Pedagogías del territorio. Una experiencia de reproducción de lo común en La Quebrada del Tala- Catamarca.
Mariela Analía Pistarelli | Universidad Nacional de Catamarca | mpistarelli@huma.unca.edu.ar
Juan Bautista Coronel Roso | Universidad Nacional de Catamarca | juancoronel616@gmail.com
RESUMEN
En este trabajo compartimos la experiencia que transitamos hace varios años en el territorio de La Quebrada del Tala, Departamento Capital - Catamarca, donde se involucran diversas racionalidades y lógicas de reproducción de la vida. Evidenciamos una dinámica de concentración y despojo bajo exigencias de la racionalidad mercantil, confrontada con otra reproducción de la vida en común que despliega prácticas, saberes y sensibilidades alternativas y recrean un modo de habitar el territorio como refugio. Son los miembros de la Unión Vecinal Cigali Mayu, unas cincuenta familias llegadas hace poco más de dos décadas, quienes ensayan tales procesos de vida en una relación respetuosa con la naturaleza. Nos proponemos reflexionar sobre cómo nuestras prácticas extensionistas aportan a las disputas de quienes conciben una territorialidad de vida sustentada en el habitar común, participando en aquellas acciones y políticas territoriales que desarrollan en su defensa. Asimismo, buscamos valorar en qué medida las ferias de trueque, el intercambio de semillas y las huertas comunitarias configuran territorios pedagógicos que facilitan un diálogo integrador entre los campos de la formación académica y de las prácticas educativas comunitarias, como alternativas frente a trayectos formativos que resguardan a procesos de apropiación y despojo en comunidades y territorios. Nos preguntamos ¿en qué medida nuestras prácticas habilitan la problematización de los procesos de despojo y extractivismo en el territorio estudiado? ¿Las mismas vienen siendo eficaces en tales disputas, en favor de una pedagogía del territorio que atribuya valor a los conocimientos que se construyen con la comunidad? Afiliándonos a la extensión crítica, recuperamos metodologías participativas producidas conjuntamente, como los mapeos colectivos y los círculos de palabra, para abordar sus disputas territoriales, en favor de la condición ético pedagógica de la reciprocidad y el cuidado de los bienes comunes, de la sustentabilidad de la vida en común.
Palabras clave: disputas territoriales- bienes comunes- prácticas extensionistas- territorio pedagógico-.
Pedagogies of the territory. An experience of reproduction of the common in La Quebrada del Tala- Catamarca.
Pistarelli, Mariela Analía. [1] mpistarelli@huma.unca.edu.ar
Coronel Roso, Juan Bautista.[2] juancoronel616@gmail.com
ABSTRACT
In this paper we share the experience we have been going through for several years in the territory of La Quebrada del Tala, Capital Department - Catamarca, where diverse rationalities and logics of life reproduction are involved. We have seen a dynamic of concentration and dispossession under the demands of mercantile rationality, confronted with another reproduction of life in common that deploys alternative practices, knowledge and sensibilities and recreates a way of inhabiting the territory as a refuge. The members of the Cigali Mayu Neighborhood Union, some fifty families who arrived a little more than two decades ago, are the ones who try out such life processes in a respectful relationship with nature. We intend to reflect on how our extensionist practices contribute to the disputes of those who conceive a territoriality of life based on common habitation, participating in those actions and territorial policies that they develop in their defense. Likewise, we seek to assess to what extent barter fairs, seed exchange and community gardens configure pedagogical territories that facilitate an integrating dialogue between the fields of academic training and community educational practices, as alternatives to training paths that protect the processes of appropriation and dispossession in communities and territories. We wonder to what extent our practices enable the problematization of the processes of dispossession and extractivism in the studied territory? Are they being effective in such disputes, in favor of a pedagogy of the territory that attributes value to the knowledge built with the community? Affiliating ourselves to the critical extension, we recover jointly produced participatory methodologies, such as collective mapping and word circles, to address their territorial disputes, in favor of the pedagogical ethical condition of reciprocity and care of the commons, of the sustainability of life in common.
Key words: territorial disputes - common goods - extensionist practices - pedagogical territory.
Introducción
Asistimos al tiempo del Capitaloceno, en el que las valoraciones capitalistas de apropiación de naturalezas y territorios han generado un incremento desmedido en el crecimiento económico y éste atenta contra los límites biofísicos del planeta, degradando las condiciones más elementales de la vida humana. La inmensa destrucción y el agotamiento de las áreas de refugio (Tsing, 2015) para su reproducción pone en dificultades su sustentabilidad; es la Era de la vida amenazada, en la cual los diversos organismos no podrían sobrevivir ante condiciones desfavorables porque la mayoría de las reservas de la tierra están siendo drenadas, quemadas, agotadas (Haraway, 2016).
Lo que ha puesto en crisis la vida en los territorios es la particular dinámica socio metabólica del capital (Foster, 2000) con la profundización de su racionalidad productivista que involucra una territorialidad de concentración y despojo moldeada bajo exigencias de la lógica mercantil; es esa lógica la que en las dos últimas décadas se ha extendido en el contexto espacio-temporal de la Quebrada del Tala (Catamarca).
El mismo se ha constituido como epicentro de diversos proyectos territoriales: coexisten allí, la razón desarrollista-estatal -plasmada en las políticas de promoción turística-, con proyectos dinamizados por el capital inmobiliario -el avance de loteos privados residenciales- y proyectos residenciales de tono antagónico, que habitan a uno y otro lado del río que lleva el mismo nombre.
Cohabitan las formas avanzadas del capital en términos de apropiación privada, con grupos de residentes involucrados en recrear formas alternativas de habitar y producir el territorio, desde lógicas de autonomía, autogestión y prácticas de reciprocidad en defensa del territorio para la vida, como alternativa al modo de producción, apropiación y despojo capitalista.
Nuestros pies comenzaron a caminar el territorio con el trabajo empírico, en el marco de dos proyectos de investigación acreditados por la SECyT[3]- UNCA del cual participamos algunos docentes y estudiantes del Profesorado de Geografía, en la Facultad de Humanidades- UNCA quienes además integramos el Colectivo de Ecología Política del Sur IRES-CONICET[4]. En sucesivos encuentros con la Unión Vecinal Cigali Mayu conformada por los “recién llegados” -como los nombran los lugareños-, un grupo de familias migrantes de grandes centros urbanos que hace poco más de dos décadas que se fueron asentando a ambas márgenes del Río El Tala, en el Departamento Capital- Catamarca, fuimos dando visibilidad pedagógica y política a aquellas formas educativas que van más allá de los reconocimientos académicos.
En los primeros encuentros que tuvimos, nos fueron interpelando acerca de “qué beneficios o aportes les íbamos a devolver a ellos” y “de qué les sirve a ellos nuestro trabajo”, demandas que fueron modificando el sentido de nuestro quehacer en el territorio. Desde una pedagogía del territorio, que disputa a las lógicas de la apropiación y el despojo proponiendo un diálogo permanente entre la vida y el ambiente, sostuvieron la posibilidad de una práctica integradora, entre el campo de la producción académica y el de las prácticas educativas comunitarias.
Esos primeros pasos, nos demandaron romper con aquellas posiciones disciplinares desde las cuales se institucionaliza la jerarquización de los saberes, advertir la necesidad de abandonar la unidimensionalidad de los abordajes y prácticas académicas y ensayar la mudanza hacia perspectivas integradoras y multidimensionales: nuestras prácticas de investigación mutaron y resultaron extensionistas.
Nos focalizamos en actividades como las ferias de trueque y de intercambios de semillas (de las cuales recientemente se realizó su 4° edición) y en las huertas comunitarias, prácticas que constituyeron un “paquete pedagógico” que nos habilitó para atender a otras epistemologías, otras formas de explicar y de validar aquellas realidades que se sustentan en la ética pedagógica de la reciprocidad y el cuidado de los bienes comunes.
En este trabajo nos orientan dos propósitos: por un lado, comprender en qué medida nuestras prácticas habilitaron la problematización de los procesos de despojo y extractivismo en el territorio estudiado; y por otro dilucidar si las mismas vienen siendo eficaces en sus disputas políticas, a favor de una pedagogía del territorio que atribuya valor a los conocimientos que se co-construyen con la comunidad.
Tras casi seis años de experiencia, recuperamos en este trabajo los mapeos colectivos de problemáticas y actores territoriales que venimos produciendo conjuntamente con la Unión Vecinal Cigali Mayu y las estrategias de disputas territoriales desplegadas como resultado de los mismos. Desde nuestra condición de habitantes del territorio académico y afiliados a la extensión crítica, esperamos que los resultados de este trabajo revelen los aportes a las disputas por habitar el territorio como refugio, en la territorialidad de “La Quebrada del Tala”.
Figura N°1. Recopilación de imágenes de la “Feria de Semillas Quebradeñas” llevadas a cabo en la Quebrada del Tala, Catamarca. Año 2024.
La era de la vida amenazada
Como mencionamos anteriormente, el Capitaloceno ha profundizado la crisis ecológica y civilizatoria, poniendo en riesgo las condiciones básicas para la vida humana. La devastación de las zonas de refugio (Tsing, 2015) y el acelerado agotamiento de las reservas naturales (Haraway, 2016) amenazan gravemente la sostenibilidad de la vida en todas sus formas, reflejando el impacto de un modelo económico que continúa ignorando los límites biofísicos del planeta.
Esta situación ha llevado a una crisis resultante de la dinámica sociometabólica del capital (Foster, 2000). La intensificación de su racionalidad productivista, que en las últimas décadas ha derivado en un modelo ultra-extractivista, ha degradado las condiciones esenciales para la sustentabilidad de la vida humana.
Este contexto global ha incrementado la destrucción de aquellas áreas de refugio y territorios que en el pasado garantizaban cierta estabilidad para la reproducción social, colectiva, común. El agotamiento de estos espacios se presenta como un síntoma de la precariedad de la vida que puede llamarse la "Era de la vida amenazada[5]” en la cual “no tenemos más opciones que buscar la vida en esta ruina” (Montoya, 2018); los organismos, incluidos los humanos, enfrentan crecientes dificultades para sobrevivir debido al drenaje, la quema y el agotamiento de los elementos esenciales de la Tierra.
Frente a este proceso de despojo y concentración provocado por la expansión de la lógica mercantil, prosperan también experiencias de resistencia y de re-existencia (Porto-Goncalvez, 2006; 2009); en efecto, en el territorio de la Quebrada del Tala han emergido formas alternativas de vida en común con el propósito de recuperar el territorio como refugio vital.
En tanto formas de organización alejadas del intercambio mercantil, implican un trabajo colectivo desde el que desafían la separación entre la reproducción doméstica y la producción de valor, permitiendo a las comunidades sostenerse de manera saludable y sustentable; “La quebrada” ha sido un territorio propicio, en las dos últimas décadas, donde se moldean nuevas subjetividades políticas desde las luchas por la gestión del territorio y los medios de subsistencia.
Las comunidades disputan la apropiación privada de la tierra (loteos privados) y el agua (los entubamientos del río) y los emprendimientos privados de circuitos deportivos y turísticos, recreando prácticas como el trueque -sobre todo el intercambio de semillas y plantines- y mingas comunitarias, como ejemplos de construcción territorial colectiva.
El marco conceptual que venimos esbozando se reconoce haciendo parte del paradigma epistemológico transdisciplinar caracterizado desde una ontología relacional no antropocéntrica, que impugna las ontologías dualistas y aboga por la idea de la tierra como un ser vivo; rechaza la actitud de desanimar a la naturaleza para confiscar su condición de viviente. Es una crítica a los procesos de abstracción en los que se pierden como registros válidos del conocimiento, aquellas cualidades sensibles que aparecen como menores frente a las lógicas y prácticas académicas.
Esta creencia supone una fuerte erosión de las condiciones cognitivas, afectivas, de conocimiento y de valoración de la naturaleza; por el contrario, la comunidad reunida en la Unión Vecinal Cigali Mayu se afilia a la concepción animista ancestral de la Pachamama, desestimando aquellas investigaciones que buscan elementos de la naturaleza con una finalidad mercantil; entra en diálogo con la extensión crítica a través de prácticas que superan a aquellas que le quitan al mundo el flujo vital y no dan cuenta de las interconexiones, haciendo un uso instrumental de la ciencia como forma de dominación.
Desde su afán de una construcción colectiva, sostienen que “necesitamos pensar en un futuro donde el humano viva con la naturaleza y no destruyéndola”; dicha afirmación marcó el inicio de tres jornadas de trabajo en las cuales junto a los integrantes de “La Vecinal”, construimos un mapa de problemas por cada barrio.
Figura N°2. Mapeo colectivo con actores sociales del territorio de la Quebrada del Tala, Catamarca. Año 2022.
Los mapeos colectivos, entendidos como herramientas de reflexión horizontal y participativa, han sido fundamentales para la reconstrucción de las prácticas del habitar, como los espacios comunitarios para el trueque, así como las del auto sustento mediante iniciativas como la producción de huertas comunitarias (cuyas superficies de siembra se han multiplicado en los últimos años) y el intercambio de semillas y saberes.
Al ponerse en práctica, estas iniciativas han contribuido a la reproducción y transformación del modo de producción social de la naturaleza, al fortalecimiento de las tramas comunitarias y a la producción de regímenes de sensibilidad, potenciando procesos colectivos de co-producción y recreación de saberes que son esenciales para las existencias comunitarias y su vinculación con el territorio.
Figura N°3. Recopilación de imágenes sobre la Feria de Semillas llevada a cabo en la Quebrada del Tala, Catamarca. Año 2022.
El intercambio y visibilización, el trabajo de graficar los procesos de construcción de territorialidades de vida colectiva y la presentación grupal se fueron sucediendo en dichas jornadas; en la mayoría de las territorialidades que habitan, los miembros de la asamblea reconocen al despojo de los territorios y de los bienes comunes, como las problemáticas principales que requieren ser atendidas.
Dichos actores, destacan la necesidad de propiciar acciones colectivas para enfrentar los procesos de apropiación privada de la tierra y el agua en el territorio; de disputar el avance de los loteos privados, la implementación de políticas estatales de promoción del turismo y los emprendimientos privados de circuitos deportivos y recreativos.
Con leyendas a modo de síntesis plasman en los afiches sentencias como, “sin agua no hay vida en los territorios”, “la lucha es por la tierra y el agua, para la vida” o “nuestra lucha es por una vida digna, en armonía con la naturaleza”, las mismas constituyen un escenario de disputas a la lógica mercantilista de la expansión económica mediante estrategias de recuperación de identidades vinculada al territorio y la reinvención de los sentidos de la vida.
Figura N°4 Círculo de palabras con la comunidad de la Quebrada del Tala, Catamarca. Año 2022.
Las implicancias resultantes de dicha manera de pensar la relación territorio/extensión en términos de prácticas concretas, nos remiten al sentido del territorio que Mariana Arzeno (2018) recupera de Haesbaert; concebidos los territorios como espacios de vida con experiencias múltiples, afirma que “por más que el desorden capitalista pretende uniformizar nuestros espacios, si no trabajamos con la multiplicidad de nuestras territorializaciones, no se promoverá ninguna transformación efectiva” (2014:76).
Un sentido pedagógico y transformador, para nuestras prácticas extensionistas
La Quebrada del Tala ha sido, durante casi seis años, el espacio donde nuestras prácticas extensionistas se han desarrollado en un entramado vivo de relaciones que construyen aprendizajes desde el territorio. Más que intervenir, nuestro rol ha sido acompañar, observar y visibilizar las múltiples formas en que la comunidad convive con la naturaleza y afronta los desafíos que le impone la modernidad. Como señala Arzeno (2018), este territorio es "el terreno donde la teoría se vuelve práctica, donde se produce el intercambio". En este caso, el intercambio va más allá de los saberes académicos y se entreteje con las experiencias y conocimientos de quienes habitan el lugar.
El enfoque pedagógico que guía nuestra práctica extensionista no busca enseñar desde fuera, sino aprender junto con la comunidad. Esto implica reconocer y respetar el "mapa de relaciones de poder preexistente" y las estrategias desplegadas por los actores locales para mejorar sus condiciones de vida, como señala Erreguerena (2020). De esta forma, nuestra presencia no se orienta a imponer transformaciones o lógicas de trabajo, sino a fortalecer procesos ya en marcha, visibilizando alternativas que surgen de las dinámicas comunitarias.
La universidad, históricamente, ha sido percibida como una institución que lidera la producción de conocimientos desde campos disciplinarios específicos. Sin embargo, nuestras prácticas se alinean con la idea de un aprendizaje que, como menciona Leff (1994), "ha ido mutando en el tiempo insertándose en la trama de la propia complejidad que impone la realidad". Este enfoque reconoce que la vida de las personas y la naturaleza no puede gestionarse sin un enfoque multicriterial y participativo, que integre tanto saberes académicos como los conocimientos prácticos y cotidianos de la comunidad. Desde esta perspectiva, la "ciencia con la gente" propuesta por Funtowicz (1993) y la deliberación participativa descrita por Azamar (2022) son claves para construir aprendizajes colectivamente.
En este sentido, el territorio no es simplemente un lugar, sino una red de relaciones sociales, historias, proyectos de vida y estrategias colectivas de organización. Es, como dice Villa (2024), un "conjunto organizado de actores relacionados entre sí", pero también un espacio atravesado por disputas, parentescos, vecindades y trabajos en determinadas condiciones materiales.
Un ejemplo concreto de estas dinámicas se observa en los cambios ocurridos durante la pandemia de 2020, cuando los núcleos de producción familiar en la Quebrada del Tala crecieron de 23 a 42. Las huertas comunitarias pasaron de una sola experiencia en 2019 a cuatro en la actualidad, cuadruplicando la superficie cultivada a lo largo de 15 kilómetros a ambos lados de la Ruta Nº4. Asimismo, se diversificaron las variedades de siembra; primero maíz, luego trigo en invierno y ya en el año siguiente el aumento de la superficie de siembra y una variedad de hortalizas.
Figura N°5 Siembra agroecológica de la Quebrada del Tala, Catamarca. Año 2022.
Aunque estos logros son fruto del trabajo y las estrategias de la comunidad, nuestras prácticas extensionistas han contribuido a generar espacios de diálogo y reflexión. Durante los círculos de palabra, las ferias de trueque, encuentros y reuniones mensuales, hemos actuado como facilitadores, promoviendo que las voces locales encuentren resonancia y proyección entre sus pares. Estas instancias han sido una oportunidad para comprender cómo la comunidad construye, desde sus propios términos, estrategias de vida que desafían las lógicas del sistema dominante.
La comunidad misma cuestiona el modelo hegemónico que asocia el éxito al esfuerzo individual y apuesta por reconstruir refugios de vida desde la interacción colectiva. Como expresa un vecino, “no podemos vivir sin intercambios, producir todo lo que necesitamos, pero sí podemos disminuir mucho la compra en la ciudad: menos interacción con el sistema, mejor se porta nuestra salud y nuestra conciencia”. En este contexto, las ferias de trueque y las huertas comunitarias no solo representan prácticas agroecológicas, sino también espacios de resistencia y reconfiguración social.
Como Villa (2024) afirma, “no se es propietario de la tierra, se es propio de la tierra”, lo que implica vivir de manera sustentable y respetuosa. Reconocer este sentido pedagógico del territorio significa asumir una pedagogía ligada a la comunidad, que fomente la reconstrucción del tejido social y abrace la diversidad como fuente de aprendizaje. Es, en última instancia, una pedagogía transformadora que parte de la experiencia enraizada en los territorios, construida colectivamente.
Vecinos y extensionistas, una comunidad de vida en “la quebrada”
El horizonte que marca a las disputas y las prácticas a las que venimos haciendo alusión es el de la construcción del común, en la comunidad. Desde la Unión Vecinal se han construido espacios de actividades colectivas, como “la placita”, los sábados de trueque, los talleres de capacitación, las asambleas de la vecinal y ferias de intercambios de semillas quebradeñas que este año tuvo ya su 4° edición y es en esos espacios de territorialidades comunes donde desplegamos nuestras prácticas, como extensionistas.
Con el mismo énfasis que el informe Meadows[6] hace cincuenta años, emerge en esa comunidad el reconocimiento de la contradicción manifiesta entre capitalismo y sustentabilidad de la vida (Machado Araoz, 2021b). En ese “despertar de la conciencia ecológica”, sus intereses y emociones transitan “del mundo de las cosas al universo de las relaciones” (Machado Aráoz, 2021a), promoviendo un cambio desde concebir el mundo como acumulación a valorar el mundo de la vida. Disputan a la imposición de la drástica desafiliación del humano, de la Tierra; a la absolutización de aquella “economía” que se ha desentendido totalmente de la ecología, entendiendo que la economía capitalista está en contra de la economía de la vida.
La lucha por los bienes comunes y los medios de subsistencia son el germen desde el que han fertilizado las formas del habitar común. Vienen ensayando, desde el trueque y las ferias de intercambio de semillas y plantines, alternativas de disputas a la dinámica extractivista hegemónica impuesta en el territorio.
A partir del intercambio sin mediación de dinero (el trueque), recrean estrategias de re-existencia contra los grandes proyectos turísticos e inmobiliarios, en una nueva territorialidad que se pretende constituir, desde prácticas y lógicas comunitarias sustentadas en la autonomía, el autosustento y la reciprocidad.
El trueque -como ocurre en las ferias- no sólo es concebido como un acontecimiento económico o social, sino también como un acontecimiento ecológico en el que tienen lugar intercambios bióticos (por ejemplo, la renovación del pool génico de las plantas cultivadas); asimismo, condensa un sentido en los acuerdos en torno al valor de las cosas y nos lleva a otras formas de valoración: si bien pueden tener como referencia los valores de cambio del mercado, se basan antes que nada en el valor de uso de las cosas.
En este sentido, las negociaciones y acuerdos pasan por lograr un intercambio justo, equitativo, estando ausente en principio la especulación y el fin de lucro: se intercambian productos de igual valor social o, si se quiere, en los que está contenida una cantidad de trabajo equivalente; alternan en esas ferias, junto a los intercambios para el autosustento, la donación, “el regalo”, muestras de la reciprocidad como suelo para una construcción, comunitaria, de la vida.
Las jornadas de trueque se inician con una ceremonia con música de sikuris[7], haciendo parte de la trama de los flujos energéticos comunitarios los cuales, en tributo a su condición de reciprocidad, van desde el cuerpo-individuo-social al territorio, en forma de trabajo social y en forma de nutrientes, del territorio a los cuerpos; son por ello, portadores de afectividades potencialmente gestantes, de otros mundos posibles.
El principio de reciprocidad es el que articula y entrama la vida y las prácticas de “la vecinal”; cuando se reúnen para llevar a cabo alguna actividad, como la producción en las huertas colectivas, la construcción del habitar comunitario (la placita y los puestos para el trueque, la producción del fertilizante orgánico, los intercambios de semillas o los ensayos de los sikuris) invirtiendo tiempo y energías para volverlos producciones/creaciones que hacen parte del habitar común, superando la desconfianza y fortaleciendo las relaciones intracomunitarias, produciendo una subjetividad colectiva.
Concebidas como prácticas intersticiales entonces, las de la reciprocidad y la confianza, hacen parte de los tiempos de construcción colectiva del territorio, así como del de producción de sus existencias: en el trueque y en el intercambio de semillas, en las compras colectivas de alimentos y en las huertas comunitarias, se va configurando el mapa de las acciones colectivas desde las cuales las materialidades de los cuerpos/subjetividades vivientes se ligan al espacio/territorio; subjetividades/sensibilidades que no tienen interés en hacer parte de la dinámica de acumulación-consumo, pues sienten que los bienes comunes del territorio, no tienen precio.
Bibliografía Utilizada
Andrade, NMC y Sepúlveda, VHV (2020). Ecología política y crisis civilizatoria: Una revisión necesaria para el debate sociomedioambiental. Utopía y Praxis Latinoamericana, 25 (9), 70-81.
Arzeno, M. (2018). Extensión en el territorio y territorio en la extensión: Aportes a la discusión desde el campo de la geografía. +E: Revista de Extensión Universitaria, 8 (1), 3-11.
Azamar, AA, Silva, MJC y Federico, Z. (Eds.). (2022). Economía ecológica latinoamericana . Siglo XXI Editores México.
Calisaya, ZBC (2014). Los Sikuris: Globalización y posmodernismo. Vid@rte, 1 (1), 1-1.
Cecchetto, G., Llorens, S., Palladino, L., Pedrazzani, C., Martínez, JH, & Haesbaert, R. (2014). Entrevista al Dr. Rogério Haesbaert. Cardinalis, 2 , 153-167.
Erreguerena, F. (2020). Repolitizar los territorios: Reflexiones sobre los conceptos de territorio y poder en la extensión universitaria. Revista de Extensión Universitaria, 13 , 3-3.
Foster, JB (2000). La ecología de Marx. El Viejo Topo.
Funtowicz, S. y Ravetz, JR (1993). Epistemología política: Ciencia con la gente [Tesis de maestría].
Haesbaert, R. (2014). Território e multiterritorialidade em questão. En R. Haesbaert, Viver no limite: Território e multi/transterritorialidade em tempos de in-segurança e contenção (págs. 168-185). Bertrand Brasil.
Haraway, D. (2016). Antropoceno, Capitaloceno, Plantacionoceno, Chthuluceno: Generando relaciones de parentesco. Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales, 3 (1).
Leff, E. (1994). Sociología y ambiente: Formación socioeconómica, racionalidad ambiental y transformaciones del conocimiento. En E. Leff (Coord.), Ciencias sociales y formación ambiental (págs. 17-84). Gedisa.
Machado Aráoz, H. (2021a). Violencia extractivista y sociometabolismo del capital. En Boletín Onteaiken N°32. Diciembre de 2021. Disponible en https://onteaiken.com.ar/wp-content/uploads/2021/12/06-032.pdf
Machado Aráoz, H. (2021b). La ecología política del fin: Sobre la conciencia ecológica en los umbrales del Capitaloceno. En MJ Salomone, F. Rojas, & H. Machado Aráoz (Eds.), Senti-pensarnos Tierra: Crisis civilizatoria. Pactos y/o transiciones desde el ecologismo popular (págs. 47-71). CLACSO.
Montoya, D. (2018). Reseña del libro El hongo del fin del mundo: sobre la posibilidad de vida en las ruinas del capitalismo, de Anna Lowenhaupt Tsing. Sociedad y Ambiente, 7 (18), 309-312.
Moratalla, AZ y Grandal, IB (2018). De los límites del crecimiento a los límites de densidad. Urbano, 21 (38), 5-7.
Porto-Gonçalves, CW (2006). A reinvenção dos territórios: A experiência latino-americana e caribenha. En Ceceña, A. Los desafíos de las emancipaciones en un contexto militarizado. CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires. Argentina (págs. 151-197).
Porto-Gonçalves, CW (2009). De saberes y de territorios: Diversidad y emancipación a partir de la experiencia latinoamericana. Polis. Revista Latinoamericana, N°22. (Págs. 1-14).
Tsing, AL (2015). El hongo del fin del mundo: sobre la posibilidad de vida en ruinas capitalistas. Princeton University Press.
Villa, A. (2024). Pedagogía del territorio: Gestión educativa social y comunitaria. Proyección institucional extramuros. Noveduc.
[1] Socióloga, Docente -Prof. y Lic. en Geografía- Facultad de Humanidades (UNCA). Miembro del Colectivo Ecología Política del Sur- Universidad Nacional de Catamarca.
[2] Estudiante -Profesorado de Geografía- Facultad de Humanidades. (UNCA). Miembro del Colectivo Ecología Política del Sur- Universidad Nacional de Catamarca.
[3] Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Catamarca.
[4] Instituto Regional de Estudios Socio-Culturales, CONICET - CATAMARCA.
[5] Tsing (2015) remite a la Era de la vida amenazada, como al modo de existencia que toma al principal sustento del capitalismo, el de la precariedad, como una inestabilidad que lleva a la ruina. Refiere a los efectos del capitalismo no únicamente sobre la humanidad, sino al efecto sobre las dinámicas ecológicas tanto a escala local como planetaria.
[6] Publicado en 1972 por el MIT para el Club de Roma, planteó por primera vez los límites físicos al crecimiento económico y poblacional. Este estudio advirtió que, de mantenerse las tendencias de consumo y producción de la época, el planeta alcanzaría su capacidad máxima hacia 2070 (Andrade & Sepúlveda, 2020; Moratalla & Grandal, 2018).
[7] Los Sikuris son agrupaciones musicales tradicionales de los Andes, compuestas por decenas de músicos que tocan al unísono el siku, un instrumento de viento ancestral. Originario de Perú, Bolivia y el norte de Argentina y Chile, el siku simboliza colectivismo y diálogo musical. Además, ha trascendido fronteras, llevándose su mensaje de identidad y resistencia cultural a ciudades de todo el mundo. Su práctica combate valores individualistas y promueve justicia social (Calisaya, 2014).