La ficcionalización de la Historia en la literatura, el urbanismo y las artes plásticas de Quebec: De la búsqueda de los orígenes a la transnacionalidad y a la globalización contra-hegemónica [1]

Cristina Elgue-Martini

RESUMEN

El artículo analiza los cambios producidos en la escena quebequense en el campo de la ficcionalización de la Historia con el paso del siglo XX al siglo XXI. Parte de la hipótesis de que las tres últimas décadas del siglo XX fueron testigos en Quebec de una vocación cognitiva que se desarrolló en estrecha conexión con el proceso de construcción identitaria y que privilegió la vuelta al pasado histórico. Este fenómeno se observó tanto en la novela canónica (Jacques Godbout, Jacques Folch-Ribas) como en el best-seller (Arlette Cousture, Louis Caron), el teatro (Roland Lepage, Jean Provencher) y el documental (Jacques Godbout); abarcó el urbanismo (la Place Royale) y dio origen a los murales históricos que festejaron el cambio de milenio. Entrado el siglo XXI, los contenidos históricos y la vocación cognitiva han experimentado un cambio de énfasis, afín a desarrollos epistemológicos e ideológicos designados por Boaventura de Sousa Santos como globalización contra-hegemónica, que se expresa en una literatura y un arte plástico fuertemente transnacional. Desde esta perspectiva se considera la recepción de Beatrice & Virgil de Yann Martel (2010), la obra de teatro Incendies de Wajdi Mouawad y las obras de artistas plásticos quebequenses presentadas alPrix Artistique Sobey 2010 (Musée d’art contemporain de Montréal), casos estos que desafían los criterios geopolíticos, culturales y hasta lingüísticos (en el caso de la literatura) para definir las identidades literarias/artísticas.

Palabras clave : ficcionalización de la Historia, orígenes históricos, transnacionalidad, contra-hegemonía

ABSTRACT

The article analyzes the changes that took place in Québec in the field of the fictionalization of History at the turn of the 20th/21st centuries. Its central hypothesis sustains that the last three decades of the 20th century witnessed a cognitive vocation that developed in close connexion with the process of identity construction and that privileged the return to the Québécois historical past. This phenomenon was evident in the canonical novel (Jacques Godbout, Jacques Folch-Ribas), the best-seller (Arlette Cousture, Louis Caron), the theatre (Roland Lepage, Jean Provencher) and the documentary (Jacques Godbout); it was also manifest in urban planning (Place Royale) and gave origin to the historical murals that celebrated the change of Millennium. In the 21st Century, the historical contents and the cognitive vocation have changed their emphasis to suit the epistemological and ideological developments referred to by Boaventura de Sousa Santos as a counter-hegemonic globalization, which was expressed in strongly transnational literatures and visual arts. From this perspective, the article focuses on the novelBeatrice & Virgil (2010) by Yann Martel, the play Incendies by Wajdi Mouawad and the work of the Québécois finalists of the Prix Artistique Sobey 2010 ( Musée d’art contemporain de Montréal), all instances that challenge the geopolitical, cultural and even linguistic criteria to define literary/artistic identities.

Keywords: fictionalization of History, historical origins, transnationality, counter-hegemony

Introducción

El artículo aspira a analizar los cambios producidos en la escena quebequense en el campo de la ficcionalización de la Historia con el paso del siglo XX al siglo XXI. Parte de la hipótesis de que las tres últimas décadas del siglo XX fueron testigos en Quebec de una vocación cognitiva que se desarrolló en estrecha conexión con el proceso de construcción identitaria y que privilegió la vuelta al pasado, ya sea a los orígenes de la historia del país, ya a pasados más recientes de la historia de Quebec. Este fenómeno se observó tanto en la novela canónica (Jacques Godbout, Jacques Folch-Ribas) como en el best-seller (Arlette Cousture, Louis Caron), el teatro (Roland Lepage, Jean Provencher) y el documental (Jacques Godbout). Abarcó el urbanismo (la Place Royale) y dio origen a los murales históricos que festejaron el cambio de milenio. Entrado el siglo XXI, los contenidos históricos y la vocación cognitiva han experimentado un cambio de énfasis y están conectados con desarrollos epistemológicos e ideológicos a los que Boaventura de Sousa Santos se refiere como una globalización contra-hegemónica, que se expresa en una literatura y un arte plástico fuertemente transnacional. Desde esta perspectiva se considerará la recepción de Beatrice & Virgil de Yann Martel (2010), la obra de teatro Incendies de Wajdi Mouawad y las obras de artistas plásticos quebequenses presentadas al Prix Artistique Sobey 2010 (Musée d’art contemporain de Montréal), casos estos que desafían los criterios geopolíticos, culturales y hasta lingüísticos (en el caso de la literatura) para definir las identidades literarias/artísticas.

El siglo XX

La literatura

En 1999 defendí mi tesis doctoral en la Universidad Laval de Quebec con una investigación titulada La re-escritura de la Historia en la ficción argentina y quebequense contemporáneas, en la que incluí ficciones quebequenses escritas en las tres últimas décadas del Siglo XX. Los textos seleccionados para la categoría novela y drama históricos fueron dos obras de teatro de 1974:La complainte des hivers rouges de Roland Lepage y Québec, Printemps 1918 de Jean Provencher [2] , y dos novelas de la década del 80: La chair de pierre, de un escritor consagrado del género histórico, Jacques Folch-Ribas, y Les Filles de Caleb, el best-seller de Arlette Cousture. Para la categoría referida a la historia coetánea del autor, elegíLes têtes à Papineau de Jacques Godbout, de 1981, yLe coup de poing, de 1990, la tercera novela de la trilogía Fils de la liberté de uno de los mayores novelistas históricos quebequenses, Louis Caron. Como indiqué en la hipótesis, lo que caracteriza a la ficción que reescribe la historia en este período es una vocación cognitiva que se desarrolló como parte del proceso de construcción identitaria y que, en ese proceso, privilegió la vuelta, ya sea a los orígenes de la historia del país, ya, a eventos más recientes de la historia de Quebec, significativos desde la perspectiva de la conformación de políticas identitarias en un panorama político caracterizado por el predominio del Parti québécois con sus aspiraciones independentistas.

La complainte des hivers rouges es la primera obra del corpus desde el punto de vista de la cronología de su representación. La temática la inscribe en una fuerte tradición de ficciones que reconstruyen el relato de las rebeliones de los patriotas de Quebec contra el poder inglés y las sangrientas represalias que tuvieron lugar entre 1837 y 1838. Pertenece a la modalidad de la complainte , endecha, y ha sido definida por el autor como "un fresco dramático en veinticinco coplas" (La complainte 11). El género de la complainte determina tanto el carácter épico, como el popular de la pieza. La narración de acontecimientos pasados ocupa, en efecto, un lugar importante en el texto, y no solamente la perspectiva es popular, sino el registro: la obra está escrita en el lenguaje de los habitantes de la campaña, lenguaje que ha sido cuidadosamente elaborado por el autor. El conjunto responde entonces al concepto de canción popular en tono de lamento que le fue solicitado a Lepage como una de las condiciones de quien encargara su escritura, la profesora Michelle Rossignol de la École Nationale [3] .

Por su parte, Québec, printemps 1918 es una pieza resueltamente atípica, ya que sus personajes han tenido existencia histórica y sus enunciados son verdaderos. Precisamente, la importante innovación de Provencher consiste en no haber utilizado enunciados imaginados, sino tomados de las declaraciones de los testigos de la investigación, a propósito de la muerte de cuatro ciudadanos durante los disturbios que tuvieron lugar en la Basse-Ville de Quebec, en el contexto de la conscripción obligatoria impuesta por Canadá en 1918 durante la Primera Guerra Mundial.

La chair de Pierre se remonta, en cambio, a los orígenes de la colonia para rendir homenaje al primer arquitecto de Quebec. Folch-Ribas dice que, tal como ocurrió a menudo con los constructores de la antigüedad, la Historia olvidó a Claude Baillif. En este contexto, y a pesar de las reticencias del autor, de su desconfianza del pasado—tergiversado por los falsos testimonios y las restauraciones traidoras—, no se puede menos que afirmar que La chair de pierre cumple el rol de recuperar para la memoria colectiva la figura de Baillif. Un dato importante para incorporar en nuestro contexto del siglo XXI es que Folch-Ribas era un inmigrante catalán, pero su preocupación histórica estuvo centrada en los orígenes del Quebec.

A diferencia de La chair de pierre, Les filles de Caleb reescribe una historia pasada mucho más cercana y desde la estética del best-seller. Como en la novela histórica de Walter Scott, los personajes no son personajes históricos destacados, aunque a diferencia de los del novelista inglés, los datos aportados por Cousture en el paratexto y en entrevistas permiten afirmar que los suyos han tenido existencia histórica. Sin embargo, a pesar de estar inspiradas en personajes reales, las protagonistas de Cousture son presentadas como modelos femeninos que la autora opone a las imágenes de la mujer quebequense proyectadas en la literatura. De esta manera, Cousture actualiza la propuesta de feministas norteamericanas en el sentido de presentar la vida de mujeres ejemplares y, al mismo tiempo, se aproxima al "tipo" de Walter Scott, ya que sus protagonistas reúnen todas las determinantes esenciales, tanto desde el punto de vista humano como social, en su expresión más acabada. En otro aspecto, alejándose del modelo de Walter Scott, cuyos tipos fundamentales estaban encarnados por personajes masculinos, las protagonistas de Cousture son mujeres, lo que determina el énfasis en la historia social, más aún, en la esfera doméstica y familiar de ésta [4] .

Le coup de poing es el tercer volumen de la trilogía Les fils de la liberté. Escrita veinte años después de los sucesos de octubre de 1970, la novela trata sobre el rapto, cautiverio y muerte del ministro Pierre Laporte, y, en cuanto a sus estrategias de escritura, reúne las características de la novela histórica canónica y del best-seller. En efecto, en la composición del relato, Caron no ha procedido conforme a la tendencia de la nueva novela y drama históricos: sus protagonistas no son los miembros de las células del FLQ que raptaron al agregado comercial británico y al ministro Laporte. Procediendo conforme a las estrategias de la novela histórica tradicional, Caron crea una tercera célula, de carácter ficticio, para dar cabida a protagonistas también ficticios: dos descendientes de Hyacinthe Bellerose, personaje de la trilogía. De tal manera, la trama es imaginada, pero los acontecimientos y personajes del telón de fondo son verdaderos, incluso se reproducen numerosos documentos verdaderos. En el prólogo, el autor previene que el método de esta novela sobre la historia reciente de Quebec es el mismo que el de los tomos anteriores centrados en sucesos de un pasado más lejano. Dice al respecto: "Antes que nada reuní un conjunto de hechos conocidos, de manera de perfilar un telón de fondo tan preciso que nadie pudiera dudar de su autenticidad; después, en este escenario, mezclé personajes imaginarios y la sombra de individuos que realmente existieron" (9) [5] . A las dos células del FLQ que actuaban en ese momento, Caron agrega la célula Papineau, dirigida por Marc Bouvier, un redactor de noticias de Radio-Canada, y de la que forman parte, entre otros, dos de los protagonistas de la novela: Jean-Michel Bellerose, de veinticinco años, y Lucie, su compañera [6] .

Aunque Les têtes à Papineau es una reflexión sobre la identidad quebequense motivada por los resultados del Referéndum de 1980 [7] , la misma no está desarrollada utilizando el discurso argumentativo, sino presentada a través de las vivencias del monstruo de dos cabezas Charles-François Papineau. Para expresar la tesis amarga de la extinción de una lengua y de su cultura, Godbout utiliza paródicamente las posibilidades abiertas por la ciencia ficción, ya que, en efecto, a la racionalización científica de los hechos aparentemente extranaturales que caracteriza a la ciencia ficción, Les têtes à Papineau opone una pseudo racionalización paródica. Les têtes à Papineau no es la única ficción quebequense que en las últimas décadas del siglo XX, expresó el problema de la identidad del pueblo a través del motivo del doble y en términos de conflicto lingüístico [8] .

Considerando la ficción que reescribe la historia en el período estudiado, se puede concluir que la reconstrucción del relato de la historia pasada ocupa un lugar más importante, no solo en mi corpus, sino en la ficción quebequense de esas décadas. Lucie Robert se ha referido a esta tendencia de la ficción en un artículo de 1996 que trata específicamente sobre el teatro. En un balance en el que se refiere a los autores que se acercan a los sesenta años dice:

Aquéllos y aquéllas que rompían todo hace unos pocos años, aspiran ahora a restablecer el orden, un orden fundado en la continuidad—que gracias a Dios no confunden con inmovilidad—del relato, aun del Gran Relato, que reconstruyen y retoman o repiten para los más jóvenes, para asegurar la memoria de la historia, la gran historia, la pequeña historia o la historia propia. Para ellos, no se trata de negar el pasado sino de tratar de que el mismo no se pierda, de atacar lo efímero asegurando ciertas formas de permanencia. ("Les Revenants" 160)

Con respecto a los autores más jóvenes, aquéllos que se acercan a los cuarenta, la vuelta al pasado se realiza con más reticencia. Según la autora, para ellos

no ha llegado la hora ni de los balances, ni de la memoria histórica. En todos los registros, se diseca siempre el pasado para encontrar en él la fuente del presente, un presente que se ha vuelto problemático porque el pasado se vivió mal. El tema del tiempo, de la memoria, de la durée, se plantea menos y los dramaturgos lo sitúan de forma diferente. La vuelta al pasado se hace en estos casos repetición, recuperación, adaptación o imitación. ("Les Revenants" 160) [9]

El mismo interés por la historia pasada que muestra el teatro, se manifiesta en la novela. Como lo indican los títulos que he mencionado más arriba, la historia pasada ha sido re-escrita tanto a través de la fórmula del best-seller y la novela histórica clásica, como de la biografía novelada de tipo más académico. El subgénero ha sido cultivado también por escritores del circuito restringido y por poetas [10] .

El urbanismo y la arquitectura

Un proceso similar tuvo lugar paralelamente en el campo del urbanismo y de la arquitectura. Me estoy refiriendo fundamentalmente a las intervenciones urbanístico-arquitectónicas llevadas a cabo en la Place Royale de la ciudad de Quebec, entre 1960-1980. La Place Royale es el sitio fundacional de la ciudad y se encuentra ubicada en elVieux-Québec/Basse-Ville, que junto con el Viuex-Québec/Haute Ville y el Cap-Blanc constituyen el Quebec histórico, área de 135 hectáreas, creada como distrito histórico en 1963 y declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1985. Las intervenciones a las que haré mención, producto de una política cultural, tuvieron como objetivo construir la identidad quebequense a la manera en que la ideología dominante en ese momento concebía el relato sobre el origen de la comunidad. Desde una postura con un fuerte componente nostálgico, este relato propuso una vuelta a las raíces francesas, absolutizando este componente y eliminando la historia de mezclas que tuvieron lugar en Quebec a partir de la dominación inglesa a mediados del siglo XVIII. El proyecto, emprendido con entusiasmo a principios de la década de 1960, fue sin embargo severamente criticado más tarde, cuando comenzó el debate a propósito de los modelos de puesta en valor y la validez de un proyecto que ignoraba tantos años de la historia de la zona, destruyendo parcialmente el barrio para volver a otorgarle el aspecto francés supuestamente auténtico. En 1978, de los 60 inmuebles comprados por el Estado, nueve habían sido restaurados y 17 totalmente reconstruidos. Para Alain Roy, “Las demoliciones masivas y la construcción de edificios antiguos totalmente nuevos son absurdas según los historiadores porque niegan la evolución natural del barrio a través de muchas décadas” (21). El proyecto ha sido también criticado por su alto costo, porque en un primer momento significó la expulsión de los habitantes del lugar y porque no refleja la realidad de la población quebequense, que es actualmente una población diversificada donde el elemento francés es fundamental pero no exclusivo.

Las artes plásticas

A finales del período estudiado y anunciando ya el nuevo milenio, la vocación cognitiva cede paso a una nostalgia conmemorativa que encontró al mural como vía de expresión. Primero fue un impactante fresco con efecto tromp-l’oueil en la misma Place, que completa con detalles de arquitectura las fachadas de dos casas y en su parte central retoma la narración del pasado francés incluyendo a personajes históricos relevantes. Esta tradición ha encontrado en la artista quebequense Marie-Chantal Lachance una entusiasta y talentosa cultivadora. Quizás el mural más significativo de Lachance es el de la calle Petit Champlain, a pasos de la Place Royale, sobre la fachada lateral de una casa de época—con estilo de inspiración francesa por supuesto—que tiene la peculiaridad de pintar sobre la pared exterior las escenas imaginadas de la vida cotidiana del interior. Un muro externo en parte destruido a través del efecto tromp-l’oueil permite al paseante una mirada furtiva en el pasado de los habitantes del antiguo puerto de Quebec.

El siglo XXI

La literatura

A diez años de comenzado el nuevo milenio la situación ha cambiado significativamente. En 2010 estuve en Quebec con una Beca del Gobierno canadiense que me permitió retomar la investigación de quince años antes. El panorama que prevalecía era otro. Me sorprendió escuchar, tanto por parte de asesores de librerías como de académicos, que la ficción histórica no trataba ya sobre el pasado doméstico, las raíces francesas, el origen de la nación, la Revolution des patriots, la crise d’octobre , las sagas familiares, sino que estaba echando luz sobre otros aspectos de la identidad colectiva del Quebec. En la librería francófona más importante de la ciudad de Quebec se me aconsejó leer dos ficciones como representativas de la nueva tendencia (opinión refrendada más tarde por académicos). Se trataba de la obra de teatro Incendies de Wajdi Mouawad y de la novela Beatrice & Virgil, de Yann Martel. Cuando repliqué que Yann Martel era un escritor anglófono, el librero sin inmutarse me dijo que trataría de encontrarme la versión inglesa si la prefería, desestimando totalmente la problemática de la lengua en la que había sido escrita la novela. De vuelta en la Argentina, y decidida a investigar el tema Martel, a quien conocía solo como el ganador del Man Booker Prize por Life of Pi, confirmé que había nacido en España en 1963 y era hijo del renombrado poeta quebequense Émile Martel, quien fue ganador en 1995 del Premio del Gobernador General de Literatura por su libro Pour orchestre et poète seul. Las circunstancias de su niñez y adolescencia—sus padres eran diplomáticos—lo llevaron de Costa Rica a Francia, y de México a Canadá, y le brindaron una educación cosmopolita. Estudió filosofía en Trent University, en la provincia de Ontario, y viajó también por propia elección, desempeñándose en todo tipo de trabajos para costear estos viajes: plantó árboles, fue lavaplatos y guardia de seguridad. Su vida migrante le permitió dominar el inglés, el francés, el alemán y el español. Se estableció primero en Montreal y vive actualmente en Saskatoon, Canadá inglés. A pesar de su ascendencia quebequense, eligió escribir en inglés, por los recursos expresivos de esta lengua, según expresa el protagonista de Beatrice & Virgil, alter ego del autor.

Beatrice & Virgil es una novela poco convencional sobre el Holocuasto, que Martel construye introduciendo dos animales embalsamados como personajes que Henry, el narrador, encuentra en el negocio de un taxidermista. El relato del viaje épico de los animales le proporciona a Martel la oportunidad de considerar los efectos del holocausto tanto en los sobrevivientes como en sus perpetradores y echar nueva luz sobre los temas fundamentales que la literatura ha planteado desde sus orígenes: cuestiones sobre ficción y realidad, responsabilidad y complicidad, la verdad de la historia y la de la imaginación, y por qué no, el problema filosófico de la representación. Cuando se le preguntó a Martel sobre su interés en el holocausto respondió que, a pesar de ser un completo “outsider”, había estado impresionado por “esa monstruosa masacre de inocentes” desde niño y que escribió la novela ya que cree que “si la historia no se expresa como arte no sobrevivirá en la memoria humana común” (“Yann Martel on Animals and the Holocaust in Beatrice and Virgil”). En la elección del idioma con el cual expresarse como escritor, en el alejamiento de las problemáticas inherentes a la historia del país de sus antepasados y del país en el que se ha elegido vivir, en favor de acontecimientos traumáticos de la historia universal, Yann Martel se establece como escritor transnacional “ en un contexto en que todas las referencias culturales están destinadas a mezclarse las unas con las otras” (Circular del XX Congreso de la Asociación Internacional de Literatura Comparada que tuvo lugar en París en 2013), como escritor cuya ficción demanda nuevos criterios para definir las identidades literarias.

El segundo caso que quiero considerar es el de escritores pertenecientes a generaciones de inmigrantes llegadas a Quebec en las últimas décadas del Siglo XX. A diferencia de los inmigrantes pertenecientes a generaciones anteriores, como, por ejemplo, el catalán Jacques Folch-Ribas, al que ya he hecho referencia, las nuevas generaciones de inmigrantes eligen abordar las heridas de su pueblo de origen, de sus ancestros. Esto se evidencia en una obra de teatro de gran impacto en el público, francófono en un primer momento y más amplio después, si consideramos la versión cinematográfica de la obra teatral. Me estoy refiriendo a Incendies de Wajdi Mouawad. El autor nació en el Líbano en 1968 y se estableció en Quebec en 1983, después de una corta estadía en Francia. La razón del exilio de la familia fue la guerra en el Líbano. Como expresa el escritor, escribe en francés, vive en Quebec y su madre está enterrada en la tierra helada de Montreal porque hubo una guerra y se vieron obligados a dejar el Líbano (cdo. en Farcet 142). Uno de los motivos centrales de la obra es la prisión de Khiam y lo que pasó en ella durante la guerra civil en el Líbano. Mouawad se entera de ello cuando se encuentra con la fotógrafa Josée Lambert el 29 de enero de 2001. Se entera de que Khiam era un viejo cuartel francés que en 1985 se transformó en centro clandestino de detención a las órdenes de la Armée du Liban-Sud (ALS). Durante la guerra, miles de libaneses y palestinos, tanto hombres como mujeres, fueron hechos prisioneros y torturados en Khiam. Durante su viaje al Líbano, Josée Lambert se reunió con muchas familias que habían pasado estas terribles experiencias. Las fotografió y escuchó sus relatos. Esas historias, que le contó a Mouawad, inspiró Incendies, la segunda obra de la tetralogía Le Sang des promesses. Incendies es una obra acerca de una mujer que una vez fue prisionera en Khiam y se entera luego de que el hombre que la torturó y la mató en prisión era su propio hijo. La mujer muere en Montreal y les deja a sus hijos mellizos, un niño y una niña, el mandato de descubrir quién había sido su hermano/padre. La Historia es entonces la fuente de la ficción de Mouawad, pero la obra no es simplemente el relato de una historia real, la ficcionalización de la Historia. Incendies es el relato de un dolor atroz. Como dice Sawda en la obra: “Escúchame, Nawal, no te estoy contando una historia, te estoy contando un dolor que cayó a mis pies” (Incendies 85). Incendies es el relato de distintos viajes que realizan los personajes en un intento de comprender sus identidades, en un contexto globalizado sacudido por la violencia y el dolor; pero no es solo una historia de horror, es también una historia de amor, ya que en última instancia es un relato sobre la condición humana [11] .

Las artes plásticas

Las obras de artistas plásticos quebequenses presentadas alPrix Artistique Sobey 2010 ( Musée d’art contemporain de Montréal), producidas en un alto porcentaje por jóvenes inmigrantes, confirman esta tendencia a alejarse de las raíces tanto históricas como culturales del Québec. Con las más variadas técnicas innovadoras, que incluyen proyectos multi-media e instalaciones de gran escala, las artes visuales reflexionan sobre temáticas conectadas con la relación del hombre con la naturaleza, la construcción de la identidad por parte de sujetos migrantes/inmigrantes en una sociedad global, la diáspora y el desarraigo, la hibridación y el acomodamiento a las nuevas culturas, sin omitir problemáticas filosóficas y estéticas, como el tiempo y la representación.

Los cinco artistas quebequenses que resultaron seleccionados fueron Patrick Bernachez, elegido como finalista, el grupo BGL, Pascal Grandmaison, Adad Hannah y Karen Tam.

Patrick Bernatchez produce complejos proyectos multimediáticos que evolucionan a través de los años. Desarrolla un laberinto de ideas y experiencias que tienen como eje lo que él ha denominado “crónica de una muerte anunciada” (Fillmore 5). Goldberg Experienced Ghosts Chorus , el proyecto presentado al Premio, consiste en un gran piano equipado con bloques que continuamente activan notas y amplificadores ubicados sobre las teclas. En él, se reproducen las 32 Variaciones Goldberg de J. S. Bach, cada una de ellas transformada por una intervención específica del piano. Desde esta perspectiva, la instalación de Bernatchez puede ser concebida, según Sarah Fillmore, como “una investigación sobre las múltiples facetas de tiempo: el tiempo cósmico, el tiempo performativo, el espacio-tiempo, el viaje en el tiempo, la distorsión espaciotemporal” (5).

El grupo BGL (Jasmin Bilodeau, Sébastien Giguère and Nicholas Laverdière) ha producido desde 1990 grandes instalaciones in situ. La instalación que presentaron a la muestra se llama Pinocchio y trata, a través del humor, cuestiones políticas de importancia universal: la relación del hombre con la naturaleza, la deforestación y la ecología, aludiendo indirectamente al consumismo descontrolado de las sociedades capitalistas contemporáneas.

Pascal Grandmaison produce películas y fotografías que, según Lesley Johnstone, constituyen “una meditación sobre el tiempo, la durée y la percepción visual” (7). Una de sus últimas obras se titula Half of the Darkness y constituye según la misma crítica “una disección científica, a través de los mecanismos de la fotografía y del cine, de la manera en que el ser humano se representa él mismo y su relación con el mundo físico” (7).

Adad Hannah es un artista cosmopolita. Nació en Nueva York y pasó su niñez en Israel. Actualmente, distribuye su tiempo entre Vancouver y Montreal. Con técnicas muy variadas, que incluyen la transformación y reformulación de pinturas y esculturas canónicas en videos, fotografías y otros medios, Hannah reflexiona precisamente a propósito de los problemas de la representación, los códigos y las convenciones de las diferentes expresiones de la comunicación artística. La serie presentada al Premio Sobey está centrada en Los Burgueses de Calais, la obra maestra de August Rodin.

Karen Tam divide su tiempo entre Londres y Montreal. Su obra trata sobre la construcción identitaria de los sujetos migrantes en una sociedad global y está centrada especialmente en la diáspora china. Según Lesley Johnstone, está fuertemente interesada en “la infiltración de la chinoiserie en la estética norteamericana y las persistentes relaciones conflictivas entre el Este y el Oeste” (7).

En un contexto en que todas las referencias culturales están destinadas a mezclarse las unas con las otras, el siglo XXI está produciendo un arte fuertemente transnacional que reclama nuevos criterios para definir las identidades tanto literarias como plásticas.


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[1] Una ponencia corta sobre esta temática fue leída en las XXV Jornadas Nacionales de Literatura Francesa y Francófona . Facultad de Lenguas, UNC, y Asociación Argentina de Literatura Francesa y Francófona. Córdoba, 22, 23 y 24 de mayo de 2012, pero no fue presentada para publicación.

[2] Aunque publicada en 1974, la pieza fue estrenada en octubre de 1973.

[3] Merecen mención, dentro de esta tradición de ficciones que reconstruyen el relato de las rebeliones de los patriotas de Quebec dos obras teatrales de la misma época de representación,Grands Soleils de Jacques Ferron y Cérémonial funèbre sur le corps de Jean-Olivier Chénier de Jean-Robert Rémillard. La temática de la Rebelión de los Patriotas volvió a tomar vigencia en la década del noventa. En efecto, el tema está presente en la segunda parte de la epopeya dramática en tres partes de André Ricard. Finalmente, es también de 1995 el best-seller de Micheline Lachance.

[4] Les filles de Caleb no es una excepción en el contexto de la ficción quebequense contemporánea. En efecto, entre las publicaciones de las dos últimas décadas del siglo XX ocupan un lugar importante las novelas históricas escritas por mujeres que reconstruyen historias familiares. Dentro del subgénero, merece mención la saga de Francine Ouellette sobre la época de la colonización, que se inicia con el best-seller de 1984, Au nom du père et du fils, y continúa con Le sorcier al año siguiente. Otra autora de relatos de gran difusión es Chrystine Brouillet, cuya trilogíaMarie LaFlamme—que commenzó a publicarse en 1990—evoca la Nouvelle France y los comienzos de la colonia. Por su parte, Arlette Cousture siguió frecuentando con éxito las sagas familiares en los dos tomos de Ces enfants d'ailleurs, que narran la historia de una familia de inmigrantes, de Cracovia a Montreal. Más recientemente, merecen mención los dos relatos de Pauline Gill, autora que en 1990 adquiriera fama a través del best-seller de carácter histórico-social Les enfants de Duplessis. Le Château retrouvé, de 1996, lo mismo que La cordonnière de 1998, está inspirada en hechos reales de la historia de Quebec de 1860 y tiene como personajes a miembros de las familias Du Sault y Dufresne. En algunos casos, estas novelas sobre historias familiares toman como personajes a miembros de la familia del propio escritor. Tal es el caso de Passion de Jeanne, publicada en 1997 por Michelle Tisseyre, que, con el fondo histórico de la crisis de la conscripción, trata la problemática de la emancipación de una mujer en el período comprendido entre 1916 y 1927.

[5] Todas las traducciones al español me pertenecen.

[6] Los sucesos de octubre han sido reiteradamente retomados por el discurso social, tanto a través del discurso historiográfico y sociológico como del periodístico y de ficción. En este último campo se destaca, atendiendo a la envergadura de la recepción, la película Octobre de Pierre Falardeau. El film está basado en el relato Pour en finir avec Octobre de Francis Simard, y la intriga está centrada en los comportamientos de los cuatro miembros de la célula Chénier que durante siete días convivieron con el rehén.

[7] En octubre de 1980, el pueblo quebequense se expresó en un Referéndum a propósito de la propuesta separatista del Parti québécois. La propuesta de separación fue derrotada por 59.56% contra 40.44%.

[8] Al considerarla dentro del conjunto de la producción de ficciones del período estudiado, no se puede evitar establecer un paralelo con la obra de teatro de Larry Tremblay The Dragonfly of Chicoutimi, estrenada en mayo de 1995 en el Théâtre d'Aujourd'hui de Montréal en ocasión del Festival de théâtre des Amériques.

[9] La autora apoya su punto de vista con breves análisis de la trilogía de André Ricard sobre la historia de Quebec (1985-1995),The Dragonfly of Chicoutimi (1995) de Larry Tremblay,Le Préceptuer (1990-1994) de Michael MacKenzie,L'Épreuve du merveilleux (1995) de Michel Garneau,Les Divines (1996) de Denise Boucher y Appelle-moi (1993-1995) de Élizabeth Bouget.

[10] Dentro de los relatos escritos por poetas, se puede mencionar Noces de sable, que recibió el premio Henri Queffelec del Salón del libro de Concarneau, en Bretaña, primera novela de Rachel Leclerc, poeta consagrada que en 1991 recibiera el premio Emile-Nelligan por la colección de poemas Les vies frontalières y en 1994 el premio Alain-Grandbois por Les Rabatteurs d'étoiles. La novelista sitúa su historia en su tierra natal, la Gaspésie, en 1835, y narra la explotación de que eran objeto los pescadores de bacalao de la Baie des Chaleurs por parte de los comerciantes de la Isla de Jersey. En una prosa con fuerte contenido poético, la novela relata el amor y la unión de la hija de Richard Thomas, uno de esos comerciantes explotadores que domina a un pequeño pueblo de pescadores, y Gabriel Foucault, hijo de un pescador que se suicidó por no soportar la humillación a que lo sometía la situación de dependencia y miseria. El lector conoce esta historia a través de la larga confesión que Gabriel hace a su hijo antes de morir y del diario íntimo que Catherine había dejado a una amiga. Entre los profesores universitarios que han practicado el subgénero se puede citar a Réal Ouellet, quien en 1996, después de haber dedicado muchos esfuerzos académicos a la vida y obra del barón Lahontan — ese aventurero e intelectual que vivió entre 1666 y 1715 y que recorrió Quebec y otras partes de América durante diez años — publicó su biografía novelada con el título de L'Aventurier du hasard. Le baron Lahontan. A través de la vida de este personaje histórico poco conocido, la novela muestra una época de la que el gran público conoce solo las fechas y personajes ligados a los grandes acontecimientos. El pasado lejano sigue fascinando a los novelistas quebequenses. Entre los títulos recientes, L'homme de paille, la sexta novela de Daniel Poliquin, sitúa la acción en el siglo XVIII, entre la Conquista de 1759 y la Revolución francesa, pasando por la invasión estadounidense, y presenta las guerras desde la perspectiva marginal de los integrantes de una troupe de teatro. Se trata de una novela histórica donde lo imaginario ocupa un lugar más importante que la descripción factual y donde los personajes pasan de una guerra a la otra sin comprometerse políticamente. Es, en definitiva, la guerra vista desde la perspectiva cotidiana de quien siente su vida y sus sueños personales afectados por la contienda.

[11] Los estudios de estas obras pertenecen a un proyecto en curso. Puedo incluir, en la misma tendencia temática, las siguientes novelas: L’énigme du retour, de Dany Laferrière, 2009; Guyana, de Élise Turcotte, 2011; L’orangeraie, de Larry Tremblay, 2013.