La conquista saudita de Al Hasa
[The Saudi Conquest of Al Hasa]
Roberto Lautaro Rodríguez Flores
(Universidad Nacional de Quilmes)
robertorodriguezfloresrf@gmail.com
Resumen
En mayo de 1913, Abdulaziz bin Abdelrahmán al Saud, el emir de Riad y un vasallo nominal del Imperio otomano, atacó y desalojó a la guarnición otomana de Al Hasa. El episodio, que acabó con la presencia efectiva de la Sublime Puerta en el este de la península Arábiga, ha recibido escasa atención historiográfica y ha sido subordinado a un más general avance del Imperio británico en la región. Aquí proponemos un abordaje alternativo, que pone en el centro del problema y de su explicación a las características de la presencia de Estambul en estos remotos dominios, y a un elemento constitutivo de esta última: sus relaciones con sus vasallos nominales sauditas.
Palabras clave:Imperio Otomano; Arabia; Imperio Británico; Gran Guerra
Abstract
In May 1913, Abdulaziz bin Abdelraman al Saud, the emir of Riyadh and a nominal vassal of the Ottoman Empire, attacked and expelled the Ottoman garrison of Al Hasa. The episode, which ended the effective presence of the Sublime Porte in the eastern Arabian Peninsula, has received little historiographical attention and has been subordinated to a more general advance of the British Empire in the region. Here we propose an alternative approach, which places at the center of the problem and its explanation of the characteristics of Istanbul's presence in these remote domains, and a constitutive element of the latter: her relations with her nominal vassals, the Saudis.
Keywords:Ottoman Empire; Arabia; British Empire; Great War
Evaluación: 28/09/2022
Aceptado: 27/05/2023
La conquista saudita de Al Hasa
La Segunda Era Constitucional abrió un tormentoso ciclo de crisis políticas para el Imperio otomano. A su violenta entrada en las Potencias Centrales, le habían precedido –en estrecha correlación– revoluciones, contrarrevoluciones, golpes y durísimas guerras. Para 1914, la Sublime Puerta había perdido todo control efectivo sobre sus antiguos territorios europeos y norafricanos, con excepción de una pequeña porción de Edirne, en Europa. Estambul fracasó en salvaguardar aquellos territorios en el campo de batalla, pero también en la arena diplomática, en la cual sus protestas contra las numerosas agresiones contra su soberanía encontraron escasas y muy poco entusiastas simpatías. Este progresivo repliegue de la autoridad otomana en vastas porciones de su otrora imperio ha sido objeto de diversos estudios. No obstante, algunos de sus episodios, quizás menos espectaculares, han pasado generalmente inadvertidos.
Esta omisión tiene raíces más profundas. En regiones como el Nejd y Al Hasa, la autoridad y la influencia política otomana han sido frecuentemente desconocidas. E incluso cuando las mismas se reconocen, su retroceso se presenta (más por omisión que explícitamente), como una mera consecuencia de la derrota de Estambul en la Gran Guerra. Asimismo, los antecedentes del repliegue se rastrean a las supuestas ambiciones de larga data de la que más tarde se convertiría en la potencia hegemónica del Medio Oriente: el Imperio británico. La desaparición de la presencia efectiva otomana de Al Hasa, objeto de nuestro estudio, ejemplifica bien estas tendencias. En principio, porque pocas veces ha sido analizada de manera especializada (Goldberg, 1982). Su tratamiento ha tendido a ser más bien en calidad de episodio del ascenso del poder saudita en la región (Goldberg, 1986; Troeller, 1976; Vassiliev, 2000). En adición, autores como Vassiliev (2000) han señalado erróneamente que los británicos intervinieron en el conflicto con el objetivo último de convertir a los sauditas en sus protegidos. Una notable excepción la constituye Anscombe (1997), quien presenta el triunfo saudita como parte de un más general retroceso de Estambul en las costas del golfo Pérsico. Con todo, al abordarlo en calidad de episodio de un proceso más general, el autor omite algunos detalles de importancia, como, paradójicamente, los que lo vinculan a otros casos de repliegue de la autoridad otomana en Arabia.
El problema está considerablemente vinculado a una débil crítica de las fuentes. Ha de tenerse en cuenta que gran parte de estas últimas se produjo dentro de un contexto de intensa competencia imperialista por el reparto del mundo. En ese contexto, las relaciones anglo-otomanas se tornaron fuertemente contradictorias. Londres apareció como protectora (frente a las ambiciones rusas) y como victimaria de los otomanos (tomando de ella su control de facto de Chipre y Egipto). Estambul apareció como víctima, pero también impulsó sus ambiciones imperiales (Minawi, 2016), especialmente contrarias con las británicas en la región del golfo Pérsico. Existe una clara impronta de tal panorama en las fuentes institucionales, dentro de las cuales la suspicacia se hace omnipresente. Por ejemplo, tanto las fuentes otomanas como las del consulado ruso en Basora reproducen sospechas sobre la supuesta intención británica de expandirse estimulando las ambiciones sauditas sobre Al Hasa. Empero, Anscombe (1997), que trabaja con fuentes otomanas, advirtió las distancias entre estas sospechas y la realidad. En cambio, Vassiliev (2000), que recurrió principalmente a los archivos del consulado ruso en Basora, reprodujo las sospechas rusas como hechos. Aquí, paradójicamente, haremos uso extensivo de fuentes británicas para probar que el rol de los británicos en los eventos que minaron la autoridad otomana en la península Arábiga pudo ser también secundario.
Este trabajo busca estudiar el corto y rápido proceso que terminó con la presencia efectiva de Estambul en Al Hasa con el fin de apuntalar una narrativa alternativa y menos superficial para la historia de la región. Para ello, atenderemos principalmente a tres dimensiones. Primero, a las características estructurales y coyunturales de la presencia otomana en el Nejd y, principalmente, en Al Hasa. Segundo, a un elemento constitutivo de la anterior: las relaciones entre la Sublime Puerta y su formalmente vasallo Emirato de Riad. Tercero, a la crisis y la reformulación tanto de estas relaciones como de la propia presencia de Estambul en esta periferia de su imperio. En ese sentido, sostenemos que fue una conjugación de factores estructurales y coyunturales, propios de la política otomana, la que propició este proceso. A priori, los otomanos mantuvieron una presencia crónicamente débil en su Sanjacado [1] del Nejd. Durante las sucesivas guerras con los Estados italiano y balcánicos, dicha debilidad se profundizó drásticamente. Aún peor, el sanjacado limitaba con los territorios de los sauditas, una dinastía en ascenso, con intereses particulares en el distrito, pero que formalmente se encontraba subordinada a Estambul. Sin embargo, los términos en los cuales la subordinación de los emires tenía lugar terminaban por plantear serias contradicciones a la consolidación de una presencia más directa del gobierno central. Como se verá, no consideramos que la intervención extranjera, y especialmente la británica, haya cumplido un rol primordial en relación con este proceso, lo cual no necesariamente implica que no haya nada que decir en relación con la misma.
Pese a su nombre, el Sanjacado del Nejd no comprendía la totalidad de la región homónima, sino tan solo a una porción costera de la misma conocida como Al Hasa, que comprendía a los oasis de Al Hasa (del cual recibía el nombre) y Qatif. Este distrito se distinguía en lo político, justamente, por ser la única parte del este de la península arábiga en la cual la presencia otomana era efectiva. Los territorios circundantes solo se encontraban nominalmente bajo la soberanía de la Sublime Puerta, ya fuera formando parte de entidades como el Jecato de Kuwait o el mencionado Emirato de Riad, o “tierras de nadie” como el desierto de Jafurah. Su consecuente carácter de enclave, ponía serios límites y obstáculos a la presencia de Estambul. [2] Al Hasa cayó en manos otomanas en 1871, cuando los conflictos internos socavaron la autoridad de sus hasta entonces gobernantes sauditas, y como parte de un plan más general concebido para frenar los supuestos designios expansionistas británicos sobre el golfo Pérsico (Anscombe, 1997, pp. 171-172).
Pero su separación con respecto al resto del Nejd no describía tan solo un caprichoso destino político y militar. Su carácter costero y, consecuentemente, comercial, había sido reforzado por los puertos que alojaba, que la conectaban con la India. La población gozaba de un modo de vida distintivamente más lujoso y cosmopolita, reflejado desde en su vestimenta hasta en sus bienes muebles e inmuebles. [3] La religión también marcaba otra diferencia: dos tercios de los habitantes de Al Hasa eran chiíes, configurando uno de los principales centros chiitas de la península. [4]
No obstante, su característica opulencia era opacada por la crónica inseguridad de sus rutas, por la cual las belicosas tribus beduinas locales, como los ajman y los murra, eran altamente responsables. A lo largo y ancho del sanjacado, estas últimas se movilizaban asaltando las caravanas comerciales. [5] Esta inseguridad estaba parcialmente relacionada con la debilidad de la guarnición otomana; un correlato de la escasa presencia de Estambul en Al Hasa. Con todo, la actitud de las autoridades otomanas frente al problema tribal mostraba algo más que incapacidad. Incluso uno de los vasallos más leales de la Sublime Puerta, el emir de Jabal Shammar, reprochaba en 1895 no solo las depredaciones de las tribus, sino también la protección brindada a estas por el mutasarife [6] del sanjacado. La corrupción, naturalmente, tendía puentes de connivencia entre las autoridades que la practicaban y las rapaces tribus beduinas, pero no beneficiaba a la población ni permitía cultivar su apoyo. [7] Tampoco el emir de Riad parece haber logrado imponer su autoridad sobre estas tribus. Barclay Raunkiaer, un explorador danés que en 1912 [8] recorrió la ruta entre Riad y Hofuf bajo sus auspicios y protección, fue tratado con una notable hostilidad por los beduinos y amenazado en más de una ocasión. [9]
En suma, Al Hasa distinguía, dentro del Nejd, por su carácter costero y portuario, como, consecuentemente, por su potencial riqueza. Dentro de los dominios de Estambul, por una particularmente escasa y débil presencia de su soberana, de la que se derivaba una situación de inseguridad crónica. Al calor de la Guerra de los Balcanes y la Guerra de Libia, el problema no hizo sino empeorar, dadas las progresivas reducciones de la guarnición otomana en el sanjacado. Antes de las mismas, el espía y diplomático alemán Wilhelm Wassmuss sostenía, Al Hasa y Qatif sumaban la presencia de aproximadamente ocho mil soldados. Luego, este número habría llegado a tan solo unos setecientos. [10] A la vez, la inseguridad y, sobre todo, la connivencia de las corruptas autoridades locales con esta, creaba un descontento factible de ser capitalizado.
Abdulaziz bin Abdulrahman al Saud, el emir de Riad, demostró entender la situación claramente durante un encuentro con el capitán y agente político británico en Kuwait, William Shakespear, en marzo de 1913. Según Shakespear, su interlocutor se había mostrado ansioso por conocer el desempeño militar de Estambul en las hostilidades en curso. Luego de informarse al respecto por medio del agente, el saudita confesó sus constantes pero corteses negativas a los llamados a las armas del sultán, amparadas en las más diversas excusas (una actitud que, afirmaba, le habían copiado otros príncipes árabes). Abdulaziz no se detuvo allí, afirmando que la desgracia de los otomanos le ofrecía la mejor oportunidad para deshacerse de la presencia de estos en Al Hasa, opinión compartida por sus hermanos y otros notables que lo acompañaban. [11]
Distintos motivos particularizaban las ambiciones de Riad sobre el sanjacado. Al Hasa había estado en manos sauditas no en uno sino en tres períodos distintos antes de 1871 (1795-1818, 1824-1838 y 1840-1871). [12] De acuerdo con Abdulaziz, los otomanos incluso habían reconocido los derechos sauditas sobre ese territorio en un documento escrito. Aunque no disponemos de copias de dicho tratado, su existencia es altamente probable, en tanto la invasión otomana de Al Hasa se presentó como una operación de apoyo a una de las facciones sauditas que se disputaban el poder en Riad. [13] Este hecho bien podía legitimar las ambiciones de Abdulaziz, pero no protegerlo de una eventual represalia de Estambul cuando esta se recuperara de su crisis.
En efecto, existían otros potenciales blancos para capitalizar la debilidad otomana sin arriesgar un devastador castigo. La situación económica de Riad podría contribuir a explicar su particular apuesta. Esta era por entonces, en palabras del agente y escritor británico John Philby (1955 , pp. 265-266), “gloomy in the extreme”. La totalidad del territorio bajo control saudita se encontraba “entirely devoid of natural resources of any kind”, mientras que la producción local apenas llegaba a cubrir las necesidades de la población. Así, las ambiciones de Abdulaziz sobre este vecino y particularmente rico distrito parecen bastante ajustadas a sus necesidades. Como bien destaca el propio Philby, otros objetivos aparentemente menos riesgosos no parecían demasiado prometedores frente a este panorama: “the addition of Jabal Shammar to his realm at that time would merely have extended the area of his economic difficulties”. En un estudio muy posterior, Steinberg (2001, pp. 238-239) confirma las desesperantes motivaciones económicas tras las ambiciones sauditas, y asegura que la explotación económica de Al Hasa sostuvo las empresas de conquistas posteriores de Riad.
Además, los sauditas tenían cierta esperanza de, paradójicamente, volverse menos vulnerables a un ataque otomano mediante la adquisición de Al Hasa. Cuando se entrevistó con Shakespear, Abdulaziz inquirió la posibilidad de que Londres le confiriera el mismo estatus que ostentaba el jeque de Kuwait, Mubarak bin Sabah al Sabah: el protegido británico. [14] Que su solicitud fuera tan específica no tenía nada de casual. Por un lado, dada la relación paternalista que el kuwaití mantenía con el emir. Mubarak había asilado a Abdulaziz y a la familia de este en su jecato, luego de que los rashidíes se hicieran con el control casi total del Nejd. Con el tiempo, el jeque se convirtió en un aliado recurrente de los sauditas, y casi en un representante de estos ante Londres. Por otro lado, el control de una porción de las costas del golfo Pérsico (cuyas aguas bañaban justamente el litoral de Al Hasa, como el de Kuwait), era una típica credencial de los protegidos británicos en la región.
Como se trataba de un área sensible para sus intereses, el Gobierno de la India entabló una serie de tratados con los principados árabes que controlaban alguna porción de las costas del golfo Pérsico, como el Jecato de Kuwait. Mientras que los británicos ganaron distintos grados de control sobre la política interna y externa de los principados, los príncipes más astutos lograron aprovechar el respaldo británico para consolidar su autoridad frente a amenazas internas o externas. Mubarak representaba uno de los polos de este sistema; Shakespear, el otro, pero se encontraba subordinado a la Residencia de Bushire (dependiente del Gobierno de la India).
Abdulaziz no logró obtener de su interlocutor británico ninguna concesión al respecto por varios motivos. En principio, el emir no era todavía soberano de ninguna porción de las costas del golfo Pérsico para el momento de su encuentro con Shakespear. A su vez, la política tradicional británica, apuntalada por la Secretaría de Estado para los Asuntos Externos, consistía en abstenerse de toda intervención en los turbulentos asuntos del interior de Arabia, al cual la autoridad de Riad todavía se limitaba. De hecho, esta política se evocó en varias ocasiones anteriores para rechazar propuestas del Gobierno de la India y su Residencia en Bushire para establecer relaciones formales con los sauditas. [15] En adición, Londres consideraba todavía a Estambul como “a friendly power”, y ambas, como el agente explicó a Abdulaziz, se encontraban negociando dos importantes acuerdos. [16] Uno de estos estipularía cómo se concretaría el proyecto del ferrocarril de Bagdad. [17] Otro definiría el estatus internacional de Kuwait, Catar y Bahréin, donde ambos imperios tenían reclamos contradictorios. [18] Aún más, los acuerdos preliminares reconocían la posición británica en los jecatos de Bahréin y Catar, pero también y, explícitamente, la otomana en los territorios del Nejd y Al Hasa. [19] Por lo tanto, si ya de por sí la política tradicional de Londres desfavorecía la aceptación de la solicitud del emir, la coyuntura propiciaba escasamente un cambio en la misma.
Empero, Abdulaziz siguió adelante con sus planes. Desde febrero, sus fuerzas hostigaban a la belicosa tribu Murra, cuya dirahera próxima a Al Hasa (Philby, 1955, p. 266). En la mañana del 4 de mayo, el emir apareció a cinco horas de Hofuf, la capital del sanjacado, con un ejército compuesto mayoritariamente por aldeanos, junto con algunos pocos beduinos (Philby, 1930, p. 229). Ya que Al Hasa era un distrito hastiado de los asaltos de los beduinos, la composición de la fuerza saudita podría haber sido calculada. Allí Abdulaziz reunió a sus jeques y acordó el ataque. Cuando los centinelas advirtieron la invasión fue demasiado tarde: las murallas habían sido escaladas y los invasores se apresuraban a abrir las compuertas. La batalla se saldó con un total de cuatro muertos para los atacantes y ocho para los defensores. Mientras la guarnición se replegaba al fuerte central, la población habría salido a dar la bienvenida a los invasores. [20] A su forma, el mutasarife confirmó el apoyo local con el que contaban los sauditas en sus reportes, que asociaban la derrota con “the treachery of the inhabitants”. [21] Las negociaciones fueron iniciadas por el propio emir, que envió a sus emisarios a ofrecer al mutasarife y a sus fuerzas un salvoconducto a la costa, transporte y la posibilidad de conservar sus armas. Al mediodía del 5 de mayo, la oferta de rendición fue aceptada y Riad se hizo con el distrito, cuarenta mil dólares de su tesoro, doce cañones de diferentes calibres, dos ametralladoras y una gran cantidad de rifles y munición de reserva. [22] Según el relato que Philby (1955, p. 267) hizo sobre los mismos hechos –que señala que las fuerzas otomanas se habían atrincherado no en el fuerte (que habría caído rápidamente en manos sauditas), sino en una mezquita–, la rendición había sido facilitada por el emplazamiento de explosivos bajo la torre en la cual se encontraban los defensores y su comandante.
Pronto Abdulaziz envió a Qatif a un grupo de mensajeros, acompañados por notables chiíes y encabezados por el principal muytahid [23] del distrito, con una orden de rendición escrita por el mutasarife para el kaimakam. [24] Para el 15 de mayo, Qatif y Uqair (que alojaba el puerto más importante del distrito) habían caído en manos de los sauditas con escasa o nula resistencia. [25] Mientras que la orden del mutasarife a su subordinado debió haber sido clave para la rendición de Qatif, Steinberg (2001, p. 244) sugiere que la presencia del muytahid fue igualmente importante para evitar una eventual resistencia de los notables chiíes del distrito.
En todo momento, el emir se mostró notablemente cortés con sus derrotados rivales: algunos reportes señalan que a estos no solo se les habría permitido conservar sus armas con munición, sino que también se les había pagado por sus expensas de viaje hacia Basora. [26] El 18 de mayo, la fuerza otomana evacuada, de entre quinientos y seiscientos hombres, llegó a Bahréin, desde donde se suponía partirían hacia Basora pero, una vez allí, su comandante, decidió hacer un cambio de planes. [27] El 26 de mayo, después de recibir refuerzos armamentísticos y humanos, estos partieron nuevamente en dirección a Uqair. [28] La nueva confrontación se saldó con una derrota más humillante que la anterior para Estambul. Si bien, a poco de desembarcar en Uqair, los otomanos lograron capturar una pequeña torre, cuando el oficial al mando volvió con la mitad de su fuerza a los botes para buscar cañones, sus subordinados se negaron a continuar peleando y lo obligaron a retornar, abandonando al resto de sus camaradas a su suerte. La rendición se hizo nuevamente inevitable con la llegada de las fuerzas de Riad, cuyo líder volvió a perdonar a los derrotados y a enviarlos a Bahréin, esta vez desarmados. [29]
Ambas batallas quedaron marcadas tanto por el carácter aplastante de las derrotas otomanas como por la repetida benevolencia saudita para con los vencidos. Al poco tiempo de capturar Hofuf, Abdulaziz dejó claro en qué terreno esperaba hacer valer sus gestos. Mediante los auspicios del sayyid Talib bin Rajab al Naqib, el emir se puso en contacto con las autoridades de Basora. [30] Ante estas, se presentó como un leal servidor del sultán, pero acusó a los gobernantes locales de Al Hasa de oprimir a la población a su cargo y de no haber desarrollado el distrito ni garantizado su seguridad. [31] Asimismo, la invasión se presentaba fundamentalmente como una respuesta a los pedidos de auxilio de los afligidos habitantes del sanjacado. [32] Por supuesto, las quejas contra los pequeños tiranos de Al Hasa no impidieron al emir destacar la benevolencia con la cual los trató a ellos y a sus subordinados al darles su temprano pase a retiro. [33] De esta forma, Riad intentaba legitimar sus acciones mientras minimizaba el desafío que estas planteaban a los otomanos y al statu quo. Por último, Abdulaziz hacía una propuesta muy simple para zanjar la disputa: que el gobierno lo reconociera como valí [34] de Al Hasa. [35] Las verdaderas negociaciones habían comenzado.
En suma, el saudita se postulaba como un mejor garante de los intereses de la Sublime Puerta que las desalojadas autoridades nombradas por esta para Al Hasa. Aunque parezca contradictoria, esta forma de hacer política era bastante común. De hecho, mientras este conflicto se desarrollaba en el Nejd, en el Hiyaz, el emir de Meca Hussein bin Ali al Hashim entablaba uno propio contra el valí designado por el gobierno central, Mehmet Vehip. Hussein recurrió a una oleada de terrorismo tribal para minar la autoridad de Vehip, para luego aparecer como la única figura capaz de contener a los belicosos beduinos. [36] Este tipo de acciones no necesariamente expresaban una vocación independentista, ni un rechazo de conjunto contra la autoridad otomana, sino contra determinadas formas –más directas– que esta última podía adoptar. Después de todo, el poder que estos príncipes podían ejercer en calidad de intermediarios de Estambul era inversamente proporcional a la presencia que esta tuviera en la región. Los vínculos entre sauditas y británicos, que parecieran ser el elemento más disruptivo a esta dinámica, terminaron por encauzarse claramente en la misma.
Al poco tiempo de consolidar su poder en Al Hasa, el emir exigió al jeque de Catar, bajo amenaza de invasión, que expulsara a la guarnición otomana presente en el territorio catarí. La amenaza no afectó precisamente a los otomanos, que acababan de reconocer la independencia del Jecato de Catar. Esta impactó especialmente a los británicos, con cuyos esfuerzos se correspondía la emergente independencia catarí, en sintonía con sus intenciones de consolidar su ya extendida influencia en el jecato. [37] Además, el Gobierno de la India señaló que Abdulaziz podía también aprovechar la rebelión que sacudía al Sultanato de Mascate y Omán, o avanzar contra los Estados de la Tregua, algunos de cuyos jeques albergaban a disidentes sauditas. [38] En efecto, los Jecatos de Abu Dhabi y Dubai ciertamente se prepararon para una invasión saudita, mientras que el de Jecato de Ajman parecía dispuesto a intrigar con Riad contra sus pares. [39] La irrupción del emir en esta sensible área para los intereses británicos –el golfo Pérsico–, se había hecho notar como tal, con sus implicaciones prácticas. Incluso Edward Grey, el secretario británico para los Asuntos Externos, aceptó la necesidad de cambiar el enfoque en relación con la cuestión. [40] La primera medida consecuente fue notificar a los otomanos, por medio del diplomático Ibrahim Hakki, que Londres no podía continuar ignorando a quien era un gobernante de facto de una porción del golfo Pérsico, sino que debía buscar un modus vivendi. La segunda fue aprobar una entrevista y “a friendly interchange of views” con el emir. [41]
Entre el 15 y el 17 de noviembre, Shakespear y Arthur Trevor, el agente político británico en Bahréin, mantuvieron una larga reunión con el emir. En esta ocasión, la principal solicitud de este último a los británicos fue que se integraran a sus negociaciones con Estambul como mediadores para permitirle preservar su independencia. Además, solicitó a Londres, guardiana de la tregua marítima del golfo Pérsico, garantías contra un posible ataque naval otomano. Para convencer a los británicos de la conveniencia de apoyarlo, Abdulaziz empleó dos argumentos. Por un lado, señaló su compromiso a actuar en sintonía con los intereses de los británicos en la región. Por otro, reveló que algunos de los términos propuestos por los otomanos en las negociaciones buscaban imponer en las negociaciones eran tendientes a recortar la presencia de Londres en la región. Entre estos se encontraban la delegación de las comunicaciones de Abdulaziz con potencias extranjeras a la Sublime Puerta, la exclusión de comerciantes extranjeros de sus territorios, y la prohibición de hacer concesiones a economías extranjeras en materia ferroviaria y automotriz. Abdulaziz también mencionó que los otomanos solicitaron reinstalar su guarnición en Al Hasa, el nombramiento de funcionarios judiciales, y el pago de un impuesto anual de tres mil liras; pero el emir dijo pensar que Estambul estaría lista para abandonar estas condiciones en favor de un acuerdo. Como se verá, tales expectativas no guardaban mucha semejanza con la realidad, ni podían ser demasiado sinceras. Hacia el final de la reunión Abdulaziz ofreció a sus interlocutores un plazo de tres meses para recibir novedades. [42]
Las supuestas condiciones que los otomanos buscaban imponer a los sauditas ciertamente despertaron quejas entre los británicos. Alwyn Parker, de la Secretaría de Estado para los Asuntos Externos, Arthur Hirtzel, de la Secretaría de Estado para la India, y Percy Cox, de la Residencia de Bushire, plantearon sus inquietudes al respecto en sucesivas entrevistas con Hakki. Asimismo, los primeros comunicaron al diplomático otomano que su gobierno esperaba que el emir: a) no interfiriera en la política de los protegidos de Londres; b) que, como estos últimos, cooperara en el mantenimiento de la paz marítima (suprimiendo la piratería, las hostilidades navales entre las tribus y el tráfico de armas); c) que admitiera la presencia de comerciantes británicos y los tratara adecuadamente. Además, solicitaron que Estambul se abstuviera de realizar acciones navales hostiles contra Al Hasa sin antes dar la oportunidad a Londres de mediar, apuntando que un ataque naval era prácticamente imposible sin violar la neutralidad de Bahréin. [43] Sin embargo, Hakki habría concurrido a las reuniones solo extraoficialmente, y afirmó desconocer los términos en los que se desarrollaban las negociaciones con Riad. [44] De este modo, el otomano pudo conocer las posturas británicas en relación al asunto sin comprometerse a dar una respuesta oficial.
Por su parte, el emir sintió que el apoyo británico le permitía volverse más intransigente y dilatorio con los otomanos. La propuesta de Estambul había llegado a reconocer a los sauditas como gobernantes parcialmente autónomos de Al Hasa, a cambio de que en esta última: se desplegara nuevamente la guarnición otomana, se restituyeran a esta todos los fuertes, cañones y armas capturados; y de que Abdulaziz no tuviera conexión alguna con extranjeros. La misma también parece haber incluido un permiso oral, no escrito, para que este último se hiciera con el control de Catar y los Estados de la Tregua. [45] La reticencia de Riad se enfocaba fundamentalmente en la restitución de la guarnición de Al Hasa. [46] Dicha condición amenazaba tanto la autonomía del emir, como su imprescindibilidad como intermediario, siempre inversamente proporcional a la presencia del gobierno central. El 25 de marzo de 1914, los emisarios otomanos abandonaron Kuwait luego de ni siquiera lograr entablar contacto con Abdulaziz. Mubarak, con cuya mediación contaba la Sublime Puerta, se había negado a involucrarse. [47] El 1 de mayo, las partes finalmente se encontraron en Subaihiyah, territorio kuwaití, pero los resultados no fueron más satisfactorios; sobre todo cuando se abordó la cuestión de las guarniciones. Umar Fauzi, el emisario otomano y jefe del Estado Mayor en Bagdad, advirtió al emir que, si no aceptaba dicha condición, se le obligaría a hacerlo. Las negociaciones terminaron abruptamente cuando Abdulaziz desenvainó su espada para expulsar a su imprudente invitado.[48]
La reacción de los otomanos relacionó claramente la intransigencia saudita con la creciente intervención de Londres en la terna. El 7 de marzo, ya Hakki había comunicado a Parker, de la Secretaría de Estado para los Asuntos Externos, que noticias sobre encuentros entre Abdulaziz, un súbdito del sultán y agentes británicos habían creado “a very painful impression at Constantinople”. Asimismo, el diplomático advirtió que la Sublime Puerta daba un gran valor al reconocimiento británico de la soberanía otomana en el Sanjacado del Nejd, que era parte del mismo acuerdo en el cual los otomanos habían renunciado a sus reclamos en Kuwait, Catar y Bahréin. [49] Louis Mallet, el embajador británico en Estambul, también recibió quejas de los encuentros de los agentes de su gobierno con el emir. [50] Entretanto, los funcionarios otomanos insistían en la previsibilidad de una salida pacífica al conflicto, descartando las ofertas de mediación de Londres como innecesarias. [51] Las presiones surtieron el efecto esperado. Grey no tardó en reapuntalar la política tradicional de su secretaría, admitiendo que, incluso si un eventual acuerdo entre los otomanos y sus súbditos sauditas resultaba perjudicial para Londres, la solución recaería en negociaciones directas con Estambul. [52]
En paralelo, los otomanos reforzaron sus presiones contra la aparentemente aislada Riad. Estambul envió un lote de tres mil rifles al Emirato de Jabal Shammar, el histórico antagonista de los sauditas en el Nejd, en abril de 1914, para solicitar su posible apoyo militar en el conflicto por Al Hasa. Si bien algunas fuentes señalan que la respuesta de los rashidíes fue dilatoria, otras señalan que estos manifestaron su disposición a colaborar, requiriendo tan solo el apoyo de doscientos otomanos. [53]
Abdulaziz comprendió que su apuesta se tornaba peligrosa y sus respaldos escasos. El 26 de febrero, ya el emir había advertido a Cox que el plazo para recibir novedades de su gobierno se agotaba, y que, si la situación no cambiaba pronto, se vería obligado a velar por sus propios intereses. [54] El 27 de abril, ante la falta de novedades, el saudita mantuvo una improvisada reunión con el teniente coronel y agente político británico en Kuwait, William Grey. Durante la breve reunión, el agente explicó que la oferta de mediación de Londres había sido rechazada, y que esta última no profundizaría su intervención en la terna. De acuerdo con Grey, Abdulaziz se veía claramente decepcionado. [55] El 29 de mayo de 1914, Riad aceptó la oferta otomana. El consecuente tratado estipuló, entre otras cosas, que el Sanjacado del Nejd pasaría a ser el Valiato [56] del Nejd, cuyo valí sería Abdulaziz (Art. 1 y 2); se desplegaría en puertos como Qatif y Ojair una cantidad de soldados y gendarmes “as deemed fit by the aforementioned [Abdulaziz]” (Art. 4); y que el saudita no tendría permitido “to interfere with or correspond about foreign affairs and international treaties, or to grant concessions to foreigners” (Art. 9). Riad había logrado el reconocimiento de su autoridad sobre Al Hasa, cuya importancia administrativa había sido elevada notablemente (de sanjacado a valiato). Incluso la cuestión de las guarniciones parece haberse resuelto sin llegar a amenazar la autonomía y el poder del saudita, en tanto quedaba en manos de este último la fijación de la extensión de las primeras. Según las afirmaciones del jeque Mujbil al Thakair, un prominente comerciante del Nejd y tío de una de las muchas esposas de Abdulaziz, este último habría logrado que tan solo cinco soldados se desplegaran en cada guarnición. [57] El acuerdo sería poco después confirmado por un firmándel sultán. [58] Al poco tiempo, Mujbil habría recibido una carta en la cual el emir se mostraba “very pleased with [the] result”. [59] De hecho, el saudita parece haber pagado a Talib, quien había mediado en las negociaciones con los otomanos, unas sesenta mil rupias por su rol. [60]
Por lo general, los autores que los abordaron con fuentes británicas, han leído en los mencionados intercambios sauditas con Londres un objetivo último de Riad de sacudirse el yugo otomano y de convertirse en protegida británica (Goldberg, 1982; 1986). Esa es una lectura posible pero muy parcial de las fuentes, que ignora dos elementos de importancia. Primero, los cambios en las solicitudes del emir a los británicos: el pedido de protección fue acompañado y luego desplazado por los de garantías contra un ataque naval otomano y mediación (mucho menos disruptivos para con los vínculos entre Riad y Estambul). Segundo, por la postura de Abdulaziz en las negociaciones con la Sublime Puerta. Por un lado, el grado de atención de Londres a las apelaciones de Riad determinó proporcionalmente la intransigencia de esta última frente a Estambul. Por otro, el emir se mostró esencialmente reticente a la presencia de guarniciones otomanas en Al Hasa; solo frente a los británicos manifestó su disconformidad con las prohibiciones contra sus contactos con extranjeros. Así fue que, tan pronto como Estambul hizo concesiones importantes en esa materia (permitiéndole al emir regular el tamaño de la guarnición), las negociaciones concluyeron en un acuerdo.
El conflicto no fue ajeno a las formas de hacer política en estos remotos dominios otomanos, lo cual hace entendibles tanto las profesiones de lealtad hacia Estambul de Abdulaziz como la predisposición otomana a negociar. Después de todo, uno de los grandes logros de Riad fue fortalecer la principal condición de reproducción de su autoridad como intermediaria del gobierno central: una laxa presencia de este último. Por supuesto, había elementos que particularizaban las ambiciones del emir: Al Hasa era parte de sus dominios ancestrales, y la desesperante situación económica del emirato propiciaba sus ambiciones sobre un distintivamente opulento distrito. De hecho, el emirato ganó más que poder, prestigio y territorio: sus ingresos anuales promedio ascenderían progresivamente desde cincuenta mil a cien mil libras (Philby, 1955, p. 333). Al mismo tiempo, la laxa presencia militar de Estambul en Al Hasa fue una de las condiciones estructurales que posibilitó la empresa expansionista de Riad, y se vio profundizada por factores coyunturales como las guerras de Estambul en los Balcanes y en Libia.
Es evidente que el panorama mundial, marcado por una intensa competencia imperialista, influyó en la política interna otomana, pero no se impuso sobre sus lógicas ni las subordinó. Encontramos aquí una oportunidad para ampliar los parámetros de agencia típicos de los abordajes del escenario global aludido, y desafiar la visión que encuentra en Europa a los únicos posibles agentes de cambio. De hecho, la reticencia con la que Londres se involucró en estos acontecimientos es una muestra de los límites y las contradicciones del imperialismo europeo. Las tensiones inherentes a la época, y a las relaciones entre Londres y Estambul, crearon oportunidades que actores como los sauditas supieron aprovechar. Terrence Keyes, el agente político británico en Bahréin, expresó en un reporte su certeza de que el emir se enorgullecía de haber hecho creer a los otomanos que estaba asociado con los británicos, logrando obtener “better terms than he would otherwise have obtained”. [61] La conciliación saudí-otomana ciertamente tomó por sorpresa a Londres. Mubarak, su protegido, se mostró perturbado por el hecho de que Abdulaziz hubiera concluido un arreglo con los otomanos sin haberlo consultado. [62] En realidad, el emir había ido más allá, solicitando expresamente a Talib que el acuerdo se ocultara al kuwaití. [63] Aunque ciertas rispideces en sus relaciones con Mubarak contribuían a explicar la decisión de Abdulaziz, no se puede descartar que esta última no hubiese estado dirigida también, indirectamente, a los británicos, quienes naturalmente recurrieron al kuwaití en busca de información al respecto. [64]
Pronto, el ingreso otomano a la Gran Guerra sacudiría el panorama, y plantearía nuevas oportunidades y serios desafíos a todas las partes involucradas. Por su parte, los británicos se verían definitivamente obligados a cambiar su política en la región. Por la suya, los sauditas, como otros de sus pares árabes, encontrarían crecientes dificultades para llevar a cabo su hasta entonces tan ventajoso juego a dos puntas.
Referencias bibliograficas
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Gooch, G. y Temperley, H. (Eds.) (1930). British documents on the origins of the war, 1898-1914 (Vol. VI). London: His Majesty’s Stationery Office.
Gooch, G. y Temperley, H. (Eds.) (1938). British documents on the origins of the war, 1898-1914 (Vol. X, 2 nd part). London: His Majesty’s Stationery Office.
Kayalı, H. (1997). Arabs and Young Turks: Ottomanism, Arabism and Islamism in the Ottoman Empire 1908-1918 . Berkeley: University of California Press.
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Fuentes primarias
India Office Records (IOR)
Series Political and Secret Departments (L/PS):
10/384
10/385
10/386
10/387
10/624
18/B200
18/B211
20/C91/1
20/E84/1
Records of the Military Department (L/MIL):
17/16/2/1
[1] División administrativa de orden subprovincial.
[2] Admiralty, 1917 en: IOR/L/PS/20/E84/1 ff. 150-157.
[3] Admiralty, 1917 en: IOR/L/PS/20/E84/1 ff. 150-157.
[4] Lorimer, 1917 en: IOR/L/MIL/17/16/2/1 f. 405.
[5] Admiralty, 1917 en: IOR/L/PS/20/E84/1 f. 151.
[6] Gobernante de un sanjacado.
[7] Lorimer, 1915 en: IOR/L/PS/20/C91/1 f. 559; 566.
[8] Durante aquel año empezaba a tener lugar una de las más drásticas reducciones de la guarnición local, como consecuencia de la Guerra de Libia (Wasmuss, 18 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/624 ff. 131-132).
[9] Admiralty, 1917 en: IOR/L/PS/20/E84/1 f. 151.
[10] Wassmuss, 18 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/624 ff. 131-132.
[11] Shakespear, 15 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 ff. 108-110.
[12] Lorimer, 1915 en: IOR/L/PS/20/C91/1 ff. 540-591.
[13] Shakespear, 15 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 ff. 108-110; Blunt, 1881, pp. 266-267. En 1871, el pachá Midhat envió una expedición a Al Hasa bajo el pretexto de apoyar al legítimo emir del Nejd, Abdullah bin Turki al Saud, que por entonces libraba una guerra sin cuartel contra sus hermanos Saud y Abdulrahman (este último es el padre de Abdulaziz).
[14] Shakespear, 15 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 ff. 109.
[15] Parkes, 3 de julio de 1913 en: IOR/L/PS/18/B200 ff. 7-8.
[16] Shakespear, 15 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 ff. 108-110.
[17] Grey, 26 de mayo de 1911 en: Gooch y Temperley (1930, pp. 786-787). Ya que los principales beneficiarios de las concesiones del mismo eran los alemanes, los británicos percibían que era necesario evitar que se erigiera una amenaza a sus intereses comerciales y defensivos en el golfo Pérsico.
[18] Tevfik, 15 de abril de 1912 en: Gooch y Temperley (1938 , pp. 59-65).
[19] Grey, 8 de mayo de 1913 en: Gooch y Temperley (1938, pp. 100-114).
[20] Shakespear, 20 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 110.
[21] Lowther, 17 de junio de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 79.
[22] Shakespear, 20 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 110.
[23] Interpretes reconocidos de la ley islámica, especialmente relevantes en las comunidades chiíes.
[24] Shakespear, 20 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 110. El kaimakam es el gobernante de un kaza.
[25] Lowther, 17 de junio de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 79.
[26] Lowther, 25 de junio de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 70.
[27] Cox, 22 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 146.
[28] Cox, 30 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 141.
[29] Cox, 5 de junio de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 135.
[30] Lowther, 17 de junio de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 80.
[31] Lowther, 25 de junio de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 70.
[32] Cox, 30 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 141.
[33] Lowther, 17 de junio de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 80.
[34] Gobernante de un valiato.
[35] Cox, 30 de mayo de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 141.
[36] Symes, 19 de julio de 1915 en: IOR/L/PS/18/B211 f. 73; Kitchener, 21 de marzo de 1914 en: Gooch & Temperley, 1938, p. 830; Özyüksel, 2014, pp. 170-171; Kayalı, 1997,p. 133.
[37] Hardinge, 11 de septiembre de 1913 en: IOR/L/PS/10/386 f. 116.
[38] Hardinge, 10 de agosto de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 56.
[39] Hardinge, 2 de agosto de 1913; Cox, 9 de noviembre de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 67; 10.
[40] Mallet, 16 de agosto de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 51.
[41] Hardinge, 10 de agosto de 1913; Mallet, 16 de agosto de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 56; 51.
[42] Lorimer, 4 de enero de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 ff. 262-265.
[43] Ya que las costas de Arabia al norte de Bahréin abundan en arrecifes y bancos de arena, era notablemente dificultoso realizar un desembarco naval en Al Hasa.
[44] Langley, 7 de marzo de 1914; Hirtzel, 7 de marzo de 1914; Cox, 9 de marzo de 1914; Hirtzel, 15 de marzo de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 251; 244; 243; 237.
[45] Grey, 6 de mayo de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 80.
[46] Mallet, 31 de marzo de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 166.
[47] Hardinge, 11 de abril de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 194.
[48] Grey, 6 de mayo de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 80.
[49] Langley, 7 de marzo de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 251.
[50] Mallet, 9 de marzo de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 142.
[51] Mallet, 2 de octubre de 1913 en: IOR/L/PS/10/384 f. 29; Crowe, 3 de abril de 1914; Mallet, 25 de abril de 1914; Mallet, 4 de mayo de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 212; 158; 149.
[52] Crowe, 1 de abril de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 ff. 213-216.
[53] Knox, 8 de abril de 1914; Mallet, 17 de junio de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 136; 46.
[54] Knox, 15 de marzo de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 184.
[55] Grey, 29 de abril de 1914, en: IOR/L/PS/10/385 f. 103.
[56] División administrativa de orden provincial.
[57] Knox, 28 de junio de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 30.
[58] Grey, 11 de julio de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 36.
[59] Knox, 30 de junio de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 32.
[60] Knox, 18 de agosto de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 13.
[61] Knox, 15 de septiembre de 1914 en: IOR/L/PS/10/386 f. 93.
[62] Grey, 27 de junio de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 26.
[63] Cox, 20 de enero de 1916 en: IOR/L/PS/10/387 f. 16.
[64] Grey, 27 de junio de 1914 en: IOR/L/PS/10/385 f. 26.