El giro digital en la historia del libro. Desafíos,
metodologías y transformaciones recientes
[The Digital Turn in the Book History. Challenges,
Methodologies and Recent Change]
Fabián Vega
(Universidad de Buenos Aires – Escuela de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín – CONICET)
vegafabianr@gmail.com
Resumen
Entre 1980 y 1990, Roger Chartier y Robert Darnton sentaron las bases para un nuevo programa y metodología de investigación de la historia cultural del libro y la lectura. En años recientes han aparecido varios proyectos que utilizan una metodología sustancialmente diferente y que, en el marco de un giro digital, se apartan del paradigma tipográfico de investigación. Trabajan con grandes cantidades de información, utilizan visualizaciones, son colaborativos, incluyen como miembros a profesionales técnicos, incorporan tecnologías de georreferenciación y publican sus resultados en sitios web. Su característica principal es que constituyen complejas bases de datos sobre los libros del pasado. Cumplen muchos de los objetivos del programa de investigación creado durante las décadas de los 1980 y 1990 y, al utilizar las funcionalidades y facilidades de la textualidad digital, muestran evidentes ventajas. No obstante, su propuesta metodológica presenta dificultades y desafíos, en especial para incluir la lectura y la recepción.
Palabras clave: Historia del Libro; Humanidades Digitales; Bases de Datos; Historia Cultural; Lectura Distante
Abstract
Between 1980 and 1990, Roger Chartier and Robert Darnton created the foundations for a new research program and methodology of the cultural history of book and reading. In recent years, several digital projects that use a very different methodology have appeared and that, within a digital turn, move away from the typographic research paradigm. They work with large amounts of information, use visualizations, are collaborative, include technical professionals as members, incorporate GIS technologies, and publish their results on websites. Their main characteristic is that they constitute complex databases on the books of the past. They achieve many of the goals of the research program created during the 1980s and 1990s and, by using the functionalities and facilities of digital textuality, they show evident advantages. However, its methodological proposal presents some difficulties and challenges, especially to include reading and reception.
Keywords: Book History; Digital Humanities; Databases; Cultural History; Distant reading
Recibido: 01/02/2021
Evaluación: 11/05/2021
Aceptado: 23/08/2021
El desarrollo de la historia del libro y la lectura en los últimos cuarenta años produjo una transformación sin precedentes en la historia cultural e intelectual, en particular en aquella centrada en la modernidad temprana (1500-1800). En el marco de esta disciplina, la última década asistió a la consolidación de un conjunto de proyectos de investigación que utilizan las tecnologías digitales para recolectar, analizar, visualizar y presentar información sobre la cultura del libro del pasado. Hacia 1980, la disciplina había nacido como un giro material de la historia intelectual (Grafton, 2007), privilegiando técnicas y metodologías de la bibliografía, la paleografía, la antropología y la crítica literaria. Como contracara, algunos estudios recientes se inscriben en un giro digital o computacional (Berry, 2012, pp. 1-20) de la propia historia del libro, y sus prácticas de indagación dan cuenta de metodologías y propuestas que desafían los principios de la disciplina establecidos algunos lustros antes.
En este artículo pretendo analizar el mencionado giro, prestando atención al vínculo que los nuevos proyectos mantienen con la agenda de investigación formulada en las décadas de los 1980 y 1990 y a las metodologías y formas de trabajo que manifiestan. Los proyectos colaborativos que se multiplicaron en los años recientes utilizan páginas webs para volcar grandes cantidades de datos e incorporan las funcionalidades propias de la textualidad digital para explorarlos y navegarlos. Aunque es notorio que la historia del libro está siendo transformada sensiblemente por este giro digital, hasta ahora no existe una conciencia clara del fenómeno al interior de la disciplina. Sin ninguna intención de agotar esta problemática, aquí estudio algunas experiencias recientes y elaboro sugerencias metodológicas para enriquecer la investigación en un contexto post-tipográfico.
Investigadores y teóricos de diversas escuelas han enfatizado que la tecnología condiciona las prácticas de investigación. Marshall McLuhan y sus discípulos han postulado que “el contenido sigue a la forma”, es decir que la tecnología y la materialidad de los medios influyen en la manera como las personas desarrollan sus hábitos cognitivos. Desde este punto de vista, el paradigma tipográfico nacido con la imprenta de tipos móviles estaría caracterizado por las “líneas rectas” y las “jerarquías” producto del “orden visual” de la imprenta (Lapham, 1996). En concreto, la página rectangular impresa, su capacidad específica en cuanto a la incorporación de información, sus paratextos explicativos y la fijación del contenido son características que definen los alcances y los límites de una investigación en el marco del paradigma tipográfico. Frente a esto, la textualidad digital y el paradigma post-tipográfico, caracterizado entre otras cosas por “la disolución de la linealidad” y “la cultura de los datos conducidos” (Mendoza, 2011, pp. 85-92), presenta funcionalidades específicas: menús desplegables, motores de búsqueda, incorporación de innumerables apéndices y anexos, visualizaciones, gráficos y mapas, hipervínculos, límites difusos en la cantidad de información a incorporar, posibilidad de modificación del tamaño y escala tanto de textos como de visualizaciones, corrección y actualización periódica de la información publicada e interactividad en términos generales (Drucker, 2013). Coincidentemente, los teóricos del hipertexto han explorado muchas de estas funcionalidades, y algunos historiadores mencionan la flexibilidad, la posibilidad de manipulación, la interactividad y la no linealidad como ventajas específicas de la textualidad digital con evidentes consecuencias conceptuales (Cohen y Rosenzweig, 2005; Pons, 2013, pp. 209-241).
Aunque estas propuestas no son necesariamente compartidas por los historiadores del libro, su énfasis en la manera como la tecnología modifica el conocimiento es útil para preguntarse: ¿cuál es el vínculo entre los representantes más canónicos de la historia de la lectura y el giro digital?, ¿en qué medida los proyectos virtuales de historia del libro aprovechan las funcionalidades específicas de la textualidad digital y en qué se diferencian de las investigaciones desarrolladas en el marco del paradigma tipográfico?, ¿qué relación mantienen estos proyectos con la agenda de la disciplina formulada hacia 1980 y 1990?, ¿qué problemas presentan sus nuevas metodologías? Mi argumento es que los proyectos virtuales de historia del libro se diferencian de la orientación previa de la disciplina en la medida en que organizan la información como bases de datos en tanto que forma simbólica y cultural (Manovich, 1999), es decir como colecciones de ítems (libros o referencias a los mismos) legibles y medibles de manera automática, en oposición a la tradicional secuencia lineal y narrativa de una investigación académica impresa. Asimismo, sugiero que el uso de bases de datos y la publicación en sitios webs permite explotar al máximo las funcionalidades propias de la textualidad digital, mencionadas anteriormente.
La primera parte del artículo presenta una caracterización general de la historia cultural del libro y de la lectura a partir de los aportes fundacionales de Roger Chartier y Robert Darnton y explora la relación de estos historiadores con las propuestas metodológicas nacidas tras el giro digital. La segunda sección analiza tres proyectos virtuales sobre historia del libro que dieron a conocer sus resultados en la última década. La tercera y última parte explora los problemas, límites y desafíos de estas propuestas digitales y sugiere la necesidad de sostener la agenda de la disciplina establecida hacia 1980 y 1990, sin abandonar el estudio de los textos y aprovechando los alcances de las tecnologías digitales.
La historia cultural del libro y la lectura de Roger Chartier y Robert Darnton
La historia del libro en la modernidad temprana, como disciplina específica, adquirió la mayoría de sus características actuales durante las décadas de los 1980 y 1990, cuando investigadores como Roger Chartier, Robert Darnton, Donald F. McKenzie, Armando Petrucci y Anthony Grafton redefinieron la agenda de investigación y la metodología de trabajo.[1] Esto dio lugar a una práctica de investigación que, para el período específico de la modernidad temprana, se plasmó más recientemente en los trabajos de autores de la talla de Andrew Pettegree, Fernando Bouza, Ann Blair, Bill Sherman y Joad Raymond, entre otros. Más allá de los detalles, una serie de artículos teóricos de los “renovadores” fueron especialmente influyentes. Para empezar, Darnton propuso en 1982 un “modelo general” de investigación, consistente en rastrear la biografía de un libro a lo largo de todo un circuito de la comunicación, incluyendo el estudio de diversas dimensiones, como los autores, los editores, los impresores, los transportistas, los libreros y los lectores (Darnton, 2010 [1990], pp. 117-146). Aunque para Darnton el mayor valor residía en la exploración conjunta de estos aspectos, reconocía que la práctica concreta de los académicos consistía en la selección de una de las dimensiones y su estudio en función de técnicas disciplinares específicas. Independientemente de los cuestionamientos de que ha sido objeto (Adams y Barker, 1993; una respuesta en Darnton, 2007), el modelo fue una propuesta integral para la renovación de la totalidad de la historia del libro. Ahora bien, la mayoría de las investigaciones de la época estuvieron centradas en una de las dimensiones definidas por Darnton: la lectura. El propio historiador estadounidense escribió un artículo específico sobre la cuestión, en el que identificó cinco focos posibles para analizar la evolución de esta práctica en Occidente: su representación en pinturas y obras literarias, su enseñanza en el marco más general de la educación y la alfabetización, la escritura de marginalia en los espacios en blanco de los libros, la orientación que los propios textos establecen para su abordaje y, por último, las características físicas de los libros (Darnton, 2010 [1990], pp. 165-199).
El auge y las promesas de la disciplina en esta época fueron tales que, en 1989, Chartier propuso una suerte de manifiesto de la historia de la lectura (Chartier, 1992, pp. 45-62). Esta propuesta implicaba el abandono de las grandes divisiones estáticas de la sociedad como ejes centrales de análisis y la recuperación de la capacidad de producción de sentido por parte de actores subjetivos concretos. En una conferencia de 1987, sintomáticamente traducida como “De la historia del libro a la historia de la lectura”,[2] Chartier había definido una “nueva manera” de concebir la disciplina, centrándose en las prácticas de apropiación de los objetos culturales, la influencia de los componentes materiales en la interpretación y los estudios de caso (Chartier, 1994, pp. 13-40). En el centro de la propuesta estaba la idea de que la lectura no fue una práctica siempre igual a sí misma. Aunque Chartier reconoció que existe una importante cuota de autonomía en la práctica de la lectura, también indicó que esta no es absoluta, puesto que el texto mismo a ser leído y los rasgos físicos y paratextuales que lo rodean o lo contienen definen parámetros para su abordaje. De este modo, Chartier arribó a la “tensión central de toda historia de la lectura”: aquella que existe entre “el texto, el objeto que lo porta y la práctica que se apodera de él” (Chartier, 1994, p. 46). Cabe destacar que una consecuencia no siempre reconocida de esta propuesta es que no es posible separar al texto de su materialidad.
La revolución digital tuvo lugar en el mismo momento en que los historiadores definían este programa. Sugiero que la recepción de las transformaciones electrónicas y digitales en los mayores representantes de la historia del libro fue ambigua y que puede ser analizada en tres planos: el análisis histórico de estas transformaciones, sus implicancias para la investigación y, por último, sus efectos específicos para la difusión y publicación del trabajo académico. En primer lugar, Chartier y Darnton dedicaron numerosos estudios a estos cambios, publicados tanto en revistas académicas como en medios de difusión masiva y compilados en ocasiones en libros (Chartier, 2018a, pp. i-xvi, 2018b; Darnton, 2009; véase también Grafton, 2009). Propusieron que la mutación digital constituye una de las grandes revoluciones históricas de la cultura escrita –como la aparición del codex o la invención de la imprenta de tipos móviles–, pero reconocieron que un nuevo medio técnico nunca reemplaza por completo a los anteriores. Chartier resumió los alcances de las transformaciones al indicar que estas consisten en “una revolución de la técnica de la reproducción de los textos, una revolución de la materialidad del soporte de lo escrito y una revolución de nuestra relación con lo escrito” (Mendoza, 2019, p. 196). De cara a la apocalíptica tradicional de una parte del mundo intelectual sobre la “muerte del libro” (Scolari, 2009) y los efectos nocivos de la cultura digital (Hayles, 2012, pp. 55-79; Pons, 2013, pp. 103-110), estos historiadores demostraron una saludable discrepancia.
Pero tal apertura no se verifica en su recepción de las transformaciones digitales en el plano de la investigación, a las cuales se refirieron en textos de difusión masiva y entrevistas y no en trabajos académicos. Así, sobre la lectura fragmentaria, Darnton indicó que:
Muchos de nosotros estamos preocupados por la disminución de la lectura profunda, reflexiva, de principio a fin. Deploramos el movimiento hacia los blogs, fragmentos y tuits. En el caso de la investigación, podríamos reconocer que las búsquedas de palabras tienen ventajas, pero nos negamos a creer que puedan llevarnos al mismo tipo de comprensión que acompaña al estudio ininterrumpido de un libro entero (Darnton, 2011).[3]
Por su parte, Chartier reconoció que la era digital habilita una “continuidad textual” que produce una indiferenciación de las materialidades de los discursos y da lugar a lecturas discontinuas y fragmentarias, hechas de palabras clave y selección de párrafos (Chartier, 2018a, pp. i-xvi). Pero, respecto de las propuestas de investigación que utilizan la lectura distante, la minería de textos y big data, su posición es similar a la de Darnton:
[E]stas posibilidades, magníficas por supuesto, no parecen definir todavía un nuevo paradigma científico considerado como una revolución en las ciencias humanas y sociales. Algunas antiguas prácticas definen todavía la tradición de las humanidades: el trabajo con los documentos originales (manuscritos o impresos) y no solamente con su reproducción digital, o la importancia de las técnicas de close reading, de thick description, de case studies, que permiten una comprensión profunda, densa, compleja de una realidad social, antropológica y textual (Mendoza, 2019, p. 199).
Ambas citas exhiben que, frente a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de cara a la investigación, los representantes canónicos de la historia del libro actual postularon la defensa de una metodología específica, concebida en oposición a las novedades y definida precisamente en los artículos de la década de los 1980.
Por último, la recepción de las nuevas formas de publicación y difusión de la investigación fue entusiasta, pero su ejecución se demostró más bien ambivalente. Darnton ha dedicado varias reflexiones al respecto, a partir de su experiencia en una editorial digital (Gutenberg-e Press) y de la presentación de algunas investigaciones en sitios webs. Darnton valoró las posibilidades de publicación ofrecidas por la textualidad digital, sobre todo la incorporación de apéndices y bases de datos y el uso de hipervínculos. Propuso una escritura piramidal de monografías virtuales, en distintos estratos: el primero con afirmaciones directas y concretas, el segundo con explicaciones detalladas, el tercero con documentación y datos crudos y así sucesivamente (“E-Books and Old Books” en Darnton, 2009). La sugerencia parece integrar la tecnología digital y Darnton puso en práctica estas ideas, por ejemplo, en el temprano artículo “An Early Information Society: News and the Media in Eighteenth-Century Paris” y en A Literary Tour de France.[4] Pero las apuestas exhiben ciertos límites en la incorporación de funcionalidades digitales. A Literary Tour de France se organiza alrededor del viaje de un empleado de la Société typographique de Neuchâtel (una empresa editorial suiza que imprimió libros en francés durante la segunda mitad del siglo XVIII, muchos de ellos prohibidos; en adelante, STN), que escribió reportes sobre los libreros del centro y sur de Francia en 1778. Entre otras cuestiones, el proyecto incluye extensas explicaciones generales, la digitalización de los documentos mismos, algunas tablas y listas con información empírica sobre cada ciudad recorrida por el empleado de STN, seiscientas páginas de reportes de la policía parisina sobre escritores en torno a 1750 (en formato PDF, sin reconocimiento óptico de caracteres) y, más importante, una sección específica para cada uno de los libreros, desde la cual se puede acceder a tablas con información sobre los libros demandados (también en PDF) y otros documentos de estos libreros en el archivo de STN.
Aunque es evidente la estructura piramidal sugerida por Darnton y la incorporación de aspectos propios de la textualidad digital (en particular, un motor de búsqueda que navega dentro de los documentos anexos en PDF, con la excepción mencionada de los reportes policíacos), el proyecto no constituye una base de datos, estructura de organización de la información a menudo utilizada en entornos digitales. El privilegio del formato PDF para los apéndices documentales, la imposibilidad de descargar la información en las extensiones más habituales para los datos tabulares (por ejemplo, CSV, valores separados por comas), el uso de los mapas como instrumentos más ejemplificativos que interpretativos y la atribución autoral casi exclusiva de Robert Darnton son aspectos que diferencian a esta propuesta de varios proyectos digitales de equipos colaborativos e interdisciplinarios sobre historia del libro, cuyos resultados se publicaron en la última década. Por un lado, sugiero que estos otros proyectos ejemplifican con claridad una forma fructífera de explorar las posibilidades de la textualidad electrónica para la historia del libro al día de hoy. Por el otro, advierto que el giro digital enfrenta desafíos peculiares que deben analizarse en función de la agenda de trabajo de la disciplina formulada en las décadas de los 1980 y 1990.
El giro digital en forma de base de datos: los proyectos virtuales de investigación sobre historia del libro
Entre los múltiples proyectos digitales de investigación enmarcados en la historia del libro, la incorporación de las funcionalidades de la tecnología electrónica es desigual. Algunos representan simplemente un traslado de la investigación basada en la tecnología impresa a los medios electrónicos. Ahora bien, al menos una veintena de proyectos buscan explícitamente los aportes más creativos del paradigma post-tipográfico. El espacio de este artículo no es suficiente para mencionarlos a todos. Me centraré en tres de ellos que destacan por el grado de generalidad al que apuntan, enfocados todos en la modernidad temprana: Biblioteca Digital Siglo de Oro, The French Book Trade in Enlightenment Europe y Material Evidence in Incunabula.[5]
Biblioteca Digital Siglo de Oro (en adelante, BIDISO) es una compilación de recursos, libros digitalizados y transcripciones de textos del Siglo de Oro español (siglos XVI y XVII).[6] BIDISO fue proyectado por Nieves Pena Sueiro y Sagrario López Posa en el marco del Seminario Interdisciplinar para el Estudio de la Literatura Áurea Española de la Universidad de La Coruña (Galicia) con la colaboración del Laboratorio de Bases de Datos de la misma universidad.[7] El seminario está activo desde 1992 y la propiedad intelectual del sitio fue registrada en 1996. En Wayback Machine de Internet Archive –el mayor repositorio de páginas webs extintas–, el registro inicial de BIDISO es de 2011 y el primer contenido relevante, de 2013.[8] Actualmente sigue activo y es objeto de actualizaciones periódicas.
BIDISO es una compilación miscelánea de recursos y contiene cuatro sub-proyectos sobre temas diferentes: la literatura emblemática, las relaciones de sucesos, las polianteas (“enciclopedias y recursos de erudición”) e inventarios de bibliotecas (López Poza y Saavedra Places, 2014; Pena Sueiro, 2017). El más complejo es el primero, “Emblemática”.[9] Este contiene una “Biblioteca digital de Emblemática Hispánica”, constituida por veintisiete libros de literatura emblemática en español, todos los cuales incluyen grabados.[10] Por cada obra, el sitio provee una digitalización de las páginas, una transcripción en latín y traducción en español del mote de cada grabado, una descripción en palabras del significado de cada imagen, la transcripción de los epigramas y poemas de los libros y varios otros recursos. Se trata, pues, de una suerte de clave y catálogo relativo a los distintos componentes de un libro de emblemas. Posee también una herramienta de búsqueda avanzada para navegar a través de los motes, los motivos y significados de los grabados, las glosas, las palabras clave y los epigramas, una apuesta inteligente porque al día de hoy no existen motores de búsqueda eficientes para imágenes. Dentro del sub-proyecto “Emblemática” hay otras herramientas, entre ellas una “Biblioteca Digital de Libros de Emblemas Traducidos al español”, con una transcripción en formato TEI (Text Encoding Initiative, una propuesta de representación digital de textos a través del lenguaje XML) de algunas de estas obras.
Un sub-proyecto que ofrece especial interés es “Inventarios y Bibliotecas del Siglo de Oro” (en adelante, IBSO).[11] La dirección principal de este corre a cargo de Carlota Fernández Travieso, también de la Universidad de La Coruña (Fernández Travieso, 2014; Fernández Travieso y López Poza, 2011). Consiste en la transcripción de los inventarios de bibliotecas institucionales y particulares de la España de los siglos XVI a XVIII que habían sido publicados previamente en artículos y libros o impresos durante la modernidad temprana. Los inventarios mencionan textos: IBSO posee fichas con metadatos para cada uno de ellos y un listado onomástico con todos los autores identificados (en total 404). En los casos en que resultó posible, se incluyó un enlace externo a ejemplares digitalizados de cada título (en total 1346). Además, contiene un buscador de libros en bibliotecas: con una simple búsqueda, el investigador puede identificar todas las bibliotecas españolas disponibles en que había obras de, por ejemplo, Juan Eusebio Nieremberg (1595-1658). Se trata entonces de una base de datos que enlaza, a un tiempo, inventarios de bibliotecas, ejemplares existentes y autores de textos. La misma importancia asignada a las copias individuales se encuentra en el sub-proyecto “Poliantea”, que es un directorio que ofrece acceso, a través de enlaces externos, a uno o varios ejemplares digitalizados de cada enciclopedia temprano-moderna. Incluye 155 títulos para el período 1499-1749.[12]
En suma, BIDISO es una combinación de bibliotecas virtuales y bases de datos útiles para el estudio de la cultura española de los siglos XVI y XVII. La inclusión de todos los materiales en bases de datos y la incorporación de motores de búsqueda aprovechan las funcionalidades típicamente digitales. Es evidente que existe un cierto impulso a la lectura fragmentaria, puesto que el proyecto privilegia la búsqueda individual de libros, mientras que el acceso a los listados completos (por ejemplo, de un inventario) permanece en un lugar más bien subordinado para el usuario. Cabe lamentar la imposibilidad de descargar la información de las bases de datos, que permitiría a los investigadores trabajar de forma más autónoma y creativa.
The French Book Trade in Enlightenment Europe (El comercio del libro en la Europa ilustrada; en adelante, FBTEE) es una base de datos y un atlas digital de los archivos de la anteriormente mencionada STN. FBTEE es dirigido por Simon Burrows y contó con la colaboración de Mark Curran en los primeros años de su desarrollo (Burrows y Curran, 2012). El proyecto se realizó en el marco de la Universidad de Leeds (Reino Unido) y de la Universidad de Western Sydney (Australia). Cuenta con una página web principal,[13] una interfaz que permite realizar consultas[14] y un blog de actualizaciones y novedades.[15] La propiedad intelectual del proyecto fue asentada en 2014. En Wayback Machine, el primer registro del sitio principal es de 2014[16] y de la interfaz de la base de datos de 2015.[17] La entrada más antigua del blog es de mediados de 2012.
Aunque FBTEE es, definidamente, una base de datos, los documentos que se utilizan para su construcción son muy diferentes de los de BIDISO. STN era una editorial y una compañía encargada de distribuir libros, de modo que FBTEE se construye a partir de documentos comerciales. Los textos contables de STN permiten, de acuerdo a Burrows y Curran, reconstruir casi la totalidad del comercio de esta editorial, “registrando tanto de dónde vino cada libro como a quién fue vendido, así como también cuándo ocurrió cada transacción” (Burrows y Curran, 2012).[18] El archivo es lo suficientemente rico como para poder identificar el género, contenido y estatus legal de cada texto vendido e incorporar esta información en el sitio web (Burrows y Curran, 2012). FBTEE es, entonces, una base de datos sobre el conjunto de personas involucradas en la compra-venta de libros, los puntos geográficos vinculados a estas transacciones y la totalidad de las obras vendidas. La información primaria se enriqueció a partir de bibliografías y consultas de los impresos mencionados, todo lo cual redundó en la acumulación de metadatos por cada título concreto. Los investigadores pueden descargar libremente la base de datos de FBTEE, lo que permite cruzar la información compilada por Burrows y Curran con aquella que no está disponible en la interfaz.
Las opciones ofrecidas para realizar consultas son innumerables. Además, la base de datos permite cruzar criterios relativos a autores, títulos, temas, tiempos y espacios. Por ejemplo, FBTEE posibilita enlistar los libros más vendidos por STN en un período determinado y respecto de una región específica. Así, la consulta de los libros más vendidos en, arbitrariamente, el territorio de la actual España entre 1769 y 1794 arroja los siguientes títulos como los cinco primeros resultados: Histoire de l'Amérique (64 ejemplares); Descriptions des arts et métiers (47); Tableau de Paris (33); Ecole (l') du bonheur (26); [Œuvres de Rousseau] (23). FBTEE contiene información sobre cada uno de estos libros. Por ejemplo, sobre el cuarto libro de la lista, Ecole (l') du bonheur, informa que se trata de una obra de Joseph-Aignan Sigaud de La Fond (1730-1810), de la cual STN imprimió 2 mil ejemplares y logró vender unos mil setecientos, el 60% en la cercana ciudad de Pontarlier, donde probablemente residía un mercader intermediario. Este tipo de exploración puede replicarse en cada uno de los libros de la base de datos, para cada ciudad o entidad política del siglo XVIII o del XXI y para cualquier año o período entre 1769 y 1794.
La herramienta más importante de FBTEE es la realización de mapas de cualquier consulta. En el artículo de presentación del proyecto, Borrows y Curran explicitan que:
La base de datos misma está idealmente estructurada para proveer poderosas y nuevas perspectivas fundadas en la geografía, en la medida en que su propósito fundamental es identificar y mapear transferencias de libros entre la STN y sus clientes en tiempo y espacio (…) la base de datos ofrece múltiples formas de datos espacialmente determinados. Registra dónde estaban ubicados los clientes, dónde fueron publicados los libros y desde dónde se enviaron a la STN, así como los idiomas en que los textos fueron originalmente publicados. Con fines analíticos, también agrupa puntos geográficos en provincias, países y regiones más amplias, así como en una variedad de entidades transnacionales (Burrows y Curran, 2012).[19]
FBTEE permite mapear, a manera de ejemplo, la circulación de Voltaire –el tercer autor más vendido por STN– en cada ciudad e identificar, de ese modo, los patrones detrás de esta circulación (los mapas muestran que Voltaire se distribuyó fundamentalmente en Loudun, La Haya, Lyon, Ginebra y Bruselas). El sitio es, pues, una combinación entre una base de datos particularmente potente y atractivas herramientas de visualización de la información. Al utilizar el archivo con el que Robert Darnton cimentó gran parte de su carrera, el proyecto tiene una importancia simbólica particular a la hora de considerar el giro digital de la historia del libro.
Material Evidence in Incunabula (Evidencia material en incunables; en adelante, MEI) es una base de datos de la “evidencia material” disponible en ejemplares de impresos incunables.[20] La información que recoge MEI es evidencia de “post-producción” –posterior al proceso de impresión– e incluye las encuadernaciones, sellos, marcas de propiedad o pertenencia y marginalia de cualquier tipo. Es una base de datos de todos los elementos que hacen único a un determinado ejemplar y asocia cada uno de estos rasgos a un tiempo y lugar, desde el siglo XV hasta su conservación actual en determinada biblioteca; esta asociación sirve al objetivo principal del proyecto, que es rastrear la historia de la circulación, distribución y movimiento de los incunables.
El proyecto es dirigido por Cristina Dondi (Universidad de Oxford) y está íntimamente relacionado con otras bases de datos confeccionadas en el marco de Consortium of European Research Libraries (CERL).[21] Entre estas, cabe mencionar Owners of Incunabula, Holding Institutions y CERL Thesaurus.[22] Varias de estas bases se enmarcan en el proyecto actualmente denominado 15cBOOKTRADE (15th Century Book Trade).[23] Para todas ellas, resulta de fundamental importancia una base de datos diseñada en British Library en la década de los 1980, Incunabula Short Title Catalogue (ISTC), que registra todos los objetos impresos antes de 1501 y actualmente contiene más de treinta mil ediciones de incunables identificadas.[24] La propiedad intelectual de MEI fue asentada en 2015. En Wayback Machine, el primer registro del sitio es de 2016.[25] El proyecto sigue activo y en proceso de actualización.
MEI es un directorio de los incunables dispersos en las bibliotecas del mundo, especialmente en Europa y Estados Unidos. Su fuente principal son los ejemplares mismos y, por lo general, los registros bibliográficos se realizaron a partir de la consulta física de los libros. Actualmente, cuenta con casi 50 mil impresos descriptos.[26] A diferencia de IBSO-BIDISO y de FBTEE, MEI no usa documentación sobre libros como fuente principal: es el primer proyecto entre los considerados que utiliza los ejemplares como archivo. Aun así, el objetivo es similar al de FBTEE: “MEI ha sido diseñado para proveer una representación física de la circulación de libros a lo largo de los siglos, desde el lugar de producción hasta su ubicación actual”.[27] Se diseñó una web específica para esto.[28] El sitio principal del proyecto incluye un motor de búsqueda genérico –que permite discriminar por categorías para autor, siglo y biblioteca de conservación– y una herramienta para la exploración en función de la institución contenedora, nombres de procedencia y signos topográficos. Las opciones para la navegación de la base de datos son más escasas que en FBTEE.
Un ejemplo puede resultar útil para exhibir el uso de MEI. La búsqueda de un libro como la Gramática castellana de Antonio de Nebrija (1441-1522), impresa en 1492, identifica tres ejemplares distintos para la misma edición. Todos poseen entre dos y cuatro marcas de proveniencia, varias de los siglos XVIII y XIX y georreferenciadas en Madrid, Barcelona y Oxford. Uno de los tres ejemplares identificados perteneció al compositor inglés victoriano John Stainer (1840-1901); otro, conservado en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, tiene exlibris de los reyes Carlos IV (1748-1819) y Fernando VII (1784-1833) de España. En general, las encuadernaciones están detalladas y algunas de las marginalia se transcriben. La guía de descripción bibliográfica de MEI, disponible para ser descargada, es particularmente útil para los especialistas en la historia de la lectura.[29] Hay diez grandes categorías que agrupan los campos para describir un volumen: rasgos del ejemplar; propietarios anteriores; tipo de evidencia de propiedad; métodos de adquisición; decoraciones; notas manuscritas; encuadernación; estampas; signos tipográficos históricos; y precios.[30] Cada marca está asociada a un lugar y un período precisos, lo que eventualmente posibilita visualizar la distribución de cada ejemplar. MEI multiplica los metadatos ad infinitum y subsume al libro en la copia o ejemplar concreto (y por tanto único).
Todas las bases de datos de CERL pueden descargarse libremente. Al tratarse de proyectos exhaustivos sobre un período específico de la historia del libro, esto ofrece a usuarios e investigadores un mapa completo de la circulación y lectura de estos textos en una época dada. La propuesta de MEI podría pensarse como la traducción digital de la bibliografía material anglosajona: ejemplifica como ningún otro proyecto la sinergia posible entre tradiciones clásicas de investigación y funcionalidades propias de la textualidad digital.
Los tres proyectos participan de un evidente giro digital, que se puede asociar a las humanidades digitales –el difuso campo de formación reciente que hace uso de las nuevas tecnologías para problematizar preguntas de las ciencias humanas, recolectar información, analizarla y difundirla–. La literatura al respecto es heterogénea, está en constante crecimiento y provee definiciones que todavía difieren entre sí (Berry, 2012; Gold y Klein, 2019; Ramsay, 2011; Terras, Nyhan y Vanhoutte, 2016). Varios encuadres son útiles para comprender los alcances de BIDISO, FBTEE y MEI. Por ejemplo, Ramsay (2011, p. 84) propone que una característica sine qua non de las humanidades digitales es construir algo, lo que implica un desplazamiento “del libro a la herramienta” (“from book to tool”). Anaclet Pons sugiere que un rasgo distintivo es el uso de internet como instrumento para la presentación de la información, estimulando la construcción de un entorno interactivo que invita a la experimentación y que va más allá del texto impreso (Pons, 2013, pp. 60-65). En la perspectiva de la historia digital de Daniel J. Cohen y Roy Rosenzweig, BIDISO, FBTEE y MEI constituyen “archival websites” enfocados en un tema puntual y con múltiples fuentes de información (Cohen y Rosenzweig, 2005). En este sentido aprovechan todas las funcionalidades de la historia digital, como la capacidad de almacenamiento, la accesibilidad, la flexibilidad, la posibilidad de manipulación, la interactividad y la hipertextualidad o no linealidad.[31]
En un libro famoso, N. Katherine Hayles estima parte de las humanidades digitales a todas las investigaciones que usan técnicas computacionales y trascienden el paradigma tipográfico en sus modos de búsqueda, indagación, publicación y difusión (Hayles, 2012, pp. 24-27). Varios de los rasgos que considera característicos de este campo son visibles en los proyectos analizados (Hayles, 2012, pp. 27-43). En primer lugar, un cambio de escala: los tres sitios utilizan una ingente cantidad de documentos o libros, que no se pueden comprender a partir de las metodologías tradicionales de estudios de caso. En segundo lugar, el uso de visualizaciones o gráficos para procesar eminentemente cifras. En tercer lugar, el carácter colaborativo: todos los proyectos son resultado de los intercambios entre distintos investigadores, FBTEE y MEI posibilitan la descarga y manipulación de la información por parte del usuario y MEI estimula la participación de “editores” en la descripción de ejemplares –a la manera de crowdsourcing–. En cuarto lugar, la organización como bases de datos, punto sobre el que volveré. En quinto lugar, la activa participación de programadores y profesionales técnicos –lo cual implica un relevante desplazamiento cognitivo en la forma de trabajo de los investigadores–. Un rasgo adicional de dos de los proyectos (FBTEE y MEI) es el uso de tecnologías GIS (Geographic Information System) para georreferenciar y mapear datos. Hayles postula que, a través del giro digital, la historiografía ha sufrido también un giro espacial, en la medida en que las bases de datos son una condición de posibilidad de la georreferenciación (Hayles, 2012, pp. 175-198).
En este sentido, BIDISO, FBTEE y MEI comparten rasgos en común con múltiples proyectos de humanidades digitales. En efecto, una simple revisión de algunas propuestas clásicas en el marco de la historia cultural –para no referirme a los innumerables sitios de historia política o económica–, tal y como Mapping the Republic of Letters –dirigido por Paula Findlen y Dan Edelstein y centrado en las relaciones epistolares eruditas de los siglos XVII y XVIII– o Reframing the Victorians –dirigido por Cohen y Freddie Gibbs y enfocado en la producción bibliográfica del siglo XIX– confirma que comparten la mayor parte de los rasgos enumerados por Hayles (sobre varios de estos proyectos véase Pons, 2013, pp. 275-297).[32]
En tanto que sitios webs, los proyectos no intentan replicar el paradigma tipográfico. Darnton escribió una reseña sobre FBTEE en que destacó sobre todo que los menús desplegables, los gráficos y mapas, las tablas estadísticas, y la red de hipervínculos –herramientas todas concebidas con un fin interactivo– permiten al usuario desarrollar hipótesis y testearlas con plena autonomía (véase también Burrows, 2012; Darnton, 2012). Entre las varias potencialidades características de la tecnología electrónica enumeradas por Johanna Drucker, cabe destacar también la agregación de documentos y datos en forma de anexos, la posibilidad de modificar el tamaño y la escala de textos y gráficos y la actualización constante de la información publicada (Drucker, 2013). Estas posibilidades son exploradas en BIDISO, FBTEE y MEI.
Pero la característica definitiva de los proyectos analizados es que constituyen bases de datos, tanto en el sentido técnico general como en el simbólico-cultural de Lev Manovich (Manovich, 1999). Cabe destacar que este especialista en nuevos medios no utiliza la expresión “base de datos” en una acepción técnica; más bien, emplea la noción de “forma simbólica” de Erwin Panofsky para señalar que las bases de datos y las estructuras narrativas constituyen dos de estas formas a la hora de organizar la información y que ambas han coexistido conflictivamente a lo largo de la historia de la cultura. La estructura narrativa organiza la información en una secuencia lógica y lineal, con un inicio y un fin precisos. Esto es usual en la investigación histórica clásica (por ejemplo, una biografía) y en la historia cultural e intelectual reciente elaborada o influida por figuras como Robert Darnton, Carlo Ginzburg o Anthony Grafton. En cambio, la base de datos a la Manovich –propia de los medios digitales– conforma una colección no necesariamente secuencial de objetos individuales: el catálogo digital de una biblioteca o una enciclopedia virtual constituirían así ejemplos contemporáneos de una base de datos, pero la genealogía de esta forma específica de organizar la información podría rastrearse hasta las primeras listas escritas de la humanidad. En el caso de los sitios analizados aquí, la información organizada como base de datos es producto de la digitalización de materiales de la cultura impresa o manuscrita del pasado (los libros de emblemas y los inventarios en BIDISO, los documentos de STN en FBTEE, los incunables y sus rasgos en MEI), cuidadosamente limpiados, reorganizados e indexados.[33]
En un artículo de presentación de IBSO-BIDISO, Fernández Travieso explicitó en qué consiste la base de datos construida en el marco del sub-proyecto, aunque la idea es generalizable a los otros sitios explorados (Fernández Travieso, 2014, p. 175).[34] IBSO es una colección de elementos organizados en tablas (relaciones) vinculadas entre sí. Cada una contiene registros con sus correspondientes atributos. El diagrama Entidad-Relación detrás de la base de datos (Imagen 1), incluido en el artículo,[35] debe leerse de la siguiente forma: “[e]n el diagrama se recoge, por ejemplo, que un responsable escribe una obra, una obra tiene ediciones y las ediciones tienen ejemplares o que un inventario tiene registros, estos registros se identifican con ejemplares, ediciones y obras” (Fernández Travieso, 2014, p. 178). Las categorías utilizadas en el diagrama son similares a las que estructuran las bases de datos de todos los proyectos estudiados. La ausencia de una secuencia lineal narrativa determina que el usuario deba construir su propio camino dentro de estas categorías.
En este sentido, es evidente la diferencia entre A Literary Tour de France de Darnton –que conserva en gran medida la lógica tipográfica y narrativa tradicional y que se publicó en paralelo como libro impreso– y BIDISO, FBTEE y MEI, propuestas proteicas y carentes de una lógica precisa que indique dónde comenzar a “leerlos”. Desde luego, A Literary Tour de France aprovecha algunas funcionalidades de la textualidad digital, pero la organización explícita en tanto que bases de datos confiere una especificidad definida a los demás proyectos. Ahora bien, además de funcionalidades evidentes, la estructuración digital de esta nueva forma de hacer historia del libro presenta dilemas y desafíos considerables, que merecen una exploración en sí misma.
Imagen 1. Diagrama Entidad-Relación de IBSO
(tomado de Fernández Travieso, 2014, p. 177)
Los desafíos y posibilidades del giro digital
En primer lugar, el énfasis de los proyectos digitales en la recolección de grandes cantidades de datos puede implicar la desestimación de los problemas derivados de la representatividad del corpus trabajado. Este aspecto fue especialmente enfatizado por Darnton en su reseña de FBTEE (Darnton, 2012). Para Darnton, la representatividad de los archivos de STN es limitada y no permite explorar la totalidad de las tendencias generales de la historia del libro en la segunda mitad del siglo XVIII –a diferencia de lo que deja entrever la interfaz de FBTEE–, de modo que en su propia investigación el historiador estadounidense se mostró más cauto que el proyecto digital a la hora de generalizar conclusiones. IBSO-BIDISO presenta un dilema similar en su motor de búsqueda, que tiende a arrojar como resultados libros alojados en unas pocas bibliotecas de los siglos XVII y XVIII especialmente grandes, sobrerrepresentadas así en el conjunto de la base de datos. Aunque la era digital implica, para los historiadores, el paso de una cultura de la escasez a otra de la abundancia (Rosenzweig, 2011, pp. 3-27), determina dilemas específicos para diversos campos de estudio, creando en particular sesgos en favor de la información accesible a través de Internet (Caimari, 2019, pp. 72-84). Estas problemáticas son especialmente comunes en los datos utilizados en proyectos sobre la modernidad temprana, puesto que para este período la construcción de muestras exhaustivas o representativas es una tarea especialmente compleja.
En segundo lugar, y parcialmente derivado de lo anterior, el procesamiento de la información a través de métodos computacionales y automatizados, según Drucker, puede derivar en la errónea creencia de que los proyectos digitales son objetivos (Drucker, 2017). El diseño previo a la contabilización computacional implica un trabajo interpretativo (subjetivo y sujeto a errores) por parte de los investigadores. En el mismo sentido es evidente, como lo señala la autora, que en las humanidades el uso de visualizaciones y gráficos es acrítico, considerado o bien una marca de verdad o bien una mera ejemplificación de un trabajo eminentemente narrativo. Aspectos como la escala, el orden, la secuencia, el color, la textura y la forma de los componentes de un gráfico no suelen ser parte de la reflexión de los investigadores de ciencias humanas –y ciertamente los proyectos explorados no profundizan en las razones detrás de estas elecciones–. Aunque no es una consecuencia necesaria, el giro digital conlleva el peligro de potenciar una falta de distancia crítica con las herramientas de investigación.
En tercer lugar, el énfasis en la cuantificación y la estadística, evidente en los proyectos digitales que trabajan con bases de datos, puede leerse como un retorno a la “historia francesa del libro” cuestionada por Chartier. Jacques Le Goff señaló que en las décadas de 1950 y 1960 la historiografía sufrió profundas transformaciones en el marco de una “revolución documental”, a partir de la cual las fuentes históricas comenzaron a almacenarse y manejarse precisamente en bancos de datos. En esta transformación evidentemente electrónica, la tecnología determinante no fue la computadora personal, sino la calculadora: con ella, una historia cuantitativa pudo privilegiar los datos y las series, quebrando la unidad documental que había sido norma hasta entonces (Le Goff, 1991, pp. 230-233). La “historia cultural de lo social” propuesta por Chartier se construyó expresamente en contra de esta historiografía, pero la crítica más clara fue formulada por Carlo Ginzburg, quien en un artículo famoso sugirió que las ciencias humanas enfrentaban un “desagradable dilema”: asumir “un estatus científico débil” para llegar a “resultados relevantes” a través de las metodologías indiciarias y cuidadosos estudios de caso o bien asumir “un estatus científico fuerte” a través de la cuantificación pero caer en “resultados de escasa relevancia” (Ginzburg, 1989, p. 163). Pons (2013, pp. 46-65) efectivamente señala que es posible establecer una genealogía entre la historia cuantitativa y las humanidades digitales, incluso aunque esta haya incorporado dimensiones que no estaban presentes en la primera, como la publicación interactiva en Internet y la versatilidad en la exploración de los resultados de investigación. En cualquier caso, aunque esto reduce algunos de los peligros “objetivistas” de la historia cuantitativa, las dudas de Chartier y Ginzburg siguen vigentes y se reactualizan en el nuevo contexto digital.
En cuarto lugar, aunque los proyectos digitales dialogan fructíferamente con el circuito de la comunicación de Darnton, todavía parecen tener dificultades para constituir una historia cultural de la lectura en sentido estricto. No es casual, por ejemplo, que un sitio tan cercano al análisis de la lectura como MEI postule en última instancia que su objetivo es rastrear la circulación (no la recepción o la apropiación) de los libros. Las razones principales para esto son la desatención hacia los testimonios de prácticas de lectura y el aparente abandono del texto en los proyectos sobre historia del libro.[36] Sobre el segundo punto, Chartier distinguió recientemente entre concepciones platónicas y pragmáticas del libro: las primeras conciben la existencia de textos independientes de sus materializaciones concretas, mientras que las segundas enfatizan estas materializaciones (Chartier, 2016). Los proyectos digitales han sido exitosos en traducir a datos legibles por máquinas los aspectos materiales del libro. Pero, como se señaló con anterioridad, la “tensión central” de la historia de la lectura definida por Chartier incluye en un lugar relevante al texto, mientras que Darnton concibió que obras literarias o autobiografías pueden contener información sobre la apropiación de los libros. El abandono del texto implica una simplificación de la agenda de la historia del libro y de la lectura.
Los tres proyectos analizados establecen las condiciones de posibilidad para lograr resultados relevantes para la disciplina en su manera de encarar estas problemáticas. Pero quisiera profundizar en el último aspecto mencionado, porque (con la excepción del sub-proyecto “Emblemática” de BIDISO) es el menos abordado por estos sitios webs. Más allá de enlaces a digitalizaciones, en general no han desarrollado un involucramiento directo con los textos o el contenido de los volúmenes, a pesar de que las humanidades digitales no han rechazado el texto –al contrario: podría decirse que las propuestas de machine reading y lectura distante han tendido a fetichizarlo desde una concepción eminentemente platónica–. Sin embargo, una base de datos sobre libros del pasado puede perfectamente incluir el texto, por lo menos de forma más sencilla que los testimonios externos de lectura; si bien esto no serviría para una lectura cercana de los libros, sí puede tener utilidad para alguna de las estrategias distantes mencionadas anteriormente. Existen varias formulaciones sobre la lectura distante e ideas similares; la más famosa y temprana es la de Franco Moretti, que tiene la ventaja de establecer un diálogo explícito con la historia editorial (Jockers, 2013; Moretti, 2007, 2014; Underwood, 2019). Moretti propone que la metodología tradicional de los estudios literarios e históricos, la lectura cercana, solo puede emplearse para explorar textos y documentos canónicos –porcentaje mínimo de la producción literaria o escrita de una época dada–. Frente a esto, la lectura distante constituye precisamente una “cuantificación del análisis literario” (Moretti, 2007, p. 17) a través de ránquines de palabras utilizadas, estilometría y análisis de tópicos o de sentimientos, entre otras alternativas. Moretti enfatiza la posibilidad de utilizar este estudio cuantitativo para un programa específico de investigación –centrado en la historia de los géneros textuales en el marco de la literatura mundial–. Esta lectura da lugar a un “enfoque operacional”, un “proceso por el cual los conceptos [de la teoría literaria o cultural] se transforman en una serie de operaciones que, a su vez, nos permiten medir todo tipo de objetos” (Moretti, 2014, p. 116).
En cierto modo, BIDISO, FBTEE y MEI realizan una lectura distante de la cultura –para Ted Underwood, toda historia del libro es una lectura distante (Underwood, 2017) –. Pero su distancia no opera tanto sobre el texto de los libros como sobre la información relativa a ellos. Ahora bien, un diálogo entre ambas lecturas distantes es perfectamente posible, máxime al día de hoy, en que ya no existen dificultades técnicas para que una máquina lea un libro del siglo XVI o XVIII. Primero, actualmente hay herramientas que, con pocos conocimientos técnicos, habilitan una lectura distante de gran complejidad.[37] Segundo, la mayor parte de los impresos de la modernidad temprana ya se encuentran digitalizados (en repositorios como Google Books, Internet Archive, Project Gutenberg, Wikisource o los sitios de las grandes bibliotecas nacionales de Europa y Norteamérica). Tercero, aunque el reconocimiento óptico de caracteres de muchos de estos repositorios no es adecuado para la tipografía de la modernidad temprana, existen herramientas libremente accesibles que proveen una solución para este problema.[38]
Esto implica incorporar al texto –adaptado a las funcionalidades de la cultura electrónica– como un componente más en la base de datos. La sugerencia es similar a la propuesta de Carlos A. Scolari de conectar lo que llama “bibliofilia” y “semiología”: el estudio de los soportes orgánicos y el análisis de los corpus estrictamente textuales (Scolari, 2009). La asociación de un texto determinado con los múltiples componentes materiales que forman parte de las bases de datos digitales sobre historia del libro (encuadernación, marginalia, marcas de lectura, lectores, etc.) podría dar lugar a una historia de la lectura a gran escala. ¿Existe tal vez una relación entre el tema de ciertos libros del siglo XVIII y la encuadernación que le otorgaron sus poseedores en el XIX?, ¿cuál es la palabra más subrayada en los ejemplares del siglo XV?, ¿qué resultados arrojaría una lectura distante de todos los párrafos señalados por manículas manuscritas (☞) en el siglo XVII? ¿En qué tópicos se divide la biblioteca de un hidalgo castellano del siglo XVII o los libros comprados por un librero de Montpellier en 1770? Estas preguntan arbitrarias pretenden mostrar los alcances analíticos ofrecidos por una base de datos que enlace texto y objeto material. Juan José Mendoza señala que “la era digital introduce el trance de conjugar las diferentes versiones de los textos” y propone una “historia de las textualidades” capaz de incluir múltiples historicidades, entre ellas “las transformaciones de los textos desde la cultura manuscrita a la época de su reproducción digital, pasando por la edad de los impresos, la cultura libresca y la cultura tipográfica” (Mendoza, 2019, p. 221). Una base de datos sobre la historia del libro que incorpore al texto puede resolver este trance y regresar al libro como un objeto único, pero digital, pasible de ser leído a gran escala (Mendoza, 2019, p. 221).
Reflexiones finales
Una indagación preliminar identifica amplias diferencias en la admisión de la tecnología digital entre quienes instituyeron la historia cultural del libro y la lectura en las décadas de los 1980 y 1990 y una serie de proyectos colaborativos de investigación actualmente en desarrollo. Estos suponen un desplazamiento desde la metodología clásica de la historia cultural hacia las herramientas propias del giro digital. Ese desplazamiento permite a los proyectos virtuales trabajar con datos de enorme amplitud sin abandonar las categorías propias de la historia del libro y, al mismo tiempo, estableciendo las condiciones de posibilidad para exhibir resultados relevantes. Este reconocimiento es el punto de partida para explorar las potencialidades analíticas ofrecidas por este giro para la agenda de trabajo de la disciplina. No postulo un excesivo énfasis en las técnicas digitales, pero pienso que la aplicación de algunas de ellas a proyectos concretos y modestos puede enriquecer sus resultados. Una propuesta de este tipo debería estimar las posibilidades de, primero, convertir toda información propia de la historia del libro en bases de datos; segundo, traducir los rasgos materiales y únicos de los ejemplares en registros a integrar en estas bases; tercero, incorporar la dimensión textual de los libros del pasado, procesada a través de las herramientas aptas para la lectura distante; cuarto, incluir visualizaciones de forma razonada y no arbitraria, útiles para comprender las grandes cantidades de información utilizadas a menudo en la historia del libro; quinto, publicar y difundir esta información en páginas webs –con la posibilidad de descargar los datos en formato tabular–, concibiendo esto como una tarea central y no accesoria de la investigación. En el contexto de profundos cambios en las prácticas académicas, esta propuesta puede contribuir a aprovechar las funcionalidades digitales sin abandonar la agenda clásica de trabajo –todavía plenamente vigente– de la historia del libro y la lectura, la disciplina que transformó profundamente la base material y el carácter técnico de la historia intelectual y cultural.
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[1] Chartier (1992; 1994; una actualización de la mayoría de sus ideas en 2016); Darnton (2010 [1990]); Grafton (2007); McKenzie (2005 [1986]); Petrucci (1999).
[2] “Frenchness in the History of the Book: from the History of Publishing to the History of the Book” en el original inglés (Chartier, 1994, p. 13).
[3] En inglés en el original: “Many of us worry about a decline in deep, reflective, cover-to-cover reading. We deplore the shift to blogs, snippets, and tweets. In the case of research, we might concede that word searches have advantages, but we refuse to believe that they can lead to the kind of understanding that comes with the continuous study of an entire book.” Todas las traducciones me pertenecen.
[4] El primero publicado inicialmente en la web y luego impreso, con modificaciones, en American Historical Review: Darnton (2000); ver comentario en Pons (2013, pp. 231-241); y el segundo (http://www.robertdarnton.org/literarytour (consultado 1/8/2021)) también publicado luego como libro: Darnton (2018).
[5] Otros proyectos similares sobre la modernidad temprana, que podrían haberse incluido en el artículo reforzando su argumento, son The UK Reading Experience Database (http://www.open.ac.uk/Arts/reading/UK/index.php), PLRE. Private Libraries in Renaissance England (https://wmpeople.wm.edu/site/page/rjfehr/home), EMoBookTrade - Database of Venetian Privileges (https://emobooktrade.unimi.it/db/public/frontend/index), Marcas de impresores (https://crai.ub.edu/sites/default/files/impressors/home_spa.htm) o The European Jesuit Libraries Provenance Project (https://www.jesuit-libraries.com/ (todos los sitios de la nota, consultados 1/8/21)).
[6] https://www.bidiso.es/index.htm (consultado 1/8/2021).
[7] http://lbd.udc.es/ (consultado 1/8/2021).
[8] http://web.archive.org/web/*/https://www.bidiso.es/ (consultado 1/8/2021).
[9] https://www.bidiso.es/Emblematica/ (consultado 1/8/2021).
[10] Los libros de emblemas son dispositivos multimedia que combinan complejos y a menudo oscuros grabados alegóricos, motes o poemas igualmente barrocos asociados a los mismos y largos textos explicativos sobre el significado final de los grabados y motes, por lo general de contenido moralizante.
[11] https://www.bidiso.es/InventariosYBibliotecas/ (consultado 1/8/2021).
[12] https://www.bidiso.es/Polianteas/ (consultado 1/8/2021).
[13] http://fbtee.uws.edu.au/main/ (consultado 1/8/2021).
[14] http://fbtee.uws.edu.au/stn/interface/ (consultado 1/8/2021).
[15] https://frenchbooktrade.wordpress.com/ (consultado 1/8/2021).
[16] http://web.archive.org/web/*/http://fbtee.uws.edu.au/ (consultado 1/8/2021).
[17] http://web.archive.org/web/*/http://fbtee.uws.edu.au/stn/interface/ (consultado 1/8/2021).
[18] En inglés en el original: “recording both from whence every book came and to whom it was sold, as well as when each transaction occurred”.
[19] En inglés en el original: “the database itself is ideally structured for providing powerful new geographically-based insights, since its fundamental purpose is to pinpoint and map transfers of books between the STN and its clients in time and space (…) the database offers multiple forms of spatially related data. It records where clients were based, where books were published and from whence they were despatched to the STN, as well as the languages in which works were originally published. For purposes of analysis, it also groups geographic locations into provinces, countries, and wider regions, as well as into a variety of transnational entities”.
[20] Los impresos incunables son los libros producidos por la imprenta de tipos móviles desde su invención por Johannes Gutenberg (hacia 1450) hasta el 31 de diciembre de 1500.
[21] https://www.cerl.org/ (consultado 1/8/2021).
[22] https://data.cerl.org/owners/_search, https://data.cerl.org/holdinst/_search y https://data.cerl.org/thesaurus/_search (consultado 1/8/2021).
[23] http://15cbooktrade.ox.ac.uk/ (consultado 1/8/2021).
[24] https://data.cerl.org/istc/_search (consultado 1/8/2021).
[25] https://web.archive.org/web/*/https://data.cerl.org/mei/_search (consultado 1/8/2021).
[26] https://data.cerl.org/mei/_stats (consultado 1/8/2021).
[27] En inglés en el original: “MEI has been developed to provide a physical representation of the circulation of books throughout the centuries, from place of production, to their present locations”. En: https://data.cerl.org/mei/_search (consultado 1/8/2021).
[28] Esta web (http://15cv.trade/) se encuentra actualmente caída, pero un video muestra los alcances de la visualización: https://vimeo.com/172076861 (consultado 1/8/2021).
[29] http://15cbooktrade.ox.ac.uk/distribution-use/mei-fields/ (consultado 1/8/2021).
[30] En conjunto, los campos ofrecen la posibilidad para una descripción exhaustiva de cada ejemplar. Aunque no constituye el objetivo principal de MEI, el proyecto presta cierta atención a la descripción de las marginalia o notas manuscritas de cada ejemplar y ofrece una inteligente forma de clasificar estas. Ver especialmente Dondi (2015, pp. 94-96).
[31] Para mayor información sobre la historia y la genealogía de las humanidades digitales, véase Pons (2013, pp. 31-65) y Kirschenbaum (2016).
[32] http://republicofletters.stanford.edu/ y http://reframingthevictorians.blogspot.com/ (consultado 1/8/2021).
[33] El constituir bases de datos no es una característica específica de estos sitios. Aunque requeriría una exploración en sí misma, es un rasgo de muchos otros proyectos enmarcados en la historia del libro y alojados en el medio digital, como todos los mencionados en la nota 5. CERL cobija varios proyectos similares y, además, existen innumerables bases de datos digitales de encuadernaciones y marcas de agua.
[34] Cabe destacar que esta es, en términos técnicos, una base de datos relacional, algo que no se puede generalizar a las otras bases de los sitios web analizados.
[35] El diagrama está conformado por rectángulos simples, rectángulos con doble borde, elipses, rombos y líneas. Los rectángulos simples representan conjuntos de entidades; los rectángulos con doble borde, conjuntos de entidades débiles; las elipses, atributos o características; y las líneas y rombos, relaciones entre conjuntos. Las relaciones entre conjuntos de entidades pueden ser de uno a muchos (1-N, una edición puede tener muchos ejemplares, pero esos muchos ejemplares corresponden siempre a una única edición) o de muchos a muchos (N-M, una edición puede tener varios idiomas y esos varios idiomas pueden hacerse presentes en distintas ediciones).
[36] El primer aspecto ha sido explorado de manera fructífera por el proyecto The UK Reading Experience Database, que constituye una base de datos de testimonios descriptivos relativos a prácticas de lectura concretas.
[37] Aunque los lenguajes de programación R y Python siguen siendo herramientas usuales, existen alternativas que requieren menos conocimientos técnicos, como Voyant (https://voyant-tools.org/), AntConc y MALLET (http://mallet.cs.umass.edu/), orientadas a diversos fines. El sitio TAPoR (http://tapor.ca/home) enlista progresivamente diversas herramientas digitales para análisis textual (todos los sitios consultados 8/1/2020).
[38] Requieren cierto entrenamiento, pero los programas desarrollados en el marco de Early Modern OCR Project (EMOP: https://emop.tamu.edu/ (consultado 1/8/2021)) son ejemplares.