción. Como se remarcó en este escrito, fueron estos los puntos que más querellas acarrearon tanto puertas adentro del partido como con otras organizaciones.

No debe desestimarse que estas intervenciones se desenvolvieron en un marco de suma hostilidad para las fuerzas de izquierdas. Como mostró el trabajo de Solis, uno de los efectos más inmediatos producidos por La Tablada fue la configuración de un escenario de estigmatización de determinadas militancias, una descalificación a ciertas modalidades de compromiso tildadas como “subversivas” que buscó redefinir las fronteras entre las acciones políticas toleradas y las acciones políticas prohibidas (Solis, 2019). Desde este punto de vista, la necesidad de delimitarse políticamente de este evento se vislumbró como un requisito apremiante para el MAS. Ahora bien, ¿en qué grado el conjunto de estas posiciones era el reflejo de una subordinación al consenso democrático construido a partir de las ruinas de la crisis del régimen militar? Algunas hipótesis que dan cuenta de este interrogante se plasmaron en este trabajo, por ejemplo las expectativas generadas en la participación electoral del IU parecen haber desempeñado un rol en la construcción de dichas posturas. Pese a ello, somos conscientes de que una pregunta como esta requiere de la incorporación de un número mayor de variables de análisis. En nuestra mirada, tanto el acontecimiento como el contexto histórico en el que irrumpió el copamiento a La Tablada pueden constituirse como un punto de entrada privilegiado para profundizar en una temática como esta que ha sido escasamente abordada por la historiografía argentina. En ese sentido, este trabajo se propone como un puntapié inicial para ahondar en la indagación sobre los modos en que las izquierdas construyeron sus prácticas y sus estrategias en los marcos de la consolidación de la democracia argentina y el grado en que estas organizaciones fueron capaces de desafiar –y acatar– los límites de aquel consenso puesto en marcha a partir de 1983.

Referencias bibliográficas

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[1] A lo largo del artículo haremos referencia a esta organización como MAS y/o corriente morenista indistintamente. La nominación “corriente morenista” se deriva de quien fue el principal dirigente de esta tendencia del trotskismo argentino, Nahuel Moreno. El morenismo fue una tendencia del trotskismo argentino actuante desde la década de 1940. Tras la caída de la dictadura, y particularmente entre fines de los años ochenta y principios de los noventa, el MAS se constituyó en una de las expresiones más relevantes de la izquierda argentina. El partido contaba con una presencia nada desdeñable en fábricas, establecimientos laborales, sindicatos, comisiones internas, cuerpos de delegados, universidades y escuelas, además de poseer una mínima representación parlamentaria en el Congreso Nacional de Diputados, en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires y en el Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario.

[2] Sobre la marcha de las Madres, comunicado de prensa de Izquierda Unida, 25 de marzo de 1989.

[3] Izquierda Unidad y los hechos de Tablada, 24 de enero de 1989.

[4] Revista Gente, Año XXIII, Nº 1228, 2 de febrero de 1989, p. 67.

[5] El MAS repudia el asalto a La Tablada, volante del MAS, 25 de enero de 1989.

[6] El País,26 de enero de 1989, URL: https://elpais.com/diario/1989/01/27/internacional/601858805_850215.html. (Consultada 11/03/2022).

[7] Solidaridad Socialista, Año VII, Nº 266, 25 de enero de 1989.

[8] Solidaridad Socialista, Año VII, Nº 266, 25 de enero de 1989.

[9] Circular InternaNº 257, 25 de enero de 1989.

[10] Es interesante señalar que la noción de que estos grupos insurgentes podrían resultar atractivos para sectores sociales económicamente marginados y excluidos fue pensada también para grupos como el MAPU-Lautaro, una guerrilla chilena que tuvo actuación a mediados de los años ochenta y principios de los noventa. En su trabajo, Álvaro Soto Carmona afirma que el MAPU-Lautaro: “actuaba en zonas marginales de los alrededores de Santiago y en los liceos fiscales. Era atractivo para los jóvenes, los delincuentes comunes y el lumpen ” (cursivas mías). Ver: Soto Carmona (2009, p. 120).

[11] En declaraciones a Página/12, Luis Zamora expresó “la bárbara acción (…) costó la muerte a conscriptos, suboficiales y oficiales. Junto con el repudio, expresamos nuestras condolencias a los familiares de las víctimas y mutilados”, Página 12, 28 de enero de 1989.

[12] Solidaridad Socialista, Año VII, Nº 267, 31 de enero de 1989.

[13] Solidaridad Socialista, Año VII, Nº 267, 28 de febrero de 1989.

[14] Solidaridad Socialista, Año VII, Nº 275, 28 de marzo de 1989.

[15] Solidaridad Socialista, Año II, Nº 56, 08 de febrero de 1984. Las cursivas son mías.

[16] Carta de Eduardo Barcesat al MAS, Buenos Aires, 4 de abril de 1989.

[17] Comité Ejecutivo. Respuesta a Barcesat, 21 de abril de 1989.

[18] Qué Pasa, Nº 413.

[19] El Partido Obrero constituye otro de las organizaciones del trotskismo argentino. Nace como un pequeño grupo en 1964 con la denominación Política Obrera. Tras su proscripción por la dictadura en 1976, en su III Congreso de diciembre de 1982 adopta el nombre de Partido Obrero.

[20] Prensa Obrera,Año VII, Nº 257, 9 de febrero de 1989; Prensa Obrera, Año VII, Nº 263, 5 de abril de 1989.

[21] Comité Ejecutivo del 10/03/1989. Minuta del compañero Horacio del 21/01/1989, 10 de marzo de 1989.

[22] En el segundo semestre de 1990 al interior del MAS se delinearon líneas contrapuestas dentro de su dirección que condujeron al partido a un estado de crisis interna. Un análisis pormenorizado de las causas y consecuencias de dicha crisis se encuentra por fuera de los alcances de este artículo. Se trató, en suma, de un proceso complejo donde confluyeron dinámicas internas de la propia organización (la muerte de Nahuel Moreno en enero de 1987, diferencias sobre las perspectivas y estrategias que debían estructurar el accionar militante de la organización) como los drásticos cambios inducidos a nivel internacional tras la caída del Muro de Berlín y a nivel local con el ascenso del menemismo. Hacia el año 1992 el MAS sufrió una ruptura de importancia que dio origen al Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y se coronó un proceso de fraccionamiento y retroceso militante del cual no se recuperó.

[23] “Sobre la posición asumida por el partido ante el copamiento del cuartel de La Tablada”, Boletín de discusión pre-Congreso Nº 14 , 2 de enero de 1991. Las cursivas son mías.

[24] Entrevista a Miguel realizada por el autor vía Google Meet, 4 de mayo de 2022. En este lugar optamos por reservar la privacidad de nuestro entrevistado y nombrarlo bajo un seudónimo.

[25] Comité Ejecutivo. La política para Izquierda Unida, 24 de febrero de 1989;Comité Ejecutivo. Minuta sobre IU, 14 de marzo de 1989.