EXILIOS Y CIRCULACIÓN DE EXPERIENCIAS PARA EL HÁBITAT POPULAR, RECONFIGURACIÓN DEL PROFESIONAL-MILITANTE EN LA CIUDAD DE MÉXICO (1976-1985)
EXILE AND CIRCULATION OF EXPERIENCES FOR POPULAR HABITAT, RECONFIGURATION OF THE PROFESSIONAL-MILITANT IN MEXICO CITY (1976-1985).
María Eugenia Durante
Centro Interdisciplinario de Estudios Complejos - FAU - UNLP
https://orcid.org/0000-0001-5827-8812
Resumen
Este trabajo busca indagar y reconstruir la circulación forzada de profesionales de arquitectura y urbanismo conosureños hacia México durante las últimas dictaduras cívico-militares. El exilio fue una forma de subsistir y resistir para los profesionales involucrados en los gobiernos destituidos y/o en diversas organizaciones político-revolucionarias frente a las políticas de represión desplegadas en sus países. En México, uno de los principales países receptores -junto con Venezuela, Francia, España y otros países europeos-, confluyeron profesionales con diversas trayectorias y experiencias en políticas públicas y trabajo con organizaciones de pobladores en torno al abordaje del hábitat popular. Esto último, se presentó en un contexto donde el gobierno mexicano buscó ampliar sus políticas de mejora del hábitat y regularización en las colonias populares, por lo que varios de los exiliados ingresaron a trabajar y a colaborar con las instituciones públicas. Se busca reflexionar sobre el papel del exilio en la supervivencia y circulación de ciertas experiencias e ideas para abordar el hábitat popular, que se habían generado en países como Chile, Uruguay y Argentina, a fines de la década del sesenta y principios del setenta.
Palabras clave: Asesoramiento técnico; Hábitat popular; Exilio; Circulación de ideas
This paper seeks to investigate and reconstruct the forced circulation of Cono Sur architecture and urbanism professionals to Mexico during the last civil-military dictatorships. Exile was a form of subsistence and resistance for professionals involved in the ousted governments and/or in various political-revolutionary organizations in the face of the repressive policies deployed in their countries. In Mexico, one of the main receiving countries -together with Venezuela, France, Spain and other European countries-, professionals with diverse backgrounds and experiences in public policies and work with residents' organizations in relation to popular habitat converged. The latter was presented in a context where the Mexican government sought to expand its policies of habitat improvement and regularization in popular neighborhoods, so that several of the exiles came to work and collaborate with public institutions. We seek to reflect on the role of exile in the survival and circulation of certain experiences and ideas to address the popular habitat, which had been generated in countries such as Chile, Uruguay and Argentina, in the late sixties and early seventies.
Key words: Technical advice; Popular habitat; Exile; Circulation of ideas
Fecha de recepción: 03 de julio de 2023
Fecha de aceptación: 19 de diciembre de 2023
1. Introducción, circulación en contextos represivos
Aún son pocas las experiencias conocidas de los y las arquitectas que asesoran al movimiento de pobladores, que de a poco han ido recuperándose y permitiendo identificar las raíces históricas del compromiso social y político de dicho sector profesional. Menos aún se reconocen sus continuidades, vinculaciones y transformaciones en el tiempo, que permiten ver a dichas experiencias e ideas en circulación por el continente.
En este artículo, interesa volver sobre el papel de los y las técnicas en el acompañamiento de los movimientos de pobladores[1] y/o en la formulación y ejecución de políticas públicas para abordar las problemáticas del hábitat popular. Fundamentalmente, interesa ver qué lugares ocuparon, qué prácticas desarrollaron, cómo se vincularon al Estado y a los movimientos, y cómo esos vínculos fueron cambiando a la par de que cambiaron los actores involucrados y sus recursos. El actor técnico interesa debido a su papel mediador entre políticas públicas y movimientos; pero, a la vez, como motorizador de las propias acciones estando de un lado o del otro. Al reconstruir esta historia reciente de circulaciones e intercambios, es posible reconocer los diversos posicionamientos que se desplegaron, que dan cuenta de los contextos históricos, recursos, vinculaciones y/o estrategias políticas diferentes. Lejos de configurarse una sola forma de intervenir en el hábitat popular, interesa reconocer la multiplicidad de estrategias, con sus posibilidades y limitaciones, en contextos que fueron cambiando el lugar de este “profesional-militante”[2], más aún con las políticas de represión desplegadas por las dictaduras cívico-militares que se desarrollaron en el conosur.
Esta circulación, lejos de pensarla como un fenómeno generalizado y de dimensiones importantes, brinda pistas de posibles hilos de donde tirar para encontrar una serie de continuidades que las dictaduras no pudieron silenciar, pero sí se fueron transformando con los diversos contextos y la experiencia represiva. Esta última, no sólo se desplegó en países donde gobernaban dictaduras, sino también en países como México, donde había gobiernos democráticos. Durante el período que se denominó “guerra sucia” se persiguió, detuvo, torturó y asesinó a líderes de organizaciones políticas, gremios, movimientos campesinos, estudiantiles, etc. Se desarrollaron sendas políticas de vigilancia, persecución y control sobre algunos de los y las exiliadas conosureñas, sobre todo a aquel sector que había estado involucrado a organizaciones guerrilleras en sus países de origen.
El artículo se organiza en tres partes y unas reflexiones finales. La primera parte, apunta a caracterizar el exilio de los y las arquitectas argentinas a México durante la última dictadura. La segunda a recuperar algunas de las experiencias, en suelo mexicano, que involucraron a los y las exiliadas, vinculados a profesionales locales y otros/as exiliadas conosureñas. La tercera parte, apunta al regreso y no regreso de los y las exiliadas, sus continuidades y rupturas de sus prácticas, las posibilidades que encontraron al volver al país, los reposicionamientos y cambios.
2. El exilio de profesionales arquitectos/as y urbanistas conosureños/as
En Argentina, el exilio de militantes vinculados al campo popular, organizaciones guerrilleras y otros sectores vinculados a la lucha política de diversas formas, se masifica a partir de la represión desplegada por las organizaciones paramilitares que comienzan a actuar en 1974, como la Triple A y la Concentración Nacional Universitaria (CNU). Estos mecanismos se sistematizan con la irrupción del golpe militar de 1976, y la represión se ejecuta desde el propio andamiaje estatal. Algunos de los que pudieron escapar y resistir decidieron salir del país. El exilio resultó una salida forzada, la distancia obligada a los afectos y “el progresivo abandono de las certezas con las que se había construido el mundo radicalmente politizado de los años sesenta y setenta” (Casco, 2008, p.149), la pérdida de sus proyecciones “como revolucionarios y constructores de un Nuevo Mundo” (Sznajder y Roniger, 2013, p.52). Sin embargo, no solo se exilian los declarados militantes de ciertas estructuras organizativas, debido a que, en contextos como el argentino, el exilio afectó a un sector “más amplio de individuos sólo parcialmente conectados al dominio político, tales como intelectuales, profesionales, publicistas, académicos, líderes sindicales, estudiantiles y activistas sociales” (Sznajder y Roniger, 2013, p.42). Esta diversidad en sus formas de vincularse con la política es visible en el sector que se estudia, encontrando motivos muy diversos por los que los profesionales deben irse del país.
Los destinos más concurridos fueron México, Brasil y Venezuela dentro de América Latina, Canadá, o países europeos como España, Italia y Francia. La elección del destino tenía múltiples justificaciones: contactos previos, posibilidades de pasajes, formas de arribar a destino, redes de trabajo, facilidades con el lenguaje, facilidades políticas, entre muchas otras. En este caso, miramos lo que ocurrió en México, debido a que fue uno de los principales países receptores. No solo en tiempos de dictaduras conosureñas, México se configuró a lo largo de todo el siglo XX como un lugar de refugio y asilo de diversos sectores progresistas y de izquierda que provenían de diferentes continentes, recibió al exilio español, al exilio brasilero, o a referentes de la revolución rusa como León Trotsky. A pesar de ello, varios autores señalan su “doble cara”, su perfil ambiguo respecto de este papel de receptor. Yankelevich, habla de una doble conducta gubernamental, una hacia afuera “siempre atenta y activa en favor de las causas más nobles: la paz, el respeto a las soberanías nacionales y la lucha contra toda forma de discriminación”, y otra hacia adentro que apunta “en dirección contraria a lo defendido en la arena internacional: emerge entonces el México excluyente y represivo” (2002, p.9).
A México arribaron muchos arquitectos/as argentinos/as, según un listado armado en 1978, por Fermín Estrella, Carlos Lavore y otros arquitectos/as que se comenzaron a juntar de cara al Congreso Internacional de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA), había unos 68 profesionales en suelo mexicano -quedando por fuera del mismo quienes aún eran estudiantes. Según un estudio que realizaron Jensen y Yankelevich, para dimensionar cuantitativamente el exilio argentino a México, las profesiones que más alimentaron ese exilio fueron ingeniería, arquitectura, abogacía, psicología, pedagogía, y otras carreras humanísticas. Según este trabajo, que rastrea en las fichas migratorias, entre 1974 y 1983, arribaron a México cerca de unos 61 arquitectos y unas 24 arquitectas (Jensen y Yankelevich, 2007, p.420). Estos números sorprenden a propios y ajenos al campo profesional, debido a que el sentido común sigue considerando a la arquitectura como una profesión liberal, vinculada a los poderes económicos, y cuesta visualizar la dimensión que tomó la politización de este sector hacia los años setenta. Esto último, explica, en parte, la magnitud del exilio, sin embargo, lejos de ser un grupo homogéneo y con espacios comunes, se encuentran diversas trayectorias exiliares y experiencias previas, que obligan a recuperar a los exilios como un fenómeno plural. Esto permite complejizar las miradas simplistas que lo señalan al exilio como “subversión en fuga”, o que lo idealizan y ven como “víctimas, jóvenes, idealistas, mártires, héroes” (Jensen y Lastra, 2015, p.104).
Profundizar en la experiencia exiliar de un sector profesional permite mirar las continuidades y transformación en la discusión de ideas y experiencias prácticas, donde se generan múltiples formas de articular el ejercicio profesional, la tarea académica y la militancia política. Siguiendo a Yankelevich, es necesario construir una mirada poliédrica que permita identificar “momentos de reconfiguración de subjetividades y de rearmado de proyectos políticos, dispositivos de represión y estrategias de resistencia, confrontación de memorias y de historias en colectividades” (Yankelevich, 2016, p.24). Resulta interesante volver la mirada sobre cómo se configuró la militancia política revolucionaria, cómo fue la revisión de las formas de entender y hacer política. Como propone Jensen, recuperar al exiliado/a como actor político y no solo como víctima de la represión (2011, p.14).
Una reconfiguración que permeó todos los espacios de la vida social. Para el caso que se estudia, interesa divisar qué cambios y reposicionamientos implicó para aquellos profesionales involucrados en experiencias previas donde se habían vinculado a movimientos sociales, a alternativas en la formación universitaria y/o impulsado políticas innovadoras en torno a la vivienda popular en sus países de origen. Siguiendo a Fernández, quien estudia a exiliados/as de carreras humanísticas, interesa reflexionar sobre la “estrategia de conversión de capitales”, que despliegan los sujetos para insertarse del campo académico al militante y viceversa (2002, p.271). El tránsito por México no para todos fue una estancia de tranquilidad y desarrollo profesional, de hecho para muchos implicó grandes cambios, buscar diversos trabajos, cambiar de rubro o adecuarse a lugares no deseados. Además de esto, conseguir la protección del gobierno mexicano “suponía la obligación de abstenerse de participar en asuntos de política nacional” (Yankelevich, 2019, p.152), y sufrir la vigilancia y control permanente de parte de los organismos de seguridad. Estos contextos represivos fueron marco de esta circulación y limitaron las posibilidades de acción.
Además de pensar a los sujetos y sus trayectorias, resulta interesante pensar en cómo se configuró, en dichos contextos de producción, el campo disciplinar y sus transformaciones, y cómo circularon y reactualizaron las ideas y experiencias previas. Suasnábar (2013), que estudia el campo de la educación, propone pensar la producción intelectual del campo disciplinar específico. Y, por otro lado, investigar la relación entre los cambios en la producción intelectual y “la conformación de redes intelectuales que generaron circuitos de circulación y difusión de ideas a nivel regional y nacional” (Suasnábar, 2016, p.57). Aún hay vacancias en la investigación del propio campo de arquitectura respecto de lo que sucedió en el exilio. Sin embargo, es posible encontrar una serie de investigaciones que indagan en los exilios de sectores profesionales particulares, como los del campo de la educación (Suasnábar, 2013, 2016; Romo Beltrán, 2016), el psicoanálisis (Blanck-Cereijido, 2002; Manzanares Ruiz, 2019; Lastra, 2021), de carreras humanísticas (Fernández, 2002), o de la literatura (Lorenzano, 2002), que brindan interesantes elementos que retomar.
La confluencia de muchos/as en suelo mexicano dio las condiciones para generar espacios colectivos de solidaridad y organización. Los espacios más conocidos de solidaridad que se generaron en México fueron la Casa Argentina de Solidaridad (CAS) y el Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA). Además de estos, los y las arquitectas generaron espacios propios como el Grupo de Arquitectos e Ingenieros Argentinos en el Exilio en México (GAIAM). Este grupo se armó para organizar la intervención en el Congreso de la UIA, en el cual se llevaron diversos elementos de denuncia sobre lo que sucedía en el conosur: panfletos, volantes y comunicados que circularon por todo el encuentro. Armaron un listado con los profesionales arquitectos/as e ingenieros/as, al que sumaron a los estudiantes, albañiles, carpinteros y demás trabajadores de la construcción desaparecidos/as en Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay (Figura 1). Además de la denuncia, a la que se sumaron otros profesionales conosureños, el grupo buscaba contar qué estaban haciendo como arquitectos/as en el exilio, presentando ponencias de discusión sobre diversas temáticas de interés (Durante, 2021, p.10). A esto se sumaron los espacios y redes conformadas desde años antes, especialmente entorno a los debates de la planificación urbana como la Comisión de Desarrollo Urbano y Regional (CDUyR) del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y la Sociedad Interamericana de Planificación (SIAP) (Jajamovich, 2016), que ayudaron a la circulación e inserción laboral de algunos de los profesionales exiliados. Estos espacios de escala regional y redes de circulación obligan a mirar más allá de las fronteras nacionales, los exilios permiten pensar el espacio transnacional y su papel en la configuración del campo.
Figura 1: Listado de arquitectos, estudiantes de arquitectura y trabajadores de la construcción detenidos por la dictadura en Uruguay y Chile.
Fuente: Archivo Mariano Corbacho, consulta octubre 2019.
3. Espacios de trabajo, diálogo y nuevas experiencias en torno al hábitat popular
A continuación, se recorren los tres lugares donde confluyeron y construyeron nuevas experiencias los exiliados/as conosureños/as y los profesionales locales en suelo mexicano. Hubo quienes circularon por los tres ámbitos, buscando su articulación, hubo quienes se especializaron en ciertas áreas y tipos de intervenciones. Estrategias diversas que dan cuenta de la multiplicidad de opiniones respecto del lugar del actor técnico y su papel en los procesos de organización popular. Se recorren algunas experiencias y trayectorias destacadas y que se vincularon al abordaje del hábitat popular, particularmente, indagando en cómo fue su relación con los diversos actores que se configuraron en México.
3.a. En la universidad pública: experiencias alternativas de formación
Al igual que en muchas universidades de Latinoamérica, los movimientos estudiantiles en México protagonizan, hacia fines de los años sesenta, grandes procesos de movilización, a lo que reciben una fuerte respuesta represiva de parte del Estado. El episodio de Tlatelolco de octubre de 1968 resulta muy conocido a nivel regional, pero no sería el único. Previo a 1968, es posible ver diferentes expresiones donde se va configurando este actor estudiantil movilizado, que busca vincular su práctica y perspectiva a los sectores populares y la lucha política revolucionaria, preocupado por los horizontes políticos de su intervención.
Para el caso de los estudiantes de arquitectura, en México, se encuentran varios momentos previos a octubre del ‘68 donde los mismos reclaman incorporar las problemáticas del hábitat popular como eje formativo y de la práctica profesional. Los sucesos de octubre llegan a las tapas de algunas revistas especializadas locales como “Arquitectos México”. Sus números 32 y 33 dedicados abordaron lo que sucedía en diversas escuelas de arquitectura en países de todo el mundo, donde la movilización estudiantil obligaba a repensar los contenidos y formas de enseñanza. Sobre lo que sucedía en México, aparecía una nota de un estudiante, quien comenta que el movimiento entró “en contacto directo con EL PUEBLO. (...) a través de brigadas para reivindicar nuestra condición de participantes políticos de una sociedad, y no sólo como estudiantes de educación superior ‘en abstracto’” (Rodrigo Peña, 1969, p.26, mayúsculas del original). Este proceso forjó estas prácticas de “contacto con el pueblo”, lo que los colocó en “contacto directo con sus problemas, se fueron compenetrando y formando en el nuevo ideal de ayudar al pueblo efectivamente. Adquirieron nuevos valores y aprendieron a realizar una nueva moral” (Rodrigo Peña, 1969, p.27).
Expresiones similares a las del estudiante mexicano son vistas en congresos y encuentros regionales desde inicios de los años sesenta, y es posible rastrearlas en diversos países de Latinoamérica. A nivel de las escuelas de arquitectura se vieron múltiples procesos de revisión de la formación a nivel estructural, principalmente, ante el reclamo de su vinculación con los problemas del pueblo, con la vivienda popular. En Argentina, es famosa la experiencia de Córdoba, con el Taller Total (1970-1974), sin embargo, en otras facultades del país también se dieron experiencias de formación alternativas como en Rosario, Tucumán, La Plata y la Ciudad de Buenos Aires. En México, también se impulsan formas innovadoras de enseñanza en vínculo con las barriadas populares. La experiencia más conocida es la del Autogobierno Arquitectura que se dió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero además de ella, es posible encontrar otras desde la fundación de la Universidad Autónoma de México (UAM) en 1974, en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (ESIA) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), o en la reformulación de los planes de estudio de arquitectura en Puebla, Guadalajara, Sinaloa, Toluca y Nueva León (Figura 2).
En las experiencias argentinas, se formaron y dieron clases varios/as de quienes luego se exiliaron a México. Cuando llegan a México se dan cuenta de lo que sucedía en las escuelas de arquitectura, donde varios de ellos/as se insertaron a trabajar. El arribo se da desde 1974 y muchas de las experiencias mexicanas se forjan desde 1968, por lo que “no es posible asegurar que hay continuidades directas entre experiencias significativas (...), pero sí es posible identificar diálogos y aportes de profesionales que circularon por ambas” (Durante, 2022, p.69). Del listado de unos 70 profesionales argentinos/as exiliados/as se corroboró que cerca de la mitad ingresó en la universidad mexicana, como docentes, investigadores y/o hacer posgrados[3]. Además de experiencias formativas, es posible rastrear espacios de investigación que apuntaron a abordar las temáticas urbanas de los sectores más desfavorecidos, como el Centro de Estudios del Medio Ambiente (CEMA) en la UAM, creado en 1974, reuniendo a diversos profesionales, entre ellos, a algunos exiliados conosureños.
Figura 2: Discusión de propuestas con grupo de campesinos, escuela de arquitectura de Puebla
Fuente: Lopez Rangel (1977).
En varias de estas experiencias de formación alternativa, se construyeron espacios que se vincularon directamente con asambleas de barriadas populares, grupos de campesinos, movimientos de pobladores, etc. Buscaron que los trabajos de los estudiantes se orientaran a la resolución de las problemáticas del hábitat de estos sectores. Trabajos que comenzaron siendo un trabajo práctico, para luego pasar a manos de los propios pobladores que los utilizaron para gestionar recursos y/o autoconstruir las mejoras. Los talleres integrales que se implementaron tenían por objetivo “resolver un problema real de alguna comunidad específica, sobre el que trabajaban alumnos y docentes, respondiendo a través de todas las áreas disciplinares con el mismo nivel de eficiencia y apoyándose de la evaluación integral” (Martin López y Durán López, 2022, p.360)[4]. Se generaron diferentes formas de vinculación popular, hubo quienes generaron nuevas metodologías, quienes se apoyaron más en el desarrollo teórico, o quienes se vincularon a las ciencias sociales y el trabajo interdisciplinario. Estos talleres mostraron múltiples formas de vincular la formación y práctica de arquitectura con las demandas populares. El Autogobierno se comienza a pensar luego de los hechos de 1968, pero recién para 1973 es aprobada y oficializada la propuesta desarrollada. Para 1983, varios de sus ámbitos asamblearios de decisión son disueltos y solo quedan algunos de los talleres que logran resistir unos años más, de hecho ante el enorme sismo de 1985, serán varios de ellos los que realicen acciones destacadas en el asesoramiento para la reconstrucción en diversos barrios de la ciudad.
Además de la motivación de los estudiantes por vincularse a las organizaciones populares, se fue configurando un amplio y diverso sector docente y de investigadores/as que apoyaron a los movimientos de pobladores. De hecho, varios de ellos/as son quienes fundan y trabajan activamente en la serie de organizaciones no gubernamentales y asociaciones que se despliegan, desde los años sesenta, para abordar las problemáticas del hábitat popular. Un caso destacado es la del profesor Rene Coulomb -francés que llega a México en 1974-, quien en 1981 se incorporó al Área de Sociología Urbana de la UAM Azcapotzalco, mientras participa activamente en la organización Centro de la Vivienda y Estudios Urbanos (CENVI), fundada en 1979. Dicha área de investigación se caracterizó “por su compromiso con las organizaciones urbano-populares”, articulando la investigación urbana con la conflictividad socioespacial, y a la vez se vinculó al CENVI, la cual resultaba “una asociación civil de investigación urbana y de asesoría a cooperativas de vivienda y organizaciones sociales urbanas” (Coulomb, 2021, p.202). Según Coulomb, se configuraron una suerte de mediaciones tripartitas entre la investigación, el ejercicio profesional y las organizaciones, “espacios de mediación que tenían un punto de convergencia común: la búsqueda de nuevas formas de planeación, de definición de políticas públicas, de gestión y de producción del espacio habitable para que sean más democráticas” (2021, p.203).
Otro ejemplo de vinculación entre la investigación y el movimiento de pobladores, fue la creación del “Grupo de Apoyo al Movimiento Popular” (GAMPO) a inicios de 1981. A inicios de los ochenta la investigación universitaria apoyó al Movimiento Urbano Popular (MUP) en las tareas de información, divulgación y denuncia (Ramirez Sáiz, 1992).
Sin embargo, la proliferación de ONG's institucionalizó al “intelectual comprometido”, esto diluyó la figura del mismo. Según el autor, “El intelectual orgánico se ha metamorfoseado en el intelectual institucionalizado. Los (anteriores) profundos vínculos internos horizontales entre los intelectuales orgánicos y la sociedad civil contrastan (ahora) con los vínculos verticales entre el intelectual institucionalizado y las agencias de financiamiento externas” (Ramírez Sáiz, 1992). El propio Coulomb identifica la disminución de vinculación con los movimientos sociales de parte de los sectores universitarios hacia fines de los ochenta, esto lo vincula al “acoso de un sistema de becas y estímulos, que puede llegar al discutible planteamiento de impulsar dicha vinculación mediante una mejor puntuación de la misma en el tabulador para el ingreso y la promoción del personal académico” (Coulomb, 2021:202).
A pesar de los interesantes y masivos esfuerzos impulsados frente al terremoto de 1985, las vinculaciones entre universidad y movimientos de pobladores se irán institucionalizando, desdibujándose su horizonte transformador. En estos espacios, es posible ver a varios de los profesionales exiliados/as participando activamente, pero para mitad de los años ochenta, quienes se queden en México, también se irán insertando en un sistema científico-académico de puntajes y mayores dedicaciones que imposibilita un trabajo por fuera de la universidad. Quienes se regresan no siempre encontrarán lugares en las universidades argentinas que tuvieron que abandonar a su ida, los reacomodamientos en lo que se conoce como el período de “transición democrática” tendrán sus intereses y sesgos partidarios que facilitan a algunos/as y limitan a otros/as el regreso, un proceso que merece especial atención pero que excede los fines de este artículo.
3.b. En organizaciones vinculadas al movimiento urbano popular: asesorías y ONG’s
El enorme crecimiento de las ciudades por el éxodo del campo, generó, para inicios de los setenta, la multiplicación de las invasiones de tierra en todo el país. En los primeros años, muchas de las invasiones fueron impulsadas por organizaciones dependientes del Partido Revolucionario Institucional (PRI), como una forma de mantener el control sobre estos sectores. Sin embargo, la demanda de tierra y vivienda fue tan grande que superó estas iniciativas y generó sendas organizaciones de base entre los pobladores que conformaron lo que se conoció como Movimiento Urbano Popular (MUP). Los movimientos populares se multiplicaron luego de 1968, el cual se conoce como “el año de la ruptura entre el pasado y el presente en términos de respuesta popular contra la debilidad del modelo de desarrollo de México” (Bennett, 1994, p.89). La fuerte represión desplegada profundizó la deslegitimación del gobierno, y el crecimiento de diversas formas organizativas por fuera de las estructuras del partido único.
Algunos autores vinculan las primeras expresiones del movimiento urbano popular de 1970, al accionar de un grupo de estudiantes de la Ciudad de México. Movimientos que sucedieron inicialmente con mayor fuerza en Durango, Monterrey y Oaxaca, donde se lograron algunas conquistas en torno a servicios públicos y regularización de la propiedad de la tierra. Las organizaciones estudiantiles se solidarizaron con el movimiento urbano popular y, en algunos casos, las propias invasiones eran llevadas adelante por los estudiantes, principalmente de la tendencia maoísta (Bennett, 1994, p.90). En los asentamientos se apostaba por la organización colectiva a través de líderes por manzana, asambleas y trabajo comunitario. Según Bennett, la existencia de militantes estudiantiles en esta primera oleada del MUP, se debía a que “respondieron a la represión violenta de 1968 y 1971 a través de la búsqueda de vinculaciones directas con las masas” (Bennett, 1994, p.91)[5].
Esta relación entre las organizaciones maoístas y los orígenes del MUP se vincula al desarrollo de la “línea de masas” hacia fines de los sesenta, principios de los setenta. Para esta perspectiva, las “organizaciones de masas serían el motor de la revolución y las actividades del partido debían estar a su servicio” (Bennett, 1993, p.95). Desde fines de los sesenta, estos grupos se van a “vivir con los pobres, oirlos, organizarse en torno a sus necesidades, y construir el partido directamente entre ellos” (Bennett, 1993, p.92). En ciertos casos, eran los propios estudiantes quienes encabezaban y negociaban con los funcionarios del gobierno. Según este autor, algunos de ellos se fueron convirtiendo en “militantes profesionales”, esto implicaba no sólo que recibían un riguroso entrenamiento, sino también un estipendio de parte de los grupos políticos para que puedan dedicar tiempo completo a esta tarea.
En este proceso de auge de las formas organizativas en las barriadas populares, también tuvieron un papel importante las comunidades eclesiásticas de base y sectores cristianos (Nuñez, 1990, p.179). Estas primeras expresiones del MUP fueron fuertemente reprimidas entre 1976 y 1978. Desde 1979 ocurren nuevas invasiones de tierra en diferentes ciudades y se multiplican las organizaciones, las cuales confluyen en abril de 1981 en el armado de la Coordinación Nacional del Movimiento Urbano Popular (CONAMUP). Estos serán los años en los que se tejen diversas vinculaciones del movimiento con la universidad, a través de sus referentes, con docentes y estudiantes de los diversos talleres, por ejemplo del autogobierno -quien dedicaría algunos números de sus revistas a analizar al MUP.
Figura 3: Producción social de vivienda en Palo Alto, Cuajimalpa, Ciudad de México, 1975
Fuente: Ortíz Flores (2016).
Hacia fines de los setenta, principios de los ochenta, se multiplica la creación de asociaciones civiles y organizaciones no gubernamentales que apoyaron y acompañaron a los movimientos de pobladores. Una de las primeras y más reconocidas es el Centro Operacional de Vivienda y Poblamiento (COPEVI), fundada en 1961[6], a la que le siguió el Centro de la Vivienda y Estudios Urbanos (CENVI) en 1979, Casa y Ciudad A.C. en 1984, entre otras. Una de las experiencias pioneras que impulsó COPEVI, fue la Cooperativa Palo Alto, la cual se conformó en un predio donde vivían más de 200 familias, el cual logran que el gobierno expropie y se los dé a las mismas para 1975. En aquel proyecto se vinculó Antonio “Tito” Acuña, arquitecto uruguayo exiliado, que había estado vinculado a las cooperativas de vivienda (derivadas de la ley de 1968). Por ejemplo, su participación incidió en la adopción de la forma de propiedad, trayendo el modelo uruguayo, como relata Enrique Ortíz Flores, “Tito propuso el modelo de uso y goce (...) en el que la propiedad absoluta la tiene la cooperativa, pero el uso es otorgado a los socios, quienes incluso pueden heredarla, pero están imposibilitados para venderla o rentarla directamente a terceros” (2016, p.86).
La vinculación a través de una fundación, asociación civil u ONG permitía la concreción del asesoramiento, facilitando un vínculo permanente, así como la recepción y gestión de fondos propios para financiar el trabajo de los profesionales. En estas organizaciones se involucraron profesores e investigadores de las escuelas de arquitectura. Algunos de ellos mantenían múltiples inscripciones, como profesores de talleres, como investigadores de centros abocados a la temática y como integrantes de estas asociaciones y asesores técnicos del MUP. A fines de los años sesenta, organizaciones como COPEVI reciben sus primeros financiamientos provenientes de Misereor, fundada por la iglesia alemana, que aportó recursos para el asesoramiento técnico de las comunidades. Los recursos vendrán de diferentes lugares y financiarán diversos esfuerzos: asesoramiento y acompañamiento profesional, desarrollo de tecnologías, construcción de prototipos, investigaciones, diagnósticos, etc. En general, en estas primeras experiencias el financiamiento sólo cubría el trabajo del equipo técnico y la materialización de alguna experimentación.
Hacia los años ochenta, con la aparición de Fondo Nacional de Habitaciones Populares (FONHAPO) aparecen los primeros programas que darán directamente el financiamiento a las organizaciones del MUP y otra serie de colectivos, siempre y cuando presenten una personería jurídica constituida (o los asesoraban para realizarla), para ejecutar obras de mejora del hábitat, construcción de vivienda nueva, compra de tierra, etc. Este programa novedoso implicará que las organizaciones tengan que autogestionar grandes partidas y contratar ellos mismos a los equipos técnicos. La dimensión de este programa implicó que sean muchos los técnicos/as requeridos, entre ellos aparecen equipos de exiliados/as, como es el caso de Fermín Estrella, Hector Marcovich y Susana Paez, argentinos/a que se constituyeron en los arquitectos/as de diversas asociaciones y organizaciones que recibieron los créditos del FONHAPO. La demanda de equipos técnicos era tan grande que hasta hay ejemplos de organizaciones populares convocando a concursos de oposición donde elegir a sus equipos técnicos. Como el caso de la Unión de Colonos, Inquilinos y Solicitantes de Vivienda (UCISV-Libertad A.C.), el cual convoca a un concurso donde se presentan cuatro equipos, de los cuales se elige a CENVI, con la cual se firmó un convenio para asesorar el proyecto del conjunto y diseño de las viviendas, “para lo cual conjuntamente con las comisiones técnicas y de organización desarrolló un proceso de información y participación en cada una de las bases, para tomar decisiones con base en sentir comunitario” (Moctezuma Barragán, 1999, p.226).
Tras el sismo de 1985, organizaciones ya consolidadas, como COPEVI, CENVI y Casa y Ciudad, reciben partidas directamente de espacios como Caritas, para encargarse de motorizar acciones de reconstrucción en las viviendas afectadas y de construcción de nuevas para la población que las había perdido por completo. Esto implicó que estas organizaciones ya no solo se encarguen del asesoramiento y/o acompañamiento a procesos de autogestión de los pobladores, sino que se vieron involucradas en la ejecución directa de mejoras en grandes proporciones. La proliferación de ONG's profundizó el proceso que señalaba Ramírez Sáiz (1992) de institucionalización del “intelectual comprometido” y disolución de su figura.
Nuñez (1990), por su parte, sitúa a estos profesionales entre los “militantes foráneos”, quienes en un inicio -fines de los sesenta, principios de los setenta-, se vinculan al movimiento “animados por una mística revolucionaria comparable a una verdadera fe religiosa” (1990, p.98). Hacia los años ochenta, la crisis de la teoría marxista, motiva que se repiense las estrategias, hacia “posturas menos dogmáticas, más eclécticas, (...) No se trata de dejar de ser revolucionario sino de ser revolucionario de manera diferente” (1990, p.99). Según el autor, a medida que se desdibuja el horizonte revolucionario, la crisis obliga a pensar en la situación económica, y se busca, cada vez más, recibir financiamiento de agencias nacionales o extranjeras. En este contexto, comienza “un proceso de lucha interna entre los militantes para distribuirse los financiamientos, para conseguirlos a favor de su localidad y por guardar celosamente como un monopolio las direcciones de las agencias a las que se puede recurrir buscando ayuda” (Nuñez, 1990, p.100).
Hacia fines de los ochenta, muchos de estos movimientos y los propios profesionales confluyen en alternativas electorales, como la campaña de Cuauhtemoc Cárdenas para presidente, quien perdería por fraude electoral en 1988. Un proceso que se suma a los que se recorrían en los párrafos anteriores, lo que derivará en una desmovilización generalizada y la pérdida de la militancia política como factor motivacional para la acción mancomunada con los pobladores.
3.c. En instituciones estatales: FONHAPO el punto de encuentro
FONHAPO se crea en 1981 y comienza a funcionar en 1982, y se encargará de implementar programas para resolver el problema de vivienda de los sectores de menores recursos. Esta institución resultó un punto de encuentro para muchos/as profesionales que venían trabajando en torno al hábitat popular. Fue un punto de encuentro de profesionales locales y otros/as exiliados/as conosureños/as, y de confluencia de experiencias previas desarrolladas en sus países de origen y en el propio México. Entre los mexicanos, encontramos a Enrique Ortiz Flores, quien desde los sesenta participa en COPEVI y desde 1977 en instituciones estatales abocadas a la vivienda y el planeamiento urbano. Otro arquitecto mexicano, es Roberto Eibenschutz, quien desde los años sesenta trabajó en diversos programas estatales, de regularización dominial, de planeación de nuevos asentamientos y de planificación urbana. Roberto fue el primer director de FONHAPO entre 1982-1985 y Enrique lo dirigió entre 1985-1986. En aquellos años es cuando se ejecuta con fuerza esta política de financiamiento directo a las organizaciones populares, a través de créditos flexibles, para que pudieran comprar tierra, colocar servicios, construir espacios comunes, mejorar las viviendas o construir nuevas. Los primeros años estas acciones se financiaron directamente con fondos federales, sin embargo, con el paso de los años, debió buscar otras fuentes, entre ellas de organismos internacionales como el Banco Mundial.
Varios arquitectos chilenos/as, exiliados/as a México, también se incorporan a trabajar en FONHAPO en diversos puestos. Muchos de ellos/as venían de participar en la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP), creada en 1976. Entre estos, podemos encontrar a Francisco Covarrubias, Esteban Soms y Jorge Wong, quienes venían de participar en instituciones públicas dedicadas a la vivienda durante el gobierno de Allende; o Santiago Martini, “quien venía de las cooperativas chilenas y se quedó a vivir en México” (Ortiz Flores, 2016, p.115). A estas iniciativas también las asesora Juan Pablo Terra, uruguayo, involucrado en la ley de cooperativas de vivienda, quien trabajaba, por aquellos años, como asesora de Naciones Unidas.
En un sector de los exiliados/as había un sentimiento de agradecimiento y simpatía hacia el gobierno mexicano, sobre todo de parte de los chilenos/as. Muchos de ellos/as tuvieron facilidades para poder ingresar a trabajar en las instituciones públicas, en una muestra de solidaridad del gobierno para con la gente de la Unidad Popular (UP)[7]. Poco se conocían las acciones de persecución, detención y tortura que desplegó el gobierno mexicano, de parte de los exiliados/as que arribaban a México. Recién se hicieron visibles dichos mecanismos, cuando aparecieron en escena las “Madres buscadoras”, encabezadas por Rosario Ibarra de Piedra, quienes comenzaron a realizar diversas manifestaciones para reclamar por la aparición con vida de sus hijos/as.
Como se contaba en la sección anterior, arquitectos argentinos como Fermín Estrella, recibieron varios encargos de las propias organizaciones a partir del financiamiento de FONHAPO. Estrella construyó varios conjuntos habitacionales nuevos, en las periferias de la Ciudad de México, donde trasladó sus ideas de arquitectura de sistemas a la vivienda popular, autogestionada y auto-construida. Sus experiencias previas, en Argentina, habían sido, mayormente, en torno a escuelas rurales y equipamiento educativo; sin embargo, también asesoró algunos programas de la Comisión Municipal de la Vivienda (CMV) de vivienda nueva y vivienda de emergencia para las villas de la Ciudad de Buenos Aires.
Figura 4: Conjunto Zacatepas y Conjunto Durango, ambos con recursos de FONHAPO
Fuente: Estrella (2013)
FONHAPO se orientó hacia los sectores de menores ingresos, manteniendo el formato de créditos, en este caso, otorgados de manera colectiva a las organizaciones. En México, ya coexistían otras instituciones orientadas a la vivienda de los sectores asalariados, como el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT) o el Fondo de Vivienda para los Trabajadores del Estado (FOVISSSTE), que percibían un porcentaje del salario de los trabajadores, e impulsaban la construcción de nuevas viviendas que se daban a pagar a través de créditos a los propios trabajadores. También hubo instituciones previas a FONHAPO que apuntaron al trabajo con las comunidades más vulnerables, como el caso del Instituto Nacional para el Desarrollo de la Comunidad Rural de la Vivienda Popular (INDECO), sin embargo, sus alcances fueron limitados, por lo que recién es con la aparición de FONHAPO que, la acción destinada a dichas poblaciones, tomará una escala mayor.
4. ¿Continuidades o rupturas en la circulación de experiencias?
Este breve recorrido por diversos personajes y experiencias, nos permiten reconocer los diferentes lugares que fueron ocupando y las vinculaciones que desplegaron los y las arquitectas que se involucraron al hábitat popular; divisando al menos cuatro vertientes o posicionamientos que se configuraron: (a) quienes se profesionalizaron como expertos de las políticas públicas; (b) quienes se vincularon a las organizaciones y movimientos de pobladores; (c) quienes accionaron desde ONG’s; (d) quienes se vincularon desde la Universidad. Vertientes que se solapan, y, en algunos casos, habrá personajes que circulen por varias de ellas a la vez. El exilio sirvió para terminar de dar forma a los posicionamientos, que se prefiguran en experiencias previas, generando formas acabadas para institucionalizar dichos roles o motivando su disolución -como el caso de quienes se vincularon directamente con las organizaciones populares.
Profundizar en la experiencia exiliar de un sector profesional permite mirar las continuidades y transformación en la discusión de ideas y experiencias prácticas, donde se generan múltiples formas de articular el ejercicio profesional, la tarea académica y la militancia política. A México arribaron diversos profesionales, con trayectorias previas muy diferentes, sin embargo, es posible encontrar a algunos/as de ellos protagonizando algunas experiencias muy destacadas de los años sesenta y setenta, que parecen alimentar -o dialogar- con lo que sucede en el exilio. Nos referimos a las cooperativas uruguayas, las políticas de vivienda de Allende, los campamentos de pobladores chilenos, las experiencias alternativas de formación como el Taller Total, los programas de la Comisión Municipal de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires, entre otras. Todos episodios significativos para la historia de las intervenciones en las problemáticas del hábitat popular, las cuales se caracterizan por establecer, de diferentes maneras, diálogos con los movimientos de pobladores, apuntando a potenciar sus formas de organización y luchas.
Hacia los años ochenta, se pueden visualizar diversas formas en las que el vínculo entre profesionales y movimientos se fue institucionalizando y perdiendo su motivación político-militante. Acá podemos retrotraernos, por un lado, a lo que sucede en las universidades, donde la consolidación de la carrera académica -establecimiento de becas, estímulos, mayores dedicaciones, etc- genera la desconexión y/o una motivación funcional de parte de los académicos para completar sus curriculums. Por otro lado, lo que ocurre a nivel del “tercer sector”, con la generación de organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles y fundaciones conformadas que asesoraban a los movimientos. Estas organizaciones comienzan a tener otras responsabilidades al recibir diversas formas de financiamiento, que obliga a profesionalizar su práctica, engrosar sus estructuras de trabajo, y construir los delicados vínculos con las agencias que otorgaban los fondos.
A nivel estatal, los programas de FONHAPO irían directo a financiar a las organizaciones del MUP, lo cual también implicó para estos espacios otro tipo de responsabilidades y estructuras de organización internas para poder autogestionar y ejecutar los fondos. En estos contextos, se abren diversas preguntas que obligan a seguir investigando, suponiendo que mucho de los cambios que operaron en el exilio y en el México de los años ochenta, delinean a grandes trazos algunos de los rasgos distintivos de las prácticas y teorías en torno al hábitat popular[8], tanto de los actores técnico-profesionales, como de movimientos de pobladores y formas de operar de las instituciones públicas.
Todas estas experiencias y recorridos no pueden leerse exentos del contexto mexicano. A la creciente participación política de los jóvenes, hacia fines de los años sesenta, se recrudece la represión, lo cual implica un cambio de estrategias para grandes sectores del movimiento estudiantil. Algunos se van a realizar trabajo de base, con las organizaciones populares; otros se irán con las organizaciones guerrilleras, que crecen hacia los años setenta[9]. Otro sector quedará en las escuelas de arquitectura, siendo parte de las experiencias alternativas de formación que se vincularon al MUP; sin embargo, aquí se genera la pregunta sobre qué papel cumplió el contexto de represión en las posibles limitaciones que encontraban este tipo de prácticas. Otro aspecto a seguir profundizando, es el exilio de los propios estudiantes movilizados hacia los años setenta, de los cuales poco se conoce. Quienes se auto identificaron como parte del movimiento estudiantil, entre las entrevistas, también aclaraban que se exiliaron una vez que se graduaron, finalizando sus carreras durante los primeros años de la dictadura con múltiples dificultades. Pocos de ellos/as, comentan que finalizaron sus estudios en México, o iniciaron otras carreras en el exilio. También sería interesante indagar qué sucedió con quienes no lograron exiliarse, porque este grupo en cuestión es una referencia muy pequeña frente al gran listado de estudiantes de arquitectura desaparecidos/as en la última dictadura militar[10]. Esto implica pensar la circulación, las movilidades, en relación a las inmovilidades.
Otras preguntas abiertas, giran en torno a cómo fue el regreso de estos profesionales. Según algunas entrevistas, no fue un regreso sencillo y tampoco encontraron espacios donde poder continuar algunas de sus acciones. Por ejemplo, el propio Estrella, al retornar señala como le cerraron todas las puertas para poder ingresar a trabajar en vivienda, algo que anhelo a su regreso para poder replicar experiencias mexicanas. Por otro lado, es recurrente la pregunta de ¿por qué quienes se vincularon a los movimientos desde la militancia política en Argentina, luego no lo hacen en México? La vigilancia del gobierno mexicano y la prohibición de su participación política seguro jugo un papel en ello; lejos de pensarlo como un papel contradictorio, hay que complejizar y ampliar la mirada. Quizás estas formas de posicionarse ya se prefiguran previamente; quizás es necesario reconocer cómo cambian los contextos y las culturas políticas y organizativas; quizás hay que profundizar en sus trayectorias individuales donde entrelazar estos posicionamientos con sus formas de percibir los riesgos y la persecución política; quizás es interesante profundizar aún más en la heterogeneidad de formas de vincular la profesión y militancia, para no quedarnos con la idea generalizante y simplificada.
Preguntas abiertas, contradicciones latentes, que aún están lejos de tener respuestas claras. Un recorrido que solo apunta a seguir tirando de los hilos e ir encontrando nuevas fisuras por donde se inmiscuyen las prácticas críticas que se abocaron al hábitat popular, resistiendo a los embates de la represión desatada en todo el continente.
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[1] Se hace referencia a diversas formas de organización de pobladores de los asentamientos populares, que luchan por el acceso al suelo y la vivienda, la mejora de sus condiciones habitacionales, la regularización del suelo, etc. En México, a muchos de estos espacios se los agrupó dentro de lo que se conoció como Movimiento Urbano Popular (MUP). Aquí se hace referencia a diversos espacios organizativos algunos de los cuales formaron parte del MUP y otros que no fueron parte de dichas redes.
[2] La categoría de profesional-militante se construyó en el trabajo de tesis doctoral, y busca caracterizar a aquel sector de la arquitectura que buscó vincular su práctica profesional y saberes disciplinares a la lucha política, que se preguntó por las dimensiones de “lo político” de la arquitectura y orientar sus sentidos para colocarla al servicio de la revolución social.
[3] En la UNAM ingresan a dar clases Mario Molina y Vedia, Gustavo Zilocchi, Alfredo Valladares, Claudia Gola, Isabel Briuolo, Virginia Barrios, Andres Weiger, Jorge Ramos de Dios, Daniel Schavelzon, entre otros/as. En la UAM, tanto Azcapotzalco como Xochimilco, estuvieron Tulio Fornari, Chel Negrin, Delia King de Beato, Ilse Fisher, Elsa Larrauri, Irma Plaza, Ricardo Sandler y otros/as (la UAM fue una de las principales receptoras de los exiliados/as conosureños). En la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), fueron docentes Alejandro Manchon, Martha Marcó del Pont y Susana Rappo. En la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) estuvieron dando clases Elsa Ruth Martínez Conde y Leo Carlos Stellino Ferraris. En el Colegio de México (COLMEX) ingresó Martha Schteingart, quien continúa hasta la actualidad realizando tareas de investigación y docencia de posgrado. Por último, el caso Isolda Maur y Gustavo Brito, quienes, junto al mexicano Rafael López Rangel, estuvieron en la formulación del plan de estudios de arquitectura en Sinaloa (Durante, 2022, p.64).
[4] La elección de ese problema real debía cumplir tres condiciones “ubicarse en un lugar específico y en un terreno con características inherentes; que el proyecto tuviera un propósito verbalizado por los futuros usuarios y no impuesto por el equipo de arquitectos; y que se desarrollara con los insumos disponibles (González Lobo cit. Martin López y Durán López, 2022, p.360)
[5] Además de irse al MUP, otro sector del movimiento estudiantil dio el paso “hacia organizaciones guerrilleras, algunas de ellas creadas justamente como consecuencia del movimiento” (Allier Montaño, 2009, p.294).
[6] COPEVI es creada desde el Instituto Mexicano de Estudios Sociales (IMES) una de las primeras ONG de México impulsada por un sector jesuita de la iglesia. Allí es invitado el arquitecto Luiz Lopezllera Méndez quien organiza los Seminarios de Vivienda Popular que derivarán en el armado de COPEVI, junto a otros/as profesionales arquitectos/as y trabajadores/as sociales.
[7] Hubo diversas muestras de solidaridad del gobierno de Echeverria a los exiliados/as chilenos de la UP, esto debido a la simpatía y adhesión a su proyecto de parte del PRI (Rojas Mira, 2016, p.139)
[8] Para profundizar sobre la producción teórica que se dio por aquellos años en suelo mexicano, ver Connolly (2013), la autora señala cómo los contextos aquí desarrollados van a dar marco a lo que ella denomina “paradigma latinoamericano del hábitat popular”.
[9] Para un estudio en profundidad de las organizaciones armadas en México ver Castellanos (2007).
[10] En la facultad de arquitectura de La Plata suman 101 estudiantes, graduados y docentes desaparecidos/as; en la facultad de arquitectura de la UBA fueron 110; en la de Córdoba 42, y otros tantos del resto del país. Las facultades de arquitectura tuvieron procesos importantes de movilización y organización política a lo interno.