11-S: Los desbordes del nuevo imperio global

Mirian Carballo

Having invented a new Holocaust

and been the first with it to win a war,

How they make haste to cry with fingers crossed

King's X—no fair to use it anymore!

Robert Frost

RESUMEN

Sin duda, el 11-S representa un momento de inflexión en la historia de los Estados Unidos. A excepción de la invasión del espacio aéreo del lejano Pearl Harbour, Estados Unidos no había sido nunca objeto de ataques en su territorio. El 11-S colocó a la nación estadounidense en una posición de vulnerabilidad sin precedentes y suscitó justificadas reacciones dolorosas, como así también airadas y vehementes protestas frente a lo que se consideró un ataque completamente injustificado. “Las invasiones bárbaras” [1] demandaron una profunda revisión del orden global. En este trabajo me propongo analizar en El Hombre del Salto de Don DeLillo (2008),Sábado de Ian McEwan (2005) y Un trastorno propio de este país de Ken Kalfus (2008) [2] , la tensión entre las relaciones globales con las realidades locales y las maneras en que la aparente homogeneidad de la globalización se resquebraja cuando el “imperio”—formado por los territorios antiguamente colonizados—contraataca en tiempos globalizados.

Palabras claves: globalización- homogeneidad-fisuras-local-tensión.

ABSTRACT

Undoubtedly, 9/11 represents a moment of inflection in the history of the United States. With the exception of the invasion of the air space back in time in faraway Pearl Harbour, the United States had never been the object of attacks in its territory. 9/11 placed the American nation in an unprecedented position of vulnerability and aroused justified painful reactions, as much as vehement protests in the face of what was considered a completely unjustified attack. “The barbarian invasions” demanded a profound revision of the global order. In this work I propose to analyze the tension between the global relations and the local reality, and the ways in which the apparent homogeneity of globalization cracks when the “empire”—made up of the territories formerly colonized—counterattacks in global times. The corpus for the analysis consists of the following novels: The Falling Man by Don DeLillo (2007), Saturday by Ian McEwan (2005) and A Disorder Peculiar to the Country by Ken Kalfus (2006).

Key words: globalization-local vs global affairs-cracks-tension.

La natural autoconfianza de los Estados Unidos como nación sufrió un terrible golpe con el ataque perpetrado en puntos estratégicos del territorio estadounidense el 11 de setiembre de 2001. Su política exterior e inmigratoria, sus instituciones y prácticas democráticas, su ejercicio de los derechos humanos, todos fueron objeto de un drástico giro que obligó a los Estados Unidos a mirarse a sí mismo, su historia y su posición en el mundo. Uno de los discursos y contextos más apropiados para situar este conflicto es el de la globalización que desde 1989 en adelante ha dinamizado los asuntos transnacionales. No obstante, cabe remarcar que a pesar de la preeminencia de este discurso que principalmente describe el modo de funcionamiento internacional de la economía y de la gestión pública, así como la homogeneización de la cultura del “capitalismo tardío” [3] , existen numerosas perspectivas que cuestionan el valor de esta tendencia, enfatizan diferentes aspectos de los ya mencionados y, de alguna manera, señalan algunas de las grietas de uno de los rasgos más intrínsecos de su caracterización: la homogeneidad (Giddens 2003, Robertson 1992, Appadurai 1996, Grüner 2005, Held y McGrew 2007). En estas diferentes acentuaciones creo encontrar algunos marcos de referencia para analizar los conflictos de las novelas de DeLillo, McEwan y Kalfus.

Dichas novelas hacen foco ya sea sobre los acontecimientos del 11-S o sobre los eventos que se derivan de ellos y ponen en evidencia la estrecha relación de estos acontecimientos con las políticas de la globalización. [4] Dado el diferente grado de comprensión que se evidencia en los textos sobre la percepción del 11-S dentro de una red de asuntos trasnacionales, es importante comenzar con la caracterización del discurso de la globalización para comprender estas diferenciaciones e incluso echar luz sobre aquello que pareciera permanecer ajeno a algunos de los protagonistas de los textos.

Held y McGrew entienden la globalización como un proceso histórico y la definen en un sentido general de esta manera:

Globalization denotes the intensification of worldwide social relations and interactions such that distant events acquire very localized impacts and vice versa. It involves a rescaling of social relations, from the economic sphere to the security sphere, beyond the national to the transnational, transcontinental and transworld [5] . (2007, 2)

En esta casi aséptica definición, aunque se menciona uno de los aspectos más relevantes para este análisis—la constante interacción entre los acontecimientos locales y transnacionales—se omite la fuerte y particular marca económica que direcciona este modo de desarrollo. Efectivamente, uno de los primeros aspectos a remarcar sobre este proceso de internacionalización refiere a la preponderancia del modelo capitalista y a la idea de que la globalización se disemina principalmente como un producto occidental for export. Estas dos características se encuentran en el origen y en la historia de esta fase. Entendida así, la globalización no sería más que otro ciclo del proceso de colonización y del imperialismo iniciado con la modernidad, solo que en un grado diferente. Eduardo Grüner afirma que la globalización puede ser explicada con las teorías del “sistema-mundo” [6] que señalan cómo la modernidad, por sus desarrollos tecnológicos y por las condiciones culturales (nuevas tecnologías para la navegación, diseminación del conocimiento y la información a través de la imprenta, primeros desarrollos del mercantilismo y de la acumulación de capitales, incipiente estado burocrático, etc.), dio lugar a la exportación de la cultura moderna europea y al establecimiento de colonias que abastecieran las necesidades materiales de la metrópolis; en algunos casos estas colonias estaban situadas en una sola región, pero en otros, se extendieron por distintos continentes. La segunda mitad del siglo veinte y las décadas posteriores del siglo veintiuno aparecerían como un período similar a aquel de la modernidad colonial en cuanto al impacto de los desarrollos tecnológicos; en este segundo período, principalmente, en lo concerniente al área de comunicaciones (la televisión, trasmisión y comunicaciones satelitales, avances informáticos, la web), lo que ha permitido la diseminación, a nivel mundial, de los modelos culturales y económicos de las naciones más industrializadas. Anthony Giddens, el prestigioso sociólogo británico, coincide con esta visión de la globalización que relaciona a este fenómeno con el desarrollo de la Modernidad. En The Global Transformations Reader, editado por David Held y Anthony McGrew, donde se comentan los principales puntos de discusión de Giddens acerca de la globalización, que incluyo a continuación, se pueden observar las conexiones de la globalización con la Modernidad y los procesos que genera y generan a la globalización.

To understand globalization requires an examination of the driving forces of modernity; namely how the intersecting processes of industrialization, capitalism, militarism and statism have an inherently globalizing impetus. This global momentum generates worldwide systems and infrastructures which now connects the lives and the prospects of households across distant parts of the globe. While the emergence of a global media infrastructure produces a developing awareness of how local and global events are interwoven, it is this dialectic between globalizing systems and local conditions which, in Giddens'analysis, constitutes the defining feature of the contemporary epoch. (51) [7]

Giddens propone un dinámico modelo del funcionamiento de la globalización en donde la dialéctica entre lo que produce a la globalización y lo que ella misma continúa produciendo, que en definitiva es lo mismo pero en un grado mayor, funciona como un mecanismo de retroalimentación. En mi opinión, de todos esos productos el del desarrollo de las comunicaciones es el más interesante porque es un claro ejemplo de este desdoblamiento, el de ser al mismo tiempo causa y efecto de la globalización. [8]

Volviendo a la cita anterior de Giddens se puede señalar que su texto establece enfáticamente la estrecha relación que existe entre lo local y lo global. El sociólogo presta particular atención a la manera en que la relación entre las formas y eventos sociales locales y distantes devienen en un estiramiento bajo la influencia de la globalización.

Globalization refers essentially to that stretching process, in so far as the modes of connection between different social contexts or regions become networked across the earth's surface as a whole.

Globalization can thus be defined as the intensification of worldwide social relations which link distant localities in such a way that local happenings are shaped by events occurring many miles away and viceversa. [9] (60)

En las distintas caracterizaciones de la globalización incluídas aquí se advierte un factor común: dentro de esta fase de desarrollo, conocida como la globalización, los acontecimientos del orden mundial y local se entremezclan y, como consecuencia, parecieran dar lugar a una cultura transnacional aparentemente homogénea. Gracias al avanzado desarrollo de los medios de comunicación se experimentaría una presencia y un grado de simultaneidad que contribuiría a la sensación de uniformidad y de una convergencia social mundial. No obstante, es posible distinguir la existencia de una posición anti-globalista señalada por Held y McGrew respecto de los valores que se le adjudican a la globalización ( Globalization/Anti-globalization 5). Por ejemplo, existen voces, como la de Grüner y Wallerstein, que advierten que esta internacionalización, tanto de la cultura como del modelo capitalista, es una estrategia que favorece la imposición de la cultura de los países altamente industrializados y la apertura total de las fronteras y las barreras de cualquier tipo para la imposición del libre mercado. Más concretamente, es posible aseverar que “¨[L]a globalización produce una suerte de homogeneización cultural que en el fondo es la propagación de la americanización, una especie de McDonaldización” (Costa Picazo 13). Estas observaciones negativas sobre la globalización, que remarcan el carácter neoimperialista de esta nueva fase del capitalismo global, provienen de observaciones sociológicas o económicas, tal como lo demuestran los analistas citados. A continuación, me concentraré en el discurso literario y examinaré las fisuras de las bonanzas de la globalización a partir del 11-S en las novelas ya mencionadas.

La articulación de lo local y lo global en la ficción

Los textos ficcionales escogidos para este análisis realizan una importante reflexión sobre los alcances de la globalización y la tensión entre los territorios nacionales y los espacios globalizados, en otras palabras el conflicto entre lo local y lo global, y es el atentado del 11-S lo que produce una toma de conciencia sobre el funcionamiento de la globalización. El 11-S, su significación, y las posteriores acciones del gobierno estadounidense y sus aliados, construye posiciones ideológicas, en el sentido fuerte de la palabra, que, en algunos personajes, se presentan como causa de desavenencias entre ellos (El hombre del salto y Sábado). En el caso de la tercer novela ( Un trastorno propio de este país), no hay una reflexión sobre el 11-S de parte de los personajes pero la lógica de la violencia, la invasión y la vulnerabilidad permea el accionar de los protagonistas y le corresponde al lector extraer conclusiones sobre la irónica representación de la invasión de la política exterior en los asuntos domésticos de los jóvenes protagonistas.

Comenzando por El hombre del salto (Don DeLillo), entre los personajes para los que la discusión del ataque del 11-S marca distancias ideológicas muy importantes, se encuentran Nina, la madre de Lianne, la ex-mujer de Keith, el sobreviviente de la caída de las Torres Gemelas que aturdido vuelve a su viejo hogar buscando refugio, y Martin Ridnour, el amante de Nina. Ésta última da voz a la defensa de la victimización de los Estados Unidos y condena enfáticamente lo islámico, por su orientación religiosa fundamentalista, y deplora el discurso del oriente que culpa al Occidente por un atraso que, en su opinión, es el resultado de sus propias fallas. Para Nina el ataque no es solo injustificado por sus objetivos anárquicos sino también porque considera que su país no tiene ninguna relación directa con los problemas internos del mundo árabe. La artista desestima el rol que desempeñan los Estados Unidos en el desarrollo mundial y asume que todos los países tienen la misma posibilidad de progresar que el país del norte. Podría decirse que Nina se alinea con una defensa acrítica de la globalización considerándola tan solo como el programa que permite la indiscriminada y libre circulación de mercancías y productos culturales en la que, en su parecer, Estados Unidos no ocupa ningún rol de liderazgo ni avanza sus intereses económicos ni políticos enmascarados en el discurso de la globalización.

Por otra parte, Martin Ridnour adhiere a una posición mucho menos etnocéntrica y hasta de defensa de las culturas periféricas. Aunque proviene de Europa es consciente del rol de liderazgo que desempeñan los países industrializados—sobre todo Estados Unidos—en la economía mundial y el poder que detentan, a pesar de que aparentemente bajo el orden globalizado hay una circulación libre e igualitaria de los bienes materiales y culturales desde y hacia todos los países. En su discusión con Nina, Martín, quien ha participado en actos terroristas en Alemania, intenta explicarle el funcionamiento de esta desigualdad pero no logra convencerla de su visión. “Un lado tiene el capital, el trabajo, la tecnología, los ejércitos, las instituciones, las ciudades, las leyes, la policía y las cárceles. El otro lado tiene unos cuantos hombres dispuestos a morir,” (DeLillo 58) dirá Martín, en su discusión con Nina sobre los ataques del 11-S con el propósito de mostrar la asimetría entre las dos regiones (el occidente y el medio oriente) y cómo la globalización no ha producido bienestar en las regiones periféricas.

En cuanto a la asociación del fervor religioso y la lucha armada de los islámicos, esgrimida por Nina, Martin descarta que exista lo primero. Sostiene que el lenguaje religioso solo es utilizado para llevar adelante los principios políticos de estos grupos que se sienten marginados. Cree que lo que mueve a los terroristas o a los ideólogos islámicos “[s]on cuestiones históricas. Es política y economía. Todo lo que configura las vidas de millones de personas, desposeídas, sus vidas, sus conciencias” (58). Precisamente, hay coincidencia entre la percepción de Martín y la visión de los musulmanes que aparecen en el texto porque esas mismas preocupaciones en relación a la desigualdad y a la penetración cultural y económica del Occidente, de los Estados Unidos más precisamente, son las que expresan, en El hombre del salto, el grupo de terroristas que se prepara a atacar los objetivos tácticos del 11-S en los Estados Unidos: “Estaba la sensación de historia perdida. Llevaban demasiado tiempo aislados. De esto era lo que hablaban, de verse arrinconados por otras culturas, la voluntad, que todo lo abarca, de los mercados del capital y de las políticas exteriores” (96). La diseminación de la religión islámica se presenta como el motivo que le da trascendencia a la lucha del Oriente, un objetivo que puede movilizar a aquellos que no se interesen por los fines políticos. De acuerdo a este panorama podríamos decir que vuelven las “cruzadas” como principio movilizador de desacuerdo entre el Oriente y el Occidente, aunque ahora se efectúen en un doble sentido (ataques terroristas e invasiones anti-terroristas) y se realice con otras tácticas (mediante la lucha terrorista), al menos desde uno de los bandos.

Martin Ridnour despliega una posición anti-globalista, es decir integra el grupo que le adjudica un valor negativo al proyecto globalista como modelo político y económico, tal como advierten Held y McGrew (2007, 5), en la medida en que comprende que el desarrollo no es posible para todos los países bajo el modelo globalizado actual. Observa que las desigualdades proliferan al igual que la ceguera del Occidente industrializado, por ejemplo la de Nina, quien responsabiliza al Oriente por su atraso afirmando: “Es su propia historia, su mentalidad... No han avanzado porque no lo han querido, ni lo han intentado” (59). Muchos otros occidentales no se quitan el vendaje y mantienen sus ojos cerrados frente a las posibilidades que continúan agotándose en la periferia debido a las invasivas políticas del libre mercado. En idéntico sentido, Grüner, en un análisis desde la sociología y en una posición ideológica similar a la de este personaje de DeLillo, emite un fuerte juicio contra el orden globalizado, lo señala como la causa posible del ataque del 11-S, y puntualiza la macro cuestión del Tercer Mundo que se erige como una de:

las “sociedades periféricas” arrasadas, violentadas y destruidas hasta lo indecible por la mundialización capitalista: destrucción sistemática—otra vez política, económica, social, cultural, jurídica—que insistimos lleva cinco siglos, pero que en las últimas décadas las ha transformado, más que en una tierra baldía en un campo minado. Tarde o temprano alguna de esas minas tenía que estallar de modo espectacular, y eso—entre muchos y complejos elementos—fue el 11 de setiembre. (14)

Las discusiones entre Martin y Nina se replican en Sábado de una manera algo similar entre los londinenses Henry Perowne, el neurocirujano protagonista, y su hija Daisy, quien se dedica a las letras. El debate entre ellos gira alrededor de la posición aislacionista o intervencionista a la que los Estados Unidos y el Reino Unido debieran o no adherir frente al ataque terrorista, la protección al terrorismo que el gobierno de Saddam Hussein, aparentemente, alentaría y las armas biológicas y nucleares que éste estaría desarrollando para luchar contra los Estados Unidos y sus aliados.

Perowne considera que la intervención en Iraq es el camino apropiado de acuerdo a las circunstancias. Basado en su conocimiento sobre las injusticias y las impiedades del régimen de Saddam—“limpieza étnica”, secuestro de personas contrarias al régimen, mutilaciones, tortura y todo tipo de vejaciones de los que se le oponen, amenazas sobre las familias de los opositores que no se avienen a militar en su línea de gobierno, despotismo, ostentación de poder económico y político del Presidente, culto obligado a la figura de Hussein—Perowne sostiene que derrocar a Saddam e intervenir el país es el deber moral de los aliados y su obligación para el progreso de la democracia a nivel mundial. Contrariamente, Daisy se opone tenazmente a la invasión de Iraq y para defender esta posición, esgrime los argumentos que alertan sobre los riesgos de erigirse como la fuerza policíaca del planeta, la dificultad de determinar cuándo es conveniente retirarse del país invadido—si se tomara la opción de invadir—, la muy probable alternativa de que los Estados Unidos tome el control político y económico del país para beneficio propio, y el derecho de la autodeterminación de los pueblos. Fundamentalmente, su perspectiva se basa en experiencias pasadas en las que los Estados Unidos intervinieron y convirtieron otras regiones en colonias y sus gobiernos en títeres que ellos manipularon de acuerdo a su conveniencia. Además, Daisy confía en una resolución pacífica de los conflictos como método político. Ambas perspectivas, la de Perowne y su hija, tienen el respeto por los derechos como base, pero una posición se sustenta sobre los derechos individuales y la otra sobre los derechos de los pueblos. Los argumentos de Daisy a favor de la multitudinaria manifestación en Londres que ese sábado de 2003 quiere protestar en contra de la intervención bélica del Reino Unido en Iraq, se pueden asociar con las razones para descreer del programa de la globalización que naturaliza la duplicación de la cultura liberal de los estados modernos europeos, fundamentalmente la de los Estados Unidos, en otras naciones de tradiciones muy diferentes. La sospecha de la joven de que por detrás de la construcción de una cultura transnacional solo acecha el interés por expandir el capitalismo y controlar otros mercados también abona la posición que sostiene que la globalización es solo una nueva fase del imperialismo e internacionalización del capitalismo y que el motivo principal de la expansión responde exclusivamente a intereses económicos. Su escepticismo hacia los motivos reales de los Estados Unidos detrás de la intervención en Iraq la lleva a confrontar a su padre de esta manera:

Then,why take the risk? Where's the cautionary principle you're always going on about? If you're sending hundreds of thousand soldiers to the Middle East, you better know what you're doing. And these bullying greedy fools in the White House don't know what they're doing, they've no idea where they're leading us, and I can't believe you're on their side. [10] (Mc Ewan 193)

Independientemente de la discusión en que se oponen padre e hija y que se relaciona con el momento político del contexto de la novela—la gran marcha contra la invasión iraquí en Londres, febrero de 2003—,el conflicto de la invasión violenta que sufren los Perowne en su casa esa noche del sábado por parte de un individuo con un interés de venganza personal también constituye un espacio para pensar la manera en que la violencia de afuera invade el espacio íntimo, no solo en el medio oriente. Baxter, el individuo que se siente víctima de un error de conducción de Perowne esa mañana, intenta resarcirse de ese pequeño accidente y de lo que considera una humillación de parte de Perowne al hacer mención de su enfermedad neurológica en frente de sus amigos. Por tal motivo ingresa por la fuerza a la casa del neurocirujano y amenaza con dañar a su familia. La tensión de la violencia es tal como para insinuar que la violación de Daisy es el próximo paso si nadie detiene a Baxter. Perowne finalmente logra defenderse, someter a Baxter y alejar el peligro de su hogar pero toma conciencia de su profunda vulnerabilidad. El cielo de Londres de esa madrugada, surcado por aviones incendiados que el protagonista observa con resquemores temprano esa mañana y cree que son parte de un ataque terrorista a esa ciudad, se lee después de este evento en el texto como una escena premonitoria del riesgo que sufrirá este londinense en su domicilio privado esa noche y como una situación paralela con el estado de riesgo en que está sumida la nación británica como consecuencia de sus alianzas, su posición política y económica, y por la lógica expansión de la inseguridad a todo nivel—colectivo y personal—en un mundo globalizado, después del 11-S.

En Un Trastorno Propio de Este País la articulación entre lo global y lo local es una de las más estrechas, comparada con las otras novelas. El texto se construye sobre las bases de la intrusión de lo éxtimo en lo íntimo. Las consecuencias y los eventos de la política mundial y, más precisamente, aquellos que involucran a los Estados Unidos, impactan en la vida de la pareja de Joyce y Marshall Harriman inequívocamente. Aparecen como telón de fondo—aunque también en la trama porque Marshall escapa ileso de la caída de las Torres—y marcan la inestabilidad y la precariedad de las certezas del momento que está viviendo la nación norteamericana, lo cual se asemeja cercanamente a la relación de pareja de los Harriman. Además se hace presente en la lógica de la simultaneidad, el principio del funcionamiento básico de la globalización, que provoca que tanto el conflicto del 11-S como los eventos que se suceden posteriormente—la invasión a Afganistán, las marchas pacifistas, la intervención en Irak, la caída del mercado, el apresamiento de Saddam Hussein—tengan fuertes reverberaciones en el destino de estos jóvenes.

De hecho los acontecimientos de la política externa, del orden global, son traducidos directamente en los sucedáneos de las vidas de Joyce y Marshall. Esto ocurre principalmente en las estrategias que adopta la pareja para zanjar sus diferencias por su separación. La guerra se desata entre ellos y, por consiguiente, la utilización de tácticas bélicas es moneda corriente; a saber, la construcción o ruptura de alianzas (los familiares que tratan de ganar en contra del otro), las disputas territoriales (la división de los espacios al que tienen derecho cada uno de ellos y la división de los bienes comunes), la vigilancia y el espionaje (la búsqueda de información íntima sobre el otro que pueda proporcionar un flanco débil por donde atacar).

El marcado enfrentamiento entre Occidente y Oriente se replica en la lucha verbal sin cuartel en la que se involucra Marshall con los amigos y parientes judíos de su futuro cuñado, Neal, y el propio Neal, durante la despedida de soltero de éste último. La relación con la nación israelita, el tradicional aliado natural de los Estados Unidos, sufre en esos días pos-11-S algunos cimbronazos, por lo que se argumenta que es esa alianza la que provoca la ira de los musulmanes, victimizados por el poder sionista en el Medio Oriente, y que sería conveniente separarse de ellos para evitar más fricciones. Marshall se hace presente en la reunión como un amigo y aliado de Neal, en contra del nepotismo de los padres de la futura esposa de Neal (los suegros de Marshall), y luego de “infiltrarse” termina atacando a los judíos. Durante la conversación en la cena la alianza de Marshall con Neal sufre fracturas cuando Harriman afirma que los judíos son los responsables de la fractura de los Estados Unidos con el mundo árabe y que los Estados Unidos tienen mucho que perder con esa alianza. Dirá Marshall:

Lo único que importa para mí en tanto que americano son los intereses nacionales americanos. Y los americanos empiezan a preguntarse qué coño tiene de precioso para nosotros ese pequeño país tan chungo para que nuestra gente muera por él. ¿Por qué tenemos que hacer todos esos reajustes en nuestra política exterior por un solo grupo étnico? (Kalfus 133)

Por cierto, aunque el conflicto con el Oriente en el 2001 obviamente no se relacionaba con la nación israelita, casi el único aliado de los Estados Unidos en ese lado del mundo, la relación con ese país se vio modificada en algún grado, en esos días, como parte de una política de acercamiento al mundo árabe. Aparte de la reacción intervencionista inmediata en los países orientales abiertamente enfrentados a los Estados Unidos, también se buscó suavizar los conflictos con esa sección del mundo por medio de un cierto distanciamiento con Israel.

La guerra también se refleja en el divorcio de los Harriman con las disputas territoriales que implica el conflicto sobre la posesión del departamento en donde viven. Hasta tanto no se resuelve el conflicto, los Harriman comparten el departamento con zonas perfectamente delimitadas pero con violentos roces, con lo que su hogar se asemeja a un campo minado. Una de las tácticas que ambos utilizan, sobre todo Marshall, para preservar sus espacios y para incrementar su poder es la vigilancia, otra de las consecuencias del atentado del 11-S. El estado norteamericano incrementa su vigilancia sobre los ciudadanos y su intromisión en los asuntos individuales en nombre de la seguridad nacional crece. También la burocracia que acompaña a ese control aumenta. El detective del FBI que conoce Joyce durante la investigación del presunto ataque biológico a su oficina le confiesa, totalmente abrumado, que es imposible para él clasificar toda la información que recibe sobre vínculos con el terrorismo y por lo tanto montañas de expedientes se amontonan sin posibilidad de solución.

Conclusiones

Los tres textos analizados están atravesados por el conflicto del 11-S con distintos grados de presencia de éste y es esta articulación entre lo que le sucede a los personajes del texto, lo que sienten en relación al atentado y sus consecuencias, o sus maneras de interpretar este acontecimiento lo que posibilita observar el estiramiento, del que habla Giddens (60), que explica cómo impacta lo global en lo local y viceversa, y conduce a una re-evaluación del funcionamiento de la globalización e, inclusive, de su verdadera naturaleza.

Un Trastorno Propio de Este País muestra la mayor cercanía dado que el atentado y las postrimerías del 11-S inciden directamente sobre el desarrollo del conflicto de los personajes, como ya hemos mencionado anteriormente. En este texto hay tal identificación entre la disputa internacional y la de los Harriman que resulta difícil discernir cuál es la metáfora en el texto, si el conflicto político del 11-S, con la consecuente escalada de intervención de los Estados Unidos en el medio oriente y en las regiones aledañas (Afganistán, Iraq) y la intervención del estado en los derechos individuales en el mismo territorio estadounidense, o el explosivo divorcio de los Harriman. De una manera u otra la novela habla sobre la gran colisión del 11-S—cómo ha impactado en la política interna y externa de los Estados Unidos y cómo ésta se ha salido de su cauce—ironizando a través del ejemplo doméstico del divorcio de los Harriman que llevan lo personal a un plano que afecta todo su universo (vínculos que van de lo familiar pasando por el plano de la amistad hasta lo laboral) y que reproducen la paranoia, los temores, la represalia y la violencia de las tensiones que vive la nación.

El hombre del salto construye su historia en Nueva York, en la misma ciudad donde se caen las Torres, y en sus personajes resuenan los ecos de todo lo que se derrumba por esos días. La confusión reina en ellos; algunos afectados materialmente por el atentado, atontados por el humo y alcanzados por la metralla de vidrio, acero y piedra que han esparcido esas altas torres de cristal, en el caso del protagonista, Keith, y otros, igualmente confundidos por las cortinas de humo que los diarios agitan o que la inercia de la uniformidad y el aparente bienestar mundial que el orden globalizado produce, y que no les permite divisar qué es lo que se ha derrumbado definitivamente. Éstos últimos, entonces, no abandonan la ficción de que Estados Unidos no puede ser tocada por las crisis de otros, en cuanto a la realidad local, no admiten que la nación del norte es en parte responsable por lo sucedido, y que la cultura transnacional, supuestamente lograda con la globalización, no es una construcción colectiva mundial sino la imposición del modelo capitalista y de las prácticas asociadas con él. En esta situación se puede nombrar a Nina quien, sin verbalizarlo explícitamente, caracteriza al atentado como una invasión bárbara, como un acto de barbarie no motivado. Dicha mujer se caracteriza por su estrechez de visión y por sus pequeñeces que se hacen evidentes cuando aconseja a su hija que intente alejar a Keith de su ex-hogar inmediatamente sin atender las circunstancias especiales que éste como víctima directa del atentado está sufriendo. O cuando comparte sus temores e inseguridades sobre continuar en Nueva York por temor a que le ocurra algo a ella personalmente, y Lianne le responde, mostrando una comprensión que excede la percepción de lo sucedido en términos de un acontecimiento puntual y que nuevamente coloca a Nina en la posición de una visión obturada y de una falta de comprensión profunda de lo que ha estado ocurriendo desde hace varios años:

Nada es lo próximo. No hay próximo. Esto era lo próximo. Hace ocho años, pusieron una bomba en una de las torres. Nadie se preguntó qué sería lo próximo. Esto era lo próximo. Cuando hay que tener miedo es cuando no hay motivo para tenerlo. Demasiado tarde ahora. (DeLillo 17)

Las palabras que Susan Sontag comunica inmediatamente después del atentado, a continuación, completan y sintetizan la perspectiva ignorante y de completa indiferencia al mundo exterior de cierto sector de la sociedad estadounidense que continúa en la oscuridad aun unos días después de lo sucedido el 11-S y que parecen ser puestas en cuestión en El hombre del salto en el personaje de Nina:

La desconexión entre la monstruosa dosis de realidad del pasado martes y la munición de auto corrección y los escandalosos engaños que tratan de vender las figuras públicas y los comentaristas televisivos es sorprendente, deprimente. Las voces que tienen licencia para seguir el evento parecen haberse unido a la campaña para infantilizar al público. ¿Dónde está el reconocimiento que esto no fue un “cobarde” ataque a la “civilización”, “la libertad”, “la humanidad”, o “el mundo libre” sino un ataque al mundialmente autoproclamado superpoder, realizado como consecuencia de las alianzas y acciones americanas específicas? (Ctdo. en Hauerwas y Lentricchia 3) [11]

Sábado de Mc Ewan, aparte de exhibir contrastantes opiniones entre padre e hija sobre los límites de la cultura transnacional, los derechos de los pueblos a su autodeterminación y los límites de la diseminación o de la imposición de la cultura de corte liberal sostenidas por el modelo económico del capitalismo como una de las operaciones centrales de la globalización, también toma la sombra del 11-S para mostrar las articulaciones entre eventos localizados en una región y sus efectos en otros territorios dentro de un orden globalizado. El motivo de la “colisión” actúa como el disparador de conflictos a varios niveles. El insignificante choque de automóviles entre Baxter y Perowne en la mañana del sábado tiene inesperadas e impensadas consecuencias para el neurocirujano quien sufre la invasión del violento conductor en su casa esa misma noche. La morada del inglés pierde su tradicional condición de inaccesibilidad, privacidad e intimidad, que deviene del antiguo dicho “An Englishman's home is his castle” (el hogar de un inglés es su castillo). El episodio es una metáfora sobre los cambios que se avecinan en los “sábados” que de allí en más se verán alterados no solo en el orden individual sino también en el territorio inglés que también corre riesgo dado el nuevo orden mundial después de esa otra gran colisión de los aviones que atacan objetivos estratégicos estadounidenses el 11-S. La globalización traerá expansión y fluidez en los intercambios transnacionales pero también se verá acompañada por la vulnerabilidad. Finalmente, Sábado no solo muestra algunas de las consecuencias de la globalización inadvertidas hasta ese momento sino que también obliga a pensar la distribución de las obligaciones y los compromisos en ese orden de riesgo mundial. Esto surge en las discusiones entre Daisy y Henry Perowne y en las reflexiones sobre la medida en que este médico tiene alguna responsabilidad en la reacción de Baxter que, aunque violento y embarcado en una respuesta desproporcionada al daño que sufre, se encuentra en una relación de desventaja por su enfermedad y su desconocimiento científico de lo que le ocurre. Esta perspectiva no tan fácilmente visibilizada y explicitada se puede extrapolar al orden global analizando las actitudes de los involucrados en este acto doméstico. A partir de ello se podría considerar si serviría de modelo para la lógica de un orden mundial diferente observar que a la violenta reacción de parte de Baxter, Perowne no solo se defiende mesuradamente, sin infligir un daño en Baxter acorde a su tremenda ira momentánea sino que también más tarde accede a operarlo, sin dejar que el deseo de venganza interfiera en su desempeño profesional. Se podría interpretar entonces que el texto deja abiertos estos interrogantes: ¿Podría servir una actitud conciliadora hacia los países periféricos de parte de los países que se encuentran en situaciones más ventajosas para desalentar la violencia como respuesta y cambiar la lógica global que impone que el desarrollo siempre vaya en un mismo sentido hacia las mismas regiones? ¿Podrían haber respondido los Estados Unidos de otra manera al ataque de 11-S y cambiado la historia?

La literatura analizada muestra cómo el 11-S marca el final de una era de certezas tales como la autocomplacencia de los países desarrollados y su bienestar ininterrumpido; el liderazgo indiscutido de los Estados Unidos y la preeminencia del modelo económico y cultural capitalista o neoliberal como el modelo deseable para todos los países del mundo. Todo esto forma parte del contexto de los conflictos individuales que exploran las novelas y afectan las vidas, las decisiones y el pensamiento de los que actúan en este momento histórico. En lo que respecta a la concepción de la globalización, creo encontrar que cuando estos textos emiten un juicio valorativo negativo sobre este modelo de alguna manera están señalando la existencia de una profunda conexión con anteriores desarrollos imperiales, una continuidad de la lógica imperial. En razón de esta concepción es que pienso que estos textos estarían mostrando que la globalización en su afán por llegar cada vez a territorios más lejanos y muy extraños a su matriz cultural de base se ha desbordado. El pensamiento pro-globalista, pro imperial o, por lo menos, menos crítico de la globalización con sello estadounidense, ve los ataques del 11-S como las invasiones bárbaras, como un ataque incivilizado de los que no acceden “porque no quieren”, según Nina (DeLillo, 2008, 59), pero en esta otra versión, que denomino como el desborde del imperio se sugeriría que el imperio ha atravesado tantos bordes de manera tan invasiva que ya no existe un afuera, por lo que los que se resisten a ser abarcados o invadidos estarían contraatacando.

Bibliografía

Appadurai, Arjun. “Disjuncture and Difference.” Literature and Globalization. Eds. Liam Connell y Nick Marsh. London y New York: Routledge. 28-36. Impreso.

Connell, Liam y Nick Marsh (eds.) Literature and Globalization. Eds. Liam Connell y Nick Marsh. London y New York: Routledge. Impreso.

Costa Picazo, Rolando. “De la globalización, el multiculturalismo y otros enfoques actuales.” América desde la contemporaneidad: Note(s) y Sur(es). Eds. Cristina Elgue-Martini y Mirian Carballo. Córdoba: Comunicarte, 2001. 13-26. Impreso.

DeLillo, Don. Falling Man. New York, London, Toronto, Sydney: 2007. Impreso.

---. El Hombre del Salto.Tr. Ramón Buenaventura. Buenos Aires: Seix Barral, 2008.Impreso.

Elgue-Martini, Cristina y Mirian Carballo (eds.). América desde la contemporaneidad: Norte(s) y Sur(es).Córdoba: Comunicarte, 2001. Impreso.

Giddens, Anthony. “The Globalizing of Modernity”. The Global Transformation Reader. An Introduction to the Globalization Debate . Eds. David Held & Anthony McGrew. 2 ed. Cambridge: Polity Press, 2003. 60-66. Impreso.

Grüner, Eduardo. El fin de las pequeñas historias. De los Estudios Culturales al retorno imposible de lo trágico . Buenos Aires, Barcelona, México: Paidós, 2005. Impreso.

Hauerwas, Stanley y Frank Lentricchia, eds. Dissent from Homeland. Essays after September 11. Durham: Duke University Press, 2003. Impreso.

Held, David & Anthony McGrew (eds.) Globalization/Anti-Globalization, Beyond the Great Divide. 2da ed. Cambridge: Polity Press, 2007. Impreso.

---. (eds.) The Global Transformations Reader. An Introduction to the Globalization Debate . 2da ed. Cambridge: Polity Press, 2003. Impreso.

Jameson, Fredric. Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism. Durham,NC: Duke University Press; London: Verso, 1991. Impreso.

Kalfus, Ken. Un Trastorno Propio de Este País. Tr. Vicente Campos. Barcelona: Tusquets editores, 2008. Impreso.

McEwan, Ian. Sábado. Tr. Jaime Zulaika. Barcelona: Anagrama,2005. Impreso.

---. Saturday. NY: anchor Books, 2005. Impreso.

Robertson, Roland. “The Universalism-Particularism Issue.” Literature and Globalization. Eds. Liam Connell y Nick Marsh. London y New York: Routledge. 22-27. Impreso.

Quijano, Aníbal e Immanuel Wallerstein. “Americanity as a Concept or the Americas in the World-System.” International Social Science Journal. 44:4, Nov (1992). 549-556. Impreso.

Wallerstein, Immanuel. “The Modern World-System: Capitalist Agriculture and the Origins of the European World-Economy in the Sixteenth Century”. New York: Academic Press, 1976. 229-233. Web. 20 oct. 2009.



[1] Se hace referencia aquí al film de Denys Arcand (2003) que lleva ese nombre. La película incluye un programa de televisión en el que un analista social describe al ataque del 11-S como las invasiones bárbaras. En el film, la analogía también se establece con la situación de Canadá en donde se alude a la manera en que el negocio de la droga se está extendiendo en esa nación en manos de extranjeros que están “invadiendo” ese territorio con prácticas “barbáras”.

[2] Incluyo aquí las fechas de publicación de estas novelas en sus ediciones traducidas al español. Las fechas de publicación originales en inglés se consignan en el resumen en inglés, a continuación, y adicionalmente en la lista bibliográfica.

[3] Popular caracterización de la etapa postindustrial del capitalismo que realiza Fredric Jameson en Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism (1991).

[4] Es necesario notar que para este trabajo realizo un recorte de las novelas y tomo algunas secciones de los textos en donde se establece una relación entre las preocupaciones de lo que sucede en el ámbito local y su conexión con lo transnacional. Si bien lo transnacional está presente no constituye el centro del conflicto.

[5] “La globalización denota la intensificación de relaciones e interacciones sociales internacionales en cuanto que eventos distantes adquieren impactos muy localizados y viceversa. Involucra un re-escalamiento de las relaciones sociales, desde la esfera económica a la esfera de la seguridad, más allá de lo nacional a lo transnacional, transcontinental y transmundo.” (Held y McGrew, 2007, 2; traducción propia)

[6] Immanuel Wallerstein, académico de la universidad de Yale, es uno de los autores que sostienen la idea de que con la modernidad se inicia un “sistema-mundo”, “uno en el cual hay una extensiva división del trabajo” (“The Modern World-System” 230) donde mediante la empresa colonial justificada por la racionalidad y epistemología moderna que divide al mundo entre sujeto y objeto (situando a Europa dentro de la primera categoría y a las Américas dentro de la segunda) y a partir de allí se sientan las bases para una geopolítica mundial sustentada en una división jerárquica. (Quijano y Wallersteinn 1992) En dicho orden la metrópolis colonial necesita de las colonias para abastecerse de algunos productos que ésta no posee y, a la vez, para colocar el sobrante de su producción. Esta política mercantilista y el orden imperial constituyen los antecedentes directos de la actual globalización, otra variante del “sistema-mundo.” En otras palabras, la teoría del sistema-mundo en la perspectiva de Wallerstein propone que la economía capitalista es la fuente de origen de un orden económico mundial (“The Modern World-System” 230), lo que en mi parecer se podría asimilar al orden globalizado.

[7] “Para entender la globalización se requiere un examen de las fuerzas impulsoras de la modernidad; concretamente, cómo los procesos de intersección de la industrialización, el capitalismo, el militarismo y el estatismo tienen un ímpetu globalizador inherente. Este impulso global genera sistemas e infraestructuras de alcance mundial que ahora conectan las vidas y las perspectivas de hogares en diferentes partes del globo. Mientras que la emergencia de infraestructura global de los medios produce una creciente conciencia sobre cómo se entretejen los eventos locales y globales, es esta dialéctica entre los sistemas globalizantes y las condiciones locales lo que constituye el rasgo más definitorio de la época contemporánea.” (Held y Mc Grew, The Global Transformation Reader, 51; traducción propia)

[8] Nos recuerda también esto al mecanismo circular de la expansión territorial y económica de los viajes de descubrimiento de la modernidad por el que los países colonizadores ocupaban territorios para obtener la materia prima faltante en Europa y a la vez expandían el mercado para colocar su creciente producción.

[9] “La globalización refiere esencialmente a ese proceso de estiramiento en la medida en que los modos de conexión entre diferentes contextos sociales o regiones se conectan en red sobre toda la superficie terrestre como un todo.

La globalización entonces se puede definir como la intensificación de las relaciones sociales mundiales que unen localidades distantes de tal manera que lo que ocurre localmente está influenciado por eventos que ocurren a muchas millas de distancia y viceversa.” (Giddens 60; traducción propia)

[10] “¿Entonces para que correr el riesgo? ¿Donde está el principio precautorio que siempre sostienes? Si envías cientos de miles de soldados al medio oriente, es mejor que sepas bien lo que estás haciendo. Y estos tontos codiciosos de la Casa Blanca no saben lo que están haciendo; no tienen la menor idea a dónde nos están conduciendo. No puedo creer que estés de su lado” (McEwan 193, traducción propia).

[11] “The disconnect between last Tuesday’s monstrous dose of reality and the self-righteous drivel and outrageous deceptions being peddled by public figures and TV commentators is startling, depressing. The voices licensed to follow the event seem to have joined together in a campaign to infantilize the public. Where is the acknowledgement that this was not a “cowardly” attack on “civilization” or “liberty” or “humanity” or the “free world” but an attack on the world’s self-proclaimed superpower, undertaken as a consequence of specific American alliances and actions?” (Susan Sontag ctda. en Hauerwas y Lentricchia 3)