Reseña bibliográfica: Blanco, J. (2021). Historia de una relación impensada. El catolicismo en los sindicatos durante el primer peronismo. Buenos Aires: Editorial de la Universidad de Mar del Plata y Grupo Editor Universitario, 121 pp.

 

Palabras clave: Peronismo; Catolicismo; Sindicalismo

 

Keywords: Peronism; Catholicism; Syndicalism

 

Historia de una relación impensada…, de Jessica Blanco, es el libro 13 de la colección “La Argentina Peronista: política, sindicalismo y cultura” dirigida por Gustavo Contreras. La obra analiza el accionar de la iglesia católica –un actor social minimizado en la historiografía del sindicalismo en Argentina– al interior de los gremios y su vinculación con el sindicalismo peronista.

De acuerdo con la autora, la preocupación social de la iglesia data de fines de siglo XIX con la encíclica Rerum Novarum (1891). Esta, junto con la Quadragesimo Anno (1931), sustentó el accionar social católico en Argentina entre los años treinta y cincuenta, tema del libro. En particular, Blanco pesquisa la creación de sindicatos católicos a instancias de la Acción Católica Argentina (ACA) y de los Círculos Católicos Obreros, y la militancia de los miembros de la Juventud Obrera Católica (JOC) al interior de gremios ya formados. Blanco argumenta que la relación entre iglesia y peronismo es “impensada”, puesto que aquella no ha sido seriamente estudiada en los innumerables trabajos sobre historia del sindicalismo en Argentina; asimismo, porque el vínculo entre la institución y el mencionado movimiento político suele describirse exclusivamente en clave de conflicto, aunque en la realidad fue mucho más complejo.

La obra está compuesta por la presentación, cinco capítulos y el epílogo. En el capítulo I, “El catolicismo social y los trabajadores”, Blanco expone el accionar de la iglesia en Argentina entre 1930 y 1943. Explica que desde fines de los veinte la institución precisó adaptarse a nuevas situaciones y propuso un proyecto basado en el catolicismo integral, esto es, la restauración de cierto orden ‘natural’, integrando a los obreros sin alterar las jerarquías sociales. La iglesia planteaba recuperar los sindicatos a través del laicado vinculado a las jerarquías eclesiásticas, por lo que en 1934 la ACA creó su Secretariado Económico Social, cuyos socios debían difundir el catolicismo en su ámbito de desenvolvimiento. Asimismo, en 1940 se fundó –como derivación de la ACA- la JOC, que se proponía alejar a los trabajadores del comunismo a través de la militancia en los lugares de trabajo.

De acuerdo con Blanco, en estos años la sindicalización católica, aunque baja, destacó por sus propuestas mutuales, tales como los servicios de bolsa de trabajo, asesoramiento jurídico y notarial, farmacia, asistencia médica primaria y coberturas básicas por enfermedad y fallecimiento. Con estas prestaciones los sindicatos católicos y los laicos militantes en gremios existentes pretendían llenar vacíos creados por la represión al sindicalismo de izquierda.

En el capítulo II, “La edad dorada del catolicismo en los sindicatos”, la autora aborda el período 1943-1946. Muestra el apoyo católico a la mediación estatal entre capital y trabajo durante la gestión de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión (STyP) y los vínculos entre los gremios cristianos y el oficialismo.

Blanco entiende que el crecimiento numérico de sindicatos católicos se debió al espacio creado por la represión a los gremios de izquierda, al grado de maduración del laicado, y al apoyo clerical al nacionalismo católico oficialista. Respecto de la injerencia gremial del Círculo, resalta el rol de los asesores eclesiásticos en la escritura de los estatutos sindicales y en la mediación con patrones y gobiernos en algunas ciudades. En paralelo, reconstruye las tensiones entre el gobierno y la iglesia producto de la aconfesionalidad exigida a los gremios, oficializada mediante el decreto del Poder Ejecutivo Nacional de octubre de 1945, el denominado “Régimen legal de asociaciones profesionales”.

Asimismo, la autora expone que la JOC apoyó el golpe y la gestión de Perón en la STyP, ofreció colaborar en el cumplimiento de los derechos obreros y exigió que esos asuntos estuvieran dirigidos por quienes conocían la cotidianidad laboral. Blanco constata que la aconfesionalidad del decreto de 1945 le fue indiferente a la JOC, pues este movimiento no se interesaba en la creación de sindicatos nuevos sino en la formación social de los jóvenes.

En el capítulo III, “Catolicismo y peronismo, un vínculo perdurable”, Blanco analiza las relaciones entre las asociaciones católicas y Perón durante sus gobiernos. Por un lado, la autora demuestra que los Círculos no dejaron de apoyar a Perón, amén de sus tentativas de secularización gremial. Por otro, argumenta que la JOC mostró comodidad con el gobierno electo en 1946, pues consideraba a Perón como el heredero legítimo del gobierno militar, por lo que ofreció su colaboración en las temáticas obreras. No obstante lo cual, esto no implicó un respaldo total de la JOC al gobierno. Esta asociación acusó a Perón por el fracaso del programa destinado al abaratamiento del costo de vida, denominado “Campaña de los Sesenta Días”. Asimismo, señaló que su política de “Tercera Posición” frente al liberalismo y al comunismo era, en realidad, funcional a este último.

A través de testimonios jocistas, Blanco demuestra que las críticas no implicaron una ruptura del lazo entre Perón y la JOC. De acuerdo con sus memorias, las identidades –católica y peronista– eran compatibles y deseables, y los propios jocistas consideraban que podían concretar los proyectos de justicia social que el peronismo contenía.

En el capítulo IV, “Cruzarse a la vereda de enfrente”, la autora pesquisa la relación entre Perón y la iglesia durante los años previos al golpe de 1955 y la forma en la que los trabajadores peronistas católicos la vivenciaron. Muestra que, durante su segunda presidencia, la JOC fue más crítica con Perón y que en su interior surgieron disidencias cristianas antiperonistas. Entre ellas, el Comité Intersindical Cristiano de 1952 que, radicalizado, devino en el Movimiento Obrero Cristiano (MOC) en 1954 y, un año después, en el Movimiento de Avanzada Social Cristiana (MASC).

La autora compara y señala que si el discurso de Perón sobre la relación con la iglesia del 10 de noviembre de 1954 fue para los contemporáneos un punto de no retorno, para los jocistas entrevistados el quiebre se dio con el incendio de templos católicos el 16 de junio de 1955. Explica que hay ciertos recuerdos que se evocan y permiten elaborar una explicación funcional, en este caso para compatibilizar la afinidad peronista con la fe católica.

En el capítulo V, “El 55 ¿Y después?”, Blanco se ocupa del posicionamiento de la JOC, el MASC y la flamante Acción Sindical Argentina (ASA) tras el golpe. Muestra la posición de estas tres organizaciones jocistas respecto de la “cuestión peronista” y del sistema sindical propuesto por el gobierno militar.

Según señala la autora, la JOC se mostró tolerante con la gestión de Eduardo Lonardi y apoyó el modelo de sindicato único. El MASC elevó un petitorio al nuevo gobierno militar para que no tomara medidas anti obreras, y se produjo una escisión en su seno entre miembros no interesados en la puja partidaria e integrantes que se sumaron al Partido Demócrata Cristiano. Los primeros constituyeron la ASA que, lejos de la arena política, acotó su accionar a la intervención gremial, defendiendo el pluralismo sindical hasta 1958. No obstante, la JOC y el MASC retiraron el apoyo al gobierno militar durante la etapa represiva que se abrió con la presidencia de Pedro Aramburu en noviembre de 1955. En tanto que la ASA abandonó su antiperonismo y se acercó al movimiento.

Finalmente, en el epílogo, la autora concluye que las asociaciones laicas de apostolado social promovidas por la iglesia en la esfera sindical tuvieron un rol central como competidoras con las agrupaciones de izquierda en la organización de los trabajadores. De acuerdo con el planteo de Blanco, durante la primera mitad del siglo XX la iglesia se ocupó enfáticamente de dar respuestas a la “cuestión social”. Esta institución tuvo una gran capacidad política al entender que la armonía dentro del orden social solo sería posible en tanto se incluyeran a las clases desfavorecidas dentro del sistema. De ese modo se entiende, siguiendo la línea de argumentación de la autora, la creación de organizaciones como los Círculos, la ACA, y la JOC. Estas –sobre todo la última– creyeron ver en las acciones gubernamentales del peronismo la concreción de sus propuestas. Aunque, con el paso de los años, la JOC renegó del sindicalismo promovido por el gobierno peronista y ensayó nuevas propuestas, tales como el MOC, el MASC y la ASA. Si bien estas tres agrupaciones se fundaron sobre la base del antiperonismo, Blanco concluye que la política sindical represiva del gobierno de Pedro Eugenio Aramburu y la fuerte identidad obrera de los jocistas provocaron que, desde 1956 y durante los sesenta, los católicos de extracción popular vinculados a la esfera sindical y el peronismo se reconciliaran. Todo ello le permite argumentar a la autora necesidad de escuchar “un poco mejor” y empezar “a escribir más historias impensadas” (p. 113).

Un punto a resaltar del trabajo es su coherencia interna. En la presentación, Blanco explicita visiblemente los aspectos metodológicos de su investigación. Luego los capítulos, amenos y muy bien escritos, siguen ese hilo conductor, y guardan entre sí una notoria relación temporal, metodológica y temática. Otro punto a destacar del libro es que la autora se ocupa de aclarar el significado de términos religiosos, con los que el/la lector/a puede no estar familiarizado. Y otro punto a remarcar del texto es la perspectiva local-regional presente, mediante la exposición de las relaciones entre iglesia y peronismo en diversas ciudades del país. De esta forma, Blanco elude la pretensión de escribir una historia “argentina” de las relaciones entre las organizaciones católicas y el peronismo. La referencia a diversas geografías le permite extraer ciertas conclusiones a partir de las semejanzas y las particularidades regionales. Aunque cabe señalar sobre esto último que suele sobresalir el análisis de la situación en Córdoba, región que Blanco ha estudiado más.

El análisis se enriquecería con la comparación de las acciones y posicionamientos de la iglesia con otros agentes. Por momentos pareciera que lo que hacen las organizaciones católicas es privativo de ellas. En ese sentido, por ejemplo, Blanco podría haber inscrito la revisión del peronismo por parte de la ASA (p. 107) dentro de la profunda y generalizada reevaluación que actores partidarios e intelectuales realizaron de su antiperonismo tras el golpe.

Sin dudas se trata de un libro, a la vez, accesible y riguroso. Una excelente síntesis sobre la relación –quizás, a partir de este aporte, ya no tan “impensada”– entre la iglesia y el peronismo durante los años treinta, cuarenta y cincuenta.

 

Luciano Omar Oneto

Universidad Nacional de Córdoba /

 Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades

oneto.luciano@hotmail.com