Número 9 · Año 2023


Acleidos

Acleidos

Rosana Fernández

Universidad Nacional de Córdoba

Facultad de Artes

Córdoba, Argentina

rosana.frn@gmail.com 

ORCID: https://orcid.org/0009-0009-7961-9060

Recibido: 01/03/2023 - Aceptado con observaciones: 17/06/2023

 DOI: https://doi.org/10.55443/artilugio.n9.2023.42254 

https://artilugiorevista.artes.unc.edu.ar/files/image003-1.png ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s2408462x/kaxo1r4fr 

Resumen

Acleidos significa sin clavículas y es un trabajo que persigue múltiples estados en progresión de una fuerza única y su potencial extensión en desdoblamientos. Un flujo en cambiante exceso que interactúa con esa base anónima que es anterior a la actualización de la evidencia. Alteridad irreductible donde el cuerpo no se da de manera absoluta, sino como un inidentificable; ese lugar en que ocurre toda metamorfosis. Abriendo la posibilidad a un cuerpo inconexo que, girando en un vacío sin referentes, pretende aprender a desplazarse en un movimiento adyacente y alcanzarlo. Porque, ¿dónde comienza el cuerpo humano o cualquier otro cuerpo?

Palabras clave: cuerpo, adyacente, imagen, no-yo, dispersión-preliminar

Abstract

Acleidos means without clavicles and it is a work that pursues multiple states in progression of a unique force and its potential extension in unfolding. An excessively changing flow, interacting with that anonymous base that predates the update of the evidence. Irreducible alterity where the body is not given in an absolute way, but as an unidentifiable, that place where all metamorphosis occurs. Opening the possibility to an unconnected body that, turning in a void without references, tries to learn to move in an alien movement and reach it. Because, where does the human body or any other body begin?

Key words: body, adjacent, image, not-self, preliminary-dispersion


ARTILUGIO

Número 9, 2023 / Sección Indeterminación / ISSN 2408-462X (electrónico)

https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ART

Centro de Producción e Investigación en Artes,

Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba. Argentina.

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Imaginación y su anverso: inversión o implosión de los polos de consistencia

¿Sería posible pensar en una anterioridad a la imaginación creadora que precede al yo que imagina y que lo imagina? Si concebimos como realidad una extensión material empíricamente perceptible, necesariamente la imaginación, y luego el entendimiento, tienen que producir una síntesis de esa multiplicidad anterior, estabilizándola a través de un conjunto de relaciones mentales que nos sirven para comprender lo real y darle significado. Pero si consideramos lo real como esa impermanencia irreductible e inabarcable por el pensamiento, ¿será posible, a través de la visión, asistir al surgimiento de esa zona donde se agitan los innumerables esbozos del movimiento interminable de una consciencia que graba sobre el prisma de la mente lo que luego la mirada reconocerá como imagen?

Si todo aquello que reducimos a un nombre, una cosa, un cuerpo –en última instancia toda la estructura de aquello que sostenemos como realidad– es más bien una suma de relaciones en modificación constante, lo que tenemos es un continuo de estados interdependientes donde nada tiene existencia unitaria y donde todo lo que tendemos a solidificar en una imagen solo son agregados que producen la apariencia de una unidad momentánea.

Por lo que al momento de construir la obra me interesa reflexionar sobre el poder de la imagen en general para desestabilizar cualquier idea de identidad construida sobre una base esencial estable. Perseguir a través de la imagen esa fuga en devenir hacia una impermanencia inconmensurable, una irreductibilidad inapresable donde nada de lo que es se dé de manera absoluta, sino como un acontecimiento dentro de una red de circunstancias entrecruzadas en una convergencia precaria e inestable. Donde el proceso de trabajo se dispone a ser una zona de experimentación que hospede un goteo abierto a la potencialidad de lo adyacente, intentando intuir a través de la imagen alianzas que posibiliten una apertura a esa vida que carece de voluntad de cierre. Ahí donde estar es solo existir (en lo determinado), pero estar junto a es una forma de engendrar lo inexistente desde esa zona potencial de lo que no es aún y hacerlo vivir (en lo posible).

Abs-tracción arborescente de lo adyacente: la molecularización abstracta de la entidad

Pienso la adyacencia no como una envoltura en exterioridad a nosotros (como se concibe al espacio en general), sino como una condición de posibilidad de lo extenso que, al estar incluso en el cuerpo mismo, busca decodificar toda relación con un afuera-adentro. En la precedencia de una conexión virtualmente posible que solo existirá en su actualización, cuando esas totalizaciones de lo externo y lo interno, lo actual y lo virtual, el yo y el no yo, la luz y lo oscuro puedan ser dispersadas en ese meridiano sin fondo que abre lo inespecífico.

Donde lo corpóreo pueda ser la variación continua de un estado libre de las injerencias de un centro organizativo. La diseminación astillada de un cuerpo espejado, invertido, fragmentado, multiplicándose en los infinitos sitios que conforman lo adyacente. Donde se abre una zona que ya no puede inferirse desde la experiencia, porque no es un objeto sensible o una extensión que pueda percibirse por medio de los sentidos, sino el horizonte ilocalizable de un no-objeto que precede a toda objetividad y al cual no es posible percibir de forma clara ni mostrar mediante representaciones.

Ahí donde, en esa relación recíproca entre el cuerpo y el espacio, el cuerpo buscaba espacializar un mundo alrededor, la fragmentación de la unidad cuerpo/espacio sin ninguna forma que estabilice, se vuelve una matriz tensiva donde conectar con las fuerzas de lo informe y lo indefinido. Difuminación desnuda que soporta toda experiencia de los cuerpos en los espacios, en la que ya no hay un cuerpo como polo de orientación en el espacio o en el tiempo, y donde tampoco hay un espacio como receptáculo de lo corpóreo, sino un sitio desbordado que adquiere la densidad de lo disponible.

Donde lo virtual y lo actual, lo visible y lo invisible, lo corpóreo y lo imperceptible puedan percibirse dentro de la misma mezcla abstracta. No considerando lo abstracto como aquello que se superpone a lo concreto o que lo representa, sino suponiendo la abstracción como una modalidad de la tracción, una forma de a-tracción, algo que tracciona dentro de sí mismo todo lo que lo excede. Un vórtice que, al atraer todo lo demás hacia sí, se vuelve esa abstracción arborescente que comprende dentro de sí otras arborescencias, desmultiplicando espacios, elementos, imágenes, cuerpos, en un crecimiento-acrecimiento continuo.

Un imperceptible (no por ello invisible): la fractalización de los incorporales

Imagino la consistencia de lo adyacente como un imperceptible, una región donde toda imagen (de lo que es) se camufla con lo inmediatamente al lado, una suspensión donde los límites se desrealizan y lo visible recupera su invisibilidad. Una luminosidad hecha de fibras que albergan la inabarcable ramificación del afuera-afuera de lo definido, en la convivencia asincrónica y excéntrica de temporalidades y espacialidades simultáneas e infinitas.

Al momento de construir la obra me pregunto cómo podría captarse esa imperceptibilidad de lo adyacente, si no es posible ni desde la experiencia habitual que le imponemos a los sentidos, ni desde el uso que hacemos de la mente. Quizás podría pensarse una transición entre esa experiencia de los sentidos que tienen como eje un cuerpo concebido como totalidad, donde el ojo es el órgano privilegiado de la visión; sumada a otra experiencia que tiene más que ver con una apercepción ya no visual sino visionaria, en el sentido de visualizar desde la mente y ya no desde el ojo. Para poder construir una experiencia que capte ese estado variable, sin ejes ni centros, arriba ni abajo, al que no podría accederse desde una percepción centrada en el ojo ni en el yo.

Componer la imagen entonces requeriría una atención difractada tanto hacia la naturaleza de la mente como hacia lo que se presenta como experiencia apariencial, vasta concavidad de una doble transparencia mental-visual en apertura a lo que se manifiesta como presencialidad libre de atributos. En el intento de dar con una percepción anterior a su nombramiento como tal, desde donde devolverle a la percepción la posibilidad de desandar los esquemas perceptivos que tenemos aprendidos. Un abandono al punto único de la visión especular, que busca tensar ese margen en que la mirada se deshace y deshace a quien mira en la misma fuga que los colapsa y los funde.

En dispersión adyacente, la imagen: la virtualización de los extensionales

Pienso la imagen como ese desfasaje en el ritmo del movimiento en que la luz se difunde a través de los intervalos de la materia. Una intersticialidad vincular a las formas, fade in y fade out de un encastre evanescente. Donde cada imagen pueda ser un vector vinculante que no busque ya clausurar ninguna forma dentro de un contorno, sino que propague un despliegue reflectante donde forma e informe sean ambos estados en renovación constante del plano que aglutina la totalidad de las imágenes.

Portando dentro de sí esa espacialidad sin coordenadas, la imagen podría aparecer como la pura potencialidad de una fuerza común que, entrecruzando vectores no dejara de hacer que los cuerpos, las partes, las dimensiones, las distancias renovaran sus vínculos en el eco de una figura errante, ya no como esquematización de otras cosas, sino como el puro impulso de sí misma.

Imagen cristalina que, conservando la extensión, intensidad y movilidad propia de la condición lumínica, siendo forma y libertad respecto a esa forma, ligadura sin forma y más allá de la forma, le produzca un relieve al tiempo cronológico, espejando esa multiplicidad germinal de lo posible. Una incandescencia resplandeciente que más que describir evoque eso incapturable que, entre presencia y ausencia, sea capaz de reunir lo que cualquier idea de espacio-tiempo mantiene distante.

La imagen del yo y su desmantelamiento:

En mi proceso de trabajo persigo llevar a cabo una práctica cotidiana de visión que cuestione y disloque esa visión, en un intento de desestabilizar esa imagen que da nacimiento a toda imagen: la imagen del yo. Ir desde la imagen hacia ese conjunto de bordes fluidos donde el yo pueda ser un indefinible, a la vez centro y fuga de un trazado de relaciones, una intersección variable desde la cual poder ensayar otros modos de la visión y otros esquemas de la mirada.

Una adyacencia donde el ‘yo’ pueda ser tomado solo como un movimiento más en vaivén y discontinuidad consigo mismo. Donde la conciencia ya no sea concebida como un flujo interior al yo, sino como una película de imágenes en la cual el yo solo está inserto, siendo una más de ellas. Si pudiéramos ralentizar cada vez más ese flujo, quizás percibiríamos al yo como un fluir de estados transitorios y cualidades aisladas e inconexas, donde solo es la mente la que fija la forma de un yo, con su punto de vista, su idea, su verdad, llevando a ese yo a un modo de cognición dual de yo frente al mundo.

Quizás entonces dejaríamos de oponer el movimiento, como realidad física en el mundo exterior, a la imagen, como realidad psíquica en la conciencia, para pensar a la conciencia como una matriz de movimientos donde la mirada ya no necesita establecer un espacio como forma exterior a sí misma, al que luego tendría que interiorizar para incorporar. Llevando a una mirada no basada en la reflexión, sino en una intensificación dispersiva que abarca incluso lo que corre al borde de lo visible. Desde un ojo ya no encapsulado por la perspectiva, la óptica, la geometría, porque la mirada constreñida en un punto de vista es la que anula esa dimensión mayor de la mirada que es la visión. Sino que quizás podría pensarse en el ojo como una extensión trasespacial que reúne lo perceptible por los sentidos y lo procesado por las coordenadas de la mente, atravesándolos. Conformando el órgano de visión de un ver que ya no sea fundamento de ningún yo, sino el ensamble múltiple en impregnación sensorial de una percepción desnuda.

Imágenes 1-10: Fernández, R. (2023). Acleidos [imagen digital y texto]. Córdoba, Argentina.

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Biografía

Rosana Fernández

Artista visual. Cursó estudios de grado y posgrado en la Facultad de Artes de la UNC. Su trabajo se desarrolla a través de la experimentación en video, imagen digital, texto e intervenciones espaciales. Desde 2013 forma parte del colectivo interdisciplinario Irreal Academia. Participa habitualmente en muestras y residencias tanto individuales como colectivas. Ha recibido becas del Museo Caraffa, Fundación Telefónica, Instituto Nacional del Teatro y Fondo Nacional de las Artes. Vive en Córdoba.

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Cómo citar este trabajo:

Fernández, R. (2023). Acleidos. Artilugio Revista, (9). Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ART/article/view/42254