“Pero si a mí me ha ido bien con estas reglas del juego”.

Narrativas de primo manifestantes de derecha contra el cambio social en Chile

 

[“But I’ve done well with these Rules of the Game”. Narratives of first-time Right-Wing Protesters against Social Change in Chile]

 

Emmanuelle Barozet

(Universidad de Chile COES)

ebarozet@uchile.cl

 

Daniela Jara

(Universidad de Valparaíso COES)

daniela.jara@uv.cl

 

María Luisa Méndez

 (Universidad Católica de Chile – COES)

mmendezl@uc.cl

 

Vicente Espinoza

(COES)

profespinoza2010@gmail.com

 

Francisca Gutiérrez

 (Universidad Alberto Hurtado COES)

fgutierrez@uahurtado.cl

 

Carolina Aguilera

(COES)

caaguilera@uc.cl

 

Álvaro Cabrera

(COES)

alvaro.cabrera@ug.uchile.cl

 

Resumen

 

Este artículo analiza las narrativas del contra movimiento que surgió en Chile a raíz del estallido social de octubre de 2019 y del posterior plebiscito por una nueva constitución. Se pone el foco en aquellos activistas primo manifestantes, es decir, en quienes no tenían una trayectoria de militancia o activismo político previo. El artículo argumenta que la principal narrativa que sustenta la participación de este grupo es una defensa de lo que consideran un orden social justo en la sociedad, principio amenazado por las movilizaciones del estallido. Desde su perspectiva, el orden social justo a defender es aquel definido por los principios de merecimiento. Mostraremos que esta noción pertenece a corrientes de pensamiento conservadoras y no tradicionalistas, pues no está apegada a la idea de un orden social definido por posiciones adquiridas por nacimiento. Este artículo ha sido elaborado en el marco del Proyecto Escucha Activa del Centro de Estudios de Cohesión y Conflicto Social (COES), en base al análisis de 18 entrevistas semiestructuradas a primo manifestantes que participaron de movilizaciones en los meses que siguieron el estallido de octubre 2019.

 

Palabras Clave: Primo Manifestantes; Nuevas Derechas; Merecimiento; Chile

 

Abstract

 

This article analyzes the narratives of the counter-movement that arose in Chile as a response to the social outbreak of October 2019, and the subsequent plebiscite for a new constitution. The focus is on those first-time demonstrators, that is, on those who did not have a previous history of militancy or political activism. The article argues that the main narrative that supports their participation in the protests is a defense of what they consider to be a just social order in society, and that it is being threatened by the mobilizations of the outbreak. They defend a social order based on the principle of deservingness and merit. We show that both notions belong to conservative and non-traditionalist currents of thought, since they are not related to positions acquired by birth. This article has been prepared by the Research Team Escucha Activa of the Center for Social Cohesion and Conflict Studies (COES), based on the analysis of 18 semi-structured interviews with first-time demonstrators who participated in the mentioned mobilizations in the months that followed the outbreak of October 2019.

 

Keywords: First-Time Demonstrators; New Right; Deservingness; Chile

 

Recibido: 01/09/2021

Evaluación: 21/10/2021

Aceptado: 29/11/2021

 

Frente a las manifestaciones más masivas de la historia chilena, durante el estallido social de octubre de 2019, se generó una presión muy fuerte sobre la clase política, la que propuso una salida institucional mediante un plebiscito para pronunciarse por un cambio de constitución, el que se realizó en octubre de 2020.[1] Un 78% de los votantes optó por un cambio de constitución y el 79% por una convención constitucional electa (Garretón, 2020; 2021). Sin embargo, también se levantó un contra movimiento en diferentes puntos del país. De manera espontánea, ante la violencia de los saqueos y de las barricadas, grupos de vecinos se organizaron para enfrentarse a los manifestantes y saqueadores. Usaban chalecos reflectantes para distinguirse en la noche cuando hacían rondas en sus barrios. Posteriormente, en la coyuntura del plebiscito de octubre de 2020, un año después, salieron a defender la postura del Rechazo.

Si bien no fue un movimiento masivo, y de hecho la opción Rechazo fue muy minoritaria a nivel nacional, esta se concentró fuertemente en la zona de mayor riqueza en el país y de la capital, en donde triunfó por amplia mayoría. No obstante, este contra movimiento no está conformado por un único estrato socioeconómico. Como argumentamos, los primo manifestantes de derecha se vieron motivados a sumarse a las protestas para defender el orden social por el miedo que les provocaba la violencia callejera y la crisis económica. Unidos por esta experiencia de miedo y sin referentes políticos claros que les dieran garantías, expresaron una demanda de seguridad. Sin embargo, como mostramos en este artículo, los primo manifestantes conservadores se movilizaron también en torno a un sentimiento más profundo: defender un principio de orden social que consideran justo porque se basa en el mérito, una organización social que estaría amenazada por el estallido y su proyección de cambio constitucional. Esta narrativa, que surge de la propia experiencia más que de un corpus ideológico-partidista ya establecido, expresa un pensamiento de derecha que combina tanto elementos nuevos como elementos más tradicionales de este sector político.

Este artículo se inscribe en la convocatoria propuesta por el Anuario de analizar los nuevos actores que emergieron en el marco de las rupturas, continuidades y transformaciones que ha experimentado la región, a partir del estudio de este contra movimiento. Se enfoca en el grupo de los manifestantes que por vez primera salieron a la calle a expresar su opinión, a quienes conceptualizamos como primo manifestantes. Este concepto hace referencia en general a aquellos manifestantes que se activaron con el estallido. Como mostramos en este estudio, estas personas, si bien antes de la crisis tenían opiniones sobre asuntos nacionales e incluso votaban, no habían participado activamente en movilizaciones y no tenían vínculos partidistas en el momento de sus relatos. Este perfil de activista se ha vuelto común en movimientos sociales tanto progresistas como conservadores a nivel global. El movimiento de Occupy Wall Street en Estados Unidos para grupos progresistas o los chalecos amarillos en Francia, que son más ambiguos en cuanto a su relación con el conservadurismo o el progresismo, son ejemplos de que el activismo ya no recae principalmente en militantes de partidos o agrupaciones políticas. Este fenómeno ha puesto en cuestión las categorías a partir de las cuales se ha estudiado el proceso político contencioso. Por esto, analizar las narrativas de primo manifestantes permite avanzar en la comprensión de las subjetividades políticas emergentes (Cefaï, 2011). En nuestro caso específico, permite caracterizar a las derechas que, fuera de los marcos partidistas o de los corpus ideológicos a los cuales apelan los líderes de derecha, se expresaron en la campaña por el Rechazo en el plebiscito de cambio constitucional de octubre de 2020.

En términos teóricos, el artículo se enmarca en la literatura sobre movimientos sociales conservadores, específicamente en aquellos denominados como “contra movimientos”, por su defensa del orden social (Payne y De Souza Santos; 2020; Mottl, 1980). Estos colectivos se definen por su carácter opositor a un movimiento social que demanda cambios, ya sea en el ámbito valórico o en el marco de eventos contenciosos, por su reacción a movimientos que impulsan un cambio al orden social (Dugan, 2004; Meyer y Staggenborg, 1996). Uno de nuestros aportes a esta literatura es que el grupo estudiado no es propiamente un grupo de élite ni militante de partidos ya establecidos. Otro aporte teórico que realizamos en el artículo es el concepto sociológico de merecimiento, desarrollado en el campo de estudios de los contra movimientos (Payne y De Souza Santos, 2020; Castro, 2018; Raphael, 2001).[2] Se trata de un concepto en el cual se anclan los discursos morales de los movimientos de matriz ideológica conservadora y de derecha. En particular, es mediante el merecimiento que las personas comprenden y justifican el lugar de cada persona en la sociedad, entendiéndolo como un principio de justicia social. Así, el orden social no es visualizado como resultado de factores estructurales, sino de posiciones alcanzadas por individuos que se ordenan según sus cualidades, tanto de nacimiento como adquiridas, es decir “según lo que se merecen” y no en base a derechos universales. A diferencia de la idea de mérito más difundida en la sociedad actual, y que considera que el esfuerzo y el talento individual deben ser recompensados de forma general, el argumento del merecimiento pone énfasis en las pruebas que los individuos deben pasar para demostrar su mérito. Con este tipo de planteamiento, los integrantes del contra movimiento se oponen a cambios estructurales o institucionales que busquen dar acceso a mayores beneficios o derechos a las personas, bajo el argumento de que se rompería el orden basado en dichas trayectorias de pruebas individuales (Castro, 2018).

El artículo tiene cinco secciones. En la primera, se detalla la muestra y el perfil de los entrevistados. En la segunda, se presenta el estado actual de la discusión sobre la literatura de los contra movimientos y su relación con la emergencia de discursos de las nuevas derechas. En la tercera parte, sintetizamos el proceso político que ha vivido Chile en las últimas décadas y cómo se articula este contra movimiento en el marco del estallido del 18 de octubre de 2019 y el cambio constitucional en curso. Presentamos una primera parte de los resultados de la investigación en la cuarta sección, donde analizamos las disputas y narrativas en torno a la noción de merecimiento, en base a los principales argumentos expresados por los entrevistados. Finalmente, en la quinta parte, cerramos con un análisis de cómo los primo manifestantes del contra movimiento chileno le dan sentido al orden social a partir de la idea de merecimiento, pero con un marcado pesimismo sobre el futuro.

 

Primo manifestantes, muestra y perfil de los entrevistados

 

Los primo manifestantes

 

El término primo manifestante, en este artículo, hace referencia a quienes se involucraron activamente durante las protestas del estallido, ya sea a favor o en contra, sin haber participado anteriormente en demostraciones públicas y sin contar con una militancia. De manera más general, se refiere a personas o grupos con pocos recursos organizacionales, de quienes no se esperaba una movilización y que, a raíz de eventos específicos (oportunidad política), participan en protestas (Chabanet y Royal, 2014). El término primo manifestante fue ampliamente usado en Francia respecto de los gilets jaunes (chalecos amarillos) en las protestas de 2018 (Collectif sur les gilets jaunes, 2019), para describir a quienes se movilizan y manifiestan por primera vez en el espacio público. Sin embargo, la ausencia de militancias políticas o por causas no está necesariamente asociada a desafección o desinterés por los asuntos públicos. En Chile, se trata de personas que se informan sobre la situación política, tienen opiniones y preferencias y han votado en elecciones anteriores (Cavieres, 2020, Cox et al., 2021). Lo que les caracteriza, más bien, es pasar a la acción política a través de las manifestaciones durante el estallido, tanto a favor como en contra, en el marco de la politización generada por los eventos (Aguilera et al., 2020). La encuesta ELSOC, en su ola de 2019, contabilizó que 28,7% de los manifestantes del estallido no habían participado en protestas entre 2016 y 2018 (ELSOC, 2020).[3]

La categoría de primo manifestante desafía las teorías más aceptadas de los movimientos sociales, que buscan en las organizaciones, los recursos políticos, los militantes o las identidades compartidas la explicación de las movilizaciones. En el caso estudiado aquí, se trata de personas que escalan su nivel de actividad política pasando a la manifestación callejera, sin contar con mayores recursos políticos, ideológicos, organizacionales o experiencia. La participación en protestas puede constituir un evento individual esporádico que se explica por disponibilidad biográfica, interés o conocimiento de la política y una actitud definida (positiva o negativa) respecto de las instituciones del sistema político (Cavieres, 2020). Cavieres construye una tipología de participantes en manifestaciones del estallido en la cual el primo manifestante se caracteriza como el protagonista, dado que se trata de personas que no participaron anteriormente en movilizaciones callejeras y sí lo hicieron para esa ocasión. Estos protagonistas representan el 17% de su muestra, casi duplicando el porcentaje de primo manifestantes que había participado anteriormente en protestas (Cavieres, 2020, p. 24). En el 2019 se trató mayoritariamente de jóvenes (54% está bajo los 35 años de edad), mujeres, personas pertenecientes a estratos medios y pocos con educación universitaria. Este grupo no reconoce posición ideológica (69%) y solamente 3% se declara de derecha. Por su parte, Cox et al. (2021) usan datos de encuestas de 2019 y 2020 para caracterizar a los participantes en las manifestaciones del estallido, destacando un componente generacional: un 65% de los manifestantes frecuentes del estallido tenía menos de 35 años. Además, identifican a opositores a las movilizaciones (correspondientes al 20% de la muestra), de los cuales cerca de la mitad tiene más de 55 años, un 78% votó por Piñera en la última elección presidencial (2017) y quienes valoran significativamente el orden público.

 

Muestra

 

En términos metodológicos, usamos el material levantado por el proyecto Escucha Activa del Centro de Estudios de la Cohesión y el Conflicto Social COES entre el 6 de agosto y el 20 de octubre del año 2020. Entrevistamos a 66 primo manifestantes que participaron de manifestaciones a favor (48) o en contra del estallido social y de la idea de cambiar la actual constitución (18).[4] En este artículo, nos centramos en los últimos.

Respecto de estos últimos, la muestra fue de tipo estructural, buscando representar dos niveles de actividad política en los primo manifestantes del Rechazo: aquellos que no tienen ningún tipo de activismo previo y aquellos que pueden haber participado anteriormente de manera pasiva y esporádica en alguna movilización, pero que no poseen liderazgos o militancias definidas. Durante el terreno del proyecto, se hicieron manifiestas las dificultades para lograr que este tipo de manifestantes accediera a participar en el estudio. Se trataba de un grupo minoritario, como se comprobó en el resultado del Plebiscito, que tenía miedo a expresar sus posiciones. En efecto, de acuerdo con los reportes del trabajo de campo, las personas tenían reticencia de participar en investigaciones sobre su oposición al movimiento del 18 de octubre de 2019 y preferían no hablar por temor a una posible sanción social, o al simple hecho de estar conscientes de ser una minoría en el contexto de la movilización social en curso. En efecto, al mal resultado de este sector en el plebiscito de octubre de 2020 se sumó el de las elecciones de convencionales los días 15 y 16 de mayo de 2021, en las que triunfaron las listas de independientes y de izquierda. Los partidos de derecha solo lograron 37 escaños de 155, menos de un tercio del total, aun cuando fueron en una única lista.[5] Para este estudio, fue necesario contactar a más de 150 personas antes de cumplir con el número mínimo originalmente propuesto de 18 entrevistados. Por estas dificultades, se buscó representar la diversidad sociodemográfica en manifestantes que reunieran cualquier combinación de las características mencionadas. La muestra representa, por lo tanto, a primo manifestantes sin militancias previas que pueden haber sido opositores al estallido, partidarios del rechazo a la nueva constitución o ambos. En términos sociodemográficos, se hicieron entrevistas en Santiago, en la Región de Valparaíso y en la Región del Bío Bío, tanto a personas de estratos socioeconómicos medio-altos, medios y bajos, hombres y mujeres mayores y menores de 35 años, con un mínimo de 18 años. La muestra no buscó representar la diversidad demográfica, sino asegurar que hubiera suficiente diversidad en el grupo como un todo, dado que no se buscaba representar a la población ni realizar análisis estadísticos.

 

Tabla 1. Distribución marginal de la muestra de primo manifestantes del Rechazo, de un total de 18 personas

Sexo

Hombres

Mujeres

9

9

Edad

18 a 35

36+

8

10

 

 

 

 

Nivel socio económico

Alto

Medio

Bajo

6

6

6

Cuidad

Santiago

Valparaíso

Concepción

10

5

5

 

Las entrevistas se centraron en la experiencia, el relato y las motivaciones de estos primo manifestantes del Rechazo en relación con el estallido del 18 de octubre de 2019. Todas fueron realizadas por integrantes del equipo de Escucha Activa,[6] con una duración de 45 a 60 minutos. Fueron transcritas y analizadas en el software de análisis cualitativo Atlas.Ti en su versión 7.5.7 (véase libro de códigos en anexo 1 y detalle de las personas entrevistadas en anexo 2).

 

El perfil político de los contra primo manifestantes: de derecha social pero desconfiados de los partidos y liderazgos tradicionales o emergentes

 

A partir de una de las preguntas de la entrevista, indagamos en el interés de este grupo por los partidos o liderazgos políticos de derecha, no observando en sus respuestas –ni al momento del estallido ni en las semanas que siguieron– mayor interés al respecto. Por el contrario, entre los 18 entrevistados, solo uno mencionó una relación directa con un partido de derecha y los demás señalaron un interés lejano o incluso un rechazo al mundo político-partidista de derecha. Algunos realizaron un reconocimiento de algunas figuras, pero no una adhesión vehemente. Los principales personeros mencionados fueron José Antonio Kast, líder de la derecha extrema xenófoba y líder del Partido Republicano y Joaquín Lavín, de la derecha católica tradicional, personero histórico de la Unión Demócrata Independiente. Sin embargo, no todas las opiniones de los entrevistados eran favorables, siendo el primero criticado por su extremismo y el segundo descrito como buen alcalde,[7] pero con poco respaldo para una elección presidencial. Los demás líderes actuales de la derecha fueron brevemente mencionados, pero sin mayor lealtad. Cabe destacar que los entrevistados en algunas oportunidades se refirieron a Pinochet, pero de forma lejana. Solo un entrevistado asumió que le dicen “facho”,[8] señalando que al momento del estallido hacía falta una figura como Pinochet para restablecer el orden. Sin embargo, en las otras tres entrevistas en las que se lo mencionó, se le reconoció solo en cuanto a sus logros económicos, criticando las violaciones a los derechos humanos bajo la dictadura.

Como se trata de personas que no han militado, no es de extrañar que varios señalaran desinterés en los partidos políticos. Sin embargo, los que sí se refirieron a partidos indicaron como referentes a la Unión Demócrata Independiente y a Evópoli y solo un entrevistado mencionó al Partido Republicano como un partido que le interesa, pero sin mencionar un posible acercamiento. Es decir, este grupo manifiesta una cercanía a la derecha más en términos de valores sociales que políticos, algunos cercanos al liberalismo económico y sin aludir a la religión.

 

Neoliberalismo, orden de derecha y blackash ideológico

 

Los contra movimientos y la derecha neoliberal

 

El concepto de contra movimiento surge en el campo de los estudios sobre movimientos sociales en los años 1970. La noción busca enfatizar el carácter contencioso de la acción política colectiva de los actores que buscan frenar el avance de movimientos de transformación política, social, valórica o incluso medioambiental (Hess y Brown, 2017; Payne y De Souza Santos, 2020). Los contra movimientos se comenzaron a estudiar principalmente en Estados Unidos para comprender la oposición cultural y política a movimientos progresistas, siendo asociados a corrientes de derecha (Meyer y ​​Staggenborg, 1996). En general, esta literatura indica que los contra movimientos se organizan para oponerse a la aspiración de grupos sociales, en especial de mujeres y personas miembros de grupos LGBTIQ+, buscando obstaculizar su acceso a la igualdad de derechos. Para ello, movilizan repertorios discursivos y términos como “valores morales” y “valores familiares". Se ha reportado que, en el caso de los contra movimientos antiaborto, por ejemplo, estos se apropian del lenguaje de derechos humanos utilizado originalmente por activistas a favor de los derechos reproductivos, pero en un sentido inverso (Morgan, 2014).

De acuerdo con Payne y De Souza Santos, este tipo de movimientos se activaron a partir de los años 1990 en América Latina, donde "han surgido nuevos y poderosos movimientos de derecha (…) en respuesta a los avances de la justicia social" (2020, p. 33). Tal como señalan las autoras, en el centro de las motivaciones de estos sectores se encuentran las nociones de mérito y “merecimiento”, exclusivas para quienes “prueban” su valor. Desde este enfoque, aquello que define a esta derecha es una noción compartida de justicia como algo que no debe ser garantizado por el Estado (Castro, 2018).

Para profundizar en la matriz ideológica de este contra movimiento, recurriremos a la literatura conocida como de “nuevas derechas” (Brown, 2003; 2019), que es la más afín, en términos discursivos y de repertorios culturales (Lamont y Thévenot, 2000) a lo que observamos en las entrevistas. Según Wendy Brown, el concepto de “nuevas derechas” busca nombrar a las tendencias de derecha radical en las que se entrelazan tanto discursos autoritarios como liberales, en una “curiosa combinación de libertarismo, moralismo, autoritarismo, nacionalismo, odio al Estado, conservadurismo cristiano y racismo” (2019, p. 2). Esta tendencia se diferencia de las derechas tradicionales del siglo XX más ligadas al "viejo fascismo", ya que combinan diversos elementos del neoliberalismo, como la demonización del Estado social, con elementos de la derecha tradicional, como los discursos nostálgicos de un pasado dorado. Para la autora, la comprensión de estos nuevos discursos requiere combinar el análisis de los efectos del neoliberalismo en términos económicos, en particular la desigualdad, con los procesos culturales y morales que le vienen aparejados, sin reducir los segundos a los primeros (Brown, 2019). Su argumento es que existe una cultura política neoliberal y una producción de subjetividad inspirada por la “razón neoliberal”, que ha erosionado los valores democráticos durante las tres últimas décadas (Brown, 2019). Esto ocurre a través de un proceso de desmantelamiento de la idea de sociedad, la instalación de la desconfianza en el Estado y la democracia, así como la reintroducción de valores morales tradicionales a través de un discurso de la libertad individual (Brown, 2019). Si bien el análisis de Brown sobre la razón neoliberal se basa en el escenario político estadounidense, este discurso tiene elementos transnacionales.

Es importante mencionar que, a pesar de que contamos con importantes estudios sobre los partidos políticos de derecha en Chile (Middlebrook, 2000; Silva, 2011; Luna y Rovira, 2014; Alenda, 2020), incluyendo los resultados electorales del último año (Sajuria, 2020; Meléndez et al., 2021), se conoce menos del contra movimiento post 18 de octubre analizado aquí, salvo el reporte etnográfico realizado por Ricardo Greene (2019) sobre las contra manifestaciones del estallido.

Además, la organización de grupos contrarios a los avances de derechos no es nueva en el país. Por ejemplo, contra la expansión de los derechos de género, podemos señalar iniciativas de carácter transfóbico como el Bus de la Libertad, iniciativa que data del año 2017, liderada por la directora del Observatorio Legislativo Cristiano, Marcela Aranda, en asociación con la ONG CitizenGO basada en Madrid. Se trata de un bus que, en varias ocasiones, entre 2017 y 2020, difundió mensajes de odio contra la comunidad LGBTIQ+. Otro ejemplo es la Confederación de Padres y Apoderados de Colegios Particulares Subvencionados de Chile (CONFEPA), que defiende el derecho a elegir el lugar donde escolarizar a sus hijos frente a los avances de la ley de inclusión de 2015, que busca limitar la segregación en el sistema escolar. Finalmente podemos señalar expresiones conspiracionistas del marxismo cultural contra la enseñanza de los estudios de género en universidades públicas.

 

¿Justicia social para quién? El merecimiento en los contra movimientos

 

El mérito en disputa

 

En América Latina, un elemento central en las narrativas de contra movimientos que se oponen a las transformaciones por la ampliación de derechos sociales es una concepción específica del mérito como pilar del orden social. El mérito es un principio de ordenamiento social en base a una combinación de talento y esfuerzo (Young, 1958). Desde los años 1980, el discurso político que promueve el mérito como principio rector del orden social ha venido aparejado de la lógica neoliberal, en la medida que promueve que las personas internalicen que sus destinos y fortunas dependen de sí mismos en lugar de dinámicas sociales o colectivas (Sennett y Cobb, 1993). El principio neoliberal, por tanto, promueve que las personas tiendan a verse a sí mismas y a sus trayectorias sociales como meritocráticas (Larsen, 2016; Mijs, 2021) e individualizadas (Paton, 2014), más que como el resultado de procesos estructurales.

Coincidente con lo anterior, el estudio de Castillo et al. (2019) muestra que en Chile las personas tienden a percibir menos desigualdad económica cuando perciben mayores niveles de meritocracia. A su vez, quienes se autoidentifican en posiciones sociales más altas perciben un mejor funcionamiento del mérito. Sin embargo, para una parte importante de la población, en Chile, el principio meritocrático también ha funcionado como una fuente de malestar en la última década, en la medida que se percibe una cantidad desmedida de esfuerzo para alcanzar un nivel mínimo de estabilidad (ELSOC, 2020; Araujo, 2020, Martuccelli, 2021). Estos esfuerzos excesivos provienen de una paradoja cada vez más aparente: por un lado, se valoran las trayectorias individuales basadas en el mérito, pero por otro, “el éxito de las personas tiene mucho que ver con factores que escapan a sí mismas” (Atria, 2021).

Es en los periodos de conflictividad política y social cuando se abre la discusión en torno al mérito, sobre la legitimidad de los principios que lo sostienen y sobre cuánto opera en realidad (Sachweh, 2012), como ocurrió para el estallido social. Es en este momento en que se ponen en cuestión diferentes conceptualizaciones y miradas en torno a este concepto, ya que en principio tanto movimientos progresistas como conservadores defienden el mérito, aun cuando lo conciban de formas diferentes, por ejemplo, entre una meritocracia orientada al éxito del mercado, una basada fundamentalmente en la orientación al trabajo, o una meritocracia centrada en el bien común (Heuer et al., 2020).[9]

 

El merecimiento como variante del mérito

 

En los estudios realizados sobre los contra movimientos, lo que se concibe como meritocrático refiere al hecho de que se expresen de manera justa las diferencias entre las personas que logran capturar los recursos más valorados y escasos en la sociedad, y quienes no lo logran (Mijs y Savage, 2020). Sin embargo, como argumentan Jin y Ball (2020), estas disputas por los bienes deseados y escasos están atravesadas por otros ejes de diferenciación social, los que no solo entregan capacidades estructurales diferenciales a las personas, sino que también generan percepciones sobre quienes deben ser los merecedores de las posiciones de éxito y quienes no, más allá de sus verdaderas capacidades individuales. Más aún, quienes ocupan las posiciones de éxito tienen visiones de mundo mediante las que se celebran a sí mismos por sus éxitos. De esta forma, la creencia en el mérito sería una manera diferenciada de legitimación de las jerarquías, y no al revés como propone el discurso meritocrático (Son Hing et al., 2011) tanto entre como intraclases sociales, contribuyendo a la reproducción de un sistema desigual (Dubet, 2014).

Una de las versiones en que se expresa el mérito como principio justificador de las desigualdades sociales, que resulta de utilidad para analizar las posiciones morales de nuestros entrevistados, fue el concepto de merecimiento. Se trata de un principio de ordenamiento social basado en el mérito, pero a partir de concepciones de justicia social que enfatizan el valor de la libertad y de la responsabilidad por sobre el de la igualdad en el mercado (Castro, 2018). Este concepto proviene de la voz inglesa deservingness, lo que uno se merece (Heuer et al., 2020; Sachweh, 2012; Koos y Sachweh, 2017). Quienes sostienen este principio argumentan (de manera implícita o explícita) que, para merecer una determinada posición social de privilegio, las personas deben pasar por determinadas pruebas, ya sea de carácter moral o social, las que evidentemente no todos logran alcanzar. Estas pruebas se entienden como mecanismos, métricas, actitudes u objetos a través de los cuales las pretensiones y aspiraciones de las personas se confrontan con la realidad (Boltanski y Thévenot, 2006).[10] Finalmente, el merecimiento se aleja de toda vinculación con lógicas estamentales y hereditarias, pues quienes las usan como argumento destacan que su posición es el resultado de su propio esfuerzo, incluso entre personas de elite (Khan, 2011).

 

Chile: del extremo neoliberal al estallido

 

La matriz neoliberal y los movimientos por más derechos

 

Chile fue considerado durante muchos años como un país en que se desarrolló un neoliberalismo de laboratorio (Venables, 2020), que impuso un Estado subsidiario. El modelo económico, basado en la privatización de los servicios sociales, se transformó en la racionalidad social dominante (Moulian, 1998). Según el principio de necesidad, el Estado y el sistema público fueron quedando para quienes no tienen los recursos para atenderse en el sistema privado, con un gasto público focalizado en los más pobres. Si bien en 2005 una serie de modificaciones a la carta magna eliminó enclaves de la dictadura, su ethos neoliberal no fue alterado en lo sustantivo y no logró hacer más inclusivo el sistema político (Garretón, 2012; Atria et al., 2013).

Durante la última década, esta matriz neoliberal fue cuestionada reiteradamente por movimientos sociales estudiantiles y feministas, a los cuales se sumaron minorías sexuales, medioambientalistas, indígenas y pensionados, generando en el tiempo una demanda por nuevos marcos sociales y culturales. Desarrollaron valores públicos alejados del éxito individual en el mercado, los que fueron adquiriendo creciente apoyo de la ciudadanía (Donoso y Von Bülow, 2016). Estos movimientos apuntaron a expandir, remodelar o transformar progresiva o radicalmente los límites y la jerarquización de valores que han estructurado la comunidad política durante los últimos 40 años, expresados como un conjunto de demandas de profundización de derechos sociales y de reconocimiento (Fraser y Honneth, 2003). Estos movimientos sociales se articularon en base a la elaboración de una narrativa colectiva sobre la transición política, ya no como un proceso exitoso, sino como promesa incumplida, con servicios sociales deficientes y un Estado ineficiente, donde el esfuerzo no es recompensado, siendo el gran imaginario en el cual descansa el modelo (Martuccelli, 2021). En términos de justicia social, se ha instalado en estos grupos la idea según la cual algunos acaparan demasiadas ventajas. En este caso, el mérito no funciona para todos, pues es sesgado por ventajas de nacimiento, mientras muchos no llegan al mínimo necesario para llegar a fin de mes, con extensas horas de trabajo y un alto endeudamiento (Pérez Roa, 2020).

 

La recomposición de la matriz durante el estallido

 

Los movimientos sociales transformadores recién mencionados confluyeron en la explosión social de octubre de 2019 (Contardo, 2020; Mayol, 2019; Ruiz, 2020), aun cuando este ocurrió desacoplado de una organización colectiva gestada por dirigencias sociales o políticas (Aguilera et al., 2020; Somma et al., 2020). De allí su nombre de estallido social. Lo que partió como una protesta por el aumento del valor en el transporte santiaguino rápidamente se articuló en una demanda variopinta por cambios estructurales, por el fin de los abusos y corrupción de los grupos económicos, del elitismo de la política, de mejoras de calidad en salud, pensiones y educación pública, alcanzando además al país entero. Al inicio se pedía, incluso, la destitución del presidente Sebastián Piñera por el rechazo que generaba su figura y el mal manejo del gobierno. Las protestas alcanzaron una masividad y alcance nacional no visto durante el periodo de la democracia y se entremezclaron con expresiones de violencia, tanto en encuentros con la policía como en eventos de saqueos a supermercados y tiendas. En este contexto, volvió a tomar fuerza la idea de que los cambios que necesitaba el país requerían una nueva constitución, ya que la actual era una barrera para cambiar el modelo económico impuesto en los años 1980. La constitución y el modelo –que privilegia las soluciones individuales por sobre las respuestas colectivas– son los dos elementos que cristalizaron el rechazo de una parte importante de la población en el estallido (Tironi, 2020).

Las demandas de los manifestantes convergieron en el concepto de dignidad, nombre con el que se bautizó al epicentro de las protestas en la capital, la Plaza Baquedano o Plaza Italia. Desde el punto de vista de la justicia social, este concepto puede ser entendido en cuatro planos: primero, como una reivindicación de la redistribución social y económica contra el acaparamiento de la élite, pero sin una demanda directa de igualdad. En segundo plano, el reclamo por dignidad puede ser entendido como una demanda para que el Estado asegure las necesidades básicas o mínimas a la población. La noción de dignidad incluye una tercera dimensión de justicia procedimental de buen trato entre las personas, fundada en la percepción de maltrato de parte de las personas más acomodadas frente a las personas “comunes y corrientes” (PNUD, 2017). Finalmente, incluye una cuarta dimensión de demanda por reconocimiento de la diversidad y del valor del otro como parte de la sociedad y no como cliente, consumidor o cotizante.

Casi de inmediato el estallido generó un contra movimiento que, si bien se concentró en barrios adinerados de las ciudades, también tuvo expresiones en sectores medios o en zonas rurales. Se trató de grupos diversos y minoritarios de personas, algunas tribus urbanas, de clases altas, medias y bajas que se articularon tanto para defenderse de la violencia de los saqueos, como para protestar por la falta de control público (Greene, 2019). Así, conjuntos de vecinos se organizaron para defender sus casas o negocios de posibles saqueos, desórdenes o incendios.[11] Inicialmente estas contra manifestaciones surgieron espontáneamente y se los llamó “chalecos amarillos”, porque portaban un chaleco reflectante para identificarse. Luego, cuando se consolidó la vía plebiscitaria para definir un cambio constitucional, muchos se organizaron para manifestarse por la opción Rechazo.

En sus discursos, mostraron una argumentación común con diferentes niveles de argumentación: defienden una creencia compartida de que las ideas de justicia social y emancipación demandadas por los grupos que iniciaron la revuelta son una amenaza para el orden social y su propio bienestar. A su vez, defendieron una memoria de las últimas décadas de estabilidad y prosperidad, sin necesariamente referirse a la figura tutelar y clásica de Pinochet, por lo que se observa una renovación en relación con expresiones más clásicas de la derecha. Son personas que tienen una concepción de la justicia social alejada del sentido general instalado con la revuelta: para ellos y ellas, libertad e igualdad se modulan en otro equilibrio y lo central es defender el modelo económico. Como señala Oakeshott (1991), es en los momentos de cambio social cuando se reactiva el pensamiento conservador, cuando quienes han logrado a su escala ser los ganadores del juego pueden perder su posición en el orden en cambio.

 

La disputa en torno a lo justo cuando cunde el miedo: el merecimiento y sus pruebas

 

En esta primera sección de resultados, mostramos empíricamente la forma en que opera la defensa del principio meritocrático desde el miedo, puesto que los entrevistados se sienten amenazados por el estallido social.

 

Un contra movimiento que nace de la suma de los miedos (“Hoy día, todos los días, hemos visto cómo destruyen todo”)

 

Los valores y significados expresados en las alocuciones de las personas entrevistadas se organizan en torno a un discurso sobre lo que es un orden justo, con una particular adhesión al discurso meritocrático vinculado al éxito en el mercado, pero con una base muy fuerte en el miedo. Esta base de temor es transversal a los relatos, aunque es más expresado por las mujeres. El miedo habría surgido primero frente a la violencia (Collins, 2001) y brotó de la profunda sorpresa y desamparo respecto de lo inesperado de la crisis:

 

Todo partió con el tema del estallido social en octubre, que claramente fue un caos, un miedo, un miedo detrás de ver todos estos enfrentamientos. Ver toda esta violencia, ver claramente que no se estaban respetando las autoridades. Imagínate tener que ponerle latas a los bancos, latas a las instituciones, latas a las empresas pa’ poder protegerse, porque todos teníamos miedo de lo que podía pasar, o sea a mí me daba terror de que en el edificio llegaran a romper todo y a romper las puertas porque no había respeto por nada ni por nadie. (Patricia, 39, Ingeniera Comercial, NSE Alto, Las Condes).

 

Mucho miedo, miedo a que no sé cuál es la visión que se busca, o sea, siento que sí, que es mucho, mucho el temor que genera lo que uno ve. (Consuelo, 51, Psicóloga, NSE Alto, Valparaíso).

 

Consuelo agrega:

 

“A mí me provoca mucho temor la violencia, la violencia desmedida que ya estamos viviendo. […] Ese es el susto que hay, porque por lo menos con mi tendencia política, pienso que si bien, yo no soy millonaria, pero estoy tranquila, vivo tranquila con lo que yo produzco y tenemos un país creíble en donde aún tenemos inversionistas que hacen que este país siga prosperando, ahora está todo estancado, obviamente.”

 

En un segundo momento, el miedo se prolonga en la posibilidad de cambiar la constitución, cuando, luego del acuerdo del 15 de noviembre de 2019,[12] emerge más claramente una disputa pública duradera sobre el orden social, generando recelo en quienes se sienten amenazados y también asediados (Robin, 2011).

 

No nos han informado o no se ha informado realmente quiénes van a ser las personas que van a hacer esta nueva constitución y eso obviamente me provoca un miedo espantoso. Yo creo que a todas las personas que participamos del Rechazo es eso. Tener un no sé, que va a ser una nueva Venezuela, miedo a la violencia. Hoy día todos los días hemos visto cómo destruyen todo, la gente ha estado meses sin poder trabajar en sus negocios y lo primero que hicieron fue destruirles sus negocios ahora, porque sí, este nuevo estallido social, ¡es horrible! (Paulina, 55, Vendedora de Isapres[13], NSE Bajo, Valparaíso).

 

Observamos también en las entrevistas un miedo a los subalternos (Araujo, 2016), que, en el contexto del estallido, se convierte en lo que los entrevistados perciben como un odio de clase hacia ellos, que nunca habían experimentado y que observan con perplejidad: “Yo no sé de dónde salió todo este odio” (Patricia, 39, Ingeniera comercial, NSE alto, Las Condes).

 Para algunos, el miedo a la violencia se asocia con situaciones donde sintieron en riesgo su integridad física o su propiedad (el condominio, la calle, su negocio, e incluso el supermercado del barrio). Se trata de un miedo que se adhiere a imaginarios sociales preexistentes (Ahmed, 2015). Por ejemplo, nuestros entrevistados expresan con frecuencia el temor a que hordas irrumpan en sus condominios, sus negocios o en su lugar de trabajo. De acuerdo con Jocelyn Holt (2020), el miedo al saqueo se ha reiterado en la historia política del siglo XX en Chile. Para algunos entrevistados mayores, el susto se activó al asociar el estallido a memorias traumáticas de sectores de derecha, como la Unidad Popular, lo que corresponde a una expresión clásica en la derecha autoritaria chilena. Sin embargo, intervienen representaciones sociales de otros procesos de la región, como el de Cuba o más recientemente, Venezuela. El temor de que Chile se transforme en otra Venezuela (Chilezuela) es parte de este relato:

 

Y la verdad, así de frentón, yo no quiero terminar como Venezuela, o sea, no quiero que mi país sea un Venezuela. De verdad siento que antes de que hubiese esa entrada de venezolanos a Chile, siento que vivíamos en paz, que Chile era un país para vivir en paz, para vivir tranquilos […] Ahora estamos pidiendo lo mismo y quizás cómo vamos a terminar si es que en verdad gana el Apruebo y se hace una asamblea constituyente. (Sandra, 34, dueña de casa, Concepción).

 

En los casos más extremos, esta posibilidad genera un sentimiento de terror en los entrevistados, proyectando un Chile controlado por una izquierda radical que, paralelamente, despoja de las condiciones de reproducción de la vida de los demás: “La verdad es que temo que seamos como todos los países que han sufrido cambios grandes como Venezuela y temo mucho eso, Venezuela era un país muy rico, con grandes riquezas y mira en qué está” (Paulina, 55, Vendedora de isapres, NSE bajo, Valparaíso).

Sin embargo, sobre esta base de sentimientos negativos de miedo, desamparo y vulneración de sus derechos, los entrevistados del Rechazo en Chile elaboran un discurso positivo como principales representantes del mérito. Sus argumentos se pueden descomponer en diferentes dimensiones, las que se analizan a continuación.

 

La igualdad es injusta y la defienden personas ignorantes (“Ellos no entienden nada”)

 

Al conversar sobre el estallido con nuestros entrevistados, observamos frecuentemente que cuando les preguntamos por la idea de justicia social levantada por los manifestantes del movimiento del 18 de octubre, responden que, a diferencia de ellos, sí saben cómo funcionan las cosas y lo respaldan con el hecho de que les ha ido bien. Los entrevistados justifican que merecen lo que han obtenido en la vida, fundamentalmente porque han aprendido, estudiado, trabajado, siguiendo las reglas del capitalismo neoliberal, que en su caso funcionan. “Que la gente abra los ojos y vea que el camino al desarrollo es el capitalismo, no el socialismo. El socialismo es injusto, es injusto que, si tú trabajaste 10 y yo trabajé 5, los dos ganemos 7. No, no es justo. Encuentro que el que más se saca la cresta tiene que irle mejor. El flojo que se las coma y que Chile tiene que crecer y tirar pa’ arriba” (Benjamín, 40, empresario, NSE alto, Concepción).

Este punto es compartido por los entrevistados de manera transversal: la justicia no se mide por una distribución equitativa, proporcional o redistributiva. Al contrario, la justicia se percibe en tanto el sistema permite al individuo desarrollar de forma plena sus habilidades, trabajar, esforzarse y percibir beneficios de manera individual, lo que es un argumento más novedoso en los repertorios tradicionales de derecha. En esa línea, un entrevistado califica peyorativamente a quienes no han logrado el bienestar:

 

Si la gente que no tiene es porque lamentablemente, o no se le dio la oportunidad o no aprovechó la oportunidad o no buscó, porque lamentablemente no entendía cómo […] Y esa es la sociedad que se tiene que entender, que el jefe no puede hacer las cosas solo, necesita un buen equipo y el buen equipo tiene que ser escuchado, tiene que ser premiado, tiene que ser valorizado (Claudio, 42, arquitecto, NSE alto, Vitacura).

 

Desde esta argumentación, se genera la inquietud y miedo con respecto a la transformación del modelo. No es solamente un cambio institucional, sino que, para los entrevistados, la nueva constitución significa la supresión del mérito, el esfuerzo y, en última instancia, perciben que se pone en riesgo aquello que consideran justo. En este contexto, la demanda por justicia social igualitaria –expresada por los manifestantes del estallido– no se ve como una demanda válida, sino como una amenaza para el orden social en general. A su vez, argumentan que una parte importante de quienes se manifiestan por el cambio son personas que desconocen cuánto Chile ha progresado.

 

Yo no entiendo a la gente que dice Apruebo. Yo creo que no tienen idea de lo que están opinando y de hecho en octubre si tú le preguntabai a la gente, "oye disculpa", le tocabai el hombro a uno de estos tipos encapuchados, porque ni siquiera daban la cara. Lo encontraba pero increíble, increíble. Le tocabai el hombro, "¿tú sabes por qué estás protestando, mi amor?" Te aseguro que más de la mitad no tenía idea. (Patricia 39, ingeniera comercial, NSE alto, Las Condes).

 

Ellos no entienden nada, no entienden cómo funciona el mundo […] Pero ellos quieren decir “chuta, yo quiero quitarle a los que más tienen, no quiero que hayan ricos, super-ricos” y qué gana uno con que no haya tipos super-ricos. (Benjamín, 40, empresario, NSE alto, Concepción).

 

Si bien esta opinión refleja cierto clasismo o paternalismo, ella no es exclusiva de los sectores altos entre los entrevistados. Como señala un entrevistado de estrato medio: “La gente, en general, está meando fuera del tiesto porque es ignorante, porque no estudia, porque no lee, porque no entiende" (Andrés, 41, microempresario, NSE medio, Valparaíso).

También, primo manifestantes del Rechazo, como Claudio, aluden a que Chile no es un país rico y que sus habitantes deberían saberlo, devaluando a quienes promueven las protestas a favor del cambio: “Démosle todas las posibilidades a todo el mundo, pero en verdad este país no es Dubái. No tenemos diamante ni petróleo pa’ darle a la gente, pa’ poder subvencionar tantas cosas” (Claudio, 42, arquitecto, NSE alto, Vitacura).

En resumen, se percibe una indignación frente a lo que es leído como una incomprensión e ignorancia por parte de los manifestantes pro estallido, con respecto al funcionamiento de la sociedad. Desconocer las reglas del juego es cuestionado en un discurso que construye al otro como ignorante y poco ético. En este punto, se deja ver uno de los elementos centrales del conservadurismo clásico de derecha, que se opone a la agencia de las clases subordinadas y considera que ellas no deberían irrumpir en la toma de decisión (Robin, 2011).

 

Las condiciones de la vida se mejoran trabajando (“Pero si a mí me ha ido bien con estas reglas del juego…”)

 

El segundo argumento se relaciona con un punto que tanto la literatura internacional como nacional coinciden en enfatizar: la valoración del trabajo duro para tener éxito en la vida es uno de los aspectos centrales de la concepción del mérito como éxito en el mercado, entendido como merecimiento (Heuer et al., 2020). Sin embargo, para una parte importante de la población, esta idea choca con la falta de reconocimiento cotidiano y la experiencia directa de la desigualdad en el acceso a las oportunidades en Chile que impiden que esta promesa se cumpla (Martuccelli y Araujo, 2012; Mac-Clure y Barozet, 2015). Pero para nuestros entrevistados, quienes sostienen la defensa del principio meritocrático orientado al mercado, el fracaso no estaría dado por un sistema que no permite que se cumpla la promesa, sino que la culpa está en quienes no logran el éxito y fracasan como los “no merecedores” (Sandel, 2020). El esfuerzo no solo es percibido como un elemento capaz de romper con las condiciones desfavorables que podrían afectar a un individuo: “Ellos [los manifestantes por el cambio] tienen un tema que es, quieren romper una brecha de la desigualdad que yo creo que la brecha de desigualdad la rompís trabajando, sacándote la cresta” (Benjamín, 40, empresario, NSE alto, Concepción).

Un microempresario sugiere que, si las personas no están conformes con las condiciones en que desarrollan su vida, lo que corresponde, entonces, es un esfuerzo mayor:

 

En la parte económica no quiero que me regalen nada. Yo creo que todos merecemos tener oportunidades. Yo creo que el tema es si tú quieres tener mejor calidad de vida, bueno esfuérzate, por, estudia más, prepárate más. Porque una persona más preparada tiene mejores capacidades. […] Herramientas sí hay, pero todos quieren que les lleguen las cosas, así como ya, ahora que nos van a dar. No po’, así no es así no funciona ahora por ejemplo... (Andrés, 41, microempresario, NSE medio, Valparaíso).

 

Desde esta concepción del mérito emanan los discursos como los de Marcela, quien cuenta que gracias a su esfuerzo y, en su caso becas, ha podido estudiar más de una carrera: “Yo soy ingeniera en alimentos, soy auditora y tengo un diplomado en administración pública. Para mí, el querer estudiar es porque uno quiera hacerlo y ahora hay un montón de medios, de becas que antes no existían en el país.” (Marcela, 38, contadora, NSE medio, Ñuñoa).

De este relato se desprende la idea de una relación positiva entre preparación y oportunidades: a mayor preparación, mayores oportunidades para el desarrollo de las condiciones de vida. La entrevistada reconoce la existencia del Estado y las becas, pero solo las ve como soporte a su iniciativa. En otras palabras, en la medida en que la idea de mérito enfatiza y presupone la igualdad de oportunidades, esta justifica los resultados desiguales que produce, basados en la idea de que todos tienen las mismas oportunidades de competir. Por lo tanto, no se cuestiona la desigualdad de resultados (Cociña, 2013), sino que la falta de voluntad de parte de quienes quieren cambio social. Valentina, quien se desempeña como prevencionista de riesgos, considera que el orden institucional establecido hasta la fecha le ha permitido a ella tener las oportunidades necesarias para desarrollarse: “Hasta el momento yo como persona adulto mayor joven[14] […] considero que se nos han dado todas las oportunidades y eso también se agradece y se valora. Siento que es lo mejor la forma de retribuir y no empezar desde cero todo lo ya hemos ganado hasta la fecha” (Valentina, 40, prevencionista de riesgo, NSE bajo, Concepción).

Aludiendo a la centralidad del merecimiento, los entrevistados, tales como Consuelo, caracterizan a los manifestantes del Apruebo como sujetos que están acostumbrados a la inmediatez y los beneficios sin necesidad de trabajo: “Hoy día la mayoría de las personas jóvenes, que son las que participan mucho de todo este tipo de marcha y cosas, ellos vienen de una generación de la inmediatez y de las cosas fáciles, en donde tu apretai’ un botón y tienes todo lo que necesita” (Consuelo, 51, psicóloga infantil, NSE alto, Valparaíso).

Cabe señalar que tanto Valentina como Consuelo son de una generación anterior a la de los estudiantes que protestaron en 2011, por lo que se puede hipotetizar que se beneficiaron de las ventajas del sistema universitario antes de su saturación (Orellana, 2011) y, por lo tanto, invertir en estudios superiores no es una promesa fallida para ellas. Como en una cita anterior, se reconoce la relevancia de las políticas públicas, pero movilizar el registro del agradecimiento implica que quienes protestan son unos malagradecidos. Señalamos que estos discursos están presentes en los últimos beneficiados con la expansión de la matrícula universitaria.

Podemos ver entonces que, para los entrevistados, el mérito funciona y actúa como un minimizador de sus percepciones acerca de las amplias desigualdades presentes en el país. Al mismo tiempo, esta percepción les sirve para destacar su percepción de éxito personal.

 

Algunos derechos sociales sí, pero con trabajo (“Quieren todo gratis”)

 

Otra de las dimensiones en las que se vincula la idea de merecimiento a las motivaciones para protestar o votar Rechazo, refiere al ámbito de la seguridad social y de las políticas públicas. Para algunos entrevistados, que estas impliquen una transferencia directa o cualquier modelo alternativo de redistribución es visto como negativo y no contribuye a la justicia social. Observamos este tipo de razonamiento en las entrevistas mediante el uso reiterado y enfático de la metáfora del “regalo” y la “gratuidad” que pedirían los manifestantes a favor del estallido, y que se contrapone a aquello que es “merecido” o “logrado con esfuerzo”. “Porque quieren todo gratis, quieren bono marzo, quieren bono abril, quieren bonos. ¡No podemos dar bonos porque este país no genera tantas lucas pa’ dar tantos bonos po’! Si ese es el problema, yo feliz que, en verdad a mí me encantaría darle bono, que el terreno a los Mapuche, que es válido” (Claudio, 42, arquitecto, NSE alto, Vitacura).

Siguiendo este razonamiento, los derechos sociales también son vistos como contrarios al merecimiento. De hecho, si bien algunos entrevistados reconocen que debe haber un aporte social mínimo de parte del Estado a quienes más lo necesitan, rechazan fuertemente la idea de que “todo sea gratis”. Como argumenta una entrevistada:

 

Yo estoy a favor en peticiones súper puntuales, que es el tema de las jubilaciones a los pensionados. Estoy de acuerdo también de que se está subiendo todo en la vida y no suben los sueldos, pero no estoy a favor de que sean gratis las cosas para todo el mundo, por decirlo así. Pienso que para tener cosas hay que ganárselas y es con sacrificio, es con esfuerzo, es con trabajo, es con hacer el esfuerzo todos los días, salir de tu casa y tener que dejar a tu hijo, no sé po’, en el jardín infantil, o pagarle a alguien para poder trabajar y ganarte tus cosas propias (Sandra, 34, dueña de casa, NSE medio-alto, Concepción).

 

Aquí se observa el registro moral que separa a quienes les va bien de los que no se ganan las cosas con trabajo y esfuerzo. O como señala molesto otro entrevistado: “Es muy difícil, y yo soy clase media, o sea a mí no me tocó nada, nada, yo tuve que rascármelas en verdad solito todo este proceso” (Claudio, 42, arquitecto, NSE alto, Vitacura).

El que los derechos y los beneficios sociales sean sin costo y universales (“gratis”) es una piedra de tope fundamental para los entrevistados, porque consideran que van en una dirección contraria a la importancia del esfuerzo individual como base de la sociedad y legítimo productor de desigualdad:

 

Hay harta desigualdad, pero también siento que hay un grupo de gente que quiere que el gobierno le entregue todo. O eso de quitarle un poco a los que tienen, para que tengan los que no tienen, eso también encuentro que no. No puede ser, porque uno lo poco que tiene se lo ha ganado, con esfuerzo, con trabajo, con estudio. Entonces que haya un grupo de personas que quieren todo gratis, no, no estoy de acuerdo con eso (Sandra, 34, dueña de casa, NSE medio-alto, Concepción).

 

Desde su propia versión de las demandas del estallido, la entrevistada señala que, si bien existen “los que tienen”, sobre todo existe gente necesitada, entre ella su familia. Marca una frontera binaria construida desde el miedo a perderlo todo.

En este contexto, los argumentos conservadores más tradicionales apuntan fundamentalmente a la mantención del orden anterior o imperante, al no querer la ampliación de la igualdad, pues esto significa una rotación en las posiciones exitosas en la sociedad a la que no están dispuestos a renunciar (Robin, 2011). A diferencia del mérito, el concepto de merecimiento pone énfasis, desde el punto de vista de quienes han sacado ventajas del sistema, en haber enfrentado exitosamente pruebas morales aplicando sus habilidades y comprendido las reglas del juego en vez de desconocerlas. Es por lo tanto su éxito lo que les habilita moralmente no solo a defender el orden, sino también a querer retomar el control en una situación en que las autoridades lo han perdido (Tironi, 2020).

 

Defender el orden: merecimiento y vuelta a la Patria

 

En las secciones anteriores hemos visto que el movimiento del 18 de octubre de 2019 gatilló y activó diversos miedos en quienes se mostraron a favor de la opción del Rechazo. Asimismo, hemos visto cómo esta emoción se vincula a argumentos y posiciones morales frente a las demandas sociales del 18 de octubre. En esta sección, analizaremos la manera en que los primo manifestantes del Rechazo transforman su oposición ideológica en un contra movimiento, reenlazando valores tradicionales del orden con los de merecimiento, aunque –hasta el momento– con bajos niveles de articulación política.

 

Narrando el nosotros de derecha (“Yo soy por ejemplo de la idea del libre mercado. Económicamente yo soy una persona de derecha, pero soy liberal”)

 

Aquí analizamos cómo las narrativas en torno al merecimiento, entre los partidarios del Rechazo, articulan una serie de valores y principios relacionados con la idea tradicional de orden en el discurso de la derecha. Al argumentar sus ideas en torno al merecimiento, los entrevistados emprenden un trabajo de producción de identidad como representantes de valores de derecha que tiene dos momentos. En primer lugar, se construye una identidad a través de la esencialización de valores que se perciben como propios de este yo compartido que se comienza a tejer y, simultáneamente, un otro que es amenazante. Uno de los núcleos es el principio de libertad: “Yo soy por ejemplo de la idea del libre mercado. Económicamente yo soy una persona de derecha, pero soy liberal en el sentido de que estoy a favor del matrimonio homosexual, yo no tengo ni un problema si alguien quiere abortar hasta el tercer mes, no tengo ningún problema, yo creo en la libertad…” (José Domingo, 31, empresario, NSE Alto Las Condes).

En un segundo momento, una vez que los entrevistados dividen a la sociedad entre un “nosotros” de derecha y un “ellos”, comienzan a elaborar un relato compartido sobre la necesidad de defenderse.

 

Pero insisto, soy de extrema derecha porque no me gusta, te lo voy a decir súper así simple, lo indio que son el resto de la gente del otro lado para poder expresar su molestia [...] Como esas expresiones, esas expresiones son, insisto que volvimos a la época de piedra. Volvimos a la época de piedra a exigir algo con gritos, con violencia, con descalificaciones, con golpes. ¡No! Hoy en día las cosas se hablan y se hablan de buena forma con respeto, yo puedo pedir y puedo exigir algo. (Patricia, 39, ingeniera comercial NSE Alto, Las Condes).

 

Es este segundo momento cuando está la génesis política del contra movimiento luego del primer momento examinado en la sección anterior en torno a la construcción social de la noción de merecimiento. En esta construcción de identidad colectiva, los valores asociados al orden son considerados por los primo manifestantes del Rechazo como restrictivos a ellos, identificados con la derecha. Así, serían las personas de derecha quienes ponen al centro estos valores de tranquilidad y conocimiento de la realidad, por oposición al desorden y la violencia de los manifestantes, como narra Alfonso, quien participó de las contra manifestaciones: “Es que son más tranquilos, la gente de derecha es como que no sale mucho, como que está más escondida. No es que tenga miedo, pero es más cómoda. Está bien, están tranquilos y en base a eso ¿pa’ qué va a reclamar, de qué? Si estoy tranquilo, yo sé cómo gente de derecha, se conforma, es como que entiende que esto es lo que es” (Alfonso, 43, abogado, NSE alto, Vitacura).

Esta esencia valórica establecida fuera de la política de los primo manifestantes del Rechazo les permite comprenderse a sí mismos, en algunos casos, como parte de una narrativa intergeneracional. Esta suele basarse en lo descrito anteriormente como el rechazo a la cultura del regalo y de la violencia, y se caracteriza por una épica familiar que produce valor y una identidad:

 

¿Cómo llegué a la extrema derecha? Claramente de los cimientos de mi familia, de mi familia, de mis abuelos. Nadie ha sido militante ni nada, ni perteneciente a nada, a ningún grupo. Simplemente hemos sido de la postura que […] nadie a nosotros nos ha regalado nada. Lo que opinan claramente los de izquierda que el que nació en cuna de oro... No, mi amor, aquí ninguno de mi familia, ni mis antepasados nació en cuna de oro, nadie. Todos nos hemos sacado la mugre trabajando pa’ tener lo que tenemos y pa’ estar en la posición que estamos. (Patricia, 39, ingeniera comercial, NSE ato, Las Condes).

 

Desde ahí los primo manifestantes del Rechazo se posicionan promoviendo la transmisión intergeneracional, fuera de espacios políticos, de valores que a causa del estallido han sido puestos en cuestión. Por lo tanto, el cambio social en curso no es solo la derrota de un proyecto político que podría ser comprendido como legítima alternancia política, sino que un ataque a los valores que los representan.

Así como los entrevistados se identifican con un nosotros de derecha, la siguiente orientación de su narrativa identitaria es la construcción de un enemigo político por quien se sienten amenazados. En sus relatos, tras el 18 de octubre de 2019 se inició un proceso que no solamente puso en peligro los valores morales que orientan su vida, sino que la institucionalidad que les ha permitido ser exitosos. La alternativa institucional que promueven los manifestantes por el cambio es percibida políticamente como amoral: “Sí po, si me molestaba totalmente porque no es, porque yo puedo ser muy pobre o puedo ser muy rico, pero, la honorabilidad, la ética, la honradez es parte del ser humano de valores principales y esos valores hoy no existen por ningún lado” (Andrés, 41, microempresario, NSE medio, Valparaíso).

El otro es imaginado como carente de valores, amenazante y promotor de anomia, lo que se cristaliza en el cambio constitucional. Ante la pregunta por un posible proceso constituyente, los primo manifestantes del rechazo mencionan el temor que provoca “partir de cero”, metáfora que circuló en las campañas del Rechazo: “Es que, si parten de cero, yo no sé a qué nos vamos a someter, no sé quiénes van a hacer esta nueva constitución […] Eso obviamente me provoca un miedo espantoso. […] Entonces si partimos de cero y como te digo, […] yo estoy tranquila con la constitución que tenemos” (Paulina, 55, vendedora seguros de salud, NSE bajo, Valparaíso).

Para varios entrevistados, Venezuela y Argentina son los países con proyectos de izquierda populista que encarnan el rumbo a evitar a toda costa:

 

Mira, uno va leyendo hacia atrás. Antiguamente cuando pidieron en otros países, uno va leyendo como lo que pasó en Venezuela. Entonces uno va viendo todo eso, exigieron una nueva constitución y mira donde están. [...] Yo igual le conversaba con gente de Venezuela. Tengo conocidos, tengo compañeros de trabajo venezolanos y dicen "mira, nosotros también exigimos una nueva constitución y mira donde estamos", "estamos acá, ¿por qué? Porque nuestro país nos falta la comida, nos desvalorizaron la plata". Entonces se podía andar como los argentinos, pueden andar así con un turro de plata, pero no vale nada (Álvaro, 29, operador de maquinaria pesada, NSE bajo, Concepción).

 

Mira, yo por lo general sigo mucho en las redes sociales a los partidos políticos, yo sigo a todos los partidos políticos, de la Nueva M;ayoría, del Chile Vamos, los sigo a todos y veo qué es lo que proponen; pero yo siento que hay de muchos lados, tanto de la derecha como la izquierda, que a veces hay mucho populismo. Y yo no me dejo llevar por eso, porque el populismo no… tenemos los casos de otros países de Latinoamérica, por ejemplo, Venezuela que también llegó a una asamblea constituyente, la cual fue un… todos sabemos cómo está Venezuela y también partió igual (José Domingo, 31, Empresario, Las Condes).

 

El dilema y la pregunta a futuro: ¿callar u organizarse para defender la Patria? ("No tenemos que arrancar, tenemos que luchar")

 

El contra movimiento del Rechazo fue activado por la percepción de un colapso de la experiencia del orden social entre los entrevistados, ya sea a partir de lo que observaron esos días o lo que vieron en la prensa, televisión y redes sociales, o lo que elaboraron con sus círculos cercanos, como familiares y amigos. Esto generó un repliegue en su identidad, por lo que formas simbólicas para proyectar una unidad política fueron recurrentes: Chile, la derecha, la Patria, la constitución.

Como señala uno de los entrevistados:

 

Yo soy súper patriótico en términos de amor a la patria. No soy un patriótico como el gringo que es extremista, no. Pero sí el amor a la patria a los emblemas, a nuestros héroes a nuestra historia, hoy Chile ganó una historia muy grande que si es este movimiento social ¿cachai? Pero, perdió el respeto que le teníamos a estos emblemas nacionales como nuestra historia de historiadores nuestro Pedro de Valdivia, nuestro Arturo Prat, nuestro Baquedano. A eso se le perdió un respeto que me duele tanto. De hecho, yo lo converso con mis hijos, o sea, que siempre hay que valorar la historia como parte del nacimiento y desarrollo de un país ¿cachai? (Andrés, 41, microempresario, NSE medio, Valparaíso).

 

Agrega, usando de nuevo la referencia a Venezuela:

 

Si llega a suceder –y ese es uno de mis temores grandes– porque como te digo tengo amigos de todos los lados, si en Chile llega a pasar o en Chile llegan a haber luces de lo que llega a pasar en Venezuela o lo que está pasando en Venezuela, yo le temo mucho a una guerra civil o un nuevo golpe de Estado por parte de las Fuerzas Armadas […] porque en Chile, aunque ustedes no lo crean, la fuerza armada tiene una formación de dar la vida si fuese necesario por amor a la patria (Andrés, 41, microempresario, NSE medio, Valparaíso).

 

Esto ocurre en un escenario que es percibido como hostil debido a la situación de minoría en la cual se encuentran los entrevistados. En este contexto, muchos entrevistados describen una sensación de aislamiento y de ataque a su libre expresión. Expresan que su discurso es sancionado socialmente, elemento muy relevante en las entrevistas:

 

Yo voy por el Rechazo, pero yo encuentro que hay gente del Rechazo que está escondida por miedo. Es un miedo y han mostrado en la tele que hay gente del Rechazo que va con una polera en la tele, le sacan la mugre como que no tienes derecho a opinar por el Rechazo, pero si tienes mucho derecho a opinar sobre el Apruebo. Como que te tratan de imponer el pensamiento y no tienes derecho a opinar nada más, que sea diferente a ellos. No puedes opinar diferente entonces yo conozco mucha gente que es del Rechazo, pero están calladas. Es muy probable que los hayan entrevistado y hayan dicho Apruebo nada más (Marcela, 38, contadora, NSE medio, Ñuñoa).

 

Aquí se observa la forma en que los contra movimientos retoman o se apropian de símbolos o valores de los movimientos y los resignifican. En este caso, lo que se resignifica sería la idea de la libre expresión e inclusive de la democracia. Para ellos, este sería uno de los causantes del por qué los primo manifestantes del Rechazo no salieran en masa tal como lo hicieron los que se manifestaron a favor del estallido social: coinciden en una sensación de desprotección institucional, sintiéndose momentáneamente huérfanos del Estado y de las instituciones. A diferencia de quienes veían el estallido como un momento de toma de consciencia (“Chile despertó”) o una posibilidad de refundación, para los manifestantes del Rechazo, la interpretación es inversa: perciben un momento de decadencia y de abdicación del orden, percibido como ruptura y como trauma: “Yo soy absolutamente de extrema derecha, pero siento que claramente el gobierno no se puso las pilas, no tomó las decisiones en el minuto que tenía que tomarlas. Se demoró un kilo a los militares a la calle pa’ poder restablecer el orden y dentro de eso la gente tampoco tenía la empatía ni el respeto frente a las autoridades que no entiendo que, no, no” (Patricia, 39, ingeniera comercial, NSE alto, Las Condes).

Así, en su defensa del orden, entendido desde las reglas del juego meritocrático que justifica sus posiciones, los entrevistados recurren a los repertorios legítimos para “defender la patria”, en especial con alusión al uso de la represión y la violencia: “yo habría esperado más “mano dura“ (Paulina, 55, vendedora de seguros, NSE bajo, Valparaíso), “a que si llega a haber un estallido social 2.0, que se ponga más mano firme en el sentido de protección a la gente” (Pamela, 34, dueña de casa, NSE medio, Huechuraba), “un par de balazos solucionaría tantas cosas” (Benjamín, 40, empresario, NSE alto, Concepción).

La noción de patria establece una condición de libertad para desarrollar un proyecto personal de éxito laboral, por ejemplo (el mérito está por sobre de la igualdad). El estallido y la violencia asociada eclipsa un proyecto de sociedad que fundamentalmente es de libertad económica y de emprendimiento en el mercado. Por ello, aparece notoriamente una alusión a la noción de la patria y sus símbolos, como para retomar una senda de un nosotros donde Chile vuelva a su senda de prosperidad: “Entonces yo también creo que si se presionó por un lado, la gente que opinamos que queremos a nuestro país, que nos sentimos bien con nuestro país, también tenemos derecho a manifestarnos” (Paulina, 55, vendedora de seguros de salud, NSE bajo, Valparaíso).

Ante la falta de mano dura de parte de las autoridades y la posibilidad de anomia, expresan la necesidad de hacer “algo”. Nuestros entrevistados viven como un dilema el ser testigos de la pérdida de valores y el orden y, por lo tanto, se preguntan si deben luchar o callar. Las opciones son variadas entre los entrevistados. Algunos señalan que sienten el deber moral de defender aquello en lo que creen y el orden anterior al estallido. En general, se distancian de quienes optan por “quedarse callados”, pese a que sienten que actúan en un escenario adverso. La mayoría de nuestros entrevistados cuenta que se sintió convocada a “salir” y “organizarse” para prevenir saqueos y protegerse de quienes los amenazan. Como señala Benjamín: “Yo creo que en Chile no tenemos que arrancar, tenemos que luchar” (Benjamín, 40, empresario, NSE alto, Concepción).

En resumen, el estallido lleva a una parte de los integrantes de la derecha no activa a salir de la zona de confort asociada con el apoliticismo. Como se observa en las entrevistas, el estallido tiene como consecuencia sacarlos de esa zona y los obliga a tomar una posición política contra los críticos del modelo.

 

Conclusión

 

En este artículo examinamos dos niveles de la experiencia de los primo manifestantes que se organizaron contra las movilizaciones y los saqueos de octubre de 2019 y salieron a protestar a favor de la opción Rechazo antes del plebiscito de 2020. En particular, analizamos el sentido que estas personas dieron a su acción a partir de la reconstrucción de sus vivencias personales y de sus narrativas políticas sobre el estallido.

Primero, en términos de experiencia personal, mostramos que los primo manifestantes aluden frecuentemente a la violencia del estallido social, asociada específicamente a la transgresión del orden público –ya sea sufrida en persona o vista en los medios–, la que gatilló su participación en las manifestaciones por el Rechazo. Segundo, en términos de narrativa política, este grupo percibió el estallido como una amenaza al orden social que se estructura en torno al principio del merecimiento y que habría dado muchos frutos para el país y para ellos mismos. El merecimiento aparece en esta narrativa como una justificación de las desigualdades sociales existentes, pues entienden que quienes han respetado las reglas del juego y superado las “pruebas” han sido recompensados por el éxito económico. Este principio de justicia social funciona como clave para entender la visión de los primo manifestantes de derecha sobre el proceso contencioso que se abrió con el estallido: los manifestantes del estallido y promotores del cambio constitucional son vistos como sujetos “no merecedores” de las posiciones de éxito en la sociedad, ignorantes de las reglas del juego que lleva al éxito, y se los considera rivales en la disputa por recursos y posiciones que previamente eran asignados en base al merecimiento.

Si bien su narrativa hace eco de argumentos culturales y valóricos propios de los partidos políticos de derecha, los primo manifestantes de derecha se sienten distantes de estos últimos. Este grupo participa intensamente de una labor de producción identitaria y de defensa, ya no del legado de la dictadura, sino más bien de las posiciones que las últimas décadas han definido como exitosas para la sociedad chilena. En estas nuevas derechas están presentes el liberalismo antiestatal descrito en las clásicas narrativas de la derecha, pero también una reacción contra los movimientos de emancipación social. Los primo manifestantes del Rechazo no modulan una crítica al sistema, sino que se articulan como una defensa del sistema “como era” antes que llegaran “los otros”, pues temen que sus vidas privadas y públicas pierdan el lugar que han ocupado. Como señala Robin, en estas narrativas de personas ajenas a los partidos, lo que se observa son “las vidas privadas del poder” (2011, p. 10) de quienes han sido los ganadores del sistema, hasta el estallido. En ese sentido, se trata de un pensamiento más conservador que tradicionalista, porque disputa a quienes se identifican con demandas progresistas lo que es justo en la sociedad en base a un discurso moderno del mérito y sin defender estamentos o posiciones rígidas por nacimiento. Es decir, no desconoce que las posiciones en la sociedad deben ser ordenadas según quien más lo merece, sino que se disputa quién lo merece.

 

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Anexo N°1: Lista de códigos usados en el proyecto

Dimensión

Códigos

Descripción

política

const

Reflexiones en torno a la constitución

política

crítica_política

Dimensión que recoge críticas hacía la "política institucional". (Políticos/as, presidentes, partidos, etc.)

política

exp_const

Dimensiones en torno a las expectativas y/o futuro a partir del proceso constituyente

política

id_pol

Dimensión que recoge reflexiones de identidad o cercanía en el espectro político

política

interes_pol

Reflexiones acerca del interés por la política en términos generales

política

polarización

Reflexiones en torno a la polarización

política

populismo

Relatos en torno al populismo

política

reflexión_pol

Reflexiones políticas en torno a la situación política de Chile (i.e., las causas que creen que llevaron al estallido)

política

reflexión_rech

Código que recoge reflexiones en torno a la participación del rechazo

política

rol_derech

Reflexiones en torno a la derecha chilena general, su rol y sus transformaciones (Pinochet, UDI, RN etc.)

política

estallido_planificado

Discursos que dicen relación con una supuesta planificación del estallido

social

activismo_previo

Relatos sobre experiencias de activismo previo

social

activismo_rech

Código que recoge las experiencias de participación en la protesta (cómo, cuándo y dónde)

social

chal_am

Reflexiones en torno al "ser chaleco amarillo"

social

conciencia_soc

Reflexiones en torno a las condiciones en que vive "el otro Chile" (i.e. “El pobre y el distinto a mi”)

social

demandas_18O

Reflexiones en torno a las demandas del 18O (i.e. ¿Son legítimas?, ¿Están de acuerdo?)

social

inmigrante

Discursos en torno a los inmigrantes y su rol en el proceso chileno

social

merito

Reflexiones en torno al mérito

social

miedo

Relatos en torno al miedo (vivido, causado, por el estallido, etc.)

social

turning point

Dimensión que recoge el "turning point", la situación que llevó a los manifestantes a participar del rechazo

social

violencia

Reflexiones en torno a la violencia, la sociedad y la protesta

 

Anexo N°2: Tabla de entrevistados

Seudónimo

Edad

Nivel

socio-económico

Ocupación

Ciudad de residencia

1

José Domingo

31

Alto

Empresario

Santiago, Las Condes

2

Alfonso

43

Alto

Abogado

Santiago, Vitacura

3

Patricia

39

Alto

Ingeniera comercial

Santiago, Las Condes

4

Claudio

42

Alto

Arquitecto

Santiago, Vitacura

5

Pamela

34

Medio

Dueña de casa

 Santiago, Huechuraba

6

Marcela

38

Medio

Contadora

Santiago, Ñuñoa

7

María

21

Bajo

 Estudiante de parvularia

Santiago, Peñalolén

8

Juan

46

Bajo

Técnico computación

Santiago, Recoleta

9

Sandra

34

Alto/medio

Dueña de casa

Concepción

10

Benjamín

40

Alto

Empresario

Concepción

11

Joaquín

35

Medio

 Emprendedor de diseño gráfico

Concepción

12

Álvaro

29

Bajo

Operador maquinaria pesada

Concepción

13

Valentina

40

Bajo

Prevencionista de riesgo

Concepción

14

Pablo

23

Alto/medio

Estudiante ingeniería comercial

Valparaíso

15

Consuelo

51

Alto

Psicóloga infantil

Valparaíso

16

Andrés

41

Medio

Independiente microempresario

Valparaíso

17

Constanza

28

Bajo

Cesante (estudiante en línea)

Valparaíso

18

Paulina

55

Bajo

Vendedora seguros de salud

Valparaíso

 

 



[1] Agradecimiento: ANID Fondap 15130009, FONDECYT 1211099 y 1190436. Agradecemos además a todas las personas entrevistadas.

[2] La palabra merecimiento no es usada por los entrevistados, por lo que su uso responde a la distinción analítica realizada por el equipo en base a los discursos examinados y los principios que los estructuran.

[3] Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta ELSOC Ola 2019. Según los mismos datos ELSOC Ola 2019, en términos de orientación ideológica (escala de 10 puntos), un 26,7% no reconocen inclinación política, un 6,8% se declara de derecha, un 33,5% de centro y 33% de izquierda.

[4] El reclutamiento de entrevistados estuvo a cargo de una consultora especializada en metodologías cualitativas. Se les ofreció una pequeña retribución económica.

[5] Los cuatro partidos que compusieron la Lista fueron la Unión Demócrata Independiente UDI, Renovación Nacional, Evolución Política y el Partido Republicano.

[6] Debido al contexto de pandemia, todas las entrevistas fueron realizadas por Zoom, cumpliendo con los compromisos éticos definidos por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile y las universidades involucradas en el proyecto.

[7] Fue alcalde de Las Condes, una de las comunas más ricas de Chile en varios períodos, además de candidato a la presidencia.

[8] “Facho” es una síncopa de uso coloquial del término “fascista” utilizado en sentido peyorativo.

[9] Original en inglés: market success meritocracy, work-centered meritocracy y common good meritocracy.

[10] Existen, sin embargo, algunas posiciones fuera de la competencia que implica el despliegue del mérito: niños, personas discapacitadas, enfermas o personas fuera del mercado laboral como los jubilados. Estas excepciones se aplicarían solo a unos pocos desvalidos (Frohlich y Oppenheimer, 1990).

[11] Véase referencias de prensa: en la derecha extrema, Avendaño (2019) o Brun (2019), desde Maipú, una de las comunas más afectadas por la violencia.

[12] Esa noche, bajo la presión de la calle, la clase política, en especial la cúpula de los partidos, salvo el PC, acuerdan un plebiscito para consultar a la población sobre un cambio constitucional.

[13] Seguros privados de salud.

[14] La expresión “adulto mayor joven” es usada por la entrevistada, por lo que la dejamos así en la cita.