Desacuerdos en la nueva izquierda argentina sobre la Masacre de Trelew
Disagreements in the new Argentine left on the Trelew Massacre
Resumen
El artículo se centra en la “Masacre de Trelew”, un acontecimiento clave de la cultura de izquierdas argentina y de la historia política en general. En la noche del 15 de agosto de 1972 tres organizaciones armadas llevan a cabo una fuga del Penal de Rawson. El operativo falla y seis días después 16 de los fugados son fusilados. Un amplio movimiento popular de solidaridad y un conjunto de intelectuales, artistas, revistas, libros y folletos de la nueva izquierda coinciden en erigir a los militantes fusilados en mártires de la revolución. El artículo repasa brevemente ese movimiento para luego detenerse en una lectura de la fuga y la masacre que, inscrita en las izquierdas, fue impulsada por intelectuales que luego serían centrales en el campo intelectual y tuvo una amplia circulación. Pero ello no impidió quera olvidada porque no logró transformarse en canónica. Específicamente, nos detenemos en la interpretación de la masacre que realiza un conjunto de publicaciones periódicas pertenecientes a la fracción maoísta de la nueva izquierda argentina, a saber: el mensuario La Comuna, dirigido por David Viñas, el quincenario Desacuerdo, dirigido por Ricardo Nudelman, la revista cultural Los Libros, dirigida por Héctor Schmucler, y las prensas clandestinas Nueva Hora, órgano del Partido Comunista Revolucionario, y No transar, vocero de Vanguardia Comunista. Con el rescate de esas interpretaciones y los desacuerdos buscamos complejizar el no sólo de las posiciones sobre la Masacre de Trelew, sino sobre todo el mapa de los procesos insurreccionales y la representación de la clase obrera que discutieron la vieja y la nueva izquierda.
Palabras clave: Intelectuales, Nueva izquierda, Masacre de Trelew
Abstract
The article focuses on the “Trelew Massacre”, a key event in Argentine leftist culture and political history in general. On the night of August 15, 1972, three armed organizations carried out an escape from Rawson Prison. The operation fails and six days later 16 of the escapees are shot. A broad popular solidarity movement and a group of intellectuals, artists, magazines, books and pamphlets of the new left agree in establishing the executed militants as martyrs of the revolution. The article briefly reviews that movement and then stops at a reading of the escape and the massacre that was registered on the left without managing to become canonical. We address the treatment of Trelew carried out by a group of periodical publications that were part of the Maoist faction of the new Argentine left, namely: the monthly La Comuna, directed by David Viñas, the biweekly Desacuerdo, directed by Ricardo Nudelman, the cultural magazine Los Libros, directed by Héctor Schmucler, and the clandestine press Nueva Hora, organ of the Revolutionary Communist Party, and No Transar, spokesperson for Vanguardia Comunista. With this we seek to make the map and analysis of the positions that stirred the currents of the new left on the Trelew Massacre, the insurrectional processes and the representation of the working class more complex
Keywords: Intellectuals, New Left, Trelew Massacre
Fecha de recepción: 30 de diciembre de 2023
Fecha de aceptación: 26 de marzo de 2024
Desacuerdos en la nueva izquierda argentina sobre la Masacre de Trelew
Adrián Celenteno*
Introducción
Medio siglo nos separa de ese 22 de agosto de 1972 en que ocurrió la Masacre de Trelew. Seis días antes, más de un centenar de presos políticos pertenecientes a las organizaciones armadas había tomado el penal de Rawson. Sólo seis de ellos lograron llegar a tiempo al aeropuerto de Trelew para subir a un avión de pasajeros que había sido tomado y huir al Chile gobernado por la Unidad Popular del presidente socialista Salvador Allende. 19 fugados conformaron un segundo contingente que arribó minutos más tarde del despegue. Sin posibilidad de salir del aeropuerto, tomaron de rehenes a los pasajeros y exigieron la presencia del periodismo y de un juez federal. Luego de una conferencia de prensa televisada, los revolucionarios se rindieron de modo incondicional, acordaron garantías para la preservación de sus vidas y el retorno al penal. Sin embargo, las fuerzas de la Marina que cercaron el aeropuerto los llevaron a la Base Aeronaval Almirante Zar, donde días después los ejecutaron. El fusilamiento de 19 jóvenes guerrilleros/as –tres de los cuales lograron sobrevivir– pertenecientes a Montoneros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) reúne un acto, un lugar y una fecha que marcaron en la cultura de izquierdas –e incluso en los sectores populares– el heroísmo y el sacrificio guerrilleros.
Trelew, Rawson y Puerto Madryn con su nueva infraestructura vial e industrial integraban los famosos “polos de desarrollo”, motores de la expansión demográfica y urbana, y de la modernización educativa y cultural. Ese desarrollo capitalista dependiente estaba blindado por la “Seguridad Nacional” que garantizan las instalaciones militares regionales. La dictadura de Onganía (1966-1970) reforzó el desarrollo y el blindaje de la provincia de Chubut a partir de 1969, año de eclosión de las protestas populares, obreras y estudiantiles entre las que se destacó el Cordobazo. Pero el refuerzo represivo no pudo frenar el recrudecimiento de las protestas populares en las tres ciudades patagónicas.
El Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) ha reunido un voluminoso archivo que salva de la destrucción y del olvido, entre otras cosas, las ideas y los argumentos con que las/os revolucionarias/os leían la sociedad capitalista argentina de entonces, las empresas monopólicas que la dominaban y las fuerzas armadas que la gobernaban. Ese archivo ofrece la posibilidad de reconstruir las tesis ideológicas, las prácticas políticas y los límites de la fracción de la nueva izquierda argentina que tomó las armas en nombre de la clase trabajadora. En cuanto a Trelew, permite entender la reivindicación de las luchas obreras de los años veinte que realizaron los revolucionarios en la conferencia de prensa.
Entre los límites y las frustraciones de aquellas tesis y prácticas se encuentra la fallida señal que debía dar un pañuelo para recoger a los 110 guerrilleros detenidos que, siguiendo un minucioso plan, habían logrado controlar el penal de Rawson. Pero también se encuentra la advertencia de Agustín Tosco, el líder del sindicalismo combativo que decidió no sumarse para apostar a que su libertad llegara a partir de la lucha de la clase obrera. Y ello nos confirma que la distancia e inactualidad de Trelew involucra el modo de entender la representación de la clase obrera, cuestión clave para la “vieja” y “nueva” izquierda.[1]
Siguiendo la bibliografía crítica reciente, la fuga y la pueblada posterior a la masacre participaron de la secuencia insurreccional inaugurada en 1969 en Rosario y Córdoba. La llegada de los seis jefes guerrilleros al Chile de la Unidad Popular y de allí a Cuba -faro de la revolución socialista latinoamericana- se insertó en los pliegues de la Guerra Fría (Pettina, 2018; Harmer, 2013). Y el fusilamiento fue el preámbulo de la metodología criminal iniciada en 1976. Esos seis dirigentes pertenecían a distintas organizaciones armadas: Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna formaban parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP); Roberto Quieto y Carlos Osatinsky militaban en las FAR mientras que Fernando Vaca Narvaja lo hacía en Montoneros.
La gran prensa y la televisión argentinas se encargaron de construir a Trelew como un hecho político-cultural. En esa operación fue central la televisación de la conferencia de prensa que dieron los guerrilleros en el Aeropuerto de Trelew. Allí subrayaron que “la fuga había sido todo un éxito”. Con ello comenzaron la “narración en sus propios términos” del acontecimiento. Revistas, libros, cantatas, folletos y periódicos revolucionarios continuaron la narración de Trelew como el “momentum guerrillero por excelencia” (Trucco Dalmas, 2022, 66). “Ni olvido ni perdón”, el documental puesto a circular en 1973 por Raymundo Gleyzer, fijó el sentido heroico de la narración.
Pero esa no fue la única narración construida desde la nueva izquierda. Siguiendo a De Certeau: “Todo comienza con el gesto de poner aparte, de reunir, de convertir en documentos algunos objetos repartidos de otro modo. Esta nueva repartición cultural es el primer trabajo”. Los materiales documentales de la repartición que proponemos pertenecen al amplio archivo de producciones textuales y audiovisuales sobre la masacre de Trelew y permiten iluminar las perspectivas planteadas por un segmento significativo de la nueva izquierda no considerada en los trabajos sobre el tema, esto es, el segmento que impulsó un heterogéneo movimiento de solidaridad con los presos y luego con los masacrados y que a pesar de esa solidaridad tomó distancia de las organizaciones armadas para reivindicar otro camino revolucionario (Celentano, 2014a, 2014b, 2015, 2022a).
Nuestro archivo se compone de documentos de muy diverso tipo: libros de reportajes e investigaciones sobre la masacre puestos a circular masivamente por editoriales de izquierda; “escrituras de sí” compuestas por cartas y el diario íntimo ficcionalizado que preparó Ricardo Piglia; periódicos clandestinos de organizaciones políticas maoístas y revistas culturales de circulación legal que se vinculaban a esas organizaciones manteniendo una autonomía relativa. Los editores de esas revistas participaron de lo que Oscar Terán (2013) identificó como la “nueva izquierda intelectual” y varios de ellos, a pesar de que no pudieron evitar que su interpretación de la masacre cayera en el olvido, fueron centrales poco después en la renovación del campo cultural argentino. Nos referimos a: Ricardo Nudelman, Carlos Boccardo, Ricardo Piglia, Roberto Fontanarrosa, Antonio Brailovsky, a cargo de Desacuerdo (1972-1973); David Viñas, Luis Navalesi y Belisario Tiscornia, integrantes de La Comuna (1971-1973); Héctor Schmucler, Carlos Altamirano, Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo, del consejo de dirección de Los Libros (1969-1975). Estas revistas se hacían eco de -y colaboraban con- los posicionamientos de los partidos maoístas que desde la clandestinidad editaban No transar (1965-1978), vocero de Vanguardia Comunista (VC), y Nueva Hora (1968-1983), órgano del Partido Comunista Revolucionario (PCR). Ambos partidos confluyeron en setiembre de 1972 en la Fuerza Revolucionaria Antiacuerdista (FRA) para combatir el Gran Acuerdo Nacional (GAN) impulsado por el general Alejandro Agustín Lanusse como salida a la aguda crisis de la dictadura militar instaurada en 1966. Aunque influyeran en los sectores radicalizados del movimiento obrero, estudiantil e intelectual, ambos partidos maoístas tenían una incidencia política mucho menor que las organizaciones armadas. Antes de analizar la narración del corpus de publicaciones ligadas al maoísmo argentino, detengámonos en diversos materiales de época que sí alcanzaron una significativa circulación y consagración y que además nos permiten seguir pensando el sentido y las acciones anudadas en la fuga y la masacre, y la “narración en sus propios términos”.[2]
Patria y Pasión
Un libro, una fotografía y una carta, tres documentos diversos y de diversa circulación, pueden ofrecer un inicio a nuestra reflexión. La Patria Fusilada, el libro que editó en 1973 el poeta y militante de Montoneros Francisco “Paco” Urondo, se convirtió en la narración condensada del hecho como una experiencia revolucionaria. La fotografía que se volvió icónica, por su parte, retrata a las seis mujeres y los trece varones revolucionarios parados frente a las armas entregadas luego de ser recapturadas/os. Como apunta Vera Carnovale (2022a), las armas parecen haber sido depuestas a cambio de que los jueces y el Estado garantizaran sus vidas. Vidas que paradójicamente se singularizaban por un vínculo estrecho con tesis políticas e ideológicas que erigían a la toma de las armas como parte de la acción contra la sociedad capitalista.
Desde la distancia entre la palabra y la imagen, el libro y la foto se ocupan de guerrilleros/as que depusieron las armas en lugar de defender el control del aeropuerto y generar una sangrienta (y heroica) derrota, militantes que pasaron del potencial combate armado al terreno público y legal. Actuaron como ciudadanos iguales frente a la ley en una coyuntura en la cual los partidos políticos democráticos pugnaban por integrar a las guerrillas al Gran Acuerdo Nacional (GAN) propiciado por la dictadura militar para concretar una salida electoral negociada (Pucciarelli, 1999).
La Patria Fusilada fue editado por Crisis, sello de la revista cultural homónima que participaba de la izquierda peronista, y agotó los veinte mil ejemplares de las tres tiradas lanzadas entre agosto y setiembre de 1973. Allí se transcribe la larga entrevista colectiva –de la que aparentemente no se conserva la cinta- que mantuvieron con Urondo los tres sobrevivientes de la masacre: María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps (ambos de FAR) y Ricardo René Haidar (Montoneros). Realizada en el penal de Villa Devoto el 24 de mayo de 1973 -el día anterior a la liberación de los presos conocida como Devotazo-, la entrevista permite advertir el peso que le asignaban al GAN Urondo y los reporteados en la decisión y la planificación de la fuga. Sumemos una carta.
El 10 de julio de 1972, María Angélica Sabelli, una de las guerrilleras poco después masacradas, le escribe a su familia desde el penal de Rawson que, en el marco de la campaña de liberación de los presos políticos, el apoyo popular fue decisivo para el triunfo de la huelga de los presos de diferentes penales. Celebra además que, aunque no lograron que sea autorizada la visita de Cámpora al penal, este llegó a la ciudad de Rawson y les transmitió “el apoyo total” y sin excepción del general Juan Domingo Perón a todos los presos políticos.[3]
Libro, imagen y carta insinúan que al dejar las armas en el suelo los militantes aún no estaban cegados por su uso. Decidieron que esa batalla estaba perdida en lo militar. A diferencia de lo que pasaría unos años después, seguramente consideraron que permanecía indecisa en lo político. El otro general, el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse, consiguió el apoyo de las Fuerzas Armadas para decretar el estado de excepción y la ejecución de los desarmados. Once de ellos integraban el PRT-ERP: Ana María Villarreal de Santucho, Clarisa Lea Place, Carlos Alberto del Rey, Eduardo Capello, Humberto Suárez, Humberto Toschi, José Ricardo Mena, Mario Emilio Delfino, Miguel Ángel Polti, Rubén Pedro Bonnet y Alejandro Ulla. Carlos Astudillo, María Angélica Sabelli y Alfredo Kohan pertenecían a las FAR mientras que Mariano Pujadas y Susana Lesgart eran militantes de Montoneros.
Ante este acto emergen con nitidez las diferencias entre las estrategias de la vieja izquierda y las de la nueva izquierda. Dos días antes de la matanza, Lanusse escuchaba a Mercedes Sosa cantar “Todas las voces todas” en el Teatro Colón. Sosa y otros artistas públicamente alineados con el Partido Comunista Argentino (PCA) aceptaron participar de ese evento y del intento de sumarse al GAN en alianza con otros sectores progresistas. Siguiendo a Abel Gilbert, “el drama no contemplaba simulacros” (2022). La escenificación musical del acuerdo pacífico que realizaba un grupo renombrado de artistas ligados al PCA chocaba con el modelo de intelectual revolucionario propiciado por las tendencias de la nueva izquierda. [4]
En agosto de 1972 la apuesta representativa de lo popular y de lo revolucionario que ERP, FAR y Montoneros buscaban encarnar se enfrentaba a la representación política electoral. Y los dos generales lo sabían. De hecho, a su regreso a la Argentina en 1973, Perón recibía a dos de los tres sobrevivientes de la Masacre, Camps y Haidar. Éstos le entregaron un ejemplar del libro de Urondo y con ello inscribieron la Masacre en la “resistencia peronista”.
La patria fusilada organiza las preguntas sobre la decisión de la fuga y la siguiente masacre desde las consideraciones coyunturales, políticas e ideológicas que sostenían en 1972 las organizaciones armadas y desde el balance que de ellas hacían los tres sobrevivientes. Así, las preguntas de Urondo y las respuestas de los sobrevivientes están determinadas por la relación entre las organizaciones en la preparación de la fuga, los acuerdos y discrepancias sobre el supuesto impacto de la fuga en el desarrollo del GAN y especialmente en el posicionamiento de Perón frente a Lanusse. Urondo menciona el proceso patagónico de radicalización política únicamente en el contexto del accionar de las formaciones armadas. Con ello pasa por alto dos cuestiones en las que nos detendremos: el proceso de movilización popular previo a la Masacre, por un lado, y el análisis de la coyuntura política argentina entre mayo y octubre de 1972 motivaron serias discrepancias entre las tendencias políticas de la nueva izquierda y profundizaron clivajes entre los agrupamientos intelectuales que animaban revistas culturales y periódicos políticos ligados a los partidos de esa nueva izquierda, por el otro.
El otro clásico de la militancia izquierdista apareció al año siguiente de La Patria fusilada: en 1974 el periodista de izquierda Tomás Eloy Martínez publicó por el sello Granica La pasión según Trelew.[5] La organización del libro produce una serie de yuxtaposiciones entre la fuga de Rawson, la masacre de Trelew en agosto y los protagonistas de la Asamblea Popular de octubre, de sus movilizaciones y de las huelgas generales. Para ello, entre otras cosas, se reproducen un relato de Manfredo Sabelli, padre de María Angélica, y dos de las cartas que esta le envió a su tía –no la que citamos arriba. Esas cartas confirmarían la fraternal voluntad combatiente de la guerrillera ante una tía presentada como una mujer que, al igual que muchos habitantes de Trelew, se descubría impotente ante el ejemplo revolucionario y tomaba conciencia política a partir del 22 de agosto. A diferencia de Urondo, Martínez se esfuerza por mostrar el movimiento de protesta de octubre, iniciado luego de la detención de 16 militantes ligados a la Comisión de solidaridad con los presos políticos de Rawson.[6] Pero, como muestra Ana Julia Ramírez (2006), omite los conocidos procesos de radicalización previos para armar una relación automática entre agosto y octubre.
Insistamos en que la Masacre de Trelew anticipó el ejercicio del terrorismo estatal desatado en 1976 (Pittaluga, 2006 y 2009; Pontoriero, 2022). Pero hubo un anticipo del anticipo: quienes llegaron tarde al aeropuerto depusieron las armas y le pusieron el cuerpo a un acuerdo, aceptaron no disputar el monopolio estatal de la violencia. Hoy la masacre ha cesado como método represivo dominante y también ha cesado esa disputa por el monopolio de la fuerza. La inactualidad de Trelew se cifra entonces también en las diversas corrientes de la cultura de izquierdas que, a distancia de las tendencias guerrilleras de los años setenta, disputan de otros modos su presencia y representación en los movimientos sociales, sindicales y de derechos humanos. Detengámonos en una de esas corrientes.
Las insurrecciones contra el GAN
El 3 de mayo de 1972 apareció Desacuerdo, semanario legal dirigido por el periodista Ricardo Nudelman, diseñado por Carlos Boccardo e ilustrado por Roberto “el Negro” Fontanarrosa, con colaboraciones del crítico cultural y escritor Ricardo Piglia. Constó de ocho páginas en formato tabloide; tuvo una tirada de tres mil ejemplares, impresos en los talleres de la cooperativa COGTAL. El semanario contó con el apoyo de VC y, en menor medida, del PCR.[7] Desacuerdo se inscribió en la red de la prensa político-cultural de la izquierda emergente en el poscordobazo. Por ello denunció en su segundo número el cierre de la revista de los católicos peronistas, Cristianismo y Revolución (1966-1971), y la persecución a su directora Casiana Ahumada; reivindicó y publicó al historiador y ensayista marxista Silvio Frondizi, director de Nuevo Hombre (1971-1974) que había sido procesado por la Cámara Federal Penal, y denunció los ataques a David Viñas, escritor y director del periódico político La Comuna, de frecuencia bimestral.
Viñas se había afiliado en 1971 al PCR y militó allí hasta fines de 1973. Desde 1971 acompañaban a Viñas en la dirección de La Comuna el sacerdote tercermundista Belisario Tiscornia, el médico y dirigente del PCR Antonio Sofía y los periodistas Luis Navalesi y Aníbal Soto. Un año después se sumó a la dirección el obrero clasista y militante del mismo partido Gerardo Luna. El primer editorial de La Comuna lleva por título “Ni golpe ni elección: dos tres cien Córdobas” y señala que su nombre toma como referencia la Comuna de París de 1871 por su condición ejemplar de poder revolucionario de la clase obrera. La Comuna tiraba mil ejemplares y contaba de 16 páginas en formato tabloide y lanzó de modo irregular diez números hasta diciembre de 1973. Nueve de ellos se preservan en el CeDInCI, el restante es hoy inhallable.
Al igual que La Comuna, Desacuerdo desafió la salida electoral negociada por Lanusse en el marco del GAN. Coincidiendo con los maoístas, declaró que era una trampa para apaciguar la creciente rebelión popular de las puebladas como el “Santafesinazo”, “Mendocinazo” y el “Rocazo”, la formación de las Ligas Agrarias del Norte Argentino y las protestas obreras tucumanas y cordobesas. En todos los números, Córdoba fue la referencia para las rebeliones y las experiencias clasistas del movimiento obrero. Las noticias de Desacuerdo insistían en la sistemática detención, secuestro y torturas que sufrían los opositores, entre ellos el caso emblemático del periodista Eduardo Jozami. Pensado para el análisis de la coyuntura política, Desacuerdo se ocupó en todas sus entregas de los presos políticos, de la situación en las cárceles, del activismo solidario con los detenidos y de las visitas de los familiares, en especial a los obreros ligados a las experiencias clasistas. El quincenario resaltaba el rol de la Organización de Solidaridad con los Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales (OSPPEG), nucleamiento de abogados fundado en 1970 y liderado por el dirigente de VC Elías Seman junto con letrados de ese grupo y del PCR. OSPPEG desplegó su acción defensista radicalizada diferenciándose de la de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, del PCA; pero también mantuvo su independencia frente a la Comisión de Familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales (CoFaPPEG), creada un año después por familiares de presos vinculados a Montoneros y al ERP. Las diferencias entre organismos defensistas, relacionadas con las líneas políticas de cada corriente de la nueva izquierda, no impidieron que confluyeran en diversas movilizaciones como en la campaña nacional por la libertad de los presos políticos.[8]
Ironía y humorada acompañaban el discurso radicalizado de Desacuerdo y participaban además de la renovación de la caricatura política operada en los primeros años setenta. Por ejemplo, ante el lema del GAN “Este partido lo jugamos entre todos”, el semanario publicó una viñeta anónima –realizada por Fontanarrosa– titulada “Piter GAN en: El centrofoward murió al amanecer”, que retrataba un partido de futbol en el que los jugadores obreros y populares (“los cordobeses, los tucumanos, los mendocinos y hasta los de Gral. Roca”) se enfrentaban a los políticos que acordaban con Lanusse.[9] La historieta ponía en el equipo de Lanusse a los principales políticos argentinos: de Manrique a Frondizi pasando por Balbín y Perón.[10]
“Piter GAN. El centrofoward murió al amanecer” (fragmento), en Desacuerdo, N° 7, 2 de agosto de 1972, p. 7. Archivo Americalee, CeDInCI.
La Comuna compartió la perspectiva anti-GAN asumida por Desacuerdo, pero además formuló un reconocimiento crítico a las nacientes organizaciones armadas. Su primer editorial saludó las “experiencias de avanzada” del Sindicato de Trabajadores de Concord-Sindicato de Trabajadores de Materfer (SiTraC-SiTraM), de los campesinos y de los estudiantes. De todos modos, aclaró:
Paralelamente nacen expresiones de lucha armada, que realizan acciones valerosas que despiertan la simpatía del grueso de los oprimidos. En la medida en que expresan la situación de sectores avanzados de las clases medias deben ser tenidas en cuenta por el proletariado para el común combate antidictatorial. Esto no lleva, en momento alguno, a olvidar que el único protagonista posible del derrocamiento de las clases dominantes en nuestro país, es el pueblo hegemonizado por la clase obrera, que no debe y -la vida lo demuestra- no quiere ser espectador fervoroso del combate protagonizado por grupos autoescogidos.[11]
La formulación no es novedosa, repone los argumentos que venían publicando Nueva Hora y No transar. Las tres publicaciones debieron revisar esos argumentos ante los sucesos de Trelew: reconocieron que los fusilamientos y la ola de indignación popular motivaron el reconocimiento de la persistencia de las acciones guerrilleras pero mantuvieron la denuncia del equívoco que generaba el uso de la violencia por grupos que serían externos a los movimientos obreros, estudiantiles y campesinos. Tanto VC como el PCR reivindicaban la violencia revolucionaria solo si era desarrollada en rebeliones insurreccionales y si en ellas la clase obrera protagonizaba el proceso.
La Comuna puso el eje en el dirigente mecánico Rene Salamanca, afiliado al PCR y secretario general electo de la seccional cordobesa del SMATA, y en la “democracia obrera” practicada por ese sindicato. La sucesión de puebladas y protestas masivas en el interior del país probarían la validez de la línea clasista, clasismo distante del liderado por Tosco.[12] Viñas y su grupo además tendieron puentes con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo –como mencionamos, incorporaron a Tiscornia a la dirección de La Comuna– (Campos, 2006; Touris, 2021). A su vez, uno de los primeros números de La Comuna publicó una entrevista al dirigente agrario peronista Osvaldo Lovey y otros números difundieron entrevistas y documentos de los obreros del Peronismo de Base con quienes los militantes maoístas se aliaban en las fábricas.[13]
Para La Comuna, la unidad de los revolucionarios activos entre las clases populares resultaba decisiva. Sin embargo, el semanario no ahorró críticas a Perón por su “nacionalismo burgués” y sus negociaciones con Lanusse. Los primeros cinco números extendieron estas críticas a los intelectuales de izquierda que se peronizaban. Allí polemizaron primero con la revista Nuevo Hombre, luego con Cristianismo y Revolución y con Fernando Solanas y Osvaldo Getino. A estos les cuestionaron ácidamente su film “La hora de los hornos” por propagandizar el “oportunismo burgués”. Una objeción similar fue dirigida al ensayista Arturo Jauretche en una “Carta abierta” firmada por David Viñas. [14] Los últimos dos números mantuvieron las críticas a Perón, pero reconocieron la “legítima alegría” que despertó entre las masas peronistas su regreso al país y llamaron a la unidad con ellas. “Cárcel y Revolución”, “Z en Corrientes” y otros textos sobre la represión, las torturas y los asesinatos a manos de las Fuerzas Armadas fueron acompañados por la difusión de las intervenciones de OSPPEG. Esta perspectiva priorizaba la solidaridad con los presos -varios de los cuales eran del PCR y de VC-, pero no promovían ni saludaron acciones como las fugas.
Las revistas, la solidaridad con los presos y la coyuntura política
Desacuerdo interpreta e interviene más sistemáticamente en la denuncia de la situación en Rawson. El segundo número, puesto en circulación el 17 de mayo de 1972, lleva como título de tapa: “Acto contra la dictadura en el penal de Rawson. Se realizó el primero de mayo junto a los familiares de los presos que viajaron desde Córdoba”.[15] Dos páginas ocupa la nota sobre el acto en un “verdadero campo de concentración” como el penal de Rawson. Allí estaba recluido el dirigente clasista de FIAT Gregorio Flores, su asesor legal Alfredo “Cuqui” Curutchet, el abogado Martín Federico, representante del Sindicato de Obras Sanitarias, y otros 300 militantes. El artículo opta por no mencionar a Tosco y reseñar el discurso del abogado cordobés Gabino Guerra, militante de VC y vocero de la OSPPEG. Además, denuncia la hostilización sufrida por las esposas, madres, abuelas y compañeras de los presos que habían viajado a la ciudad patagónica. El colectivo en que se trasladaron fue agredido desde los patrulleros policiales que hostilizaron a los choferes y a los familiares. Éstos encontraron una “ciudad tomada” por la represión militar, pero también una amplia solidaridad popular, recibieron comida y alojamiento.
Como en otros números del semanario, en el del 17 de mayo las mujeres ocupan el centro de la crónica. Ésta adopta la forma de entrevista y describe con detalle el rol de las esposas y compañeras, entre ellas las “Señoras de Polízzi y de Suárez” y Susana de Fronteras, quien pronunció su discurso en la iglesia del penal.[16] El acto finalizó con la bandera roja flameando en los barrotes del penal, relata Desacuerdo. La crónica hace emerger la exaltación de la conciencia política clasista en combinación con el reclamo familiar de las mujeres. Éstas insisten en la acuciante necesidad de los hijos de ver a sus padres y en los problemas económicos que sufren las familias. Los presos “no son delincuentes”, sino defensores de los intereses de sus compañeros obreros.
Tres meses antes de la fuga, la campaña de solidaridad de la que participaba Desacuerdo encontraba sentido en combinaciones ideológicas ligadas a la potencia de los obreros insurrectos y de sus compañeras. Y subrayemos que no registraba el accionar guerrillero. Leemos en los periódicos clandestinos Nueva Hora y No transar los argumentos que sostienen la omisión: aunque ambos partidos militaban la campaña antirrepresiva, en artículos y suplementos argumentaban sus discrepancias con el accionar de las organizaciones armadas y, a su vez, desestimaban la fuga por considerarla una acción separada del movimiento de masas. Los boletines y las solicitadas de OSPPEG aparecidas en la prensa legal traducen esa línea compartida por los partidos y amplificada por Desacuerdo, La Comuna y, como veremos abajo, la revista cultural Los Libros.
La tercera entrega de Desacuerdo dedica a la “Carta de Curutchet” una página completa y es el centro de las denuncias en esa entrega. Verdaderos “intelectuales revolucionarios”, asegura Curutchet, son los integrantes de la Asociación de Abogados de Córdoba: un modelo a seguir distante del individualismo “pequeñoburgués” de los intelectuales académicos.[17] Reclama la acción solidaria concreta con los 1200 presos políticos, cientos de ellos concentrados en las cárceles patagónicas sin condena ni proceso, como en el caso de Gregorio Flores y Agustín Tosco, concluye Curutchet.[18] A renglón seguido, Desacuerdo publica un artículo sobre el marco legal de la situación carcelaria, firmado por Susana Aguad, apoderada legal del PCR cordobés y miembro de OSPPEG. Aguad estudia el proceso histórico argentino en el que se habría tramado el nexo entre una forma fascista del estado burgués y la violación de sus propios principios legales democráticos.[19] La violencia y su historia tienen su historieta. Bajo el título “El cabo Requeijo en ¡Fortín Roca!”, se trazan paralelismos entre esa coyuntura y la Campaña del Desierto del siglo XIX para ridiculizar los temores militares ante la supuesta presencia de “infiltrados” entre los “rebeldes araucanos”. La viñeta acompaña artículos del semanario que proponen extender a nivel nacional el “Tribunal Popular Antirrepresivo” de Córdoba.[20] Estos tribunales se integrarían en el torrente popular, sostiene la maestra rural correntina Norma Morello, quien luego de ser capturada y torturada fuera liberada por las protestas de la Ligas Agrarias: “Mi libertad la logró el grito del pueblo”, titula y sintetiza Desacuerdo.[21] La prensa maoísta sostenía que esos tribunales constituían, como los de sus pares franceses, la representación del pueblo y el embrión de su poder político (Foucault, 1987).
En julio de 1969 aparecía el primer número de Los Libros. Sería la vía electoral abierta por el GAN y el análisis de las rebeliones populares los que forzarían tres años después la ruptura del comité editor. La revista, dirigida por el sociólogo e integrante del grupo Pasado y Presente Héctor Schmucler, había publicado textos de David Viñas y reseñado sus libros, pero entró en crisis a propósito del artículo de Sarlo y el de Altamirano contra el GAN. A este se le dedica el editorial y la imagen de la tapa de la entrega de julio de 1972: un televisor en cuya pantalla se lee “Los canales del GAN. 10 días de televisión en Argentina”. Ese es el título de un artículo de Sarlo que, con matices menores, convergió con el de Altamirano sobre la política acuerdista argentina. Ambos extensos estudios coyunturales se concentraban en la capacidad conciliadora de los medios de comunicación, de las Fuerzas Armadas, de los partidos políticos, del Estado y de la ideología dominante.
A lo largo de su artículo, Sarlo analiza diez días de la televisión argentina que estuvieron dominados por la disputa política y social. Allí menciona la representación televisiva de los “guerrilleros” únicamente en un tercer plano, ejemplificado por la conciliación propuesta en la telenovela “Rolando Rivas taxista”.[22] Por su parte, el estudio sobre la coyuntura política de Altamirano reitera que el proceso insurreccional abierto por el Cordobazo y la siguiente radicalización obrera constituyen el verdadero desafío a las clases dominantes, al gobierno militar y a los partidos tradicionales; caracteriza el sistema de secuestros, torturas y asesinatos de opositores como un “monstruoso” aparato represivo antipopular. Además, reduce la acción guerrillera a la condición de “dato permanente en la vida nacional” y señala que Perón instrumenta a las corrientes revolucionarias de su movimiento como parte de su tensa negociación con el gobierno.[23] Como anticipamos, estos dos textos precipitaron la disputa por el control de la revista y terminó forzando la renuncia de Schmucler y la formación de un comité editor a cargo de Sarlo, Altamirano y Piglia, los intelectuales ligados a los partidos maoístas. Schmucler y los pasadopresentistas apoyaron a las organizaciones armadas peronistas, que finalmente aceptaron participar en las elecciones habilitadas por el GAN (Burgos, 2005).
Mientras tenían lugar esos cambios en Los Libros, Desacuerdo preparaba su octavo número en el que campeó el optimismo. Su tapa lleva por título “Desesperación en el partido militar”. Su editorial, redactado días antes de la fuga de Rawson, analiza la crisis de las clases dominantes y el agotamiento de los plazos fijados por el GAN para la apertura electoral. “Bienvenida” es el título que saluda la liberación de Gregorio Flores y 32 clasistas presos, liberación lograda por la presión de las masas sobre José Rucci, secretario general de la CGT y máximo exponente de la burocracia sindical. Éste habría sido forzado por las rebeliones populares a pedir por los clasistas detenidos.[24] Sin embargo, el optimismo de la bienvenida queda opacado por el relato, similar al de otros números, de las vejaciones físicas, psicológicas y sexuales padecidas por “La compañera de un preso político”.
Las tres prensas convergen en una posición favorable a la ampliación de la solidaridad con los presos que debía mantener como centro el protagonismo de las luchas obreras. Su confianza en la posibilidad de derrotar por esa vía al GAN las conduce a profundizar sus discrepancias con las organizaciones armadas tanto peronistas como guevaristas. Ese “optimismo de la voluntad” chocaría semanas después con el recrudecimiento de la represión estatal, que impuso la masacre y el desconcierto.
Ante la masacre
Desacuerdo, N° 9, 6/9/1972. Archivo Americalee, CeDInCI.
En su diario íntimo ficcionado, Ricardo Piglia –integrante, como mencionamos, del comité editor de Los Libros y de Desacuerdo– anota el día en que se produce la fuga: “Reunión en el periódico [Desacuerdo]. Absurda discusión sobre la acción del ERP, que liberó a Santucho, y a otros dirigentes guerrilleros, después de copar el penal de Rawson y el aeropuerto de Trelew, donde consiguió un avión que lo llevaría a Chile. Elías [Semán] y Rubén [Kristkaustky] critican el aventurerismo de los grupos guerrilleros que ponen en peligro el trabajo político” (Piglia, 2016: 315). Al fusilamiento sólo dedica unas líneas. Luego de caracterizar los sentimientos “profundos” como los extremos de una realidad sórdida, concluye: “la masacre de Trelew sirve para que cada uno hable de sus impresiones en lugar de buscar la respuesta y encontrar más allá de la explicación algo útil” (Piglia, 2016: 316, destacado en el original).
Parte de la “absurda discusión” y la búsqueda de “algo útil” se advierten en la tapa del noveno número de Desacuerdo, fechado el 6 de setiembre de 1972. Allí aparece la palabra Trelew perforada por balazos y cuatro gorilas que portan carteles con los rostros de los generales Juan C. Onganía, Marcelo Levingston y Lanusse.[25] La bajada que acompaña la imagen comienza sentenciando: “La muerte de dieciséis patriotas en Trelew: esa es la verdad del Gran Acuerdo Nacional”. La verdad del acuerdo de los partidos políticos con los militares sería la masacre. Los fusilados son reivindicados como “caídos” y “mártires populares”, pero no como guerrilleros ni como integrantes de organizaciones armadas.[26] Además de las Fuerzas Armadas, el blanco de las críticas de Desacuerdo está en la “Hora del Pueblo, el Frente Cívico y el Encuentro de los Argentinos”. Integraban los dos primeros el peronismo y otros partidos políticos mientras que el tercero era impulsado por el PCA, los tres frentes participaban del GAN. Ante ellos crecería “la oleada de lucha popular que recorre al país”, el “combate” y la “violencia desde abajo”. Desacuerdo se ocupa de la fuga y la masacre, y las inscribe en un análisis político convergente con los de Nueva Hora y No transar. Frente a los fusilamientos, sus artículos principales destacan la rebelión campesina en el Noreste argentino (en las provincias de Chaco, Misiones, Formosa y Corrientes). Esa rebelión se uniría a las protestas de los trabajadores (desde los obreros mecánicos, metalúrgicos y de la construcción hasta las maestras) y de los estudiantes universitarios y secundarios del resto del país.
La información sobre Rawson y Trelew aparece en artículos específicos. Bajo el título “Declaración de prensa. Declaración de los padres de los heridos”, se reproduce el primer comunicado de los familiares. Allí se refuta la versión oficial sobre la muerte de los presos y se detalla la masacre “sin previo aviso ni incidente de ninguna naturaleza”. La misma página difunde una entrevista titulada “El padre de María Angélica Sabelli afirma que la única salida es la lucha popular”. En las palabras del padre se descubre el balance del quincenario: no hay solución con “ningún partido político”, solo “las masas” la pueden aportar y se va camino a la “guerra civil”. Entrelineas, Desacuerdo expone que el padre descarta el voto a Perón, curso político que ya habían aceptado las FAR, la organización en la cual revistaba María Angélica.[27]
Una similar lectura puede advertirse en la crónica que Desacuerdo ofrece sobre el descomunal operativo desatado en el local del Partido Justicialista porteño, sede del velorio de Sabelli, Eduardo Capello y Ana María Villarreal, “donde los familiares de los muertos recibían el pésame popular”.[28] A pesar de la resistencia militante, la violenta irrupción policial logró llevarse “los cuerpos de los combatientes abatidos”. Esta única mención a la condición de “combatientes” de los asesinados es seguida del repudio de Desacuerdo a Héctor Cámpora, quien habría justificado no haber protestado ante la represión “porque había estado ausente”. Al igual que en Córdoba, las fuerzas del Frente Revolucionario Antiacuerdista (FRA) porteñas promovieron la inmediata formación de un Tribunal Popular Antirrepresivo. Para ello realizaron un acto en Buenos Aires que alcanzó las dos mil personas y convocaron a formar otro Tribunal en Trelew el 23 de setiembre. La convocatoria es acompañada de una ilustración a doble página firmada por Fontanarrosa: una gran una calavera encapuchada que lleva inscripta la cita de Brecht “Primero se llevaron…”.[29]
Independientemente de la formación de los tribunales antirrepresivos, Nudelman y el equipo desacuerdista vieron confirmados sus expectativas y en noviembre titularon en tapa “CHUBUTAZO. El pueblo rescato a los rehenes de la dictadura”. Los dirigentes de los partidos acuerdistas y los medios de comunicación lo ocultan o minimizan, editorializa Nudelman. La irrupción generalizada de las masas habría estallado frente a los temores de los partidos tradicionales, persistiría en la movilización callejera y tomaría la palabra y el Teatro Español o Teatro Municipal de Trelew, en el que sesionó el eje de la rebelión: la Asamblea Popular. Además de los “partidos burgueses” y de la Cámara de Comercio, la CGT fue desbordada por las bases, los estudiantes y la gente de las barriadas que en octubre impusieron las dos huelgas generales declaradas espontáneamente en Trelew. El secretario general de la central sindical peronista “[Cesar] Ayala junto a su faldero Alberto Gius” se habrían tenido que refugiar en la base de la Marina. Es más, el Teatro Español no habría sido cedido por el municipio: primero lo tomo el pueblo, afirma uno de los entrevistados por Desacuerdo. El quincenario informó que Gabino Guerra, el abogado defensista de la OSPPEG, volvió a Rawson y participó de las asambleas en las que el pueblo recibió a los últimos presos liberados.[30]
En definitiva, siguiendo a Trucco Dalmas (2022: 55), la difusión periodística, televisiva y radial puso en el tapete a las organizaciones armadas, especialmente al PRT-ERP, las FAR y los Montoneros, que además estaban en boca de todos los dirigentes políticos. Nuestros análisis muestran que la opción de Desacuerdo, La Comuna y Los Libros fue otra: se concentraron en la continuidad de la rebelión popular y no mencionaron a esas organizaciones. El número de Los Libros fechado en setiembre de 1972 presenta un editorial netamente político cuyas primeras líneas coinciden con las del copete de Desacuerdo: “La masacre de dieciséis militantes revolucionarios en Trelew muestra cuál es la ‘razón’ de la dictadura militar”. Los Libros identifica la censura militar sobre la información referida a la Masacre de Trelew como el síntoma de la desesperación de las clases dominantes ante “la rebelión en Malargüe, Tucumán, Mendoza, las luchas del puerto”. Sin mencionar al accionar de los agrupamientos armados a los que pertenecían los masacrados ni su línea política, Los Libros sostiene que la respuesta a la represión se encuentra en “la prensa revolucionaria, en las pintadas, en los panfletos, en los volantes de fábrica donde se escribe ese gran texto anónimo y clandestino que circula entre las masas para nombrar la historia: el encuentro de esa escritura con los combates populares que la hacen posible”.[31]
La denuncia de la revista a la censura gubernamental emerge en las páginas finales con un recuadro titulado “Los altos mandos, mandan”, paráfrasis del best seller Los que mandan (1969), del sociólogo José Luis de Imaz. El recuadro transcribe el comunicado del 22 de agosto de 1972 emitido por la Junta de Comandantes con el que se reprime la difusión de información no oficial sobre los episodios de Rawson y Trelew y se reclama la vigilancia sobre la CGT cordobesa, el sindicalismo docente y el movimiento universitario. Insistamos en que tanto el editorial como el recuadro inscriben la Masacre en una serie divergente respecto de los argumentos que circulaban en periódicos, revistas y folletos de las corrientes de la nueva izquierda ligadas a la lucha armada. Una serie también divergente con las tesis de los libros de Urondo y Martínez.
La Comuna: Trelew como realidad concreta y dramática
Tapa de La Comuna, N° 6, septiembre de 1972. Archivo CeDInCI
Una mancha de sangre roja detrás de las rejas de una cárcel, tal es la imagen de tapa del sexto número de La Comuna, correspondiente a setiembre de 1972. La imagen resulta muy similar a la ilustración de Fontanarrosa en Desacuerdo. La tapa inscribe la consigna “Las comunas: rebelión o asesinato”. La bajada prosigue como editorial con la prosa elocuente de Viñas. Allí se analizan esas “realidades concretas y dramáticas”: “asesinatos a mansalva” con increíbles “justificatorios televisivos” desde arriba y “arrolladora” rebelión en General Roca y Mendoza desde abajo. Para denunciar la Masacre, La Comuna transcribe en su tercera página el comunicado militar del 22 de agosto que premia al capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, el jefe de los masacradores, con un viaje a Estados Unidos. Su coincidencia con Desacuerdo se limita a ello. Mientras éste publica cinco textos sobre la masacre, en La Comuna los artículos referidos a las rebeliones tienen una primacía que limita el tratamiento de los sucesos de Trelew. Esos artículos van de la “comuna” de General Roca a la ola de huelgas docentes y de empleados municipales, pasando por la protesta obrera en las acerías de SOMISA y el conflicto social permanente en Tucumán.[32]
La Comuna incorpora en su dirección al abogado Jacobo Perelman, otro miembro del Comité Central del PCR, y publica un extenso reportaje al viaje de Rosendo Irusta (seudónimo de Otto Vargas, secretario general del PCR) a la China maoísta. El alineamiento de La Comuna con las posiciones de ese partido se advierte en los coincidentes planteos difundidos por Nueva Hora, periódico del que permanece distante Desacuerdo a pesar de que VC y el PCR integran el FRA. Las coincidencias no terminan allí: Nueva Hora ofrece en octubre de 1972 la crónica de un acto organizado por el FRA en la universidad donde más de mil asistentes repudiaron los fusilamientos de Trelew. Ese número reseña los discursos de David Viñas y de José María Galli, ambos del PCR, y los de Raúl Kossoy y de Rubén Kriscautzky, referentes de VC.[33]
No transar, N° 113, 31/8/1972. Archivo SiTraC
Por su parte, el número de setiembre de No transar explicita lo que no aparecía en Los Libros ni en Desacuerdo: el cuestionamiento de VC al PRT-ERP por haber aceptado que sus militantes asesinados fueran velados en la sede del PJ, partido que sería un actor decisivo del GAN. Además, dedicó un extenso artículo al tipo de acción política que sostenía VC en las cárceles y en el movimiento de solidaridad: la organización colectiva contra el poder carcelario y la difusión política en coordinación con las acciones de masas. Esto permitiría mejorar la situación de los y las presas para lograr la libertad mediante “la lucha popular” y no por lo que denunciaban como el método sectario de la fuga. Por su parte, en el número posterior a la Masacre, Nueva Hora tituló “Darles duro hasta que caigan”, publicó en tapa un poema en homenaje a los masacrados y redactó un editorial que reinvindicaba a los combatientes fusilados, pero no mencionaba su pertenencia a los grupos guerrilleros. Nueva Hora rechazaba la línea política perretista por considerarla “militarista” y la línea de las organizaciones armadas peronistas (OAP) por su subordinación al “nacionalismo burgués” de Perón. Nueva Hora consideró que el apoyo ganado por Lanusse entre las fuerzas armadas luego de la masacre fortaleció el “nuevo rumbo terrorista y fascistizante” de la dictadura. Siguiendo esa lectura, el PCR no descartó la posibilidad de una guerra civil.[34] Las sucesivas entregas de Nueva Hora reconocieron la posibilidad del estallido de esa guerra. De todos modos, sus análisis políticos centraron la atención en los movimientos sindicales, estudiantiles y campesinos y los separaron de cualquier acción armada. Sobre todo los editoriales convocan a seguir el camino insurreccional que deberían protagonizar las bases populares. Para el PCR, esa sería la única garantía de conquistar lo que llamaba la “hegemonía proletaria”.
Nueva Hora, N° 99, 8/9/1972. Archivo CeDInCI
Conclusiones
En nuestro recorrido releemos en el archivo de la Masacre de Trelew las intervenciones de las corrientes de la nueva izquierda insurreccionalista para rastrear matices y tramos olvidados de la militancia obrera -de la que contamos con textos escasos y dispersos, los de Flores, los de Luna y los de Tosco-, tramados junto a los de reconocidos agitadores culturales como Nudelman, Piglia y Viñas. El primero prosiguió su labor en el exilio mexicano dentro de la revista Controversia (1979-1981). El segundo insistió en su diario ficcionalizado: “Recordar la estrategia de masas para discutir con los pequeños grupos de elitistas iluminados” (Piglia, 2016, 254). Sin embargo, es el tercero el que no publicó un escrito autobiográfico sobre esos años rojos. Tampoco encontramos documento al respecto en el Fondo Personal David Viñas resguardado en el CeDInCI ni en el de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Este vacío transforma, al menos por ahora, a sus textos en La Comuna en una serie documental única sobre ese tramo biográfico en el que el referente de Contorno denunció la masacre de Trelew, impugnó la peronización de los intelectuales y se decidió por una línea insurreccionalista distante de las vanguardias armadas, con las que simpatizó años después.
Como anticipamos, desde mediados de 1972 los números de Desacuerdo y de La Comuna, los periódicos clandestinos No transar y Nueva Hora, y los editoriales de la revista cultural Los Libros coinciden en una lectura de la coyuntura política marcada por la crisis de las clases dominantes, el debilitamiento de la dictadura militar y la impotencia de los partidos burgueses para canalizar las rebeliones populares que se extendían. Para esas publicaciones, la vanguardia se constituiría exclusivamente a partir de la expansión de esas rebeliones.
Esta lectura política difería de las tesis del ERP y de las OAP, pues ambas formaciones combatientes señalaban en las organizaciones armadas la vía para contar con una vanguardia y, a su vez, superar a los partidos burgueses. Por su parte, los dos partidos maoístas, VC y el PCR, acusaban a la izquierda peronista de reducirse a un instrumento del actor principal: Perón. Desacuerdo y La Comuna tendieron a acordar en esa acusación, al tiempo que, sin mencionarlas por sus siglas, cuestionaron al PRT-ERP y las OAP por estar cegadas por el uso de las armas y por un afán sustitucionista sobre las masas. Si para los guerrilleros la fuga había sido “todo un éxito”, para los maoístas el éxito estaba en las rebeliones populares. Ello no impedía que todos acordaran con Mao en que “el poder nace del fusil” o que sus militantes convergieran en algunos frentes sindicales.
Las divergencias y el sectarismo exacerbado no deberían opacar los acuerdos. Todas las tendencias de la nueva izquierda consideraban que tanto el poder de lo que llamaban el “Partido Militar” como el de las clases dominantes en general estaban en crisis y por eso negociaban la transición a la salida parlamentaria. El libro de Urondo muestra los dilemas que el GAN y Perón le plantearon a los dirigentes guerrilleros presos en Rawson. Divergencias y acuerdos en la nueva izquierda que permiten advertir la especificidad de esta prensa, pero también los límites y puntos ciegos que asediaban a fines de 1972 al conjunto de este complejo mosaico de tendencias que era la nueva izquierda.
Los límites y puntos ciegos aparecen nítidamente en octubre cuando las publicaciones maoístas reconocen que el gobierno mantiene la hegemonía política. Desacuerdo es el órgano que desde el primer párrafo de su editorial del 18 de octubre lo define descarnadamente: “Establecida claramente la hegemonía de la camarilla militar, Perón, Balbín y el resto de los viejos políticos han demostrado comprender que no hay otro Gran Acuerdo Nacional posible que el que Lanusse les ofrece. Disciplinadamente se subordinan”. Ante ese límite, no duda en afirmar que “no está dicha la última palabra” ya que las rebeliones populares persisten y obturan las consideraciones sobre la significativa inserción de la guerrilla en ese juego.
La Comuna comparte con Desacuerdo este diagnóstico. A pesar de las reivindicaciones de las experiencias obreras y campesinas radicalizadas, las tendencias maoístas que apostaban a la “hegemonía” proletaria como centro de su política también tropezaban con la identificación masiva de la clase obrera con el peronismo, identificación que les limitaba la condición de representantes de esa clase. Asimismo, debían disputar esa representación tanto con la militancia de las organizaciones armadas (peronistas o marxistas) como con las fuerzas afines a Tosco, quien no ocultaba sus relaciones con el PCA.
Fotografía reproducida en La Comuna, N° 3, agosto de 1973, p. 3. Archivo CeDInCI
Finalicemos con el último número de La Comuna que resume en una foto el ideal de las publicaciones que analizamos y que diverge con la foto de los guerrilleros rendidos con la que iniciamos el análisis. La Comuna difunde la imagen de los cuatro militantes sentados frente a una mesa llena de papeles preparados para dar una conferencia de prensa. Éstos integraban la Comisión Interna de los obreros de FIAT Concord y acababan de votar unirse al SMATA clasista de Córdoba. El obrero que habla lleva bajo el brazo un ejemplar de La Comuna mientras su compañero toma en su mano otro ejemplar sobre la mesa, en el que podemos leer el titular de tapa: “Trelew: ni olvido ni perdón”.
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* Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Correo electrónico: adriancelentano@gmail.com
[1] Sobre la distinción, ver Tortti (2014) y Terán (2013); recientemente, Mangiantini, Friedermann y Pis Diez (2021). La “nueva izquierda” engloba la renovación teórica y política operada por agrupamientos políticos e intelectuales, por revistas culturales y por editoriales marxistas que desde 1955 y hasta el golpe de Estado de 1976 revisaron la comprensión del fenómeno peronista e impulsaron, inspirados por la Revolución cubana, la radicalización de la intervención de la izquierda en el conflicto social y político. Entonces, varias fuerzas estudiantiles de los “viejos” Partido Socialista y Comunista descartaron el repertorio pacifista para priorizar la vía violenta a la Revolución, al tiempo que algunos confluyeron con las corrientes juveniles y sindicales del peronismo que optaban por los métodos de acción directa ante la represión militar y la proscripción de su movimiento. La radicalización de la juventud peronista nutrió las filas de las organizaciones armadas peronistas como FAR y Montoneros, fundadas en 1970. Entre quienes participaron de la renovación de las izquierdas a distancia del peronismo se encontraron los maoístas de Vanguardia Comunista y del Partido Comunista Revolucionario, que apostaron a una insurrección popular, y los guevaristas del PRT-ERP, que formaron organizaciones político-militares y alcanzaron un número mucho mayor de militantes. Finalmente, esa renovación también estuvo impulsada, por un lado, por diversos artistas, escritores y cientistas sociales universitarios que impugnaron el proyecto modernizador desarrollista y adoptaron el modelo de intelectual revolucionario antimperialista y, por el otro, por una parte del mundo católico posconciliar como el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que propició el involucramiento de los cristianos en la lucha revolucionaria.
[2] Hemos trabajado la relación entre archivos, nueva izquierda y clasismo en Celentano (2020). Para el presente artículo trabajamos con la versión digitalizada de Desacuerdo, puesta en línea por Americalee (https://americalee.cedinci.org). Revisamos en el CeDInCI el fondo sobre la Masacre de Trelew, el fondo personal de David Viñas y las colecciones de La Comuna, Nueva Hora y No transar. Agradecemos a Karina Jannello, Eugenia Sik, Tomás Verbrugghe y Natalia Bustelo por su colaboración. Agradezco los comentarios de Mario Ayala, María Josefina Lamaison y Néstor Nicolás Arrúa.
[3] “Carta de María Angélica Sabelli a su familia desde el penal de Rawson”, Rawson, 10/07/72, en Archivo Nacional de la Memoria, AR-ANM-MAS-21.
[4] En sintonía con el ‘68 global, la nueva izquierda argentina insertó sus posicionamientos en la insurgencia de los pueblos latinoamericanos y del llamado Tercer Mundo, saludó la emergencia del comunismo chino, simpatizó con la protesta social en Estados Unidos y Europa y sostuvo, en diferente grado, divergencias con la Unión Soviética (Celentano, 2022a; Rupar, 2023). Insistamos en que la nueva izquierda argentina no construyó un programa ni una dirección unificada pero en 1969 las insurrecciones populares, obreras y estudiantiles como el Cordobazo y las posteriores rebeliones “clasistas” en las grandes fábricas automotrices y metalúrgicas le permitieron condensar y confirmar sus tan diversas como sofisticadas tesis para alcanzar los objetivos socialistas (Brenann, 1996; Celentano, 2014a). Si bien en 1972 las organizaciones como el PRT-ERP y los Montoneros alcanzaron su mayor incidencia social y legitimidad política para su accionar guerrillero otras tendencias minoritarias como VC y el PCR, junto a militancias estudiantiles, líderes clasistas y grupos intelectuales como las aquí analizados priorizaron la llamada vía insurreccional, desecharon la formación de estructuras armadas propias y preservaron cierta autonomía relativa para los intelectuales en el terreno cultural.
[5] Sin duda, aparecieron otros libros que participaron de la cultura de izquierdas y tuvieron menos repercusión. En 1973 Granica publicó Libro de Trelew, del escritor de izquierdas Humberto Costantini, y el Foro de Buenos Aires por la Vigencia de los Derechos Humanos publicó su investigación en un sello propio bajo el título Proceso a la Explotación y a la Represión Argentina. Este último fue presentado como prueba por la testigo de contexto Vera Carnovale en el juicio a los marinos responsables de la Masacre de Trelew realizado en 2012 (Trucco Dalmas, 2022, 65)
[6] De los 16 detenidos 13 eran militantes de partidos políticos (Partido Socialista Popular, Unión Cívica Radical, Partido Justicialista y Movimiento de Integración y Desarrollo). Varios eran defensores de presos o integraban la comisión de solidaridad con los presos, tres militaban en el Sindicato de Obreros y Empleados de la Administración Pública de la Provincia de Chubut (SOYEAP) y otros tres eran miembros de un grupo de teatro independiente.
[7] Sobre la formación de Vanguardia Comunista y la del Partido Comunista Revolucionario y su inscripción en la nueva izquierda, ver Celentano (2022) y Rupar (2023).
[8] Contamos con estudios que analizan la intervención de OSPPEG en Córdoba, Tucumán, Rosario y Capital Federal (Soto, 2004; Scocco, 2018 y Solis, 2019). Sobre las Ligas Agrarias y las movilizaciones rurales, ver Ferrara (2006) y Roze (1990).
[9] Recordemos que la obra teatral “El centrofoward murió al amanecer”, escrita en 1955 por el dramaturgo argentino Agustín Cuzzani, había obtenido reconocimiento del público y de la crítica por su sátira de la capacidad del capitalismo para comprar de futbolistas a científicos y bailarinas. Así, “Piter Gan”, el centrofoward caricaturizado por Fontanarrosa, sería una muestra más del poder del capitalismo imperialista; en este caso repudiado violentamente por el pueblo. Sobre la renovación del humor político argentino a principios de los años setenta, ver Burkart (2011).
[10] Bajo el título “La vuelta de Perón Fierro. Adhesión al año hernandariano”, Fontanarrosa dedicó a la vuelta de Perón otra de sus caricaturas (Desacuerdo, N° 16, 20/12/1972, p. 7). “Perón Fierro”, al igual que el gaucho del poema de José Hernández, busca la reconciliación, en este caso vuelve a la Argentina junto a su amigo “Rucci Crush”, quien le facilita el encuentro con Lanusse.
[11]“Ni golpe ni elección: dos tres cien córdobas”, La Comuna, nro. 1, Buenos Aires, julio de 1971, p. 3. Sobre la experiencia de los sindicatos clasistas de FIAT SiTRaC-SiTraM, ver Brennan (1996). Respecto de los archivos de la experiencia clasista, ver Celentano (2020) y sobre la posición de la prensa política maoísta, ver Celentano (2022a).
[12] “Los sí y los no de Tosco… ¿Ni?”, La Comuna, N° 5, junio de 1972, p. 6.
[13] Sobre la radicalización católica ver Touris (2021), sobre la revista Cristianismo y Revolución ver Celentano (2014a) y Campos (2016).
[14] “Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo” por Belisario Tiscornia, La Comuna, N° 4, noviembre de 1971, p. 2-3; “Ligas del nordeste. Reportaje a Osvaldo Lovey”, La Comuna, N° 5, junio de 1972; “Polémica: Cristianismo y revolución” por Rolando A. Rimini; “Solanas y Getino. De aquellos hornos dieron estos bollos”, La Comuna, N° 3, setiembre de 1971.
[15] Desacuerdo, N° 2, 17/5/1972. E l otro titular sintetiza la posición clasista del quincenario del siguiente modo: “El gremio debe ser entregado por las buenas o por las malas. Así lo dijo para Desacuerdo René Salamanca, secretario electo del Sindicato de Mecánicos (SMATA) de Córdoba”. La página siguiente incluye un suelto titulado “Chubut: 2 de mayo”. Allí se informa sobre la represión policial a una manifestación de mil empleados públicos en Rawson.
[16] Susana de Fronteras resumió en su discurso al de Flores, quien había ratificado su voluntad de resistir a pesar de los tres traslados en 18 meses de cárcel y saludó el ejemplo del pueblo vietnamita en su lucha contra el imperialismo. Al igual que las otras mujeres, enalteció su rol de compañera y esposa unida a los ideales de los obreros presos. Además de la clásica consigna “A los presos liberar con la lucha popular”, sumaron un canto con la música de marcha peronista: “Las muchachas cordobesas, todas unidas triunfaremos y como siempre daremos un grito de corazón: ¡viva SiTraC, viva SiTraM!”. La carta de un hijo de once años cierra la crónica con un saludo al padre preso y ratifica la impronta familiar: el hijo acompaña al padre porque es bueno, porque su lucha es justa y porque ningún ser humano como él debe estar tras las rejas (Desacuerdo, N° 2, 17/5/1972, pp. 4-5). Una perspectiva similar se advierte en notas de otras entregas del semanario: “En la lucha a los 82 años. El ejemplo de la madre de Gregorio Flores”, “Habla Faustina López. Esposa de un delegado de SiTraC detenido en Rawson” y “El orgullo de tener un hijo preso. Así lo manifestó la madre de Héctor Jouve, condenado a cadena perpetua” (Desacuerdo, N° 4, 1972, pp. 6-7).
[17] “Intelectuales revolucionarios por su relación con el movimiento obrero clasista que gana aliados en los rurales chaqueños y en otros sectores populares que enfrentan al GAN. Ese modelo se aparta del intelectual centrado en la especificidad de su labor, de su autosatisfacción en medio de categorías abstractas. Deben producir ideas basadas en la teoría revolucionaria que lleguen más allá de los obreros medios y de las vanguardias hasta poder incidir en la práctica de las masas”, “Carta de Curutchet”, Desacuerdo, N° 3, 7/6/1972, p. 2.
[18] A través de las notas anónimas de Piglia, Desacuerdo promueve una segunda modalidad de “intelectual revolucionario”, quien debería integrarse en los conflictos sociales desde su práctica especifica, sea artística, universitaria o profesional. Por ejemplo, “Arte revolucionario. Grupos de agitación y propaganda en Argentina”, Desacuerdo, N° 1, 2/5/1972, p. 7; “El teatro en Vietnam está al servicio del pueblo” y “Llamamiento al encuentro de artistas”, Desacuerdo, N° 3, 7/6/72, p. 7 y 8.
[19] Susana Aguad, “La continuidad de la dictadura se expresa a través de la legislación represiva”, Desacuerdo, N° 3, 7/6/1972, p. 2. Allí se detallan las leyes represivas decretadas por el gobierno, las formas jurídicas en que amparan la constitución de tribunales especiales y la concentración de los presos políticos en lugares distantes e inhóspitos.
[20] Algunos de estos tribunales fueron impulsados por los maoístas junto a otras fuerzas de izquierda en Bahía Blanca, Rosario, Corrientes y Buenos Aires.
[21] “El cabo Requeijo en ¡Fortín Roca!”, en Desacuerdo, N° 6, 19/7/1972, p. 7; “Mi libertad la logró el grito del pueblo” y “Sesionó el Tribunal Popular Antirepresivo”, Desacuerdo, N° 5, 5/7/1972, p. 3; “Con la lucha popular a los presos liberar”, Desacuerdo, N° 7, 2/8/1972 p. 8.
[22] La telenovela fue recientemente analizada en Carassai (2013).
[23] Altamirano, Carlos, “El Gran Acuerdo Nacional”, Los Libros, julio de 1972, pp. 7-10.
[24] En el artículo se entrevista al “gordo López”, obrero de FIAT que agradece el apoyo de OSPPEG pero lamenta la situación de los compañeros que permanecen detenidos. s/f, “Bienvenida a los presos rescatados de las cárceles de la dictadura”, Desacuerdo, N° 8, 16/8/1972, p. 6. “Se castiga a los familiares en Villa Devoto”, Desacuerdo, N° 8, 16/8/1972, p. 3.
[25] La tapa del sexto número de Desacuerdo remite a la tapa de su cuarto número, aparecido el 21 de junio de 1972. En ella tituló “A seis años del golpe del 28 de junio” y también presentó a los cuatro gorilas pero con las cabezas completamente tapadas por los carteles con los rostros de los generales (Desacuerdo, N° 4, 21/6/1972).
[26] La forma que asume la reivindicación guarda coincidencia con la de los trotskistas. En efecto, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) deja clara su posición ya en la tapa de su quincenario: “Nuestro partido, que está declaradamente en contra del erróneo método de los guerrilleros, no puede silenciar la indignada sospecha que hoy tienen los trabajadores y el pueblo: que los 15 revolucionarios muertos en la base almirante Zar fueron vilmente asesinados por la Marina” (Avanzada Socialista, N° 26, 23/8/1972). Esa declaración volverá a aparecer en los siguientes números. Sin embargo, en tanto este partido provenía de una ruptura con el PRT-ERP, no realizó otras consideraciones sobre la acción. El citado número también coincidía con los maoístas sobre el rol del líder justicialista. El otro titular de esa tapa asegura: “Perón no vuelve y sigue frenando”. Sobre el PRT y la escisión que se organizó en el PST ver Carnovale (2009) y Mangiantini (2018).
[27] “El padre de Ana María [sic] Sabelli afirma que la única salida es la lucha popular”, Desacuerdo, N° 9, 6 /9/1972, p. 2 (si bien en la nota el nombre de la militante fusilada es el correcto, el título lo confunde con otra fusilada). El mismo número del quincenario difunde una cronología nacional de los actos contra la Masacre de Trelew y una entrevista a los abogados porteños que viajaron a Trelew y ratificaron que los tres sobrevivientes fueron trasladados a Puerto Belgrano. Sobre las FAR ver González Canosa (2021).
[28] “Brutal represión en el velatorio de los compañeros Capello, Sabelli y Villarreal”, Desacuerdo, N° 9, 6/9/1972, p. 7. La última página del semanario reseña mediante sueltos cada acto en repudio a la masacre de Trelew. En ninguno de ellos menciona la pertenencia política de los “mártires populares”, “Desacuerdo al día” y “Movilizaciones en repudio a los sucesos de Trelew”, Desacuerdo, N° 9, 6/9/1972, p. 8.
[29] Desacuerdo, N° 9, setiembre de 1972, p. 6-7. “Un tribunal popular juzgó a la represión”, Desacuerdo, N° 10, 20/9/1972, p. 7. Sobre el recrudecimiento de la represión en el penal de Rawson Desacuerdo publicó un reportaje al abogado Gastón Courtade de OSPPEG (“Se denuncia la existencia de un campo de concentración”, Desacuerdo, N° 11, 4/10/1972, p. 3). Por su parte Nueva Hora transcribió el reportaje bajo el título “Informe sobre Rawson”, Nueva Hora, 102, 6/10/1972, p. 7.
[30] “Denuncian la situación carcelaria”, Desacuerdo, N° 14, 15/11/1972, p. 5.
[31] “El silencio de Trelew”, en Los Libros, N° 28, septiembre de 1972, p. 2.
[32] “Roca: la rebelión comunal”; “Docentes. Sarmiento: se lo llevó el viento”; “Córdoba: hacia una fase superior de los cordobazos” y “Hablan las bases del SMATA” por Gerardo Luna, “San Nicolás: el alto horno no está para bollos”, por Daniel Avila; s/f, “Coria es coria” p. 7; s/f “¿GAN estás?”; s/f “Somisa: no todo lo que reluce es acero”; “Tucumán: del jardín a la Argentina quinta”; “Niño Vietnam Mundo”, por Luis Navalesi, “La china e vichina. Entrevista a Rosendo Irusta” por La Comuna; La Comuna, N° 6, setiembre de 1972.
[33]
“La
izquierda se pone los pantalones largos”, Nueva Hora, N° 100, 23/9/1972,
p. 5.
[34]
“Darles
duro hasta que caigan”,
“Repudio a los asesinatos” y “Comunicado de prensa de la Coordinadora de
Repudio a los Fusilamientos de Trelew”, Nueva Hora, N° 99, 8/9/1972.
El comunicado incluye las firmas de agrupaciones de psicólogos, arquitectos,
abogados, estudiantes y partidos políticos de izquierda, desde el PC hasta los
trotstkistas y socialistas, pero no incluye la de grupos armados.