De la incomodidad a la problematización de las memorias territoriales en la Ciudad de las Artes

 

María Alicia Cáceres[1]   | aliciacaceres@artes.unc.edu.ar  |Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

 

Recepción: 26/03/2023

Aceptación final: 09/06/2023

 

Resumen

En el  presente trabajo me propongo reflexionar sobre una trayectoria de construcción de memorias en y desde las aulas, buscando leer en perspectiva las articulaciones entre docencia y extensión en una serie de experiencias educativas -en las que participé- que, alimentadas por los diálogos con la comunidad organizada, intentaron permear la estructura de la educación formal.

Nos situamos en la ciudad de Córdoba, en Ciudad de las Artes, la actual sede de la Universidad Provincial de Córdoba. El mismo predio donde décadas atrás funcionó el Destacamento de Inteligencia en la última dictadura cívico-militar y que fuera parte neurálgica del aparato represivo de la provincia de Córdoba. En este lugar, desde la Tecnicatura Superior en Fotografía desarrollamos una serie de experiencias estético-educativas que buscaron promover procesos reflexivos y de sensibilización en el conjunto de la comunidad educativa y la sociedad en general. 

Recupero mi experiencia como docente en esta universidad, desafiada por la motivación de problematizar los modos de habitar los espacios de formación artística, inscriptos en sus propias historicidades. Para ello me propongo reflexionar en torno a las intersecciones entre educación popular, pedagogía de la memoria y extensión universitaria; y desde allí abordar el interrogante sobre su potencia transformadora, en tanto experiencia subjetivante que habilita distintos procesos de interacción e interpelación. Puntualmente me detendré en una de las experiencias, la creación del EX 141 M Parque de Memorias Cinéticas, por su capacidad de amplificación del diálogo con la comunidad, abriendo diferentes círculos de interacción. Dado que se trata de experiencias educativas y extensionistas en cierta medida atípicas -en las que la noción de territorialidad de la experiencia se superpone con la del espacio educativo donde se generan- me resulta propicio también reflexionar sobre la pertinencia de considerar su inscripción en el modelo de extensión crítica.

Palabras clave: memoria, educación, arte, fotografía, intervención

 

Abstract

In the present work I propose to reflect on a trajectory of construction of memories in and from the classrooms, seeking to read in perspective the articulations between teaching and extension in a series of educational experiences -in which I participated- that, fueled by dialogues with the organized community, tried to permeate the structure of formal education.

We are located in the city of Córdoba, in the City of Arts, the current headquarters of the Provincial University of Córdoba. The same property where decades ago the Intelligence Detachment operated during the last civil-military dictatorship and which was a nerve center of the repressive apparatus in the province of Córdoba. In this place, from the Advanced Technology in Photography we developed a series of aesthetic-educational experiences that sought to promote reflective processes and awareness in the educational community as a whole and society in general.

I recover my experience as a teacher at this university, challenged by the motivation to problematize the ways of inhabiting artistic training spaces, inscribed in their own historicities. For this, I propose to reflect on the intersections between popular education, pedagogy of memory and university extension; and from there address the question about its transforming power as a subjectivizing experience that enables different processes of interaction and interpellation. Specifically, I will stop at one of the experiences, the creation of the EX 141 M Parque de Memorias Cinéticas, for its capacity to amplify the dialogue with the community, opening different circles of interaction. Given that these are somewhat atypical educational and extension experiences -in which the notion of territoriality of the experience overlaps with that of the educational space where they are generated- it is also propitious for me to reflect on the relevance of considering their registration in the model of critical extension.

Keywords: memory, education, art, photography, intervention

 

El territorio

En Córdoba existen escuelas provinciales de formación artística que han tenido distintas trayectorias fundacionales y de desarrollo durante el siglo XX. En el año 2005 el gobierno provincial inauguró la Ciudad de las Artes, un predio de cinco hectáreas que -proponiéndose como un núcleo educativo especializado- reunió a las escuelas de Cerámica, Fotografía y Diseño, Bellas Artes, Artes Escénicas y Música. Más tarde, en el año 2007 se creó la Universidad Provincial de Córdoba (UPC), que reunió bajo su órbita institucional en la Facultad de Arte y Diseño al conjunto de estas escuelas. En este lugar, cada año les ingresantes a esta Facultad llegan cargades de documentación y también de expectativas. Cada quien trae consigo sus mundos singulares. Es así como la universidad pública ofrece, ante todo, la certeza del encuentro con una pluralidad de mundos por conocer.

No obstante, la Ciudad de las Artes también alberga silenciosa otros mundos que le son propios; huellas de una historia que si bien nos es común, la mayoría de sus habitantes desconoce. Se trata de su emplazamiento en parte del predio donde funcionó el Destacamento de Inteligencia 141 General Iribarren en la última dictadura cívico-militar argentina. Este fue la central de inteligencia del entramado represivo y de exterminio que implementó el terrorismo de Estado para el secuestro, tortura y desaparición de hombres y mujeres perseguides por razones políticas. Además, tuvo la función de enlace entre el Comando del III Cuerpo de Ejército, la IV Brigada de Infantería Aerotransportada y el Batallón de Inteligencia 601 -la central nacional de Inteligencia, con asiento en Buenos Aires-. El rol del Batallón de Comunicaciones 141[2] fue clave en la represión ilegal previa al último golpe de Estado y, de manera sistemática, a partir del 24 de marzo de 1976 (Comisión Provincial de la Memoria, 2012), administrando el terror sobre diez provincias argentinas[3].

 

La incomodidad

En muchos de los lugares ligados al funcionamiento represivo se realizaron transformaciones para borrar sus huellas, “el terrorismo de Estado no sólo desapareció a miles de personas, sino también buscó desaparecer las evidencias de su accionar, transformando las estructuras edilicias donde se secuestraba, torturaba y asesinaba” (Comisión Provincial de la Memoria, 2009, p. 6). Por ello, no resulta extraño que en las instituciones que se emplazaron en el mismo lugar no se hayan recuperado estas memorias, sino más bien puede reconocerse una continuidad en los silencios sobre lo que allí sucedió. No obstante, hubo integrantes de estas escuelas que tempranamente reconocieron en estos silencios una contradicción: pertenecer a una institución de educación artística que funciona en el mismo espacio donde antes se dispuso la administración del terror, sin la promoción de ejercicios de memoria que reconozcan las tensiones entre estas identidades superpuestas. De ahí que el traslado de las escuelas a Ciudad de las Artes abrió diversos desafíos.

En concordancia con la perspectiva de Abratte en relación a que el territorio supone “una dimensión topológica –un adentro y un afuera de la Universidad- pero también una dimensión relacional, que define una trayectoria de vínculos, una historia de relaciones entre actores sociales concretos” (2019, p. 12), surgió la iniciativa de abordar la búsqueda de soportes expresivos que dieran curso a la necesidad de decir por parte de la comunidad educativa, frente al silencio institucional, sobre lo que fue el predio durante la dictadura cívico-militar. En este camino, durante algo más de una década, inicialmente se establecieron articulaciones con los organismos de Derechos Humanos locales y, a medida que se iban inaugurando, con otros sitios que fueron parte del entramado de la represión clandestina del terrorismo de Estado y que hoy han sido conquistados como espacios para la memoria – La Perla, ex-D2 y Campo de la Ribera-. Con esta articulación se busca recuperar la trama de sentidos que conforman este territorio de memorias (Da Silva Catela, 2009), como una manera de desnaturalizar las formas de habitar el propio espacio a la vez que problematizadora de la construcción de sentidos. Desde esta noción que propone la autora, el territorio se constituye en un espacio donde se pone en escena la disputa por los sentidos significativos en el espacio público. En él se articulan las prácticas socioeducativas, artísticas y colectivas que recuperan las memorias y a partir de ellas se construyen marcas de memorias capaces de producir interpelaciones que transforman la experiencia subjetiva de les habitantes cotidianos de este predio. Como resultado de las articulaciones entre prácticas creativas, reflexivas, sociales, etc. y la producción de marcas de memoria, asistimos a una puesta en escena de artefactos, producciones y performances, que contribuyen a la configuración de una nueva identidad territorial/institucional, que redimensiona los sentidos que se ponen en juego en el espacio público.

En este sentido, Carballeda expresa que el territorio “es el lugar donde la identidad y la pertenencia son constituidas como fundamentos de la cohesión social, ya que éste es habitado por la memoria y la experiencia” (Diez Tetamanti y Escudero, 2012, p. 28-29). La trayectoria de acciones que a continuación presentamos, en gran medida se focalizó en la búsqueda por cargar de sentidos sociales esa articulación entre memoria y experiencia que tiene lugar en las subjetividades individuales de les estudiantes al habitar la Ciudad de las Artes, durante los años que les toma el trayecto formativo de la carrera de Fotografía. Para ello, pusimos en juego algunos elementos técnicos y vivenciales de la cartografía social, la cual se presenta como “un método que construye un espacio geográfico entre todos, para que sea de todos” (Diez Tetamanti y Escudero, 2012, p. 10). Lo abordamos siguiendo también a Archuf (2005) al afirmar que “hay un uso político del espacio biográfico, ligado a la afirmación de identidades colectivas” (p. 10). La autora explica que “toda biografía es en cierta medida colectiva, en tanto habla siempre de una pertenencia: a una familia, a una clase, a un grupo, a una comunidad, a una nación” (p. 7). Esta idea nos resultó productiva para pensar las tensiones, los solapamientos e interpelaciones que tienen lugar en cada caso individual al ser parte de la comunidad de la Ciudad de las Artes –a la vez que ex-batallón militar-, considerando que “Identidad y memoria también se entrelazan, tanto en lo personal como en lo colectivo” (p. 8). 

 

Breve recorrido por la trayectoria

Por aquellos años inaugurales de Ciudad de las Artes buscamos integrar reflexivamente aspectos específicos de la práctica fotográfica en la producción de significaciones vinculadas a las memorias del predio, a través de la puesta en diálogo en el aula, la búsqueda de información y el desarrollo de pequeñas actividades realizativas. En esos primeros pasos les integrantes de la Comisión de Educación de la agrupación H.I.J.O.S nos compartieron información sobre el funcionamiento del predio en la dictadura y alimentaron las discusiones en torno al lugar que nos tocó habitar desde estas escuelas. Aún no se habían abierto los Espacios de Memoria de Córdoba; con ellos articularíamos acciones en los años siguientes. Paralelamente, como equipo docente de la carrera, apostamos a generar instancias de apropiación que afianzaran la pertenencia estudiantil a la comunidad de la escuela y del nuevo predio.

En este sentido destaco la experiencia de 2016 –a casi una década de esas primeras acciones- en la que trabajamos conjuntamente desde dos espacios curriculares de la carrera de Fotografía (Práctica Documental y Práctica Publicitaria) en articulación con los Espacios de Memoria de Córdoba. El abordaje del eje conceptual la pertenencia institucional significó un punto de encuentro entre dos tradiciones fotográficas con claves estéticas, discursivas, profesionales y políticas diferentes. En ellas exploramos las relaciones entre las distintas modalidades de representación documental propuestas por Nichols (1996) y las estrategias discursivas del género publicitario aplicadas a otros usos comunicacionales que se distancian de la dimensión estrictamente comercial en Álvarez Ruiz (2003).

Al abordar el proceso de creación colaborativa, esta vez buscamos darle a la producción de les estudiantes una materialidad perdurable, que trascendiera la experiencia de la propia participación y dejara una obra a la que accedieran otres en otros momentos. Empezábamos a explorar las relaciones entre la construcción de relatos colectivos que incluyeran la creación fotográfica y tuvieran permanencia en el tiempo; pero que a la vez aportaran capas de sentido porosas y plurales, para evitar caer en discursos cristalizados y totalizantes que pudieran obturar la participación de parte del grupo. En el proceso, con ejercicios concretos, buscamos aludir a una representación simbólica, artística y comunicacional de determinados aspectos de la experiencia social en el territorio. En primer lugar les estudiantes fueron convocades a recorrer el espacio que habitaron diariamente pero con consignas que les requerían volver a mirar, volver a leer, transitando en muchos casos por primera vez la espacialidad de las otras escuelas, del parque, el perímetro del predio, etc. Paralelamente al ensayo de esos trazos cartográficos, a través de actividades de lectura áulica, visitas de invitades a la clase y de salidas pedagógicas a sitios de memoria, recorridos por marcas de memorias en la ciudad o muestras artísticas relacionadas, se buscó traer al espacio común relatos individuales de sobrevivientes, experiencias de artistas activistas, declaraciones del juicio de la Megacausa La Perla – La Ribera[4] y otros materiales afines. Entendemos que estos discursos al ser puestos en el diálogo compartido, abren caminos a la interpelación desde la empatía pero con la centralidad de su proyección social.

El producto que fuimos delineando en el camino resultó en la publicación de una colección de cuarenta postales fotográficas, que bajo el nombre Identidades Encontradas fueron reunidas como libro objeto en una caja. El conjunto da cuenta de la diversidad de miradas y reflexiones del colectivo de estudiantes sobre el propio espacio educativo; prologadas por quienes por entonces eran el director de la Escuela y el director del espacio para la memoria La Perla, y cobijadas a la vez, bajo el abrigo institucional de las postales de apertura que enmarcaron la experiencia pedagógica.

 

          

Figura 01. Colección Postales Identidades Encontradas

 

Enlace al video Colección de Postales: https://www.youtube.com/watch?v=VQ-7BdA6IO0

 

A fines de 2016 una nueva gestión rectoral impulsó el abordaje de las memorias del territorio y los derechos humanos con una marcada impronta institucional. Esto amplió los horizontes de nuestras experiencias educativas, que tuvieron la posibilidad de complejizar las materialidades trascendiendo las fronteras de las aulas. Entonces la Colección de Postales Identidades Encontradas fue exhibida durante un mes en formato de muestra-instalación en la sala principal de exposición del predio, Sala Ernesto Farina, integrando las actividades de la Semana de la Memoria.

En 2017, aprovechando la nueva coyuntura institucional y la voluntad política explícita del rectorado de financiar un proyecto de mayor envergadura, nos atrevimos a explorar la intervención del espacio exterior, en las áreas de uso común para todas las escuelas. Partiendo de la pretensión de invitar a interactuar con las ideas desde una perspectiva más íntima y lúdica, iniciamos el año con la propuesta de realizar miradores con fotografías que emplazaríamos en el predio. Así, durante ese ciclo lectivo, organizades en pequeños grupos de tres o cuatro estudiantes, trabajamos en el diseño, la producción fotográfica y la elaboración de los prototipos de los miradores. Paralelamente a la segunda mitad del año, se conformó un colectivo (integrado por estudiantes, adscriptes, docentes e integrantes de los equipos institucionales de la UPC) que a partir de los prototipos comenzó a reelaborar y redimensionar las propuestas de los grupos, para potenciar sus posibilidades de interacción en el espacio público. Para esta etapa fue transcendental la incorporación de un arquitecto, docente de Diseño de Interiores, por el impulso expansivo que le aportó a la experiencia.

Cada proyecto fue retrabajado y consensuado en diálogo con les estudiantes de la propuesta original hasta arribar al diseño y materialización de nueve marcas de memorias con el formato de instalaciones escultóricas con fotografías y una plazoleta, que constituyeron una señalización permanente. En el proceso se combinó el diseño, la fotografía, la arquitectura y la gestión cultural. Las producciones se reunieron bajo la identidad EX 141 M Parque de Memorias Cinéticas (EX 141 M). No se prevén recorridos estructurados entre las piezas escultóricas, sino que la plazoleta -que construimos como marca Cero- reúne las referencias generales de la intervención y la ubicación de las marcas en el predio. Las marcas elaboradas fueron nombradas a partir del concepto que buscan aludir: Tareas, Solapamientos, Civiles, Metamorfosis, Blancos, Develar, Identidades, Ausencias y Opacidades. En este acto de nombrarlas el equipo realizativo tomó algunas decisiones que pudieran incidir en los modos de interacción con los objetos. Por ejemplo, se eligió no numerarlas en virtud de no trazar recorridos estructurados, sino -por el contrario- propiciar la interacción a partir de los usos y desplazamientos con que cada une habita la Ciudad de las Artes. En el mismo sentido, los nombres como conceptos amplios, buscaron dejar abiertas algunas relaciones potenciales entre lo que se ve en las imágenes, las significaciones asociadas al objeto-marca (fichero, DNI, viewmaster, etc.), los conceptos con que son nombradas (tareas, blancos, civiles, etc.)  y -fundamentalmente- las ideas que la experiencia de esa interacción despierta en cada une al poner en relación esos significantes que tienen ecos distintos según se los piense para una institución educativa o para una militar.

 

Descripción: C:\Users\casa10\Downloads\Marcas.jpg

Figura 2. EX 141 M Parque de Memorias Cinéticas

 

Durante los dos años que siguieron a su inauguración (y que antecedieron a la pandemia), las marcas del EX 141 M fueron soporte material de las puestas en escena de recorridos performáticos sobre las memorias del predio (con dos ediciones cada uno: en marzo, en el marco de las actividades conmemorativas del golpe de Estado en la Semana de la Memoria y en octubre, como parte de la programación de la ciudad de Córdoba en la Noche de los Museos). Alrededor de sesenta estudiantes del tercer año de Fotografía participaron cada año realizando todas las tareas que demandó su gestión: propuestas de ideas, escritura de guión, diseño de puesta en escena, producción general, fotografías, iluminación, actuación, etc.

Al iniciar cada recorrido, el público participante era invitado -y advertido- a ser parte de una experiencia de ficción donde resultarían actuantes de las situaciones propuestas. 

El primer año, en un recorrido más próximo a la indagación del sentimiento de vigilancia y pérdida de libertad, el contingente iba siendo guiado por distintas postas donde comenzó siendo registrado, para ir creciendo la densidad al ser espiado, disipado y finalmente censurado. Acciones que se fueron intercalando con lecturas, susurradores, una ronda de madres, etc. Un cierre reflexivo de una estudiante recuperaba el valor de la democracia y la libertad en este espacio que hoy habitan como escuelas de artes.

 

        

           Figura 03 - Recorrido performático Noche de los Museos 2018

 

Al año siguiente, el recorrido se desarrolló en octubre de 2019. Llegábamos al final del gobierno de la coalición Cambiemos -encabezada por Mauricio Macri- atravesades por la reactualización de la defensa de derechos básicos.

El público en grupo sigue a una nieta con pañuelo verde que le muestra su Facultad a su abuela con pañuelo blanco, quien la va corrigiendo contándole que ese, en realidad, es un batallón militar. El recorrido performático se estructura sobre la articulación que las dos protagonistas establecen sobre las luchas y las reivindicaciones del pasado y del presente, quienes van argumentando que estas son las mismas y que se actualizan en las resistencias actuales. Estas relaciones cobran materialidad en la puesta en escena teatral al representar una clase en un aula, una marcha que lleva la consigna La misma resistencia en su bandera barredora, una foto colectiva que luego llevarán impresa en calcomanía como souvenir, para cerrar bailando junto a una cuerda de tambores.

 

Descripción: C:\Users\casa10\Downloads\Figura4_NocheM2019.jpg

Figura 04 - Recorrido performático Noche de los Museos 2019 

 

Abordar la extensión desde el cruce entre la educación popular y la pedagogía de la memoria

Memorias (Da Silva Catela, 2009), producción cultural territorial (Willis, 1993) e identidades (Hall, 2003) son categorías a través de las cuales nos resultó propicio desnaturalizar la experiencia cotidiana en espacios que fueron parte de la estructura represiva del Estado y hoy tienen otros usos.

En esta experiencia, a partir de las apropiaciones de las lecturas históricas complejizadas del predio, los sujetos desarrollaron la capacidad de pronunciarse y, en este sentido, el encuentro educativo se vuelve performativo. Estela Schindel, recuperada por Ludmila Da Silva Catela, propone la noción de memorias dinámicas a partir de las simbolizaciones tanto en la expresión pública de lucha de las Madres como en la transformación de los ex-centros clandestinos en Sitios de Memoria, “que sin clausurar el acceso al pasado, ponen en acción y provocan prácticas y representaciones a los que se enfrentan con ellas a partir de los dramas, dilemas y pasiones del presente” (2009, p. 41). Lo relacionamos con la noción de identidad que propone Stuart Hall, como un proceso dinámico que es permeado sucesivas veces por las prácticas sociales de las que participan los sujetos, al referir que “las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él, debemos considerarlas producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el interior de formaciones y prácticas discursivas específicas, mediante estrategias enunciativas específicas” (2003, p. 18). En el mismo sentido recuperamos a Buenfil Burgos al expresar que lo educativo es un proceso en el que a partir de una práctica de interpelación “el agente se constituye como un sujeto de educación activo incorporando de dicha interpelación algún nuevo contenido valorativo, conductual, conceptual, etc., que modifique su práctica cotidiana en términos de una transformación o en términos de una reafirmación más fundamentada” (1993, p. 20). Desde esta intersección de perspectivas conceptuales, entendemos que propiciar un ejercicio de sensibilización y concientización sobre nuestra historia reciente, a través del trabajo de creación con metodologías de producción colaborativas nos aproxima a movilizar “una subjetividad que adquiere sentido en la gran historia colectiva y en el desmantelamiento de sus interpretaciones dominantes” (Huergo, 2011, p. 10-11). Los ejercicios de memoria, la creación artística y la experiencia educativa confluyen en procesos de interpelación y reconocimiento que posibilitan: la reafirmación de las propias lecturas del mundo cotidiano o el reposicionamiento frente al mismo, de acuerdo a los nuevos sentidos puestos en circulación. Re-explorar el espacio cotidiano haciendo un ejercicio de extrañamiento que les permita tomar distancia para volver a leer, para volver a mirar y, en esa relectura, producir imágenes con nuevos sentidos no sólo para elles mismes, sino también para les otres y así poder “contar, que en el mismo acto es poder contar-nos. Como un nudo denso en el cual el Sitio provoca y pone en juego a la propia subjetividad” (Huergo, 2011, p. 10).

A partir de los ejercicios de reconocimiento y sensibilización realizados con estrategias de la cartografía social sobre el espacio de Ciudad de las Artes, fueron emergiendo en el encuentro áulico referencias personales que se pusieron en diálogo colectivo. Mencionamos aquí solo algunas a los fines de ilustrar lo expresado. Un estudiante trajo a la clase su antiguo DNI, la libreta verde, para mostrarnos que allí, a pocos metros del aula, había estado la oficina donde fue exceptuado de realizar el servicio militar obligatorio. Una estudiante trajo fotos de su papá posando en la plaza de armas de La Perla mientras hacía el servicio militar, luego de que este predio dejara de ser campo de concentración. Otra, pudo conocer la historia de su padre reclutado durante el servicio militar para la guerra de Malvinas, que a punto de ser embarcado para las islas tuvo el alivio de quedar en el continente ante la noticia del final de la guerra. La sobrina de Jorge Dante Bustos -el único desaparecido que se conoce del predio- es egresada de la Tecnicatura en Fotografía. En la inauguración volvió conmovida a este espacio donde unos diez años antes, mientras cursaba la carrera, solo había podido traer a título personal la historia de su tío en algún ejercicio de producción fotográfica. También fue recurrente la referencia a la empatía que les suscitó la cercanía generacional entre elles –estudiantes- y les jóvenes que sufrieron la censura y la persecución en la dictadura. Todo eso, se puso en valor, en tensión y alimentó la usina creativa colectiva que fue posible a partir de su elección de ser artistas y de ser estudiantes de esta universidad pública, la Universidad Provincial de Córdoba.

La producción fotográfica, en tanto representación, pone en juego las representaciones sociales de quien asume la conducción del relato a través de los distintos momentos de la producción, desde el diseño, la realización, la diagramación, incluso en los textos que acompañan las imágenes. En este sentido resulta trasladable a la producción fotográfica la explicación de Comolli en relación a la expresión cinematográfica al plantear que:

Cada uno, cineasta incluido, se encuentra bajo la mirada de los demás y hasta inclusive las cosas, cuando nos devuelven nuestra mirada, nos la dan cargadas de ellas, modificadas por ellas. [...] La mirada nunca es solamente la mirada del hombre sobre el mundo, es también (y a veces sobre todo) la mirada del mundo sobre el hombre. Es así como el cine no puede actuar de otra manera que mostrándonos el mundo como mirada. (2002, p. 278).

Esta reflexividad de la mirada es posible cuando la experiencia permea/atraviesa a los sujetos que se entregan al juego de mirar, mirarse, mirar con otres y ser mirades, para a partir de ese encuentro de miradas poder decirse; y en ello decir a otres y con otres. Una experiencia que siguiendo a Minatti reconocemos como experiencia formativa dado que posibilita “la apropiación del legado, la transformación de ese relato en una pertenencia donde sentirse parte de la historia, que deje una marca o una huella en la subjetividad, en la identidad, en la reflexión” (2013, p. 3).  Pensamos que al construir un posicionamiento enunciativo a partir de transitar una experiencia de memoria se promueven procesos de identificación, la propia mirada del mundo se ve movilizada poniendo en juego las subjetividades en relación a los sentidos sociales compartidos. Proceso que Minatti vincula “con una pedagogía de la pregunta formulada ya hace años por Paulo Freire; con un concepto de memoria ejemplar en el que el pasado se convierte en principio de acción de las prácticas cotidianas, recurriendo a las lecciones de la memoria para construir nuevos horizontes de interpretación frente a las demandas que se producen hoy” (2013, p. 2). No se trata de sujetos individuales que hablan de sus historias personales sino, como refiriera Paulo Freire (1975), son los mundos los que se ponen en diálogo, los mundos singulares que cada une trae consigo y que hacen sentidos en el encuentro con les otres.

 

Cierta circularidad en las intervenciones extensionistas sobre las memorias del predio

Ensayo ideas sobre la reciprocidad extensionista de estas experiencias al recapitularlas en tanto, impulsadas por la Universidad Provincial de Córdoba y a la vez, sostenidas por los Sitios de Memoria de Córdoba que alimentan los procesos reflexivos con intervenciones a demanda de la comunidad (en este caso nosotres). Así fueron soporte respetuoso pero sustancial de nuestra práctica educativa: recibimientos con recorridos adecuados al perfil del grupo y los objetivos pedagógicos, soporte informativo, consulta cotidiana, charlas formativas del equipo de arquitectas presentando sus experiencias de marcas de memorias, del área de educación para compartir la experiencia de Campo de la Ribera como sitio de memoria donde antes funcionó una escuela pero antes un centro de tortura y exterminio, presencia en inauguraciones, etc. En torno a estas prácticas Minatti expresa que “la articulación entre instituciones educativas y espacios para la memoria entonces no queda reducida a una ‘temática’ particular, sino que es un campo de trabajo para el abordaje de los derechos humanos como procesos de lucha, como categoría política, como construcción colectiva” (2013, p. 7). Me entusiasma pensar que en algunos sentidos nos hemos intervenido mutuamente, nos hemos alimentado juntes.

Noel Tabera[5] retoma la propuesta de Fleury y Walter para explicar que con las marcas de memorias suceden tres tipos de operaciones: “Calificar, instalar una marca en un lugar, en este caso lo que significó el desarrollo de la intervención. Descalificar, borrar la marca, las acciones anónimas de destrucción. Recalificar, reinscribir las marcas con nuevos sentidos, la apropiación de los vecinos como una marca de memoria propia” (2020, p. 6) y reconoce que el EX 141 M se apropia de la marca del Árbol de la Vida en homenaje a Jorge Dante Bustos que tomamos como punto de referencia para situar la plazoleta, y la recalifica al integrarla a nuevos sentidos. Explica que “esta iniciativa se apropia del Árbol de Jorge Dante Bustos, lo abraza, integrándolo a una serie de marcas de memoria que se inscriben en otro registro, donde lo lúdico y lo artístico abre nuevos procesos de memorialización que implican a otros actores y otras prácticas” (Tabera, 2020, p. 6).

Aquí dedico un párrafo aparte para Jorge Dante Bustos. Desaparecido en el Batallón 141 el día 10 de septiembre de 1976, fecha en que debía irse de baja del servicio militar obligatorio. Vuelve a estar presente en el predio homenajeado con un Árbol de la Vida, un lapacho y la señalización en un cartel informativo hecho en chapa. En la indagación recuperamos, con el área de investigación del Archivo Provincial de la Memoria, los nombres e historias de les desaparecides de las escuelas fundantes. Estudiantes, docentes, egresades, una información en permanente construcción, fragmentariamente reunida a partir de diferentes fuentes, sobre la base de archivos institucionales sin sistematizar y discontinuados por períodos. En ese proceso se hace fuerte la necesidad de homenajear también a la figura de Bustos, el único desaparecido del predio del que se tiene conocimiento. Las historias se amalgaman en las memorias que vamos construyendo. Entonces, sobre el proceso avanzado, damos con el dato a través de las conversaciones en el equipo del Archivo Provincial de la Memoria, de que Bustos fue tío de una egresada de la carrera de Fotografía. Inesperadamente, en esa convergencia se hilvana la experiencia del EX 141 M -que ha cobrado carácter de política de gestión de la universidad- con una de aquellas pequeñas actividades, que habían sido búsquedas esporádicas en solitario durante los primeros años. Entre las que pervive pregnante el recuerdo de esta estudiante (la sobrina de Jorge Bustos) interviniendo el predio en distintos lugares (piso, paredes, césped) con un enorme 141 montado provisoriamente para ser fotografiado. La circularidad de estas memorias parece dar forma a la dimensión poética expresada por Huergo, al decir: “Tal vez el desafío de la pedagogía de la memoria es precisamente volver a articular las raíces con las nubes, las memorias del pasado con los proyectos del futuro” (2011, p. 11).

 

La concepción extensionista, entre los estatutos y las prácticas

En el estatuto de la Universidad Provincial de Córdoba, su capítulo IV se titula Extensión. Allí, en el artículo 66 se expresa que “las actividades de extensión comprenden el conjunto de acciones que determinan la efectiva inserción de la Universidad en el cuerpo social que la comprende y que se encaminan fundamentalmente hacia” y a continuación describe perfiles de intervención encabezados por los siguientes conceptos: “transferencia”, “desarrollo sociocultural”, “vínculo comunicacional”, “organización y dictado de cursos”, “formación continua” y “proyección a la comunidad” (Estatuto de la Universidad Provincial de Córdoba, 2016). Desde esos enunciados se instala fuertemente en la concepción difusionista-transferencista de la extensión universitaria. Perspectiva en la que, siguiendo a Tommasino y Cano, al no poner el foco en los vínculos prioritarios que busca propiciar:

Genera condiciones para que lo que prime, en cambio, sea la subordinación de la política extensionista a las necesidades que presentan, por un lado los agentes económicamente activos del capital (en el juego de oferta y demanda que establecen con las universidades como proveedoras de soluciones técnicas o servicios), y por otro lado, las demandas provenientes del sector productivo (2016, p. 13).

A veces parecería que es necesario verlo escrito para recordar todo lo que falta y desde allí reconocer en el hacer cotidiano del conjunto de una comunidad educativa su propia fuerza transformadora. Esa tensión entre lo dicho en los documentos fundacionales y lo que efectivamente se construye en la práctica, enriquece con su heterogeneidad los modos de articulación entre la universidad y la comunidad de la que es parte. En este sentido, la experiencia que llevamos adelante –que, insisto, no es aislada y fue posible solo en el marco coyuntural de la impronta de gestión de la extensión de la UPC de ese momento- nos alienta a pensarla como una nueva confirmación de que la extensión es territorio de disputa, que alimentada por la potencia transformadora de una universidad pública, es capaz de tensionar el modelo inicial desde el que se concibió la universidad en su instancia de creación. Un modelo de extensión que, en su enunciado fundacional, se intuye preponderantemente anclado a una visión con ciertos trazos próximos a la concepción mercantilista de la educación. Tensiones que también nos ponen en disputa permanente en esta universidad joven, aún en proceso de normalización, donde –como en el resto de la sociedad- las confrontaciones entre los modelos de educación como derecho o como servicio también encuentran adeptos y militantes en ambos márgenes. 

En este sentido, desde su dimensión educativa, esta propuesta busca aportar para que cada une -docente, estudiante, visitante- pueda pensarse políticamente como sujeto desde su lugar particular.  Universidad y comunidad parecen converger en Ciudad de las Artes. Se diluye la separación entre territorio y aula al preguntarnos sobre cómo generar procesos de interpelación en les mismes estudiantes, que son a la vez promotores culturales y participantes de la comunidad. Se desdibujan fronteras, se redefine el espacio del aula, se desnaturalizan los recorridos cotidianos en el predio.

Desde esta perspectiva podríamos inscribir esta trayectoria de experiencias en lo que Tommasino y Cano recuperan como experiencias de “integración de la extensión a la formación disciplinar curricular” (2016, p. 11). Rayana también en una práctica de curricularización de la extensión, dado que además de la propia experiencia formativa de les estudiantes participantes, la visita al EX 141 M ha sido incorporada como actividad introductoria para les ingresantes a algunas carreras.

Entonces, al volver reflexivamente sobre lo recorrido y sobre la densidad de las memorias que habitamos, reconocemos que el anclaje con la comunidad y el trabajo silencioso de años de los organismos de DDHH y los Sitios de Memoria de Córdoba confluyen en esta experiencia que es -a un mismo tiempo- trayectoria de experiencias educativas, extensionistas, artísticas y militantes. Nos atrevemos a pensar que se suma a tensionar las fronteras extensionistas de la propia universidad y que, con ello, contribuye a la  amplificación de su perspectiva en la concepción de la extensión universitaria “como un proceso crítico y dialógico que se propone, en cambio, trascender la formación exclusivamente técnica que genera la universidad ‘fábrica de profesionales’ (Carlevaro, 2010) y alcanzar procesos formativos integrales que generen universitarios solidarios y comprometidos con los procesos de transformación de las sociedades latinoamericanas” (Tommasino y Cano, 2016, p. 15).

 

Palabras al final que más bien son de apertura

El encuentro de múltiples mundos, saberes y destrezas de les estudiantes es determinante de la potencia de las acciones. La interdisciplina germina en las redes con otros colectivos, la experiencia musical, las artes escénicas y tantas otras expresiones que desbordan a la práctica fotográfica en expresiones más complejas y plurales. Nos gusta jugar con la expresión de Tommasino en torno a que la realidad es indisciplinada y desde allí recupera las tradiciones en la que se inscribe la extensión crítica proponiendo la necesidad de realizar abordajes globales, no disciplinares, a partir del análisis de la coyuntura[6]. En esos cruces nos atrevemos a ensayar, modestamente, la creación y reflexión colectiva como campo de gran fertilidad para los procesos educativos, por su potencia subjetivante para la producción de sentidos sociales significativos para la comunidad. Como equipo docente no tenemos formación en otros campos artísticos, pero avanzamos en la exploración mixturada con otras discursividades a riesgo de cierta inespecificidad disciplinar. No obstante, nos afianzamos en nuestra enorme confianza en la potencia de lo colectivo. Para ello, diseñamos instancias de coordinación, sensibilización y acompañamiento, con escucha atenta a las posibilidades que van emergiendo del propio grupo.

De este modo, creemos que este es un aporte a la tarea cotidiana y colectiva de construir socialmente el territorio de la Ciudad de las Artes en el predio del ex-batallón militar; apostando a que la vivencia de habitar un espacio historizado y contextualizado, amplíe la potencia performativa de la experiencia educativa. Las memorias sobre el territorio habitado son expresiones individuales que puestas en diálogo con otres cobran proyección colectiva. Por ello, afirmamos junto a Juan Pablo Abratte que “el carácter público de la universidad tampoco es un dato dado, sino una construcción histórico-política” (2019, p. 14), entendiendo que la problematización de un territorio atravesado por múltiples dimensiones sociales nutridas a la vez por múltiples militancias (derechos humanos, feminismos, diversidades de género, agrupaciones políticas, etc.) se constituye en una oportunidad en la que la extensión, la educación, las artes y las memorias parecen desdibujar intencionadamente sus fronteras.

 

Referencias

Abratte, J. P. (2019). Presentación del Dossier. Educación y territorios: Pensar lo público en las prácticas extensionistas. E+E: estudios de extensión en humanidades, 6 (7). Pp. 11-15. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/EEH/article/view/24204

 

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Tommasino, H. y Cano, A. (2016). Modelos de extensión universitaria en las universidades latinoamericanas en el siglo XXI: tendencias y controversias. Universidades, 67. Pp. 7-24. Unión de Universidades de América Latina y el Caribe Distrito Federal, Organismo Internacional. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=37344015003

 

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[1] Inserción institucional: Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba. Correo electrónico: aliciacaceres@artes.unc.edu.ar

[2] El Batallón de Comunicaciones 141 fue creado en 1936. Allí fue emplazado el Destacamento de Inteligencia 141 General Iribarren durante la última dictadura cívico-militar argentina.

[3] En la estructura represiva argentina, los territorios de la nación se distribuyeron en los cuatro cuerpos del ejército a los fines de planificar, organizar y administrar la ejecución de la represión. El III Cuerpo de Ejército tenía a su cargo los territorios correspondientes a diez provincias argentinas: Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy.

[4] Este es el nombre coloquial que se le dio al juicio en alusión a la extensión y cantidad de causas que reúne. El juicio se llamó Menéndez III. Algunos de los testimonios que tuvieron lugar en su desarrollo echaron luz sobre rasgos de funcionamiento del Destacamento de Inteligencia 141 General Iribarren, que los testigos conocieron desde distintos roles de vinculación. Se trata por ejemplo de Toto López o Piero Di Monte (sobrevivientes de La Perla) o Luis Alberto Quijano (hijo de un represor que lo llevó a trabajar allí cuando tenía 14 años de edad).

[5] María Noel Tabera es responsable del Área de Comunicación del Espacio para la Memoria y Promoción de los Derechos Humamos “La Perla”.

[6] De toma de notas en clase de Humberto Tommasino, en el marco del curso Extensión, territorio y arte, organizado por la Facultad de Artes de la UNC en 2020.