Área temática de las
jornadas: Intersecciones: Culturales, epistemológicas,
ontológicas, disciplinares
Los relatos de la materia en dos textos post-apocalípticos
María José Buteler
maria.jose.buteler@unc.edu.ar
Facultad de Lenguas
Universidad
Nacional de Córdoba
Resumen
En este trabajo nos interesa explorar la agencia de la
materia para contar historias en dos textos ficcionales desde la ecocrítica
materialista: “Vendrán lluvias suaves”
(1950) de Ray Bradbury y “La carretera”
(2006) de Cormac McCarthy. Ambos relatos presentan un paisaje post-apocalíptico resultado de un
desastre nuclear que no se menciona específicamente en ninguno de los textos.
En el cuento de Bradbury, la vida humana y animal ha desaparecido por completo
de la faz de la tierra mientras que en la novela de McCarthy solo quedan
algunos seres humanos que intentan sobrevivir en un ambiente yermo e inhóspito
resultado de un holocausto nuclear.
Palabras clave: post-apocalítico- textos ficcionales- ecocrítica material.
Abstract
In this work we are interested in exploring the agency of
matter to tell stories in two fictional texts from the materialist
ecocriticism: “There Will Come Soft Rains” (1950) by Ray Bradbury and “La carretera” (2006)
by Cormac McCarthy. Both stories present a post-apocalyptic landscape resulting
from a nuclear disaster that is not specifically mentioned in any of the texts.
In Bradbury's tale, human and animal life has completely disappeared from the
face of the earth, while in McCarthy's novel only a few human beings are left
trying to survive in a barren and inhospitable environment resulting from a
nuclear holocaust.
Key words: post-apocalytic- fictional texts- material ecocriticism.
El mundo que habitamos está compuesto por un número de
agencias y fuerzas que se mezclan y persisten produciendo nuevas formas,
cuerpos y naturalezas. Jane Bennett en su ensayo The
Force of Things: Steps Towards
an Ecology of Matter (2004)
sostiene que la materia está imbuida de vitalidad y fuerza. Por vitalidad, la
crítica entiende la capacidad que tienen las cosas de no solo impedir o
bloquear la voluntad y el diseño de los seres humanos, sino también de actuar
como agentes o fuerzas con trayectorias, y tendencias guiadas por su propia
voluntad. Cuando Bennett habla de agencia no se refiere a la intencionalidad
que se le atribuye al ser humano, simplemente habla de una vitalidad que es
intrínseca a la materia y propone un materialismo del poder de las cosas que le
da voz a “un tipo de materialidad menos
humana específicamente” (348) al referirse simplemente a la capacidad que
tiene la materia para interactuar con los otros elementos que la rodean. De esta forma pone en juico el pensamiento tradicional de materia como
mecánica, pasiva o imbuida de una sustancia divina.
Siguiendo la misma línea, Serenella
Iovino y Serpil Opperman (2014) argumentan que la materia se convierte en
lugares de narratividad, en una suerte de palimpsesto en el que se inscriben
historias y sostienen que “los fenómenos de la materia del mundo son nudos en
una vasta red de agencias, que pueden ser “leídas” e interpretadas como
narraciones en formación, historias” (2014,
1). Los relatos de la materia están en todas partes, en el aire que
respiramos, en el agua que bebemos, en las cosas que nos rodean y con las
cuales interactuamos en una relación horizontal que desafía las fronteras entre
lo humano y lo no humano, lo viviente y lo inerte, la cultura y la naturaleza,
entre otras. La capacidad de agencia no es privativa de los seres vivientes, es
una propiedad inherente a la materia en todas sus manifestaciones; cada uno de
los elementos de la realidad material son capaces de significar e
influenciar de varias maneras la existencia de las naturalezas humanas y no
humanas (2014, 3).
De acuerdo con Iovino y Opperman, la ecocrítica material “examina la materia no
solo en los textos sino también como texto al intentar aclarar la forma
en que la naturaleza corporal y las fuerzas discursivas expresan su interacción ya sea en la representación o en su
realidad concreta” (2014, 2). Desde este paradigma, la ecocrítica materialista
estudia los modos en que las distintas formas materiales, los cuerpos, las
cosas, los paisajes, la tecnología, la polución, las decisiones políticas, la
materia orgánica y la inorgánica, por nombrar algunos, producen significados y
discursos que pueden ser leídos como narraciones. Asimismo, propone interpretar
la agencia de la materia de dos formas: por un lado, busca explorar la
representación de la agencia de la materia en textos narrativos ya sean
literarios, culturales o visuales; y, por otro lado, le interesa la capacidad
de la materia para crear configuraciones de significados que interactúan con el
ser humano. En este último caso la materia en sí misma se transforma en un
texto “donde las dinámicas de una agencia ‘difusa’ y una causalidad no lineal
se inscriben y se producen” (2012, 80). La materia en todas sus formas se
convierte en un espacio de narratividad, un sitio que encarna sus propias
narraciones, y por lo tanto se convierte en texto.
En este trabajo
nos interesa explorar la agencia de la materia para contar historias en dos
textos ficcionales desde la ecocrítica materialista: “Vendrán lluvias suaves”
(1950) de Ray Bradbury y “La carretera” (2006) de Cormac McCarthy. Ambos
relatos presentan un paisaje post-apocalíptico resultado de un desastre
nuclear que no se menciona específicamente en ninguno de los textos. En el
cuento de Bradbury, la vida humana y animal ha desaparecido por completo de la
faz de la tierra mientras que en la novela de McCarthy solo quedan algunos
seres humanos que intentan sobrevivir en un ambiente yermo e inhóspito
resultado de un holocausto nuclear.
“Vendrán lluvias suaves” (“There Will Come a Soft
Rain”, en su título original) es un cuento de ciencia ficción del escritor
estadounidense Ray Bradbury del año 1950. El relato presenta una casa vacía
controlada por una computadora que realiza las acciones de rutina un día de
agosto del año 2024 en una ciudad devastada aparentemente por un accidente
nuclear. La casa continúa con las tareas diarias y el lector advierte que
ningún ser humano habita la vivienda, solo las siluetas de cuatro personas en
uno de sus muros dan a entender que han muerto incineradas. Alrededor de las diez
de la noche, un fuerte viento desprende una rama de un árbol y causa un
incendio al provocar el derrame de un solvente en el sótano. Si bien el sistema
de emergencia funciona, el depósito de agua se ha acabado y la casa no puede
impedir su destrucción, solo queda en pie la pared donde están marcadas las
figuras de sus habitantes. La historia de Bradbury presenta una visión post-apocalíptica del futuro en el
que el hombre es el único responsable de la destrucción del planeta. De manera
similar, “La carretera” de McCarthy
describe un mundo destruido, también por un desastre nuclear, en el cual un
padre y su hijo transitan por una carretera rumbo al sur, al océano, en el
medio de un paisaje totalmente quemado y sin vida. En un
invierno nuclear se han extinguido casi todos los seres humanos y la
naturaleza; el agua está contaminada y el suelo está cubierto por un manto de
cenizas.
En ambos relatos se puede observar cómo la materia en
sus distintas formas se convierte en textos que producen significados y relatan
la historia de lo acontecido y de la vida en la tierra antes del desastre
nuclear que ha causado la destrucción del planeta y de sus habitantes. En “Vendrán
lluvias suaves” la casa no solo posee vitalidad, sino que también exhibe
capacidad de agencia al relatar como texto material la rutina
de una familia. Las acciones que realiza bajo la programación de una máquina
que todo controla revelan las actividades diarias de sus habitantes, sus
horarios y sus gustos: una mujer trabajando con sus plantas, un hombre cortando
el césped y dos niños jugando con una pelota. Estas acciones son interrumpidas
por una catástrofe nuclear, catástrofe de la cual el lector se entera por la
presencia de ondas radioactivas que no solo han matado a los habitantes de la
casa, sino que han eliminado toda posibilidad de vida natural.
Asimismo, el texto de Bradbury señala la manera en que
la materia se relaciona con el mundo que la rodea, en un paisaje siempre
cambiante y en proceso de adaptación y producción lo que refleja diferentes
configuraciones discursivas. El paisaje descripto en el cuento de Bradbury
muestra la relación entre los seres humanos y el medioambiente, los seres
humanos y la tecnología, la naturaleza y la tecnología. Los humanos han
destruido el planeta en nombre del progreso; la materialidad de las siluetas
dibujadas en la pared habla de una familia sorprendida en sus quehaceres
diarios que muere a causa de una explosión nuclear. El alcance de los avances
tecnológicos aplicados a la vida diaria se ve reflejado en la casa que sigue
con las actividades programadas por una especie de inteligencia artificial.
La dicotomía entre lo humano y lo no humano ya no
puede sostenerse, porque la antropomorfización de la casa señala la capacidad
de agencia de la materia. Ante la falta de movimiento y ruidos en la vivienda,
la computadora interpreta que los habitantes se han ausentado y baja las
persianas en un intento de protegerse del exterior; también elige el poema que
a la dueña de casa le gustaría escuchar y que está íntimamente conectado con lo
que ha pasado fuera del espacio doméstico, la aniquilación del ser humano del
planeta. El funcionamiento ininterrumpido de la computadora que maneja toda la
casa también señala el momento en que transcurre la historia, un futuro no tan
lejano, donde la vida de los seres humanos está controlada por máquinas que
incluso pueden actuar de manera independiente del hombre una vez que han sido
programadas. Pareciera que la computadora tiene la capacidad de tomar
decisiones tales como elegir el poema favorito de la mujer de la casa; poema
que como texto se refiere a la acción humana, y cómo la vida puede continuar
aún en su ausencia. Al antropomorfizar la casa, Bradbury revela las similitudes
entre lo humano y lo no humano y al mismo tiempo borra las fronteras entre
ambos; la casa sigue funcionando a pesar de que los habitantes han muerto, de
la misma manera que el hombre sigue actuando de una manera autómata a pesar de
la destrucción del medio ambiente sin pensar en las consecuencias.
El cuento de Ray Bradbury dialoga en una relación
intertextual con el poema del mismo nombre de Sara Teasdale.
El poema “Vendrán lluvias suaves” presenta un escenario post-apocalíptico donde la única especie capaz de
destruir el medioambiente es el ser humano y donde la tierra permanece incluso
cuando los seres humanos han desaparecido. El texto de Teasdale
muestra que ante la aniquilación de los seres humanos y del mundo tal como lo
conocemos, la naturaleza sigue su curso sin echar de menos la presencia de la
única especie del planeta capaz de destruirse a sí misma. El paisaje natural se
presenta casi idílico ante la ausencia del hombre. En el caso del cuento de
Bradbury, tanto el hombre como la naturaleza han desaparecido y lo único que
queda de ellos son contornos de seres humanos en la pared o imágenes virtuales
de una naturaleza que ya no existe. El hombre no solo se ha matado a sí mismo,
sino que ha devastado el mundo natural que lo rodea. Los escombros y las ruinas
cuentan de una ciudad que alguna vez existió y que ahora ha desaparecido; el
perro muere por la radiación nuclear en el ambiente, y el único vestigio de lo
natural son ratones mecánicos que limpian la casa o los animales del empapelado
de la habitación de los niños que corren en un sembrado de cereales de una
realidad virtual.
En el cuento de Bradbury y en el poema de Teasdale el agua cuenta distintas historias. Para Teasdale la lluvia es el símbolo de la regeneración y el
aroma de la tierra húmeda es un deseo, como si la naturaleza celebrara la
extinción del ser humano. Por el contrario, lo más parecido a la lluvia como
símbolo de un renacer son los rociadores que se activan para apagar el incendio
y que irónicamente no alcanzan para salvar la casa debido a que no hay
suficiente agua en los depósitos. Ni la naturaleza ni la casa controlada por
una computadora se dan cuenta de la ausencia de los seres humanos, la vida
continua, y en el caso del poema, se percibe que incluso será mejor. Mientras
la visión del futuro en el cuento de Bradbury es totalmente negativa, se puede
percibir un dejo de optimismo en el poema puesto que la naturaleza renace con
la lluvia y en cierta forma celebra la desaparición de la humanidad cuya
ausencia no será echada de menos.
“La carretera” de Cormac McCarthy transcurre en los Estados Unidos y relata la historia
de un padre y su hijo rumbo al sur en un intento de escapar del frío polar que acosa
la tierra después de un holocausto nuclear. En su peregrinar hacia el océano se
enfrentan al frío y a la lluvia, al hambre, al peligro y a otros sobrevivientes
dispuestos a matar por comida y por conservar sus vidas. Es interesante
destacar que el texto no menciona específicamente cuál ha sido el evento que ha
causado la devastación de la tierra, sin embargo, marca un antes y un después
en la vida de los pocos sobrevivientes. El cambio climático, resultado de lo
que ha sucedido, ha causado la muerte de la flora y la fauna en la tierra como
así también el exterminio casi por completo de la vida humana. La ausencia de
la luz solar se traduce en un paisaje gris, infame y desierto, lleno de
remolinos de ceniza donde los caminantes no pueden respirar sin sus barbijos.
Todos los elementos naturales señalan a una catástrofe que ha aniquilado la
vida humana y la natural. El río que corre al costado de la carretera es una
serpiente gris entumecida por la ceniza que la cubre, los árboles son negros
esqueletos inertes sin ningún follaje que cuentan sobre un incendio que los ha
quemado. La agencia de la materia también se manifiesta en la narrativa de los
desechos que se acumulan a lo largo de la carretera y en los pueblos
abandonados y destruidos por los que van pasando. El ensamblado de materia y
relatos señalan la fragilidad de todo lo creado por el hombre y cómo puede
desaparecer en un instante. Vehículos quemados y cadáveres incinerados en las
puertas de sus casas en sus actividades diarias apuntan a un final inesperado
que parece haberlos sorprendido. Las alacenas vaciadas por otros sobrevivientes
relatan historias de hambre, desesperación y muerte. McCarthy también
antropomorfiza la materia cuando la tierra tiembla y los incendios rugen en la
distancia. A diferencia del poema de Teasdale, la
lluvia no se presenta como un signo de vida, por el contrario, hace la vida de
los sobrevivientes aún más difícil y transforma al paisaje, lo vuelve un
adversario hostil y maligno. El agua de los ríos y los lagos está contaminada y
por lo tanto tampoco hay vida en ellos. Los campos sembrados y ahora
ennegrecidos y cubiertos de ceniza cuentan la vida de los pobladores antes del
accidente nuclear al mismo tiempo que ahora retratan las consecuencias del
progreso mal entendido y la devastación causada por el ser humano. El hombre
lee la materialidad presente como un castigo merecido por la acción
irresponsable de la humanidad. Es llamativo que el padre busca relatos en la
materia cuando desea regresar a su pueblo y visitar la casa de su infancia. En
cada objeto o cuarto que ve encuentra una anécdota para contar a su hijo, y los
lugares y los objetos se proyectan como formas textuales de materia que cuentan
historias a través de la imaginación de sus contrapartes humanas.
Por último, queda plantear la materialidad de ambos
relatos, es decir el texto literario como materia y su impacto en términos
sociales, ambientales y políticos. Iovino y Oppermann sostienen que la literatura como una forma de
discurso que “explora y desafía los bordes entre lo subjetivo y el mundo
exterior en términos de materialidad, de causalidad, de agencias
interconectadas es parte de un proyecto de liberación cultural, ecológico,
ontológico y material porque establece un puente entre lo discursivo y lo material”
(87-88). “Vendrán lluvias suaves” cuestiona el alcance del progreso y el costo
que puede significar para el planeta, no solo para el ser humano, sino para
todos los elementos que constituyen la realidad material de la vida. “La
carretera” presenta las terribles consecuencias de un holocausto nuclear
provocado por el hombre. Los efectos del cambio climático señalan la fragilidad
de la vida en el planeta y del hombre mismo. La novela de McCarthy deja bien en
claro el peligro que acecha a la humanidad y lo que podría pasar en caso de un
accidente nuclear o como consecuencia del cambio climático. Ambos textos nos
llevan a pensar en la necesidad de crear conciencia acerca de una nueva forma
de ver la materia. La materia tiene la capacidad de actuar, intervenir,
modificar e interferir ante la agencia humana en una relación de interacción
horizontal, sin jerarquías. Los agentes narrativos pueden ser cosas, organismos
no humanos, lugares, fuerzas del medioambiente y actores humanos todos
conectados en una suerte de rizoma, donde no existen jerarquías ni divisiones
entre lo humano y lo no humano, lo viviente y lo sin vida, solo existe materia.
Esta manera de entender el mundo material nos conduce
a redefinir nuestras acciones con respecto a la forma en que nos relacionamos
nosotros los seres humanos con otras formas materiales imbuidas de agencia y a
pensar en un futuro alternativo posible en el que coexistamos e interactuemos
armónicamente con la materia.
Bibliografía
Bennett,
Jane “The Force of Things: Steps toward an Ecology of Matter” (2004). Political Theory, Vol. 32, (3), 347- 372. Web. 6 de junio de 2015.
Bradbury, Ray. “There Will Come Soft Rains”. Stories of Ourselves. Cambridge: Cambridge University Press, 2008. 150-155.
McCarthy, Cormac. La carretera.
Buenos Aires: Editorial Sudamericana, Mondadori, 2007.
Iovino, Serenella y Serpil
Oppermann. “Material
Ecocriticism: Materiality, Agency and Models of Narrativity”. Ecozon@. (2012) Vol. 3, N.° 1. Web. 23 de mayo de 2015.
--- Material Ecocriticism.
Bloomington: Indiana University Press, 2014.