INTRODUCCIÓN
INTRODUCTION
Yolanda Hipperdinger [1]
Universidad Nacional del Sur-CONICET, Argentina
El interés contemporáneo por el contacto de lenguas se ancla en el alejamiento de la posición purista que tantas veces, en el decurso de las reflexiones metalingüísticas cuya memoria nos ha llegado, sostuvo una visión condenatoria –aún hoy, no siempre revisada– respecto de los emergentes de la familiaridad de los hablantes con más de una lengua, esto es, de las comúnmente llamadas mezclas interlingüísticas (transferencias fónicas, gramaticales y léxicas, alternancias conversacionales). En la fundación de la nueva tradición, prescindente de tales valoraciones en ajuste a los imperativos de la lingüística nacida, a principios del siglo pasado, con el Cours de linguistique générale de Ferdinand de Saussure (1916), un lugar de especial reconocimiento suele otorgarse a dos obras, publicadas ambas en Estados Unidos en 1953: una de ellas es Languages in Contact, de Uriel Weinreich, invariablemente citada como piedra basal del estudio contemporáneo del contacto lingüístico; es la otra, empero, la que nos interesa destacar aquí: The Norwegian Language in America, ingente obra de Einar Haugen, impulsor pionero de las investigaciones sobre políticas lingüísticas, cuyo objeto de estudio fue construido por la integración de cuestiones no solo de lingüística interna –las únicas esperables en elmainstream de entonces– sino también de lingüística externa, con atención equiparable. Esta última obra constituye un inmejorable ejemplo de que existen vínculos estrechos entre el actual estudio del contacto de lenguas y el de las políticas lingüísticas, ya desde la génesis misma de las derivas de ambos.
Difícilmente pudo ser de otro modo, sin embargo: el contacto lingüístico supone la coexistencia espacio-temporal en el uso de dos o más lenguas, que constituyen elecciones alternativas de expresión para un mismo conjunto de hablantes, por lo que no puede ser ajeno a su estudio el (des)equilibrio de esos usos ni las constelaciones ideológicas que a ellos subyacen. Si, como reza el dicho popular, un botón basta para muestra, la convergencia de los intereses de Haugen por el contacto lingüístico y por las intervenciones político-lingüísticas bien podría ser esa muestra.
Pero hay mucho más: de hecho, la referida confluencia de intereses se vuelve previsible cuando las situaciones enfocadas implican regulaciones sociales que favorecen a una lengua desestimando el uso de otra(s), ya que el contacto mismo puede ser suprimido si los hablantes abandonan –por coerción o convencimiento– el uso de una de sus lenguas, que desaparece del repertorio comunicativo comunitario si cesa la transmisión intergeneracional. Este ha sido el caso de las políticas de homogeneización lingüística típicamente impulsadas por los estados nacionales occidentales, caso que en la sociolingüística norteamericana se transformó en objeto de atención privilegiado de un campo de investigación central en la sociología del lenguaje impulsada por Joshua Fishman (i.a. 1964) y que, en Europa, estudiosos con un interés específico (e intervencionista, a su vez) por la evolución de los usos lingüísticos de minorías bilingües de ese continente tomaron como pivote para su conceptualización del conflicto lingüístico: nos referimos al aporte de Lluís Aracil (1965), iniciador de la sociolingüística europea, y a la que se conoce como sociolingüística de minorías que, acompañando ese aporte inaugural, se desarrolló a partir de la obra referencial de estudiosos como Robert Lafont y Rafael Ninyoles (i.a. 1967 y 1969, respectivamente).
Lo que tan apretadamente hemos expuesto hasta aquí alcanza para afirmar que el interés por el contacto de lenguas y el interés por las políticas lingüísticas, definitorio en la revista para la que preparamos este dossier, se encastran sin esfuerzo y, muchas veces, hasta se reclaman.
El dossier, que presentamos a partir de la convocatoria de los directores de la revista, Dres. Alejandra Reguera y Gilvan Müller de Oliveira, reúne estudios que ilustran esa confluencia, con especial atención a la región rioplatense. Argentina y Uruguay comparten una historia de políticas lingüísticas asimilacionistas, diseñadas y ejecutadas principalmente como estrategia de regulación ante la masiva inmigración ultramarina –que se percibió como amenaza para la unidad de los estados respectivos– recibida por ambos países en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, y los dos primeros artículos del dossier se ocupan de esas políticas.
En “De bárbaros, peregrinos e inmigrantes. Argentina (1880-1930)” , Liliana Pérez Parisi (Universidad Nacional de Rosario) indaga sobre la gestión de las respuestas del estado argentino ante esa presunta amenaza, revisando los mitos subyacentes a la orientación general de las políticas adoptadas. Con foco en el caso particular de la inmigración italiana, la comunidad no hispanohablante de mayor peso proporcional tanto respecto del total de la inmigración arribada a la Argentina como respecto de la asentada en la provincia de Santa Fe, por la que la autora se interesa en especial, el artículo desenvuelve el entramado de intervenciones de política educacional y lingüística en el que se involucran tanto las del país de origen de los inmigrantes como, y sobre todo, las del país de llegada: las que cristalizaron en hacer de la escuela básica universal y obligatoria el instrumento por antonomasia de la asimilación unificadora. Enseñar (en) una sola lengua, cuidando además de su pretendida pureza, fue así, como lo muestra Pérez Parisi, el eje de la acción que el estado desarrolló para argentinizar a los hijos de los inmigrantes y homogeneizar lingüísticamente el territorio.
Esta última temática ha sido extensamente cultivada en la Argentina, desde diversas perspectivas y elucidando diversas conexiones: se han constituido en objeto de atención el impulso que la inmigración masiva supuso para el establecimiento mismo de un consistente cuerpo político-lingüístico en el país, la relación entre el diseño de este último y su aplicación pedagógica –de impacto aún mayor, si cabe, en las actitudes que en los usos– e, incluso, la naturalización y derivaciones de la herencia ideológica transmitida (v. i.a. Di Tullio, 2003; López García, 2012; Ennis, 2020). Al mismo tiempo, una amplia indagación se ha desarrollado sobre los procesos de conservación/desplazamiento de las lenguas inmigratorias, tanto sobre comunidades particulares, como en el caso de los atravesados por la comunidad italiana y la alemana del Volga –el primero abordado, por ejemplo, por Fontanella de Weinberg (1991) en la provincia de Buenos Aires y por Pérez & Rogieri (2015) en la provincia de Santa Fe, y el segundo por Ladilova (2013) en las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos–, cuanto sobre secciones territoriales con inmigración de múltiple procedencia, entre las cuales la del sudoeste de la provincia de Buenos Aires ha sido la primera en estudiarse en tal sentido y una de las que más extensamente lo ha sido hasta hoy (v. i.a. Fontanella de Weinberg, 1979; Hipperdinger, 2016).
Las coincidencias con el caso uruguayo son destacables, como puede verse en el artículo de Mariela Oroño (Universidad de la República), “P olíticas lingüísticas y contacto de lenguas: la escuela vareliana en la nacionalización de inmigrantes en el Uruguay de fines del siglo XIX” . Oroño aborda la reforma escolar uruguaya de 1877 –conducida por José Pedro Varela– y sus derivaciones inmediatas, analizando el proceso político y las condiciones sociales que hicieron posible su impronta sobre la construcción ideológica y la imposición práctica de una única y uniforme lengua nacional frente al polimorfismo de los modos de expresión arribados con los inmigrantes. Con respaldo en archivos documentales y datos demográficos, se detalla en el artículo la problemática que el impacto de la población inmigratoria configuró para la óptica de un estado nacional que buscaba renovarse sin correr presuntos riesgos de desintegración, y simultáneamente se prueba que la coyuntura abordada, lejos de llevar a la invisibilización de esa población –tal como ocurrió en cambio con otras minorías, como la afrodescendiente (v. Borucki, 2012)–, la asumió y le dio el protagonismo de un detonador para la gestión intervencionista.
También en Uruguay el estudio de esta última temática ha tenido un destacable cultivo, con foco tanto en las regulaciones político-lingüísticas generales (v. i.a. Barrios et al., 1993; Behares, 2009; Oroño, 2015) como en las comunidades inmigradas y, en particular, también en la italiana por su importancia demográfica comparativa (Elizaincín et al., 1987; Barrios, 2008).
Es justamente con el efecto procurado de las políticas lingüísticas tendientes al desplazamiento de las lenguas minoritarias que son instrumentadas desde arriba (un efecto que es a veces resistido –incluso con la potencial fuerza aglutinante que ha mostrado, por ejemplo, la conservación del catalán ante el franquismo y su posterior promoción–, pero que no lo ha sido de modo apreciable en la región rioplatense) que se vincula el tercero de los artículos del dossier: “Posthablantes y funciones míticas de lenguas en contacto” , de Georg Kremnitz (Universidad de Viena). Kremnitz parte de la propuesta clasificatoria de Lafont (1971), referida a las posibilidades de dominio (activo y/o pasivo) de la lengua minoritaria en la diglosia entre francés y occitano en el sur del actual territorio continental de Francia, para centrarse en la categoría que menos atención ha recibido: la de los posthablantes, caracterizados como quienes pueden (no sin esfuerzo) comprender (i.e. recuperar, en principio, para el uso pasivo) la lengua que, en su biografía lingüística, constituye un sustrato por vincularse con experiencias tempranas sin continuidad en el tiempo, difícilmente asequibles al procesamiento consciente. Kremnitz ensaya la aplicación de esta categoría, concebida para minorías lingüísticas autóctonas, a las de origen inmigratorio, y pone en foco el potencial de los posthablantes de recuperar esa lengua de sustrato para el uso activo. Destaca también, junto a esta forma marginal de pervivencia de lenguas desplazadas, de orden individual e importancia psicológica, la que llama su presencia mítica, de orden social y relevancia en la construcción de la identidad cultural colectiva de la comunidad minoritaria, por atribución de funciones de referencia en esa construcción a pesar de la ausencia de conocimiento efectivo. Esta presencia mítica también revierte sobre las identidades individuales por cuanto colabora con la conciencia de pertenecer, aun cuando no se actualice su potencial para la reversión del desplazamiento lingüístico, y constituye por tanto la contracara del auto-odio que suelen ser inducido por las políticas asimilacionistas (Ninyoles, 1969).
Las primeras reflexiones de Kremnitz sobre la referida presencia mítica, que el artículo que comentamos continúa, tuvieron lugar en torno de una comunidad inmigratoria de la Argentina, en la mencionada sección territorial del sudoeste bonaerense: la comunidad aveyronesa de Pigüé, arribada también en el marco de la inmigración masiva, a finales del siglo XIX (Kremnitz, 1997). Ratifica sus observaciones un estudio reciente sobre la misma localidad (Novak Merquel, 2021), que muestra como emergente de esa presencia el empleo emblemático del francés, la lengua que ha sido seleccionada como referencia para la construcción de la identidad colectiva –frente al occitano mayoritariamente hablado por los inmigrantes– pero que carece de uso comunicativo comunitario, en el paisaje lingüístico generado en dirección bottom-up (Ben-Rafael et al., 2006).
También sobre una comunidad inmigratoria y sobre el sudoeste bonaerense trabaja Lucía Lasry (Universidad Nacional del Sur), quien en su artículo “Acciones glotopolíticas en instituciones étnicas italianas de Bahía Blanca, Argentina” analiza el uso público que esos agentes hacen del italiano y de los dialectos peninsulares, así como otras iniciativas promocionales. En especial a través de lo que hoy suele considerarse parte de un paisaje lingüístico virtual (Ivkovic & Lotherington, 2009), Lasry muestra un uso emblemático de los dialectos (en compatibilidad con las funciones míticas de las que habla Kremnitz, aquí en la escala regional), mientras que el italiano suma a su valor de símbolo (de escala nacional) también funciones comunicativas y la promoción de su aprendizaje por vía formal. Estos hallazgos evidencian la disparidad del valor comunicativo reconocido –y asignado– a las diversas entidades lingüísticas (una disparidad que, por supuesto, no es ajena a otras asociaciones: bien con el terruño y las tradiciones, bien con la vida urbana internacionalizada de la Europa occidental contemporánea).
Una disparidad semejante puede verse igualmente en la sociedad general, como lo muestra Agustina Fernández Schmidt (Universidad Nacional del Sur) en el artículo que cierra este dossier: “Exploraciones sobre las importaciones léxicas en el español bonaerense: paisaje lingüístico y políticas implícitas” : a partir del análisis de usos lingüísticos expuestos en el espacio público de las zonas céntricas de la misma ciudad de Bahía Blanca, que suele considerarse monolingüe por el uso hegemónico del español –resultante del generalizado desplazamiento de las lenguas de la inmigración a la que tanto debe la configuración demográfica del distrito respectivo–, el artículo pone en evidencia que la confianza de los hablantes en el reconocimiento de sus emisiones por los potenciales destinatarios, cuando eligen una lengua distinta del español, es diferencial según la lengua. Para acercarse a esta problemática, de naturaleza actitudinal, Fernández Schmidt se centra en la referida dirección bottom-up del paisaje lingüístico para registrar emisiones no españolas en la escritura visible en el espacio público, las clasifica según las lenguas de procedencia (observando adicionalmente la distribución de las preferencias por una u otra en distintos rubros comerciales, que evidencian vínculos estereotípicos) y analiza el tratamiento formal otorgado por los productores a ese material léxico. Los datos analizados permiten apreciar principalmente, por un lado, que las elecciones no idiosincrásicas de otra lengua se reducen al inglés, la lengua hipercentral (Calvet, 1999), y a otras dos lenguas internacionales europeas –el francés y el italiano–, y por otro lado que en el tratamiento de las piezas léxicas provenientes de ellas prima la intención de mantener la configuración de origen (i.e. prima una acción conservadora, cuyo síntoma más claro es la frecuente ocurrencia de hipercorrecciones). Ambas constataciones revelan la existencia de consensos sociales y, consiguientemente, imperativos ideológicos, no explícitos pero inferibles, en relación tanto con el valor selectivamente asignado a algunas lenguas como con el asignado a la escritura normativa (no solo de la propia lengua, y aun enfrentando inseguridad lingüística).
En síntesis, los artículos que forman el dossier constituyen un aporte a la intersección, a la que nos referimos al principio de esta introducción, de los estudios de políticas lingüísticas –oficiales o no, explícitas o implícitas– y de contacto de lenguas –directo e indirecto–, y una ventana a su complejidad. La selección presentada sirve además para poner en disponibilidad conocimiento nuevo de base empírica que se suma al ya disponible sobre la región rioplatense, así como conceptualizaciones y estrategias de aproximación que pueden expandirse y transferirse, esperamos que fructíferamente, a futuras indagaciones.
Referencias
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[1] Licenciada y Doctora en Letras con orientación en Lingüística. Investigadora Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Profesora Asociada ordinaria en el Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur. Directora de proyectos grupales de investigación en la Universidad Nacional del Sur y en el Programa de Políticas Lingüísticas de la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (PGI 24/I268 y PLiPoL, respectivamente). Co-Coordinadora del Área de Ciencias Humanas del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCyT) de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación. Presidente de la Sociedad Argentina de Lingüística (2014-2016).