POSTHABLANTES Y FUNCIONES MÍTICAS

DE LENGUAS EN CONTACTO

Georg Kremnitz [1]

Georg.Kremnitz@univie.ac.at

Universidad de Viena, Austria

Agradezco a Yolanda Hipperdinger por invitarme a participar de esta edición y a Roberto Bein por sugerirme volver a estas reflexiones

Resumen

En este artículo doy una definición del término posthablante de acuerdo con su origen histórico y propongo generalizar su aplicación a hablantes de lenguas dominadas y lenguas de inmigración. El término contiene connotaciones psicológicas importantes. Espero que se pueda investigar ulteriormente, para una mejor comprensión de los fenómenos de este tipo.

Palabras clave: posthablante, función mítica, lengua dominante, lengua dominada, auto-odio.

POST-SPEAKERS AND MYTHICAL FUNCTIONS

OF LANGUAGES IN CONTACT

Abstract

In this paper I propose a definition of the term post-speaker following his creation, and I try to extend his use to dominated languages and to languages of immigration. The term has important psychological connotations. I hope that people can investigate it in the future, for a better comprehension of phenomena of this kind.

Keywords: post-speaker, mythical function, dominant language, dominated language, self-hatred.

DE LA “PREHISTORIA” DEL TÉRMINO

Hace exactamente medio siglo que Robert Lafont (1923-2009), el alma del renacimiento occitano en la segunda mitad del siglo xx, propuso una tipología de los hablantes del occitano, hoy lengua dominada en Francia y, antaño, la lengua de los trovadores de la Edad Media. Simplificando mucho, se puede decir que el occitano se encuentra hoy en una compleja situación de diglosia con el francés. Lafont hizo una distinción entre:

- Hablantes “à temps plein”, para los cuales el francés, lengua dominante, es únicamente un medio de comunicación con el exterior, y que suelen comunicarse solo en occitano;

- Hablantes parciales, que saben bien la lengua pero la emplean solamente de vez en cuando;

- Hablantes posibles, que hablan únicamente el francés regional pero entienden el occitano y pueden emplearlo, si es necesario;

- Posthablantes, para los cuales el occitano es solamente un sustrato pero que lo entienden con un pequeño esfuerzo;

- No-hablantes, que han perdido este sustrato o que son inmigrados o hijos de inmigrados, y que no tienen ninguna referencia a la lengua (Lafont, 1971, p. 56).

Lafont (1971, p. 57) supuso que las tres primeras categorías comprendían, en su tiempo, a unos 8 millones de hablantes. Esta tipología continúa siendo la base de las evaluaciones actuales sobre el occitano, aunque no siempre explícitamente. Por desgracia, la situación de la lengua está peor que en los días de este autor. La última estimación detallada cuenta, para estas tres categorías (aunque sin diferenciarlas entre sí), 1,2 millones de hablantes (Bernissan, 2012). Hay que interpretar este resultado, pero por sí mismo muestra claramente el retroceso de la lengua en los últimos decenios (Kremnitz, 2020).

Hay antecedentes de la tipología de Lafont que han tomado en consideración el cambio de una lengua dominada por una lengua dominante, normalmente en un espacio de tres (o más) generaciones (en el caso del occitano, cfr. por ejemplo Pansier, 1924-1932, pp. 11-13). Para las lenguas de inmigración existen tipologías comparables, en las que se muestra también el pasaje de una lengua a otra en el transcurso de tres (o más) generaciones. Pero estas tipologías se interesan generalmente solo por los cambios comunicativos: casi no se tienen en cuenta las evoluciones psicológicas y la importancia mental de este pasaje para los hablantes.

En este contexto escribí, hace más de dos decenios, un breve texto sobre la presencia del occitano en la ciudad de Pigüé, ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires (Kremnitz, 1997). Pigüé fue fundada en 1884 por aveyroneses, mayoritariamente de lengua occitana (gran parte de ellos no dominaba el francés); en el artículo mencionado dejé constancia de que en ese momento, 1997, ya no quedaban hablantes activos –habían desaparecido alrededor de los años ’70– pero existía un cierto saber sobre estos antecedentes lingüísticos. En esa ocasión hablé de una presencia mítica de la lengua (y cultura). Ahora querría proseguir un poco estas reflexiones y ampliar el campo de observación de lenguas minoritarias a lenguas de inmigración.

LENGUAS QUE NO CONTINÚAN SIENDO UTILIZADAS

El fenómeno es conocido: los inmigrantes pasan, después de un cierto tiempo, de la(s) lengua(s) de origen a la(s) lengua(s) de llegada. Se observan grandes diferencias entre las situaciones: si la inmigración de un origen determinado continúa, la lengua de ese origen se mantiene más tiempo. Otro factor es la conciencia lingüística: si los inmigrantes consideran su lengua de origen como igual o superior a la lengua de llegada, la mantienen más. El grado de alfabetización tiene igualmente un papel importante. Además, si viven sobre todo entre ellos, sin contactos consuetudinarios con los otros, la lengua se mantiene más fácilmente que si viven en medio de y en contacto con los demás (un ejemplo clásico es la mantenimiento del alemán en Rusia, a las riberas del Volga: los inmigrados, de finales del siglo xviii, casi no entraban en contacto con sus vecinos de lengua rusa o tártara y se diferenciaban de ellos también por su confesión; en gran parte por eso, el alemán se mantuvo hasta el siglo xx y, en ciertos lugares, hasta hoy). Naturalmente, la evolución de los medios de comunicación tiene una influencia considerable en estos cambios, en general a favor de las lenguas dominantes (solo en un movimiento dialéctico esos cambios pueden favorecer también a las lenguas dominadas). Otros factores importantes son las políticas lingüísticas respectivas de los estados: si consideran el plurilingüismo como una riqueza comunicativa y fomentan la vida cultural y comunicativa de estas lenguas, ellas se mantendrán, pero si siguen el ejemplo del nacionalismo europeo, sobre todo francés, de perseguir otras lenguas o al menos limitar su presencia, estas se perderán cuando la inmigración cese. De esta manera, hay muchos factores que pueden intervenir a favor del mantenimiento o del abandono de una lengua de origen. Muchas veces, un mismo factor puede intervenir en una dirección en una situación y en la opuesta, si hay diferencias de detalle.

Una constatación paralela se puede hacer en lo que se refiere a lenguas de minorías autóctonas. Estas se mantuvieron durante muchas generaciones sin pérdidas importantes, debido a la escasa comunicación con los hablantes de otras lenguas, sobre todo con los de la lengua dominante. Son los cambios de la sociedad y la comunicación los que hacen que el número de locutores de estas lenguas disminuya rápidamente (véase el caso ya citado del occitano): la generalización de la alfabetización, la presencia creciente de la instituciones estatales, y, más recientemente aún, de los medios de comunicación –sobre todo la radio y la televisión–, hacen entrar las lenguas estatales en cada hogar. Poco a poco se pasa tendencialmente de un monolingüismo en lengua minoritaria a un bilingüismo transitorio que se sustituye finalmente por un monolingüismo en la lengua dominante. Casi todas las lenguas dominadas en Europa siguen esta misma dirección, aunque con grandes diferencias de velocidad. Políticas lingüísticas activas (como en Catalunya o en Euskadi) tienen efectos positivos para estas lenguas, pero en las condiciones actuales de la comunicación no son suficientes para garantizarles un futuro asegurado (sobre todo si, como es el caso de la España actual, los gobiernos centrales no respaldan las políticas lingüísticas activas de los gobiernos autonómicos). En América Latina, durante mucho tiempo las políticas estatales siguieron las líneas del nacionalismo europeo: los autóctonos desaprendían sus lenguas respectivas; solo en un pasado relativamente reciente algunos estados han intentado políticas diferentes, que empiezan a dar los primeros frutos.

LOS POSTHABLANTES

Pero las lenguas generalmente no desaparecen sin dejar huellas. Los descendientes saben –por lo común– que son oriundos de otro país y que sus abuelos hablaban una lengua diferente de que la que ellos emplean, o que pertenecen a una minoría que utilizaba un idioma que no es el oficial. Algunos procuran aprender la lengua de sus antecesores; muchas veces se conforman con un intento que no va muy lejos, pero hay quienes lo logran y recuperan la lengua de los antepasados (las cosas se complican, naturalmente, si los abuelos hablaban lenguas diferentes –lo que es una de la razones principales para pasar a la lengua de llegada–). Pero aunque no dominen bien (o no del todo) esa lengua, ella puede tener un papel importante en su conciencia (y aún en su subconsciente).

Por supuesto, esta conciencia de un origen diferente no es general, pero tiene un papel en la construcción de la personalidad (la identidad ) en muchos casos. Hay que diferenciar a los posthablantes conscientes de su pasado de los posthablantes inconscientes, pero al mismo tiempo hay que pensar que un/a hablante no consciente puede pasar a ser consciente gracias a una experiencia, a un accidente de la vida, algunas veces en un instante. Estos cambios no son tan raros: hay muchos casos de defensores de minorías que inicialmente estuvieron completamente asimilados al modelo dominante y que cambiaron de posición a causa de una única experiencia (en general, más o menos traumatizante).

La sociolingüística catalana de los años ’60 hablaba, en este contexto, de asimilación de auto-odio (cfr. Ninyoles, 1969, y para la evolución histórica del concepto Doppelbauer, 2016), elaborando un concepto propuesto por Theodor Lessing (1930), y la sociolingüística occitana empleaba el término marxista de alienación (cfr. Lafont, 1967; Kremnitz, 1990 y 2016). Ambos términos parten de la idea que existe una conciencia falsa que le impide al individuo reconocer sus intereses reales, a causa de concepciones ideológicas erróneas (ese concepto de conciencia falsa debe mucho a las reflexiones de Georg Lukács). No es necesario aceptar todas las implicaciones de tal conciencia falsa, pero el fenómeno existe y no es raro encontrarlo en sociedades (o partes de sociedades) poco igualitarias. Y así como el auto-odio es reversible, su contrario también lo es.

Naturalmente, las formas de la conciencia del posthablante pueden ser diferentes; eso depende en alto grado de la situación de la persona. Parece útil diferenciar en general entre inmigrados y autóctonos en situación de minoría.

Si una persona inmigrada se encuentra en una situación más o menos favorable, la lengua y la cultura de origen se pueden considerar como elementos suplementarios de su persona que la enriquecen y que se perciben como agradables. Cuando estuve en Pigüé, tuve la impresión de que las personas que sabían algo de occitano, o al menos de sus orígenes occitanos, consideraban este hecho como un elemento positivo suplementario de su cultura. Eso se explica, al menos en parte, por el hecho que eran personas ya mayores, que habían “ordenado” sus concepciones de la vida y por eso sabían dar a cada elemento de su identidad el valor conveniente. Eso puede ser diferente en el caso de personas más jóvenes, que buscan todavía lo que configura su identidad. Pero, en general, el hecho de la migración de los abuelos se acepta y, por eso, se acepta también la prioridad de la lengua oficial.

La evolución de una asimilación completa a una reivindicación absoluta de la diferencia se puede observar sobre todo en personas víctimas (directas o indirectas) de colonialismo, sea del colonialismo clásico externo o del interno (cfr. Kremnitz, 2021, con referencias bibliográficas). En muchos casos, la “toma de conciencia” se hace en relación a una migración temporal. Nunca olvidaré el caso de una estudiante, hace más de treinta años, que durante una clase de introducción general a la lingüística románica (en Viena), cuando expliqué el concepto de conciencia lingüística, se levantó de improviso y dijo que ella era berébera (amazigh), pero que el sistema educativo (de Argelia) la había privado de su lengua (que no sabía). No sé cómo continuó su evolución, pero fue un momento bastante impresionante para toda la clase, porque los otros estudiantes, en su gran mayoría austríacos, vieron la vehemencia que una conciencia (no solo) lingüística podía tomar. Para comprender mejor este fenómeno sería suficiente familiarizarse, por ejemplo, con la biografía de Aimé Césaire (1913-2008) o con los libros (auto-)biográficos de Maryse Condé (*1937). Los padres de Césaire, que pertenecían a la pequeña burguesía de la Martinica, hicieron todo para que sus niños no empleasen el criollo sino que se expresaran solo en francés. Césaire “descubrió” su diferencia sobre todo estando en París como estudiante; pero nunca escribió textos literarios en criollo (en su mente tenía que “probar” que él dominaba el idioma colonial tan bien como un blanco), mientras que fue un orador político inigualado en criollo (según todos los que le han oído). Su relación con sus lenguas –francés y criollo– continúa siendo un objeto de estudio que aún hoy promete sorpresas. El caso de Maryse Condé, oriunda de Guadeloupe, es algo diferente pero no menos excitante.

Casos comparables se pueden encontrar no solo en la historia colonial sino también en muchos de los movimientos de renacimiento en la Europa de los siglos xix y xx. Los nacionalistas irlandeses que pertenecían a la burguesía tenían casi todos el inglés como lengua del hogar, y algunos no tenían ni un mínimo conocimiento del irlandés (se sabe que de Valera conoció a la que sería su esposa en las clases de gaélico en Nueva York). Eran posthablantes, pero sus conciencias nacionales eran lo suficientemente fuertes como para que se decidieran a un aprendizaje y, muchos, a una lucha anti-colonial. En otras “naciones sin estado” en Europa y en los otros continentes la situación es muchas veces comparable. Gabriel Aresti (1933-1975), el poeta vasco más importante del siglo xx, tuvo que aprender el vasco como lengua secundaria antes de poder escribir su poesía (después de la guerra civil en España). El número de casos en esta situación aumenta hoy a tal punto que una historia recién publicada de la literatura eslovena en Carintia (Austria) se ocupa no solo de los autores que escriben en esloveno sino también de algunos que escriben en alemán sobre problemas de la minoría (Kohl et al., 2021). Y sabemos que no pocos de los activistas de las lenguas y culturas autóctonas en las Américas han aprendido sus lenguas respectivas después (y a causa) de su concientización.

PERSPECTIVAS

Es cierto que los casos citados son casos límite. No obstante, parece evidente que el olvido o la pérdida de una lengua no significa necesariamente que los posthablantes no tengan una conciencia de esa lengua y cultura, que –claro está– puede muchas veces ser bastante mítica y no corresponderse necesariamente con la realidad. Pero estas lenguas fantasmáticas pueden jugar un papel en la formación de la identidad de los individuos, y también de las sociedades. Indiqué que esta influencia, muchas veces infra- o subconsciente, puede pasar a la conciencia y generar efectos sociales importantes. Tengo la impresión de que los actuales procesos de globalización contribuyen bastante a estas evoluciones que van en el sentido opuesto, en el sentido de un movimiento dialéctico. Me parece que sería útil proceder a investigaciones ulteriores y comparadas en este campo, que no solo se ocuparían de problemas lingüísticos sino también de cuestiones psicológicas.

REFERENCIAS

Bernissan, F. (2012). Combien de locuteurs compte l’occitan en 2012? Revue de linguistique romane, LXXVI, 467-512.

Doppelbauer, M. (2016). Histoire de la notion et du concept de la haine de soi du XIXe au XXIe siècle. En Alén Garabato, C. y Colonna, R. (Dirs.), L’auto-odi. La "haine de soi" en sociolinguistique (pp. 29-49). L’Harmattan.

Kohl, F.O., Köstler, E., Leben, A. y Srienc, D. (2021). Überregional, mehrsprachig, vernetzt: Die Literatur der Kärntner SlowenInnen im Wandel . Praesens.

Kremnitz, G. (1990). Sur l’auto-odi (Selbsthass). En Per Robert Lafont (pp. 197-207). Centre d’Estudis Occitans.

Kremnitz, G. (1997). Pigüé: le mythe de la langue. Occitan, français et espagnol dans une petite ville argentine. Quo vadis, Romania?, 10, 66-76.

Kremnitz, G. (2016). Aliénation (Entfremdung) et haine de soi (Selbsthass). Parallélismes et différences entre deux concepts employés (notamment) en sociolinguistique. En Alén Garabato, C. y Colonna, R. (Dirs.), L’auto-odi. La "haine de soi" en sociolinguistique (pp. 51-62). L’Harmattan.

Kremnitz, G. (2020). Fragmentierende und synthetisierende Sprachkonzeptionen und ihr Einfluss auf die Kommunikation: der Fall des Okzitanischen. En Prifti, E. y Schrader-Kniffki, M. (Eds.), Translation und sprachlicher Plurizentrismus in der Romania „minor“ (pp. 239-251). Peter Lang.

Kremnitz, G. (2021). Polyzentrische Sprache‘ und ‚interner Kolonialismus‘, mögliche Beziehungen. En Ladilova, A., Lesczyk, D., Müller, K., Schweitzer, N. y Seiler, F. (Eds.), Bornistik. Sprach- und kulturwissenschaftliche Perspektiven auf die Romania und die Welt (pp. 140-151). Giessen University Library Publications.

Lafont, R. (1967). Sur l’aliénation occitane. Le Fédéraliste, IX(2-3), 107-138.

Lafont, R. (1971). Clefs pour l’Occitanie. Seghers.

Lessing, T. (1930). Der jüdische Selbsthass. Jüdischer Verlag.

Ninyoles, R.L. (1969). Conflicte lingüístic valencià. Edicions 62.

Pansier, Pierre, 1924-1932. Histoire de la langue provençale à Avignon du XIIe au XIX e siècle (Vol. 2). Aubanel.



[1] Profesor Emérito de Romanística de la Universidad de Viena (1986-2012). Presidente de la Asociación Internacional de Estudios Occitanos (1993-2005). Presidente de la Asociación de Romanistas Alemanes (2005-2007). Miembro correspondiente delInstitut d’ Estudis Catalans y de la Sächsische Akademie der Wissenschaften zu Leipzig (Academia Sajona de las Ciencias de Lipsia).