La noción de complejidad en la traducción

 

The notion of complexity in translation

 

Khadidja Hannou

Université d’Alger 2, Argelia

 

 

Resumen

Aunque la traducción es un proceso que podría parecer simple a primera vista, se esconde tras él una operación cognitiva compleja, ya que requiere la interacción de diferentes procesos mentales —como la lectura, la codificación, la comprensión y la reformulación— que también requieren la activación de muchos mecanismos cognitivos; esto la convierte en un tema de estudio para muchos investigadores. En este sentido, debemos señalar la importancia de los estudios cognitivos de traducción, que dan lugar al estudio de su complejidad. Esto lo perciwilbimos en la explicación de Hurtado Albir (2011), quien subraya que toda instancia de traducción humana interlingüística constituye un triple evento, ya que supone la ejecución simultánea de un acto de comunicación, una operación textual y un proceso mental. A pesar de su inevitable coocurrencia, cada uno de estos aspectos puede abordarse analíticamente por separado. Desarrollamos en este artículo la noción de complejidad en la traducción a través el pensamiento de Edgar Morin, y repasamos las investigaciones cognitivas recientes en el campo de traducción.

 

Palabras clave: traducción, complejidad, modelos cognitivos, estrategias, técnicas de traducción

 

Abstract

Although translation is a process that might seem simple at first glance, it hides a complex cognitive operation since it requires the interaction of different processes, such as reading, coding, understanding and reformulation, all of which are mental processes They also require the activation of many cognitive mechanisms, and this is what makes it a subject of study for many researchers. In this sense, we must point out the importance of cognitive translation studies that lead to studying its complexity. We perceive all this in the explanation of Hurtado Albir (2011), who emphasizes that every instance of interlinguistic human translation constitutes a triple event, since it supposes the simultaneous execution of an act of communication, a textual operation and a mental process. Despite their inevitable co-occurrence, each of these aspects can be analytically addressed separately. In this article we develop the notion of complexity in translation through the thinking of Edgar Morin, going through recent cognitive research in the field of translation.

 

Keywords: translation, complexity, cognitive models, strategies, translation techniques


 

1. Introducción

 

La traducción es una actividad humana necesaria en todas las edades y en todas partes del mundo gracias a las comunicaciones entre grupos que hablan diferentes idiomas, ya sea en comunicaciones dialógicas o colectivas. Se trata de un proceso mental arduo, que requiere un gran esfuerzo y especial cualificación práctica y cultural, ya que trata superficialmente las estructuras y el vocabulario, pero penetra en los significados y lee los símbolos y las imágenes. Como la traducción es una actividad mental compleja que requiere de diferentes habilidades, es necesario establecer una serie de actividades que aborde desde el análisis de sus procedimientos y la teorización hasta la explicación de los procesos y mecanismos.

La traducción no es una práctica lineal que parte de un texto de origen (TO) para llegar a un texto de destino (TT). Si bien es cierto que la traducción es un proceso que a veces designa una actividad profesional, otras veces se refiere a un producto (el texto de destino), y otras, sobre todo, a una actividad mental binaria (Ladmiral, 1994) o de tres fases (Seleskovich y Lederer, 1984). Para Ladmiral, existe una primera fase de lectura-interpretación y una segunda fase de recreación-objetivo (Seleskovich y Lederer agregan a estas la fase de desverbalización, que distinguen como una segunda fase intermedia). Entre las dos fases del proceso de transferencia, existe por tanto un tertium quid, que pasa el mensaje del nivel verbo-lingüístico de la lengua de origen al nivel lógico-cognitivo de esta misma lengua. Este pasaje entre la primera y la segunda fase es considerado como un momento de gran tensión psicológica, donde el traductor pone en juego la alquimia mental de una delicada dialéctica memorial durante la cual debe, simultáneamente, olvidar los significantes de la lengua de origen, dejarlos de lado, y retener solo los significados o, más precisamente, el significado del mensaje, reencarnarlo en los significantes futuros de la lengua de llegada.

El proceso de traducción es una actividad intelectual compleja. Jensen (2000), en su estudio experimental The effects of time on cognitive processes and strategies in translation —basado en los modelos de Bereiter y Scardamalia (1987), conocidos como ‘conocimiento contable’ y ‘conocimiento transformador’, que sirven para decodificar procesos mentales relacionados con la producción unilingüe de textos—, intentó identificar una cierta cantidad de pistas que probablemente reflejaran los esfuerzos cognitivos del traductor.

 

2. La complejidad

 

Definir la complejidad nos lleva a pensar en el libro de Edgar Morin (2009), quien desarrolla este concepto desde varios ángulos. Según el autor, la idea de complejidad estaba mucho más diseminada en el vocabulario común que en el científico. Llevaba siempre una connotación de advertencia al entendimiento, una puesta en guardia contra la clarificación, la simplificación, la reducción demasiado rápida. De hecho, la complejidad tenía también delimitado su terreno, pero sin la palabra misma, en la filosofía: en un sentido, la dialéctica, y en el terreno lógico, la dialéctica hegeliana, eran su dominio, porque esa dialéctica introducía la contradicción y la transformación en el corazón de la identidad.

La pregunta que viene a la mente al oír esta palabra es ¿qué es la complejidad? No es nada fácil responder a esta pregunta, pero Edgar Morin nos ofrece una respuesta sencilla al decir (2009, p. 17):

 

A primera vista, es un fenómeno cuantitativo, una cantidad extrema de interacciones e interferencias entre un número muy grande de unidades. De hecho, todo sistema auto-organizador (viviente), hasta el más simple, combina un número muy grande de unidades, del orden del billón, ya sean moléculas en una célula, células en un organismo (más de diez billones de células en el cerebro humano, más de treinta billones en el organismo) (…)

Pero la complejidad no comprende solamente cantidades de unidades e interacciones que desafían nuestras posibilidades de cálculo; comprende también incertidumbres, indeterminaciones, fenómenos aleatorios. En un sentido, la complejidad siempre está relacionada con el azar.

 

Constatamos, por esta definición, que el hecho de delimitar este concepto requiere la interacción de muchos fenómenos que, por un lado, coinciden con la lógica y el azar y, por otro lado, suponen la coincidencia de la complejidad con el aspecto de incertidumbre, ya sea en los límites de nuestro entendimiento, ya sea inscrita en los fenómenos. Pero la complejidad no se reduce a la incertidumbre, sino que es la incertidumbre en el seno de los sistemas ricamente organizados. Tiene que ver con los sistemas semialeatorios cuyo orden es inseparable de los azares que incluyen. La complejidad está así relacionada, como acabamos de decir, a una cierta mezcla de orden y de desorden, mezcla íntima, a diferencia del orden-desorden estadístico, donde el orden (pobre y estático) reina a nivel de las grandes poblaciones y el desorden (pobre, por pura indeterminación) reina a nivel de las unidades elementales (Morin, 2009).

 

3. Complejidad y traducción

 

Después de más de una década de investigación, los estudiosos de las escuelas de traducción mostraron una tendencia a considerar las traducciones no ya como un hecho empírico (un texto concreto, definido por la cultura meta) sino más bien como un conjunto complejo de relaciones de traducibilidad en una situación dada. Los Estudios Descriptivos de Traducción de ese periodo (Holmes, 1972, 1978; Wilss, 1982; Toury, 1995) muestran, en cierta forma, cómo el texto traducido está inscrito en una cambiante red de intertextualidad y cómo los hechos de la traducción parecen ser más construidos que materiales.

Suele decirse que la traducción es un fenómeno complejo y heterogéneo. En realidad, más preciso es decir que la traducción es un conjunto de fenómenos de distinta naturaleza. Como tal, su conceptualización puede darse a diferentes niveles. Desde una perspectiva cultural, puede vérsela como una actividad mediadora entre los sistemas de valores propios de dos comunidades o grupos sociales; desde una perspectiva pragmática, constituye una forma de transacción de información entre dos o más personas; desde una perspectiva cognitiva, se trata de la actividad mental que ocurre dentro de un único individuo. Estos aspectos no son mutuamente excluyentes; por el contrario, operan en simultáneo durante cualquier acto traductor.

Otras concepciones panorámicas de la traductología, de hecho, ubican las investigaciones sobre la base cerebral de la traducción en el mismo grupo en que clasifican a los modelos mentalistas incorpóreos. Tal es el caso de la propuesta integradora de Hurtado Albir (2011), cuya visualización de la teoría traductológica consta de cinco enfoques: el lingüístico, el textual, el cognitivo, el comunicativo-sociocultural y el filosófico hermenéutico.

Cualquier estudio orientado a modelizar aspectos mentales de la traducción, más allá de la inclusión u omisión de datos neurológicos, formaría parte del enfoque cognitivo en esta clasificación. En palabras de la autora, la traducción «es el resultado de un proceso mental […] complejísimo, en el que intervienen múltiples operaciones cerebrales, y cuyos procesos básicos son la comprensión y la reexpresión» (Hurtado Albir, 2011, p. 37).

La complejidad de la traducción como objeto de estudio, entonces, se debe a que no comporta uno sino varios fenómenos que se entrecruzan a pesar de sus diferentes ontologías. Estos, además, pueden modelizarse por separado. Presentamos a continuación los estudios de teóricos que apoyan la idea de complejidad del proceso traductor según sus trabajos desarrollados en el campo de traducción.

 

4. La teoría de Seleskovitch y Lederer

 

Danica Seleskovitch y Marianne Lederer (1984) fueron las primeras en establecer una teoría fundada sobre bases puramente cognitivas, lo que imprime sus estudios de un aspecto complejo.

El Modelo Interpretativo (también conocido como Théorie du sens o Teoría del Sentido) tiene un triple mérito en la historia de la traductología. Se trata de uno de los primeros modelos en ofrecer un marco disciplinariamente autónomo, a diferencia de aquellos que importan aparatos descriptivos de otros campos científicos (como el de Nida, enraizado en la gramática generativa, o el de Bell, basado en la lingüística sistémico-funcional y la pragmática griceana). A su vez, fue pionero en caracterizar el proceso traductor con nociones puramente cognitivas (por ejemplo, el bagaje cognitivo, la memoria a corto plazo). Su teoría constituye también el puntapié inicial de los estudios de interpretación como subdisciplina por derecho propio dentro de la traductología (Adolfo García, 2012).

La complejidad de la cual hablamos reside en las tres fases del proceso traductivo propuestas por las dos autoras. En cuanto a la primera fase, la comprensión, es decir, la captación del sentido, esta no radica únicamente en la descodificación de las unidades lingüísticas del texto fuente, sino que supone la interacción de su semantismo con los complementos cognitivos del individuo. Estos abarcan el bagaje cognitivo (o sea, el conocimiento del mundo, almacenado en representaciones conceptuales extralingüísticas) y el contexto cognitivo (conformado por los saberes que se generan e incorporan en el decurso de la lectura o la audición de un texto). El bagaje cognitivo se corresponde con la memoria cognitiva a largo plazo; el contexto cognitivo, con la memoria inmediata o formal. Se nota, pues, que hay una interacción de muchos mecanismos que intervienen para captar el sentido, un sentido visto por muchos como un hecho transcendente de la cadena lingüística, pero donde no se percibe la complejidad que supone la captación de este sentido, de naturaleza no verbal, por parte de lectores de diferentes niveles; aquí está, pues, la complejidad de esta fase.

La segunda fase es la de desverbalización, resultado de la fase de comprensión y paso previo para la reexpresión. Como ya se apuntó, el sentido es de naturaleza no verbal y emerge al desverbalizarse cada cadena sonora o gráfica que constituye el estímulo por traducir. Como dichas cadenas se suceden a gran velocidad, los sentidos se captan y se descartan rápida y progresivamente, hecho que es muy complejo aunque no se note a primera vista. Se trata, a decir de Seleskovitch y Lederer, de un estado de consciencia transitorio, de un ‘querer decir’ exterior a la lengua. En resumidas palabras, las autoras llaman desvervalización al paso de las palabras concretas a un sentido no verbal, pero lo que escapa al entendimiento de los legos es el proceso cognitivo realizado por el lector general o el traductor para llegar a este sentido: esto es lo que definimos como complejidad.

Una vez que el traductor ha interpretado el estímulo verbal, comienza la fase de reexpresión. Esta consiste en reformular el sentido captado mediante los nuevos mecanismos lingüísticos posibles. Se parte, pues, de la voluntad de comunicar un sentido (el ‘querer decir’) a una audiencia determinada. Al igual que la fase de compresión, la de reexpresión involucra no solo el conocimiento lingüístico, sino también los saberes enciclopédicos y contextuales que conforman el bagaje cognitivo del traductor. La complejidad de esta fase se ubica en la interacción entre los conocimientos lingüísticos y extralingüísticos, que no se da de modo lineal: hay, por el contrario, vaivenes bidireccionales entre las formas lingüísticas que el traductor va produciendo y el bagaje cognitivo que sustenta su emisión. El resultado final de todo este proceso es la creación de una relación de equivalencia.

 

5. El modelo psicolingüístico de Kiraly

 

En la mayoría de sus trabajos dedicados a la traductología, Donald Kiraly (1995) se interesa por la didáctica de la traducción. Su objetivo es conceptualizar el aprendizaje y la enseñanza de esta disciplina. A tal efecto, el autor desarrolla en sus obras dos modelos complementarios: uno sociológico, que pretende representar la complejidad sociolingüística de la situación de la traducción, y otro cognitivo, que se interesa por las operaciones mentales realizadas por el traductor a la hora de traducir. Por una cuestión de pertinencia, en lo que sigue solo se considera el segundo, ya que es en este modelo donde percibimos la complejidad del acto traductivo.

Dos aspectos importantes diferencian al modelo de Kiraly de los otros. En primer lugar, se trata de un modelo disciplinariamente original, pues no se erige sobre modelos surgidos previamente en otras disciplinas. A su vez, constituye una propuesta empírica, pues se construye sobre la evidencia surgida en un estudio de caso. Se trata de un estudio para el que se reunieron dieciocho sujetos. Todos eran hablantes nativos de alemán y su primera lengua extranjera era el inglés. Nueve de ellos eran estudiantes de primer año de un traductorado en una universidad alemana; los nueve restantes eran traductores recibidos de esa misma carrera y ya habían acumulado cierta experiencia profesional. Para efectuar la recogida de datos, el autor empleó la técnica de protocolos de pensamiento en voz alta (Think-Aloud Protocols o TAP)[1]. Las introspecciones de los sujetos fueron grabadas para su posterior análisis. Los datos se complementaron con otros, provenientes de cuestionarios realizados a los sujetos y de dos evaluaciones de cada texto traducido.

 Kiraly se sirve de los datos obtenidos para modelizar distintos aspectos del proceso traductor. Los problemas a los que se enfrentaron los sujetos son de diferente índole (por ejemplo, el léxico, el fraseológico, el textual). Por lo tanto, parece sensato reconocer distintas unidades de traducción. Sin embargo, no toda unidad es problemática. Las que sí lo son pueden identificarse en virtud de la aplicación de alguna estrategia para resolverla, mientras que las que no resultan problemáticas se pueden reconocer como tales porque, al abordarlas, los traductores encuentran una solución traductora espontánea y no verbalizan su proceso interno. Asimismo, se puede distinguir entre procesos basados en la aplicación de estrategias conscientes y procesos intuitivos, inferibles a partir de las soluciones que el traductor formula de manera automática. También se demuestra que las soluciones propuestas por los traductores son, muchas veces, de carácter provisional, pues es común regresar a porciones anteriores del texto para revisar las decisiones ya tomadas.

Notamos, al analizar el estudio realizado por Kiraly, que este autor se interesa por las operaciones mentales efectuadas por el traductor cuando realiza su traducción, pues aquí surge la complejidad del acto traductor, ya que se trata de un proceso en el que intervienen muchos factores lingüísticos y extralingüísticos, y todo tiene lugar en la mente, el área más compleja de la fisiología humana. La complejidad de la traducción como objeto de estudio, entonces, se debe a que no comporta uno sino varios fenómenos que se entrecruzan a pesar de sus diferentes ontologías, y esto es lo que Kiraly intentó descubrir a través de la técnica de pensamiento en voz alta.

A su vez, los datos recogidos llevan a Kiraly a exponer diecinueve indicadores del proceso traductor. Algunos de ellos son el uso de ayudas mnemónicas, la retraducción, la formulación de juicios extralingüísticos, la recontextualización, el intento de reconstrucción sintáctica y la duda sobre la aceptabilidad de una solución propuesta.

Según el autor, en este modelo, la mente del traductor es un sistema de procesamiento de la información en el que una traducción surge de la interacción de procesos intuitivos y controlados utilizando información lingüística y extralingüística (Reimerink, 2005). A este efecto se activa todo tipo de información en la memoria: información para comprender el texto, información sobre la traducción en general y sobre traducciones similares que ha hecho anteriormente, entre otras. Esto es el verdadero sentido de la complejidad en la traducción: intentar descubrir lo que se desarrolla en la mente del traductor en acción.

 

6. El modelo de los esfuerzos de Gile

 

Daniel Gile (1995) expuso un modelo que se basa en la definición de las capacidades que debería tener un intérprete para poder interpretar adecuadamente y determinó hasta qué punto su activación o su ausencia puede provocar cambios significativos en el resultado final de cualquier traducción. Todos los esfuerzos que describe Gile se consideran esfuerzos no automáticos, es decir, conscientes, tal como explicaremos a continuación.  

Hemos calificado el modelo de Gile como complejo ya que se ha basado sobre diferentes tipos de esfuerzos —esfuerzos de análisis y escucha, esfuerzo de producción, esfuerzo de memoria a corto plazo— y porque todos estos esfuerzos ocurren en la mente.

El esfuerzo de escucha comprende todas aquellas operaciones mentales que contribuyen a la percepción auditiva del discurso y a la atribución de un significado concreto a los segmentos discursivos. Es un esfuerzo mucho más complejo de lo que parece en un primer momento, ya que está condicionado por multitud de factores (Gile, 1995).

 Según Gile, existen varias operaciones cognitivas que se deben realizar y varios factores que condicionan dicho esfuerzo. Se explica, en primer lugar, la influencia de la fonética en los segmentos discursivos. Aunque inicialmente se perciban como una cadena de fonemas con un significado unitario, cada segmento influye fonéticamente sobre el anterior y sobre el siguiente, de modo que ello podría afectar al significado percibido por el intérprete. La manera de interpretar el contenido, pues, no es única y depende básicamente de dos factores: el aporte lingüístico del contexto y el bagaje extralingüístico del oyente.

 Estos dos factores condicionan la comprensión del discurso, puesto que determinan en gran medida lo que el intérprete «oye» (Hörman, 1972, citado en Gile, 1995). Una vez que se efectúa la escucha, se debe analizar la información y asignarle un significado. Para ello, se debe aludir a tres aspectos que influyen sobre el intérprete: el factor tiempo, la atención y, por último, la capacidad de memoria a corto plazo, que se manifiesta en forma de otro esfuerzo y que limita la retención de información por parte del intérprete, lo cual le obliga a almacenar la información en «trozos» más grandes que simples palabras o fonemas (Masaro, 1975, citado en Gile, 1995).

Después de la escucha y el análisis del fragmento oído, viene el esfuerzo de producción. Gile afirma que el esfuerzo de producción comprende todas las operaciones mentales que intervienen cuando el intérprete transmite un fragmento de información o una idea y cuando produce oralmente el enunciado que ha construido para expresarla. Cuando se está efectuando una interpretación simultánea, surgen varios obstáculos que debe sortear el esfuerzo de producción, organizados por la capacidad de tratamiento de la información (que forma parte del esfuerzo de escucha y análisis), entre ellos: el nivel de conocimiento del tema del discurso, que es inferior al del orador, el tener que hablar al mismo ritmo que el orador, el iniciar la reformulación de una idea antes de tener claro el todo conceptual en el que se enmarca, entre otros. A este efecto, Gile subraya que, a pesar de todos estos obstáculos, el intérprete debe hacer frente a dicho esfuerzo.

Gile presenta, en último lugar, el esfuerzo de memoria a corto plazo, que comprende todas aquellas operaciones relacionadas con el almacenamiento en la memoria de segmentos del discurso hasta que son transmitidos en la lengua de llegada, o se pierden, o el intérprete decide omitirlos. En este esfuerzo intervienen, básicamente, aspectos físicos y tácticos.

En primer lugar, en cuanto a los aspectos físicos, es evidente que pasa un cierto tiempo entre la escucha de un sonido y la reformulación de ese sonido en la lengua meta, con lo cual la información de un segmento discursivo queda retenida en la memoria hasta que el intérprete capta la idea completa y la transmite (Graesser, 1981, citado en Gile, 1995). En segundo lugar, en cuanto a los aspectos tácticos, el intérprete puede dejar más o menos espacio antes de la reformulación para poder comprender mejor un fragmento discursivo relacionado con el contexto en el que aparece, por diferencias sintácticas importantes entre las lenguas de partida y de llegada, o ante la aparición de un fragmento conceptualmente denso. A todas esas decisiones y acciones las coordina conjuntamente el esfuerzo de memoria a corto plazo. Es un hecho complejo que ocurre en un lapso de tiempo que pasa desapercibido para el oyente e incluso para el traductor, ya que todas estas operaciones mentales son el fruto de una interacción cognitiva.

Para Gile, la interpretación es una suma de los tres esfuerzos combinados que da como resultado el discurso meta final.

 

7. La complejidad del proceso de traducción

 

De los modelos que hemos expuesto y de los estudios empíricos hechos por los autores citados anteriormente, podemos destacar unas características esenciales del proceso traductor, que determinan su complejidad. A continuación, citamos algunas de ellas (Hurtado Albir, 2011).

– La existencia de procesos básicos en el proceso traductor. Tras haber estudiado los modelos propuestos por diferentes investigadores, deducimos que todos coinciden en señalar dos procesos esenciales en el proceso de la traducción: comprensión y reexpresión. Tanto si se trata de traducción escrita como de interpretación, el traductor o interprete debe comprender el texto antes de reexpresarlo. Estas dos fases están en relación con la doble función del traductor, receptor de un texto y emisor de un nuevo texto.

– El papel de la memoria y los conocimientos almacenados por ella. Muchos autores (Seleskovitch y Lederer, 1984; Kiraly, 1995; Gile, 1995, entre otros) subrayan el papel de la memoria, especialmente de la memoria a corto plazo, y de los conocimientos lingüísticos y extralingüísticos almacenados por ella. El modelo interpretativo de la Escuela del Sentido y el modelo cognitivo de Kiraly afirman que el desarrollo del proceso traductor requiere la intervención de conocimientos lingüísticos de las dos lenguas en cuestión, y de conocimientos extralingüísticos de diverso tipo: conocimiento temático, conocimientos culturales, conocimiento sobre las circunstancias que rodean la traducción, etcétera. Todos aquellos conocimientos son necesarios para poder desarrollar correctamente el proceso traductor.

– El carácter interactivo y no lineal de la traducción. Hurtado Albir (2011) define al proceso traductor como un proceso cognitivo complejo de naturaleza interactiva y no lineal, que incluye procesos conscientes e inconscientes y que requiere estrategias específicas de procesamiento. En este sentido, Hurtado Albir (2001) advierte que «Además de la dificultad intrínseca que comporta el estudio de cualquier proceso cognitivo (la denominada caja negra de los conductistas) al no ser directamente observable, se añade la dificultad que genera el análisis de un proceso, como es el traductor, que se desarrolla en diversas fases y en el que intervienen numerosos conocimientos y habilidades» (p. 311). Cabe señalar también que muchos autores inciden en el carácter interactivo y no lineal del proceso traductor, carácter que se refiere a las fases esenciales de comprensión y reexpresión –ya que cada una de ellas son procesos en los que interactúan todos los elementos que intervienen en la realización del acto traductor–, al procesamiento de las unidades del texto original que no sigue siempre necesariamente una progresión lineal, y, por fin, al desarrollo del conjunto del proceso traductor que es también variable depende de las circunstancias de la traducción.

– La existencia de procesos controlados y no controlados. Según el modelo propuesto por Kiraly (1995), la traducción requiere un sistema de procesamiento de la información en el que interactúan procesos controlados y no controlados, o sea intuitivos, de carácter menos consciente. Esto fue confirmado por el autor a través los TAP, que ponen de relieve la existencia de procesos verbalizados fácilmente y otros que no lo son por ser intuitivos, por lo que no se puede realizar sobre ellos un estudio empírico. Gile (1995) por su parte, afirma en su modelo de esfuerzos el carácter no automático de las operaciones mentales, que se activan en la interpretación y consumen una capacidad de tratamiento; el hecho de que el proceso sea rápido y, en muchas ocasiones, inconsciente nos lleva a deducir que podamos percibirlas como espontáneas, aunque Gile no lo ve así.

– La variedad de las características específicas del proceso traductor según el tipo de traducción y el método elegido. En muchos estudios realizados en el seno de la traducción se considera al traductor como el factor más importante en el proceso traductor, ya que este último opta por unas decisiones antes de empezar su tarea como el tipo del texto por traducir, el método escogido, las modalidades, las estrategias y técnicas. Todo esto conduce a diferentes operaciones que interactúan en el procesamiento de la traducción, lo que determina la variedad de las características del proceso traductor según cada caso. Por ejemplo, el tipo de la traducción que se trate o el método elegido por el traductor en función de la finalidad de la traducción introducen características propias en el desarrollo del proceso traductor, ya que, al partir de opciones diferentes, se incide en aspectos diferentes (el sentido, la información, aspectos formales, etcétera) que generan problemas diferentes y requieren estrategias diferentes para resolverlos; en este sentido, cabe señalar que el método elegido al iniciar la traducción condiciona las tomas de decisiones a lo largo del proceso, así como el uso de estrategias.

 

8. Conclusión

 

Concluimos destacando, a través muchos estudios empíricos, la consideración del proceso traductor como un proceso complejo que tiene un carácter interactivo y no lineal, en el que interactúan procesos controlados e intuitivos y que requiere procesos de identificación y resolución de problemas, aplicación de estrategias y toma de decisiones.

Los modelos expuestos a lo largo de este artículo son estudios empíricos realizados para analizar el proceso de traducción y destacar la complejidad de las operaciones cognitivas surgidas en el procesamiento de este acto tan difícil de caracterizar.

Hemos intentado, en este artículo, dar una idea sobre el enfoque cognitivo que introduce el aspecto complejo del acto traductor, que sigue siendo un campo de estudio para muchos autores que cada día descubren nuevos datos para apoyar o negar los anteriores.

 

 

 

 

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Referencias bibliográficas

 

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Hurtado Albir, A. (2011). Traducción y traductología: Introducción a la traductología (5.ta ed.). Madrid: Cátedra.

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Toury, G. (1995). Descriptive Translation Studies and Beyond. Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins Publishing.

Wilss, W. (1982). The Science of Translation. Problems and Methods. Tübingen: Narr.



[1] La técnica de protocolos de pensamiento en voz alta consiste en que los sujetos verbalicen sus pensamientos de forma espontánea mientras traducen (en este caso, del alemán al inglés).