ACCIONES GLOTOPOLÍTICAS EN ASOCIACIONES CABOVERDIANAS DE BUENOS AIRES
Graciela Maricel Martínez
Universidad Nacional de Tres de Febrero
Argentina
RESUMEN
En este artículo se presenta una mirada acerca de las acciones glotopolíticas de algunas asociaciones de caboverdianos de Buenos Aires. A través del relevamiento de las redes sociales de las asociaciones mencionadas, entrevistas y notas de campo, se analizan las acciones tendientes a promover la lengua caboverdiana en Argentina desarrolladas en los últimos años. El caso de los caboverdianos y sus descendientes en Argentina permite indagar las estrategias de los inmigrantes caboverdianos frente a las políticas lingüísticas de la sociedad receptora en diálogo con las políticas lingüísticas de Cabo Verde. El uso de la lengua caboverdiana cobra un sentido simbólico en la conformación de la caboverdianidad en la diáspora caboverdiana.
Palabras clave: creole caboverdiano; asociaciones mutuales; acciones glotopolíticas.
GLOTTOPOLITICAL ACTIONS IN CAPE VERDEAN
ASSOCIATIONS OF BUENOS AIRES
Abstract
This article presents an overview of the glottopolitical actions of some Cape Verdean associations in Buenos Aires. Through a survey of the social networks of the aforementioned associations, interviews and field notes, we analyse the actions taken in recent years to promote the Cape Verdean language in Argentina. The case of Cape Verdeans and their descendants in Argentina allows us to investigate the strategies of Cape Verdean immigrants in relation to the language policies of the host society in dialogue with Cape Verdean language policies. The use of the Cape Verdean language takes on a symbolic meaning in the shaping of Cape Verdeanness in the Cape Verdean diaspora.
Keywords: Cape Verdean Creole; mutual societies; glottopolitical actions.
Introducción
En Argentina existen dos de las asociaciones más antiguas de la diáspora caboverdiana: la Asociación Cultural y Deportiva Caboverdeana[1] de Ensenada[2], fundada en 1927, y la Sociedad de Socorros Mutuos “Unión caboverdeana” de Dock Sud, Avellaneda, fundada en 1932. Si bien al inicio tuvieron como objetivo principal la ayuda mutua, en las últimas décadas se abocaron a promover la cultura caboverdiana y a luchar en contra del racismo y la discriminación. Este trabajo busca relevar los usos que se hace de la lengua caboverdiana (un criollo de base portuguesa) en esas instituciones.
Bein (2012) explica que en el término glotopolítica “se incluyen aquellas decisiones y acciones que, por provenir de colectivos no gubernamentales, quedan excluidas de la definición de política lingüística” (p. 18). En este trabajo se adoptará ese concepto para abarcar el estudio de todas aquellas acciones sobre la lengua caboverdiana desplegadas por las mencionadas asociaciones caboverdianas.
Para relevar esas acciones se adoptó un enfoque multimetodológico. En ese sentido, la investigación requirió el uso de tres métodos básicos de investigación. En primer lugar, el análisis de diversas fuentes secundarias (actas, folletería, manuscritos, cartas, apuntes, estatutos). En segundo lugar, la observación participante acompañada del registro de eventos de habla espontáneos del ámbito público y privado. En tercer lugar, entrevistas en profundidad a diversos informantes clave de la comunidad identificados como líderes/lideresas que han mantenido una constante labor militante en el marco de las instituciones caboverdianas.
En la primera sección se hará un recorrido por las políticas lingüísticas de Cabo Verde para continuar en la segunda sección con el análisis de las estrategias de integración de los inmigrantes caboverdianos una vez llegados a Argentina. Por último, en la tercera sección se analiza el material relevado para observar las acciones glotopolíticas desplegadas por las asociaciones.
Las políticas lingüísticas de Cabo Verde
Cabo Verde es un archipiélago africano en el Atlántico, a unos 450 kilómetros de la costa de Guinea Bissau, Mauritania y Senegal, conformado por diez islas. El archipiélago se encontraba deshabitado cuando los portugueses llegaron entre 1456 y 1460, y fue colonizado con individuos provenientes del sur de Portugal, Alentejo y Algarve y, en número menor, holandeses, genoveses, y judíos de Gibraltar, que formaban una minoría europea, población a la que se sumó una mayoría de etnias esclavizadas desde la costa de Guinea, entre las que se encontraban los mandingas, fulas/fulanis, bigajós y mandjakus, entre otras. Así, Cabo Verde se constituyó en un depósito comercial de esclavos y se posicionó en una situación estratégica en el Atlántico.
Las poblaciones y etnias capturadas transitaron su desarraigo en el archipiélago, y desarrollaron diferentes estrategias adaptativas, entre ellas la conformación de una lengua, el creole caboverdiano. El creole caboverdiano es una lengua criolla de base léxica portuguesa de la familia de los criollos afroportugueses de África Occidental, que incluye el caboverdiano, el bissauguineano, el casamancés de Senegal y el papiamento de las Antillas Holandesas. Existen dos grandes grupos de dialectos: aquellos de las Islas de Sotavento (islas de Brava, Fogo, Maio, Santiago); y aquellos de las Islas de Barlovento (islas de Boa Vista, Sal, Santo Antão, São Nicolau, São Vicente). Las dos variedades insulares más habladas son el santiagués (55% de la de la población caboverdiana) y el sanvicentino (18%). El área geográfica de este creole comprende a Cabo Verde y la diáspora caboverdiana que se encuentra distribuida en importantes comunidades originarias de Cabo Verde en Estados Unidos, Portugal, Francia y Holanda, Senegal y Angola, y en menor medida en Brasil, Argentina, Italia y España (Quint, 2007; Veiga, 2002). Sus hablantes la llaman kriol. Es una lengua SVO (Sujeto-Verbo-Objeto), más bien analítica. Más del 95% del vocabulario proviene del portugués. Sin embargo, existe una fuerte huella áfrico-occidental (esencialmente wolof y mandinga), en particular relacionada con la morfología verbal y la estructura semántica (Pereira, 2006).
Si bien el portugués fue la lengua oficial desde la época colonial, el creole caboverdiano era el que se extendía a todas las esferas sociales. En ese entonces proliferaron muchos discursos glotofágicos[3] en términos altamente despreciativos con relación a ella (Veiga, 2002, p. 14). El portugués comenzó a ser hablado en las relaciones no oficiales y por una pequeña minoría recién en la segunda mitad del siglo XIX.
Una de las formas que encontró el imperio portugués de continuar justificando su dominio fue a través de la adopción del concepto de lusotropicalismo, ideado por el sociólogo brasileño Gilberto Freyre (1900-1987). Ese concepto había surgido en un momento en el que en Brasil se estaba buscando una identidad nacional que amalgamase armónicamente las raíces portuguesas, africanas e indígenas. Según Freyre, el Brasil moderno era el resultado exitoso del mestizaje. Esta concepción fue utilizada por el imperio portugués como parte de una estrategia que consistió en abandonar la fundamentación del imperialismo sobre la base de la idea de superioridad racial y civilizatoria portuguesa para subrayar, en su lugar, las ventajas sociales y políticas que supuestamente se derivaban del extenso mestizaje e hibridación entre los diferentes pueblos dentro del mundo lusófono (Bartelson, 2016).
Portugal presentó a Cabo Verde como un ejemplo lusotropicalista para diferenciarse de otras metrópolis colonizadoras por su multirracialismo. La manera de sustentar este mito fue la relación histórica entre el gobierno portugués en su trato con africanos y en el otorgamiento de puestos administrativos menores a los colonizados. Sin embargo, los únicos que podían acceder a ellos eran los assimilados que aspiraban a la ciudadanía portuguesa a través del uso del portugués, lo cual les permitía obtener un mejor nivel educativo y distinguirse del resto de la población considerada indígena por el gobierno portugués.
Como primer grupo escolarizado, este sector, conformado por escritores y funcionarios públicos, pasó por una educación rígida y disciplinaria propia del contexto colonial, en donde la violencia simbólica y física estuvo presente de manera central y donde “el aprendizaje del portugués se vivenció como la adopción de un código externo, aprehendido sobre la base de una vigilancia lingüística meticulosa” (Martino, 2015, p. 78). La idea del intelectual emergente estaba asociada en ese momento a la figura del administrador y al burócrata encargado de ejecutar con eficiencia las actividades requeridas por la metrópolis. Con el paso del tiempo, y en la medida en que este grupo se fue afianzando, comenzó a elevar otros reclamos diferenciándose, en algunos casos, de los denominados portugueses metropolitanos (Madeira, 2014).
A su vez, esas corrientes lusotropicalistas dialogaron con el mito del mestizaje creado por la élite caboverdiana de fines del siglo XIX que consideró que tenía un nivel educativo, un estatuto político y un color de piel diferenciados que, a través de la adopción de una identidad mestiza, los colocaba por encima de los demás africanos. Reivindicaban una superioridad étnica intelectual que se proyectaba con fundamentos racistas sobre los otros pueblos de África e, inclusive, dentro del archipiélago, con respecto a poblaciones más oscuras –como la de Santiago–, a las que se consideraba menos evolucionadas intelectualmente (Contarino Sparta, 2005).
La prensa isleña fue el principal medio de difusión de estas demandas y reclamos. Estaba compuesta por periódicos y boletines editados en las principales ciudades del archipiélago. Su lugar de centralidad descansó en la contribución que efectuaron a la conexión imaginaria y simbólica del territorio isleño y a la valoración del espacio que habitaban, dando lugar a diferentes sentimientos que podían asociarse a un incipiente nacionalismo. Una de las corrientes literarias desarrolladas en aquel momento recibió el nombre de “nativismo” y algunas de sus publicaciones estaban escritas en lengua caboverdiana. Esa decisión constituyó “un modo particularmente interesante de impugnar la política asimilacionista implementada en la colonia” (Martino, 2015, p. 79). Vale decir que la escritura en LCV fue desarrollada de manera individual por estos intelectuales que se valieron de su formación en lengua portuguesa para crear una grafía de base etimológica que se volvió una tradición entre los letrados. Tal es el caso de los escritores Eugenio Tavares y Pedro Cardoso, quienes inauguraron la producción poética en LCV. Asimismo, los esfuerzos individuales para la normalización del caboverdiano comenzaron en 1885, con la Gramática del criollo de Santiago de António de Paulo Brito[4]. Tres años después, este autor publicó un alfabeto que tenía una base fonológica, pero no tuvo acogida entre el círculo de intelectuales, que prefirieron seguir escribiendo con el alfabeto etimológico (Duarte, 1998).
Esta corriente cobró fuerza con los esfuerzos de los intelectuales nacionalistas, a mediados del siglo XX, quienes marcaron una nueva era en la afirmación de la identidad nacional pues defendieron el rescate de los orígenes africanos. El máximo exponente de la concepción de “reafricanización de los espíritus” (Madeira, 2014, p. 17) fue Amílcar Cabral, quien lideró la lucha por la independencia caboverdiana.
A mediados del siglo XX, esta lucha afirmó los lazos entre Guinea-Bissau y Cabo Verde. En 1956 se creó el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), con militantes de ambos lados: Amílcar Cabral, fundador e ideólogo, concibió la lucha y el desarrollo en conjunto, a partir de economías complementarias. En 1961 comenzó la guerrilla en el continente africano, donde lucharon centenares de caboverdianos. En 1974 cayó el régimen colonial; luego de un gobierno de transición, en 1975 se proclamó finalmente la independencia caboverdiana.
Luego de la independencia no llegó la anunciada oficialización de la lengua caboverdiana, que había sido un bastión simbólico de la resistencia lingüística durante los años de lucha contra la metrópolis portuguesa. Como señala Rosa (2010), esa resistencia ganaría carácter formal durante la revolución y principalmente en los primeros años que precedieron a la independencia nacional, para luego ir decayendo con el paso de las décadas.
La lengua portuguesa, por su condición de lengua oficial desde la época colonial, continúa siendo utilizada como lengua de la administración, la enseñanza y la justicia; mientras que el caboverdiano, reconocido como lengua nacional, es hablado por la totalidad de la población, aunque los niños caboverdianos no la aprenden en el proceso de enseñanza-aprendizaje formal (Gomes Pires y Cathcart, 2011). La Constitución determina que la lengua portuguesa es la lengua oficial y reconoce la lengua caboverdiana como la lengua materna de los ciudadanos (Artículo 9). Además, reconoce el derecho a que sea oficializada en igualdad a la lengua portuguesa. En efecto, aún en la actualidad, se encuentran en una situación de diglosia.
Asociaciones caboverdianas y militancia afro
La migración de caboverdianos hacia Argentina comienza a fines del siglo XIX y cobra relevancia a partir de la década de 1920. Otros períodos de mayor afluencia fueron entre 1927 a 1933 y el tercero después de 1946 (coincidentemente con la gran hambruna en las islas) decreciendo en intensidad alrededor de los años sesenta, período que coincide con el aumento del flujo migratorio de caboverdianos hacia Portugal y otros países europeos (Maffia, 2010). La comunidad caboverdiana se concentra principalmente en ciudades portuarias, como Ensenada, Dock Sud, La Boca, Mar del Plata, Tigre, San Fernando, Punta Alta y en algunas ciudades de la Patagonia por la cercanía a sus fuentes de trabajo en la marina mercante o la Armada Nacional y en las fábricas, industrias y astilleros.
Estas oleadas migratorias arrojaron una cifra de unos 2000 inmigrantes (Contarino Sparta, 2006, p. 48) durante la primera parte del siglo XX. Un censo realizado en 1979 por la investigadora Marta Maffia y el Cónsul honorario de Cabo Verde en Argentina, Joaquín José Dos Santos, determinó la existencia de 4000 caboverdianos, entre nativos y descendientes, en su mayoría ubicados en el Gran Buenos Aires. Algunas cifras estiman que en la actualidad hay entre 9.000 y 11000 caboverdianos, entre nativos, nietos y bisnietos (Mateo, 2003).
Los caboverdianos arribaron a un país que desde las prácticas y los discursos ha negado la presencia histórica de los negros. Solomianski (2015) sostiene que la presuposición más extendida y común en Argentina es aquella que afirma que si en el pasado hubo tal población, debió haber sido reducida en número y sus aportes culturales escasos o irrelevantes. En el caso contrario, “deberían haber dejado algún vestigio, algún tipo de signo imborrable y contrastante que señalara la peculiaridad africana en el país más europeo de América Latina” (Solomianski, 2015, p. 110). Para dicho autor, rastrear la historia de la negritud en Argentina es también indagar en la historia de la blanquedad.
Los caboverdianos ingresaron al país con pasaporte portugués y así fueron registrados oficialmente. De esta manera, se presentaron ante la sociedad argentina y se sintieron interpelados por el mito del crisol de razas. Se encontraron con un país en el que “no existía el racismo”[5]. Así, los inmigrantes caboverdianos clausuraron la denuncia de las situaciones de discriminación. Además, adscribirse a la identidad europea les permitió construir un relato acerca de los rasgos que los diferenciaban de los otros africanos. Optaron, por lo tanto, por la estrategia de la invisibilización. Ceirano y Maffia (2007) encuentran el origen de esa práctica en las experiencias históricas procesadas en Cabo Verde, vinculadas a la negación de la africanidad y de la negritud. En esa línea, Contarino Sparta (2006) explica que la idea del crisol de razas dialogó con las corrientes lusotropicalistas hegemónicas de las islas.
A principios del siglo XX, la comunidad caboverdiana se encontraba en condiciones muy precarias[6]. En respuesta a esa situación se funda en 1927 la Sociedad de Socorros Mutuos de Ensenada, que actualmente se denomina Asociación Deportiva y Cultural Caboverdeana. Unos años después, caboverdianos que habitaban en La Boca y en Avellaneda fundan la Sociedad de Socorros Mutuos “Unión Caboverdeana”, que tuvo varias sedes. Estas instituciones se abocaron a la ayuda mutua entre sus socios, con el fin de cubrir sus necesidades básicas (vivienda, empleo, servicios fúnebres). Cabe destacar que a pesar de la autoadscripción al origen portugués, al momento de fundar estas primeras asociaciones, los caboverdianos decidieron utilizar el gentilicio caboverdeano. De esta manera, se diferenciaron de las asociaciones portuguesas. Existen otras organizaciones caboverdianas en Argentina fundadas más recientemente: el Círculo de Descendientes de Caboverdeanos de Mar del Plata (1992) y la Asociación Amigos de las Islas de Cabo Verde (1994), cuya sede se encuentra en Avellaneda.
La primera etapa de estas instituciones se desarrolló en un contexto de fuerte asociacionismo, surgido en Argentina en la década de 1850 y expandido en 1920, cuando se afianzaron diferentes formas de organización y nucleamiento social, entre las cuales figuran las asociaciones de inmigrantes. Mutuales, sociedad de fomento, sindicatos y bibliotecas populares, entre otros, dieron expresión a la expansión de la cultura popular como resultado del proceso de suburbanización que se produjo en la ciudad de Buenos Aires y sus localidades aledañas. Los vínculos asociativos brindaron así un paliativo a la situación de relativo aislamiento, la precariedad de la vivienda y a la necesidad de establecer nuevas redes de relaciones entre los habitantes.
Dock Sud y Ensenada se caracterizaron por albergar a diversos grupos de inmigrantes, que dieron forma a los denominados barrios étnicos (Varela, 2004). Las difíciles condiciones de vida enfrentadas en ese momento gestaron diferentes grados de cooperación entre los inmigrantes y vecinos que allí se asentaron. Esta situación se expresó en una versión local del mito nacional del crisol de razas cuyo relato comunitario hablaba de la “mezcla armoniosa de diferentes grupos étnicos” (James, 2000, p. 248) y donde temas como el “progreso y la regeneración social” aparecían asociadas a esta narrativa (Monkevicius, 2006). Esta percepción posibilitó el despliegue de las estrategias de integración de los caboverdianos: la invisibilización, la no transmisión de la lengua materna y la adscripción al colectivo portugués.
En los primeros años de estas asociaciones los puestos directivos estuvieron limitados a los hombres con cierto capital social y simbólico (que supieran leer y escribir), aquellos que en Cabo Verde habían tenido una inserción laboral en puestos administrativos y del gobierno colonial y arribaron al país con ciudadanía portuguesa. Además, los únicos que podían ser socios eran los hombres. A partir de la década del 40 la apertura será mayor, dada la progresiva participación de las mujeres y de los descendientes.
A diferencia de otras comunidades de inmigrantes que fundaron escuelas étnicas en las que podían aprender la lengua y la cultura de los países de origen de sus padres, los caboverdianos no las tuvieron y no transmitieron su lengua a sus hijos. Es así que la lengua caboverdiana se relegaría al hogar para hablar de asuntos privados que no querían mencionarse frente a los hijos. Es probable que haya sido una estrategia de invisibilización de la comunidad para que sus descendientes pudieran escolarizarse en la lengua española.
Hacia 1956 se constituye en Buenos Aires un Comité Regional liderado por el caboverdiano Joaquim José dos Santos (más conocido como Tchutche), quien se convertirá en el primer cónsul honorario de la República y promoverá la conciencia política acerca de la guerra de la independencia a través de diversos medios de comunicación. Esta lucha tuvo un fuerte rechazo por parte de grupos de caboverdianos que renegaban de la participación política o estaban directamente en contra de cortar lazos con Portugal pues consideraban más conveniente esta pertenencia, situación que comenzó a revertirse lentamente después de la declaración de la independencia, pero que evidencian las dificultades que tuvo el grupo para construir una identidad social colectiva unificada.
Luego de la última dictadura militar y con el advenimiento de la democracia, en el marco del movimiento más amplio por la defensa de los Derechos Humanos (Kropff, 2009) estas asociaciones se dedicaron a diversos reclamos ligados a la visibilidad del colectivo africano y afrodescendiente en Argentina, así como a la denuncia del racismo. A fines de la década del noventa, en Argentina impactan “narrativas multiculturalistas de la nación que propician la reivindicación pública de identificaciones raciales y culturales antes negadas y/o invisibilizadas” (Frigerio y Lamborghini, 2011, p. 102). Tal es el caso de los afroargentinos, que encontraron nuevos espacios de diálogo con el Estado. La incidencia del multiculturalismo logró erosionar narrativas homogeneizantes de la nación blanca e incentivó el desarrollo de movimientos indígenas y afrolatinoamericanos a lo largo de todo el continente.
El surgimiento de una temática afro en los Estados Unidos ligada a la superación de la barrera de color y al peso de los votos de los afroamericanos posibilitaron la creciente presencia de grupos de militantes negros y la creación de redes transnacionales que tuvieron su efecto en toda América Latina. Ese movimiento otorgó un fuerte impulso a los ya existentes grupos locales. Durante la década del noventa se produce “un cambio de enfoques que apuntan a romper con los esencialismos culturalistas y estudian las identidades de las poblaciones afrodescendientes como procesos históricos” (Lechini, 2009). Muchos de estos cambios fueron promovidos por la UNESCO a través de su proyecto sobre la ruta del esclavo. Paralelamente a estos avances, en algunos países latinoamericanos (Brasil, Colombia, Ecuador y Nicaragua) se fueron desarrollando narrativas multiculturalistas de la nación, apoyadas por reformas constitucionales que reconocen que estos países son multiétnicos y pluriculturales. Junto a las movilizaciones activistas, con sus reivindicaciones sociales y políticas a nivel nacional, van a surgir también otras instituciones a nivel subregional, como la Organización Negra Centroamericana (ONECA).
En este contexto, la referente Miriam Gomes[7], descendiente de primera generación de caboverdianos, comienza a establecer lazos con algunos referentes del movimiento negro en la región y desde el año 2000 participa de una gran cantidad de actividades; una de ellas refiere a la última reunión preparatoria a la Conferencia de Examen de Durban realizada en Santiago de Chile, donde, según relata, se presenta por primera vez y de manera formal el Movimiento Negro del país (Gomes, 2009). Un año más tarde las organizaciones de activistas se congregan en Durban, Sudáfrica, en la Primera Conferencia Mundial contra el Racismo, la Xenofobia, y las Formas Conexas de Intolerancia, donde emerge por primera vez la categoría de “afrodescendiente”, la cual privilegia el principio de descendencia por sobre la pertenencia a una comunidad racial (Geler, 2010). En un nivel general establece puntos de contacto con el movimiento panafricanista desarrollado décadas anteriores, trascendiendo los reclamos situados desde las fronteras nacionales. La Declaración Final, firmada por los Estados participantes, recomienda a los países de América Latina contar con datos oficiales sobre los afrodescendientes, para formular y evaluar políticas de reparación destinadas a esa población en relación a la deuda resultante del proceso esclavista.
Otro aspecto a considerar es la llegada de una nueva corriente migratoria de África[8] a Argentina que reaviva la atención hacia los descendientes de africanos locales, cuyas necesidades y reclamos comienzan a expresarse en diferentes espacios. En ese contexto, la Sociedad Caboverdeana de Dock Sud apoya una denuncia judicial presentada contra un acto de racismo sufrido por un socio que adquirió carácter público a partir de una demanda legal y una serie de movilizaciones en las que participó la institución. Esta situación puntual evidencia la incorporación de temas no abordados anteriormente, así como su registro formal en las actas de la institución (Martino y Martínez, 2013). En términos generales, los inmigrantes preferían relativizar temas referidos a situaciones conflictivas vividas en Argentina. En cambio, sus hijos y nietos se sintieron interpelados por un nuevo contexto en el que podían hablar de temas considerados “tabú” por las generaciones anteriores.
Los cambios introducidos en el perfil institucional de las asociaciones caboverdianas, en donde también comienza a advertirse una mayor presencia de mujeres en los espacios de dirigencia, permitieron la incorporación de algunos jóvenes denominados de “tercera generación” desde la década del noventa, en torno a un nuevo ciclo ligado a la conformación de pequeñas agrupaciones que comienzan a reivindicar su origen afro. Esta renovación permitió instaurar espacios de representación así como actividades que apelaran a la juventud de manera positiva. Un hecho significativo en este contexto fue la conformación de un grupo denominado “Jóvenes argentinos caboverdeanos” (2008), que realizó diferentes actividades de difusión en vinculación con la diáspora caboverdiana y con otras organizaciones locales participando de numerosos eventos.
La lengua caboverdiana en las asociaciones
A partir de 2010, aquella adscripción de las primeras generaciones a la identidad portuguesa se cuestiona y se reinterpreta para hacer mayor hincapié en la vertiente africana de la historia comunitaria. Asimismo, más allá del reconocimiento de la identidad caboverdiana, los jóvenes militantes también se autoperciben como afrodescendientes y como afroargentinos. Todas estas identidades muchas veces son simultáneas y se resaltan de acuerdo al contexto de la militancia.
Es de remarcar que, en relación con los cambios en el escenario político de Argentina, se establecen nuevos lazos con las autoridades locales, municipales y nacionales. Se despliega, a partir del papel activo de los jóvenes, una negociación de las identidades. En este proceso se fue desnaturalizando el mito del crisol de razas para explicitar las contradicciones que se han mantenido ocultas por largos períodos en el seno de la comunidad, tales como el racismo y la discriminación.
En ese escenario se viene desarrollando una serie de talleres sobre la lengua caboverdiana. En el año 2010 la Sociedad Caboverdeana de Dock Sud gestiona junto al gobierno de Cabo Verde un curso básico de lengua caboverdiana que se realizó en la sede de la Asociación Cultural y Deportiva Caboverdeana de Ensenada durante una semana. A pesar del horario y de su modalidad intensiva tuvo una gran participación de descendientes de caboverdianos de Avellaneda y Ensenada. Las clases desarrollaron temáticas vinculadas a la lengua, la literatura, la historia y las costumbres de las islas.
Dada su importancia en la revitalización de los vínculos diaspóricos entre los jóvenes descendientes de caboverdianos, se pueden mencionar los viajes realizados a Cabo Verde por algunos de ellos, en diferentes momentos. Los mismos son proyectados como instancias estratégicas hacia el fortalecimiento de las relaciones con las islas. En la actualidad las categorías de juventud y diáspora han cobrado importancia en Cabo Verde dada su apropiación por organismos de gobierno que apelan a estas nociones en el marco de proyectos de cooperación internacional y apertura política propia del período postindependentista. En cuanto a la noción de diáspora, interesa ver cómo esta ofrece, en el contexto concreto del viaje, la posibilidad de valorar y afianzar los vínculos entre Argentina y Cabo Verde. En julio de 2013 se realiza un primer viaje como resultado de un proyecto conjunto entre las asociaciones caboverdianas de Dock Sud, Ensenada y San Pablo (Brasil). El viaje reafirma contactos con el Ministerio de las Comunidades (MDC), organismo caboverdiano encargado de gestionar los asuntos de los emigrados y el establecimiento de proyectos futuros.
En 2016 la Sociedad Caboverdeana de Dock Sud decide organizar un taller de lengua y cultura caboverdianas que tuvo una duración de ocho clases y se realizó en su sede social. El curso fue dictado por un caboverdiano recientemente inmigrado y por mí. Este curso tuvo varias ediciones y actualmente se continúa dictando de manera virtual. Si bien el curso es abierto a la comunidad, a lo largo de su desarrollo la mayoría de los participantes han sido descendientes. Para muchos de ellos lo que los motivó a inscribirse fue tener conocimientos básicos de la lengua para cuando tuvieran la oportunidad de viajar. Con respecto a esta propuesta, el vicepresidente de la Sociedad Caboverdeana de Dock Sud acentúa la necesidad de cubrir una demanda: “No puede ser que no todos los que dirigimos asociaciones caboverdeanas no sepamos la lengua de nuestros antepasados”. El curso es un espacio para la reflexión sobre la relación con la lengua y, por lo tanto, con los antepasados. Para algunos es un momento para rememorar expresiones de sus abuelos y continuar profundizando sobre las historias familiares.
En julio de 2017 se llevó a cabo una nueva edición del viaje a Cabo Verde que tuvo el doble de convocatoria y entre los que se sumaron más jóvenes. Como señala una descendiente que viajó en esa oportunidad y luego se anotó al curso:
Por suerte en el año 2017 pude viajar y conocer nuestras amadas islas. Fue un viaje inolvidable y muy emotivo, dado que el viaje lo pude realizar con parte de mi familia. Allá nos recibieron de manera fraternal, como si no hubiese un océano de por medio. Anhelo volver a pisar esas tierras nuevamente.
En la actualidad, los jóvenes reavivan el recuerdo de las antiguas relaciones mientras descubren otras nuevas, incluso en los casos en que había una mayor distancia entre las generaciones se expresaba el interés por conocer mejor estas relaciones. Esta situación permite a los jóvenes y descendientes religarse con las historias familiares y fortalecer relaciones con las islas, afirmando identificaciones con Cabo Verde y el continente africano en general. En palabras de otra descendiente que también pudo viajar:
Estar en Cabo Verde y ver la casa familiar provocó en mí la necesidad de profundizar en el conocimiento de la historia familiar y valorar aún más mis raíces. Mi padre nunca hablaba de su tierra y esa es una deuda insalvable que tengo y trato de acercarme de todas formas posibles que están a mi alcance.
A principios del año 2021 la Asociación Caboverdeana de Ensenada gestionó un curso virtual de lengua caboverdiana dictado por un caboverdiano residente en Bolivia. Al curso asistieron descendientes de Avellaneda y Ensenada. La franja etaria cubrió las edades desde los 15 a los 70 años.
Los eventos organizados por las asociaciones son espacios en los que algunas palabras condensan simbólicamente la caboverdianidad recreada en la diáspora. Como lo expresa una descendiente:
Crecí escuchando a nuestros mayores hablar con tanto sentimiento, nostalgia, morabeza[9] de Cabo Verde, que te hacían querer a las Islas, extrañarlas, escuchando su música y bailándola en los distintos eventos, pero los recuerdos más inmemoriales son los que participé de la fiestas del día del niño en las cuales tuve la oportunidad de cantar dos años seguidos, de ir los domingos al mediodía a Dock Sud y ver a mi tía cocinar katxupa sabe[10], o viendo a mi papá pasando música desde la cabina.
Otro elemento utilizado para aprender la lengua de manera autodidacta es la música. Las canciones también rememoran prácticas y tradiciones de los antepasados. Esto se puede observar en las fiestas organizadas en las dos asociaciones, en las que existe una selección musical curada año a año a la que se le ha incorporado recientemente música actual de las islas. En el estudio sobre representaciones musicales de los caboverdianos y descendientes de Ensenada y La Plata, Maffia y Tuler (2008) analizan los significados del acervo musical en la consolidación de la caboverdeanidad en la diáspora:
Es notable la función evocativa de la música. Ligada a una actitud nostálgica de sobrevaloración del pasado, esta característica se verifica en las asociaciones con imágenes, sensaciones y experiencias vinculadas al lugar de procedencia y a la historia (vivida personalmente o reproducida de relatos de sus antecesores) de los entrevistados. Esto permite corroborar que, de uno u otro modo, nativos y descendientes son partícipes de la caboverdeanidad y de su memoria colectiva y que la música, en tanto instrumento de consolidación cultural, opera significativamente en la producción de sentido.
Cabe destacar que las letras de las canciones más populares dentro de la colectividad están escritas en todas las variedades. Muy pocas de ellas lo están en portugués, lo cual evidencia lo prolíficas que son las islas en la producción de composiciones en caboverdiano. En tanto medio de conexión simbólico con los antepasados, la música es para muchos prácticamente el único contacto cotidiano con esta lengua. Esto se hace evidente en el testimonio de una descendiente de segunda generación:
Cuando escucho la música caboverdeana siento una conexión con mis antepasados. Me acuerdo de mi abuelo. La primera vez que fui a comer una cachupa y escuché en ese ambiente la música, sentí muchas cosas. No lo puedo explicar. Me hace sentir orgullosa de ser caboverdeana porque mi sangre es caboverdeana.
En cuanto a las redes sociales de las asociaciones, en los últimos años se empezaron a emplear con más regularidad no solamente para difundir información sobre los eventos sino también sobre la cultura caboverdiana. La Asociación Caboverdeana de Ensenada tiene una página de “me gusta” en Facebook denominada “Asociación Caboverdeana de Ensenada, Buenos Aires- Argentina” con 1.371 seguidores (creada el 23 de junio de 2017) y un perfil en Instagram llamado “Caboverdeana de Ensenada” con 1.100 seguidores. La Sociedad Caboverdeana de Dock Sud tiene una página de “me gusta” que lleva el nombre de “Sociedad Caboverdeana en Argentina” con 1.610 seguidores (creada el 23 de abril de 2019) y antes tenía un perfil común (2011-2018), pero tuvo que cerrarse debido a que Facebook solicitó que se creara una página de “me gusta” institucional. Además cuenta con perfil de Instagram “soc.cv.argentina” con 668 seguidores. Si bien cada una de ellas tiene su propia historia e identidad institucional, es notable que el tipo de estrategias utilizadas en esas redes sean similares. Últimamente comenzaron a compartir publicaciones de medios de comunicación caboverdianos, en portugués y en caboverdiano, que se refieren a personalidades destacadas de las islas (homenajes, fallecimientos, premiaciones), eventos climáticos (erupción de volcanes, lluvias, sequías) y notas de interés general (turismo, tradiciones, gastronomía). Las imágenes evocan la vida cotidiana de las islas, que se perciben mucho más cercanas que nunca y recrean memorias familiares. En esos espacios virtuales, la música caboverdiana es la temática que más se comparte, reproduce y comenta entre los seguidores.
A modo de conclusión
Ante la falta de transmisión de la lengua caboverdiana se han desarrollado acciones glotopolíticas tendientes a promover su aprendizaje y su difusión. Las asociaciones organizan una respuesta a la demanda con la gestión de cursos y, a su vez, consideran la lengua como un puente de conexión simbólico con los antepasados. Se puede decir que ser parte de la comunidad caboverdiana de Argentina significa adscribirse a diversas identidades: la africana, la caboverdiana, la afroargentina, la afrodescendiente y la argentina. Cabe aclarar que todas estas definiciones no son objeto de consenso, sino más bien de procesos de identificación de acuerdo al contexto y a los individuos particulares.
Resta continuar ampliando esta investigación con un mayor conocimiento de los usos, continuidades y discontinuidades de la lengua caboverdiana en la comunidad caboverdiana de Buenos Aires, aspectos que se continuarán abordando en próximos trabajos.
Referencias
Bartelson, J. (2016). Acabando con el imperio: Lusotropicalismo como ideología imperial. Relaciones Internacionales, (30), 11-26.
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[2] Ciudad del sur del Gran Buenos Aires; también lo es Avellaneda.
[3] “Glotofagia” es un concepto acuñado por el lingüista francés Louis-Jean Calvet para aludir a los modos en que el poder colonial “devora” las lenguas colonizadas.
[4] Tiempo después vinieron los trabajos de Baltasar Lopes da Silva (O Dialecto Crioulo de Cabo Verde, de 1957), de Donaldo Macedo (1985), Marlyse Baptista (1992) y Dulce Duarte (1998).
[5] Autoras como Marta Maffia, Luciana Contarino Sparta y María Cecilia Martino presentaron testimonios de caboverdianos que afirman no haber sufrido nunca racismo en Argentina.
[6] El relato oral transmite que un grupo de caboverdianos se encontró con la siguiente situación: un compatriota había fallecido y no había nadie que se encargara de su entierro. Entonces un grupo de paisanos se unió para ocuparse de ello. A partir de ese momento decidieron fundar una sociedad de socorros mutuos para ayudar a los caboverdianos que lo precisaran.
[7] Miriam Victoria Gomes, descendiente de caboverdianos, ha logrado ser la primera presidente mujer de la Sociedad de Socorros Mutuos “Unión Caboverdeana” (SSM/UC). Hasta ese momento los presidentes tenían que ser caboverdianos. Ella es una reconocida militante por los derechos de los afrodescendientes. Fue tres veces presidenta de la SSM/UC. La Legislatura porteña la nombró personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires (2013) y el Senado de la Nación le otorgó un reconocimiento por su trayectoria en la defensa de los Derechos Humanos (2019).
[8] Me refiero a la migración de grupos de africanos de Senegal, Mauritania, Liberia, Sierra Leona, Nigeria, Malí. De estas migraciones surgen tres asociaciones de residentes africanos, de nigerianos y de malianos.
[9] Palabra caboverdiana que puede traducirse como “el buen recibir”. Los caboverdianos consideran que es el rasgo distintivo de su pueblo.
[10] Expresión que se traduce como “cachupa sabrosa”. La cachupa es una de las comidas típicas de Cabo Verde que tiene como ingredientes principales varios tipos de legumbres, verduras y pescado. En el caso de la cachupa que se cocina en Argentina se suplanta el pescado por cerdo.