LA INTERACCIÓN EN EL HOGAR DIGITALIZADO

INTERACTION IN THE DIGITIZED HOME

Juan Manuel Lozano de Poo

Universidad Autónoma de San Luis Potosí México

juan.depoo@uaslp.mx

https://orcid.org/0000-0002-4700-440X

 

Resumen

La interacción social se ha transformado significativamente por la omnipresencia en el hogar de dispositivos portátiles conectados a la red. Las plataformas digitales son parte de la vida doméstica y abarcan prácticamente el espectro completo de la actividad humana. Los cambios y las permanencias en las formas de habitar dan cuenta del fenómeno de la digitalización y las implicaciones que tienen las formas de comunicación impuestas en la era de la información sobre las personas. Este trabajo explora la producción y reproducción de nuevos patrones de interacción y modos de habitar desde lo privado, bajo una multiplicidad intergeneracional de conformaciones familiares (solteros, nido completo, nido vacío y madres/padres solteros) que se encuentran en las tres etapas del ciclo de la vida. Los nuevos usos y organizaciones espaciotemporales en el hogar digitalizado están resignificando las dimensiones de corporeidad y contigüidad; ambas cualidades constitutivas para el cuidado del ser y la existencia humana. Como consecuencia, las alteraciones en la proximidad y el aislamiento entre los seres humanos producto de la digitalización exhiben una domesticidad supeditada a la interacción ciberfísica acrítica en el habitar de la tercera década de siglo XXI.

Palabras clave: interacción doméstica; espacio digital; hogar digitalizado; espacialidad

Abstract

Social interaction has been significantly transformed by the omnipresence of portable devices at home connected to the network. Digital platforms are part of domestic life, they practically encompass the complete spectrum of human activity. The changes and permanences in the ways people inhabit account for the phenomenon of digitalization and the implications that the forms of communication imposed on people in the information age have. This work explores the production and reproduction of new interaction patterns and ways of inhabiting from the private scale, under an intergenerational multiplicity of family conformations (singles, full nest, empty nest and single mothers/fathers) who are in the three stages of the life cycle. The new uses and spatiotemporal organizations in the digitalized home are redefining the dimensions of corporeality and contiguity, both constitutive qualities for the care of the self and human existence. As a result, the alterations in proximity and isolation between human beings, as a product of digitalization, exhibit a domesticity subject to the uncritical ciberphysical interaction of inhabiting in the third decade of the 21st century.

Keywords: domestic interaction; digital space; digitized home; spatiality

Fecha de recepción: 12 de julio de 2024

Fecha de aceptación: 13 de diciembre de 2024

 

Introducción

Actualmente, Internet como sistema de comunicación dominante, ha cambiado la naturaleza de aquel que habla, el lenguaje, los medios y los mensajes que se transmiten. De tal manera, la definición misma de discurso se ha transformado profundamente (Lanier y Stanger, 2024) y la interacción humana se encuentra sometida a una mediación permanentemente por el espacio digital; en donde interactuar se caracteriza por la amplificación de la inmediatez, la escala geográfica y el alcance demográfico de la comunicación. La plataformización de lo doméstico, es decir, el impacto de la digitalización sobre el habitar privado, es un fenómeno poco explorado desde la arquitectura. En particular bajo un acercamiento intergeneracional en las dinámicas familiares. Ante este contexto, lo que se requiere en el ambiente doméstico es la autorregulación crítica ante el embate de la digitalización del hogar; espacio por excelencia para generar una comunicación efectiva y honesta, cara a cara, una que promueva la colaboración y no la polarización.

La espacialidad doméstica, es decir, el uso y la organización del espacio-tiempo, se caracteriza en esta era de la información (Castells, 2008) por la interacción entre diversas visiones generacionales originadas por la superposición del espacio digital en el hogar. Como nueva capa del espacio social, dispone a los sujetos por primera vez en la historia, a interactuar digitalmente en tiempo real y a escala planetaria gracias a la capacidad de envío, almacenamiento, transformación y producción de información, modificando las estructuras sociales producto de la cuarta revolución industrial y sus impulsores tecnológicos digitales (Schwab, 2016). Así, los videos, imágenes, audios y textos son recursos que se utilizan también para editarse o representarse; consumirse y consumir la información de los demás en la tercera década del siglo XXI.

La interacción humana implica comunicación física y mental. Es un proceso que permite la construcción de intersubjetividades mediante el cuerpo y el lenguaje como medios de comunicación para conformar el y el yo en relación con el mundo de la vida cotidiana (Schütz y Luckmann, 2004). El ser, como organismo animado a través de la corporeidad (cuerpo y consciencia), la voluntad y la contigüidad, es habitado por las voces y las miradas del otro durante su interacción. A su vez, procura el cuidado definido desde el habitar, que para Martin Heidegger involucra la acción de preservar de daño y amenaza al ser-ahí. De tal manera, la interacción es en sí, la esencia del habitar desde su dimensión comunicativa. Si bien el habitar se redefine permanentemente a través de procesos sociales y contingencias tecnológicas, es imprescindible procurar la capacidad analítica ante la marejada de información actual que define la domesticidad interactiva. Según Han (2014), la capacidad analítica constituye el pensamiento y nos permite distinguir lo esencial de lo no esencial. Que, en el caso del habitar, conduce a reflexionar si la interacción digital y el exceso de información constituyen necesariamente una mejor comunicación con el otro dentro del hogar.

En este sentido, para Félix Guattari (1996), los sistemas de comunicación son precisamente los que se emplean para producir la subjetividad colectiva de forma masiva. Por lo que aquí se propone que la domesticidad se ha visto afectada por internet como nuevo sistema de comunicación que fabrica opiniones y juicios generalizados, varía la velocidad de naturalización de las nuevas tecnologías e incrementa la fuerza de la habitualidad ejercida sobre las personas. De manera más particular, según Van Dijck, lo anterior opera mediante un ecosistema global en línea de plataformas digitales, alimentado por información y organizado por algoritmos (2018). Así, el proceso de subjetivación está directamente relacionado con la habitualidad de Internet en casa, misma que promueve el aislamiento y una domesticidad interactiva sin proximidad física entre sus habitantes, asediada por la conectividad permanente a la red.

Tales reflexiones conducen a cuestionar si actualmente las personas tienen o no participación consciente dentro de la espacialidad a escala doméstica; si es que por medio de la pérdida de la posibilidad de conocimiento de sí mismo a través del Otro, el sujeto se aleja del cuidado de sí y del habitar; cuidado a partir de la consciencia de sí del uso y la organización del espacio-tiempo doméstico que permite la existencia del Otro y a la vez de la propia al mirarle, al observarse mirándolo, al fijar y centrar la atención en su ser. Esto es consciencia de sí a partir de la presencia del Otro, consciencia encarnada, que da lugar al agente de cambio y creación mediante el comunicar. Es justamente esta presencia del Otro y la interacción con ella la que define la dimensión social como condición de posibilidad y de existencia de la subjetividad (Da Porta, 2013) entre seres humanos.

Si lo anterior no se entiende como un cambio profundo en la manera de producir la espacialidad al interior del hogar, probablemente se deba a que la velocidad con la que ha irrumpido internet no da lugar a reflexionar sobre este fenómeno y sus implicaciones en el habitar. A saber, la manera de entender al hogar desde la interacción y la existencia se ha transformado significativamente en los últimos diez años dentro del devenir doméstico de internet. A continuación, los aspectos de la domesticidad que se abordan son la interacción y contigüidad entre familiares, patrones de organización y el uso del espacio-tiempo. Por lo tanto, es objetivo de este trabajo explorar la manera en que este fenómeno se suscita según los cambios y las permanencias en el espacio-tiempo mediante el comportamiento de las personas en el hogar. Lo anterior, a través de cuestionarios y entrevistas semiestructuradas sobre la interacción doméstica en relación con la proximidad y el aislamiento de cuatro conformaciones familiares en tres etapas del ciclo de la vida.

 

 

Hogar, corporeidad y contigüidad

El hogar, como espacio vivido y espacio físico a la vez, está cargado de significaciones e ideado para albergar la vida humana por medio del cuidado del ser-ahí, dando lugar a experiencias constitutivas de la existencia a través de la proximidad física, la imaginación, la memoria, los relatos, las costumbres, los rituales y la voz. Hablar proviene del latín fabulari (contar fábulas), y es precisamente en el hogar en donde se aprende y desarrolla el habla, que, como acto humano, constituye en gran medida la interacción social para convertirse en el centro de la investigación arquitectónica. La interacción es el vínculo entre la dimensión social y la física del espacio tiempo, desde el cual se le asigna valor y se desarrollan los comportamientos sociales significativos (Muntañola y Muntañola, 2012) de producción y reproducción cultural.

En el hogar se le otorga significado y valor intersubjetivamente al espacio-tiempo, a los acontecimientos y las actividades de la vida cotidiana mediante la corporeidad y el lenguaje. La domesticidad los integra. Para Witold Rybczynski (2009) lo hogareño no es lo ordenado, sino a partir de su contrario se imprime la huella del habitar humano, por sus recuerdos personales vertidos en objetos y espacios en desorden. Así, para Rybczynski, la domesticidad no es la realidad de la casa, sino su idea que le brinda refugio a lo íntimo y lo privado, a las virtudes y rutinas de la familia. La domesticidad es conciencia del interior. Utiliza a los cuerpos como medios de comunicación que atan a las personas al mundo exterior, al cuerpo social y a sus prácticas. Al mismo tiempo, lo corpóreo integra la subjetividad y el mundo interior de las personas al espacio percibido. Este fenómeno se manifiesta físicamente a través de la comunicación verbal y gráfica (Luhmann, 2020), voz y cuerpo, por lo que el lenguaje resulta un recurso que organiza, crea y recrea la manera de entender el mundo de la vida por medio de lo inmediato de los sentidos y el significado que se le otorga a los estímulos (Lefebvre, 1983) en razón al espíritu del tiempo (Jodelet, 2020), por lo que la experiencia humana siempre está presente antes del establecimiento del pensamiento determinante (Merleau-Ponty,1993) aunque se complementan de forma permanente para la comprensión del mundo.

La contigüidad le otorga al cuerpo una cualidad de inmediatez, le concede consistencia y lo emplaza como un cuerpo vivo y social, es decir, un actor; empero el cuerpo, necesario como soporte de la presencia, no basta para determinarla; sobre todo si se aborda únicamente desde su aspecto físico. Es por esa razón que, para el sentido de la interacción, la contigüidad se define desde la distancia entre cuerpos y la voluntad para establecer comunicación con el Otro, en proximidad o aislamiento. En el caso del aislamiento producto de la interacción digital, la comunicación en el espacio físico se ve suspendida bajo dos escenarios. En el primero, se evita la comunicación por medio de la distancia interpuesta por la reclusión de las personas en diferentes espacios de la casa a puerta cerrada y no existe contacto corpóreo con el Otro. En el segundo caso, es evidente que la comunicación entre personas se interrumpe aun encontrándose en el mismo espacio, incluso hombro con hombro, pues el aislamiento se presenta por el distanciamiento mental ejercido por la fuerza de la habitualidad sobre la interacción a través de plataformas digitales.

En este sentido, una de las diferencias más representativas de este periodo, con respecto a otras etapas de la historia, es que la interacción está condicionada por la simultaneidad de la domesticidad ciberfísica desde la implantación de los dispositivos digitales en el sistema de objetos. La plataformización de lo doméstico genera nuevas relaciones entre personas, espacio tiempo y entornos digitales. Impulsa una habitualidad emergente en torno a sistemas ciberfísicos dentro de la industria 4.0 que transforman la manera en que los sujetos interactúan y comunican entre sí. Los sistemas ciberfísicos integran íntimamente los sistemas naturales y humanos propios del espacio físico con los sistemas computacionales, de comunicación y control (Bagheri et al., 2015). Dentro del hogar, estos sistemas están constituidos por la relación entre los objetos físicos y las plataformas digitales. Por un lado, permiten a los sujetos realizar múltiples actividades a través de sus teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras. Por otro lado, tienen la capacidad de monitorear, controlar y hacerles recomendaciones mediante la información que recolectan en relación con sus patrones de conducta y hábitos domésticos.

En el hogar digitalizado, si los dispositivos no se encuentran dentro de la distancia íntima, entre las manos y bajo la mirada, están dentro del radio de la distancia privada de las personas, sobre la mesa, en el buró, en la cama. Su portabilidad, gracias al tamaño de bolsillo y a la conectividad permanente e inalámbrica a la red, permite a las personas llevarlos consigo y trasladarlos a todos los espacios de la casa. Se cocina con recetas presentadas en videos por internet; al mismo tiempo, se chatea, se informa y se juega. Se come, simultáneamente se socializa y se observa a otros por medio de internet: lo que han publicado, dónde se encuentran y qué están haciendo. Se va al baño, y al mismo tiempo se envían y reciben mensajes de texto, voz, imagen y video. De tal manera, la plataformización de lo doméstico abarca prácticamente todo el espectro de la actividad humana dentro del hogar. Por lo tanto, el cuerpo queda supeditado a la rutina, y ésta resulta exhibida crudamente a través de las prácticas espaciales escindidas, carentes de presencia y de voz.

A saber, la corporeidad se soporta en los tres ejes de referencia y orientación espaciotemporal del ser humano: craneocaudal, anteroposterior y laterolateral, y en los tres planos corporales: sagital, frontal y transversal (figura 1). En conjunto, planos y ejes conforman el sistema de referencia de la corporeidad tanto en el espacio físico como en el espacio vivido. Es decir, el cuerpo junto con la consciencia, permiten la comunicación entre ambos espacios desde lo material y lo simbólico: el futuro se encuentra adelante, en la proyección del plano frontal hacia el frente del cuerpo; el pasado queda atrás, a espaldas, y se tiene que voltear para recordarlo. Así también, derecha e izquierda, arriba y abajo, tienen significados en ambos espacios; significados que se modifican con el paso del tiempo.

 

Figura 1: Ejes y planos del sistema de referencia de la corporeidad

A person's body with a black background

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Fuente: Elaboración propia. (2024)

La corporeidad encarnada, entendida dentro del mundo de la vida, contempla y dispone al ser dentro de la cuaternidad (Heidegger, 1994). Por tanto, se existe entre el arriba y el abajo, entre lo divino y lo profano, entre el cielo y la tierra. En este sentido, el sistema de referencias espaciotemporal de los seres humanos en la era de la información se ha modificado. Ahora, los dispositivos determinan traslados, origen y destino de los internautas; quienes simplemente se encargan de seguir las instrucciones que las plataformas digitales les dictan. Las diferentes aplicaciones eligen las rutas físicas y digitales por las cuales los sujetos transitan limitando su agencia y toma de decisión sobre la espacialidad. Los desplazamientos físicos y mentales ahora están condicionados por la superposición del espacio digital; fenómeno que está grabando nuevos significados a los ejes y planos de referencia de la corporeidad. En este sentido, el concepto de somatecnia cuestiona y difumina las barreras entre sujeto encarnado y el objeto tecnificado y, por lo tanto, entre lo humano y lo no-humano, entre lo vivo y lo inerte para dar cuenta de las nuevas formas de entender dónde termina una prótesis y dónde inicia el cuerpo (Pugliese y Stryker, 2009).  Se tiene entonces que el sistema de referencias de las personas en la cuarta revolución industrial añade la presencia del espacio digital a través de comentarios, advertencias, llamadas, alusiones que se hacen sobre él para orientar/desorientar a los sujetos porque el sistema ahora incluye espacios y tiempos, lugares y momentos, no sólo del espacio vivido y del espacio físico, sino también referentes que pertenecen al espacio digital. La hibridación tecnológica requiere una evaluación y redefinición de la ética para abordar adecuadamente la interrelación entre otredad, ser y mundo más allá de la dicotomía sujeto/objeto; asimismo, conduce a cuestionar sobre la agencia, voluntad, libertad y determinación (Pugliese y Stryker, 2009) de los sujetos ante este fenómeno.

Actualmente, la vida se ve pasar a través de las pantallas y sucede cada vez más profundamente gracias a los sistemas ciberfísicos impuestos. La imagen del propio cuerpo y su significado han cambiado, y también la rutina a la cual se somete al cuerpo en el espacio-tiempo. Este uso proviene más de la ausencia que de la presencia, cuando la cualidad corporal es imprescindible para la constitución de los lugares que albergan la existencia humana y le dan sentido al mundo de la vida a través del paso de la imaginación a la encarnación. En este ir y venir, cada órgano del cuerpo y su función física se encuentran en sintonía con la función simbólica dentro de los actos espacializados de forma consciente.

Esta es la razón por la cual Juhani Pallasmaa (2021) insiste en defender la autenticidad y la autonomía de la experiencia humana en un mundo de simulacros, simulaciones y virtualidad, a partir de una piedra de toque de la realidad. Esta piedra de toque es la interacción corporeizada con los otros mediante el tacto, la voz, la mirada y el lenguaje, bajo el cuidado del ser-ahí. El cuerpo integra lo individual-privado y lo social-público a la vez. Estas relaciones se exteriorizan a través del reposo y desplazamiento del cuerpo en los espacios de representación y en las prácticas espaciales. La plataformización de la domesticidad ha causado que estas dimensiones se fragmenten, para entremezclarse de forma escindida, de tal manera que lo privado también es público y lo individual se torna en social.   

La corporeidad ha sido redefinida por la implantación de la atemporalidad y las transformaciones del significado de la distancia entre las personas, otorgándole al cuerpo un sentido utilitario. Esto implica que la interacción se redefina debido a la simulación presencial en la nueva capa del espacio social concebida como suma de instantes. Condición que aleja al ser humano de la encarnación del espacio vivido dentro del espacio físico. Esta intromisión aleja a la persona de la producción consciente del espacio doméstico que lo dispone en el mundo a través de la verbalización de sentimientos, el roce, la mirada atenta, el abrazo. Es decir, a través de la contigüidad física, de la consciencia encarnada en el mundo de la vida cotidiana.

 

Metodología

Esta investigación explora la interacción doméstica en la era de la información mediante la proximidad y el aislamiento de cuatro grupos que comparten la misma conformación familiar: solteros, nido completo, nido vacío y madres/padres solteros que se encuentran en las tres etapas del ciclo de la vida (Hawkings, 2004): jóvenes (menores de 35 años), edad madura (36-64 años) y adultos mayores (más de 64 años) más el grupo de adolescentes. Todos interactuando en un espacio físico que comparte las mismas características y dimensionamiento, definido por el programa arquitectónico de la casa para clase media entre los 145-225 m2 de construcción (Código de edificación de vivienda, 2010) y en predios de 144 a 249.99 m2 (Reglamento de Construcciones del Municipio de San Luis Potosí, 2023).

La información se recabó en 88 hogares mediante entrevistas semiestructuradas. El instrumento se integró por 18 preguntas basada en la escala Likert y 4 cuestionamientos abiertos para conocer la percepción de las personas en relación con el objeto de estudio. Después de realizar una prueba piloto, el instrumento se refinó (α 0.91) para su aplicación y procesamiento con el apoyo de SPSS.

Resultados

Los diferentes integrantes de la familia se comunican de forma muy diferente a como lo hacían en la espacialidad de finales del siglo XX. Aquí se exploran estos nuevos procesos de comunicación, su estructura, participantes y determinantes espaciotemporales a través de diferentes grupos y edades de la familia. Asimismo, se examina la espacialidad a partir de la mediación digital, imponiendo nuevos intermediarios (hilos o puentes) para unir los extremos (González, 2007).

La interacción ahora tiende al desconocimiento y ocultamiento del Otro. Se desarrolla bajo un nuevo esquema de comunicación en donde el aislamiento intelectual y afectivo se origina por la superposición del espacio digital en el hogar mediante un sinfín de plataformas. Esta condición ha incrementado que los miembros de la familia se replieguen espaciotemporalmente para generar una convivencia carente de intimidad (Luhmann, 2020), la cual es indispensable para la interacción en el espacio doméstico, en donde la intimidad se convierte en territorio de la espontaneidad, de la corporeidad y del lenguaje. En este sentido, la ausencia del cuerpo en el proceso de comunicación exhibe la manera en que se ha roto la certeza de que la comunicación entre familiares requiere corporeidad y contigüidad física. La distancia también se ha redefinido por la condición de simultaneidad e inmediatez, y como consecuencia, ha fracturado la certeza de que existe un espacio-tiempo entre familiares que a la par las une existencialmente cuando se comparten los espacios vivido y físico.

La figura 2 muestra los resultados generales de cómo la distancia entre personas se ha modificado simbólica y materialmente a partir de la incorporación de internet en el hogar. En primer lugar, la importancia que le otorgan las personas a las conversaciones cara a cara depende de la edad y la fuerza de la habitualidad. Para los adultos mayores, las conversaciones presenciales con el otro tienen un valor muy alto, ya que sólo el 25% de este grupo considera que las pláticas a través de internet son más íntimas; no obstante, el valor otorgado a las conversaciones frente a frente disminuye en las familias de edad madura y jóvenes, ya que el 70.22% y el 66.66% respectivamente, mantienen pláticas más íntimas a través del espacio digital, siguiendo la tendencia establecida por los adolescentes, de los cuales el 90% le da un alto valor a la interacción social digital.

 

 

 

 

 

Figura 2: Modificación simbólica y material de la distancia entre personas

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Fuente: Elaboración propia. (2024)

Como se puede observar en la figura anterior, arriba del 95% de las cuatro etapas también está consciente del aislamiento provocado al momento de interactuar simultáneamente en diferentes capas del espacio social. Como consecuencia, la comunicación de emociones y sentimientos entre personas a través de plataformas digitales es una dimensión de los nuevos procesos de comunicación. Bajo este contexto, se tiene que el 95.2% de los nativos digitales se relaciona con los demás miembros de la familia al interior del hogar reconociendo que las conversaciones que se entablan en internet llegan a ser más íntimas que las que entablan frente a frente. Así también entre el 65% y 70% de las familias maduras y jóvenes utilizan el espacio digital como medio para expresar emociones y sentimientos íntimos. Esta nueva manera de interactuar contrasta con el entendimiento de los adultos mayores, de los cuales únicamente el 24% (solteros mayores) está de acuerdo con los jóvenes. Lo anterior confirma el alto sentido utilitario que le dan los jóvenes a internet debido a que no tienen recuerdo de otra manera de comunicarse. Así, el 97.3% de los nativos digitales afirma que es más fácil expresar sus sentimientos por internet que cara a cara, al contrario de la opinión del 87.5% de los adultos mayores.

Resulta interesante cómo los dos grupos restantes (familias jóvenes y de edad madura) siguen la tendencia establecida por los nativos digitales (figura 3), alejándose de aquella manera de interactuar, bajo la cual la proximidad y el contacto entre familiares representaba un elemento fundamental para establecer vínculos afectivos duraderos; esto se torna evidente en la casa por la incomodidad que manifiesta el 72% de los adolescentes de que algún familiar se siente junto a ellos mientras están conectados al espacio digital, sobre todo si están chateando, publicando imágenes y recibiendo mensajes de audio y video.

Figura 3: Proximidad y contacto entre familiares

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Fuente: Elaboración propia. (2024)

De lo anterior se infiere que debido a que la comunicación cara a cara requiere un espacio y tiempo definido en casa, la atemporalidad de la era de la información ha sustituido al espacio-tiempo familiar extendido por una sucesión simultánea de fragmentos de conversaciones determinada por los nuevos sistemas ciberfísicos. Sin embargo, para que se pueda entablar una conversación frente a frente se necesita estar dispuesto para escuchar al Otro y ser capaz de expresar pensamientos y sentimientos en un orden secuencial para decodificar, comprender e interpretar los mensajes emitidos por el Otro, y así poder responder y permanecer dentro del proceso de comunicación. En este sentido, la comunicación corporal y la voluntad son imprescindibles en una conversación cara a cara.

Por medio de la interacción se aprenden y desarrollan las estrategias necesarias que posibilitan la lectura de un conjunto de mensajes enviados de forma simultánea por la voz, la mirada y el cuerpo, uniéndose en una sola existencia en un solo mundo (Merleau-Ponty,1993), en este caso, situado en el espacio-tiempo familiar. Por lo que, al no contar con un referente, y debido a la plataformización digital, la necesidad impuesta de establecer diferentes conversaciones al mismo tiempo es una afectación profunda a la domesticidad. De tal forma que en la espacialidad actual, el espacio-tiempo para interactuar cara a cara y expresar presencialmente sentimientos y emociones se relega a un segundo plano. Cuando la emoción es la que pone de manifiesto las estructuras esenciales de la consciencia, ya que la emoción es consciencia, dice Jean-Paul Sartre (2014).

Internet, como nueva capa del espacio social ha trastocado las relaciones íntimas y personales de la familia en casa, espacializando las tensiones y conflictos en el hogar a través del distanciamiento emocional en el espacio físico. Esta situación ha llegado al grado de enfermedad y adicción de la cual se reconocen diversos síntomas que se espacializan en el ambiente doméstico. Las personas no tienen control sobre los nuevos sistemas ciberfísicos. Si bien los cuatro grupos están conscientes de que las personas no pueden prestar toda su atención en reuniones familiares por el uso de sus dispositivos, el 100% afirma que es parte de la vida cotidiana el no prestarle atención a los demás.

Se tiene entonces que la incorporación de internet a la domesticidad afecta directamente la capacidad de decisión de las personas para establecer de forma autónoma el grado de inmersión, frecuencia y permanencia en el espacio digital; lo cual impacta directamente y define las maneras en que las personas interactúan actualmente. En los nativos digitales no se presenta un momento para evaluar y actuar conforme a la reflexión de sí mismos acerca de la posibilidad de convivir en lugar de estar conectados. Mientras que en la familia joven y de edad madura, si bien se llega a presentar en ocasiones esta reflexión (66.7% y 64.2%), no se actúa para desconectarse y convivir. En el caso de los mayores, menos del 20% afirma que le ha sucedido lo anterior, pero a diferencia de los adolescentes, esto se explica mediante dos razones: i) la dependencia de este grupo es considerablemente menor que en el resto de los grupos; ii) el valor que le otorgan a la proximidad y contacto físico en el proceso de comunicación es mucho mayor que el asignado en la era de la información.

Por otra parte, el grupo del nido vacío se conformó por jóvenes casados sin hijos, adultos en la etapa madura, y adultos mayores que habitan solos en pareja una vez que los hijos han salido de casa. En estos tres casos, el estudio de la interacción demuestra que la convivencia entre las parejas, sin importar la edad, tiende más al aislamiento producto de la constante actividad digital que al aislamiento físico. Ahora bien, esta situación resalta que la proximidad entre parejas está condicionada a la ocupación de sólo algunos recintos de la casa, quedando los demás en desuso. Cabe señalar que a ninguna de las personas que participaron en el estudio les molesta si su pareja se encuentra junto a ellos al momento de estar conectados.

Con lo anterior se advierte que la intensidad de la interacción en el espacio digital de este grupo está disminuyendo la proximidad emocional y el contacto físico intencionado con la pareja. Por lo que en este grupo prácticamente no se presenta la inquietud de convivir. Como se aprecia en la figura 4, menos del 25% de los adultos en edad madura y 10% de los jóvenes sin hijos afirmaron especular sobre lo que representa esta alternativa para la comunicación en parejas.

Asimismo, se encontró en las tres etapas del ciclo de la vida de este grupo, la intensificación del uso del celular mientras se conversa con algún familiar, ya que el grupo está totalmente de acuerdo en que es evidente que la pareja pretende ponerles atención mientras la mirada y atención está centrada en el dispositivo. También reconocen que en muchas ocasiones son ellos mismos los que simulan escuchar a su pareja por estar atendiendo al mismo tiempo sus conversaciones por internet, la gran mayoría de las veces incluso sin tener consciencia.

Figura 4: Espacialidad doméstica del grupo nido vacío en sus tres edades a partir de la interacción

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Fuente: Elaboración propia. (2024)

En este grupo, las parejas usan los espacios de la casa de manera peculiar, si bien comparten la recámara como lugar común en las noches, sus teléfonos celulares los acompañan en todo momento y las conversaciones que sostienen en la alcoba incluyen los dispositivos en las manos, o se relacionan con temas referidos por contenido de las diversas plataformas digitales. El resto de los espacios de la casa se ocupan individual e indistintamente; no obstante, las parejas manifiestan que les sobra espacio en la casa. Es importante resaltar que, aunque los adultos mayores de este grupo otorgan un mayor valor a expresar sus sentimientos y a tener conversaciones frente a frente, la distancia entre estas parejas también se ha incrementado. Cada uno cuenta con un número limitado de lugares que aprovechan para estar y sentirse en casa, éstos incluyen mobiliario específico como sillones y mesas. A la recámara le siguen dando el uso y significado de lugar para el descanso e intimidad de la pareja. Ocasionalmente hacen uso de sus celulares y la privacidad que le otorgan a este espacio para sostener pláticas es fundamental en su vida cotidiana.

En el caso del grupo de familias conformadas por solteros, se identificó una diferencia importante en el uso del espacio entre los jóvenes y los de edad madura. Los primeros interactúan en áreas comunes de manera muy similar a los adolescentes al reaccionar incómodamente si alguien está junto a ellos. Mientras que a los segundos no les molesta estar a un lado de algún familiar, aunque estén conectados a la red, ya que pueden entablar una conversación en ambos espacios. Esto confirma que la edad es un factor determinante para el valor que se le otorga a la contigüidad física en espacios de uso común en el hogar.

En general, los solteros de las cuatro etapas usan y organizan su espacio-tiempo libremente sin depender de la presencia e interacción física con otros. Al vivir solos, la actividad digital se intensifica al convivir y socializar con familiares y amigos a través de plataformas digitales. A excepción de los adultos mayores, este grupo de solteros mostró una gran dependencia al nuevo sistema de comunicación y a la interacción digital. Para los adolescentes, jóvenes y personas de edad madura, la proximidad con otros se establece mediante el espacio digital; se acercan a los demás afectiva y emocionalmente a través de conversaciones digitales superficiales o íntimas, sin limitantes de horarios o espacios en la domesticidad contemporánea.

Estas nuevas costumbres se reflejan en los resultados que se presentan en la figura 5, la cual demuestra cómo se ha transformado la interacción de las personas solteras. En primer lugar, lo ha hecho mediante la resignificación de la intimidad de sus conversaciones. Ahora, este grupo comparte sentimientos y emociones íntimas de manera más frecuente a través de internet que presencialmente durante una conversación. Así es como definen su interacción digital el 90.2% de los adolescentes, el 75.5% de las personas en edad madura y el 66.8% de los jóvenes; en comparación de únicamente el 24.35% de los solteros mayores que interactúan bajo este esquema. El resto de ellos, es decir, el 75.65% reserva su interacción íntima a momentos y espacios físico-presenciales con otros familiares. En segundo lugar, la interacción en este grupo se ha transformado a partir de la facilidad e instantaneidad para expresarse que encuentran en el nuevo sistema de comunicación. Una vez más, en las tres primeras edades (adolescentes, jóvenes y edad madura) predomina el sentido utilitario otorgado a internet, para el 95.2%, el 100% y el 85.40% respectivamente, es más fácil expresar sentimientos a través del espacio digital que cara a cara.

 

 

 

 

 

Figura 5: Proximidad y aislamiento según el grado de intimidad en el grupo de solteros

 

Fuente: Elaboración propia. (2024)

De lo anterior se subraya la tendencia a que el contacto entre familiares sea mucho menor entre los jóvenes en comparación con el resto de las etapas del ciclo de la vida de la familia. Al ser menores de 35 años, la gran mayoría de ellos recuerda parcialmente la vida en casa sin internet y han adoptado rápidamente la plataformización digital. De esta manera, se muestra cómo este grupo se ha encargado en gran medida de incorporar el nuevo sistema de comunicación y los dispositivos digitales portátiles dentro del devenir de la domesticidad. Su edad les permite conservar algunos patrones de conducta similares a las etapas de edad madura. Sin embargo, se alejan de la forma de entender el uso y organización del espacio-tiempo de los mayores. Además, al no tener hijos, su preocupación por convivir al interior del hogar es menor, por lo tanto, su espacialidad es muy diferente a los jóvenes con hijos.

A continuación, se presenta el caso del nido completo, el cual representa para este estudio un punto de referencia fundamental entre la espacialidad a finales del siglo XX y el nuevo conjunto de espacialidades del siglo XXI. Esta conformación y estructura familiar compara a las etapas del ciclo de la vida de familias jóvenes y de edad madura que tienen hijos. Aquí, el hogar del nido completo da cuenta de la crisis actual de la familia tradicional/nuclear, misma que no representa la única opción para concebir y conformar una familia en la sociedad contemporánea.

En lo que respecta a la etapa de edad madura (parejas entre los 35 y 64 años) se estudiaron dos conformaciones: el nido completo tardío con hijos pequeños y el nido completo II con hijos adolescentes. La comparación de estos dos casos resulta interesante debido a las diferencias en la forma de entender la vida cotidiana familiar. Por un lado, las familias con hijos adolescentes han adoptado las nuevas maneras de comunicarse dentro del hogar y fuera del mismo a través de las diversas plataformas digitales. Su interacción se desarrolla bajo el entendimiento de que las conversaciones que se tienen por internet no son más íntimas que las que se tienen frente a frente según el 62.5% de los adultos. En sentido opuesto, como se observa en la figura 6, el 90 % de los adolescentes piensa lo contrario, por lo que los padres y madres se comunican con ellos mayormente a través del espacio digital, inclusive de cuarto a cuarto, habiendo encontrado así nuevos canales y formas para comunicarse con sus hijos; canales más efectivos (según el sentido utilitario otorgado a la interacción), enviando y recibiendo mensajes de texto breves.

Figura 6: Nuevos procesos de comunicación en el nido completo, familias jóvenes y de edad madura

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Fuente: Elaboración propia. (2024)

La superposición del espacio digital ha incorporado nuevas actividades a la vida cotidiana doméstica. Los nuevos procesos de comunicación se dan en tiempo real dentro del espacio digital, el cual permitirá a su vez nuevas formas de interactuar en un futuro cercano. La atemporalidad caracteriza a la interacción al igual que la indiferenciación del espacio en que se establece y desarrolla la comunicación entre personas en casa. Por un lado, los adultos consideran que este nuevo sistema de comunicación les ha permitido saber sobre la localización de sus hijos adolescentes cuando se encuentran fuera de casa, procurando un enlace permanente, dentro de lo que cabe, entre el interior y exterior del hogar. Este sentido práctico ha modificado las actividades y los horarios familiares, al facilitar la naturalización de que la comunicación entre jóvenes y adultos se basa en gran medida en mensajes de texto que se envían y reciben mientras se consume contenido de entretenimiento y simultáneamente se conversa con alguien más. Lo anterior se confirma por la tendencia que se identificó en los adultos de este grupo, ya que el 75% se expresa emocionalmente de forma más sencilla a través de internet que en persona, igualando el porcentaje de adultos jóvenes que lo hace de la misma manera.

Por otro lado, los adultos de edad madura de nido completo tardío con hijos pequeños representan otra manera de interactuar en familia. Para ellos el recuerdo de esa otra espacialidad está presente dentro de sus relaciones interpersonales y la fuerza de la habitualidad es ejercida en menor grado sobre sus prácticas cotidianas. Una de las diferencias que se identificó entre este grupo y el anterior fue que el grado de detalle de la vida cotidiana se pierde o desdibuja al coexistir en ambos espacios. El tener hijos pequeños posibilita contar con un nivel de consciencia diferente, el cual les mueve a actuar al momento de que se les presenta la reflexión acerca de si deben de convivir físicamente en lugar de estar conectados de manera digital. Esta espacialidad es diferente a las demás, en el sentido de que la convivencia entre adultos mayores de 55 años con hijos pequeños posibilita la actuación y liberación de la fuerza de la habitualidad en algunos momentos establecidos en la rutina diaria; momentos centrados en la convivencia con el Otro, que se asemejan a la programación y secuencia espaciotemporal de la espacialidad a finales del siglo XX.

Por último, se exponen los resultados del grupo integrado por madres/padres solteros jóvenes y de edad madura. Sus patrones de conducta se asemejan a los observados en el nido completo con la diferencia de no sentirse incómodos en lo absoluto si sus hijos están junto a ellos cuando usan su celular. También se identificó en los jóvenes con hijos pequeños (0-7 años) un aumento de 22% en el aislamiento causado por la falta de interés en convivir, producto de la intensa actividad digital como se observa en la figura 7.

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 7: Patrones de conducta digitales en relación con la interacción en el grupo de madres/padres solteros

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Fuente: Elaboración propia. (2024)

Según la visión que tienen los jóvenes sobre la interacción en casa, es posible advertir que se presenta una disminución del 35% en la práctica generalizada del phubbing (Chotpitayasunondh y Douglas, 2016) lo cual no quiere decir que ellos mismos no lo ejerzan.  Esto se exhibe a través de dos condiciones: en primer lugar, las conversaciones y contacto que tienen los jóvenes con sus hijos pequeños (primera y segunda infancia) han cambiado profundamente en comparación con la espacialidad anterior, ahora su interacción se encuentra mediada y se confina a un segundo orden, ya que son los padres y madres los que simulan jugar y ponerles atención a los niños. En segundo lugar, debido a que sus hijos por el momento no poseen un celular, por lo que en esta conformación familiar el evadir a otro familiar se da en una sola vía.

 

Discusión

La esencia de la interacción doméstica se ha transformado a partir de la redefinición de los vínculos entre tres dimensiones fundamentales de la vida doméstica cotidiana: la espacialidad, la contigüidad y la corporeidad; cualidades del hogar consideradas por Schütz (2004) y definidas desde el pensamiento de Heidegger (2022), quien afirma que la cotidianeidad se desemboza como un modo de la temporalidad y constituye el sentido original del ser-ahí a través del cuerpo en relación con otros. Es decir, el mundo de la vida cotidiana requiere interacción y obtiene su dimensión temporal a través de la corporeidad encarnada de los sujetos en el espacio habitable. La interacción representa para el tiempo lo que los objetos para el espacio. Hoy, uno de los cambios más importantes que la transformación digital produce en la domesticidad se manifiesta por la interacción a través de sistemas ciberfísicos, la cual ocurre tanto en la proximidad como en el aislamiento producto de la redefinición de la contigüidad, la distancia entre mentes y cuerpos en el hogar.

En la cuarta revolución industrial las personas no están plenamente conscientes de sus propias formas de interactuar en el hogar, por lo tanto, son determinadas en gran medida por la fuerza de la habitualidad ejercida por las plataformas digitales. Esta es la forma actual de producción espacial (Lefebvre, 2013) doméstica. Hasta el momento, no existe una postura crítica e informada ante el proceso de digitalización del hogar y sus implicaciones sobre la convivencia familiar intergeneracional. Esta situación conduce a reflexionar, si la intersubjetividad por definición sucede durante la interacción intelectual y afectiva entre dos o más sujetos, entonces la comunicación ha sido trastocada desde la motivación y la voluntad, esta última supone un campo de posibilidades entre las cuales las personas eligen (Merleau-Ponty, 1993). Sin embargo, la plataformización de la domesticidad limita la capacidad de las personas para descubrir y conocer al Otro. Según Donna Haraway, las personas se encuentran preocupantemente inertes y las máquinas actuales inquietantemente vivas. Éstas han convertido la diferencia entre lo natural y lo artificial en algo ambiguo, al igual que la distinción entre cuerpo y mente (2020).

Estas modificaciones en la interacción se explican a través del postulado de Edward T. Hall (2003) que señala que el sentido humano del espacio y la distancia no es estático; la percepción del espacio es dinámica porque está relacionada con la acción. Aquí radica el aprendizaje del comportamiento humano y los factores que influyen en estos campos flexibles. Esto da cuenta de la manera en que la superposición del espacio digital en el hogar ha transformado al sistema de referencia de la corporeidad mediante la creación de nuevos campos o burbujas artificiales que se ensanchan y contraen al momento en que las personas acceden al espacio digital, aislándose física y mentalmente para prolongar su estancia en él. En este sentido, Merleau-Ponty (2010) advierte que no hay emplazamiento del espacio y el tiempo que no dependa del Otro; que no hay individuo que no sea representativo de una especie o familia de seres y que no tenga un determinado estilo y manera de manejar el campo del espacio y el tiempo que de él depende, de pronunciarlo, de articularlo, de irradiar en torno a un centro enteramente virtual. Lo anterior se espacializa a través de las relaciones sociales vividas que el fenómeno del habitar presupone. Por lo tanto, la arquitectura requiere actualizar constantemente la noción de habitar y sus modos como insumo e inspiración porque es el vehículo por el cual el mundo real ingresa a los proyectos (Sarquis, 2006).

 

Conclusiones

La interacción entre personas y objetos en el hogar contemporáneo se despliega sin tomar en cuenta si las puertas de las recámaras están abiertas o cerradas, si los espacios se consideran públicos o privados, o si las actividades propias de la interacción familiar en el hogar se desarrollan en espacios y momentos diferenciados. Estas transformaciones de la domesticidad conducen a redefinir la noción de hogar e impactan sobre el pensamiento proyectual. Asimismo, la plataformización de lo doméstico se ejerce sin importar el impacto que tiene sobre la interacción física y, por lo tanto, afectiva entre habitantes. No obstante, lo que sí considera el desarrollo de estas nuevas tecnologías es disponer permanentemente a las personas para la transmisión y recepción de cualquier tipo de contenido de manera fácil e instantánea a nivel planetario desde la comodidad de su hogar para recolectar información sobre sus patrones de uso, consumo y conducta.

Sin embargo, es necesario recordar que la interacción humana integra comunicación y lenguaje, sitúa a los cuerpos en la acción, y le otorga voz al Otro para construir un sí mismo. La interacción centra a los sujetos en la producción espaciotemporal consciente, mediante la acción, la intersubjetividad y la alteridad. De esta manera, el sujeto activo y atento se apropia del espacio-tiempo y lo habita; pero, lo hace junto al Otro. Porque el que verdaderamente escucha, atiende sin reservas y su corazón late ante el Otro (Han, 2022). La interacción corpórea en contigüidad física es el vehículo que activa y anima al ser-ahí, exhortando la esencia de las cosas que a través de su uso estabilizan la vida doméstica. Por esta causa, la sonoridad y los silencios en el hogar son componentes básicos de la interacción presencial, llena de miradas y voces polisémicas que dan lugar a la corporeidad en el habitar que cuida. La interacción es portadora de sentidos de la existencia a través de la corporeidad, cualidad del ser que le permite acceder a la experiencia con el Otro, material y simbólicamente. Sin la interacción corporal, el habitar es alterado desde su dimensión comunicativa, contribuyendo al quebranto del cuidado del ser durante el uso cotidiano del espacio-tiempo doméstico. Así, la existencia se torna instintiva, mecánica e hiperindividualista (Lipovetsky y Charles, 2008). Por lo que resulta fundamental advertir que en el determinismo de la vivencia para uno mismo se excluyen las formas de otredad, con ello, el ser cae en una profunda contradicción consigo mismo y en una negación propia que lo convierte en “el ser de la mentira o la mentira del ser” (Bajtín, 1999, p. 112) que simula habitar con y para el otro en el mundo de lo híbrido.  

 

 

 

 

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