EL CASO DEL AFRIKÁANS EN LA PATAGONIA:
UNA EXPLORACIÓN GLOTOPOLÍTICA
Jonathan Raspa
Instituto Superior de Formación Docente N° 30
Argentina
RESUMEN
La lengua afrikáans llega a la Patagonia argentina con los migrantes bóeres que arriban desde Sudáfrica en 1902. Más de una centuria después, aún existen hablantes del idioma en la Patagonia. Este trabajo se propone explorar la conservación del afrikáans, y las iniciativas glotopolíticas implementadas en función de su conservación o de su prohibición. A partir de los datos, es posible deducir que los bóeres han logrado conservar su lengua en gran medida a lo largo del tiempo. Esto parece responder a las acciones glotopolíticas de los grupos de migrantes –producto de representaciones sociolingüísticas positivas sobre la lengua–, al aislamiento con respecto a otras comunidades, y al proyecto político argentino que facilitó su establecimiento sin prohibiciones lingüísticas.
Palabras clave: afrikáans; bóeres; representaciones sociolingüísticas; acciones glotopolíticas; Patagonia argentina.
THE CASE OF AFRIKÁANS IN PATAGONIA:
A GLOTTOPOLITICAL EXPLORATION
ABSTRACT
The Afrikaans language arrives in Argentinian Patagonia with the Afrikaner migrants that come from South Africa in 1902. More than a century later, there are still speakers of the language in Patagonia. The present article purports to explore the conservation of Afrikaans and the glottopolitical initiatives introduced regarding its conservation or its prohibition. From the collected data, it is possible to infer that the Afrikaners succeeded in maintaining their language to a great extent throughout time. This seems to stem from the migrants’ glottopolitical actions –which in turn derive from their positive sociolinguistic representations of the language–, the geographical isolation of their communities, and the Argentinian political project that facilitated their settlement without linguistic prohibitions.
Keywords: Afrikaans; Afrikaners; sociolinguistic representations; glottopolitical actions; Argentinian Patagonia.
J. M. Coetzee – Escenas de una vida de provincias (2013, p. 137)
La situación glotopolítica del afrikáans en la Argentina, localizada en la Patagonia, ha sido históricamente ignorada por los teóricos de las lenguas, hecho que se evidencia en un corpus escaso sobre el tema. Recién en los últimos años un equipo de investigación de la Universidad de Michigan publicó algunos estudios sobre el caso del afrikáans en las comunidades bóeres de la Patagonia, específicamente acerca de la relación entre lengua e identidad (Szpiech et al., 2019) y el proceso de sustitución lingüística (Szpiech et al., 2020).
El afrikáans llega a la Argentina con los migrantes bóeres, quienes desde el año 1902 comienzan a arribar al país desde Sudáfrica, motivados por la crítica situación socioeconómica, producto de los conflictos bélicos con el Imperio Británico y las duras condiciones que este impuso a los colonos bóeres, acusados de deslealtad a la Corona. Desde aquel momento, se asentaron en distintos puntos del territorio que hoy ocupa la provincia de Chubut y se organizaron en comunidades, distanciadas de otros grupos poblacionales, donde se dedicaron al trabajo de la tierra y a la cría de ganado. Caviglia (2011) describe la primera comunidad en los siguientes términos:
La colonia estaba constituida por una población que luchaba por mantener su idioma, religión y costumbres. Las mujeres estaban a cargo de la educación de los niños mediante la enseñanza de la lecto-escritura y el respeto hacia la religión de la Iglesia Reformada (p. 301).
A ya más de una centuria del primer contingente de migrantes bóeres, muchos de sus descendientes aún hablan el idioma afrikáans (Cabral Marques, 2012). Esto convierte al caso del afrikáans en la Argentina en una situación excepcional, ya que la comunidad bóer de la Patagonia es la única comunidad bilingüe afrikáans-español del mundo.
A partir de este particular fenómeno migratorio, surgen interrogantes relacionados con la conservación de la lengua y las políticas lingüísticas que se han puesto en práctica en torno al afrikáans en la Patagonia. En el presente trabajo nos proponemos explorar la temática descripta a partir de las siguientes preguntas:
· ¿En qué medida se ha conservado el afrikáans en la Patagonia?
· ¿Qué iniciativas glotopolíticas se han implementado en función de su conservación o de su prohibición?
Contexto histórico
En términos generales, los bóeres (del neerlandés boer, campesino) son un grupo étnico principalmente de Sudáfrica y Namibia, de ascendencia holandesa, alemana o francesa hugonote, especialmente aquellos que se establecieron en el Transvaal y el Estado Libre de Orange. En la actualidad, para denominar a los descendientes de los bóeres se usa generalmente la palabra afrikáner (Encyclopaedia Britannica, 2014).
Cuando los holandeses se establecieron en el Cabo de Buena Esperanza hacia 1652, fundaron, mediante la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, la Colonia del Cabo y vivieron de la agricultura. En las décadas siguientes, se sumaron migrantes de otras partes de Europa, principalmente alemanes y franceses. Considerando la escasa mano de obra, decidieron esclavizar a los habitantes nativos y llevar esclavos de otros lugares, como Malasia (cfr. Roca, 2016, p. 68).
Hacia 1806, la Colonia del Cabo pasó a ser posesión británica, hecho que los bóeres repudiaron, dado que se oponían a ciertas políticas liberales, como la abolición de la esclavitud. Por ello, un gran número de bóeres emigraron entre 1835 y 1843 principalmente hacia el norte, en lo que se conoció como el Gran Trek, y se establecieron en lo que llamarían el Transvaal y el Estado Libre de Orange, repúblicas que adoptaron la política de segregación del apartheid por la cual excluían a los pueblos nativos (Encyclopaedia Britannica, 2014).
Cuando los británicos anexionaron tierras del Transvaal, se desencadenó la primera guerra anglo-bóer (1880-1881), que condujo a una serie de batallas que dieron como vencedores a los bóeres. Unos años más tarde, el interés de los británicos por el oro y los diamantes descubiertos en el sur de África motivó la segunda guerra anglo-bóer (1899-1902), que tuvo como vencedores a los británicos después de dos años de resistencia bóer. Con la finalización de la guerra, las severas condiciones del Imperio Británico a los sudafricanos llevaron a los bóeres a buscar nuevas zonas donde vivir libremente sin las acusaciones del flamante gobierno británico, y donde pudieran alcanzar mejores condiciones socioeconómicas de las que estaban atravesando en su país debido a la pobreza que los azotaba en plena guerra.
A apenas cuatro días de la firma del Tratado de Vereeniging (31 de mayo de 1902), arribó a Comodoro Rivadavia el primer grupo de migrantes bóeres. Según Edwards (1999), las condiciones impuestas por los británicos en la llamada “Paz de Vereeniging” se constituyeron en factores determinantes en las decisiones de un gran número de bóeres de emigrar fuera del país. Esos primeros hombres y mujeres bóeres se establecieron en Campamento Escalante, en el sudeste del entonces Territorio Nacional de Chubut, donde se dedicaron a la labranza, la cría de ganado y la elaboración de productos de campo. En los años subsiguientes seguirían otros grupos más grandes de migrantes en diversos puntos de Chubut hasta aproximadamente el estallido de la llamada Primera Guerra Mundial.
Mientras tanto, en la Argentina, particularmente desde 1880, comienza el proyecto llamado de europeización del país, mediante el fomento de la inmigración europea, y, a su vez, de deseuropeización de los inmigrantes europeos, para lo cual el gobierno implementó medidas en cuanto a la educación y a las lenguas (Di Tullio, citado en Bein, 2012), como la “castellanización a través del aparato escolar y, desde 1896, el servicio militar, en el cual se debía enseñar español a los soldados conscriptos que no lo supieran” (Bein, 2012, p. 3).
Según consta en el informe realizado por de la Barra en 1904 sobre la inmigración en la Argentina, el gobierno argentino les proporcionó a las familias bóeres que se instalaron en las inmediaciones de Comodoro Rivadavia, que previamente habían enviado dos comisionados para estudiar las condiciones del país en 1902, un área de 60 leguas cuadradas a cada familia a pedido de los comisionados. Este archivo documentó lo provechoso de la negociación para el gobierno nacional de seducir a las familias bóeres: “El Gobierno les proporcionó medios de transporte para las tierras del Sur, y el resultado de esa visita fué [sic] satisfactorio para las miras de aquél, deseoso, y con razón, de atraer esa excelente inmigración” (de la Barra, 1904, p. 77). De hecho, esto queda evidenciado por el hecho de que el área concedida a cada familia bóer excedía lo reglamentado por la Ley del Hogar vigente, lo que requirió una excepción por parte del Ministro de Agricultura, Wenceslao Escalante.
Una vez establecidos en la Patagonia, los bóeres habilitaron las primeras escuelas en sus propias estancias, donde les enseñaron a sus hijos su idioma y los educaron siguiendo las tradiciones y las costumbres propias (Cabral Marques, 2012).
La lengua afrikáans
Una breve presentación sobre el afrikáans puede resultar de utilidad a los efectos de contextualizar el presente trabajo. El afrikáans es la lengua más joven de las lenguas de la rama germánica de la familia indoeuropea y deriva del neerlandés; de hecho, la palabra afrikáans proviene del adjetivo neerlandés Afrikaan (Biberauer, 2006, p. 7). Según Simons y Fennig (2018), la lengua es hablada principalmente en Sudáfrica –siendo la tercera lengua más hablada después del zulú y el xhosa– y en menor medida en Botsuana, Lesoto, Suazilandia y Namibia, aunque no precisan el uso en comunidades inmigrantes en Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda, o Argentina, por ejemplo.
Cuando los holandeses de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales se establecieron en lo que llamaron Colonia del Cabo a mediados del siglo XVII, entraron en contacto con hablantes de lenguas indígenas, como los khoikhoi, con esclavos de Asia (India, Indonesia y Sri Lanka), África del Este y Madagascar, y también, en menor medida, con europeos francófonos y germanoparlantes. Existen distintas versiones de cómo el afrikáans llegó a convertirse en una lengua, entre las que se cuentan la creolización, la hipótesis variacionista y la teoría superestratista (Biberauer, 2006).
El afrikáans es hoy considerado un símbolo de identidad por los bóeres. Esto puede ilustrarse en el monumento a la lengua afrikáans, el Taalmonument, construido en 1975 —aunque la primera convocatoria data de 1942 (Hamans, 2021)— en las colinas de Paarl, Sudáfrica, y en el museo dedicado a la lengua, el Afrikaanse Taalmuseum, también en la ciudad de Paarl, lo cual convierte al afrikáans en la única lengua en el mundo con un monumento y un museo en su honor (van Zyl, 2020).
Análisis
A fin de dar respuesta a las preguntas que informan el presente trabajo, en esta sección se intentará dar cuenta de la situación glotopolítica del afrikáans en la Patagonia a la luz de conceptualizaciones de autores como Louis-Jean Calvet y Uriel Weinreich, y conceptos como actitudes lingüísticas y representaciones sociolingüísticas, entre otros.
La conservación del afrikáans en la Patagonia
Antes de centrar la atención en la Patagonia, puede resultar de interés lo que ocurría en el continente africano, donde los intentos por conservar la lengua y las tradiciones por parte de los bóeres comenzaban a ser vulnerados por el establecimiento del nuevo gobierno británico, vencedor en la segunda guerra anglo-bóer (1899-1902), ya que esto implicaba la imposición del inglés como lengua oficial y el neerlandés como posible lengua a enseñar y de uso permitido en la justicia. Es decir, el afrikáans no era siquiera mencionado. De hecho, el artículo número 5 del Tratado de Vereeniging –que puso fin a la guerra– establecía la posibilidad de la oferta del neerlandés en aquellas escuelas públicas del Transvaal y de la Colonia del Río Orange en las que los padres de los niños así lo quisieran, y que esta lengua sería permitida en las cortes judiciales (Reitz, 1902, pp. 607-608).[1]
Aunque para muchos en ese momento el afrikáans era considerado un dialecto del neerlandés, no se lo mencionó en documentos oficiales hasta 1925, cuando se amplió el concepto de neerlandés de modo que incluía el afrikáans mediante el Official Languages of the Union Act, promulgado ese año.[2] De hecho, el afrikáans no fue declarado oficialmente como lengua separada del neerlandés hasta 1983 (Meeuwis, 2018).
De este modo, el afrikáans quedaba relegado, como ocurría también con las lenguas indígenas africanas, como el ndebele, el xhosa, el zulú, entre otras. Sin embargo, la lengua afrikáans se erigía como volkstaal –lengua del pueblo–, es decir, como un símbolo de la identidad afrikáner, y quizás el único medio de conexión entre los bóeres (Hamans, 2021). En efecto, el poeta y político bóer Cornelis Jacobus Langenhoven (1873-1932) describe al Afrikaans en los siguientes términos:
El afrikáans está hecho en Sudáfrica para ajustarse a nuestras condiciones y modo de vida; se ha desarrollado con nuestro carácter nacional; es el único lazo que nos une como una nación separada; nuestro único rasgo nacional. (Langenhoven, 1938, 12, en Hamans, 2021)[3]
Por lo tanto, para los bóeres, vivir bajo bandera británica a principios de siglo XX significaba en cierta forma renunciar a vivir libremente, y quizás sin la posibilidad de ver al afrikáans como lengua de instrucción en las escuelas, como una lengua valorada. Así, migrar fue una opción para muchos bóeres que buscaban proyectar un futuro mejor en lo económico, pero también en lo que respecta a sus costumbres y sus tradiciones. Como afirma Cabral Marques (2012), “Vencidos pese a su enorme coraje por el poderío imperial británico […] los Boers [sic] se lanzaron al océano en busca de la paz prometida en la Argentina por vía diplomática, para preservar en libertad su vida y su cultura” (p. 208).
Con respecto a la conservación del afrikáans en la Patagonia, es posible decir que, desde su llegada a la Argentina, los bóeres se esforzaron por mantener sus costumbres y su lengua. Al estar alejada de la ciudad de Comodoro Rivadavia (a unos 35 kilómetros aproximadamente), la ya desaparecida Colonia Escalante fue vital en la conservación de la lengua y la cultura de los bóeres. En palabras de Edwards (1999):
La Colonia Escalante, situada al Norte de la ya fundada Comodoro Rivadavia, constituía un núcleo de población diferenciado, que intentó desde sus inicios mantener sus características: idioma, religión, costumbres sociales, intención que se vio ampliamente favorecida por el factor distancia (p. 3).
Es decir, la distancia respecto de centros urbanos –especialmente de Comodoro Rivadavia– y de otros grupos poblacionales, redujo las necesidades de comunicarse en español, lo que favoreció el monolingüismo en afrikáans al interior de la comunidad durante las primeras décadas (cfr. Szpiech et al., 2020).
Edwards (1999) también afirma que, si bien hasta fines de siglo XX se mantuvieron las costumbres de los primeros grupos de bóeres, estas fueron adquiriendo características diferentes, dado que las relaciones matrimoniales se abrieron a miembros de otros grupos étnicos y religiosos. Esto sin dudas significó un cambio sustancial para una comunidad conocida por su alto grado de endogamia étnica (Arduino, 2014). Inclusive, existen documentos que prueban la voluntad de los colonos bóeres de regresar a Sudáfrica dada la resistencia a casarse con personas que no pertenecieran a su comunidad (cfr. Cape Times, 1931).
Martín Blackie, nacido en Comodoro Rivadavia en 1939, hijo de colonos bóeres llegados a la Argentina en 1903 y 1909, vivió en Sierra Chaira y en Sarmiento, provincia de Chubut, y dice, al parecer con orgullo, que habla el afrikáans puro. Como asegura él mismo, “yo hablo el verdadero afrikáans: el que llevaron mis abuelos y mis padres a la Patagonia hace 100 años atrás”, mientras que el afrikáans que se habla en la actualidad tiene expresiones y modismos de otras lenguas, en especial del inglés y el neerlandés (Cabral Marques, 2012, p. 206). Esta conducta parece evidenciar una suerte de purismo sobre el afrikáans, entendiendo el purismo lingüístico como “una ideología[4] que se caracteriza por la resistencia que ponen los hablantes de una comunidad a recibir elementos léxicos y/o gramaticales de otros sistemas lingüísticos” (Walsh, 2016, en Dinamarca Zurita & Henríquez Barahona, 2019, pp. 296-297) y que es motivada por la identificación cultural (Ludwig, 2000, p. 178).
Al parecer, según señalan Szpiech et al. (2019), el cambio cultural de la comunidad afrikáner comenzó en la década del cincuenta, cuando los colonos aumentaron el contacto con grupos de personas de localidades cercanas, especialmente en Sarmiento y en Comodoro Rivadavia. En la actualidad, los miembros más viejos de la comunidad aún hablan afrikáans, aunque su lengua dominante es el castellano, y los más jóvenes, más integrados socialmente, solo hablan castellano. No obstante, si bien hoy la variedad del afrikáans hablada en la Patagonia se encuentra en riesgo, la transición hacia el español se demoró mucho más de lo esperado según el modelo de sustitución lingüística de Joshua Fishman (2013), por el cual la transición ocurre en tres generaciones. De hecho, no solo hay en la actualidad muchos afrikáneres de tercera generación, mayores de 60 años, que son bilingües afrikáans-español, sino que además algunos de los miembros más jóvenes de la comunidad, es decir, de cuarta y quinta generación, entienden un poco de afrikáans (Szpiech et al., 2020).
En el año 2014, en la celebración del aniversario de la llegada de los bóeres a la Patagonia en la ciudad de Comodoro Rivadavia, se puede ver cómo la lengua es considerada un valor al cual hay que defender activamente, en tanto que representa su identidad. En el acto inaugural, Silvana Schlebusch, perteneciente a la tercera generación de inmigrantes, leyó:
Hoy a 112 años del arribo de los Bóers [sic] a este suelo, que debieron tomar las armas para defenderse de la corona británica ante la invasión de sus estados libres. Hoy volvemos a invocarlos para honrarlos y agradecerles todo el esfuerzo puesto en la búsqueda de una vida digna. [Esta es] una cultura que está en movimiento, modificándose en función de sus necesidades, que aún posee un idioma, una religión, costumbres, ritmos, sabores e ideales. No permitamos que ninguno de estos valores pase al olvido (Gregory, 2015, min. 40).
Esta actitud de protección del afrikáans –el primero de los valores mencionados– demuestra la existencia de una lealtad lingüística, la cual, al igual que el nacionalismo, refiere a un estado emocional en el que la lengua en tanto entidad, por su posición privilegiada en una escala de valores, necesita ser defendida (Weinreich, 1953, p. 99). Las comunidades de bóeres en la Patagonia parecen seguir las etapas que describe Souza (1971) respecto de la lealtad lingüística, que aumenta de la generación de inmigrantes a la siguiente y luego decrece.
Asimismo, es dable mencionar que estas actitudes, como la lealtad lingüística o el orgullo lingüístico, revelan la agencia o agentividad de los bóeres respecto de su lengua, la cual no ha cesado con el paso de los años, y parecen estar fundadas en representaciones sociolingüísticas[5] en torno al afrikáans. En este sentido, los bóeres no defienden su lengua simplemente por una cuestión de lealtad, sino porque tal actitud proteccionista responde a representaciones sociolingüísticas positivas respecto del afrikáans. Tales representaciones podrían explicar cómo, a pesar de la lejanía del país de origen, pudieron mantener hasta el día de hoy la lengua y las tradiciones propias.
Volviendo al caso de Martín Blackie, que se convertiría en vicecónsul de Sudáfrica en 1989, él mismo comenta que sus padres le enseñaron a sus hermanos y a él a leer y escribir en afrikáans. Luego, un inglés que había llegado a la zona les enseñaba acerca del campo en inglés y aprendieron con sus padres un poco de español, lo ‘esencial’, según él. Ya cuando se mudaron a Sarmiento fue a la escuela donde aprendió a hablar, leer y escribir en español (Cabral Marques, 2012). Aquí es posible vislumbrar cómo la conservación de la lengua, que está asociada directamente a las actitudes de los hablantes, parece responder, a su vez, a las representaciones sociolingüísticas de estos hablantes con respecto al afrikáans, como puede verse en el caso de Blackie, quien vincula directamente su identidad sudafricana con la lengua de sus ancestros, cuando dice: “Yo era sudafricano. Yo leía en afrikáans” (Cabral Marques, 2012, p. 214).
Ahora bien, las representaciones sociolingüísticas de los miembros de la comunidad respecto del castellano también parecen constituir un factor determinante, dado el poco prestigio que asignaban a esta lengua, especialmente entre las primeras generaciones, e incluso los prejuicios raciales en torno a la lengua. Por ejemplo, Rentha, una afrikáner de la comunidad perteneciente a la tercera generación, expresa lo siguiente: “Usaba mucho el afrikaans, y los chicos se criaron, no podían hablar en castellano porque los padres se enojaban, decía: idioma de indios” (Szpiech et al., 2020). Indudablemente las representaciones sociolingüísticas respecto de sendas lenguas han contribuido a la resistencia a aprender español, a integrarse lingüística y culturalmente con el resto de la sociedad y, por consiguiente, a la conservación del afrikáans, incluso a pesar de los intentos de castellanización por parte del gobierno argentino.
A pesar de que “las lenguas inmigratorias en la Argentina fueron desplazadas masivamente por el español” (Hipperdinger, 2014, p. 78), el afrikáans se mantuvo entre los descendientes de aquellos bóeres migrantes. En este sentido, las prácticas de los hablantes son fundamentales. Como dice Calvet (2000), el porvenir de una lengua “depende de las prácticas de sus hablantes, más que de las decisiones de los planificadores” (p. 35). No obstante, como se pretende mostrar en la sección siguiente, a veces los hablantes son a su vez los planificadores de la lengua.
Las iniciativas glotopolíticas en torno al afrikáans en la Patagonia
La Argentina se ha caracterizado históricamente por recibir inmigrantes de diferentes partes del mundo. La Constitución Nacional (1853), influenciada por las ideas de Juan Bautista Alberdi, incluía como política migratoria, por medio del artículo 25, el fomento de la inmigración europea. Durante el período de la gran inmigración (1880-1930), el flujo de migrantes fue tan grande que modificó el carácter étnico y las tradiciones culturales del país. Una causa fundamental de esta inmigración masiva fue la modificación de las políticas migratorias selectivas debido al intento del gobierno por atraer inmigrantes. De hecho, se destinaron fondos públicos para los gastos de los pasajes en barco y la publicidad del país en el extranjero (Romero, 2000, p. 21). Desde el estado argentino se intentó persuadir a personas de países europeos, dado que la elite política del momento, conocida como Generación del 80, suscribía la idea de que las “razas” europeas eran superiores, especialmente en relación con los indígenas americanos y los africanos y asiáticos, a quienes consideraban salvajes (Alberdi, 1870/1956).
Por lo tanto, en el marco de un país cuyas políticas promovían el poblamiento de la Patagonia, el exterminio de los habitantes nativos en esa zona y la inmigración de ciudadanos europeos, en especial desde 1880, se concedieron tierras para el trabajo agrícola y ganadero con libertad de culto y asociación. De hecho, se dictó, entre otras, la Ley 1501 del Hogar (1884), que destinaba lotes de tierra que no podían venderse ni gravarse por cinco años a familias con el fin de promover la radicación de migrantes que desearan dedicarse a la agricultura (Lago, 2013) y pudiendo ejercer libremente su culto, amparados en el artículo 20 de la Constitución Nacional (1853). Más aún, como señala Bein (2012), “en la Constitución de 1853 no se decía una sola palabra acerca de la cuestión de las lenguas” (p. 2) y hacia 1902 se habían sancionado muy pocas leyes, por lo que la Argentina no les imponía a los bóeres ningún tipo de restricciones o prohibiciones respecto del uso de sus lenguas.
En este contexto –y después de intentos fallidos de colonizar el Chubut por parte del inglés Enrique Libanus Jones en 1854 con la autorización del gobierno de la provincia de Buenos Aires–, Wenceslao Escalante, Ministro de Agricultura del Presidente Roca, se interesó en la colonización de la Patagonia, motivado por el establecimiento de las colonias galesas hacia 1865. A diferencia del clima político hostil que encontraban en Sudáfrica, los bóeres hallaban condiciones sumamente ventajosas en la Argentina, ya que, como afirma Lago (2013):
El gobierno argentino les brindaba la posibilidad de asentarse en nuevas tierras donde se les permitía mantener sus tradiciones y costumbres, donde iban a poder profesar libremente su culto contando también con libertad de asociación (p. 5).
Aprovechando estas condiciones, generaron espacios de reuniones para compartir la cultura y las tradiciones bóeres, como ceremonias religiosas y eventos deportivos, lo que alimentaba el intercambio en la lengua afrikáans, así como la celebración de efemérides, tales como el arribo de los primeros colonos a Comodoro Rivadavia.
Según Arduino (2014), en un principio, entre las medidas adoptadas por los nuevos habitantes de la Patagonia, se comenzó a instruir a los niños en las casas de familia de los bóeres con la intención de preservar la lengua afrikáans y sus costumbres y valores. La comunidad le daba mucha importancia a la educación de los niños, cuyos primeros maestros fueron los pastores protestantes de la Iglesia Holandesa Reformada (Caviglia, 2011). Unos años más tarde crearon una escuela rural en la estancia de Conrado Visser, uno de los primeros migrantes bóeres. Según el estudio de Caviglia (2011) sobre la educación en el territorio de Chubut, en 1905, el gobierno nacional autorizó la fundación de esta escuela, que sería la Escuela Rural N° 25.
Cabe destacar que Arduino (2014) considera que la religión protestante reformada de los bóeres conformaba un pilar fundamental para la conservación de su identidad, asentada en la lengua y la historia, ya que tomaron el territorio hostil de la Patagonia como una misión a cumplir, como una suerte de “tierra prometida” (p. 7). Según la autora, “la reterritorialización protagonizada constituyó el cumplimiento de un nuevo designio divino” (Arduino, 2014, p. 9).
Con los años, la apertura de escuelas por parte del gobierno argentino y la consecuente escolarización en español de los descendientes de los bóeres parecen haber tenido un impacto en el uso del afrikáans, que poco a poco quedaba relegada a lengua de uso familiar. No obstante, la transición no fue sencilla. Como señala Caviglia (2011), los maestros de las nuevas escuelas nacionales se encontraban con la dificultad de no hablar el idioma de los alumnos, que hablaban afrikáans y solo conocían un poco de castellano. De hecho, según la crónica:
Para poder iniciar las clases, el maestro daba clases en castellano a Ana Jacoba Van Zyl –esposa de Visser–, ella traducía al inglés a su marido don Conrado Visser y este al afrikáans para los alumnos (Caviglia, 2011, p. 301).
Con las prácticas religiosas ocurrió un movimiento similar, ya que al principio se realizaban dos misas los domingos, una en turno matutino en afrikáans y otra en turno vespertino en español. Sin embargo, con el tiempo, se comenzó a llevar a cabo un solo culto dominical en español (Arduino, 2014).
Conclusiones
Sobre la base de lo explorado, es posible inferir que los bóeres en la Patagonia han conservado su lengua en gran medida a lo largo del tiempo. Es cierto que la tercera generación hoy no habla el afrikáans con la misma fluidez que los pioneros que llegaron a Comodoro Rivadavia y que las nuevas generaciones solo entienden, o hablan muy poco afrikáans. Esto parece deberse, entre otras causas, a la escolarización implementada por el gobierno nacional, que impuso el castellano como lengua nacional a fin de integrar a los inmigrantes al estado-nación, por un lado, y a la apertura matrimonial a otros grupos étnicos y religiosos por parte de la comunidad bóer, una comunidad conocida por su alto grado de endogamia étnica, por el otro. Sin embargo, y a pesar de la paulatina integración cultural de la comunidad, los afrikáneres han logrado mantener la lengua superando las predicciones de los expertos en sustitución lingüística, por las que la tercera generación ya debería haber perdido el idioma.
A su vez, este grado de conservación lingüística parece responder directamente a las iniciativas glotopolíticas de los grupos de migrantes, iniciativas que se vieron beneficiadas por el contexto argentino, ya que el gobierno nacional –a pesar de enmarcarse en un proyecto de castellanización y de deseuropeización de los inmigrantes–, en el afán de poblar la Patagonia con inmigrantes “blancos” facilitó su radicación en el país por medio de leyes que les permitían establecerse en el territorio argentino, a priori sin imposiciones ni prohibiciones lingüísticas. Esto, junto con la situación de aislamiento con respecto a otras comunidades en el desértico territorio patagónico, permitió a los bóeres planificar y llevar a cabo acciones de defensa y conservación de su lengua –producto de representaciones sociolingüísticas positivas respecto del afrikáans y no tan positivas respecto del castellano–, especialmente mediante operaciones en materia educativa y religiosa, que condujeron efectivamente a la preservación del afrikáans a más de cien años del arribo del primer contingente.
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[1] Original en inglés (las mayúsculas pertenecen al original): “The DUTCH language will be taught in Public Schools in the TRANSVAAL and the ORANGE RIVER COLONY where the Parents of the Children desire it, and will be allowed in COURTS of LAW when necessary for the better and more effectual Administration of Justice” (Reitz, 1902, pp. 607-608).
[2] Original en inglés: “The word ‘Dutch’ in section one hundred and thirty-seven of the South Africa Act, 1909, and wheresoever else that word occurs in the said Act, is hereby declared to include Afrikaans” (van Schalkwyk, 1997, p. 447).
[3] Traducido del inglés por el autor: “Afrikaans is made in South Africa to suit our Afrikaans conditions and way of life; it has grown with our national character; it is the only bond that binds us together as a separate nation; our only national feature”. Para el original en afrikáans cfr. Hamans, 2021, p. 30.
[4] Las ideologías lingüísticas son sistemas de representaciones sociolingüísticas (cfr. Arnoux & del Valle, 2010).
[5] Las representaciones sociolingüísticas son un tipo de representaciones sociales en particular que se caracterizan por comprender ideas socialmente compartidas sobre una lengua (Boyer, 1991; Arnoux & Del Valle, 2010).