Comunicaciones

 

Área temática de las jornadas: Intersecciones: Culturales, epistemológicas, ontológicas, disciplinares

 

Solar y El día después de mañana, dos producciones del género clima ficción

 

Marianela Mora

 

moramarianela@hotmail.com

 

Facultad de Lenguas

Universidad Nacional de Córdoba

 

Resumen

La preocupación por los cambios climáticos que deben afrontarse en la actualidad y aquellos que devendrán en un futuro, ha sido abordada y expuesta en diversas producciones literarias y cinematográficas, lo que ha llevado al surgimiento de un nuevo género, el de clima ficción. Cli-fi, del inglés climate fiction. Desde este marco genérico, se analizará la novela Solar de Ian McEwan, publicada en 2010 y El día después de mañana, película estrenada en 2004 y dirigida por Roland Emmerich.

Palabras clave: género- ciencia ficción- clima ficción- ecología- cambio climático.

 

Abstract

The blurring of boundaries among genres and its ensuing hybrid narratives have been a key aspect of postmodernism in the literary sphere. A clear example in contemporary film and literary productions is the emergence of a new genre: cli-fi, i.e., climate fiction. This emerging genre explores climate change and its effects on the natural world at present and in the future. From this generic framework, I will examine Solar, a novel written by Ian McEwan and published in 2010, and The Day After Tomorrow, the 2004 science fiction disaster movie directed and produced by the German filmmaker Roland Emmerich. 

Key words: genre- science fiction- climate fiction- ecology- climate change.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La proliferación del tópico del cambio climático en diversas narrativas impone lo que algunos críticos entienden como el surgimiento de un nuevo subgénero, el de clima ficción: cli-fi, del anglicismo climate fiction. La también llamada ficción climática expone en su argumento el impacto, presente o futuro, del cambio climático en el medioambiente y, por ende, en la vida humana (Dan Bloom).

Podemos afirmar que esta tipología textual en desarrollo surge como una construcción genérica híbrida, ya que se inscribe sobre la base de la ciencia ficción, asumiendo una temática particular como es la reacción del medioambiente a la embestida del hombre. A su vez, la ficción climática también se edifica sobre una narrativa sustancialmente distópica[1], pues los efectos que el cambio climático produce son, evidentemente, escenarios catastróficos y apocalípticos para la vida del ser humano, quien en algunos casos debe incluso abandonar el planeta Tierra en busca de otros mundos habitables. Otro término que también suele utilizarse para denominar estas narrativas emergentes es “ecoficción” (Eco-fiction), el cual presenta una perspectiva ecológica basada estrictamente en la naturaleza.

La revista digital Amazings publicó en el año 2014, bajo el subtítulo de “Sociología Climática”, el artículo “Los temores sobre el futuro climático y su expresión en la ciencia ficción”, donde describe este género: la “ficción climática”, que definiría de forma resumida a la ciencia ficción sobre el futuro del cambio climático global, es un término acuñado recientemente para las novelas y películas que tratan sobre las consecuencias del calentamiento global. Una nueva investigación, realizada en la Universidad de Copenhague, Dinamarca, muestra de qué modo estas ficciones sirven como laboratorio mental que permite simular las posibles consecuencias del cambio climático e imaginar otras condiciones de vida en la Tierra muy diferentes de las que nos resultan tan familiares.

Con base en la fisonomía que esta categoría genérica revela, podemos mencionar ciertamente la intención de crear conciencia en relación con las consecuencias del efecto invernadero e inspirar acciones políticas paliativas. A su vez, estas narrativas suelen involucrar en su trama jóvenes y adolescentes por ser ellos quienes, en última instancia, deberán afrontar los resultados del calentamiento global antropocéntrico y efectivizar así la toma de conciencia (Lordméndez).

Dan Bloom, quien acuña el término cli-fi, reconoce como una de las primeras obras de clima ficción, la novela El mundo sumergido del autor británico J. G. Ballard del año 1962, narrativa posapocalíptica que presenta el planeta Tierra totalmente inundado debido al deshielo de los casquetes polares. Otra novela precursora en la temática es Las torres del olvido, en su título original, The Sea and Summer, de George Turner del año 1987, una distopía en que coincide con un abrupto cambio climático, el colapso del sistema capitalista (Dan Bloom).

            Solar de Ian McEwan[2], novela publicada en el año 2010, y El día después de mañana, película estrenada en 2004, dirigida por el cineasta alemán Roland Emmerich, son dos producciones de la última década que convergen en el subgénero de clima ficción y cumplen el propósito de vislumbrar y conjeturar las consecuencias que el cambio climático puede significar para el planeta; ya que, como afirma Gregers Andersen, quien se ha dedicado al estudio de la ficción climática, "a diferencia de los números y las estadísticas, la ficción puede hacernos sentir y entender los cambios" (Dan Bloom).

La novela del británico nos introduce a la vida del físico Michael Beard, quien goza de prestigio social y académico por haber recibido el Premio Nobel algunos años atrás y por su actual puesto como director de un instituto que investiga las energías renovables. La vida privada de Beard no parece haber conquistado tantos triunfos como su vida en la academia: a sus cincuenta años, está transitando su quinto matrimonio, el cual se encamina a su fin. Las infidelidades, que él y su esposa Patrice (diecinueve años menor) cometen, llevarán a enredos que involucran una muerte, su hábil encubrimiento e incluso el robo de propiedad intelectual: Beard intentará tomar como propio un ingenioso proyecto que propone utilizar la energía solar, reproduciendo el proceso de fotosíntesis.

             En El día después de mañana, conocemos a Jack Hall, un paleoclimatólogo, que luego de realizar diversos estudios y observaciones, conjetura que el calentamiento planetario podría provocar un cambio climático devastador, lo cual advierte a las autoridades en una conferencia de la ONU en Nueva Delhi. A su vez, Jack analiza distintos fenómenos climáticos repentinos alrededor del planeta, destructores huracanes, tornados y granizo, lo cual lo lleva a predecir en un corto plazo, una tormenta que produciría una glaciación de una duración de seis a ocho semanas. En este punto, se centra básicamente la distopía sugerida en la filmografía: el disminuir la escala temporal del radical e inflexible cambio climático, que lo convierte en un hecho en el presente de sus protagonistas.

Las dos producciones sugeridas para el análisis, desde unidades culturales y coordenadas temporales diferentes, convergen en el subgénero de clima ficción y tienen el propósito de vislumbrar y conjeturar las consecuencias que el hombre enfrenta en la era del antropoceno[3]. Desde el lineamiento de la tematología comparatista, podemos afirmar que, además de coincidir en la temática del cambio climático y sus consecuencias, ambos textos presentan el rol de la ciencia como área del saber encargada de remediar la crisis ecológica que interpela al ser humano; pero, a la vez, como un campo de conocimiento contaminado por la burocracia y, en ocasiones, el beneficio personal.

De acuerdo con lo que señala Gregers Andersen, de la Universidad de Copenhague, quien ha realizado un estudio sobre el clima ficción, más allá de los datos científicos que nos alertan sobre las derivaciones del calentamiento global existe un fenómeno cultural cimentado y definido por las diversas producciones culturales. Desde esta perspectiva, el biólogo identifica cinco modos esenciales en los que la ficción climática presenta su temática: la división social, el juicio, la conspiración, la pérdida de los hábitats naturales y la esfera.

De estos modelos prototípicos, este ejemplo del cine catástrofe presenta en su trama lo que Andersen denomina “el juicio”, pues la sobreexplotación de los recursos naturales lleva a la naturaleza a defenderse y reaccionar con consecuencias catastróficas, lo cual es interpretado como un veredicto que escarmienta a la raza humana. Andersen posiciona así a la naturaleza como “vengadora” que realiza un “juicio moral” en relación con la acción humana. En el caso particular de la película, el científico subraya que, a través de la sentencia, “se restaura el equilibrio entre el hombre y la naturaleza”.

Luego de la feroz tormenta en El día después de mañana, se produce una glaciación que afecta el hemisferio norte del planeta. Irónicamente, una posible solución para los habitantes de Norteamérica es migrar a México, país que resuelve cerrar sus fronteras pero que debe asumir como consecuencia de ello, la ola de inmigración ilegal a través del río Grande (conocido en México como río Bravo). 

Patrick J. Michaels, académico titular de Estudios Ambientales para Cato Institute sostiene en un artículo escrito en el año 2004 que el propósito de la producción de Emmerich es tener un impacto en la política norteamericana en relación con el cambio climático. No obstante, también señala que todas las anomalías meteorológicas presentadas en la filmografía son “físicamente imposibles”.

Con base en estas ideas, podemos decir que, si bien la comunidad científica acordaba que la tragedia retratada en El día después de mañana era llanamente infundada, once años más tarde del artículo escrito por Michaels, el investigador británico Sybren Drijfhout de la Universidad de Southampton, analizó si el argumento de la película podría convertirse en realidad, es decir, si es posible que el cambio climático cause un colapso repentino y radical de la Circulación de Retorno Meridional Atlántica (AMOC según sus siglas en inglés). Sus conclusiones explican que, si el calentamiento global se presenta junto al colapso de la AMOC, la Tierra se enfriaría rápidamente en el corto plazo de veinte años y a algunas áreas del planeta podría llevarles recobrarse de este fenómeno alrededor de cien años[4].

Más allá de las conjeturas científicas alrededor de la hipótesis asumida en El día después de mañana, entendemos que, como señala el vocero de Fox, Jeffrey Godsick: “El verdadero poder de la película es generar conciencia sobre el asunto del (calentamiento global)” (Michaels s.p).

Si bien en Solar McEwan opta por prescindir de la construcción de un escenario catastrófico o apocalíptico, el temor por las anomalías climatológicas y sus consecuencias se percibe a lo largo de la narrativa. Desde los modelos propuestos por Andersen, podríamos identificar en Solar un intento por delinear en la ficción climática una proposición que encuadra en “la conspiración”. A lo largo de la novela, se evidencia un tono satírico que domina la narración. A menudo se enfatiza la utilización del discurso científico para obtener beneficios personales que lejos están de un genuino deseo de salvar al mundo de la grave situación climatológica que atraviesa. En coincidencia con otros críticos, Christopher Tyler (en Herralde) observa: “Las incitaciones a reflexionar sobre el cambio climático abundan y nos apremian. La opción que ha tomado McEwan es tan sorprendente como elegante; en lugar de elegir el apocalipsis, opta por la comicidad”. Aclarado este aspecto, se advierte, no obstante, a pesar de la ausencia de un escenario distópico, la clara y manifiesta intención de prevenir: 

 

La ONU estima que casi trescientas cincuenta mil personas mueren ya cada año por culpa del cambio climático. Bangladesh se hunde porque los océanos se están calentando y expandiéndose y subiendo. Hay sequía en la selva amazónica. Brota metano del permafrost siberiano. Hay una fusión de un reactor nuclear debajo del hielo de Groenlandia de la que nadie quiere hablar realmente. Unos aficionados a la vela han estado navegando por el Paso Noroeste. Hace dos años perdimos el cuarenta por ciento del hielo estival del Ártico oriental. El futuro ha llegado[5]. (797)

 

            El autor británico asume una contundente postura ecológica, paradójicamente, centrando su narrativa en un protagonista que se caracteriza por su cinismo e irreverencia ante todo tipo de valor moral. Su auténtica intranquilidad por la situación climatológica del planeta (no debemos olvidar que le ha sido otorgado un Premio Nobel como físico teórico por perfeccionar el modelo einsteiniano del efecto fotoeléctrico) torna el mensaje de esta ficción climática aún más desesperante. Simultáneamente, avala, a través del entusiasta Tom Aldous, pensar en una forma de fotosíntesis artificial en materia de energía solar. Con su característico dejo de despojo, en una conversación entre Aldous y Beard, el joven expone:

 

Si un extraterrestre llegara a la Tierra y viera toda esta luz solar, se quedaría atónito al saber que creemos tener un problema de energía. ¡Fotovoltaicos! …] Hay un tipo en un bosque, bajo la lluvia, que se muere de sed… ¿Entonces por qué no abre la boca y bebe el agua de lluvia? Porque es buenísimo cortando árboles, siempre ha hecho las cosas así y piensa que los que recomiendan beber agua de lluvia son gente rara. La lluvia es nuestra luz solar…Empapa nuestro planeta, gobierna nuestro clima y la vida natural. Es una dulce lluvia de fotones. (99-100)

 

La conversación que oscila entre la exaltación del joven Aldous y el descreimiento del hastiado Beard concluye en que la investigación planteada podría hacerse de contar con el dinero y el esfuerzo, ante lo que se exclama: “¡Vale la pena por el planeta!” (102).

El final de la novela Solar brinda tranquilidad en el sentido que se hace justicia en relación con la propiedad intelectual del revolucionario proyecto de utilizar la energía solar para detener el cambio climático, pues, sin importar de quién es la patente y quién finalmente obtiene el rédito en el campo de la ciencia, y, ciertamente, no será el protagonista, la investigación seguirá llevándose a cabo.

El tono esperanzador también se replica en El Día después de mañana, que insta a responsabilizarse y actuar desde la política con verdadera conciencia ecológica, se instaura hacia el final de la película cuando astronautas en una Estación Espacial (ISS) observan que si bien gran parte del planeta se halla cubierto de hielo: "Nunca había visto la atmósfera tan despejada", exclama uno de ellos.

El clima ficción se está abordando desde las ciencias ambientales, alcanza diversos matices para contar y representar las diferentes posibilidades que puede ocasionar el cambio atmosférico; algunas consecuencias son ya un hecho, otras son imaginadas y algunas son incluso catalogadas como “impensadas” e “irrealizables”. Lo concreto es que desde estas producciones se intenta alertar para que los escenarios descritos continúen existiendo exclusivamente en el ámbito de la ficción.

Bibliografía

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Beran, Zdenek Ian. "Metafictionality, Intertextuality, Discursivity: Ian McEwan´s Postmillennial Novels”. Docmia. Philologica, Prague Studies in English 1 (2017): 123-135. Web.

Bloom, Dan. “Clima Ficción, Un género literario que va más allá de la ciencia ficción”. Inter Press Service. 9 abril 2014. Web. 28 de mayo de 2017.

Bowels, Scott. "'The Day After Tomorrow' Heats up a Political Debate Storm of Opinion Rains down on Merits of Disaster Movie." USA Today. Gannett Satellite Information Network, 26 May 2004. Web. 11 June 2017.

Carballo, M. y Aguirre, Ma. E. (Ed.) Eco-Crítica, “Crítica Verde”. La naturaleza y el medioambiente en el discurso cultural anglófono. Colección “Lecturas del Mundo”. Córdoba: Asociación Cooperadora Facultad de Lenguas, UNC, 2010.

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Lordméndez, Paulina. "Página No Existe (404)". Veoverde 11 (2014). Web. 10 June 2017.

“Los Temores sobre el Futuro Climático y su Expresión en la Ciencia-ficción." Amazings 1 14 (2014): 64-65. Web. 28 May 2017.

Mc Ewan, Ian. Solar. New York: Anchor Books, 2010.

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Zalewski, Daniel. "Ian McEwan's Art of Unease." The New Yorker. The New Yorker, 13 June 2017. Web. 13 June 2017.

 

 

 



[1] El vocablo “distopía” no aparece en la RAE y es, en ocasiones, reemplazado por la construcción “antiutopía”. En diccionarios de la lengua inglesa, el término dystopia es definido como “un lugar o estado imaginario en donde todo es desagradable o dañino, por lo general, uno totalitario o ecológicamente degradado. Traducción propia del Oxford Dictionary. El término es utilizado en oposición a “utopía”, que hace referencia a la acuñación de Tomás Moro en su libro del mismo título del año 1516. Andrew Milner diferencia, incluso, entre “distopía crítica” y la “antiutopía”, la primera es solo una advertencia que insta al hombre a cambiar; mientras que, en el segundo tipo, se enfatiza la esencia corrupta del ser humano y no hay posibilidades de modificar el daño causado (Carballo-Aguirre, 2010).              

[2] Ian McEwan es considerado como uno de los mejores escritores de su generación. Ha sido galardonado con el premio Somerset Maugham y el Booker Prize, entre otros. Ha escrito, además de novelas, adaptaciones para cine y televisión. Entre sus más reconocidas obras, podemos mencionar First Love, First Rites (1975), Enduring Love (1997), Atonement (2001) y Saturday (2005). Además de su producción literaria, McEwan se ha involucrado en el terreno de la ciencia y el cambio climático sobre el cual ha escrito ensayos y artículos a los cuales se pueden acceder a través de su página web: www.ianmcewan.com. 

[3] El término “antropoceno” hace referencia a la edad geológica actual que se caracteriza por la importante influencia que la acción humana ha tenido sobre la geología y la ecología (Oppermann-Iovino).

[4] Del artículo “Expertos afirman que El día después de mañana podría hacerse realidad” en que se cita el estudio de Sybren Drijfhout.

[5] Traducción de Jaime Luzaika (2011).