“Recorrer Memoria”, un proyecto extensionista con Refugio Libertad

 

 

Ana Carol Solís | acarolsolis@yahoo.com.ar | Universidad Nacional de Córdoba

 

Recepción: 21/11/23
Aceptación final: 21/11/23

 

El Refugio Libertad es un espacio comunitario que funciona en el predio del ex-Grupo 141 de Artillería del Ejército, dependiente de la Dirección de Fabricaciones Militares ―puntualmente de la Fábrica Militar de Río Tercero― del Ministerio de Defensa. Se ubica en una zona rural a 55 km al sur de la ciudad de Córdoba, en la margen norte del río Los Molinos y llega hasta el dique de José de la Quintana. Colinda con las localidades y ejidos de José de la Quintana (al norte y noroeste), Villa San Isidro (al noreste) y Los Molinos (al sur); todas ellas de menos de 1000 habitantes. La experiencia comunitaria en este espacio implica un trabajo en diversas líneas: desde trabajos de memoria histórica hasta producción sustentable con las familias de la zona. En la actualidad, el Refugio Libertad constituye, además, una experiencia diferente de sitios de memorias emergentes, que expresan modos de gestión no estatales, sino comunitarios. Como reza su sitio en línea[1]: “en marzo de 2020, con la presencia de Nora Cortiñas, la organización señalizó por primera vez el edificio de la ex-Enfermería como Centro Clandestino (es el espacio más nombrado en los testimonios que integran la investigación judicial en curso)”.

Para esta edición de E+E, conversamos con integrantes de uno de los proyectos extensionistas que este año se está llevando a cabo en el predio. Dialogamos con lxs estudiantes de la licenciatura en Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales, becarixs de extensión de la Secretaría de Extensión Universitaria (SEU) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) por el Área Ruralidad: Sofía Di Piazza, Pedro Armesto y Francisco Palacios Laguía.

 

¿De qué se trata el proyecto?

 

El proyecto comienza gracias a un fuerte vínculo que, como militantes estudiantiles, tenemos con el Refugio Libertad. Desde 2018, lxs compañerxs que allí militan y trabajan se proponen construir el Sitio de Memoria ex-Grupo de Artillería 141[2] con la intención de resignificar un territorio usado para la muerte y convertirlo en uno de vida, cuidados, reproducción y trabajo comunitario. A medida que desarrollaban este trabajo, nos acercaron que tenían, al menos, dos dificultades: la falta de visibilización del Sitio y la falta de recursos materiales y culturales de las unidades educativas de la zona que podrían visitarlo. Ante este escenario es que, junto con ellxs, construimos la propuesta de “Recorrer Memoria”.

El objetivo del proyecto es fortalecer este proceso de visibilización, recuperación y reconstrucción que se viene haciendo, observar los usos que dieron a este espacio las Fuerzas Armadas desde 1960 a 1993 y las acciones de recuperación del lugar llevadas a cabo desde 2018 hasta la actualidad. Para lograrlo es que nos pusimos en la tarea de vincular el Sitio de Memoria ex-GA 141 con la Escuela Técnica de Minería IPET Nº 265 y, luego, con lxs estudiantes, egresadxs y docentxs de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS)[3].

Nosotrxs organizamos las actividades de este proyecto en tres grandes etapas. Primero hicimos un diagnóstico: mediante una serie de entrevistas a informantes claves averiguamos cuál era la situación en torno al conocimiento y significaciones que tenían lxs jóvenes del IPET Nº 265 sobre el Sitio de Memoria ex-GA 141. En segundo lugar, buscamos realizar recorridos por el predio, tanto con lxs jóvenes del IPET Nº 265 como con la comunidad de la FCS. Por último, propusimos la participación en un taller. Registramos todo esto de manera audiovisual para facilitar su comunicación con las comunidades de Villa San Isidro, José de la Quintana, Anisacate y la UNC.

Con “Recorrer Memoria” apostamos a construir un modo no estatal de pedagogía de la memoria. Nosotrxs entendemos que la memoria es una construcción que hacen lxs sujetxs sobre el pasado vivido o transmitido, a partir de contextos específicos marcados por el tiempo, el espacio y las relaciones sociales en las que están insertos. Es por esto que consideramos que el fortalecimiento del Sitio de Memoria ex-GA 141 es inseparable de los demás desafíos económicos, sociales y políticos que se enfrentan en la ruralidad.

 

¿De qué modo se vinculan los saberes de sus trayectorias estudiantiles con las de lxs compañerxs del refugio?

 

Como estudiantes de Ciencia Política, muchas veces estamos acostumbradxs a observar los diferentes procesos desde una perspectiva institucionalista y estatista. Tenemos el vicio disciplinar de preocuparnos por la formalidad de las instituciones. En el proyecto buscamos tensionar con esta comodidad. Hacemos convivir este hacer politológico más mainstream (por llamarlo de algún modo) con una perspectiva más comunitaria de la política.

Un ejemplo de esta convivencia es cuando revivimos el debate de la museificación de la memoria. La posición estatal con respecto a la historización del terrorismo de Estado sigue siendo la de construir museos que petrifican los sentidos allí donde funcionaron Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio. En el Sitio de Memoria ex-GA 141, la propuesta es completamente opuesta, es resignificar el sitio a través de prácticas comunitarias de apropiación. Nosotrxs conocemos mucho más de la primera opción y lxs compañerxs del Refugio, de la segunda. Esto nos permite enriquecer nuestras perspectivas y dotar de carácter comunitario algunas cuestiones de la museificación como el uso de imágenes, el diseño de un recorrido, la construcción de líneas temporales, etc.

Otro ejemplo de convivencia de nuestros saberes se da cuando lxs compañerxs del Refugio nos demuestran los grandes silencios que tiene el Estado en la reconstrucción del pasado. En nuestra formación politológica aprendemos sobre sus limitaciones, las zonas a las que no llega y los discursos que no permite, pero en este proyecto lo vivenciamos. La memoria de la muerte y vida en la ruralidad durante la última dictadura cívico-eclesiástico-militar de nuestro país es todavía subterránea. Lxs compañerxs del Refugio asumen la tarea de recabar estas historias y, en ese proceso, nosotrxs buscamos aportar al darle circulación dentro de los ámbitos académicos.

Finalmente, en todo momento, lo que nos vincula es compartir un compromiso militante con la memoria, la verdad y la justicia.

 

Es un proyecto que vincula el trabajo de docentes y estudiantes. ¿Cómo se potencian los vínculos interclaustros que se desarrollan en territorio?

 

En nuestro proyecto, contamos con la participación de dos docentes que ocupan el lugar de directoras: Sabrina Villegas y Ana Carol Solís. El vínculo con ellas lo construimos en la propia marcha. La práctica extensionista es muy diferente de la práctica áulica. Mientras la segunda muchas veces tiene un carácter instructivo, la primera se basa en el diálogo de saberes y la construcción de conocimientos y decisiones de forma conjunta y colectiva. Las relaciones de poder que se dan en las aulas quedan desdibujadas en este proyecto. Esto no significa que dejemos de ser estudiantes o docentes, pero sí tenemos una dinámica de intercambio más horizontal.

Este vínculo lo vamos construyendo con reuniones y mensajes por un grupo de Whatsapp donde desde ambas partes consultamos, aportamos, evaluamos y decidimos. En este proceso para nosotrxs es muy importante, por un lado, saber que contamos con el compromiso de ambas directoras y, por el otro, con su confianza para que nosotrxs llevemos adelante las tareas con nuestros criterios. Estas dos características son fundamentales para los aprendizajes extensionistas que este proyecto nos está dejando.

Otra cuestión sobre el vínculo interclaustro es que también es interdisciplinar. Ninguna de las directoras proviene de la Ciencia Política. En este sentido, hacer dialogar miradas politológicas, históricas y antropológicas en una relación estudiante-docente nos permite una perspectiva mucho más amplia e integral a la hora de desarrollar el proyecto.

 

Como estudiantes de grado, ¿qué aprendizajes les provee esta experiencia extensionista?

 

Muchos de esos aprendizajes ya fueron saliendo en la charla. Sin embargo, es oportuno remarcar las enseñanzas sobre la extensión que nos viene dejando este proyecto.

Lo primero que notamos cuando empezamos con “Recorrer Memoria” es que las prácticas extensionistas conllevan tiempos propios, distintos a otras prácticas universitarias. La articulación y coordinación con otros actores y la construcción de una agenda conjunta son procesos largos y dificultosos que escapan a las posibilidades de planificación. Las dimensiones del tiempo y necesidades de los actores del territorio muchas veces no son las mismas que las nuestras. En ese sentido, comprendimos que no se trata de imponer unas sobre las otras, sino de edificar su sintonía.

Lo segundo que entendimos es que la comprensión y caracterización del territorio es un proceso continuo. Por más información que recolectemos con anterioridad a llevar a cabo el proyecto, esta siempre es escasa. Cada visita, reunión, encuentro, charla que se va dando durante la práctica extensionista aporta algo nuevo.

También aprendimos que las diversas problemáticas que se viven en el territorio se terminan entrelazando con el problema que la práctica extensionista propone aminorar. Observamos que la cuestión de la memoria es inseparable de los demás desafíos que se viven en las zonas rurales.

Finalmente, con este proyecto comprendimos que la extensión nos ayuda a romper con algunos vicios propios de la formación académica. Para nosotrxs fue muy valioso tener ese acercamiento con otros sectores y actores no universitarios y no hacerlo desde una lógica asistencialista, sino de trabajo y producción conjunta.

 

¿Se desarrollan otras experiencias extensionistas en ese territorio con las que estén en diálogo? Si es así, ¿cómo se podría, en su opinión, potenciar ese estar juntxs en el territorio desde la universidad?

 

Sí, en el Refugio Libertad, por suerte, se están empezando a hacer varios proyectos extensionistas desde diferentes facultades. Con el que más contacto tenemos, por compartir militancia estudiantil con lxs compañerxs que lo desarrollan, es “Brigadas Alfabetizadoras ‘Luis Carnevale’: erradicando el analfabetismo con las Trabajadoras Unidas por la Tierra”. El proyecto busca trabajar sobre la población adulta analfabeta de la localidad de Los Molinos. Este tiene dos etapas: un relevamiento y un posterior momento de trabajo pedagógico-educativo en brigadas.

Los dos proyectos tienen como eje general la educación y pedagogía en contextos rurales. Esto nos permitió, por ejemplo, realizar los primeros acercamientos a los actores del territorio de manera conjunta, lo que nos dio más seguridad tanto a nosotrxs como a lxs compañerxs del otro proyecto. Luego compartimos experiencias, perspectivas y avances. Esto significó una gran potencialidad para el desarrollo separado y conjunto de los proyectos.

Pensamos que esta manera de trabajar problemáticas distintas pero vinculadas por el territorio tendría que ser más fomentada por la universidad. Un proyecto para Beca SEU como el nuestro aísla un problema y pretende aminorarlo, pero en la práctica concreta eso no es posible: los problemas se entrelazan constantemente. Muchas veces recibimos de actores universitarios la precaución de no hacer tantos proyectos en el mismo lugar, pero ¿qué hacemos cuando los problemas son tantos y tenemos la disposición para colaborar? Para nosotrxs la extensión de nuestra universidad no tiene que tener como unidad los proyectos, sino los territorios. Mapear e identificar las acciones que se vienen llevando a cabo y vincularlas en programas más integrales es un buen camino para reforzar la extensión universitaria. La Facultad de Ciencias Sociales viene avanzado en este trabajo y nosotrxs lo celebramos.

 

Desde su experiencia actual, ¿cómo se pueden traducir los trabajos de extensión universitarios en aprendizajes y apropiaciones hacia la universidad y hacia el territorio para evitar que se trate de situaciones aisladas que no se retroalimentan o que desarrollan, a veces, cambios acotados? ¿Qué podría sumar para continuar y profundizarlas en ambos polos de la relación extensionista?

 

Cambiar el enfoque de proyectos a territorios ayudaría mucho con esto. No habría tantas situaciones aisladas de extensión ni cambios tan acotados, sino un abordaje integral donde, para hacer un proyecto, por ejemplo, se recuperarían experiencias concretas de extensión en el mismo territorio y se generaría, así, un acumulado de conocimientos y prácticas.

Por otra parte, pensamos que, si la universidad quiere lograr ese proceso de apropiación, tiene que poner en tensión las lógicas de producción de conocimiento hegemónicas y unilaterales que ofrece la academia. En otros términos, poder entender otras formas de percibir y conocer el mundo, de aprender y construir conocimiento de la realidad que no sean las más propias, divulgadas y predominantes de la universidad, como lo puede ser el positivismo científico.

Si bien consideramos que el diálogo entre saberes es fundamental y muy enriquecedor para ambos polos de la extensión, para nosotrxs no hay que buscar tanto traducir las experiencias extensionistas sino, más bien, hacerlas. El problema de la apropiación se resuelve a partir de la salida al territorio, del encontrarse con las problemáticas y poblaciones que normalmente solo estudiamos, de aprender desde otro lado y de dialogar entre diferentes tipos de saberes.

Para alcanzar esto hay que empezar haciendo, por lo menos, dos cosas. Primero, para nosotrxs, hay que expandir y apostar a la extensión a nivel universitario, buscar la especificidad de cada disciplina y aprovechar lo vasto del territorio cordobés. La extensión es uno de los tres pilares de la universidad; sin embargo, en comparación con la docencia y la investigación, quedó ciertamente relegada en importancia, presupuesto, visibilización e institucionalización. Segundo, hay que disputar el modelo extensionista que hoy impera en la universidad. Actualmente, cuando se piensa en extensión a nivel estudiantil, se reduce al Compromiso Social Estudiantil (CSE). Se trata de una práctica que no vemos como un proceso formativo, sino como una obligación para recibirse. Además, el CSE muchas veces tiene lógicas asistencialistas. Hay que apostar por un modelo de extensión que levante las banderas del diálogo de saberes, de la cercanía de la universidad a la sociedad y de la producción de conocimiento sensible a las necesidades del pueblo.



[1] Refugio Libertad en línea: https://refugio.libre.org.ar/quienes_somos/memoria_historica/

[2] En adelante, ex-GA 141.

[3] La vinculación con la facultad se hizo a través de la cátedra de “Antropología Sociocultural”, el seminario “Movimientos Socioterritoriales en Espacios Rurales: Derechos y Conflictos” y el Programa de Extensión “Ruralidades: derechos y conflictos campesino indígenas”.