DOI: http://doi.org/10.31048/1852.4826.v15.n3.38774

MUSEOLOGÍA

Patrimonio arqueológico y coleccionistas en Villa de Soto, Córdoba, Argentina

Archaeological heritage and collectors in Villa de Soto, Córdoba, Argentina

María Clara Quintero Bonnín1

1IDACOR, CONICET, Museo de Antropología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. E-mail: mclaraquintero@mi.unc.edu.ar

Recibido 19-09-2022

Recibido con correcciones 31-10-2022

Aceptado 28-11-2022

Resumen
El presente trabajo apunta a conceptualizar y reflexionar sobre las construcciones de sentidos y representaciones acerca del patrimonio arqueológico, que se manifiestan entre cuatro coleccionistas de la localidad de Villa de Soto, Córdoba. La mirada se centrará en el análisis de los relatos surgidos durante las tareas de inventariado de las colecciones arqueológicas, de las entrevistas y de charlas originadas en el contexto de algunas actividades desarrolladas en conjunto con el equipo de arqueólogos de la Universidad de Córdoba. Se propone aquí un abordaje desde la arqueología pública, la perspectiva de lo comunitario y la multivocalidad que propicie una reflexión sobre la disciplina arqueológica, el vínculo de las personas interesadas en la arqueología y la relación con el patrimonio. Principalmente propongo problematizar acerca de las políticas de representación del patrimonio cultural local, como así también pensar y construir en conjunto diversas formas de abordar problemáticas arqueológicas situadas.

Palabras clave: Patrimonio arqueológico; Museo Comunitario; Coleccionistas; Arqueología pública.

Abstract
The present work aims to conceptualize and reflect on the constructions of meanings and representations about the archaeological heritage, which are manifested among some residents of the town of Villa de Soto, Córdoba. The gaze will be focused on the analysis of the stories of four local collectors, arising during the inventory tasks of the archaeological collections, as well as the interviews and talks carried out during various activities developed in conjunction with the team of archaeologists of the University from Cordoba. An approach is proposed here from public archaeology, the perspective of the community and multivocality that encourages a reflection on the archaeological discipline, the link between people interested in archeology and the relationship with heritage. Mainly I propose to problematize about the representation policies of the local cultural heritage, as well as to think and build together various ways of addressing local archaeological problems.

Keyword: Archaeological heritage; Community Museum; Collectors; Public archaeology.

Introducción

Habitamos un tiempo donde el patrimonio cultural en general y el arqueológico, en particular se ha tornado una cuestión de interés público en Argentina y en todo el territorio latinoamericano. Esto se evidencia en cuestiones tales como el aumento de demandas de las comunidades sobre los derechos a su patrimonio; en la esfera estatal con el desarrollo de políticas públicas direccionadas a dichas demandas o con la sanción e implementación de leyes y normativas; en la gran cantidad de noticias en los medios de comunicación referidas a temáticas y discusiones patrimoniales, sea en el ámbito del diseño urbanístico, de la arquitectura, o del turismo, entre las cuestiones más relevantes. Contrariamente a lo que sucedía durante el siglo XIX1, cuando la preocupación social alrededor del patrimonio era minoritaria y prácticamente restringida al ámbito profesional de historiadores, arqueólogos, antropólogos y afines, en la actualidad se ha constituido como un asunto de genuino interés de los ciudadanos, quienes, en algunos casos “se convierten en celosos vigilantes del patrimonio cultural revalorizado” (Hernández Ramírez, 2005). Este interés creciente de la ciudadanía ha ampliado la variedad de sujetos que se vinculan con la arqueología de diferentes maneras. Un caso de este tipo de grupos sociales nucleados alrededor de lo arqueológico2 es lo que se propone analizar en el presente trabajo. Abordando los relatos, trayectorias y prácticas de un grupo de personas interesadas en la historia local, la memoria y la identidad colectiva de Villa de Soto. Este grupo ha generado una activación patrimonial concreta que ha dado lugar a que una serie de organizaciones ciudadanas locales incorporen y/o reconfiguren sus sentidos y representaciones alrededor del patrimonio arqueológico local. Dicha activación patrimonial se encuentra anclada en los discursos de los actores sociales involucrados. Como menciona Prats (2005) toda activación patrimonial (sea una exposición temporal o permanente, un itinerario, un proceso de patrimonialización de un territorio, etc.) comporta un discurso que se compone con una selección de elementos integrantes de la activación, una ordenación y una interpretación de estos elementos (Op. Cit.). Los protagonistas en estos procesos de participación activa alrededor del patrimonio local y la memoria son agentes vinculados al poder político y a la sociedad en general. En el proceso que se presenta aquí los principales actores son: técnicos en gestión patrimonial, antropólogos, agentes culturales locales e integrantes de la comunidad local interesados. Entiendo al patrimonio local como un foro de la memoria que habilita a la reflexividad sobre el pasado y el presente para proyectar un futuro (Prats, 2005). Al hablar de las representaciones sobre lo arqueológico retomo la categoría de representaciones simbólicas de Pereira (2000), la cual se centra “en la red de significados (esquemas cognitivos) y actos simbólicos que permiten a las personas enfrentar y dar sentido pleno a los objetos de la vida social” (Pereira, 2000, p. 30)3.

Las reflexiones aquí planteadas surgen de una experiencia compartida con dicho grupo, con el que venimos trabajando como arqueólogos integrantes del proyecto arqueológico de Soto (en adelante PAS)4, proyecto del cual son integrantes formales tres de los coleccionistas aficionados presentados aquí. En este marco, desde 2016 compartimos actividades como caminatas por los alrededores del pueblo de Soto a modo de prospecciones arqueológicas, charlas, talleres, sondeos, rescates arqueológicos de restos óseos humanos, excavaciones, y el proceso de diseño y armado de una muestra arqueológica en el museo comunitario local. A partir de estas actividades, hemos podido forjar una relación con los aficionados y coleccionistas locales que nos ha permitido conocer e intercambiar distintas representaciones y sentidos en relación al patrimonio y a lo arqueológico. Los relatos trabajados aquí provienen de notas de campo de la autora, declaraciones periodísticas y públicas de los coleccionistas, entrevistas y comunicaciones personales en el contexto de actividades vinculadas al museo comunitario y al trabajo con la materialidad arqueológica.

Contexto de la región: el entramado de relaciones entre arqueólogos y actores locales alrededor de lo arqueológico

Villa de Soto es una localidad ubicada al Noroeste de la provincia de Córdoba, en el departamento de Cruz del Eje. Posee una población de 9.628 habitantes, según el censo del INDEC del año 2010.

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Figura 1. Ubicación de Villa de Soto (mapa base tomado de Google maps).

Figure 1. Location of Villa de Soto (Base map taken from Google maps).

 

Los inicios de la relación entre los investigadores-arqueólogos del Museo de Antropología de la UNC y la comunidad de Soto se remontan al año 2003, cuando se elaboró y montó una muestra fotográfica en la localidad de Villa de Soto. Esta exposición estuvo basada en la participación voluntaria de los pobladores que desearan entregar fotos antiguas de familiares o del pueblo, las que fueron digitalizadas y luego devueltas. Posteriormente, con este material se armó la muestra que se montó en un local prestado a metros de la plaza principal del pueblo. Esta exposición tuvo muchísima aceptación respecto a la cantidad de visitantes y al impacto que generó en las distintas generaciones de soteños (Bonnin, 2019. Comunicación personal). Con la colaboración del Museo de Antropología de Córdoba durante los años 2004 y 2005, se realizó un calendario impreso con las imágenes que se habían exhibido en la muestra fotográfica mencionada. En el año 2006, producto de un gran interés local acerca de lo arqueológico y lo patrimonial se llevó a cabo el primer encuentro de “Amigos de la Arqueología y Cultura Indígena” fue un espacio del cual participaban algunos de los coleccionistas aficionados, muchos de los actores centrales que continúan participando hasta hoy en el espacio del Museo Comunitario (actualmente integrantes de la Asociación Civil Chihimi sis5), los investigadores arqueólogos de la UNC, trabajadores de la Municipalidad de Villa de Soto, profesores y estudiantes de los centros educativos locales, estudiantes de Antropología de la UNC y ciudadanos de Soto en general (Soledad Ochoa, 2018. Comunicación personal). En dicho contexto es que comenzó a proyectarse la idea de la creación del Museo con intereses manifiestos en la realización de una muestra arqueológica. Para avanzar en la concreción del museo local, quienes son los actuales miembros de la Asociación Civil Chihimi sis, propusieron la realización de talleres participativos abiertos a toda la comunidad realizados durante 2014, invitando a Mirta Bonnin y otros arqueólogos profesionales para coordinarlos. Como un trabajo colaborativo y como parte de un proceso de acciones culturales y científicas desarrolladas por integrantes de la Asociación civil Chihimi sis y del Museo de Antropología de la UNC, se realizó una convocatoria abierta a través de la radio y otros medios de difusión local, para invitar a participar en la concepción y desarrollo del museo a toda la comunidad. Durante la concreción de los talleres se generaron ámbitos propicios para el intercambio de la comunidad, sobre temáticas referidas a la historia y la arqueología regional, además de la definición del perfil del museo, la elaboración del guion conceptual, el diseño y montaje museográficos y las propuestas educativas y culturales (Bonnin et al., 2017).

Una primera decisión tomada colectivamente fue que se creara un museo comunitario. La misión del museo fue definida así: “Rescatar, valorizar, custodiar y comunicar el patrimonio tangible e intangible, cultural y natural de Villa de Soto y la Región del Noroeste de Córdoba, dando cuenta de los modos de vida pasados y presentes” (Bonnin et al., 2017).

A partir de dichas actividades se estableció un vínculo frecuente entre la comunidad local, los arqueólogos y técnicos vinculados al Museo de Antropología de la UNC, a través de la realización de diversas actividades. Entre ellas se puede mencionar, un recorrido realizado alrededor del pueblo con identificación de plantas medicinales y conversaciones sobre formas de uso, titulado: “Travesía por la botica de las sierras de Córdoba” coordinada por el antropólogo Gustavo Martínez. Charlas desarrolladas en el Hotel provincial a cargo del antropólogo Andrés Laguens acerca de temáticas arqueológicas: “Pensando y construyendo arqueologías desde una mirada regional y comunitaria en Villa de Soto”, como así también un taller sobre arqueología dictado por el Instituto de Arqueología de Córdoba con la participación de arqueólogos y estudiantes de antropología de la UNC, surgido a partir de la demanda de estudiantes de diferentes profesorados de la zona de Villa de Soto y Cruz del Eje. Actualmente son numerosas las actividades que se coordinan en conjunto con el área de educación del Museo de Antropología de Córdoba y el Museo Comunitario de Villa de Soto, con la coordinación de visitas guiadas, elaboración de cartillas educativas, etc. Como así también el vínculo con los antropólogos y técnicos de la Reserva Patrimonial del Museo de Antropología UNC quienes colaborar con actividades vinculadas a la conservación preventiva de las colecciones y la documentación entre otras.

En el año 2016 se conformó formalmente el proyecto arqueológico Soto (PAS), luego de la mencionada trayectoria que los arqueólogos profesionales venían desarrollando en acciones conjuntas con la comunidad soteña, vinculadas principalmente con el patrimonio arqueológico regional, desde hace aproximadamente 15 años. Como un aspecto relevante y relacionado al creciente interés por parte de la sociedad en general alrededor de la historia, el patrimonio y la memoria, vale la pena mencionar que el PAS, como proyecto de investigación, surge en respuesta a la demanda planteada por un sector de la comunidad de Villa de Soto, en el contexto de la puesta en marcha de talleres participativos realizados en el año 2014 con el fin de crear y dar forma al actual Museo Comunitario local. Para el desarrollo del PAS, se propuso una perspectiva de trabajo desde la arqueología colaborativa, ya que incorpora en todas las etapas a la comunidad local (Marshall, 2002). Dicha perspectiva se caracteriza por la participación activa de arqueólogos aficionados y coleccionistas, llevando a cabo actividades en conjunto con otros miembros de la comunidad local, a través de la concreción de muestras temporarias conjuntas, acompañando los procesos de reemergencias identitarias indígenas locales, compartiendo jornadas y capacitaciones, fundamentalmente, colaborando con la creación del Museo Comunitario. Como fruto de estos diálogos y de una iniciativa local muy fuerte, en el año 2015 se creó la Asociación Civil Chihimi sis, conformada por personas de la comunidad, con el fin de dar un marco legal a las actividades que el grupo venía realizando y obtener la figura de personería jurídica que luego permitió concretar la creación del Museo. La idea de crear un museo se planteaba, según sus relatos, como una necesidad urgente ante la falta de un espacio que nuclee y dé a conocer al público en general las actividades y reflexiones planteadas por el grupo, en torno a las temáticas mencionadas (notas de campo, 2018). Es así que luego de un gran trabajo colaborativo entre comunidad y profesionales, el Museo Comunitario abrió sus puertas en noviembre de 2015. Entre los actores centrales que impulsaron estas activaciones patrimoniales se encuentran grupos de tejedoras, educadores, historiadores, trabajadores municipales, trabajadores de la tierra, entre otros, y los coleccionistas aficionados en los cuales centraremos la mirada en este trabajo.

Específicamente, las reflexiones aquí planteadas surgen a partir de una convocatoria puntual realizada hacia algunas integrantes del equipo de arqueólogos del PAS, a través de la demanda explicita por parte de los coleccionistas locales para realizar un registro e inventariado de las colecciones arqueológicas que poseían, con el fin, en un futuro, de que fueran incluidas en una muestra en el Museo Comunitario Local. Otro de los objetivos era el de declarar las colecciones al estado nacional argentino6, ya que el patrimonio arqueológico y paleontológico tiene un estatus legal diferente al resto de los bienes y requiere de una declaratoria especial para ser reputados como tales. (Endere y Bonnín, 2020).

La muestra arqueológica: documentar, inventariar y reflexionar
Entre los objetivos en común para la realización del inventariado de las colecciones arqueológicas estaba el de saber con qué materiales se disponía y qué relatos se querían contar en el montaje de una muestra arqueológica en formación para el museo local. La muestra se denominó “Patrimonio Indígena del noroeste cordobés: Miradas Diversas”, y se encuentra exhibida en el Museo Comunitario de Villa de Soto desde el 8 de septiembre de 20187. Fue el resultado del trabajo colaborativo entre los poseedores de colecciones arqueológicas locales, los trabajadores del Museo, miembros de la Asociación Civil Chihimi sis, los alumnos de la Escuela Superior de Bellas Artes “Roberto Viola” (Cruz del Eje), y los integrantes del PAS, con el apoyo de la Municipalidad de Villa de Soto y la Agencia Córdoba Cultura.

Mi participación fue en el marco del desarrollo de las investigaciones para la tesis de licenciatura en Antropología en la Universidad Nacional de Córdoba8. Tomando en cuenta lo planteado antes, me propuse conceptualizar y reflexionar sobre las construcciones de sentidos y representaciones acerca del patrimonio que se manifestaban entre aquellos pobladores de Villa de Soto estrechamente relacionados con las prácticas y los objetos arqueológicos en tanto aficionados y/o coleccionistas. Durante el proceso de documentación de las colecciones, pude experimentar como se entrecruzaron y dialogaron las subjetividades locales con las conceptualizaciones provenientes de la ciencia, en general, y de la arqueología profesional, en particular. Esto implicó un gran trabajo de reflexividad y una negociación constante entre esos sujetos y mi posición, como arqueóloga profesional, alrededor de lo que cada uno entendíamos como patrimonio, arqueología, historia, pasado y presente local.

Abordaje teórico metodológico del tema

Partí de entender al patrimonio cultural como parte constitutiva de las identidades de los grupos, como una construcción social y dinámica. Como señala González Méndez (2000) “los bienes arqueológicos se identifican como patrimonio arqueológico y éste con el patrimonio histórico o cultural” (p. 57). Entendiendo a las activaciones patrimoniales a nivel local como fenómenos de una gran complejidad, abordo las discusiones desde el enfoque de la arqueología pública en tanto esta perspectiva permite profundizar en los aspectos sociales de la práctica arqueológica, propiciando a entender la dimensión social de la arqueología, en sus múltiples acepciones (Salerno, 2013). Desde este enfoque entiendo a la arqueología como una actividad social, situada, y que tiene lugar en múltiples contextos históricos, políticos, económicos e institucionales, con la participación de distintos sectores de la sociedad civil como parte constitutiva de lo público y del quehacer de la arqueología (Op. Cit.).

El trabajo con las personas de la comunidad local interesada en lo arqueológico fue realizado desde la postura de la arqueología colaborativa y la multivocalidad (Menezes Ferreira et. al., 2014). Considero que no sólo la arqueología y las instituciones patrimoniales se encuentran interesadas en temáticas patrimoniales o en la historia local, sino que son diversas las motivaciones de las personas por conocer y preservar el patrimonio arqueológico. Los “otros” con los que interactuamos no pueden seguir siendo vistos como “nativos informantes”. Desde esta perspectiva, intento realizar una arqueología multivocal que trabaja con las comunidades en los procesos de interpretación y activación patrimonial, atendiendo a cómo las personas significan la materialidad, la historia oral, las cosmologías, los valores, y a los modos particulares de construcción del conocimiento de las comunidades considerados como legítimos.

Desde la perspectiva de la relación arqueología y sociedad, me pregunté: ¿A quién/quienes representa el patrimonio arqueológico en Villa de Soto?; ¿Es un patrimonio exclusivo de algún/algunos grupos determinados?; ¿cuáles son las diferentes representaciones y percepciones alrededor del patrimonio arqueológico entre los coleccionistas?; ¿qué relatos acerca del pasado surgen a partir de estos objetos conservados? Y vinculado a ello ¿cuál es el lugar de los arqueólogos como profesionales socialmente legitimados para su tratamiento en la construcción de sentidos y representaciones?

Para profundizar en estas cuestiones, implementamos el trabajo de campo realizando tareas de relevamiento, documentación, conservación y declaración legal de las colecciones de los particulares que lo habían requerido y a los que luego me referiré. Las reflexiones surgieron principalmente de las interacciones producidas en este contexto ya que las tareas de documentación y conservación preventiva de materiales y colecciones arqueológicas se hicieron en conjunto con los coleccionistas locales. Las técnicas utilizadas en los encuentros con los coleccionistas-aficionados fueron: entrevistas semi-estructuradas, charlas informales en el acompañamiento de diversas actividades, observación participante y el uso de herramientas audiovisuales como fotografías y grabaciones de audio en formato mp3 (en todos los casos excepto con un coleccionista que no se sentía cómodo con las grabaciones). Las entrevistas fueron dirigidas principalmente a los coleccionistas, pero también eventualmente a otros sujetos involucrados durante su relevamiento, como sus familias u otros aficionados a la arqueología que participaron del proceso. Y a personal técnico del Museo Comunitario y de la UNC. De esta manera se realiza aquí un análisis a partir de la selección de relatos significativos resultantes del trabajo de campo, de las entrevistas y charlas realizadas con los actores vinculados a lo arqueológico en Villa de Soto.

Para el manejo de las colecciones, se siguieron los criterios y estándares internacionales planteados en el manual Cómo Administrar un Museo: Manual Práctico, elaborado por el Consejo Internacional de Museo (ICOM, 2006) de tratamiento de colecciones. Las actividades vinculadas a la conservación fueron realizadas en paralelo a las tareas de inventariado. La política de gestión de las colecciones y todas las decisiones adoptadas en el proceso de inventariado y de declaración ante la ley fueron realizaciones en el marco de lecturas compartidas y una profunda reflexión en conjunto con los saberes de los coleccionistas y propiciando a nuevas dimensiones de registro, técnicas o abordajes, como así también con el fin de crear insumos para la elaboración de la muestra. Además, se realizó un registro fotográfico de las colecciones completas y del proceso de trabajo en conjunto.

Para el registro de la primera colección con la que trabajamos y las piezas que la integran, se decidió utilizar las fichas proporcionadas por el RENYCOA9. En dicha actividad de declaración de la colección se utilizaron cuadernos de notas personales del coleccionista y se produjo un nuevo criterio de anotaciones en conjunto donde se pudieron registrar los agregados de elementos deseados a las fichas de registro que fueron confeccionadas. Lo cual se utilizó de guía y referencia para las próximas colecciones inventariadas.

Realizamos el trabajo desde la propuesta de Hamilakis y Anagnostopoulos (2009) sobre la etnografía arqueológica, lo cual implica una práctica colectiva de equipo con todos los actores sociales involucrados en la investigación y no la simple introducción de métodos etnográficos en proyectos arqueológicos como mera técnica de registro (Op. Cit.). De esta manera, como metodología y práctica se realizó investigación etnográfica con la realización de entrevistas formales e informales, observación participante y excursiones etnográficas con los grupos locales.

Los coleccionistas-aficionados
Puntualmente trabajaré aquí con cuatro coleccionistas locales: Eduardo, Daniel, Osvaldo y Chichy (tres de ellos integrantes formales del PAS). En tanto coleccionistas-aficionados son poseedores de colecciones arqueológicas conformadas por ellos mismos a través de salidas/caminatas10 o recolecciones superficiales de objetos, hechas tanto en los alrededores del pueblo de Villa de Soto como en otras localidades cercanas. Se podrían considerar como coleccionistas-aficionados ya que mayormente conforman sus colecciones realizando trabajo de campo de tipo arqueológico, siguiendo de manera aproximada los estándares del trabajo arqueológico profesional académico. Entiendo que dichos coleccionistas-aficionados, “son sujetos ligados a la práctica arqueológica de manera no académica, muchos de ellos llegados desde prácticas coleccionistas pasadas o desde genuinos intereses por las historias locales, y en especial por las culturas arqueológicas indígenas regionales.” (Bonnín, 2008, p. 17). En conversaciones con ellos fue posible registrar que se auto perciben como pares a los arqueólogos de la Universidad Nacional de Córdoba, en lo que respecta al conocimiento regional tanto del pasado como de los sitios arqueológicos, y las interpretaciones alrededor de la materialidad y sus prácticas asociadas, pero principalmente en lo que refiere a la protección, guarda y difusión del patrimonio arqueológico local, en conversaciones durante el trabajo en el museo ellos comentan: “nosotros somos como arqueólogos”, frase dicha en una charla donde ellos expresaban la falta de trabajos arqueológicos sistemáticos en la zona de Villa de Soto, haciendo énfasis en el sentido de cuidador o guardianes del patrimonio ante la ausencia (previo a la creación Museo Comunitario) de un espacio donde conservar y mostrar la materialidad arqueológica y de equipos de investigación profesionales que trabajen allí, además de mencionar las demandas desde el sector educativo por temas arqueológicos que durante años fueron ellos los depositarios de las mismas, compartiendo sus conocimientos y sus colecciones con la comunidad educativa de diferentes maneras (notas de campo, 2018).

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Figure 2. Jornadas de trabajo con Eduardo y la colección en su casa.

Figure 2. Working sessions with Eduardo and his collection at his home.

 

La relación entre los profesionales del ámbito académico y los coleccionistas ha tenido matices, a lo largo del tiempo, en relación a su consideración como aporte a la ciencia. Cabe destacar que los primero museos del país se formaron entre los siglos XIX y XX, mediante intercambios, expediciones, compras o donaciones de colecciones particulares, con una gran colaboración entre especialistas y aficionados. En dicho contexto, la práctica de coleccionar era aceptada y promovida, no así las practicas que tenían como objetivo exclusivo un beneficio económico (Pupio et al, 2011). A partir de la consolidación de las disciplinas científicas especializadas, y luego con las regulaciones específicas sobre patrimonio y materialidades arqueológicas11, se estableció una marcada diferenciación entre las prácticas de los profesionales y las de los aficionados o amateurs produciéndose un cambio en la relación entre ellos12. En este sentido, reflexionando acerca del contexto de lucha simbólica de producción de saberes, sucedió y sigue sucediendo en algunos casos, que los conocimientos de los coleccionistas locales son subvalorados en relación a los de los profesionales del ámbito universitario, e incluso estas personas son perseguidas con una visión exclusivamente punitivista y negativa de su actividad. Como contracara de ello existe por parte de algunos coleccionistas una muy baja estima de la figura de los arqueólogos profesionales, con los que compiten por las piezas, por sus interpretaciones y por quién es el mejor tenedor o cuidador de las materialidades arqueológicas, señalando que el estado y sus organismos o museos, no tienen los recursos ni el interés en hacerlo (Endere y Bonnín, 2020). En relación a dichas nociones, para el caso presentado entre los coleccionistas de Villa de Soto, se evidencia una tendencia hacia reafirmarse en el rol de cuidadores y guardianes del patrimonio por sobre los profesionales. Asimismo, el entramado de relaciones de larga data que existe en el contexto descripto para Villa de Soto favorece el trabajo en conjunto y la colaboración entre arqueólogos de la UNC y aficionados, en detrimento de estas visiones en contraposición.

Los coleccionistas y sus colecciones: sentidos y representaciones alrededor de lo arqueológico

Eduardo y su colección
Eduardo, de profesión ingeniero agrónomo, es integrante del PAS. Durante muchos años ejerció como educador siendo maestro de escuela en la localidad cercana de San Marcos Sierra. Es en ese vínculo con docentes y alumnos que pudo profundizar en los conocimientos acerca de los pueblos de indios locales y sumarle un valor educativo a su colección. Según sus palabras, comenzó a interesarse por armar su propia colección hace alrededor de 16 años, donde se crió, en su casa natal en las proximidades del pueblo y luego continuó con su actividad cuando se mudó a Villa de Soto. Allí conoció a Daniel, con quien compartió muchas caminatas y charlas con objetivos comunes.

Eduardo lo cuenta así:

“Yo empecé a salir a buscar, de casualidad, la primera que es la número uno, que yo encuentro personalmente, es un morterito chiquitito. Y de ahí empecé a salir a buscar. Lo primero que hice yo fue en vez de esperar a que me la lleven, salí por los ranchos, pero de casualidad fue, hace 16 años atrás, cuando yo vivía allá en Paso Viejo. Y cuando me vine para acá lo conocí al Daniel y empecé a salir con él. Daniel me llevaba acá de la mano que yo no conocía. Lo que yo hacia allá era salir por los ranchos, fue todo sin querer porque yo empecé a salir como agrónomo, me daban las semillas del INTA y empecé a ser colaborador del INTA. Me traía los bolsones con los sobrecitos de semillas, salía en bicicleta y repartía casa por casa, y les enseñaba a hacer huerta a la gente, era promotor del Pro Huerta del INTA. Con las semillas repartiendo, repartiendo, iba y pedía, iba y les decía: ¿por qué no me das la piedra que tenés allá? Y así me daban. Y cuando me vine acá empecé a salir con Daniel y encontré...” (Entrevista a Eduardo. Octubre, 2017).

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Figure 3. Caminatas en conjunto con arqueólogos del PAS y los coleccionistas locales.

Figure 3. Walks in conjunction with PAS archaeologists and local collectors.

 

Su interés por coleccionar estaba presente y fue contagiado por su padre. Sobre él nos cuenta que como era un hombre muy querido en el pueblo, todos le traían objetos a la casa y se los regalaban. El padre conformó una colección arqueológica que hace poco tiempo le fue dada en guarda a Eduardo. Él, a diferencia de su padre, se ubica en un lugar activo, sale a buscar y lo hace en el rol de cuidador, ya que en gran parte de sus relatos comenta cómo las personas que le regalan los objetos los tenían tirados o descuidados sin darle el valor y la protección que necesitaban, según su parecer, y realizando un uso inadecuado de los objetos (notas de campo, 2018).

El día de la inauguración de la muestra arqueológica en el Museo Comunitario, Eduardo contó:

“Mi padre vivía en Paso Viejo camino a Pichanas. La gente cuando encontraba en sus chacras una piedra rara, un hacha, una boleadora, se las llevaba de regalo: él las tenía ahí mostrándolas. De chico me gustaban, las observé. Mi padre no dejaba que las toquemos (…). Con el tiempo llegó. Ya tenía mis primeros hijos y fuimos a una chacra de Pichanas donde yo había hecho un poco de algodón y encontré un morterito que entra en el cuenco de mi mano, muy chico, que está ahí exhibiéndose. Y esa es la pieza número 1 de mi pequeña colección y le dije al viejo: no te voy a regalar más nada (…), pero un día vino mi padre a tomar mate y dijo: ¿qué habrá sido esto?, qué bonito, qué fino el borde, ¿para qué lo habrán usado? Más o menos yo trataba de contestarle y en un momento dado se levantó, alzó el mortero de la mesa y dijo: hasta luego. Ninguno se animó a sacárselo, yo no dije nada y se la llevó. Con el tiempo le dije: ese mortero es mío. Cuando vos partas, va a mi casa. Y así fue, me lo entregó mi hermano Pedro que vivía con él en la casa paterna. Ese fue el primero, de ahí empezó mi fuerza para salir a caminar, después lo conocí a Daniel, a Osvaldo. También tengo mucho interés en que la gente conozca estos utensilios maravillosos usados por nuestros antepasados.” (Entrevista a Eduardo. Septiembre, 2018).

Daniel y su colección
La colección conformada por Daniel posee sesenta y cinco piezas de material cerámico, lítico y óseo. Daniel en caminatas y prospecciones arqueológicas realizadas en conjunto comenta que él comenzó a juntar piedras desde niño, en los alrededores de su casa, compartiendo su pasión por las piedras con su padre, que es geólogo. Cuenta que siempre tuvo un vínculo especial con las cosas de los indios: a él las piedras lo llaman y tiene que salir de su casa a buscarlas. Daniel es integrante del PAS, posee un amplio conocimiento de la geografía de la zona y de los sitios con concentración de materiales arqueológicos del Valle de Soto, (Notas de campo. Septiembre, 2017).

Daniel comenta sobre la pieza número 1, a la que llama el amuleto:

“Este es especial… los primeros días de enero hacía como 40 grados y se me dio por ir al campo. Y andando ya había encontrado dos flechas; primero una y seguí y otra más, y de ahí me llamaba algo y nada… y me arrodillé y no veía nada, y estaba dando vueltas y en esa época no le daba importancia a la cerámica, y como Andrés [arqueólogo del PAS] me decía que vea cerámica y los dibujitos, y yo antes buscaba flechas. Y lo levanto y le doy vuelta y cuando le doy vuelta fue impresionante… ¡la alegría!… y se me aceleró el corazón a mil, entre el golpe de calor y la alegría. Es un amuleto, han hecho rituales y la intriga es qué sigue para debajo de la cabeza. Cuando la tenía en la casa eran los tiros en la cocina, me espeluscaba entero y lo iba a devolver. Y un día le digo: dejame de joder o haceme sacar la quiniela, y jugué al 48 y saqué a la cabeza, y no jodió más”.

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Figura 4. Daniel con el amuleto en la mano. Esta pieza se encuentra exhibida en la muestra arqueológica del Museo Comunitario de Villa de Soto.

Figure 4. Daniel with the amulet in his hand. This piece is exhibited in the archaeological sample of the Community Museum of Villa de Soto.

 

Osvaldo y su colección
Osvaldo es profesor de historia, escritor y tejedor de cestería. También es integrante del PAS. La colección conformada por él posee ciento quince piezas de cerámica y lítico. Osvaldo relata que siempre tuvo curiosidad por saber cómo utilizaban las piedras las personas de antes. Con respecto a sus primeros intereses en relación a las piedras, él comenta que su fuente inicial fueron los cuentos de los indios que le relataba su abuela… sobre estas charlas a la siesta Osvaldo recuerda:

“…Era tanto mi interés de saber quiénes eran las personas que habían usado esas piedras: (…) Le pregunto: ¿Abuela, cómo eran los indios? Mi abuela me dijo: eran personas como nosotros, pero eran indios. Hizo la diferencia automáticamente de que no eran más que indios. Ahora, con el tiempo, entendí por qué todo aquel que tenía sangre nativa, no tenía que hacer conocer que eran descendientes de nativos o hijos de nativos. Y mucho menos las piezas que podía haber, que no eran muchas, porque eran reutilizadas. Por ejemplo, encontré en una casa que con una conana le daban de comer al perro o en otra, un hacha o una masa sosteniendo la puerta para que no se cerrara. (…) Abuela, ¿de dónde sacaban la harina para las colaciones?, me dice: en San Marcos, río arriba, hay un molino, llevábamos las bolsas al molino para que nos hagan la harina. Cuando el río estaba crecido -y ahí viene lo que me gustaba a mí-, nosotros molíamos en el mortero y las pasábamos por la conana. ¿Qué es eso abuela? Una batea y con una piedra íbamos friccionando para hacer harina, y dice: eso lo usaban los indios. Claro, ahí estaba el interés mío, saber qué usaban. En esas siestas, otro día me dice: cuando tu madre, la Rosa, era jovencita, pasó el ejército por Soto (…) hicieron un campamento saliendo del pueblo y ahí la banda tocaba, (…) fuimos todas las tardes hasta que un día fuimos y no había más ejército. Caminando tu madre, -ahí la palabra mágica-, encontró una flecha, a donde había limpiado el ejército. Por supuesto, nunca más fui a la siesta a lo de mi abuela. Me iba a ver si encontraba flechas. Ahí empezó este amor por las piedras. Yo pensaba, mi abuela tiene todo eso que nadie conoce [guardado en un baúl cerrado], podría sacarlas ponerlas en otro lugar, que las vean mis hermanas, que las vean otras gentes. Así como tiene todos los santos en una mesa, podría tener también las piedras. Que otro las conozcan. Esto que sucede hoy [se refiere a la presentación de la muestra] es como si la abuela hubiese abierto el baúl.” (Relato de Osvaldo en la inauguración de la muestra arqueológica en el Museo Comunitario. Septiembre, 2018).

Chichy y su colección
La cuarta colección inventariada fue la de un poblador del paraje “El Saladillo”, apodado Chichy. En las conversaciones que mantuvimos, él nos contó que comenzó a interesarse por las piedras arqueológicas durante las tareas compartidas con su madre en el campo. Él se reconoce como un gran aficionado a guardar los recuerdos/tesoros de toda la familia y a conservar su casa natal con su historia representada por las decenas de objetos que tiene en exhibición, como un museo (Conversaciones con Chichy. Septiembre, 2018). Así, Chichy comenta cómo comenzó a conformar su colección y cuáles fueron sus intereses:

“Yo empecé… yo volví después de unos cuantos años de vivir en Córdoba al campo. Al medio del campo porque la casa paterna se estaba cayendo y no podía ser, no lo aceptaba y siempre me gustó la vida de la gente de aquella zona o de la zona esta que vivía en ranchos y mi madre a veces me decía que había nacido medio loco. Yo siempre busqué el origen del rancho y ahí supe de los indios. Cuando volví de Córdoba, tuve la oportunidad de visitar a la gente porque me pusieron de agente sanitario y visitaba, y, como contaba Osvaldo, muchas gentes tenían las piedras para moler la sal o para moler diferentes cosas, los morteritos y como me interesaba me lo regalaban (…) Mi abuela cosechaba el trigo, pero no tenían cómo hacer la harina y aquí cerca de mi casa en el desaguadero era el único molino de molienda (…) Por eso vivimos ahí y ahí me agarró la locura a mí por las piedras, no solo las piedras, me gustan las antigüedades y todo lo que sean artesanías. Eso también me hizo que coleccionara esas piezas, las tenía en Córdoba y como a mis hermanas les molestaban porque no tenían vista, me las tiraban, por eso me quedé con pocas piedras. Ese fue mi comienzo, ahora vivo aquí en El Saladillo y mi casa es un poco museo.” (Relato de Chichy durante la inauguración de la muestra arqueológica en el Museo Comunitario. Septiembre, 2018).

La colección de Chichy posee dieciocho piezas, de material cerámico, lítico y óseo, incluyendo un cráneo humano, con respecto al cráneo comenta “que si lo íbamos a investigar o a exponer que lo llevemos, si no, no” (Entrevista a Chichy. Septiembre, 2018). Allí establecimos el contacto con el objetivo de buscarlo a la brevedad y ser tratado por el equipo de profesionales correspondientes. A lo largo de la charla, pudimos notar que para Chichy ese cráneo es muy importante, él expresa que no le tiene miedo a los muertos, se lo tiene más a los vivos (Entrevista a Chichy. Septiembre, 2018). En la primera visita a su casa materna, pudimos observar que en un estante ubicado en la parte superior de la mesa donde está el cráneo, se encuentran dos urnas que contienen las cenizas de dos de sus hermanos y tres cajas de cartón con el logo de una funeraria en donde están las cenizas de otros tres hermanos suyos fallecidos. Estos elementos forman un conjunto en la sala de recepción de la casa, junto a un cuadro de su abuela y uno de su madre; una virgen española de madera tallada, que se la compró, según nos dijo “… a los indios de Embarcación en Salta”; una vitrola; un fonógrafo de porcelana; la cama de la madre y de sus hermanas; una biblioteca con libros, entre ellos el de José Vasconcellos, Mi planta de naranja lima, un libro que según sus palabras “… te hace llorar” y todos los libros escritos por Osvaldo (el coleccionista); el anillo de compromiso de su madre; muchas fotos y cuadros al óleo pintados por él y otros elementos variados presentes dentro de la casa. Durante la visita, Chichy nos cuenta la historia del inmueble y los eventos constructivos que tuvo, ya que antiguamente fue almacén de ramos generales, iglesia y escuela, en diferentes épocas. Chichy, en un momento de la conversación, nos dice que donaría todo, ya que él es solo y a sus hermanas no les interesa. Y sigue,

“Me gustan todas las porquerías, todo”, Él expresa: “…te digo una cosa, para mí es algo mío, yo adoro a mis piedras pero ahora que he andado muy enfermo... y así que por eso. (…) Eduardo [el coleccionista] me decía que se las quería llevar. Pero no, me apegaba. Pero yo soy solo, no sé hasta cuando Dios me da la vida, porque ando bastante jodido y a esto lo tiran, porque la única que se puede hacer cargo es la Mariel, y no le interesa nada esto, pero ella quedaría a cargo de la casa.” (Entrevista a Chichy. Septiembre, 2018).

Algunas reflexiones acerca del trabajo con los coleccionistas
Al trabajar con diferentes coleccionistas me encontré con múltiples relatos e historias alrededor de los objetos y el patrimonio arqueológico. Estos no eran exclusivamente los sentidos acerca de las cosas de indios en el pasado, sino que las representaciones e intereses estaban fuertemente arraigados en la cotidianeidad, en el presente y en las historias familiares recientes de cada uno de ellos. Ello me permitió reflexionar sobre la multiplicidad de discursos y prácticas sobre el pasado, los diversos vínculos con la arqueología y pude comenzar a analizar las diferentes lógicas que se ponen en juego alrededor de lo arqueológico.

Daniel, que es compañero de Eduardo en algunas caminatas y prospecciones por los alrededores de Soto, es quien en muchos diálogos compartidos pone el foco en preguntarse cómo vivieron las personas de antes, dónde vivieron, y muestra un gran interés por entender cómo se vería en el presente una casa de los antiguos. Él arroja conceptualizaciones acerca de las distinciones que debe haber en el paisaje, por ejemplo, remarcando la presencia de un montículo diferente al resto de los que se forman en el paisaje natural, o marcando el pie de un algarrobo muy antiguo como punto de referencia para localizar una vivienda antigua. El diálogo con Daniel siempre fue durante las prospecciones o caminatas realizadas en conjunto con el PAS (Daniel expresa que no le gustan las entrevistas formales), es en dicho contexto que me encuentro con algunas interpretaciones interesantes acerca del pasado y sobre la significación de esos objetos para las personas que los crearon. Por ejemplo, él nos cuenta el caso de una roca de arenisca grabada que encontró en una de sus caminatas por los alrededores del pueblo. Esta pieza presenta figuras lineales a las que interpreta como representaciones de la fisionomía de una montaña en particular que se observa desde el Rio de Soto. A raíz de esto, junto con Eduardo, investigan si se trata de un calendario, de un mapa, o un instrumento astronómico, y van periódicamente con la roca tallada al lugar donde la hallaron, poniéndola en diferentes posiciones para observar los astros y la luna, y así poder fundamentar sus hipótesis e interpretaciones.

Daniel muestra especial interés por comprender sobre los artesanos y las técnicas con las cuales fueron confeccionados dos amuletos de cerámica encontrados por él y por Eduardo, llevando a cabo un análisis comparativo de sus características.

La colección de Daniel está compuesta exclusivamente por objetos que recolectó en sus salidas al campo desde muy chico. Él también usa una estatuilla que encontró como amuleto y comenta que le ayuda a tener suerte en la quiniela. Relata que las piezas lo llaman y tiene que salir a caminar para encontrarse con ellas.

En el caso de Eduardo, pude observar que hay una referencia contextual a los objetos arqueológicos. Al releer las notas de campo tomadas durante una de las caminatas, noté que él habla sobre la utilidad de ciertos objetos en el pasado. Por ejemplo, estando en el campo, luego de hallar una mano de conana, nos explicó cómo se pudo haber usado para hacer harina. Él suele comentar para qué sirvió tal o cual cosa, pero solo durante las caminatas y en los lugares donde él mismo o Daniel encontraron las piezas. En el contexto de su casa, con su familia, en el museo y delante de las vitrinas donde están exhibidas temporalmente algunas piezas de su colección (sus cosas, según sus palabras), Eduardo habla y cuenta las historias sobre sus hijos, su padre, su hermano y el vínculo con los objetos a través de recuerdos emotivos. Por ejemplo, el hecho de que su primera pieza la haya encontrado con su hija es algo sumamente relevante en la conformación de su colección. En este sentido, comparto la reflexión de Baudrillard (1969) acerca de que los objetos poseen dos funciones inversas, por un lado, permiten ser utilizados por los sujetos dentro de un orden práctico y, por otro pueden ser poseídos por los sujetos dentro del orden de la abstracción. Cuando el objeto ya no es especificado por su función, es calificado por el sujeto, estos objetos escindidos de su función utilitaria cobran sentidos puramente subjetivos, es el caso de los objetos de colección (Op. Cit.).

Un aspecto relevante en relación a ello es acerca de los intereses manifiestos en los relatos de Eduardo, los cuales giran principalmente en torno a su propio pasado, su biografía o historia de vida, además de su curiosidad por las formas de vida de los antiguos. Baudrillard (1969) afirma que “una colección es en primer lugar un discurso para sí mismo aún cuando se pueda convertir en discurso para otros” (p. 118), donde los objetos funcionan como fuente de autodefinición identitaria. Dichas conceptualizaciones se ven plasmadas cuando Eduardo nos relata las historias acerca de la pieza fundadora de la colección y sobre las piezas más recientes donadas por una sobrina luego del fallecimiento de su hermano. En este sentido, como menciona Rodríguez (s/a): “el coleccionista busca, selecciona, ordena sus objetos, les da un lugar preciso y con esto construye una historia para sus objetos y reconoce el valor de sus colecciones estableciendo a este objeto como coleccionado.” (Rodríguez s/a., Citado por Biasatti y Aroca, 2007, p. 16). Eduardo cuenta: “Hay piezas que no están numeradas, que eran de mi padre, encontradas en la casa de mi viejo”. Hablando de unas manos de mortero, dice: “Estas son de la acequia de los indios de Pichanas, por eso las quiero mucho, porque es de la casa de mi papá (…) Mi hija encontró mi primer mano de conana, hace 25 años”.

La selección de objetos que nos relata Eduardo que elige para coleccionar habla de sus intereses particulares, se relacionan con un interés fraternal y tiene intenciones de que uno de sus hijos o su ahijado continúen con el deseo que le contagió su padre a él. El primer objeto que conoció fue por parte de su padre, que le mostró unas manos de mortero. Y luego, el primer objeto de su colección fue una mano de conana hallada en una caminata con su hija, como ya se mencionó. De allí en adelante comenzó a interesarse por estos objetos arqueológicos y a hacerlo saber a sus conocidos. De esa manera, logró que le regalaran otros objetos y piedras tanto trabajadores de la tierra como otras personas que él visita en su campo.

Existen puntos en común entre los discursos de los cuatro coleccionistas aficionados, por un lado, está su pasión por coleccionar y conocer sobre los modos de vida del pasado. Por otro lado, la afición por coleccionar aparece en todos ellos fuertemente relacionada a sus vínculos familiares, como una cuestión de herencia de sus padres en el caso de Daniel y Eduardo, de su madre para Chichy y, de su abuela con Osvaldo. Es decir, de quienes los antecedieron a través de vínculos afectivos intensos. En este sentido, podemos ver en sus relatos cómo estas piezas/piedras en tanto objetos antiguos responden a deseos de nostalgia, a recuerdos; evocan una supervivencia de un orden tradicional y simbólico, están aquí para significar, hacen referencia al pasado, simbolizan un pasado doble, el más antiguo y el biográfico personal (Baudrillard, 1969).

El rol de los coleccionistas en la comunidad local
En relación al rol de los coleccionistas dentro de su comunidad, Pereira (2000) comenta que el coleccionismo representa un símbolo de status o elevación social, otorga prestigio al poseedor y le da una distinción a la familia. En relación a esto, pude notar cómo, a nivel regional, todos reconocen que los objetos de sus colecciones representan parte de la vida del origen y de la historia de la comunidad local. El hecho de que ciertas personas los tengan y los conozcan los pone en un lugar preferencial que les es reconocido en la demanda de acceso al mismo y en el interés de los coleccionistas de darlo a conocer. Ellos guardan lo valioso, extraordinario y discontinuo de la tierra que trabajan y habitan. Por ejemplo, Eduardo, en una ocasión, llevó parte de su colección para ser exhibida en una escuela de las cercanías de Villa de Soto. También da charlas en instituciones educativas y explica a las maestras o alumnos que van a preguntarle a su casa. Sus vínculos con la esfera académica le han permitido acceder a información y bibliografía especializada sobre arqueología regional. En este sentido, Osvaldo es el referente al que acuden desde la radio y otros medios de comunicación para entrevistas sobre el pasado histórico y arqueológico regional. Estos coleccionistas se presentan con un tipo de saber que los distingue. Saben más que otros sobre el tema y pueden dar clases sobre esto. O sea, no es solo el valor de poseer una colección, sino que se trata también del valor del saber acerca de esa colección, que puede reforzar un sentido de cuidador-guarda-conservador autorizado de un patrimonio reconocido por la gente de Soto como propio, local y de identificación identitaria.

La creación de la muestra arqueológica, permitió indagar sobre aspectos vinculados con el rol que ocupa el poseer y prestar o donar estos objetos en la construcción de identidades propias de los coleccionistas, tanto en una dimensión personal como social. Las actividades realizadas por los coleccionistas, vinculadas a la formación del Museo Comunitario de Soto y a la creación de la muestra arqueológica en particular, los posiciona en un status diferencial dentro del círculo del Museo y frente a la comunidad en general. La selección de los materiales a exhibir en la Muestra y los textos explicativos que acompañan a las piezas arqueológicas, fueron seleccionados y producidos a partir de los testimonios de los propios coleccionistas en su relación con la materialidad. Por ejemplo, Eduardo hablando de la colección arqueológica comenta: “Mi sueño es exponerlo y que diga obsequiado por tal, hallado en tal lugar, regalo de tal, rescatado en trabajos de vialidad, o en la excavación de un pozo ciego.”(Charlas con Eduardo. Febrero 2018). Es interesante remarcar que allí además de entender que ese tal se refiere a sí mismo, y en cierta forma que, además de reconocimiento social potencial, sigue siendo una forma de posesión de la pieza en sí, que supera el hecho de no poseer más el objeto físico. Eduardo valora como importante la historia de la pieza, ya sea como un circuito de dones o bien en referencia a su contexto de hallazgo. Esto implica que el objeto, al ser coleccionado, es imbuido de otra un valor y una dimensiones adicionales: ya no es solo el objeto en sí, arqueológico, antiguo, lindo, raro, sino también importa su biografía actual, su vinculación con el presente.

El acto de coleccionar no es estrictamente individual, los coleccionistas despliegan estrategias de acción compartidas, creando una red de comunicación y cooperación basada en las relaciones personales (Pupio, 2005). En relación a ello pude notar, a través de las entrevistas y conversaciones con los coleccionistas, que existe una extensa red de aficionados con intereses en lo arqueológico que se conocen y realizan actividades de caminata juntos. Además, se comentan diversas interpretaciones sobre los objetos que poseen, realizando análisis comparativos, como así también circulan y comparten bibliografía y lecturas referidas tanto a la historia de Soto como al pasado arqueológico local. En diferentes conversaciones con los cuatro coleccionistas todos mencionaron salidas juntos por distintas zonas, participación en charlas o conversaciones con otros arqueólogos, historiadores o antropólogos ajenos al PAS que trabajan en zonas aledañas como Cruz del Eje o San Marcos Sierra. Y noté que ellos hacen referencia a la existencia de otros y otras coleccionistas de la zona, teniendo un amplio conocimiento de las piezas que poseen esas colecciones. Además, son grandes conocedores de los museos arqueológicos regionales de diferentes zonas de la provincia de Córdoba a los que hacen mención en comparación con el Museo Comunitario local.

Trastocando sentidos

En lo desarrollado hasta aquí pude ver cómo en diferentes contextos y cuando están en juego las relaciones entre sujetos y materialidad, los sentidos alrededor de los objetos arqueológicos juegan su rol central desde diferentes ópticas. Las relaciones en las que se desarrolló el trabajo colaborativo, las conceptualizaciones nuestras como arqueólogos, y el Estado regulando a través de la ley, trastocan sentidos y representaciones locales. La normativización de las colecciones propone una lectura de los objetos arqueológicos en clave patrimonial. Entiendo que quienes provenimos de la academia somos partícipes activos en las creaciones de representaciones y sentidos acerca de estos temas. Esto es evidente en las influencias sobre los coleccionistas aficionados, que leen material bibliográfico académico y vienen interactuando de forma prolongada con los arqueólogos del Museo de Antropología de la UNC.

En referencia a cómo intervienen las imposiciones de las leyes nacionales y provinciales acerca del patrimonio, algunas frases que menciona Eduardo son útiles para pensar sobre la tensión que genera el control o las normas estatales en la relación con sus objetos. Así, por ejemplo, manifiesta:

“Cuando le dije a mi mujer que lo voy a donar, me dice que no, que lo junté yo. (…) Esto es patrimonio para todos, tampoco se puede vender (…). Encuentro algo, mando una foto y después me arrepiento. Mirá si me denuncian y me lo quitan.”(Notas de campo, 2017).

En repetidas conversaciones, Eduardo comentó tener miedo a que lo denuncien, ya que conocía la situación judicial que conlleva la tenencia de patrimonio nacional. Estos conocimientos se fundan en sus vínculos y charlas con los arqueólogos. Frente a este temor inventariamos y declaramos su colección. Fue en este proceso de “normalización” de su colección que comenzamos a ver cómo debía ajustarse a categorías patrimoniales tradicionales de la Academia y del Estado presentes en la Ley N° 25743. En este contexto de cuestionamientos, Eduardo manifestó su ignorancia acerca de algunas categorías técnicas y recurrió a mí como ayuda. Por ello, acordamos que al completar la ficha descriptiva estandarizada que propone la ley, la información del tipo: período al que pertenece un objeto o cultura arqueológica a la que se adscribe, sería una tarea que quedaría en manos de profesionales. Lo cual alude a la valoración de Eduardo sobre el tipo de legitimidad que mi conocimiento tendría para poder responder a ese tipo de información. Una decisión que tuvimos que tomar fue cuáles objetos declarar ya que en su colección además de piezas arqueológicas él posee objetos históricos que no entran en los categorizados declarables como patrimonio nacional por la legislación.

Eduardo tiene las piezas ordenadas e inventariadas en números correlativos según el criterio de adquisición y, en algunos casos, según el tipo de material. Leyendo juntos la ley y reflexionando sobre lo que es declarable y lo que no, intentamos hacer una nueva clasificación ordenando primero lo que la ley define como patrimonio arqueológico y dejando fuera la colección histórica compuesta por algunos objetos como boleadoras, frenos antiguos y estribos de caballos, los cuales estaban ordenados en su cuaderno de siglados junto con las piezas arqueológicas. Luego, volviendo a discutir lo charlado, concluimos no modificar su inventariado personal y hacer uno nuevo de acuerdo a lo que la ley propone.

Es notable ver cómo las implicancias de lo estipulado en la ley le sugirieron a Eduardo, como coleccionista-aficionado, un orden pre-establecido a su colección. Ese orden, en cierto punto logra trastocar la relación ya establecida con la colección en general y el orden generado en esa relación dividiéndola en dos. Se podría decir que logró en él un cambio de mirada sobre su colección que acentúa las relaciones en particular con lo arqueológico en detrimento de la colección de objetos históricos. Así es que, por ejemplo, luego de las jornadas de trabajo en conjunto, Eduardo comentaba que lo histórico no es tan importante para él, distinguiendo y dándole mayor valor a la colección arqueológica prehispánica declarable según la ley.

Uno de los aspectos que se evidencio durante el proceso de trabajo, fue el cambio de posición tomado por los coleccionistas con respecto a lo que, cuando comenzamos a trabajar sobre las colecciones, ellos llamaban sus piezas, y luego, a partir de la lectura de materiales referidos a las leyes patrimoniales nacionales, de las tareas de inventariado y junto con la cesión de sus colecciones al Museo Comunitario local, se evidenció un cambio en los relatos sobre los sentidos y representaciones entre los cuatro coleccionistas-aficionados. Dicho cambio se centra en relación a la idea de propiedad y la noción filial de herencia, lo cual en las primeras charlas se presentaba como centro de los relatos, pero luego del trabajo conjunto, comenzó a agregarse una nueva valoración orientada hacia una visión patrimonial clásica, con un gran interés en ubicar las colecciones en el Museo para que puedan ser de acceso al público en general. Aunque sin dejar de lado el vínculo afectivo y de herencia familiar que poseen los objetos, sino que reinstalándolo en un lugar público y colectivizándolo como un relato compartido sobre la historia de la comunidad en general. Estos sentidos y representaciones se expresaron cuando cada uno de los coleccionistas eligió cuales piezas estarían exhibidas en la muestra arqueológica y asociadas a que relatos. En este sentido, las razones centrales por las que las piezas fueron seleccionadas -según sus propias expresiones- fueron variadas, ya sea porque tienen un vínculo afectivo y familiar importante, por la rareza o particularidad que representan para la zona o por la energía que poseen; pero resulta interesante que la razón principal en la que los cuatro coinciden y enfatizan, es porque tienen un gran interés en que toda la comunidad soteña y que el público en general pueda acceder a conocer estas piezas y sus historias, utilizando frases como “esto es de todos”, “todos tienen que conocerlas” (Notas personales, 2019).

Este trabajo me permitió una aproximación valiosa para pensar arqueologías comprometidas que trabajen con personas hoy. Arqueologías que trabajen con sujetos que son agentes activos de un pasado local y de su propio pasado y, al mismo tiempo, como sucede en este caso de los coleccionistas aficionados, que sin poseer un vínculo de ancestralidad filial o ascendencia indígena con las cosas de los antiguos, ejercen con libertad su ancestralidad por residir o habitar en un mismo territorio (Pizarro, 2004). Intentando comprender a los objetos que componen las colecciones en términos de “aquel contexto que los trascienda y les dé sentido, contexto que es impensable sin una concepción de los sujetos que se encuentran detrás de éste” (Jofré et al., 2006). Como mencionan Hamilakis y Anagnostopoulos (2009), pensar los vínculos del pasado con el presente arqueológico, implica una práctica disciplinar que no solo tenga en cuenta el pasado, sino también el presente y los vínculos de ese pasado con el presente; pensando a la arqueología como una práctica social hoy.

Considero que estas nuevas miradas permiten repensar las nociones de lo arqueológico y el lugar de lo comunitario en los discursos que creamos en los espacios de construcción y comunicación de saberes, sentidos y representaciones, como es el Museo Comunitario de Villa de Soto. Favoreciendo la creación de ámbitos donde se reflejen relatos e historias relevantes para las comunidades locales, que sean respetuosos sobre como las personas significan la materialidad, los valores y los modos de construcción de conocimiento considerados legítimos por los grupos de interés alrededor de lo arqueológico y lo patrimonial.

Notas

1. Se puede ubicar como punto de inflexión en lo que refiere a la legislación sobre el patrimonio a la promulgación de la ley 25.743 de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico, en el año 2003. Como mencionan Endere y Bonnin (2020) accionando como nueva herramienta para combatir el tráfico ilícito de bienes materiales arqueológicos y además acompañando un complejo proceso histórico con nuevos contextos sociales y legales dado a inicios del siglo XXI cuando el huaqueo realizado del modo tradicional, durante más de un siglo, parece disminuir (Op. Cit.). Vinculado también a un cambio de época en lo que refiere a los sentidos y representaciones alrededor del patrimonio arqueológico, con nuevos actores sociales involucrados.

2. En adelante me refiero a “lo arqueológico” en sentido amplio, incluyendo objetos, sitios y restos óseos relacionados con lo indígena en la zona (Biasatti, 2016), como así también a los sentidos y representaciones que ellos activan. Entiendo que los objetos arqueológicos tienen vida social no solo como restos materiales del pasado, sino también como entidades sociales que están aquí con nosotros, siendo re-contextualizadas y activadas desde la arqueología y las instituciones patrimoniales (Menezes Ferreira et al., 2014).

3. Tomo a las representaciones en términos de Pereira (2000) como redes de elementos (significados y acciones) enlazados por familiaridad que permitan dar sentido o comprender lo que se hace. En esta conceptualización las representaciones implican concepciones del mundo.

4. “Ritmos, tiempos y duraciones en la vida cotidiana de las sociedades agroalfareras en Villa de Soto, Córdoba” (IDACOR-FFyH, 2016-2017) y Re-ensamblando la arqueología de Chihimi Sei (Valle de Soto, Córdoba): cosas, personas, memorias, tiempos y territorios en relación
(SECYT, 2018-2019).

5. Asociación fundada con el fin de obtener personería jurídica para posibilitar la creación del Museo Comunitario.

6. Ley N° 25.743 para la Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico. Código Civil y Comercial artículo 235 inciso h. en Córdoba, se encuentra en vigencia la Ley N° 5543.

7. El día de la inauguración se realizó un evento en el museo en el cual cada uno de los coleccionistas dio un discurso de presentación el cual es utilizado como insumo para reflexionar en el presente trabajo.

8. Una primera aproximación de las reflexiones aquí planteadas se encuentra en el trabajo “Sentidos y representaciones de lo arqueológico en Villa De Soto, Córdoba, Argentina” (Quintero Bonnin, 2017).

9. Se siguió el protocolo que propone el Registro Nacional de Yacimientos, Colecciones y Objetos Arqueológicos (RENYCOA) del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL) con la utilización de las Fichas Únicas de Registro (FUR) a completar para luego declarar a patrimonio nacional según la Ley número 25743.

10. En adelante utilizare las cursivas para referirme a categorías o expresiones de los coleccionistas y los pobladores locales.

11. En el año 1913 se decretó en la República Argentina la Ley de Ruinas y Yacimientos Arqueológicos, Ley N° 9080, primera reglamentación en relación a los bienes arqueológicos. Reforma de la Constitución Nacional de 1994 y la sanción de la Ley Nacional Nº 25.743 de Protección del patrimonio arqueológico y paleontológico (Endere y Rolandi, 2007).

12. Ver también: Pupio, A. (2011 y 2013); Podgorny, I. (2005); Biasatti, S. (2016); entre otros.

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21. Prats, Llorents. (2005). Concepto y gestión del patrimonio local. Cuadernos de Antropología Social Nº 21, pp. 17-35, FFyL, UBA. https://www.redalyc.org/pdf/1809/180913910002.pdf

22. Quintero Bonnín, María Clara, (2017). Sentidos y representaciones de lo arqueológico en Villa De Soto, Córdoba, Argentina. Revista Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos, Artículos Originales, Vol. XIII, 2019:97-109. En línea desde Junio de 2019. http://www2.hum.unrc.edu.ar/ojs/index.php/spas/article/view/859

23. Salerno, V. (2013). Arqueología Pública: Reflexiones sobre la Construcción de un Objeto de Estudio. Revista Chilena de Antropología N° 27, 1er Semestre, 2013:7-37. https://doi.org/10.5354/rca.v0i27.27350

Otras fuentes consultadas

1. Ley nacional número 25743. Protección del patrimonio arqueológico y paleontológico.

2. Instructivo y fichas únicas de registro para el patrimonio arqueológico del Registro Nacional de Yacimientos, Colecciones y Objetos Arqueológicos (RENYCOA), elaborado por el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. https://inapl.cultura.gob.ar/noticia/nuevas-fichas-unicas-de-registro-fur-de-bienes-arqueologicos/

3. UNESCO - ICOM. (2006). “Manual Práctico: cómo administrar un museo.” Oficina de La Habana para la traducción al español. https://www.academia.edu/39190184/C%C3%B3mo_administrar_un_museo_Manual_pr%C3%A1ctico