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ISSN 2618-2882
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Análisis crítico del discurso lexicográfico en el artículo guagua en el
Diccionario provincial de voces cubanas
A critical analysis of the lexicographic discourse in the article guagua in Diccionario
provincial de voces cubanas
Bertha Elena Romero Molina Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Cuba bromero@uclv.cu
Resumen
En este trabajo se estudia el artículo guagua
registrado en el Diccionario provincial de voces
cubanas de Esteban Pichardo en su 2.ª y 3.ª
ediciones. A partir de herramientas metodológicas
que proporciona S. Rodríguez Barcia para el
análisis crítico del discurso lexicográfico, se
determinó la presencia de contenidos ideológicos
en el referido arculo y se valoró su posible
relación con las decisiones del redactor para la
estructuración lexicogfica y las propuestas
etimogicas. Igualmente, se tuvieron en cuenta
factores relacionados con las condiciones de
producción del diccionario. Como conclusión fue
posible determinar que la acepción donde se
propone la lengua inglesa como origen, es la s
antigua y la de mayores posibilidades para
intervenir en la formación de las restantes
acepciones. Se identificaron, además, tres posibles
causas, que pueden incidir combinadas o por
separado para que Pichardo no reconozca la
palabra inglesa wagon como fuente etimogica de
la guagua cubana.
Abstract
This work addresses the study of the article guagua
in Esteban Pichardo’s Diccionario provincial de voces
cubanas in its second and third editions. The
methodological tools provided by S. Rodríguez
Barcia for the critical analysis of the lexicographic
discourse made it possible to determine the
presence of ideological contents in the article and to
assess their relation with the writer´s decisions on
lexicographic structuring and etymological
propositions. Some factors regarding the
production conditions of the dictionary were also
taken into account. As a conclusion, it was possible
to determine that the meaning in which the English
language is proposed as the origin is the oldest and
the one with the greatest possibilities to intervene
in the formation of the remaining meanings. In
addition, three possible causes were identified that
could have an impact, combined or separately, on
Pichardo´s failing to acknowledge the English word
wagon as the etymological source of the Cuban
guagua.
Palabras clave
Análisis Crítico del Discurso [exicográfico
etimología ideología modalización
Keywords
Critical Analysis of Lexicographic Discourse
etymology ideology modalization
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1. Introducción
Esteban Pichardo regist por primera vez la voz guagua en la 2 ed. (1849) del
Diccionario provincial de voces cubanas (DPVC). El arculo lexicográfico consta de tres
acepciones y propone, inicialmente, que la fuente etimológica de la voz sea «indígena». Es en
la 3 ed. (1861-1862) cuando se indica que «qui» «inglesa» para la tercera acepción,
referida a un medio de transporte. Esta duda que el autor declara sobre la última etimoloa
impulsa desde hace tres siglos la toma de partido por una de ellas (Zayas, 1914; Valdés,
2010; Morera, 2018). También genera posiciones diferentes de la de Pichardo en cuanto al
vocablo fuente e incluso da pie a argumentos sobre una tercera fuente etimológica africana
(Ortiz, 1924). De este modo, en la 23 edición del Diccionario de la Lengua Española (DLE)
n se afirma que guagua es de etimología discutida.
Nuestro intes es contribuir a la referida discusión etimológica a partir de la
propuesta de Pichardo, considerando especialmente en ella los códigos de su visión del
mundo o la «emergencia de ideolo, en palabras de Forgas. Esta autora sostiene que la
práctica lexicográfica es una pctica ideológica (Forgas, 2007, p. 2) pues permite el acceso a
«un universo particular de referencias» que pasa por el tamiz, orientación e interpretacn
del lexicógrafo, quien se representa a mismo juntamente con «su sociedad, la sociedad
del momento histórico que le ha tocado vivir» (Forgas, 2001).
La squeda de lo ideogico en el discurso lexicográfico de Pichardo ha contado con
la aproximacn de diversos autores. En general, se asume desde una perspectiva
glotopotica que el lexicógrafo ocupa una posición de poder en la comunidad lingüística y
desde al activa los mecanismos de dominación ideológica que condicionan la visn de las
realidades descritas en su diccionario. El precedente s cercano a esta investigación es el
análisis crítico del discurso (ACD) que Camacho aplicó a definiciones tomadas de una
muestra de obras lexicográficas cubanas de los siglos XIX y XX entre las que se encuentra el
DPVC. La autora pudo comprobar que el discurso lexicográfico en general, y el pichardiano
en particular, reproducen «las ideoloas así como las relaciones de poder hegemónicas y de
dominac(2015, p. 110). Sin embargo, no hemos detectado un estudio que valore mo
se revela la presencia de contenidos ideológicos en el arculo guagua, y que mediante su
descodificación permita la orientacn sobre las posibles motivaciones del redactor para
decidir por una etimología determinada y no por otra.
En correspondencia, el objetivo de este trabajo es identificar la presencia de elementos
ideológicos propios del autor y aquellos relacionados con el contexto que subyacen en el
arculo guagua, por entender que estos pueden afectar la informacn etimológica y que, en
ellos, pueden encontrarse claves para determinar las decisiones etimogicas de Pichardo
respecto a esta voz.
Entendemos, para el análisis, que el diccionario es una herramienta social en el que se
formula y consolida algún tipo de ideoloa desde la macroestructura y la microestructura, y
en la que el artículo lexicográfico, la unidad nima aunoma en que se organiza el
diccionario (Garriga, 2003, p. 105), puede reproducir de igual modo a este nivel el contenido
ideológico que le imprime el autor a su obra desde su posicn de autoridad y los
condicionantes sociales. La dirección asumida en este trabajo se corresponde, asimismo, con
la convicción de que «el repertorio lexicográfico [] recoge gran parte del saber de su
tiempo a partir de la codificación de la realidad»; de este modo, la comunicacn de
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conocimiento ideológico es una de sus implicaciones s relevantes, según plantea Susana
Rodríguez Barcia (2012, p. 140).
El corpus de estudio se concentra fundamentalmente en este único artículo
lexicográfico, aunque en ocasiones, para demostrar nuestros puntos de vista, será necesario
abordar elementos generales de la macroestructura y la microestructura, acomo hechos
hisricos. Por eso, en consideración a su valor histórico, diacrónico y evolutivo, se utiliza el
Diccionario provincial de voces cubanas (DPVC) de Esteban Pichardo en sus cuatro ediciones
(1836, 1849, 1861-1862 y 1875).
En el epígrafe 2, se explora la presencia de contenidos ideológicos en el arculo, así
como su posible implicación en las decisiones del redactor para la estructuración
lexicográfica y la proposicn etimológica. Para ello, se emplean los recursos y herramientas
de la propuesta metodológica de Susana Rodríguez Barcia, el Análisis Crítico del Discurso
Lexicográfico (ACDL), el cual permite entender «la relación existente entre el discurso
lexicográfico y la sociedad, es decir, entre diccionario y sociedad» (2012, p. 153) al «hallar
marcas, recursos y estrategias que acusen determinada subjetividad por parte de los
redactores o que conlleven una visn sesgada o una jerarquización privativa de la realida
(Rodríguez, 2012, p. 146).
Rodríguez identifica cuatro grandes grupos de trabajo al conformar el aparato
metodológico y conceptual para el estudio ideológico de los diccionarios. Nuestro estudio se
vincula con el tercer grupo, aquel en el que el tema de la ideología en el diccionario se
aborda de forma tangencial pues «entra en el terreno de la implicacn ideológica que
subyace bajo algunas decisiones tomadas por los redactores de diccionarios» (2012, p. 136).
El esquema propuesto requiere detenerse:
a. En la macroestructura:
Textos preliminares y anexos: advertencias, notas al lector, plogos, andices.
Lematizacn: eleccn de formas canónicas, flexión de nero y voces ausentes.
b. En la microestructura:
Orden de las acepciones.
Primer enunciado de la definicn: marcas pragmáticas, diastráticas y diafásicas, y
marcas de transiciones senticas; marcas diacrónicas, marcas diapicas;
indicaciones y recomendaciones de uso.
Segundo enunciado de la definición: Contorno de la definicn, restricciones del
significado (aposiciones especificativas e incisos explicativos); recursos de
modalización discursiva (epistémica, deóntica, volitiva y valorativa).
Textualizaciones del lema: selección de autoridades, seleccn de ejemplos (origen en
corpus, inventados, etc.), selección y explicación de refranes, proverbios…
Ilustraciones (en caso de presentarlas)
Este trabajo adapta el esquema de Rodguez (2012) en correspondencia con las
necesidades para el alisis del artículo guagua. De este modo, antes del orden de las
acepciones que plantea la autora, se aborda su separación para determinar la relación
sentica entre ellas. Siguiendo la propuesta de Rodríguez, se estudia la definición y se
agrega su tipología; después se distingue entre las informaciones sobre el signo en sí y sobre
el contenido, para analizar las diversas marcas lexicográficas, indicaciones y
recomendaciones de uso.
En cuanto a los elementos referidos por Rodríguez para su análisis en el segundo
enunciado de la definición, centraremos la atención en los recursos de modalización
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discursiva (epistémica, deóntica, volitiva y valorativa), entendida esta como «el modo de
manifestacn de la toma de postura del emisor frente al texto [] y al destinatario a través
de distintas marcas lingüísticas presentes en los textos que revelan, justamente, dicha
posició (Rodguez, 2012, p. 149). El concepto de modalidad es clave en el Análisis Crítico
del Discurso y, por extensión, del discurso lexicográfico, pues, de acuerdo con Fairclough
(2003, p. 166), este remite a la forma lingüística en que se materializa la relación entre los
redactores y redactoras y las representaciones que construyen en sus textos. La modalidad
opera en el diccionario en el nivel de la microestructura, en concreto en el segundo
enunciado de la definición (citado por Rodríguez y Ramallo, 2015, p. 475).
Al DPVC se le han señalado diversas limitaciones metodológicas y cnicas (Alpízar,
1989; Varona, 1875), condicionadas por el nivel de desarrollo en que se encontraba la
lexicografía, tanto en Cuba como en otros territorios de América en el siglo XIX (Alfaro,
2007, p. 150) cuando los postulados teóricos de esta disciplina no se habían formulado
completamente. Por esa razón, con independencia de las diferencias entre la confección de
diccionarios en el siglo XIX y el XXI, se toman varios aportes lexicográficos modernos como
guías para caracterizar el artículo guagua desde el punto de vista lexicográfico, comprender
su estructuración y, con esta informacn, analizar y descubrir la subjetividad subyacente en
la eleccn de Pichardo. Específicamente, se tomarán los presupuestos teóricos de Porto
Dapena, en cuanto a la separacn de las acepciones, su ordenacn y marcación.
Por último, para obtener s información sobre las posiciones ideológicas que
impulsan a Pichardo en la toma de decisiones etimológicas para guagua, en el epígrafe 3 se
tienen en cuenta tres elementos relacionados con las condiciones de producción del
diccionario: la posicn de Pichardo ante la política de la Real Academia Española hacia los
extranjerismos, la propuesta de Pichardo para la normalización ortográfica de las voces
ingenas y el proceso de asimilacn, tanto en Cuba como en España, de wagon, una de las
fuentes etimológicas propuestas para el término en cuestión.
2. Análisis crítico del discurso lexicográfico en el arculo guagua
Numerosos autores citan incorrectamente 1836, el año de la primera edición del
DPVC, como el momento del primer registro de guagua. Esta imprecisión separa el lenguaje
de la realidad porque descuida el eje temporal como una parte importante de la realidad
extralingüística que incide sobre el texto lexicográfico y también afecta la historia de la
lexicografía y la historicidad de la voz estudiada. En realidad, es en 1849 (la edición
nombrada Diccionario provincial casi-razonado de voces cubanas), cuando Pichardo incluye
guagua por primera vez en el DPVC con la estructuracn que se presenta a continuacn
donde se destaca la indicacn etimológica Voz ind. para todas las acepciones.
Guagua. N. s. f. Voz ind. Introducida hace poco tiempo; pero tan generalizada que todo
el mundo la usa aplicándola a cualquiera cosa que no cuesta dinero ni trabajo, o de precio
baratísimo, y cuando se espresa en modo adverbial De guagua, aumenta la significación como
absolutamente de valde, sin costo ni trabajo alguno. Antes se decia de Guaguanche, de gorra. ||
Guagua. N. s. f. Insectillo especie de cochinilla (Coccus) inmigrado a esta Isla hace pocos
os, que ha plagado los naranjos, limas, limones y otros afines, cubriéndoles una costra
blanca desde la raíz hasta el último retoño, despojándolos de frutos y hojas hasta secarlos, y
que sin hallarse remedio amenazaba su total destruccion; sin embargo que se ha disminuido
en algunas partes después del grande Huracán del o mil ochocientos cuarenta y cuatro,
quizá por ese motivo o por el Himenóptero Avispita que vive a sus espensas. (Véase Aljorra).
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El vulgo del Departamento Occidental hizo la aplicacion análoga de la voz al nuevo animalillo, y
ya generalmente es conocido con el nombre de Guagua. || Guagua. N. s. f. Especie de coche u
ómnibus usados en la Habana para viajar a los suburbios por un estipendio tan barato que le
ha merecido la aplicación de aquella palabra [sic]. (Pichardo, 1849, p. 110)
Este mismo arculo incorpora al final de la tercera acepcn, a partir de 1861, una
segunda nota de etimología que Pichardo introduce al mencionar brevemente la posibilidad
de que la tercera acepción sea de origen ings. Con la presentación del significante wagon
sin su correspondiente significado en lengua extranjera, la segunda propuesta etimológica,
tal y como sucede con la primera, queda solo en lo especulativo.
Guagua. N. s. f. Especie de coche u ómnibus usados en la Habana para viajar a los suburbios
por un estipendio tan barato que le ha merecido la aplicación de aquella palabra, o qui por la
Inglesa Wagon [sic] (Pichardo, 1861, p. 120).
Dicha acepcn se reproduce por completo y sin variaciones en la cuarta y última
edicn (1875, p. 170).
Estamos frente a un artículo complejo, que de acuerdo con la clasificación de Medina
(2003, p. 130) es de tipo múltiple pues está conformado por más de una acepcn, tres en
este caso. Ellas son el comodín cualquiera cosa desde el que se incorpora una locucn
adverbial, un insecto y un medio de transporte. Para las tres acepciones del lema guagua se
establece inicialmente la propuesta etimológica «voz indígena», de significado no expresado
por Pichardo, aunque los investigadores estiman que pueda ser wawa, palabra de origen
quechua que significa niño o muchacho. En la edición de 1861, el autor ade un posible
origen de la lengua inglesa para la última acepcn. Identificamos que todas las acepciones
tienen definiciones de tipo aproximativo, como lo indican las construcciones cualquiera cosa
en la primera y especie de en las dos últimas. Contrasta la hiperespecificación de la
información en las dos primeras y con su brevedad en la tercera, donde se intuye la omisión
de información.
La propia definición de las acepciones se estructura de manera distintiva. Así, se
recarga el componente enciclopédico en la segunda acepción, la única relacionada con el
área de la naturaleza, tan cara a Pichardo. Es evidente que el autor dispone de bastante
información dado el comentario de ciento diez palabras. Sin embargo, no ha procurado la
misma extensión de los datos en las dos acepciones que involucran a los seres humanos
directamente: con cincuenta y cinco palabras ha abundado s en la primera, una
construccn mental, para indicar una característica atribuida a los objetos que, en la
tercera, un objeto tecnológico concreto del que pudiera aportarse información s diversa
y en mayor cantidad, a la cual solo ha dedicado veintiocho palabras.
No obstante, en las definiciones se puede advertir el trasfondo económico en sus
significados lexicales o fraseológico, los cuales remiten, directa o indirectamente, a prácticas
socioeconómicas muy interrelacionadas y en pleno desarrollo en esa etapa del siglo XIX en
Cuba como fueron el comercio, la agricultura (a través de un ente de la fauna que ataca
cultivos) y el transporte.
La presencia de tres significados lexicales (el comodín cualquiera cosa gratis o barata,
un insecto y un medio de transporte) y de uno fraseológico (de guagua) marca a Cuba
definitivamente como el territorio donde se crea o emplea guagua para denominar tres
realidades diferentes y la unidad fraseológica (UF) de guagua asociada a ellas. Tal
productividad en la creacn de nuevas voces y su registro lexicográfico nos recuerda que el
español de Cuba, aunque ya estaba formado como entidad reconocible para la segunda
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mitad del siglo XVIII, tiene en el siglo XIX un período clave para su consolidación y reflejo
«en la forma de hablar del criollo - resultado de un proceso de transculturación ya explicado
por Fernando Ortiz» (Bidot-Marnez, 2020, p. 146). La variante del espol de Cuba se
desenvuelve en un período de desarrollo socioeconómico donde la «necesidad imperiosa de
tener que designar nuevos objetos de la realidad extralingüísticpudo impulsar que un
rmino se volviera polisémico, como asegura Mellado (2017, p. 28) que es frecuente entre
los lexemas simples.
La autora citada afirma que hay ocasiones en que
la polisemia surge porque un rmino que designa un referente concreto pasa a denotar
también un referente abstracto. En este caso, el hombre recurre a objetos tangibles existentes
en su entorno s inmediato [] para designar lo intangible, lo cual parece tratarse de una
tendencia lingüística universal basada, entre otros elementos en la ley de economía linística
(Mellado, 2017, p. 29).
Sin embargo, en el arculo guagua ocupa el primer lugar, como significado básico o
primario, un sustantivo, la palabra comodín, que no es concreto, sino abstracto, y de él se
indica la formación de una UF y dos significados, en apariencia figurativos como son insecto
y medio de transporte, que guardan entre una relación lógica a partir de una cualidad
propuesta relacionada con el precio (algo es gratuito, barato o sin esfuerzo).
Contradictoriamente, según el tratamiento lexicográfico de Pichardo, la condición de
polisemia que presenta guagua no surge de ninguno de los dos referentes concretos de la
realidad extralingüística.
2.1 Separación de las acepciones
Para examinar la separación de las acepciones en el arculo tomaremos como
referencia los criterios de Porto Dapena (2002, pp. 203-224) en cuanto a la distinción de
homónimos, el valor categorial, la información diasistetica, usos rectos y figurados, y los
componentes léxico-semánticos.
Pichardo encuentra como diccionarista la dificultad ya referida para separar las
acepciones, pues, ante sí, tiene un caso de polisemia, es decir, a un mismo significante le
corresponden varios significados, y un caso de posible homonimia. Sobre esta última
demuestra inseguridad, como apunta la sugerencia al final de la tercera acepcn de una
etimoloa alternativa proveniente de la lengua inglesa (1861), a pesar de reconocer rasgos
senticos en con con los significados antes descriptos. La solucn escogida por
Pichardo fue la utilizada en el Diccionario de la Lengua Castellana (DLC) en su 7.ª edición,
por lo que rne «en un solo artículo, conforme se ha practicado en otros Diccionarios, las
diversas acepciones de una voz, distinguiendo unas de otras con esta señal ||, y añadiendo a
continuacion las frases, modos adverbiales, y refranes que pertenecen á cada una» [sic]
(DLC, 1832, p. Prólogo). En el caso que nos ocupa, en 1849 las tres acepciones portan el
mismo lema y marcación gramatical, y comparten la indicación etimológica. Esta marcación
se conserva en 1861-1862, donde se introduce al final de la tercera definición, «especie de
coche u ómnibus», un comentario de etimología que atribuye el posible origen a un
anglicismo.
Las tres acepciones manifiestan caractesticas distintivas comunes ya que comparten
la categoría gramatical, pues son sustantivas, se apartan del sentido recto del supuesto
étimo indígena y, aparentemente, se usan todas en sentido figurado. Las tres acepciones
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tienen relación semántica porque forman parte de áreas semánticas que se diferencian
entre sí [comercio, fauna (asociada a la agricultura) y transporte], pero tienen, en la
gratuidad y bajo precio o esfuerzo, rasgos de significado en común que las vinculan desde
una perspectiva económica. Tal hecho favorece el criterio de que su fuente de motivación
sea no el símbolo cultural subyacente (y arbitrario) en la wawa quechua, sino una
experiencia directa relacionada con conceptos propios de la realidad extralinística de
Cuba.
Aunque ninguna de las unidades cuenta con marcas lexicográficas que indiquen que se
trata de acepciones en uso de la lengua común, es posible asumirlo por estar ausente la
marca diastrática vulgar que Pichardo emplea en el diccionario, y por los enunciados
explicativos «todo el mundo la usy «ya generalmente es conocid que neutralizan la
inclusn en la acepción intermedia del sujeto lingüístico «vulgo del Departamento
Occidental». Este, según valoración de Pichardo, es la fuente de extensión de la segunda
acepción a todos los estratos sociales.
2.2 Ordenación de las acepciones
Es importante analizar el orden en el que se disponen las acepciones, puesto que «con
este se puede pretender dar mayor relevancia a unas sobre las otras y orientar su
significado hacia determinado sentid (Rodríguez, 2012, p. 14). La ordenacn de las
acepciones pichardianas las analizaremos bajo los cuatro criterios básicos de ordenación
que distingue Porto Dapena (2002, pp. 225-227): cronogico o histórico, etimogico o
genético,gico o estructural y de frecuencia.
2.2.1 Criterio de frecuencia en la ordenación
Si se siguiera un criterio de frecuencia en la ordenación, el uso lexicográfico común
sea disponer las acepciones desde la s usada o la s documentada hasta la menos
usada. En la sucesn de significados, Pichardo coloca en primer lugar la acepción que
contiene una palabra comodín y la UF de guagua. Se puede entender que la primera es la
acepción de uso más frecuente al considerar las referencias de Pichardo con respecto a la
amplitud de situaciones comunicativas donde se puede emplear y de la comunidad de
hablantes que «la aplica» («todo el mundo la usa»). Desde esta perspectiva pragmática, el
autor propone una jerarquía que no es posible admitir porque en las acepciones restantes
no aportan otros indicadores sobre la frecuencia de uso que permitan comparar y
comprobar la realidad.
2.2.2 Criteriogico o estructural
Al valorar la posibilidad de que el criterio lógico o estructural guíe a Pichardo para
ordenar las acepciones, es de notar que la acepción inicial contiene rasgos distintivos en su
definición desde donde se establecen asociaciones lógicas con los restantes significados, por
analogía o semejanza, pero la secuencia establecida para registrar las acepciones no parece
guardar un orden lógico.
Para expresar el significado básico en la primera acepcn, el autor parte de un
referente abstracto del área sentica comercio, la cual queda expresa directamente en
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categorías económicas como trabajo, costo, dinero y precio. Luego revela la ocurrencia de un
proceso de fraseologización cuando aclara que es posible usar la palabra en modo adverbial
(de guagua) y coloca información fraseológica dentro de la primera acepcn. Ambas
unidades expresan significados abstractos. Por último, ubica las des acepciones
asociadas que, atendiendo a sus explicaciones, tienen una base figurativa fruto de procesos
senticos como la metáfora y la metonimia, y designan objetos concretos de las áreas
senticas fauna y transporte.
La ordenación del artículo de un plano abstracto a uno concreto se reafirma al
contrastar la forma en que se manejan el espacio y la ubicacn geogfica en las tres
acepciones del artículo. La informacn diatópica presente en las acepciones se presenta de
una escala global a una local y del plano abstracto al concreto, cuando debiera ocurrir en
sentido opuesto.
A, en la primera acepcn se infiere el indicador espacial global en todas partes
cuando se declara que «todo el mundo la usa aplicándola a cualquiera cosa». En este caso, el
espacio queda representado como una construcción abstracta, pues se refiere al contexto
social como conjunto de todo lo que existe. La segunda acepcn muestra un deíctico
locativo espacial que limita el territorio geográfico en esta Isla») y otro restringido a una
de las regiones en que estaba dividida Cuba en ese período histórico el vulgo del
Departamento Occidental»). Al producirse una generalización («y ya generalmente es
conocido») el espacio no se manifiesta explícitamente, pero puede mantenerse en los límites
mencionados o ampliarse a uno mayor que es en todo caso, un contexto menos amplio que
el de la primera acepción y de carácter concreto. En la tercera acepción, los indicadores
limitan el espacio a la ciudad capital y una de sus áreas, un contexto urbano, que es concreto
y el menor de todos especie de coche u ómnibus usados en la Habana para viajar a los
suburbios»).
La secuencia de acepciones pasa de lo general y abstracto, expresado en el significado
más reciente, a lo concreto y particular de los dos últimos. Contradictoriamente, el supuesto
significadosico lo porta un sustantivo abstracto que funciona como una palabra comodín.
De este se derivan una unidad fraseológica y dos sustantivos concretos, cuando se conoce
que se produce al revés, lo material o concreto es fuente de conceptualizacn y de
produccn fraseológica. La alternativa más plausible es que la conceptualización del
elemento abstracto que inicia el artículo se haya producido desde una realidad concreta y
que tras este significado básico se hayan establecido los significados restantes, incluido el
fraseológico. Por eso, consideramos probable que la subjetividad de Pichardo y no
verdaderas pistas sobre el orden lógico de la evolución sentica de guagua sean decisivos
en el orden propuesto.
2.2.3 Criterio cronogico o histórico
Optar por un criterio cronológico o histórico implica ordenar las acepciones por el
orden de antigüedad y comenzar por aquella des antigua aparición en la lengua, según la
datación, hasta la más reciente. En este caso, Pichardo lo hace de manera inversa y comienza
con la s reciente; sin embargo, no necesariamente se puede asumir que complete la
ordenacn siguiendo una sucesión cronológica. Para establecer las relaciones de
anterioridad, posterioridad y simultaneidad entre las acepciones, medimos el tiempo a
partir de la utilización de los indicadores temporales y las formas verbales. De este modo, se
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detecta que las tres acepciones se introdujeron en el pasado y coexisten con el tiempo
presente de enunciacn del autor.
En las dos primeras acepciones abundan indicadores temporales para la primera
como «introducida hace poco tiempy «antes se decía» e «inmigrado a esta Isla hace pocos
os». Para la segunda, se halla «desps del grande huracán del año mil ochocientos
cuarenta y cuatr y «ya generalmente es conocido». Todas dan una referencia vaga de los
momentos de incorporacn de las acepciones a la lengua y pueden inducir al lector o
usuario del diccionario a suponer la primera definitivamente como la más moderna y a la
segunda como anterior a ella, pese al intervalo de tiempo, amplio y no del todo preciso, que
se representa.
En la tercera acepcn no se proporciona anclaje temporal. Desde la informacn que
contiene la conjugación verbal en pretérito perfecto «le ha merecido», solo puede
entenderse que lo designado aún se relaciona con el presente del hablante; en consecuencia,
no es posible verificar el orden de formacn de las tres acepciones tan solo desde la
información de los indicadores temporales en las dos primeras y la conjugación verbal de la
tercera. No obstante, la precedencia de la tercera acepción especie de coche u ómnibus»)
sobre las dos primeras puede demostrarse mediante el análisis del contexto extralingüístico
ya que «Los ómnibus (cuyo origen se remonta al siglo pasado), se establecieron primero
desde Regla a Guanabacoa en 1839 y después desde el Cerro a la Habana, en 1840; los de
Jes del Monte, en 1844; los de Príncipe en 1850, y los del Cerro a Marianao, en 1855» (De
la Torre, 1857, p. 120).
A pesar de ser comunes en su tiempo histórico los ómnibus, y también su
denominación en Cuba como guagua, Pichardo no reconoce ante sus lectores la antigüedad
demostrada de la última acepcn, la pasa por alto y coloca entonces, al final de la
ordenacn lexicográfica, la acepcn que por ser la más antigua puede ser la fuente de los
significados figurados de tipo xico o fraseológico registrados en el diccionario, lo que la
hace más importante semánticamente que las des. Pichardo ordena el texto lexicográfico
tomando el significado s reciente como primario, cuando es demostrado que el
significado «medio de transporte» es el s antiguo que conoce la comunidad linística
cubana. El tratamiento linístico del autor dificulta al lector comprender que el orden
cronológico del surgimiento de las voces esinvertido. Esto puede implicar que el mismo
proceso ocurra respecto a la ordenación etimogica.
2.2.4 Criterio de ordenación etimológica
La etimoloa es, grosso modo, el estudio del origen de las palabras. En esta
investigación asumimos que el verdadero sentido de la palabra guagua «se expresa por la
forma primitiva en la que se deja reconocer la relación entre el nombre y la cosa nombrad
y que «esta motivación inicial es alterada y obliterada en las derivas morfológicas o
senticas, producto del curso de la evolución históric (Guiraud, 1979, p. 5, cit. por
Lauria, 2010, p. 91). Por tanto, a través de la información etimológica que ofrece Pichardo
en el arculo guagua podremos analizar su conformación de los contenidos lexicográficos y
en consecuencia, orientar nuestra exploración del origen real de la voz.
Aun cuando Pichardo «da a conocer con alguna amplitud el significado de las voces,
su origen y relaciones con todas aquellas materias de su prosit (Pichardo, 1861, p. V), el
DPVC no es una obra etimológica. En realidad, la información etimológica es accesoria en el
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diccionario y el autor se limita a indicar la fuente de las palabras incorporadas al español de
Cuba desde las culturas con las cuales entra en contacto, sin profundizar en aspectos como
la cronoloa de su incorporación al idioma, los cambios desde el punto de vista estructural
y semántico, así como su relación con otras palabras. Esto no disminuye el valor que para
esta investigación tiene la información etimogica, real o no, en tanto un redactor es un
portador consciente o inconsciente de ideología al tomar decisiones de cualquier tipo,
incluido el etimológico.
La primera propuesta etimológica en el artículo guagua es «voz ingena» fechada en
1849 para las tres acepciones. Se supone que el autor ubicó inicialmente la acepción más
cercana al significado etimológico y, a continuación, las dos acepciones que considera
evolucionaron semánticamente de ella. Desde 1861-62, incluyó «quizás de la inglesa
Wagon» para la tercera acepcn, cuando seguramente consideró la posibilidad de un caso
de homonimia y, por tanto, un origen independiente. El significado sico no se aporta en
las notas de etimología porque no es el objetivo del diccionario.
Existen varias razones que dificultan aceptar la primera propuesta etimológica de
Pichardo «voz indígena». De manera inicial, se destaca que la acepción que encabeza el
arculo no puede rastrearse desde el significado de ninguna voz en lengua originaria de
Cuba o América, por lo que su parentesco etimológico con cualquier voz indígena es dudoso
y las relaciones de cualquier tipo que se tracen con los otros dos sentidos, también
inconexos con cualquier voz indígena, serán desacertadas. Squier, en The States of Central
America, únicamente reporta que detectó la voz indígena wawa con el significado muchacho
o niño y, aunque no menciona que sea quechua la fuente de la palabra, sí da cuenta de no
hallar semejanza con el idioma taíno (Bachiller y Morales, 1883, p. 276). Esta última
observación la interpretamos como una referencia al conjunto de lenguas aruacas que
hablaban los grupos aborígenes de Cuba. Al no confirmar el hallazgo de registros
documentales, concluimos que la relacn de guagua con las lenguas aruacas que Pichardo
ha establecido desde 1849, solo puede suponerla a partir de la semejanza morfológica o
fotica.
En segundo lugar, se suma el hecho de haber planteado Pichardo que la primera
acepción de la voz guagua, de alegado origen ingena y de la cual supuestamente se
derivan las restantes acepciones, es de reciente introducción. Como se conoce, el proceso de
conquista y colonización de Cuba se produce de 1510 a 1542. En esa primera etapa colonial,
lo más característico «es la presencia de una amplia masa de aborígenes como la principal
riqueza productiva del país y su rápida extinción» (Torres-Cuevas y Loyola Vega, 2002, p.
57). En lo fundamental, es durante dicha situación de contacto lingüístico y cultural, cuando
la lengua de los invasores, plena de vacíos xicos para nombrar la realidad desconocida,
incorpora parte del vocabulario de los pobladores originarios de la isla. Las palabras de las
lenguas aruacas alcanzan fijación lingüística en el español desde la época histórica referida.
Cuando se inicia la expansn de los europeos hacia las tierras continentales se produce
tambn la asimilación, de manera indirecta, de algunas voces de la región andina en la cual
el substrato es quechua y donde existe la voz wawa, homónima de la guagua cubana. Sin
embargo, no se han encontrado documentos de ese peodo que confirmen un préstamo
linístico con esta orientación en el español de Cuba.
Finalmente, tampoco podemos establecer con toda exactitud cuándo se incorpora la
palabra guagua al léxico del espol hablado en Cuba, pero sí que nunca, previa ni
posteriormente al registro de Pichardo, se incorporó con el sentido recto que tiene en
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quechua. En esa lengua tampoco se ha detectado que se le atribuyan a wawa los sentidos
que tiene en Cuba y no hay evidencias de un empleo semejante en regiones con influencia
linística quechua.
En resumen, es poco probable la entrada de wawa como guagua al xico del español
hablado en Cuba en el siglo XIX, cuando ya no es necesario incorporar un préstamo, sobre
todo con un sentido desconocido en el vocablo de la lengua fuente con el que no se relaciona
senticamente en sentido recto ni figurado. Pichardo debe de haber notado la
incongruencia y, sin embargo, da voz indígena como su primera nota de informacn
etimológica para las tres acepciones y la mantiene en ese orden incluso después de indicar
la segunda propuesta etimológica. Esta última, indicada al final de la tercera acepcn
(especie de coche u ómnibus), se basa únicamente en una breve mención del autor sobre la
posibilidad de que, en vez de indígena, sea inglesa la lengua fuente, nuevamente sin ofrecer
el significado del étimo declarado: «o quizá por la Inglesa Wagon».
Dada la insuficiente información etimológica o genética, no es posible demostrar
desde el artículo guagua que la ordenación de las acepciones se corresponde con la
evolución de la fuente etimológica en ings. Sin embargo, la exploración del contexto de la
época permite hallar una base real para la asimilación de wagon como préstamo lingüístico
en las transformaciones socio-ecomicas que ocurrían no solo en Cuba, sino en el mundo
durante ese período del siglo XIX, motivadas por la revolución industrial, específicamente
en el área del comercio y el transporte.
El hecho de introducir su duda etimológica luego de trece os de publicado el
arculo, apunta a la reflexn metalingüística y a la honestidad intelectual del estudioso de
la lengua hablada en Cuba, pues su propósito es reflejar datos auténticos. Por otra parte,
revela su conocimiento del significado de wagon, también un medio de transporte en su
sentido recto en ings y, finalmente, muestra la aceptación de la evolución fonética del
préstamo desde esa lengua. No obstante, Pichardo sia esta propuesta etimológica en
última instancia y la limita solo a la tercera acepción, indicando con ello que desestima su
papel en la formación de las dos acepciones ubicadas previamente, pese a la probabilidad de
que por su antigüedad sea la fuente etimológica de ambas.
Para Pichardo no puede ser ajeno que en Cuba se le llamaba guagua a este tipo de
vehículo por lo menos desde 1857. Tampoco puede ignorar que la consolidación del servicio
que presta la guagua en la isla es anterior a la palabra comodín de 1849, cuando registra
guagua por primera vez y a 1844, referente en el DPVC del huracán que disminuyó la plaga
de insectos llamados guaguas. Así se desprende de las afirmaciones de José Maa De la
Torre, un intelectual contemponeo de Pichardo, cuando expresa que los ómnibus «se
establecieron primero desde Regla a Guanabacoa en 1839 []» (De la Torre, 1857, p. 120).
Este autor, además, se refiere en dos ocasiones al tráfico de los referidos ómnibus y confirma
que «los vapores de Regla comienzan su incesante crucero de una banda a otra de la bahía,
así como las guaguas (ómnibus)» (1857, p. 174) y «a las diez se ven cruzar por las calzadas
del Cerro, de Jesús del Monte y de Marianao, las guaguas de los enamorados» (1857, p. 177).
En ese momento histórico, como consecuencia de la incidencia de la Revolución
industrial en el área del transporte, wagon se utiliza en ings americano para el transporte
de pasajeros por carretera (es un coche tirado por caballos) y en ings británico para el
transporte de carga por ferrocarril. En este caso, la tercera acepción de guagua en el DPVC
tiene una equivalencia con el sentido en el inglés americano. Esto solo ocurre en el español
de Cuba y no en el español de Espa donde wagon se está asimilando en otra direccn. La
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vaga propuesta etimológica de 1861-62 pudiera explicarse por las dudas de Pichardo ante
las dos especializaciones del término (ver subepígrafe 3.3 Proceso de asimilacn de wagon,
en España y en Cuba).
2.3 Marcación lexicográfica
La marcación lexicográfica puede orientar sobre el contenido del artículo en relacn
con los aspectos formales y cambios semánticos que se derivan de determinada acepción,
así como indicar usos y restricciones de tipo temporal, local, social, de registro o estilo.
Rodguez (2012, p. 148) sugiere atender la marcacn lexicográfica como reveladora de la
ideología que proyecta el autor con lo cual coincide Camacho (2015, p. 7), quien confirma
«la marcacn lexicográfica como un elemento del arculo lexicográfico que puede vehicular
ideología en su estudio sobre la identificación y funcionalidad de las marcas ideológicas
en la lexicografía de autor cubana.
Porto Dapena (2002, pp. 251-265) divide las marcas en tres grupos fundamentales:
marcas gramaticales, marcas de transicn semántica y marcas diasisteticas. Las últimas
comprenden las marcas diacnicas, diapicas, diastráticas, diafásicas y connotativas.
Al estudiar la marcación del artículo guagua en el DPVC se aprecia una única marca
gramatical, expresada en abreviatura (N. s. f.), que refiere la categorización de la palabra
como sustantivo y su subcategorización como sustantivo femenino. No se utilizan marcas de
transicn semántica ni marcas diasisteticas. En cambio, este tipo de información puede
deducirse a partir de varios enunciados explicativos que analizamos en las definiciones de
Pichardo los cuales pueden funcionar como marcas.
Se observa información sobre la transición semántica del vocablo en su primera
acepción hacia un sentido figurado en «hiso la aplicacion análoga de la voz al nuevo
animalillo» [sic] y en «por un estipendio tan barato que le ha merecido la aplicación de
aquella palabr, donde se infiere que se producen cambios senticos derivados de dicha
acepción anterior. Lo dudoso es que en esa relación de dependencia propuesta por
Pichardo, no se puede discernir en la primera acepción que él da como básica, el sentido
recto del que deberían surgir los sentidos figurados de las dos restantes. El referente
concreto es una incógnita.
También se indica informacn desde un plano diacrónico cuando se alude al grado de
uso en el momento actual como en «pero tan generalizada» donde se expresa el grado de
frecuencia, o a su antigüedad, en «introducida hace poco tiempo» se deduce un neologismo.
La información diatópica se refiere al mencionar ubicaciones geográficas como
«Departamento Occidental y la Haban [sic] que pueden sugerir la presencia de localismos.
Hay una orientación desde el punto de vista diafásico cuando se plantea «que todo el
mundo la us donde se implica un estilo lingüístico familiar o coloquial y se muestra
información diastrática cuando con «el vulgo del Departamento Occidental» se hace
referencia a un estrato popular de la comunidad lingüística y se indica un posible nivel de
lengua para el uso.
2.4 Modalización discursiva
Consideramos que el posicionamiento del emisor frente al texto y al destinatario en
este arculo se manifiestan a través de los diferentes tipos de modalización discursiva
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aplicados. Específicamente en el ordenamiento de las acepciones apreciamos que es
conformado por niveles descendentes a partir de la carga ideológica que imprimen las
modalidades discursivas utilizadas, entendidas según la propuesta ya apuntada de
Rodguez Barcia (2012, p. 149).
De este modo, la modalidad epistémica traza una gradación que va de certeza a
incerteza pues en la primera acepción el autor comienza por legitimar con
hiperbolizaciones lo que el lector debe considerar cierto en la definicn en cuanto al origen
de la palabra y su uso («tan generalizada», «todo el mundo la usa», «aplindola a cualquier
cos). Refuerza la orientación del lector en ese sentido al establecer en la primera acepción
un nexo con frases precedentes, a todas luces conocidas y empleadas por la comunidad
linística antes se decía de Guaguanche, de gorra»). Seguidamente, introduce algún tipo
de duda en la segunda acepción quipor ese motivo») y en la tercera («quizá por la
Inglesa Wagon»).
El mismo patrón reductor es observable al contrastar el empleo de recursos de
modalización discursiva deóntica (valorativa o apreciativa) en las acepciones. En la primera
de ellas, Pichardo inserta la expresión en grado superlativo de un adjetivo («en precio
baratísimo»), el uso de un adverbio terminado en -mente («absolutamente») y el
determinante ponderativo tan (en «tan generalizada) mientras que en la tercera acepcn el
mismo determinante tan barato») puede indicar un valor depreciativo, pues se asocia al
sustantivo suburbio que estimamos tiene valor de marca ideológica como igual la tiene el
sustantivo vulgo en la segunda acepción.
Los sustantivos suburbio y vulgo indican una modalizacn volitiva, pues pueden
sugerir al lector-receptor que no es aconsejable el uso del vocablo. Respecto al «vulgo del
Departamento Occidental» mencionado en la segunda acepción, se comprende que con
vulgo Pichardo se está refiriendo al estrato social donde él supone se origi el nuevo
significado de la voz guagua. A la par, se evidencia su propósito crítico con el cual censura el
uso de la acepcn e indica al lector del diccionario lo inapropiado de su empleo en
«determinados contextos comunicacionaleinducido como ha argumentado Socas (2015,
p. 92), probablemente por «el temor a la extensión de algunos usos lingüísticos populares»
que sospechamos se produce de manera semejante en la frase «para viajar a los suburbios»
de la tercera acepcn.
Exponer la dirección del viaje que se realiza en la guagua por una parte revela
aspectos situacionales de la realidad descrita porque los suburbios están fundamentalmente
en la periferia de La Habana, donde se halla un circuito mercantil concurrido que
comprende los almacenes y mercados del puerto. Por otra parte, igualmente manifiesta un
contenido implícito en cuanto a la ideología social del autor si recordamos que en los
suburbios citadinos vive una poblacn creciente de trabajadores asalariados y si tenemos
en cuenta que Pichardo asocia suburbios a gentualla en otra entrada del diccionario.
Indio Bravo (Bravío) dicen al alzado que anda por los campos cometiendo excesos. En otros
parajes de Tierradentro suelen también aplicarle a la gentualla de las orillas o suburbios,
pobres []. (1849, p. 128).
Camacho (2015, p. 84) ha identificado a Pichardo como «el diccionarista que dio uso
más frecuente» a la palabra gentualla para referirse a las capas más humildes de la
población cubana acentuando el valor despectivo lo cual esen correspondencia con su
posición de clase. El sustantivo suburbio, conectado a gentualla (a través de gente de color
criolla, los negros y los pobres) en el universo lingüístico de Pichardo, es valorativo, revela un
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contenido ideológico y enuncia una marca de ideología social pues «se expresa en relación
con los individuos en su condicn de miembros de la socieda(2015, p. 75).
Asimismo, es esta acepción la única donde el autor se permite hacer al usuario del
diccionario un comentario valorativo directo de la realidad que describe («viajar a los
suburbios por un estipendio tan barato que le ha merecido la aplicacn de aquella palabr)
a pesar de que la gratuidad y el bajo precio o esfuerzo, son una característica común para
todas las acepciones.
Con este mensaje (la definición lexicográfica) hay un reforzamiento sutil del
distanciamiento cultural y social entre el emisor (el diccionarista que representa la clase
social dominante) y lo referido la especie de coche u ómnibus para viajar a los
suburbios»). Igualmente, se apunta a la proximidad entre el emisor y el receptor (lector o
usuario del diccionario) de quien se espera comparta la misma reacción ante la realidad con
la que evaluan y valorarán de acuerdo con Camacho (2015, p. 88) «a ‘los otros desde
posiciones de poder axiológicamente negativas».
Otro modo de comprender el tipo de nculo emisor-receptor que establece Pichardo
en su discurso lexicogfico es aproximarnos a la profusn que se percibe en las
definiciones de participantes y de circunstancias explicadas (tiempo, lugar, instrumento,
cantidad, modo, finalidad y causa) que acompañan a las acciones o a los procesos descritos y
de comentarios impresionistas todos los cuales en diversos grados indican la presencia del
hombre y orientan los vínculos emisor-receptor que se establecen.
De ese modo, en la primera acepción observamos que el actante «todo el mundo» se
define con claridad como el sujeto humano que recibe una interpretación genérica, implica
diversidad pues se infieren tantos usos de la palabra guagua como individuos. Se humaniza
el nexo con el receptor-lector del diccionario al incluir situaciones que para la mayoría de
los individuos son agradables e implican aceptación como la obtención de gratuidades. De
esta manera, se comparten reacciones afectivas y se refuerzan estados emocionales
positivos a los que se contribuye con el uso de hirboles presentes en «barasimo» y
«absolutamente».
En la segunda acepción hay numerosos actantes, y aunque la mayoría gira alrededor
del principal de ellos, un insecto, para explicar el origen de la palabra, también es
presente, generalizado pero de modo explícito, el actante humano («el vulgo del
Departamento Occidental»). La implicacn del estrato social latente en «el vulgo» actúa
como una señal restrictiva para desestimular al lector sobre el uso de la palabra. Al evocar
un evento adverso, el autor expresa sus sentimientos usando imágenes extremas y
alarmantes que conforma utilizando palabras cargadas de sentidos negativos («una costra
blanca desde la raíz hasta el último retoño, despojándolos de frutos y hojas hasta secarlos, y
que sin hallarse remedio amenasaba su total destrucc) [sic] para acercarse
afectivamente al lector y lograr que se identifique con su perspectiva al narrar el suceso.
Facilita la orientación emocional que imprime Pichardo, el empleo tres veces de palabras
con el sufijo apreciativo -illo, -illa, que pueden referirse al nombre vulgar del insecto
(cochinilla) o a su tamaño reducido (insectillo, animalillo), pero, tambn, pueden indicar una
valoracn afectiva de desaprobación dada su accn destructiva.
En la tercera acepcn se reconoce lo impersonal, porque no se sala quién ha
aplicado al medio de transporte «aquella palabra» asociada a lo gratis o barato. Se prescinde
de mencionar a los seres humanos de modo directo y solo se percibe el componente
humano a tras del anclaje espacial expresado en «para viajar a los suburbios»; con esta
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referencia impcitamente se limita el agente de la acción referida a quienes viajan a tal lugar
que, como ya examinamos, tiene una connotación menospreciativa para Pichardo.
El orden que se fija a las acepciones analizadas refleja una gradacn reductora de los
contextos de uso y por extensión, de las comunidades lingüísticas vinculadas a ellos. Según
nuestra percepción, de este modo, el autor se distancia de la acepción más vinculada con las
masas populares, el medio de transporte. Además de ello, esta, al ser la acepcn s
antigua, se ubica en la posición final del artículo. Por otra parte, carece en su definición de
locación temporal, un aspecto resaltado en las acepciones anteriores y que resulta de gran
significatividad dado que la palabra está en uso primero que las demás. Tampoco se alude a
la cantidad de usuarios, un indicador que se utiliza en las acepciones precedentes, pese a
que el objeto designado lo usan personas pertenecientes a comunidades lingüísticas que
viajan en un medio de transporte barato que son, en general, las capas más numerosas de la
sociedad, es decir, las masas populares.
La estructuración del artículo guagua y el discurso expreso en sus componentes indica
que Pichardo acepta como posible que una palabra de dudoso origen ingena genere
nuevas denominaciones. Estas serían, incluso, de mayor complejidad como pueden ser una
UF y un objeto tecnológico, utilizadas en el discurso de todos los estratos sociales, pero no le
concede esa misma capacidad productiva a un posible préstamo lingüístico de la lengua
inglesa, que se habría asimilado desde los estratos populares a partir del medio de
transporte guagua (wagon en inglés).
Al efectuar un análisis crítico del discurso en las definiciones de guagua, utilizando las
herramientas metodológicas propuestas por Rodríguez, hemos podido profundizar en la
relación entre «el discurso lexicográfico y la sociedad, es decir, entre diccionario y sociedad»
(Rodríguez, 2012, p. 154) y descubrir la presencia de ideoloa en el tratamiento que
Pichardo da a la etimología desde su pertenencia a un grupo de dominacn social. En este
caso, el posicionamiento ideogico del autor en su diccionario se corresponde con el estrato
social al que pertenece y puede ser una de las causas por las que no reconozca la etimología
inglesa de guagua y, de este modo, su relevancia para la formación léxica y fraseológica de
las restantes acepciones.
3. Condiciones de produccn de guagua
Al entender que el discurso lexicográfico «comporta una dimensión ideológica
vinculada con las condiciones de producción en las cuales fue formulado» (Lauria, 2010, p.
22) estimamos que debemos remitirnos a factores más allá del contexto lexicográfico, tanto
subjetivos como objetivos, que pudieran haber hecho al autor decidir por la etimoloa
ingena y no por la inglesa como fuente primaria de guagua.
Orlandi (2000, p. 30) sostiene que las condiciones de producción «comprenden
fundamentalmente los sujetos y la situació. En sentido estricto las condiciones de
produccn incluyen las circunstancias de la enunciacn, esto es, el contexto inmediato
mientras que, en sentido amplio, abarcan el contexto socio-hisrico, ideológico.
Dentro de las condiciones de producción, identificamos tres que nos parecen
fundamentales tras el gesto ideogico de Pichardo en cuanto a la etimoloa. En sentido
estricto, se encuentran la posicn que adopta como lexicógrafo ante la actitud de la Real
Academia Española hacia los extranjerismos, así como su propuesta para la normalizacn
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ortográfica de las voces indígenas. En sentido amplio puede estar la circunstancia de estar la
palabra wagon aún en proceso de asimilación, tanto en Cuba como en España.
3.1 Postura de Pichardo en cuanto a la actitud de la Real Academia Española hacia
los extranjerismos
El Diccionario de la Lengua Castellana era el modelo estándar de la época para los
hispanófonos y Pichardo lo to como referente para su obra, sen haan sus
contemponeos, los lexigrafos extraacadémicos. Sin embargo, pese a producirse en un
territorio colonial el primer diccionario regional de Hispanoamérica es independiente del
DLC y no está sujeto a las imposiciones de la Real Academia Española (RAE) para mantener
la pureza de la norma del castellano madrileño. En el siglo XIX la RAE, en su representación
del Reino de España como potencia colonizadora y potencia linística, sistemáticamente
aplica en su diccionario poticas de omisión a los extranjerismos considerados primitivos y,
a lo sumo, admite su subordinación si los considera fuente de competencia imperialista
como el francés y el inglés. La postura de la Academia es prescindir
de los reparos que se han opuesto al suyo por no hallarse en él algunos arculos de voces
extrangeras como mutualmente [] Adoptar artículos de esta especie sería no enriquecer sino
manchar el Diccionario, y profanar el carácter del noble y magestuoso idioma de Castilla [sic]
(DLC, 1832, Plogo).
En contraste, Pichardo muestra una actitud insumisa al no rechazar la inclusión de
nuevos nombres surgidos en Cuba para nombrar la realidad, sea cual fuera su origen. De
este modo, incorpo en su repertorio elementos novedosos que el diccionario
metropolitano no tenía, como las referencias etimológicas y numerosos extranjerismos. La
tendencia aperturista de Pichardo lo condujo a dar entrada en su diccionario no solo a un
gran mero de voces ingenas, sino tambn a extranjerismos del frans y el inglés, así
como africanos.
Nuestra revisión de la 1.ª ed. del DPVC (1836) y su comparacn con el DLC (1832)
demuestra que Pichardo es el primero en registrar lexicográficamente, al menos en
Hispanoamérica y España, veinte gentilicios africanos de las etnias esclavizadas en Cuba,
aunque sin nota etimológica. Algunas de sus definiciones muestran, incluso, unidades
fraseológicas que los portan, un indicativo de la fijación que dichas voces habían alcanzado
ya en la lengua de los cubanos. En ese mismo año, aparecen en el DPVC once unidades
léxicas donde se indica que son «voces cubanizada, término que las señala como de origen
extranjero, aunque sin indicaciones más específicas. Ya en la segunda edicn, se expone su
origen francés y se proporciona la palabra base.
En referencia a los préstamos del inglés, el DPVC en 1836 menciona unos pocos
aspectos del contacto cultural con Inglaterra y los Estados-Unidos Anglo-americanos, pero,
aparentemente, no registra voces provenientes de la lengua inglesa. Esto es incongruente
con el fuerte respaldo económico que la difusn de esta lengua experimentó en Cuba, como
sostiene Valdés (2001, p. 97), dada «la activa penetración del capital estadounidense en
Cuba desde principios del siglo XIX, seguida de cerca por los capitales inglés y canadiense».
El pobre reflejo lexicográfico de préstamos lingüísticos de la lengua inglesa en esa
edicn del DPVC es, de igual modo, sorprendente considerando la presencia, desde finales
del siglo XVIII, de una comunidad anglohablante en Cuba conformada por numerosos
norteamericanos que invirtieron en la esclavitud, ya fuera al suministrar los recursos que
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sustentaban al régimen esclavista cubano, al participar de la trata negrera o al ser ellos
mismos dueños de esclavos africanos en la isla (Chambers, 2013). No obstante, hemos
hallado, en esa primera edicn, palabras provenientes del ings que estaban asimiladas en
Cuba en ese momento y no presentan nota de etimología. A continuación, se muestran dos
ejemplos:
. Interjecion vulgar de admiración, reconvencion ó burla usada en Cuba [sic] (1836, p. 178).
DRIL. N. s. m. Tela de hilo y también de algodón, blanca regularmente, muy tupida y fuerte,
usada generalmente para pantalones (1836, p. 96).
El contexto hisrico sugiere que la ausencia de s voces provenientes del inglés en
el diccionario y de la correspondiente información etimológica puede deberse a que todaa
la lengua inglesa no tiene el grado de influencia alcanzado s tarde sobre el español de
Cuba. Este hecho se refleja en el diccionario a partir de la 2.ª edición (1849), cuando ya
numerosos factores sociales y económicos han llevado a un mayor contacto de los cubanos
con esa lengua extranjera y el repertorio del DPVC incluye voces provenientes del inglés con
indicaciones de etimoloa como «derivado del inglés», «palabra tomada del inglés», «del
inglés», «tomado del inglé, entre otras.
En el caso de «», por ejemplo, en las restantes ediciones varió su graa a «meh»,
una construccn inusual en el español de Cuba que sí está presente en la palabra de origen
inglés meh, una interjección utilizada en esa lengua para demostrar que no se está
interesado en algo o alguien, o que no se les da importancia, según el Cambridge Advanced
Learner´s Dictionary de 2013. La semejanza con uno de los sentidos de la voz usada en Cuba
sugiere una posible asimilación del inglés, pero Pichardo nunca le colocó nota de etimología
como hizo con otras voces de la lengua inglesa, quizás porque desconociera este probable
origen.
«Dritampoco recibindicacn etimogica en las ediciones siguientes de 1849 y
1861-62, y, en 1875, Pichardo incluso llega a retirar la voz del DPVC. En cambio, casi medio
siglo más tarde del primer registro lexicográfico de dril por Pichardo, el Diccionario de la
Lengua Castellana admite esa voz del xico coloquial cubano en el xico general del
español y lo agrega a su corpus en 1884 con información etimológica, pero sin localización
geográfica.
Dril (Del ings drill.) m. Cierta tela de hilo. (DLC, 1884, p. 401).
En la edicn más reciente del Diccionario de la Lengua Española se mantiene dril:
Del ingl. drill. 1. m. Tela fuerte de hilo o de algon crudos.
Las acciones de Pichardo sugieren que este le haa dado a la «voz cuban «dri su
primer registro lexicográfico sin saber a ciencia cierta que estaba en presencia de un
préstamo de la lengua inglesa. No es absurdo concebir que con la tercera acepción de
guagua haya ocurrido de manera similar, al menos inicialmente en su primer registro
(1849) cuando aparece bajo la nota etimológica «voz indígena». Ya en la edición de 1861-
1862, Pichardo le adosa la posibilidad etimogica del origen ings la cual entra en
contradicción con el origen indígena propuesto anteriormente. Pese al tono dubitativo, la
nueva posibilidad etimogica no puede omitirse porque la realidad es que wagon y la
tercera acepción de guagua son equivalentes en sus sentidos rectos. Ambos designan a un
mismo medio de transporte en Estados Unidos y Cuba respectivamente.
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En la 2.ª ed. (1849) donde aparece por primera vez guagua, solo con indicación de
etimoloa ingena para las tres acepciones, se registran diecisiete voces que han
experimentado adaptaciones fonéticas y ortográficas, con notas etimogicas redactadas de
distintas maneras, en las cuales se indica su procedencia del inglés con su palabra base
correspondiente. Un gran número de ellas se asocia con el comercio de esclavos africanos.
En la voz guari-guari (1849, p. 116), cuando expresa «Del Ingles to Word?» [sic] se aprecia la
misma duda etimológica que aparece en la tercera acepción de guagua en 1861-1862
respecto a su derivación de la lengua inglesa.
No consideramos que la reserva de Pichardo hacia la etimoloa inglesa de guagua
pueda deberse a una aprehensión purista y casticista contra los extranjerismos, similar a la
que la RAE sostea con matices en el siglo XIX, puesto que desde la 1.ª edición de su
diccionario, el autor del DPVC ha ido dando registro lexicográfico y, de diversas maneras
tambn tratamiento etimológico, a voces provenientes del francés y de las lenguas
africanas. Esta es una actitud que se distingue de la adoptada por la corporacn. De la 2.ª
ed. en lo adelante, Pichardo introduce sin inconvenientes palabras a las que atribuye un
origen ings.
En conclusión, la incertidumbre de Pichardo respecto al origen inglés de guagua
puede haber estado afectada por la duda en cuanto a la lengua de origen de la voz y no por
su subordinación a la actitud y dictados autoritarios de la Real Academia Espola hacia los
extranjerismos. Esto último parece poco probable en Pichardo en tanto su discurso
lexicográfico se orienta a la aceptación de las peculiaridades del contexto cultural, político y
económico de Cuba, donde las situaciones de contacto lingüístico y la correspondiente
asimilación de préstamos son inevitables.
3.2 Propuesta de normalización ortográfica de las voces indígenas
Sobre «la utilidad de la etimología de las voces para la normalizacn ortogfic,
Fajardo ha comprobado que resulta «un aspecto que ha interesado poco a los lexigrafos
americanos», con excepcn de Pichardo. Su obra, «precursora de los diccionarios
nacionales de América», «presta una atención especial a las voces indígenas» con el fin
explícito de «establecer la etimología para fijar la ortogra (2019, p. 65).
Ya desde 1823, el lingüista venezolano Andrés Bello y el escritor colombiano Juan
Gara del Río habían publicado en Londres una propuesta de reformas ortográficas del
español en América, la cual marca cierta oposición a las normas de la RAE y cobra mayor
fuerza luego del establecimiento de las repúblicas. Esencialmente, consideraban que, en la
ortografía del español americano, debía primar el criterio de pronunciación de las voces
antes que el etimológico, seguido por la Real Academia Española. Sin embargo, los
estudiosos no abordaron la cuestión de la transcripción gráfica en español de las voces
ingenas. Es Pichardo el primero en reclamar ser fieles a las voces originales, en este caso,
como se usan en el territorio cubano. Su propuesta, al no tener las lenguas aruacas escritura
propia, es que el reflejo ortográfico se base en la pronunciacn, considerando que esta
coincide con su etimología.
A, la preocupacn por corregir «la ortografía y prosodia de las vozes indígenas» [sic]
(1849, p. VIII) aparece en la 1.ª edicn al abordar Pichardo la oposición de h/j, ll/y y v/b
(1836, p. 4). Su alerta avanza a un nivel superior en la 2.ª edicn al atribuir a un origen
etimológico desacertado las incorrecciones ortográficas de las voces aborígenes; llega a
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afirmar que «la maa de castellanizar algunas voces indíjenas, buscando falsas etimologías»
[sic] es elnero de corrupcn más chocante (Pichardo, 1849, p. VIII) con lo cual se opone a
la imposición del español como lengua dominante. En las ediciones posteriores del DPVC
llega a convertir la ortograa de las voces indígenas en una cuestión normativa donde
reclama autoridad (Pichardo, 1861, p. XII), dado su conocimiento del tema.
Sobre esta base se le reconoce el ajustarse al origen real de las voces indígenas,
Pichardo ha criticado en el prólogo del DPVC, alrededor de la sílaba /gua/ (que vemos está
presente en guagua, por ejemplo), las transformaciones ortográficas que «plumas docta
han hecho a diversas palabras llegando a cambiar incluso su pronunciación en lengua
aborigen:
La sílaba guá, común no solamente al Nuevo, sino al Antiguo Mundo, fué escrita diversamente
en varias voces con las letras oa, ua, hua, oua: GOANIN, unos; HUANIQUÍ, otros; OUANDÚ,
aquellos; ¡hasta el nombre haitiano de nuestra GUACAMAYA se ha escrito Huacamaya! ... ¡hasta
nuestro GUAO se convirtió en GOAO por plumas doctas, que olvidaron el compromiso en que
se ponían de ser consecuentes en el compuesto GUAGUAO! … (1849, p. VII)
Tal reclamo dignifica la huella de las lenguas aborígenes en la cultura y la lengua de los
cubanos. Por otra parte, indica que se ha producido la incorporación de algunas voces
auctonas a la lengua oficial en el plano léxico y se propone su aceptacn igualmente en el
fonológico pues el autor, como hemos mencionado, deja explícito en la 2.ª edición que se
opone a su castellanización. La percepción de Pichardo sobre este último proceso
sociolingüístico en curso es que la lengua auctona se debe proteger de la corrupción
linística que, en este caso, proviene de la influencia de la lengua dominante.
Notemos el empleo de la ironía como recurso de desacreditacn de quienes se
consideran autoridades de la lengua española («plumas doctas») cuando les achaca cometer
errores por modificación fonética y por el uso de procedimientos variables para la
transcripción de las voces al español. Desde el prólogo de la 3.ª edición, retoma la
convocatoria a que las voces indígenas «se escriban y pronuncien con propiedad, a cuyo fin
debemos contribuir de modo que en lo sucesivo no se repare tanta divergencia y tantos
errores; pues han legado muchos al estremo de querer españolizar riculamente algunas
[ [sic] (Pichardo, 1861, p. XII).
El autor, lejos de condenar el xico indígena como fuente contaminadora de la lengua
española, da por sentado que la presencia de esas palabras en la lengua de los cubanos es
legítima y que su visibilización es necesaria. Este posicionamiento contrasta con las
regulaciones político-linísticas de la RAE para el ingreso de voces americanas a la lengua.
En esencia, Pichardo se opone a la transformación de las voces indígenas debido a un exceso
purista de corrección de la lengua materna. De esta forma, utiliza su posicn de poder como
lexicógrafo para llevar a cabo un ejercicio de concientizacn de la comunidad lingüística,
acerndola hacia sí, un representante de la élite letrada, y marcando con «debemos» la
implicación personal de quien lee.
Para nuestro análisis sobre las decisiones etimológicas de Pichardo en el artículo
guagua resultan interesantes las deficiencias en la pronunciación de palabras del español
patrimonial que refiere el autor en el prólogo: «Mientras que la prosodia vulgar convencia
su naturalidad y facilidad en la misma patria de esos escritores, donde todavía se oye güeso,
güevo, ero, etc., por hueso, huevo, huero» [sic] (Pichardo, 1849, p. VIII).
Estas modificaciones de pronunciación, que Pichardo critica, ocurren por el
mecanismo de asimilacn fonética que se produce con frecuencia en espol, llamado
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velarización. La «españolización ricula» de las palabras indígenas consistia en asumir
que aquellas voces con «la sílaba guá», habían experimentado la velarización que sucede en
español en las sílabas que comienzan con los diptongos crecientes /we/ y /wa/, y por eso se
escribian y pronunciarían «correctamente» con «las letras oa, ua, hua, oua», de ahí el
ejemplo que proporciona Pichardo con «guacamayy «huacamaya».
Una intica actitud de protección del legado lingüístico indígena y no la condena a los
extranjerismos, parece ser la que guía a Pichardo al criticar la «varia y extraña ortografía»
que causa una representacn defectuosa de la pronunciación de las palabras aborígenes, en
este caso, desde la interferencia con la lengua inglesa. Pichardo plantea que esto ocurre al
sustituirse la sílaba aborigen /gua/ «por la W valona» (Pichardo, 1849, p. VII) e ilustra con
Guajai, el nombre aborigen de un poblado próximo a La Habana, que ha pasado a Wajai. El
pasaje apunta a la penetracn de la lengua inglesa entre la comunidad lingüística y a los
cambios en grafía que está produciendo en el español de Cuba:
¿Y por qué admirarse cuando la W valona con que los Ingleses espresan el gua ha venido
también á titular un pueblo próximo á la Habana, como si fuese de origen Sajón? ¿quién no
escribe Wajai? [] si el efecto de la pronunciación pronta y natural de aquellas letra es gua, ¿a
q tan varia y estra ortografía? [sic]. (Pichardo, 1849, p. VIII)
En el caso de guagua, nuestra hitesis es que ha ocurrido al res de la propuesta de
Pichardo y en la palabra extranjera wagon /'wægɘn/se ha sustituido la primera sílaba
/'/ por la laba /gwa/, en un proceso de asimilación fotica no relacionado con la
«corrupc desde el español de las voces aborígenes, sino con la «corrupc o
modificación fonética de una voz inglesa a partir de la velarización propia del español que
fue señalada por el autor como presente en «güeso, evo, ero, etc., por hueso, huevo,
huer. El cambio desde la grafía se produce cuando los cubanos sustituyen «la W valona»
por «la laba guá». Podemos considerar como probable que el cambio fonético que se
produce en /gɘn/, la segunda sílaba en ings, haya ocurrido al acomodar la pronunciación
de este segmento de lengua a la del anterior, para así emplear menor energía articulatoria.
La ortografía extranjera se ajustaría igualmente a la del español en correspondencia con la
nueva pronunciación alcanzada en Cuba.
Una aceptacn rotunda de la lengua inglesa como fuente implicaría que Pichardo,
quien no es un filogo, haba podido explicarse los cambios ortográficos y foticos
necesarios para llegar del ings wagon al español de Cuba guagua, un proceso que resulta
controversial y diverso incluso para investigadores del siglo XXI, quienes tambn valoran
otras hipótesis etimológicas para la guagua cubana. En vez de eso, el reconocimiento de
Pichardo sobre otra posible etimoloa llega solo hasta «o quis del inglés Wagon».
Además, la existencia del homónimo quechua wawa, que contiene el morfema -gua tan
extendido en las voces aruacas usadas en Cuba, es una opción que puede resultar tentadora
para explicar el origen de las tres acepciones de guagua en el DPVC, a pesar de que estas no
guarden semejanza semántica con la wawa quechua.
Por estas razones consideramos que el apego a su propuesta de normalización de la
ortografía de las voces indígenas puede haber llevado a Pichardo a sostener que guagua
/'gwagwa/, la palabra con presencia de «la laba guá», es de origen indígena, y no admitir
con toda certeza el origen inglés de guagua a partir de wagon /'wægɘn/.
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3.3 Proceso de asimilación de wagon en Espa y en Cuba
El tercer elemento que proponemos considerar para explicar las reservas
etimológicas de Pichardo sobre la procedencia de guagua de la lengua inglesa, tiene un
carácter más objetivo. Parte de tener en cuenta la incidencia de los procesos sociales en el
espacio del lenguaje y sus repercusiones. La nueva reflexión proviene del hecho de que
durante el período histórico en que se publican las tres primeras ediciones de su
diccionario, wagon se hallaba en pleno proceso de asimilacn en Espa y en Cuba.
Si se tiene en cuenta la estrecha y cercana relación comercial de la isla con los
comerciantes del Reino Unido y de los Estados Unidos, los flujos migratorios interregionales
de cubanos y norteamericanos, y los viajes por negocios o turismo, no será sorpresa
verificar que al español de Cuba se hayan incorporado numerosos anglicismos primero que
al español peninsular, que no fueron asimilados por este, o que fueron asimilados por otras
vías. La evolución de wagon a guagua apunta al desarrollo que tuvo el español de Cuba de
manera independiente al español peninsular.
No es ocioso recordar que vagón procede del inglés waggon o wagon ‘carro’, palabra
entrada al territorio espol por medio del frans wagon. En dicha lengua, según el
Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (DCECH) de Corominas y Pascual
(1991), la voz «se documenta a fines del siglo XVIII con el sentido de vagoneta para el
transporte de carbón’» (cit. por Murias, 2002, p. 215) y desde 1826 adquiere el sentido
ferroviario «voiture de chemin de fer», como avala el Centre Nacional de Ressources
Textuales et Lexicalles. Esta misma acepcn se usa en el habla y la lengua escrita en España
desde fines de la cada del cuarenta (CORDE), pero es solo en 1869 que la Academia
Española registra vagon, sin acento, como «vehículo de transporte en los ferrocarriles.
Dícese principalmente de los carros ó departamentos para las mercancías» (Real Academia
Española, 1869, p. 778).
Al parecer, sucede con la fecha de los registros de «vagóen España lo mismo que
sen Morera pudo haber sucedido en Cuba con «guagu: no necesariamente su
asentamiento lexicográfico constituye «su partida de nacimiento, pues, de sobra sabido es
que las palabras populares alientan en la realidad concreta del hablar mucho antes de que
se generalicen y de que los escrúpulos puristas les permitan pasar a la lengua escrita»
(Morera, 2018).
La asimilación en España del anglicismo wagon a través del francés, implica que al
hispanizarse tampoco en ese territorio mantuvo su forma original, sino que se transformó
en vagón por adoptar los patrones de acentuación y pronunciación del frans, presentes en
vagon /vaɡɔ /. Notamos que la posición de la sílaba nica en la guagua /'gwagwa/ cubana
es llana en semejanza con la pronunciación inglesa de wagon /'wægɘn/ a diferencia de
wagon, o vagon en espol peninsular, que al ser asimilado desde el frans, se pronuncia
como palabra aguda.
A se comprende que al detectar Vázquez la aparición de la voz vagon en la prensa
escrita española de 1847 (2014, p. 229), llame su atención «la aparición casi simultánea de
distintos tipos de anglicismos procedentes de la misma voz ingles (Vázquez, 2014, p.
231), entre ellos, wagon, un anglicismo crudo y vagon, ya asimilado a la lengua española.
Aunque en alguna de las ediciones del DRAE anteriores a 1869, aparecían con «la misma
grafía con que se encontraron en prensa: vagon, wagon», es en la edición de ese año donde
el DRAE registra por primera vez los dos anglicismos, registrando una de las variaciones
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ortográficas presentes durante la adaptación gradual del préstamo al español e incluyendo
un cambio en la grafía: wagon a van (Vázquez, 2014, p. 238). De este modo, «la entrada de
wagon redireccionaba a van, que era definido como voz autóctona, sin hacer referencia a
su origen inglés. En la edicn de 1884 aparec como anglicismo» (Vázquez, 2014, p.
237).
El comportamiento lingüístico de los anglicismos del siglo XIX en la variante del
español de Cuba se examina en un muestreo aleatorio de los periódicos santiagueros
publicados desde 1805 hasta 1902 (Naranjo, 2017). Uno de los aspectos observados para la
descripción del comportamiento de los anglicismos, fue el grado de adaptación del
anglicismo al sistema lingüístico de la variante del español de Cuba. Ellos fueron
extranjerismos en transferencia, extranjerismo o préstamo en asimilación y préstamo
asimilado maduro.
El autor de la investigación analizada, identifica como un préstamo adaptado maduro
el vocablo wagon, e indica que pudo observar en el extenso estudio diacrónico «estadios
previos a su completa adaptación al español y su difícil transición (que pudo ser fonética /
ortográfica / morfológica / semántica)» y transcurrir en la secuencia wagon < wagons <
vagones < guagua (Naranjo, 2017, p. 107). Concordamos con el esquema de transicn, pero
no exactamente con la secuencia.
Muy probablemente la asimilacn de wagon se hace en Cuba a través de la variante
del inglés de los Estados Unidos. En ese país la industria de los vehículos tirados por
caballos se considera la primera industria del transporte. El gran desarrollo alcanzado por
esta desde el peodo colonial hasta mediados del siglo XIX posibilitó que los
estadounidenses hicieran uso de una gran variedad de vehículos fabricados en su territorio,
entre ellos el denominado wagon.
Esta especie de carreta, grande y pesada de cuatro ruedas se emploriginalmente
para transportar cargas por carretera. En el Reino Unido, tales wagons se usaban para
trasladar mercancías pesadas en zonas rurales y solo ocasionalmente transportaban
personas sin recursos para viajar s pido. Todo muy diferente de lo que sucedía en los
Estados Unidos donde desde el siglo XVIII se comenzaron a emplear carretas (wagons)
rudimentarias para transportar pasajeros entre ciudades y pueblos, primero dentro de
Nueva Inglaterra en 1744, y entre Nueva York y Filadelfia en 1756. Su fabricacn tuvo un
desarrollo y variedad considerables luego de la independencia de ese país, ya en pleno
desarrollo de su Revolución del transporte durante el siglo XIX. Cuando en 1828 el servicio
de transporte blico urbano se introduce en Nueva York, los ómnibus eran así mismo «un
wagon, con capacidad para llevar sentados de 20 a 30 pasajeros y eran tirados por un
caballo o mula o dos de ellos» (Benzkofer y Grossman, 2013).
Durante la cada de 1830, una etapa de pleno desarrollo de los ómnibus en Europa y
Estados Unidos, se profundizaron las relaciones comerciales de la colonia española con el
país norteamericano. La importación de mercanas desde Estados Unidos se volvuna
regularidad y aumen en especial cuando, en 1830, Cuba se convirt en el mayor
productor de azúcar a nivel mundial. Entre finales del siglo XVIII e inicios del XIX, esto
incidió en el crecimiento demogfico de la ciudad, a fines de los años 20 del siglo XIX
contaba con una poblacn de alrededor de cien mil habitantes. También generó una
movilización ascendente de las cargas y las personas en la gestn comercial entre el área
citadina intramuros y sus circuitos mercantiles y portuarios en las áreas extramuros que
estimuló la necesidad de contar con un transporte público y dio lugar a la consolidacn de
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la transportación pública en la ciudad durante las primeras cuatro décadas del XIX.
La referida expansión comercial entre Cuba y Estados Unidos, que incluye una gran
capacidad de importación de la isla, sumada a la existencia de una industria del transporte
tirado por caballos tan productiva y cercana geográficamente, nos anima a advertir la
posibilidad de que se haya efectuado la importación de vehículos para el transporte blico
en Cuba desde Estados Unidos, aunque no hemos encontrado documentos que permitan
demostrar dicho argumento. Si, según el diccionario de Pichardo, hubo en Cuba «una casta
de caballería muy grande, pescuezilarga, que viene de los Estados-Unidos Anglo-
Americanos, apreciado por su lucimiento para tirar los quitrines» (Pichardo, 1836, p. 107),
no es de extrañar que del mismo modo se hubieran importado los medios de transporte tan
comunes en aquel ps.
De cualquier manera, existe un precedente de interés para esta investigación sen el
cual los quitrines, construidos originalmente «en Inglaterra y en los Estados Unidos», «hacía
os» que los fabricaban en La Habana y poan «competir con los de las mejores bricas
del extranjer (de la Torre, 1857, p. 120). Esto indica que la tecnología para implementar el
ómnibus (el medio de transporte denominado wagon) podría reproducirse en Cuba para el
transporte público en La Habana y no solo traerla de allende los mares.
Por tanto, es coherente asumir que la proximidad geogfica y comercial con los
vecinos de habla inglesa, junto a la necesidad de trasportar grandes masas de trabajadores
en una ciudad activísima comercialmente, pueden haber conducido a la introduccn por
diversas vías en La Habana de un objeto tecnológico abundante y diverso en los Estados
Unidos, a la asimilación por la comunidad sociolinística habanera del hecho cultural del
transporte de personas en wagons y también, «como los objetos viajan con sus
denominaciones» al decir de Vals Bernal et al. (2007, p. 40), al préstamo delrmino en su
variante del ings estadounidense con los consiguientes cambios fonéticos que hemos
detallado en un pasaje sobre su asimilación en el español de Cuba.
Las evidencias indican que ambos procesos asimilativos del préstamo wagon
transcurren en el área del transporte, aunque de diferentes modos. En España, se produce
primero en relación con el transporte por ferrocarril y en Cuba, en relación con el
transporte por carretera. Sucede así, pese a que en Cuba el ferrocarril surgió entre 1834 y
1838, construido por el estadounidense Richard Cruger (Pérez, p. 72, cit. por Chambers,
2013, p. 247), antes que en los territorios latinoamericanos o incluso en Espa, en donde
se inauguró en 1848.
Aunque Pichardo no le da registro lexicogfico, «ferrocarril» aparece en varias
definiciones del DPVC a partir de 1849 mientras que en el DLC aparece solo en 1869 (Real
Academia Española, 1869, p. 357), de acuerdo con el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la
Lengua Española (NTLLE). Del mismo modo sucede con «tren». En 1836, Pichardo registra
el término «tren» en el DPVC, con las acepciones propias que tiene en la industria azucarera
cubana (1836, pp. 251-252), pero no aún en su sentido de «vehículo para el transporte
ferroviario». Esta última acepcn el autor la asienta en 1849 (año del primer registro de
guagua en el DPVC), adelantándose desde el diccionario colonial al diccionario
metropolitano, pues el DLC solo registra «tren» con dicho sentido en su 11.
a
ed. (Real
Academia Española, 1869, definición 3, p. 765). Vuelve a confirmarse la asimilación y uso
corriente, primero en Cuba que en la metrópoli, de una denominación que en este caso, se
volverá universal. De paso diremos que tampoco Bartlett en su Diccionario de
Americanismos había asentado «tre(train) en 1848.
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Como podrá advertirse en la definición de «tren», Pichardo no hace referencia a
wagon, ni da explicación alguna de la cual pueda inferirse el contacto con la palabra guagua.
Sin embargo, fijemos la atención en un detalle interesante, en el arculo tren se documenta
la diferencia entre carro y coche para el transporte por ferrocarril. Un tren es «El conjunto
de carros con su locomotor que corren unidos la línea del ferrocarril. Se llama Tren de
pasajeros si lleva coches para estos, y Tren de carga si solamente carros de ella » (1849, p.
221).
La información y su relación con guagua cobran un sentido más claro al revisar la 3.ª
ed. del DPVC en 1861, o en que el autor introduce la nota etimológica con la palabra
inglesa wagon para la tercera acepción de guagua (Pichardo, 1861, p.120). En esta edicn
Pichardo incorpora el artículo «coch. En la entrada, Pichardo explica en el arculo
«coche» que en Cuba respecto «a las novedades en los Ferro-carrile eran «casi
desconocidos los nombres de Wagones (…)» y se llamaban «Carros todos los destinados a
las cargas o conducciones que no son de pasageros; porque estos se llaman Coches» [sic]
(Pichardo, 1861, p. 54).
Nótese en el DPVC la grafía, aún sin normalizar en ese entonces por la Real Academia
para wagon, y la distincn entre las denominaciones de los vehículos para pasajeros
(coches) y para cargas (carros), así como el detalle de utilizar carro para los vagones de
carga por ferrocarril. Estos últimos se denominan railroad freight car en los Estados Unidos
hasta el presente. El término car se usa comúnmente en el inglés de Estados Unidos cuando
se hace referencia al contexto ferroviario. El término utilizado en el Reino Unido para
nombrar el mismo objeto es railway freight wagon. Por su cercanía, este tambn se
comen a usar en España, a tras del francés, como van de carga por ferrocarril.
En el siglo XIX, los estadounidenses emplean car para el transporte ferroviario en vez
de wagon, utilizado para el transporte de pasajeros por carretera. En Cuba se utiliza carro
para los vagones de carga por ferrocarril y guagua para un medio de transporteblico por
carretera, es decir, se asimilaron car y wagon con el mismo sentido que se usaban en los
Estados Unidos en esa época. Recordemos que el mercado de los Estados Unidos
suministraba a la colonia española «la maquinaria más moderna del momento, como
máquinas de vapor y material ferroviario que resultaban indispensables para el desarrollo
de la econoa isl (Moral, 2017, p. 36). Como muchos de los nuevos arculos eran
realidades nuevas sin equivalentes en la lengua materna, desde el punto de vista lingüístico
estaban dadas las condiciones para incorporarse al español de Cuba como préstamos del
inglés norteamericano.
Con esta explicacn puede entenderse mejor el desarrollo de la asimilación en los dos
territorios hispanófonos del anglicismo wagon por distintas vías y con sentidos diferentes.
Se confirma así además, la diferenciación que se está produciendo entre el español
peninsular y el de Cuba. Por último, se logra la articulacn del proceso de formación
linística de guagua con el componente social y se tienen en cuenta sucesos históricos
comprobados, lo cual no hemos hallado en las investigaciones consultadas alrededor de la
etimoloa del término.
4. Conclusiones
El análisis de la separacn de las acepciones, su ordenación y marcacn permit
caracterizar el artículo guagua desde el punto de vista lexicográfico y valorar la presencia de
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contenidos ideológicos, a como su posible implicación en las decisiones del redactor para
la estructuracn lexicográfica y la propuesta etimológica. Fue posible determinar que las
tres acepciones de guagua son sustantivas y de un estilo lingüístico coloquial, que forman
parte de áreas semánticas que se vinculan entre desde una perspectiva económica como
son el comercio, la fauna (asociada a una plaga agrícola) y el transporte, y que todas
comparten los atributos gratuidad y bajo precio o esfuerzo en su conceptualización. Dicha
caracterización apunta a la probabilidad de que la fuente de motivacn de guagua sean las
experiencias directas relacionadas con el contexto socioeconómico de Cuba en esa época y
no un préstamo lingüístico inmotivado a partir del quechua wawa (muchacho), con la cual
ninguna de las acepciones guarda relación semántica, directa ni indirecta, por lo que es
dudosa la etimoloa indígena de la voz tal y como propone Pichardo. La propuesta
etimológica de Pichardo «quizás de la inglesa Wagon» para la denominación cubana del
ómnibus parece acertada dada la existencia de fuertes nculos comerciales con los Estados
Unidos en esa época y la existencia en ese país de un medio de transporte por carretera
utilizado allí como ómnibus y denominado wagon en inglés, por lo que existe una
correspondencia literal entre wagon y guagua con ese sentido.
Pichardo no sugiere la lengua inglesa como fuente etimológica alternativa para la 3.ª
acepción de guagua desde la primera vez que registra la voz (1849), lo hace en la edición
siguiente (1861-1862), demostrando que no está seguro de su propuesta; pero que puede
ser posible. Esto se confirma al volver a analizar el contexto extralingüístico, el cual indica
que el ómnibus se introdujo y popularizó en la isla con la denominación guagua al menos
desde 1839. Sin embargo, Pichardo omite en la definición lexicográfica los anclajes
temporales que podan advertir sobre este dato. Al contrastar la información temporal
presente en las restantes acepciones con el contexto histórico, es posible establecer que la
acepción referida al medio de transporte es la s antigua, por tanto, tiene mayores
probabilidades de ser la fuente de las otras acepciones. Pichardo no tuvo en cuenta esta
perspectiva donde el préstamo, asimilado desde las masas populares, puede adquirir mayor
jerarquía y evolucionar en dos nuevas acepciones cuya motivación es simbólica.
Se identifican tres posibles causas que pueden incidir, combinadas o por separado,
para que Pichardo no reconozca la palabra inglesa wagon como fuente etimogica de la
guagua cubana y, de este modo, su relevancia para la formación léxica y fraseológica. Una de
ellas se determina al analizar los recursos de modalización discursiva (epistémica, deóntica,
volitiva y valorativa) presentes en el arculo que evidencian la toma de postura del autor
frente al texto y al destinatario. El distanciamiento cultural y social entre el emisor y lo
referido, el transporte popular guagua (ómnibus), puede ser el impedimento para
comprender que esta acepcn tiene la jerarquía lexicográfica más alta como fuente de las
restantes acepciones. El posicionamiento ideológico del autor se corresponde con el estrato
social al que pertenece. La segunda causa probable es su apego a la propuesta personal de
normalizacn ortográfica de las voces indígenas, un proceso en el que to la iniciativa
antes que la Real Academia Española y sobre el cual intentó movilizar la conciencia de la
comunidad lingüística cubana. Por último, se encuentra la posibilidad de una verdadera
duda linística puesto que wagon todaa está en esa época en su proceso de asimilacn al
español desde Cuba y desde España.
Se desecha como posible causa la sumisn de Pichardo a la potica de exclusión de la
RAE ante los extranjerismos, porque tal actitud es incongruente con el desempeño del autor
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al respecto a lo largo de las publicaciones del DPVC, en las cuales incluyó extranjerismos de
diversas fuentes, incluidas las africanas e indígenas.
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Fecha de recepción: 23/03/2022
Fecha de aceptación: 27/10/2022