Revista de Culturas y Literaturas Comparadas, volumen 14 - diciembre 2023
ISSN: 2591-3883
Psiquiatría y esquizofrenia en Büchner, Nerval y Goetz
Zaida Leila Daruich
zaidaldaruich@gmail.com
UNSL - UNC
Resumen
El término esquizofrenia proviene de la psiquiatría. Según los psiquiatras franceses
Lemoine y Cyrulnik (2016), este es un concepto cuestionable. Creado en 1908 por el
psiquiatra suizo Eugen Bleuler (1857-1939), este término significa mente dividida. En
el campo de la literatura, Todorov (2011) recurre a la obra del psiquiatra J. S. Kasanin
(quien en 1933 implementó el concepto “trastorno esquizoafectivo”) para plantear las
características de los personajes de la literatura fantástica. Deleuze y Guattari (2013) y
Fredric Jameson (2012) aluden al término “esquizofrenia” para caracterizar las
consecuencias sociales y psicológicas de un período histórico. Los rasgos emocionales de
esta enfermedad se pueden observar en tres obras literarias diferentes: para escribir su
novela Lenz (1839), G. Büchner se basó en la biografía de un autor del siglo XVIII que
padecía trastornos mentales; G. de Nerval se inspira en su propia vida para crear Aurelia
(1855), desde una perspectiva fantástica (según lo propuesto por Todorov); y R. Goetz
inserta la historia de Loco (1983) en la vida contemporánea, donde el individuo sufre cada
día la alienación y la incomprensión. El objetivo del siguiente trabajo será analizar el
tratamiento de la esquizofrenia en las tres novelas mencionadas anteriormente. Los
autores alemanes (Büchner y Goetz) comparten una mirada científica; y Goetz y Nerval,
la perspectiva narrativa (polifónica en el primero e individual en el segundo) y la
autobiográfica, que surge de los datos que aportan en sus obras.
Palabras clave: esquizofrenia, literatura comparada, Büchner, Nerval, Goetz.
Psychiatry and Schizophrenia in Büchner, Nerval y Goetz
Abstract
The term schizophrenia comes from the field of psychiatry. According to French
psychiatrists Lemoine and Cyrulnik (2016), this is a questionable concept. Created in
1908 by Swiss psychiatrist Eugen Bleuler (1857-1939), this term means "divided mind."
In the field of literature, Todorov (2011) turns to the work of the psychiatrist J. S. Kasanin
(who in 1933 implemented the concept “schizoaffective disorder”), to propose the
characteristics of the characters in fantasy literature. Deleuze and Guattari (2013) and
Fredric Jameson (2012) allude to the term “schizophrenia” to characterize the social and
psychological consequences of a historical period. The emotional features of this illness
can be observed in three different literary works. To write his novel Lenz (1839), G.
Büchner sought inspiration in the biography of an 18th century author who suffered from
mental disorders; G. de Nerval is inspired by his own life to create Aurelia (1855) from a
fantastic perspective (as proposed by Todorov), and R. Goetz sets Loco (1983) in
contemporary life, where the individual suffers from alienation and incomprehension
every day. The objective of the following work is to analyze the treatment of
schizophrenia in the three novels mentioned above. The German authors (Büchner and
Zaida Leila Daruich: Psiquiatría y esquizofrenia en Büchner, Nerval y Goetz
Goetz) share a scientific perspective; and Goetz and Nerval, the narrative perspective
(polyphonic in the first and individual in the second), and the autobiographical narrative,
which arises from the data they provide in their works.
Keywords: schizophrenia, comparative literature, Büchner, Nerval, Goetz.
Los objetos (…) han perdido todo significado; las personas, despojadas de toda
naturalidad (…) son como fantasmas que se mueven desorientados en la llanura infinita
(…) allí dentro, aislada (…) me sentía espantosamente sola
(Sechehaye 124)
Según los psiquiatras franceses Lemoine y Cyrulnik (2016) el término
esquizofrenia es cuestionable. Creado en 1908 por el psiquiatra suizo Eugen Bleuler
(1857-1939), este concepto significa mente dividida. La esquizofrenia indica un grupo
de psicosis cuyo síntoma principal es la disociación de las funciones psíquicas, con
pérdida de sentido de lo real, alucinaciones y delirios. Los psiquiatras estadounidenses
llaman “schizophrenia” (schizophrénie en francés) a lo que los ingleses llaman
“trastornos del estado de ánimo” (mood disorders; troubles de l'humeur en francés),
síndrome que incluye una serie de síntomas como el abatimiento, la tristeza, la
melancolía, el spleen o simplemente el mal vivir. Luego, estas alteraciones anímicas se
agruparán en un solo término: la depresión y sus diferentes matices.
El objetivo del siguiente trabajo será analizar qué importancia tuvieron los
conocimientos médicos de los escritores de las obras literarias Lenz (1839), Aurelia
(1855) y Loco (1983), y cómo repercutieron en sus escrituras sus propias interpretaciones
sobre lo que, a principios del siglo XX, se denominó “esquizofrenia”.
Georg Büchner (1813-1837) estudió medicina y filosofía en las Universidades de
Estrasburgo y Zurich. En 1836 dio su conferencia de prueba llamada Acerca de los
nervios craneales”. Según Forssmann y Jané (1992) el diario sobre el episodio de la vida
del escritor Lenz escrito por el filántropo y pastor protestante Johann Friedrich Oberlin y
algunas cartas no conservadas, constituyen las fuentes de la narración de Büchner.
Kramer (2013) señala que Büchner rediseñó el curso patológico de Lenz y anticipó la
constitución del cuadro clínico de la esquizofrenia. Asimismo, Wübben (2016) indica
que, en 1921, una década después de que Eugen Bleuler introdujera el concepto de
esquizofrenia, el psiquiatra Wilhelm Mayer recomendó el Lenz de Büchner como una
representación exitosa de la psicosis esquizofrénica, pero advierte que tales atribuciones
son anacrónicas, ya que proyectan un cuadro clínico descrito por primera vez en 1908
sobre un texto escrito unos ochenta años antes, sin reflexionar sobre la historicidad de los
conceptos de enfermedad. Aclara que, para comprender los rasgos esquizoides del
escritor Lenz, se pueden tomar como textos de referencia psiquiátrica las obras de Johann
Christian Heinroth (1818) y Karl Ludwig Kahlbaum (1874). Hiebel (2020) señala que
Büchner conocía algunos textos o al menos tesis de la psiquiatría contemporánea,
especialmente de los dicos franceses P. Pinel (1745-1826) y J. E. Esquirol (1772-
1840), y se centra en las medidas terapéuticas, la autolesión, la psicosis, la
despersonalización, la desrealización y el miedo, los cuales no se relacionan
exclusivamente con la esquizofrenia.
Aurélia o el sueño y la vida (1855) fue inicialmente concebida por Gérard de
Nerval (1808-1855) como un “informe clínico”, una especie de diario de sus “sueños”
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cotidianos, destinado a proporcionar, al mismo tiempo, un documento médico. La historia
está constituida por sus dos estancias en la clínica del doctor Blanche entre 1853 y 1854
(Spoljar 167-168). Algunos de los rasgos que caracterizan al narrador protagonista son
mencionados por Todorov para definir la sensación de los personajes (propios de la
literatura fantástica) de no distinguir entre un producto de la imaginación y un
acontecimiento real ―“lo fantástico ocupa el tiempo de la incertidumbre” (24) y
principalmente porque la esquizofrenia es uno de los temas que el crítico literario francés
señala como propios del género. Para Todorov, “lo sobrenatural comienza a partir del
momento en que se pasa de las palabras a las cosas supuestamente designadas por ellas”
(117) y esta ruptura de los límites entre materia y espíritu es propia del pensamiento de
los esquizofrénicos. Otra característica de la literatura fantástica es la metamorfosis que
sufre una persona que puede multiplicarse fácilmente. En Aurelia se hace referencia al
doble de las leyendas”, y también al “hermano místico al que los orientales llaman
Ferouïr (93). La vida prosaica se fusiona con las leyendas y las creencias orientales, el
yo se desdobla (se escinde), y el intérprete se transforma en espectador de su propia vida,
o de una existencia que se asemeja a la suya
1
.
Rainald Goetz (1954) es doctor en Historia y Medicina. Según Thomas Anz
(2012), su novela Loco (Irre) de 1983 enriquece la discusión de la psiquiatría, que suele
ser conducida por intelectuales de una manera muy teórica y poco verosímil, no solo con
observaciones inusualmente realistas, sino también con talento literario. Publicada más
de un siglo después de las obras de Büchner y Nerval, Loco se configura como un
verdadero inventario de padecimientos mentales representativos de una sociedad
alienante y perturbadora. Goetz escribe como médico, artista y performer (hay que
recordar que con motivo del premio Bachmann se autolesionó la frente)
2
. El mismo
psiquiatra se ha transformado en un enfermo: en este sentido, se observa la
indiferenciación entre el médico y el enfermo, es decir, entre el sujeto y el objeto de
estudio. Por otro lado, en 2015, durante el discurso de agradecimiento al recibir el premio
Georg Büchner, Goetz destacó la conexión entre periodismo, literatura y política en
autores como Heine y Büchner, creando un lazo entre su producción y la de uno de los
primeros escritores de ficción que documentó los síntomas de lo que luego se llamó
“esquizofrenia”.
La ruptura entre los límites de la materia y del espíritu, percepción distintiva de
los protagonistas de las dos obras literarias del s. XIX mencionadas, surge a raíz de la
alienación social y económica que se vive en el s. XX, tal como lo apuntan Deleuze y
Guattari al referirse a Lenz en las primeras páginas de su Anti-Edipo: “Ya no existe ni
hombre ni naturaleza, [...] toda la vida genérica: yo y no-yo, exterior e interior ya no
quieren decir nada” (12). Todo emerge del interior del individuo, y en esta sumersión, se
elimina la separación entre objeto y sujeto. Además, siguiendo al filósofo y al
psicoanalista franceses, el esquizofrénico construye su propio sistema de codificación:
dispone de modos de señalización propios, ya que dispone en primer lugar de un código
de registro particular que no coincide con el código social [...] Se podría decir que el
esquizofrénico [...] mezcla todos los códigos (23). El esquizofrénico no identifica el
signo lingüístico de un modo convencional, y elabora su propio método para expresarse,
1
Freud en su ensayo “Lo ominoso”, mencionado por Todorov para referirse al género "extraño", toma
ejemplos de la obra del escritor alemán de literatura fantástica E.T. A. Hoffmann y se focaliza en las
variaciones y desarrollos del concepto del “doble”, entre ellos: “la identificación con otra persona hasta el
punto de equivocarse sobre el propio yo o situar el yo ajeno en el lugar del propio o sea, duplicación,
división, permutación del yo—” (234).
2
Discurso de Goetz: https://www.youtube.com/watch?v=Wn64AVFydDw&ab_channel=JohnTaylor”
Zaida Leila Daruich: Psiquiatría y esquizofrenia en Büchner, Nerval y Goetz
obstruyendo cualquier interacción posible. Y en la era del capitalismo, este estado de
ensimismamiento (o de aislamiento) se hace más evidente:
El capitalismo es profundamente analfabeto. La muerte de la escritura, como la muerte
de Dios o del padre, ya hace tiempo que se consumó (…) la escritura implica un uso del
lenguaje en general según el cual el grafismo se ajusta a la voz, pero también la
sobrecodifica e induce una voz ficticia de las alturas que funciona como significante
(247).
En el reinado de la sociedad de consumo, el sujeto se encuentra despojado de lo
intangible (de Dios y del habla) y de su registro (la escritura). Solo fulgura lo material y
el significante: la forma y el sonido sin su significado. Todorov también repara en el modo
de comunicarse del esquizofrénico —“Como el objeto deja de estar separado del sujeto,
la comunicación se establece de manera directa, y el mundo entero queda insertado en
una red de comunicación generalizada” (121) y en las consecuencias en el lenguaje:
“(El) renunciamiento al lenguaje lo lleva a vivir en un presente eterno [...] instaura un
‘lenguaje privado’ (un anti-lenguaje). El lenguaje se convierte entonces en un medio de
separarse del mundo, por oposición a su función de mediador” (144). El convencimiento
de haber sido arrojado solo y desamparado al mundo conducen al esquizofrénico a crear
analogías quiméricas (en esa red de comunicación generalizada) y a la constante búsqueda
de una figura maternal o divina que lo proteja de toda ensordecedora adversidad (muchas
veces imaginada por él).
Deleuze y Guattari indican los tres conceptos en los que se erige la teoría de la
esquizofrenia (la disociación, el autismo, el espacio-tiempo o el ser en el mundo), los
cuales tienen en común el relacionar el problema de la esquizofrenia con el yo. Pero la
primera persona se altera, y se adopta la tercera: “Una vez como yo disociado, otra como
yo escindido, otra, la más coqueta, como yo que no había cesado de ser” (31). Distinguen
la neurosis como un trastorno intraedípico y la psicosis como una huida extraedípica, esta
última vinculada a la esquizofrenia y a una percepción distorsionada de la realidad.
Asimismo, el esquizofrénico ha convertido el sentido del viaje, ya que es “in situ, incluso
al desplazarse en el espacio es un viaje en intensidad” (136). El esquizofrénico se define,
entonces, por su contacto con el exterior y el retorno a su interior, donde el
desplazamiento es solo psíquico.
Todorov distingue entre loco o psicótico y ser humano racional. Destaca que
los psiquiatras afirman que a diferencia del hombre “normal”, el psicótico no sería capaz
de distinguir los diferentes marcos de referencia y “confundiría lo percibido y lo
imaginario” (119). Para ello recurre a la obra de J. S. Kasanin: “A la inversa del llamado
pensamiento normal, que deberá permanecer dentro del mismo campo [...] el pensamiento
de los esquizofrénicos no obedece a las exigencias de una referencia única” (cit. en
Todorov 119)
3
.
Frederic Jameson, en Posmodernismo, la lógica cultural del capitalismo tardío,
afirma que una de las consecuencias de los cambios culturales que ha provocado la
posmodernidad es que ha convertido al sujeto en un ser esquizofrénico. La esquizofrenia
3
Foucault por su lado, afirma que en el siglo XIX el concepto de locura estaba vinculado a los criminales
y “a toda la clase de los asociales.” Entre estos últimos se ubican los "iluminados" y "visionarios" que
“corresponden a nuestros alucinados”. (Foucault, 1998, 86-87). Pero esta caracterización proviene de un
mundo racional, también creado por el ser humano: "el loco es reconocido como tal porque nuestra cultura
lo ha situado [en ese lugar]” (97).
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consiste en una ruptura en la relación entre significantes, lo que provoca la imposibilidad
de sentido. El esquizofrénico no puede ordenar coherentemente el presente, el pasado y
el futuro no solo de la frase, sino también de su propia identidad, de su vida psíquica: ya
no puede concebir su identidad como algo estable, algo que persiste a lo largo del tiempo.
Dado que no tiene identidad personal vive arrojado a un presente que se experimenta
como irrealidad, como pérdida de sentido: perdido el significado, el significante se
convierte en imagen, en simulacro vacío. Este tipo de sujeto fragmentado y
esquizofrénico aparece en las obras contemporáneas. A esto se debe que los temas
recurrentes de las obras posmodernas sean la incomunicación, la fragmentación de las
emociones, la pérdida de sentido del mundo, la paranoia espaciotemporal, la ausencia de
relación entre el cuerpo y la mente
4
.
La esquizofrenia en el siglo XIX: Lenz y Aurelia
Lenz es una novela fragmentaria editada póstumamente en 1839, recordemos que
Büchner murió en 1837. Relata las experiencias esquizoides del escritor Jakob M. R. Lenz
(1751-1792), perteneciente al grupo de escritores del movimiento alemán Sturm und
Drang. Como señala Modern, la obra de J. M. R. Lenz había sido recientemente editada,
en 1828, por el escritor de cuentos fantásticos Ludwig Tieck. Pero en Estrasburgo ya se
conocían detalles de su vida y su paso por Waldebach, pequeño pueblo de los Vosgos,
donde estuvo bajo el cuidado del pastor protestante Johann Friedrich Oberlin (1740-
1826). Lenz se refugiará unos meses en casa de Cornelia (hermana de Goethe), pero en
el verano de 1777 ella muere repentinamente. Comienzan entonces sus trastornos
mentales, a los que Lenz trata de poner término colocándose al cuidado de Christoph
Kaufmann (1753-1795). Cuando se manifiesta el primer ataque de locura, Kaufmann lo
remite a Oberlin. Lenz permanece allí alrededor de tres semanas en los comienzos de
1778, que son justamente en las que se basa la novela de Büchner.
Aurelia o el sueño y la vida (1955) es una novela del escritor francés G. de Nerval.
Del Prado destaca sus filiaciones literarias: Nerval se vincula con el escritor Théophile
Gautier (1811-1872) y con pintores, escultores y arquitectos franceses. Además, traduce
a Jean-Paul y a Hoffmann. Asoma la influencia del romanticismo alemán en cuanto a la
importancia de lo religioso, la representación del sueño y la figura del doble; y el
parnasianismo en la presencia de otras disciplinas artísticas, la mitología griega y el
esoterismo. Según Béguin los acontecimientos de la vida de Nerval toman un valor
simbólico en Aurelia. Esto explica el aparente desorden cronológico del relato. Surge
“una especie de memoria intemporal, análoga a la del sueño” (Béguin 437). Su vida se
transfigura en un mito que integra el destino de sus semejantes. Está escrita en primera
persona y presenta una analepsis vinculada al pasado del protagonista.
Siguiendo a Wübben, en Lenz de Büchner la enfermedad se reconoce en el registro
diario de los síntomas, en la temporalización, y en la presentación del discurso directo.
Uno de los síntomas del enfermo es la sensación de irrealidad. Si nos remitimos
al comienzo, el narrador interpreta lo que le sucede psíquicamente a Lenz en cuanto a su
propia experiencia sensorial confusa e ilusoria (Büchner, 1992, 137). De todos modos,
los esquizofrénicos pueden tener raptos de lucidez, algo que se expone unas páginas más
adelante: Lenz participa de una conversación sobre literatura y arte (analiza dos cuadros
de dos pintores holandeses del s. XVII, Carel van Savoy y Nicolass Maes) y señala, desde
4
Jameson, para justificar su hipótesis, cita la obra Diario de una esquizofrénica (1950) de la psiquiatra
Margerite Sechehaye. Las impresiones de la paciente observada, filtradas en sensaciones de irrealidad,
confusión e inversión de las dimensiones de los objetos y los seres que la rodean, desdoblamiento, culpa y
miedo, pueden observarse en las tres novelas estudiadas.
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el discurso directo, que prefiere el arte que le ofrezca la naturaleza real (144). También
se hace referencia, en tercera persona, a los dramas más conocidos de Lenz (El preceptor
y Los soldados).
Por otro lado, en la obra de Nerval, desde la primera persona, el narrador comienza
con una interpretación del sueño comparándolo con la muerte. Recuerda las obras que
han explorado el alma: La Divina Comedia de Dante Alighieri (1307-1321), Memorabilia
de Swedenborg (1747-1765) y El asno de oro (s. II d. C) de Apuleyo. Luego afirma que
las tomará como ejemplo para “tratar de transcribir” las impresiones de su enfermedad.
Aunque luego alega “no bien por qué me sirvo del término enfermedad, pues nunca
[...] llegué a sentirme en mejor estado de salud” (Nerval, 2011, 28). Todorov (2011)
advierte esta tendencia del narrador protagonista de presentarse como alguien que está en
sus cabales con el fin de que su relato sea creíble. Pero inmediatamente, Nerval vuelve al
terreno de lo asombroso, al aludir a su inclinación a la megalomanía y al preguntarse si
habrá que preocuparse por perder la razón cuando la imaginación le está ofreciendo tan
dulces tentaciones. Entonces señala que hará referencia a la pérdida de un amor.
Nuevamente, el narrador se instala en el terreno de la ficción, ya que no dice el nombre
real de su amada (la llamará justamente Aurelia, nombre de la musa del monje Medardo
en la novela fantástica Los elixires del diablo de 1815 de E.T.A. Hoffmann). Aunque
luego dirá concienzudamente: “Si no pensase que la misión de un escritor es analizar
sinceramente lo que experimenta [...] me detendría aquí(42-43), fusionando su profesión
de escritor con su inclinación a lo fabuloso.
En la obra de Nerval se hacen palpables las distorsiones espaciotemporales, ya
que desde el mismo título (Aurelia o el sueño y la vida) se han enmarañado la vigilia y el
sueño: el narrador se desplaza fácilmente en el espacio y el tiempo (52). Pero también
están en juego sus recuerdos: su discurso transcurre entre un paseo por la ciudad, la visita
a unos parientes, un albergue y un lugar desierto, para finalmente aclarar me desperté
totalmente desolado (126).
Se puede decir que, con respecto a la “irrealidad”, los narradores apelan a
diferentes circunstancias. Por un lado, Büchner se refiere al sentimiento de irrealidad
desde sus conocimientos sobre esta enfermedad. Describe a un personaje que desea mirar
las cosas al revés y que busca algo indescifrable, pero que, al mismo tiempo, puede
reflexionar sobre temas artísticos. Otro es el caso de Nerval en Aurelia, quien se refiere a
su experiencia a partir de la comparación entre el sueño y la muerte, mencionando él
mismo diferentes obras literarias. Sin embargo, los dos escritores coinciden en presentar
a dos protagonistas para los que los mites entre la imaginación y la realidad permanecen
ambiguos.
Surge la inversión del tamaño de los objetos y los seres. En Lenz, las nubes
primero son “corceles” luego “nubecillas” (138); la tierra se hace pequeña, luego se
vuelve inmensa (138); el personaje llega a creer que su madre aparecería “detrás de un
árbol, alta” (141); el cielo es un ojo azul y la luna aparece dentro de él (149). En Aurelia,
esta característica se observa, por ejemplo, en un ser de tamaño desmesurado [...]
revoloteaba penosamente en la altura (37). Büchner despliega su caudal imaginativo y
recrea más detalladamente la desrealización y el miedo que esta provoca, síntoma
estudiado por psiquiatras de la época; Nerval, en cambio, utiliza principalmente imágenes
oníricas.
Otro síntoma es la autolesión. Lenz tiene intentos de suicido, de los que el narrador
dice que son más para sentir el dolor físico que para morir (154). Nerval, en cambio,
comenta que la desesperación y la tendencia al suicidio son pensamientos que atravesaron
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su mente, pero que luego encontró el “sosiego” (135), sin ser demasiado determinante en
esta decisión en el transcurso de la novela.
En cuanto a la incomunicación (ya anticipada por autores que se refieren a un anti-
lenguaje), Lenz asevera que el arte no puede retener el caudal de la belleza y tampoco las
palabras son suficientes para hablar sobre ella (145). Hay una necesidad de volver a la
normalidad, un deseo de ser amparado por esa sociedad racional. Este síntoma se
vislumbra en las aseveraciones de Büchner: “Tenía que comenzar entonces con las cosas
más sencillas para recobrar la calma. En rigor, no era él quien eso hacía, sino un poderoso
instinto de conservación (153); “el instinto de conservación mental le despertaba
bruscamente; se precipitaba en los brazos de Oberlin (154). En Aurelia, además de la
transcripción de diálogos ficticios (es decir, que no cumplen con su verdadera función
comunicativa), se pueden observar varias referencias a la vida de Nerval: por ejemplo,
recuerda a su madre y a su padre (132), y menciona los libros que ha escrito (148). Pero
no se observa ese deseo de volver a la normalidad que aparece en Lenz, ya que Nerval,
como se dijo anteriormente, se encuentra cómodo en su singular visión de la realidad.
También se manifiesta el desdoblamiento en la obra de los dos autores. El
escuchar voces extrañas es un síntoma clave en la pérdida de la razón de los enfermos.
Además, los autores utilizan diversos recursos estilísticos para resaltar la visión
insólita de los protagonistas: Büchner emplea comparaciones para describir las nubes
(137) y el viento (149); personificaciones para hablar de la locura (140), la vida (140), el
sol (141) y el silencio (155). Las cosas, para Lenz, adquieren la forma de su espíritu, por
lo que se identifica con ellas: sujeto y objeto han dejado de estar separados. En un
momento hasta se convierte en el gato que mira: Lenz hacía los mismos ruidos con el
rostro horriblemente deformado” (153). En Aurelia también se utiliza la personificación,
por ejemplo, en mudas tinieblas, “los montes se lo cantaban a los valles, un suspiro,
un estremecimiento de amor, surgía del henchido seno de la tierra, la tornasolada
mirada de una estrella (186). La naturaleza, además de ser descripta de una forma
minuciosa (sin el componente trágico observado en Lenz), aparece insertada (al decir de
Todorov) en una red de comunicación generalizada: un pájaro [...] comenzó a hablar
como una persona [...] me hablaba de personajes de mi familia, vivos o ya muertos” (49).
En este sentido, en Aurelia se aprecia una mayor complacencia en la naturaleza, en
sintonía con el valor mítico y originario que Nerval desea otorgarle a su vida.
Asimismo, en las dos obras, se visibiliza el rapto místico de algunos “alucinados”,
al decir de Foucault. Cuando Lenz observa el cadáver de Friederike (un episodio que
remite indirectamente a su biografía), el narrador afirma que él “rogó a Dios [...] que
obrara un milagro a través de él, que reanimara a la niña (149). En Aurelia, los raptos
visionarios se distinguen sobre todo en el supuesto don de Nerval para sanar a sus pares:
“La idea de que me había vuelto semejante a un dios y que tenía el poder de curar me
hizo imponer las manos sobre algunos enfermos” (155). Este síntoma posee distintas
funciones en las obras: en Lenz causa la pérdida de la fe en el protagonista; en cambio, en
Aurelia, justifica una vez más el poder divino y superior que se atribuye el mismo
narrador.
En el s. XIX, Büchner estudia un caso clínico y lo recrea en una narración
inacabada, y Nerval habla sobre mismo, justificándose, tratando de normalizar su
enfermedad. Si bien el primero se basa en un diario y en estudios clínicos, y el segundo,
principalmente, en su visión poética de la realidad (Béguin), en las obras de los dos
autores lo religioso surge como medio de salvación. Büchner y Nerval, desde diferentes
perspectivas, buscan soluciones para los enfermos: en la novela de Büchner, en un
refugio, acompañado de un pastor y, en la novela de Nerval, en una clínica psiquiátrica.
Zaida Leila Daruich: Psiquiatría y esquizofrenia en Büchner, Nerval y Goetz
Sin embargo, los dos autores dejan bien en claro que estos enfermos, por más que tengan
pensamientos indescifrables, son distintos al otro (al sujeto racional) y son capaces de
reflexionar y discurrir de modo consciente y organizado.
La esquizofrenia a fines del siglo XX: Loco
Casualmente un año antes de la publicación de Loco (1983), se estrena la
adaptación de Lenz en el cine, dirigida por Alexandre Rockwell (Estados Unidos). Lenz
es representado como un joven introvertido en la ciudad de New York, cobijado por un
amigo (el personaje homólogo de Oberlin), escuchando discursos incomprensibles, y
sosteniendo conversaciones musicales y filosóficas. La novela de Goetz comienza con
una cita de una canción de la banda dadaísta Palais Schaumburg (Grünes Winkelkanu/ Ich
dreh Dir den Hals herum) que remite a la oralidad y señala un rasgo esquizoide (el cambio
de las dimensiones de los objetos canoíta y la personificación de los objetos la
canoa tiene cuello). Además, cada capítulo (Alejarse, Adentro, El orden) posee una
ilustración y un nuevo epígrafe: “Podemos ver lo que sabemos ver. El secreto está a la
vista”; “Todo se aclarará en el curso de los acontecimientos”; “Don´t cry: work”. Las
menciones a determinados medicamentos (Haldol, Neuroactil, Texilán, Saroten,
fenotiazinas), a términos vinculados a la psiquiatría (epicrisis, psicopatología, estatus
somático y neurológico, observaciones ambulatorias, cefalorraquídeo) y a los trastornos
mentales (personalidad querulante, urolagnia, síndrome maniforme, acatisia, discinesia,
hebefrénico, hematoma epidural y subdural, epilepsia postraumática, agnosia, alexia,
acalculia, anosognosia, demencia desapacible depresiva, enfermedad de atrofia, síndrome
de Pick, personalidad anancástica, Spectrum disorder), pueden derivar en verdaderos
glosarios. La primera parte de la novela, titulada “Alejarse", comienza en primera
persona, en la salida de la clínica: aparece el metro, la primavera, la búsqueda constante,
el desorden en el cuarto, la desorientación, las preguntas retóricas, los zumbidos en los
oídos. También se presentan problemas de identidad, un sueño, y el despertar en la
oscuridad. La desorientación temporal y espacial se traduce en desorden mental. Luego
se habla en tercera persona: “El sr. S [...] vuelve a su mundo sin tiempo ni nombre”
(Goetz, 2015, 19). En relación con el desdoblamiento, el narrador manifiesta síntomas
esquizoides. La perspectiva narrativa aparece como un abanico de relatividades, filtrada
por la voz protagonista, la despersonalización (el no-yo), el punto de vista del testigo, el
diagnóstico, el discurso directo e indirecto, el monólogo interior, la identificación, la
tercera persona y la ejemplificación de diferentes tipos de médicos, pacientes y casos
clínicos. Además, los ámbitos público y privado se muestran entrelazados a causa de la
importancia que adquieren los medios de comunicación (48-53). La ciudad tiene una
presencia avasallante: se remarca la alienación. Hay una referencia a la locura en general
en “el loco ha elegido la demencia [...] para poder someterse a los mandamientos del
capital y el Estado, en tanto se exime de las exigencias del mundo burgués” (19), que
imposibilita la salvación. Las voces que escucha el enfermo Lenz en Büchner se vuelven
verdadero mandato político en Goetz: el Estado manda. Se utilizan determinadas
personificaciones e imágenes desde la visión esquizoide: se dice que la sangre “busca un
camino y se encuentra con ríos” (23), “las ideas se persiguen” (31), “la mañana me
estrangula” (89), o la cosificación en me siento como un molinillo de oración que
siempre dice lo mismo” (25) o “la sabiduría inmóvil de la desesperación” (196). Hay una
discusión sobre el arte y el lenguaje en primera persona del singular, pero también se hace
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ISSN: 2591-3883
referencia al otro que escucha, que además se parece a uno mismo —“y con Ud. no me
refiero a Ud., sino a mí” (24)—. El interlocutor no deja de ser un personaje inventado y
el diálogo una utopía, imposibilitando la verdadera comunicación (25). La psicosis, la
locura y los efectos de algunos estupefacientes aparecen descriptos de forma precisa (40).
Hay desproporción en el tamaño de las cosas; por ejemplo, en un momento, todos los
pacientes se transforman en un paciente gigantesco (44). Hay fragmentación, por ejemplo,
en “Oigo lo que los ojos no pueden alcanzar” (61). También brota el miedo en la
naturaleza y en la ciudad: “Tengo que despertarme incontables veces. Espantado, cierro
los ojos rápidamente y me doy la vuelta a un lado” (221). La predisposición al suicidio se
presenta de renovadas maneras en la obra: “Oigo gritar a los locos [...] una vida sin sentido
debe ser aniquilada. Al mismo tiempo: miedo [...] Cada vez que se acerca un tren, me veo
trepando por el terraplén y saltando ante la locomotora” (98). En la tercera parte, “El
orden, se vuelve a la primera persona (221) y a la realidad a través del arte. Se mencionan
artistas punk y cineastas, como David Lynch (230-231), escritores como P. Highsmith,
W. Faulkner y H. Achternbusch (261-290) y se incorporan algunas imágenes. En relación
con la cercanía con lo celestial, el narrador se refiere a puntas de lanzas blancas y a rayos
ardientes que se han clavado en su cuerpo (17), homologando a un santo mártir. También
utiliza determinados términos religiosos como “Salve”, pero los lleva al ámbito cultural
(224). Hacia el final, introduce un diálogo en el que uno de los personajes se llama Señor
Papa y dice: “¡Jerusalén! Vía Dolorosa piensa entretanto ¡Sacramento divino! ¡Cómo
me pica hoy otra vez la colostomía!—, Vía Dolorosa saneada” (286), invocando
sacrílegamente al cristianismo.
Rainald Goetz introduce otros recursos literarios y artísticos: en la novela, ya a
principios de siglo, se habían implementado técnicas nuevas, como el monólogo interior.
En la posmodernidad, se mixturan géneros y estilos: se incorporan diálogos, entrevistas,
descripciones. Se mezclan disciplinas artísticas: hay dibujos, fragmentos de canciones,
historietas, fotografías del mismo autor. La autobiografía se mezcla con el ensayo y la
novela. Se mencionan los medicamentos y a la enfermedad de forma documentada, pero
esto también significa la consolidación de la sociedad de consumo y el creciente fomento
de la automedicación.
Consideraciones finales
Se puede observar cómo va mutando la perspectiva narrativa en tres autores
interesados en representar lo que se denominará “esquizofrenia”: Büchner lo hace desde
la ciencia, la documentación y la poesía; Nerval desde la enfermedad y la poesía; Goetz
desde la ciencia, la enfermedad, y el arte musical, plástico, audiovisual y literario.
Asimismo, cabe señalar que Todorov no incluye la obra de Büchner en el repertorio de
obras de la literatura fantástica del s. XIX. Esto se debe, principalmente, a que la obra de
Büchner puede ser leída como la ficcionalización de un caso clínico: la principal función
del texto no es hacer vacilar al lector, sino permitirle experimentar la situación en que se
halla un enfermo. Otro es el caso de Aurelia, donde la perspectiva narrativa del
protagonista imprime la duda en quien la lee. Además, en la obra del autor francés,
sobresale la melancolía (algo propio del humor, de los troubles de l'humeur). Pero, a fines
del s. XX, nuevamente es un alemán el que va a tomar la esquizofrenia como eje de
escritura, pero esta vez no lo va a hacer desde el punto de vista heterodiegético, sino desde
el interior del relato, y sirviéndose de la polifonía: ahora no hay un loco distinto al
racional, sino que el mismo ser pensante y funcional al sistema es un esquizofrénico. La
intemporalidad y la desorientación determinan la personalidad de los protagonistas: nunca
están en un lugar determinado, todo se ubica en sus propios laberintos mentales, en esos
viajes in situ a los que alude Deleuze. Los pasadizos físicos (en el recuerdo, y en espacios
Zaida Leila Daruich: Psiquiatría y esquizofrenia en Büchner, Nerval y Goetz
naturales y urbanos) suponen la inestabilidad interior. A nivel estructural, es importante
mencionar que las tres obras presentan una organización poco convencional: Lenz es una
novela inacabada; Aurelia comienza como un diario, pero concluye como una novela; y
Loco está dividida en capítulos con ilustraciones y títulos referidos a diferentes procesos
mentales. En las obras de los autores alemanes la locura se vuelve un verdadero análisis
de la realidad de su tiempo. Se podría decir que en las obras de origen germánico hay un
compromiso social y vivencial: se cuestionan las consecuencias de la enfermedad y el
trato que reciben los enfermos en la sociedad de su época. Büchner y Goetz comparten la
mirada científica; y Goetz y Nerval, la perspectiva narrativa (siendo polifónica en el
primero e individual en el segundo), y la autobiografía. En Aurelia se observa una
negación de la locura, que poco a poco se va aceptando; no así en Loco, donde la locura
es persistente y consciente. En Lenz aparece el enfrentamiento entre las normas y las
posibilidades del paciente; en Aurelia hay un regodeo en la locura, ya que el narrador
mismo afirma que la imaginación produce estados confortables, sin olvidar el poder de la
enunciación; y en Loco, la locura es interpretada en sintonía con la realidad
contemporánea.
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Fecha de recepción: 3/5/2023
Fecha de aceptación:27/10/2023