Militancias transicionales entre España y Argentina: los orígenes del partido de los trabajadores socialista español

 

Transitional militancy between Spain and Argentina: the origins of the spanish socialist workers party

 

Resumen

Este artículo se ocupa de rastrear los orígenes del Partido Socialista de los Trabajadores en España, organización política fundada en 1979 en base a vínculos establecidos por militantes trotskistas españoles con sus pares pertenecientes al Partido Socialista de los Trabajadores argentino. La trayectoria que concluirá provisoriamente en su conformación ocurre primero al interior de dos organizaciones: el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y luego en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR). En ellas, los militantes practicaron el entrismo, táctica clásica en la tradición del trotskismo y que en este caso les produjo resultados ambivalentes. Mediante el análisis de documentos partidarios y testimonios, se busca delinear la trayectoria de estos militantes y al mismo tiempo proponer interpretaciones de una cultura política de izquierdas cuyo despliegue tuvo como marco la transición entre dictaduras y democracia, tanto para el caso argentino como para el español.  

Palabras clave: PST, Trotskismo, Militantes, Exilio, Transición española

 

Abstract

This article deals with tracing the origins of the Socialist Workers Party in Spain, a political organization founded in 1979 based on links established by Spanish Trotskyist militants with their peers belonging to the Argentine Socialist Workers Party. The trajectory that will provisionally conclude in its formation occurs first within two organizations: the PSOE (Spanish Socialist Workers Party) and then in the Revolutionary Communist League (LCR). In them, the militants practiced entryism, a classic tactic in the tradition of Trotskyism and which in this case produced ambivalent results. Through the analysis of party documents and testimonies, we seek to outline the trajectory of these militants and at the same time propose interpretations of a left-wing political culture whose deployment was framed by the transition between dictatorships and democracy, both for the Argentine and Spanish cases.

Keywords: PST, Trotskyism, Militants, Exile, Spanish transition

 

Fecha de recepción: 11 de enero de 2024

Fecha de aceptación: 09 de abril de 2024

 

Militancias transicionales entre España y Argentina: los orígenes del partido de los trabajadores socialista español

 

 

Fernando Aiziczon*

 

 

Introducción. Militancias de izquierda, trotskismo argentino y transición española

 

El principal rasgo que asoma cuando se trata de establecer una aproximación a la creación del Partido Socialista de los Trabajadores español es de carácter externo: su origen es inexplicable sin la profunda vinculación que sus militantes tuvieron con el PST argentino.[1] De allí que resulte esencial dar un primer rodeo sobre aquel para ponderar efectos o rasgos de la influencia de la organización argentina sobre la española.

 

El PST argentino se había fundado durante el año 1972 bajo el contexto de enormes movilizaciones obreras y estudiantiles (sobre todo el Cordobazo en 1969) y del inminente retorno de Juan Domingo Perón, exiliado en España. Su regreso cerró fugazmente décadas de gobiernos semidemocráticos y militares, y abrió un corto y vertiginoso período que culminó con el llamado a elecciones presidenciales, donde Perón se impuso tras estar casi 17 años proscripto (setiembre de 1973). Previamente, una de las pocas corrientes de izquierda radical no armada que evaluó participar del juego electoral fue la que entonces lideró Hugo Miguel Bressano Capacete, alias Nahuel Moreno,[2] denominada Partido Revolucionario de los Trabajadores-La Verdad, surgida de la división del Partido Revolucionario de los Trabajadores en 1968 (Campione, 2007). Aquella ruptura implicó, entre otros desacuerdos, que un ala referenciada en la figura de Mario Roberto Santucho eligió la estrategia guevarista de la vía armada (fundando el PRT-El Combatiente, la escisión más numerosa) mientras la otra se inclinó por desarrollarse entre los levantamientos obrero estudiantiles de la época, lo que incluyó en la coyuntura argentina no despreciar el camino electoral, para lo cual se fusionó con un grupo proveniente del Partido Socialista Argentino, acaudillado por Juan Carlos Coral, dando así origen el PST.

 

Conviene retener que el enfrentamiento entre Nahuel Moreno y Mario Santucho[3] se amplificó internacionalmente respecto de las vías que la revolución debía tomar en el mundo en general, y en América Latina en particular, y se desplegó desde mediados de los años ‘60 hasta al menos fines de los ‘70 en el seno de la IV Internacional trotskista y su Secretariado Unificado, donde Moreno confrontó, entre otros, con el trotskista belga Ernest Mandel, defensor de la vía armada en nuestro continente.[4] En otras palabras, y como desarrollaremos más adelante, la interpretación política que los/as militantes morenistas llevaron consigo en su derrotero europeo no puede pensarse sin aquella polémica a cuestas. Estas razones también resultan relevantes de nombrar pues a la actualidad la carencia de estudios académicos sobre la deriva particular del trotskismo argentino en tierras españolas continúa siendo una tarea vacante, contado con estudios escritos por militantes de esta corriente centrados en el ámbito local y latinoamericano (González, 1995, Coggiola, 2006, Pereyra, 2011, Alba, Rosso y Perrone, 2012, de Titto, 2018), donde solo marginalmente refieren al caso en marras. Más pronunciado aún es el caso del PST español, cuyas referencias comienzan a aparecer recientemente y están vinculadas al resonante asesinato de una de sus militantes en 1980, Yolanda González (AAVV, 2020)[5] o a biografías de sus fundadores (Del Olmo, 2022).[6]

 

En efecto, el PST español fue fundado hacia octubre de 1979 por iniciativa de un grupo de activistas trotskistas españoles influenciados/as por las posiciones de la corriente argentina encabezada por Nahuel Moreno (que ya se denominaba en la jerga militante como “morenismo”). La alineación política que adquirió esta corriente en España tuvo que ver en primera instancia con la lectura de materiales escritos distribuidos por militantes argentinos/as en el exilio que se desplazaban entre España y Portugal. Aquellos textos referían específicamente a caracterizaciones y posiciones políticas sugeridas frente a la coyuntura abierta tras la muerte del dictador Franco y la deriva de la reciente revolución portuguesa.

 

Como señalamos, la adhesión del grupo español a los postulados del PST argentino traía aparejada una ubicación precisa en una dimensión mayor, internacional, donde aquel desplegaba su actividad desde la conformación de la Fracción Bolchevique (FB), opositora al Secretariado Unificado (SU) de la IV Internacional trotskista cuya mayoría era encabezada por Ernest Mandel, rival por entonces de Nahuel Moreno. Mandel fue además figura influyente en la conformación de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), organización trotskista por entonces de creciente desarrollo en España y cuya deriva era seguida con interés por los/as futuros/as morenistas españoles.

 

Ahora bien, los estudios sobre las izquierdas revolucionarias españolas de filiación trotskista durante el período de transición es apenas rastreable en la nutrida producción sobre las izquierdas en general (Laiz, 1995, Ysás  y Molinero, 2016, Caussa y Martínez, 2014, Beorlegui, 2017, Wilhelmi, 2016). Existe un texto corto que da noticia de la actividad del PST en la ciudad de Alicante, hacia 1977 (Moreno Sáez, 2006). Mismo con militantes de la Liga Socialista revolucionaria (LSR) cuyo núcleo constituyó luego el PST español. Por su parte, González (2006) describe el tortuoso camino de las organizaciones trotskistas que comenzaron a conformarse en la década del ‘60 tras la disolución de las “Organizaciones Frente”, constituidas por el Frente de Liberación Popular (Felipe), el Frente Obrero de Cataluña (FOC) y Euskadiko Sozialisten Batasuna (ESBA, en Euskadi), también denominadas “El Felipe”, locus donde emergió el Grupo Comunismo, de los primeros en declararse trotskista (García Alcalá, 2001)[7]. Tras el estallido de este último es que se conformaron otros grupos de filiación trotskista: la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y la Liga Comunista (LC), organización desde la cual se desprendió la mencionada LSR. Es esta formación la que hizo contacto con los militantes exiliados argentinos del PST.[8]

 

Dicho esto, lo que agrega un matiz de peculiaridad a nuestro caso es la puesta en práctica de movimientos tácticos que caracterizaron especialmente la deriva de este grupo y que es preciso destacar: el “entrismo”,[9] método basado en el ingreso de militantes a una organización ideológicamente diferente a la propia, considerada reformista o centrista, y que por su mayor inserción en la clase obrera en vías de una radicalización (o giro hacia la izquierda), justifican esa acción. Pero no solo eso: un rasgo determinante lo constituye el hecho que la organización de destino atraviese crisis internas y esté en vías de enfrentar al fascismo, el imperialismo, u otro tipo de amenazas. Allí radica la posibilidad, mediante la prédica militante, de que en su interior se origine un viraje hacia la izquierda de un determinado número de ellos/as, que naturalmente serían considerados más politizados/as. Una vez que esto ocurre, es el momento de concluir la táctica saliendo de la organización para construir en otra instancia el partido revolucionario trotskista.

 

Estas tácticas se desplegaban junto a grandes debates en el campo militante respecto a qué hacer tras la muerte de Franco, cómo interpretar el ascenso del Rey Juan Carlos, dónde iniciaba efectivamente la Transición española, cómo considerar las movilizaciones y protestas que se venían sucediendo al menos desde 1970, tanto obreras como estudiantiles, a las que el franquismo respondió con represión y el establecimiento del estado de excepción.

 

Finalmente, cuando en junio de 1977 se planteó la Reforma Política y el presidente Suárez convocó a las primeras elecciones libres para elegir a las Cortes,[10] que luego aprobaron la Constitución de 1978, se abrieron otras discusiones respecto a la actitud a tomar en los procesos electorales. En este intrincado escenario, los/as trotskistas se dividieron entre participar de un frente electoral con el PSOE (socialistas) y PCE (comunistas), posición defendida por los militantes de la LCR, y quienes adhirieron al lema “Vivan las Cortes, abajo el Rey!”, planteada por Nahuel Moreno[11] y que consistía en votar a las Cortes Constituyentes para que estas, a posteriori, desplacen a la Monarquía. Si bien estas posiciones fueron marginales respecto a lo que sucedió en el PSOE y PCE, que luchaban por su legalización a través de la Coordinación Democrática (“Platajunta”),[12] su conocimiento permite ingresar al universo de la izquierda radical construido en torno a estos dilemas.

 

A continuación, nuestro artículo ofrece en primer término un acercamiento a los nexos posibles entre militancias y exilios, que actuaron como condiciones de posibilidad del caso en estudio; luego, brindamos una aproximación preliminar a la atmósfera militante de aquella izquierda radical, considerando las formas en las que se desplegó. Avanzamos analizando la influencia de las ideas del morenismo y su impacto en la militancia del grupo que precedió al PST español, para finalmente problematizar la puesta en práctica del entrismo en 2 organizaciones españolas. En las conclusiones ofrecemos posibles modos de interpretar la trayectoria inicial del PST español.   

 

Militancias y exilios

 

Si las condiciones de posibilidad del caso en cuestión remiten tanto a procesos transicionales entre dictaduras y democracias como a movimientos tácticos y desplazamientos territoriales de militantes por exilios forzados en contextos represivos ¿cómo abordar estas posiciones superpuestas entre exilios y militancias?, ¿cuánto de la dimensión nacional se permeó en las caracterizaciones políticas? Una primera lectura de los estudios recientes en Argentina desde donde podríamos ubicar nuestra temática nos conduce al campo de las investigaciones sobre los exilios durante el período de la última dictadura cívico-militar. Si bien los estudios giran preponderantemente sobre procesos de reconfiguración identitaria bajo condiciones de exilio, describen experiencias de proyectos periodísticos, artísticos y editoriales, acciones de denuncia desde el exterior,  o dimensiones de la vida cotidiana, existe también una mirada que considera el papel de los/as exiliados/as en tanto agentes políticos, esto es, su despliegue en organizaciones políticas que intervienen en/sobre otras, incluso desde momentos previos a la última dictadura, tanto en formaciones políticas de la izquierda revolucionaria armada y no armada, dando de ese modo continuidad a su compromiso militante (Franco, 2008, Jensen y Lastra, 2014). Aunque no todo exilio obedece a efectos de la represión dictatorial (“exilio no es dictadura, retorno no es democracia”, Jensen, 2004, 299), la dirigencia del PST argentino debió exiliarse, y este es el término que la organización utilizó a mediados de 1976 cuando su dirección política llegó a Colombia luego de prohibirse sus actividades y ser declarada ilegal junto a otras organizaciones de izquierda radical.[13]

 

Una de las escasas investigaciones que abordan lateralmente el tema (Osuna, 2014), establece que el exilio en particular brindó al PST la oportunidad de la construcción de una corriente internacional.[14] Por su parte, Franco (2008) estudió militantes argentinos exiliados en Francia pertenecientes a diversas organizaciones (Montoneros, Partido Revolucionario de los Trabajadores, Peronismo de Base, Poder Obrero, Política Obrera), reconstruyendo cómo se incorporaron a las diversas organizaciones de DDHH y también como fueron capaces de sostener en su interior un discurso político partidario y “revolucionario”, que generó una conflictividad interna vinculada con las experiencias de militancia política previa, puesto que la lucha por los DDHH fue considerada inescindible de la “lucha revolucionaria” (Franco, 2008. p. 91-92). En el caso del PST, la ubicación forzosa de su dirección en Bogotá no impidió la tarea -ya iniciada años antes- de desarrollo de una corriente internacional que disputara la dirección de la IV Internacional trotskista. Allí se inscribieron las actividades políticas por Latinoamérica y Europa, mientras que desde Bogotá se publicaron revistas y libros bajo el nombre de Editorial Pluma, tales como Revista de América, y ediciones de textos clásicos de Trotsky.

Al respecto, el enfoque de Mangiantini (2017) es el más específico sobre esta temática; el autor considera la política internacionalista del PST, mirando la participación sostenida en instancias como el Secretariado Unificado de la IV Internacional –donde el PST trazó vínculos con el SWP norteamericano (Socialist Worker Party)- y la construcción de partidos formados a semejanza del argentino en países como Perú, Uruguay, Venezuela, y vinculándose a organizaciones afines en Brasil, México, Bolivia, Colombia. Tal como describe este autor, a pesar de la situación de exilio las actividades del PST no cesaron, por el contrario: en 1980 se realizó el Congreso del partido en Colombia, con casi 100 delegados argentinos; un año antes, en junio de 1979, se organizó desde allí la Brigada Simón Bolívar que partió hacia Nicaragua para respaldar las acciones del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Respecto a Europa, no tenemos mayores datos que la mención al trabajo militante que inició uno de sus miembros, Aldo Casas, en Portugal (Mangiantini, 2017). Si bien la fundación del PST en España ha sido hasta nuestros días inexplorada, la reciente donación de los archivos partidarios a la Fundación Pablo Iglesias,[15] ubicada en Alcalá de Henares (España) nos abrió la posibilidad de iniciar una aproximación preliminar.

 

Las formas de las militancias

 

A continuación, desarrollaremos algunos rasgos de las formas en las que se desplegó la militancia en organizaciones de izquierda radical de raíz trotskista, con la idea de ponderar cambios y continuidades vinculados al momento transicional en que ocurrieron. Para acceder a cómo era practicada la militancia en los años previos a la constitución del PST realizamos entrevistas orales a miembros de aquella organización que aún residen en Madrid, región donde se originaron los contactos con los/as trotskistas argentinos. En esta primera aproximación al tema, presentamos testimonios que realizamos a dos de sus miembros fundadores, Jesús Jaén y Enrique Del Olmo; ambos continúan a la fecha su actividad política en otras organizaciones sociales y de izquierda (el PST dejó de existir en 1993) y se declaran morenistas en el sentido reivindicativo del término. Presentamos también una entrevista a una militante de la LCR española, Monserrat Cervera Rodón, de modo de contrastar y enriquecer que las izquierdas radicales comenzaron a incorporar por entonces: el feminismo. 

 

Mirada desde el presente, la militancia en aquellos tiempos era considerada como “el paleolítico”, en alusión a los métodos de ingreso a las organizaciones de izquierda revolucionaria, que implicaban un período prolongado de pruebas donde no solo se trataba de formación política sino en lo fundamental cuestiones de seguridad en vistas de que estas organizaciones fueron declaradas ilegales bajo el franquismo.

 

El testimonio de Jesús nos indica que ya en los círculos de la Liga Comunista y también en la Liga Socialista Revolucionaria se utilizaba la denominación “militante estagiario” que significaba todo/a aquel aspirante que estaba a prueba –durante un año o más- de ingresar a una organización, donde además no se conocía al resto de los integrantes de otras células al practicarse el tabicamiento como medida de seguridad, esto es, la compartimentación de actividades (y militantes) sin que un miembro conozca las que se realizan en otra célula o frente de acción, todo a fines de evitar que la represión que afecte a un sector no recaiga sobre el total de la organización. Respecto de la formación política nos comentó:

 

a toda esta gente que se iba acercando le hacían una especie de cursillos, de charlas, que eran tres o cuatro, que yo creo que estaban estructuradas en torno sobre todo a las tesis del noveno congreso de la Cuarta Internacional (…) en ese congreso ya estaba todo el debate sobre la mayoría y la minoría, la guerrilla, o sea lo que era la tendencia Mandel-Maitan-Gunder Frank, y por otra parte la tendencia de los SWP, Norteamérica, el PST argentino, era, y creo que eso era básicamente, lo que sucedió en la LCR, es que hay un debate, también, donde las dos tendencias se van a estructurar.[16]

 

            Como lo anunciamos al inicio, aquí ya cobra relevancia el debate entre las dos tendencias (mayoría y minoría) que estuvo en el origen y final de las posibilidades de convergencia entre mandelistas y morenistas al interior de la IV Internacional, en especial durante lo que fue más delante el X Congreso de aquella organización.

 

Ahora bien, una vez ingresado y tras algún tiempo el/la aspirante podía integrarse a lo que se denominaba “comando”, una formación para la acción callejera, clandestina, donde entre 100 a 200 personas muñidas de cocteles molotov protagonizaban un acto relámpago y desaparecían a los pocos minutos. En el mismo, se arrojaban volantes caseros fabricados a mano con una imprenta muy rudimentaria denominada “vietnamita”.[17]

 

Con más años previos de militancia, el relato de Enrique nos agrega un matiz que hace al carácter transnacional, o en términos propios, al internacionalismo como marca identitaria, ya sea por nexos militantes o por influencias externas, que en el caso de la LCR se circunscribió al predominio de la liga francesa sobre la española: la división entre células proletarias y de “universidad roja”, los grupos comando, el carácter elitista, y, sobre todo, las lecturas seleccionadas. En este sentido, antes del debate entre Mandel y Moreno, prevaleció en España la interpretación del mandelismo y de otros militantes de su entorno: Daniel Bensaid, Alain Brossat, Henri Weber, escribían sobre las orientaciones de la IV Internacional o también enfocados en el Mayo Francés, facilitados a su vez por Jaime Pastor, un destacado militante exiliado en Francia y luego vuelto a España y a la LCR, junto a Martí Caussa, Aníbal Ramos, Manolo Garín, Miguel Romero, entre otras personalidades destacadas del trotskismo de la liga y que antes habían hecho escuela militante en el Felipe y el Grupo Comunismo (Caussa y Martínez, 2014, Del Olmo, 2022).

 

Si bien estos son rasgos que pueden ser considerados como fundacionales, no son los únicos: al poco tiempo de comenzar a consolidarse la Liga ya hay una “crisis de crecimiento” apenas finalizado el año 1972, caracterizada críticamente por Enrique:

 

Entramos a pedalear en el aire, [hay un] vanguardismo que no permite pegar salto hacia el movimiento de masas […] se empieza a criticar cómo nos íbamos separando del proceso más masivo, más democrático…y uno entiende el problema democrático: que se va a una transición a la democracia…porque estaba la Liga en una tendencia creciente a la separación de la realidad…la historia de la liga es una demostración de que la realidad no ha pasado por ella…busca reafirmarse, pero en sí mismos, no en su relación con su movimiento.[18]

 

Y agrega: “en eso hay una diferencia abismal con el morenismo”; en otras palabras, esto puede leerse como un proceso político a la vez interno e internacional: los inicios del cuestionamiento a la política desplegada por la Liga, considerada como vanguardista, que coincide con la discusión en el año 1972 sobre el giro hacia los sindicatos (comisiones obreras, CCOO), fue sincrónico a la división de la Liga en dos fracciones: la mayoría –En Marcha- que se reafirmó en las tesis francesas, y la minoría –Encrucijada-, que empezó a relacionarse a nivel internacional, momento en que se produce ya entre 1975/6 el contacto con los militantes argentinos y las posiciones de la Revista de América, donde es el mismo Enrique, bajo el seudónimo de Segismundo Rega, quien responde las notas sobre su país escritas bajo el título “Cartas desde España”.[19]

 

En este devenir, y junto al recorrido de la Transición española, las acciones comando van dando paso a considerar la participación en elecciones. Por otra parte, nuevos debates llevaron a la expulsión de este grupo de LC-Encrucijada. Para entonces, las diferencias toman nuevamente un matiz identitario, pues ahora la marcada influencia francesa es reemplazada por una definida impronta argentina, ya en la senda del morenismo: 

 

Cuando nos expulsan [de la LC Encrucijada] las diferencias son muy claras: en los debates de tendencia antes de nuestra expulsión, el ataque a los argentinos era furibundo, yo recuerdo en una asamblea grande donde yo fui como cabeza de tendencia, en Barcelona, que hasta me regalaron un Martín Fierro, para denunciar que éramos una intromisión…estaban muy a la defensiva en 3 cuestiones: consignas democráticas y transición democrática, [ellos] nunca le dieron importancia. El debate de lucha armada, nunca fueron capaces de contraponerse, mi opinión es que lo ganamos aplastantemente. Ellos lo que hacen es autoafirmarse, agarrados de un crecimiento cierto […] Nosotros, vía Moreno, ya veíamos ir hacia el PSOE: consignas democráticas y la república”.[20]

 

La expulsión del pequeño grupo donde estaban Jesús y Enrique abrió el camino a la formación de la Liga Socialista Revolucionaria (LSR), cuya finalidad era no solo conservar el grupo expulsado sino cohesionarlo de cara a la táctica que se avecinaba, el entrismo en el PSOE:

 

La LSR es la organización clandestina para el entrismo, ahí empezamos a hacer boletines para el trabajo con los socialistas, yo me incorporo al PSOE y ahí tomamos una decisión de ir a los centros obreros del PSOE, yo me incorporo en Getafe en mayo del ’76, previa alianza para entrar juntos con Convergencia Socialista de Madrid, una organización de profesionales intelectuales socialistas madrileños que no eran del PSOE.[21]

 

A pesar de haberlo utilizado, Enrique subraya su rechazo al término “entrismo” y propone el de “experiencia socialista”, pues el momento de ingreso al PSOE sirvió, en su relato, menos para fines intrínsecamente tácticos que para eliminar rasgos sectarios propios, para aprender a trabajar con la base obrera y sindical, pues “no había ninguna contradicción, es que el pensamiento de la base socialista era muy parecido al nuestro”, señala. Con todo, nuestro entrevistado reconocerá en esta experiencia “la historia de otro desastre”, es decir, su manera de describir los efectos del proceso en que fueron nuevamente expulsados ahora del PSOE, cuando éste, en opinión de nuestros protagonistas, giró hacia posiciones conservadoras, más acordes al sostenimiento del statu quo transicional que a un deseado derrocamiento por vía revolucionaria.

 

Será entonces el grupo de La Razón, formado por estos militantes dentro del PSOE, el encargado de hacerlo, en un momento en que la integración al PSOE en especial en Alicante, Cataluña, Galicia, Getafe, significaba influencia de morenistas sobre varias agrupaciones internas. De hecho, La Razón llegó a distribuir siete mil de sus revistas entre las agrupaciones de la UGT (Unión General de Trabajadores) donde estaba el PSOE. El “otro desastre”, tal la denominación utilizada por nuestro entrevistado, fue luego de la salida del PSOE, el entrismo y posterior expulsión de la LCR: “se agotó un proceso real para sustituirlo por un proceso fraccional”, comenta Enrique, “la ruptura con el PSOE la entendía, pero pasar del PSOE a la LCR era un delirio […] nosotros nos llevamos 300 personas porque teníamos un peso político…perdimos a lo mejor que teníamos”. Cuando ocurra el fin del entrismo en la LCR se perderán unos 100 militantes.

 

Desde el lado de la LCR, Monserrat Cervera Rodón, una militante de la región catalana y miembro del Comité Central, nos cuenta que aquella experiencia con los morenistas dejó un recuerdo triste y “traumático” en la organización, sobre todo por la forma en que ocurrieron los debates tras el intento de unificación del grupo La Razón con la LCR. En especial las prolongadas e interminables querellas referidas al significado de tal o cual frase de autoridad, que a sus ojos carecía de sentido, podía entenderse en un bloque mayor o una cultura política donde se trataba menos de una voluntad de confluencia que de una feroz competencia entre fracciones políticas rivales. En su opinión, la idea de “unidad de los los trotskistas”, lema bajo el cual se establecieron alianzas y acuerdos políticos también con otras organizaciones de izquierda radical, “no tenía mucho sentido… porque es más importante la unidad de los revolucionarios para hacer la revolución (…) [por lo tanto] ¿qué quiere decir ser trotskista?, a pesar de que fuera un señor que dijo cosas interesantes…”.[22] Esta diferente ubicación respecto del valor de la tradición en las formas de militancia era solidaria, en la experiencia de Monserrat, de su visión relacionada al partido y al movimiento feminista; en otras palabras, en cuanto militante Monserrat se consideraba primero feminista y en segundo término activista –y no “militante”, por su connotación militarista- de la LCR: “el tema del feminismo ha sido fundamental, identificativo (…) porque no le podíamos llamar partido, nos llamábamos Liga porque no queríamos llamarnos partido”. O en todo caso, si se hablaba de partido se lo comprendía como una instancia en construcción permanente, no fija ni adherida a una tradición tal como era posible ver en los acalorados debates de la IV Internacional.

 

De sumo interés para profundizar en futuras indagaciones sobre las características de la LCR, es de destacar que como tantos/as otros/as militantes de su generación Monserrat sufrió el encarcelamiento bajo el franquismo[23], y experimentó luego los avatares de la fusión de la LCR con ETA-IV, esto es, conoció el rigor carcelario y compartió espacios con las tendencias armadas en la izquierda con las que no coincidía en su metodología; ambas cuestiones fueron decisivas para el desarrollo de una sensibilidad política antimilitarista y pacifista que desplegó en la LCR. Por otra parte, el feminismo que se practicó en la LCR tuvo su origen en gran medida a través de la impronta que le significó su fuerte vínculo con la LCR francesa.[24]

 

En definitiva, el encontronazo entre las formas militantes del morenismo y las que se desplegaban en la LCR, más allá de la particularidad que este testimonio sugiere, invitan a profundizar en las raíces de diferentes subculturas internas del trotskismo que parecen exceder la mera confrontación de estrategias políticas. Veamos ahora más de cerca cómo el morenismo se vinculó a militantes españoles y logró moldear el desarrollo de una corriente afín en tierras españolas.   

    

Influencia del morenismo y “giro a la realidad”

 

Es esencial para nosotros, revolucionarios españoles, el apoyo político, material y moral que las organizaciones que combaten por la IV Internacional nos presten. Partimos de un acuerdo con la línea general esbozada en el artículo Del garrote de Franco a la trampa monárquica […] la línea de la ‘huelga general para instaurar un gobierno de los trabajadores’ ha entrado en bancarrota; ha caído en el viejo error de sustituir los procesos concretos por las frases vacías […] La falta de un programa democrático acorde con la realidad de la situación, ha llevado a los revolucionarios a desaprovechar condiciones excepcionales para la construcción del partido.[25]

 

El artículo “Del garrote de Franco a la trampa monárquica”, publicado en la Revista de América, fechado en diciembre de 1975, y que es mencionado en la cita confirmaba no solo la adhesión a los lineamientos trazados por el morenismo para la acción de los trotskistas en España sino que implícitamente aludía a la Revista de América como fuente de autoridad política[26]. En otros términos, era una declaración de afinidad política hacia la corriente liderada por Nahuel Moreno cimentada en la idea de que el llamado a huelga general caía en la nueva coyuntura española como una “frase vacía”, impracticable, en discordancia con una nueva realidad que exigía otra mirada: un programa democrático sobre el cual podía asentarse la construcción de un partido revolucionario.

 

Ahora bien, ¿qué eventos eran interpretados por los morenistas al momento de declarar un cambio de época? Ciertamente, el contexto estaba enmarcado por grandes huelgas del Metro en Madrid, trabajadores de industrias metalúrgicas, automotrices, telefónica, correos, entre otros, donde se contabilizaban unos 150 mil huelguistas encabezados por los sindicatos agrupados en la UGT, USO, CCOO[27] (Soto, 1988, Molinero Ysás, 1998). El presidente de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda, tras la muerte de Franco, buscaba un “cambio sin traumas”, mismo lenguaje que ya utilizaban Felipe González (PSOE) y Santiago Carrillo (PCE). En este contexto, la muestra de que la situación debía leerse de otro modo distinto al llamado a huelga general lo constituían, en la mirada que el morenismo plasmaba en la Revista de América, hechos como las elecciones sindicales cuyo resultado fue la derrota de la CNS (Central Nacional de Sindicatos, de orientación fascista), lo que demostraba, a ojos de estos militantes, que la línea del boicot a las mismas que habían sostenido la LC y la LCR -persistir en la estrategia de la huelga general- era un error.

 

En otras palabras, la clase obrera española luchaba, sí, pero también participaba de elecciones, como lo demostraría las de 1977, y eso ameritaba otra lectura. En efecto, al menos desde 1962 se registraba el comienzo de un ciclo de ascenso de luchas obreras, con hitos como la creación en 1966 de las CCOO (Comisiones Obreras) por fuera del control del estado franquista (declaradas ilegales un año después), la lucha contra los Consejos de guerra de Burgos en 1970[28], la gran huelga de Seat en 1971,[29] y la lucha contra los Consejos de Guerra en setiembre de 1975.[30] Para la línea esbozada en Revista de América, el dilema era seguir sosteniendo consignas radicalizadas en vistas de una caída del régimen por vía de una insurrección popular (que no ocurría), o releer el contexto y replantear una estrategia que sintonice con el espíritu de la clase obrera española. Los/as trabajadores españoles se mostraban activos en huelgas y elecciones, por lo que urgía evitar su absorción por la impronta de los grandes partidos considerados reformistas (PSOE y PCE), inclinados a una salida pactada con el nuevo régimen, donde se jugaba la alternativa entre Monarquía o República.[31] Estos dilemas incluían lógicamente una reconsideración de la historia previa en la cual se inscribían:    

 

Los pueblos de España han estado dominados por uno de los más ignominiosos regímenes de la historia de la humanidad durante casi cuarenta años. La burguesía quiere reemplazar la dictadura por la monarquía. La consigna: “¡abajo la monarquía! por una asamblea constituyente sin ningún tipo de trabas ni condiciones![32]

 

Las Cortes eran las Cortes franquistas, quienes a propuesta de Franco habían designado a Juan Carlos sucesor a título de Rey en 1969. Ahora eran claramente instrumentos de “reconciliación nacional”, bien vistas por la oposición democrática. En la lectura de este debate, significaba imprimirle a la lucha por la República un contenido “democrático revolucionario”, en vez de avalar la imposición de la monarquía tal como lo hacía abiertamente el PCE. Sin embargo, un punto de desacuerdo entre trotskistas españoles y argentinos era la consigna propuesta por éstos últimos: “¡Abajo la monarquía! por una asamblea constituyente sin ningún tipo de trabas ni condiciones”, que fue respondida desde España con otra que indicaba un llamado a conformar un Gobierno Provisional Obrero.[33]

 

Pero ¿quiénes discutían estas cuestiones?, en sus inicios se trató del un grupo pequeño de militantes de la LC que por diferencias internas ya habían formado una fracción que al poco tiempo fue expulsada de la organización, denominada LSR, y que alcanzó el medio centenar de militantes. En los testimonios de nuestros entrevistados, la diferencia obedecía a una percepción de estar habitando un “grupo sectario, elitista, alejado del movimiento de masas”[34]; se percibía que la enorme mayoría de la clase obrera buscaba aires democráticos en la asfixiante atmósfera del tardofranquismo. Y esa percepción fue también detectada por los trotskistas argentinos, según se desprende del testimonio de Jesús Jaén:

 

Los argentinos […] Mario Doglio, que era el delegado de Moreno aquí en España, Mario Doglio debió tener noticias que había crisis internas en la Liga Comunista, aquí en Madrid, no en Barcelona, aquí en Madrid, y nosotros éramos, la disidencia éramos el comité local, o sea de la Liga, éramos la dirección, entonces, en ese momento estábamos en una posición que éramos la dirección de Madrid pero al mismo tiempo estábamos enfrentados con la dirección Nacional, entonces yo, me da la impresión que Mario Doglio debió tener noticias de este conflicto, y vino a España, entonces nos vino a visitar, me acuerdo que las primeras visitas eran en mi casa […] y vino la Revista De América (…) y nos empezó a…un poco, a dar una perspectiva diferente, hasta ahora nosotros éramos parte de un trotskismo muy ultraizquierdista, sectario, y entonces la visión que tenemos de lo que era el PST argentino es otra […] habla de España, hay un artículo que se llama “Las Campanas doblan por Franco”, habla de comisiones obreras, “Las Campanas doblan por Franco” es el artículo que nos capta, a nosotros, que es un artículo que, no sé si es de Roberto Ramírez, es Roberto Fanjul, después Mario habla con nosotros, nos invita a escribir en la revista De América, y ahí se inicia el proceso de diálogo con Doglio, y sobre todo el giro nuestro es el giro hacia la realidad.[35]

 

Ese “giro hacia la “realidad” no era otra cosa que repensar si la dictadura franquista iba a caer con una huelga general revolucionaria tras la cual se levantaría un gobierno obrero, u otro panorama distinto. Y continúa Jesús: “llega el morenismo y nos dice, la relación de fuerza no es esa, Franco ha muerto en la cama, los trotskistas tienen que tomar como centro comisiones obreras”, pero también la necesidad de trabajar sobre consignas de carácter “democrático burgués”, que para los trotskistas españoles era lo mismo que seguir la línea del PCE:

entonces teníamos absoluto desprecio por eso, desde ese punto de vista nosotros, empezamos a ver la realidad de otra manera, y es ahí donde fundamos la Liga Socialista Revolucionaria […] y donde, el órgano nuestro prácticamente es Revista De América, que nos traen para repartir, para empezar a hacer trabajo, somos muy pocos, prácticamente, en un principio, prácticamente todos los militantes estábamos en Madrid, incluso habrá algún contacto, pero creo que ni en Barcelona teníamos, ni en Andalucía, ni nada, estábamos en Madrid casi todos.[36]

 

El planteo de Nahuel Moreno indicaba además un ascenso de corrientes socialistas del estilo PSOE, en contraposición a lo que los militantes españoles presuponían respecto de un dominio del PCE, ya por tradición, ya por haber sido el partido de izquierdas de más permanente y clara oposición a la dictadura. Esa fue una de las razones por las que el PSOE fue el partido señalado como el objetivo del primer entrismo, que duró casi dos años (1977-1979), y para lo cual se había fundado el grupo La Razón.

 

Del entrismo a la LCR a la fundación del PST español

 

En este apartado nos ocuparemos de cómo se llegó, finalmente, a la fundación del PST español, camino que significó concluir dos experiencias previas de entrismo consecutivas por parte del grupo que primero se constituyó en LSR y luego La Razón. La reconstrucción de estos hechos es posible mediante la lectura del documento que interpreta la historia de su fundación, y que además contiene las discusiones, balances y estatutos del Primer Congreso del PST español realizado años después, a fines de 1979, precisamente en ocasión de su fundación[37]. Es decir, daremos un salto hacia adelante para ver cómo el PST escribe su historia, y en esa operación introduce los entrismos practicados previamente, otorgándoles un lugar y un sentido en el derrotero de esta corriente.  

 

Al momento de ser escrito, el novel PST español ya estaba plenamente incorporado a la corriente morenista. Su constitución ocurrió en medio de las feroces discusiones previas al XI Congreso del Secretariado Unificado de la IV Internacional (1979), liderado por Ernest Mandel (mayoría). Como señalamos, Nahuel Moreno, ya exiliado en Bogotá, polemizaba con Mandel y sus seguidores, pero se agregó a la polémica la expulsión de Nicaragua de la Brigada Simón Bolívar (BSB) en agosto de 1979, decidida por gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) bajo la acusación de contradecir sus lineamientos en el proceso revolucionario nicaragüense. La expulsión de la BSB, integrada por militantes trotskistas enrolados en la corriente morenista, fue apoyada por el mandelismo, lo que tuvo como efecto la retirada de los morenistas del Secretariado Unificado de la IV Internacional, agrupados entonces en la Fracción Bolchevique (FB).[38]

 

Las implicancias de estos enfrentamientos aún no se vislumbraban al momento de producirse el ingreso de militantes de La Razón, expulsados del PSOE, a la LCR, aunque estaban latentes. Los debates que se reseñaron en los documentos fundacionales mencionaban las actividades de las distintas secciones que animan la tendencia morenista: Portugal, Venezuela, México, Ecuador, Perú, Argentina, España, Italia, Francia, Inglaterra, enmarcadas en la rivalidad entre la mayoría mandelista y la minoría morenista, pero sin que aquello impida la reciente incorporación a la LCR. Recapitulando la trayectoria del grupo desde la salida del PSOE leemos:

 

El hecho más significativo fue nuestra salida del PSOE. Nos fuimos a la LCR con 270 compas (70 viejos y 200 ganados a la socialdemocracia)  […] el congreso de unificación fue muy bueno y dio claridad a todo el mundo […] En el CC posterior al congreso se vota como documento central la línea básica nuestra (hacer eje en el llamado a la unidad de acción para enfrentar los planes de austeridad y en la cuestión de las nacionalidades). Dentro de la LCR se abren enormes perspectivas. Comienzan a escucharnos y a enterarse de lo que somos realmente. En general no hay sectarismo, lo que ayuda enormemente nuestro trabajo.[39] 

 

El entrismo al PSOE (de abril de 1977 a marzo de 1979) fue leído en los documentos como una necesaria experiencia de contacto con un partido socialista de masas, serio rival del PCE, y que abrió las puertas a la inserción militante en sindicatos y a la participación en elecciones con resultados relevantes. En tanto “partido obrero”, se creyó que su rumbo sería el de un gran partido socialista, pero tras el giro de Felipe González marchaba a ser una “máquina de gestión del imperialismo”[40], de fuertes sesgos electoralistas, al igual que sucedía en las socialdemocracias europeas, y en vías de ser aparato de estado (control de ayuntamientos, diputaciones,  etc.), con financiación estatal. Por todo lo anterior, para la mirada morenista el PSOE se estaba convirtiendo en un partido que representaba a sectores privilegiados de la clase obrera y a la pequeña burguesía, manteniendo sólidos lazos con la Iglesia y el Ejército.[41]

 

Es de suponer que esta apreciación sobre la experiencia en el PSOE no fue la misma con la entrada a la LCR, que se produjo, según leemos en el documento fundacional, como salida a una “crisis de orientación”; en otros términos, según las fuentes, el fin del entrismo en el PSOE se tradujo en una magra cosecha de militantes, con muchas discusiones internas y miradas divergentes del proceso. La salida a esa crisis se procesó con otro entrismo cuya característica fue que la organización elegida, la LCR, no era un partido socialista de masas, sino una organización trotskista…carente de rasgos de sectarismo. La percepción de que eran escuchados y de que se comenzaba a saber quiénes eran realmente los/as morenistas efectivamente fue leído así, aunque del otro lado esa escucha operó de un modo muy distinto al sospechado en el documento. Prueba de ello fue que el ingreso a la LCR duró menos de 9 meses (de marzo a noviembre de 1979), momento de la (nueva) expulsión del núcleo morenista de la LCR.

 

¿Cómo fue pensado éste último y particular entrismo? Siguiendo a los documentos, el argumento de aquella operación respondió a una hipótesis política relacionada al contexto histórico local: se ingresaba a una fase de resistencia y defensiva de la clase obrera, por lo que la tarea fundamental se definió hacia construir un “polo trotskista” que sirviera de referencia tanto a los trabajadores desencantados con el desenlace que la Transición iba tomando, como a aquellos que todavía militaban en las organizaciones consideradas reformistas. Este análisis de la situación a su vez venía unido a la política observada a nivel europeo de giro a la derecha, reflujo de movimientos de protesta revolucionarios como el caso portugués, la victoria de Margaret Thatcher en Inglaterra, y el descontento hacia los grandes partidos socialdemócratas europeos. En este sentido, la entrada de este grupo a la LCR buscaba en principio construir una organización trotskista unificada.[42]

 

Los testimonios y documentos insisten en que este último episodio fue traumático para el morenismo, pues tuvo el doble efecto de ser releído como catástrofes continuas en la corta trayectoria de esta corriente en territorio español; por otro lado, permitió la reflexión en tono histórico-pedagógico sobre la que se montó la historia del recientemente fundado PST español el mismo año de 1979.

 

Al respecto, el balance del primer congreso señalaba que “los orígenes del PST marcaron el futuro”,[43] esto es, desde abril de 1977 a noviembre de 1979 los 2 entrismos consignados constituyeron la experiencia militante inicial, solo que fueron reinterpretados como “estancia(s) en aparatos extraños a nosotros mismos”[44] cuyo efecto inmediato fue que durante esos casi 3 años la militancia careció de caracterizaciones propias y generales que orientaran la acción, desde una política global para con el momento de transición hasta la falta de previsiones sobre el desarrollo de los acontecimientos políticos frente a los cuales se tuvo que sentar posición. En esa línea, la fundación del PST en 1979 fue parte de una “nueva apuesta”[45] asentada sobre los infortunios continuados que el entrismo repetido dejó en la militancia que los experimentó. Con todo, no se trató del esbozo de una crítica a la táctica desplegada en el horizonte mayor de la historia de una organización, sino más bien de la reelaboración de lo sucedido en clave de los pasos necesarios hacia la construcción del objetivo final: el partido revolucionario. Como lo explicita esta última cita:

 

lo que se necesitaba era sobre todo existir y participar, tenemos un asincronía histórica. Dentro de la situación anteriormente descrita, existe un elemento positivo, el de la lucha por existir como corriente propia y diferenciada […] Este instinto de supervivencia en el marco del conjunto de errores que cometimos, permitió abordar una nueva experiencia. Instinto de supervivencia al que se añadían los primeros elementos de comprensión del significado de lo que es un partido bolchevique, de la concepción profesional del partido, del funcionamiento en equipo a nivel nacional e internacional, de los diferentes aspectos que tiene la construcción partidaria.[46]

 

Cierre provisorio: historizar la Transición, (re)interpretar el entrismo

 

Como intentamos reconstruir en este artículo, el devenir del grupo militante que fundó el PST español atravesó dos experiencias entristas para finalmente encontrar el  momento de abrirse camino propio, esto es, en la tradición política que fue objeto de este artículo, fundar un partido revolucionario trotskista. La escisión originaria que iba en esa dirección ocurrió a inicios de los ’70 al interior de la LC y dio lugar a la constitución del primer grupo militante como corriente política: la LSR (Liga Socialista Revolucionaria) en 1975, que buscaba diferenciarse del ultraizquiredismo que, según su caracterización, profesaba la LC. En términos históricos, eran momentos de reaparición del trotskismo español tras el final de la Guerra Civil Española. Las condiciones de posibilidad fueron el ascenso del movimiento obrero y del movimiento estudiantil durante el segundo lustro de los ‘60, que luchaba contra el franquismo, muy influenciado por el mayo francés, la revolución cubana, argelina, y otros fenómenos similares, y que conformaron ese gran semillero militante que fue El Felipe.

 

Como puede leerse en los documentos y testimonios analizados, este trotskismo de posguerra que intentaba renacer en España al calor del ocaso del franquismo, se encontraba aparentemente desconectado de fenómenos de lucha obrera que pasaban principalmente por la actividad de CCOO. En este contexto, la LSR era apenas un grupo de unos 53 militantes, fundada en mayo de 1976, “sin proyecto político claro alrededor del cual desarrollar cuadros”[47], por lo que la dispersión fue inevitable y negativa.

 

Como vimos, entre intentos de elucidar qué política era la más acertada para el momento transicional en ciernes ocurrió la “clarificación”, cuya característica es que provino desde afuera: el contacto con la corriente internacional morenista a través de militantes argentinos/as en el exilio les permitió pensar la perspectiva de un trabajo político en el PSOE, señalado por Nahuel Moreno como el partido obrero más apto para una transición a la democracia, en vistas de que el derrocamiento revolucionario vía huelga general era ponderado como impracticable. Y es que comenzaba a verse en el horizonte inmediato el interés de las masas por participar de procesos electorales. Dos años de entrismo entonces y el gran partido obrero giró a posiciones vistas como conservadoras imposibilitando seguir la tarea militante.[48] Fin del entrismo, crisis, y reinicio de otro entrismo en la LCR que duró 9 meses.

 

Si bien los documentos establecen la idea de que el entrismo a la LCR obedeció a la necesidad de construir un “polo trotskista” que se ofrecía como alternativa a los trabajadores con el rumbo que la Transición mostraba -encauzando demandas y dejando intactos centros de poder y gobierno aliados al franquismo en retirada-, lo cierto es que en tanto experiencia militante fue negativa, pues el contacto con la LCR se hizo en medio de un debate que atravesaba instancias transnacionales (la IV Internacional) donde agrupaciones nucleadas en torno a Mandel y Moreno luchaban encarnizadamente, por lo que esta división no hizo más que replicarse entre los trotskistas españoles en medio de una experiencia entrista.

 

Entonces, ¿cómo interpretar la trayectoria militante hasta aquí descripta?, ¿qué claves permiten clarificar la razón de los continuos movimientos (entrada, ruptura, salida, nueva entrada)?, ¿en qué medida la inserción en corrientes políticas mayores, de alcance internacional, determinó la senda elegida?, ¿cuáles modificaciones determinó el momento transicional de dictadura a democracia?

 

Siguiendo el hilo de la última cita, podríamos concluir que la necesidad de “existir y participar” del doble proceso de reconstrucción del trotskismo español y de Transición del franquismo a un régimen democrático implicó un constante delinearse de este grupo militante de cara a otras organizaciones utilizando el recurso que la tradición le ofreció y en la que no fueron los primeros ni los únicos: el entrismo. Su condición de posibilidad mucho tuvo que ver con el contacto e influencia que militantes argentinos/as en exilio político o en actividades políticas tuvieron sobre sus camaradas españoles, un vínculo que mostró al trotskismo nutrirse de activismos transnacionales: la influencia francesa en la LCR, la argentina (desde Colombia) en el PST. Como vimos, estas dimensiones a su vez le imprimieron consigo las luchas internas que explican también las derivas (y entrismos); por caso, las divergencias sobre la política de la IV Internacional acabó con el entrismo en la LCR de modo traumático, poniendo en riesgo la supervivencia del grupo militante, salvada por la fundación del PST español y el recomienzo de la historia ya con una identidad ahora sí clara y definida. Sin embargo, si la fundación del PST tuvo como premisa diversos entrismos (y las posteriores expulsiones), la propia argumentación de y sobre sus efectos indeseados no emergió en tono crítico o reflexivo, sino como condición necesaria de este caso particular en el derrotero que llevaba a la construcción de un partido trotskista.  

 

De modo que un cierre provisorio no hace más que abrir nuevos interrogantes, en especial sobre el juego entre espacios nacionales e internacionales y más en particular sobre la especificidad de una práctica poco estudiada: el entrismo.  ¿Cuánto de las influencias nacionales jugaron a favor y en contra de la consolidación del grupo militante español?, ¿cuáles características de ese particular dispositivo del entrismo operan como posibilidad y/o límite de experiencias políticas?, ¿cómo interpretarlo frente a dos organizaciones disímiles, el PSOE y la LCR, en vistas de que ésta última no se encuadraba en las clásicas coordenadas indicadas en la tradición?

 

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*Instituto de Humanidades (IDH), CONICET, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Correo electrónico: feraizic@gmail.com

[1] “La existencia de la corriente internacional trotskista encabezada por el PST argentino, es a su vez la razón fundamental de la existencia de la corriente política trotskista que hoy el PST español representa dentro de nuestro país”. Boletín de Discusión N°1 “Primera Conferencia del Partidos Socialista de los Trabajadores. 1975-1980”, PST español, 14/7/1980, p. 12.

[2] La trayectoria de Nahuel Moreno era ya más extensa hacia atrás y se caracterizaba por haber fundado numerosas organizaciones previas en función de cambios de estrategias políticas y organizativas: Grupo Obrero Marxista (1943-1944), Grupo Obrero Revolucionario (1944-1949), Partido Obrero Revolucionario (1949-1953), Federación Bonaerense del Partido Socialista de la Revolución Nacional (1953-1956), Movimiento de Agrupaciones Obreras (1956), Palabra Obrera (1957-1964), Partido Revolucionario de los Trabajadores (1964-1972), Partido Socialista de los Trabajadores (1972-1982) y finalmente Movimiento al Socialismo (1982-1989).

[3] Una interpretación de aquel debate se encuentra en Mangiantini (2018).

[4] Los debates más intensos ocurrieron durante 1973, en momentos previos a la realización del X Congreso Mundial de la IV Internacional (Secretariado Unificado); allí, Ernest Mandel presentó un documento (bajo el seudónimo de Germain) titulado “En defensa del leninismo, en defensa de la Cuarta internacional”, al que respondió Nahuel Moreno con otro extenso texto denominado “Un documento escandaloso”, y que luego el PST lo bautizó como “El Morenazo”. Fue editado en 1989 como libro con el título “El partido y la revolución (teoría, programa y política: polémicas con Mandel)”.

[5] Las resonancias de este caso continúan a la actualidad. Durante noviembre de 2022, una líder del movimiento independentista catalán, Laura Borrás, presidenta entonces del Parlament, fue acusada por delitos de prevaricación y falsedad documental. Borrás contrató como perito judicial a Emilio Hellín, quien secuestró y asesinó en Madrid a Yolanda González. En su momento Hellín fue condenado a 43 años de cárcel, de los que cumplió 14. Se fugó en diversas ocasiones, y estuvo residiendo en Paraguay bajo cobertura del dictador Alfredo Stroessner. Ver https://elpais.com/espana/catalunya/2022-11-11/la-familia-de-

yolanda-gonzalez-carga-contra-borras-por-contratar-a-su-asesino-como-perito-judicial.html

[6] De allí que todo estudio aproximativo al PST español deba transitar por el conocimiento de pesquisas en torno a exilios de militantes desde Argentina hacia España (Jensen, 2007).    

[7] Si bien poco antes existieron el Partido Obrero Revolucionario Trotskista (POR-t), dirigido por el argentino Juan Posadas, y Acción Comunista, éstas fracasaron rápidamente desapareciendo del mapa político. El POR(t) ingresa al PCE y Acción Comunista sigue las posiciones de Fernando Claudín, figura del PCE recientemente expulsado. 

[8] Por otra parte, es de destacar la reciente producción bibliográfica sobre las militancias de mujeres en las agrupaciones de extrema izquierda, tanto si refieren al PST argentino (Mangiantini, 2023) como aquellas vinculadas al período de la Transición española e incorporando la dimensión exiliar entre Argentina y España (Álvarez 2019, Ortuño Martínez y Moreno Seco, 2020).

[9] Entre los textos clásicos elaborados por Trotsky sobre la táctica del entrismo se encuentran: “La liga frente a un giro”, y “Consideraciones de principio sobre el entrismo”, disponibles en https://ceip.org.ar/Consideraciones-de-principio-sobre-el-entrismo.

[10] Se trata de la puesta en marcha de la Reforma Política, elaborada por cuadros jóvenes del franquismo (“reformistas”) cuyo objetivo principal fue legitimar tanto a la Monarquía como al gobierno de Suárez. Con ella se crearon nuevas Cortes -que reemplazaron a las franquistas y su personal-, formadas por dos cámaras: Congreso de Diputados y el Senado, elegidas por sufragio universal, excepto los senadores que eran designados por el rey. La Reforma fue aprobada por un apresurado referéndum donde se expresó por el sí más del 90% de los votantes.

[11] “España: con las Cortes, cortar con la monarquía”, Nahuel Moreno, Revista de América, año I, número 1, tercera época, 1977. En adelante, todos los documentos citados correspondientes al PST español se consultaron en el Archivo de la Fundación Pablo Iglesias, Alcalá de Henares, España.

[12] Ver entre otros estudios los de Andrade (2015), Molinero e Ysás (2008), Sampere (2022).

[13] “El 25 de marzo de 1976, el PST se había visto afectado por la ley 21.269 que prohibía las actividades de los partidos considerados de extrema izquierda. Esto coincidió con una ola de secuestros y detenciones que tuvo consecuencias directas sobre la organización. En el mes de junio, se sumaron las leyes 21.322 y 21.325 que disolvieron y declararon ilegales a la mayor parte de las organizaciones políticas, sociales y estudiantiles de la izquierda marxista y peronista, entre ellas, el PST. A pesar de verse duramente  afectado por la legislación y las acciones represivas del régimen entrante, el Partido realizó una particular lectura sobre el carácter del gobierno de Jorge Rafael Videla. En este sentido, al igual que el PCA, consideró que el presidente de facto representaba el ala “blanda” y “aperturista” del gobierno, diferenciándolo de los sectores “pinochetistas” (Osuna, 2014: 77).

[14] “…tuvimos la línea de sacar a los mejores dirigentes, probar una nueva dirección nacional y tener una dirección de recambio en el extranjero” (Fragmento de Carta de Nahuel Moreno, Boletín Interno, PST, 04/02/1979, citado en Osuna, 2014, p. 77-78). Entre junio de 1976 y fines del año 1977, emigraron unas 30 personas del Comité Central del PST.

[15] Se puede consultar en https://fpabloiglesias.es/. Los archivos del PST español no están digitalizados y solo pueden consultarse en sala.

[16] Testimonio de Jesús Jaen, Madrid, 20/12/2022. Entrevistado por el autor.

[17] Ídem.

[18] Testimonio de Enrique del Olmo, Madrid, 20/12/2022. Entrevistado por el autor.

[19] Revista de América, año II, N°12, diciembre de 1975, 2-7.

[20] Testimonio de Enrique del Olmo, Madrid, 20/12/2022. Entrevistado por el autor.

[21] Testimonio de Enrique del Olmo, Madrid, 20/12/2022. Entrevistado por el autor.

[22] Testimonio de Monserrat Cervera Rodón, Barcelona, 25 de enero de 2023. Entrevistada por el autor. Más adelante, y aclarando el sentido del ser trotskista de la LCR, opina: “ser trotskista para mí era muy importante, era definir en qué sitio de la clase obrera yo me quería situar, que no era ni con los maoístas ni con los pcs [comunistas], entonces el trotskismo eran gentes de izquierda comunista, revolucionaria, antiestalinista, y honesta”, es decir, implicaba la lectura de los textos de Trotski pero no bajo la impronta de considerarlos textos canónicos: “LCR era interesante al nivel teórico y de formación, nosotros éramos mucho más prácticos, la LC eran más sectarios”.

[23] Jesús Jaén tuvo dos condenas y petición de cárcel, pero en el contexto político de 1974 logró apelarlas y evitar el encierro; Enrique Del Olmo fue detenido en 1972 pasando a la cárcel con una petición fiscal de 14 años. Los sucesivos aplazamientos del juicio le permitieron la amnistía en 1976.

[24] Las primeras actividades feministas en la LCR datan de 1974, mientras que en 1976 la LCR-ETA VI sacan su primera resolución sobre feminismo. Las demandas se centraban inicialmente en la denuncia de la legislación laboral del franquismo, que impedía firmar un contrato de trabajo a las mujeres sin autorización de su marido, la amnistía a presas políticas, y el derecho al aborto, para incorporar con los años la defensa de una sexualidad libre, el uso de anticonceptivos, la defensa de la condición homosexual, entre otras, y en un marco de articulación del feminismo con la lucha de clases en general. El modo de organización era el de fracciones (barriales, sindicales, universidad) y si bien la estructuración se correspondía con la filiación a la LCR, primó la idea de ser un movimiento autónomo. Sobre el desarrollo del feminismo en la LCR puede verse el capítulo de Justa Montero “El feminismo en el proyecto político de la LCR”, en Caussa y Martínez (2014). Para el caso del PST argentino tenemos el citado trabajo de Mangiantini (2023).

[25] Revista de América, año II, N°12, segunda época, febrero 1976, pp. 10-11.

[26] La Revista de América publicó su número 1 en 1970. En su consejo de redacción estaban Nahuel Moreno, Ernesto González, y Hugo Blanco (militante trotskista peruano). Sus primeros números se ocuparon principalmente de América Latina, aunque siempre se incluyeron escritos sobre política internacional y traducciones de artículos de Trotsky.    

[27] UGT: Unión General de Trabajadores (fundada en 1888), USO: Unión Sindical Obrera (fundada en 1960, clandestina), CCOO: comisiones obreras, surgidas en 1962 por fuera del dominio de los Sindicatos Verticales franquistas.

[28] Conocidos también como el Proceso de Burgos, el Consejo de Guerra de Burgos fue un juicio contra 16 miembros de ETA acusados de 3 asesinatos. Las movilizaciones populares y la presión internacional lograron que las condenas a muerte impuestas a 6 de los encausados no llegaran a ser ejecutadas, siendo conmutadas por penas de reclusión.

[29] Seat fue la mayor fábrica del Estado Español de entonces, ubicada en Barcelona. Fábrica emblema del franquismo, fue ocupada por sus trabajadores en reclamo de reincorporación de delegados. La dura represión desatada culminó con el asesinato del obrero Antonio Ruiz Villalba.

[30] Consideradas como las últimas ejecuciones del franquismo, ocurrieron durante setiembre de 1975, siendo ejecutadas por fusilamiento miembros del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) y ETA. Estas ejecuciones produjeron masivas protestas que tuvieron repercusión internacional, pues se inscribían en otras ejecuciones previas como las de Salvador Puig Antich en 1974. Las ejecuciones y penas de muerte fueron abolidas con la Constitución de 1978.

[31] Ver artículo “La lucha por las libertas políticas y sindicales toma la expresión en la lucha por la República”, Revista de América, febrero de 1976, p.7.

[32] Revista de América, año II, N°12, febrero 1976, pp. 10-11.

[33] Ídem.

[34] Testimonio de Jesús Jaén, Madrid, 22/12/2022. Entrevistado por el autor.

[35] Testimonio de Jesús Jaén, Madrid, 22/12/2022. Entrevistado por el autor.

[36] Ídem.

[37] Documento “Primer Congreso del PST”. Año 1979, s/f.

[38] Sobre este controvertido episodio no se cuentan aún con estudios detallados. Ver “Sobre la Brigada Simón Bolívar. Moción adoptada por el Secretariado Unificado de la IV Internacional”, publicado en Revista Inprecor, número 9, 1979, p.19. Los mismos hechos interpretados desde el morenismo pueden leerse en el libro La Brigada Simón Bolívar. Los combatientes latinoamericanos que lucharon en Nicaragua para derribar al dictador Somoza, Buenos Aires. Ediciones El Socialista, 2009.

[39] Boletín Interno, PST argentino, junio de 1979, p.6.

[40] Documento “Primer Congreso del PST ”. Año 1979, s/f.

[41] Documento “Primer Congreso del PST ”. Año 1979, s/f.

[42] Boletín de Discusión N°1 “Primera Conferencia del Partido Socialista de los Trabajadores. 1975-1980: Los primeros pasos en la construcción del partido”, 1980, p.9.

[43] Documento “Primer Congreso del PST”. Año 1979, s/f, p. 10.

[44] Ídem.

[45] Ídem.

[46] Boletín de Discusión N°1 “Primera Conferencia del Partido Socialista de los Trabajadores. 1975-1980: Los primeros pasos en la construcción del partido”, 1980, p.6. (negritas nuestras).

[47] Ídem.

[48] Entre los logros de la experiencia en el PSOE el informe menciona que: “Participamos en la dirección de decenas de huelgas (…) llegamos a vender un núcleo de 120 militantes más de 6000 ejemplares (…) Transformamos a La Razón en una corriente reconocida por la base socialista (…) participamos en los procesos electorales de masas, construimos agrupaciones del PSOE y JJSS, uniones y federaciones de la UGT”, ídem, p. 7.