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Esta visión de la ciudad como utopía realizada se enfrenta a las distintas visiones
antiurbanas, aquellas de la extensión periférica sin calidad y los “espacios lacónicos”
del desarrollismo post-industrial globalizado, pero también las romantizaciones bucóli-
cas del pseudo-ecologismo o la idealización de la vía campesina de algunos socialis-
mos. También enfrenta el fatalismo de considerar inevitable “la muerte de la ciudad”
como proyecto colectivo, entendiendo aquella como una suburbanización global, “un
mundo periurbanizado de ciudades débiles”, de violencia en las periferias y control
autoritario en los centros. Borja niega la concepción fatalista que iguala una tendencia
en curso con un destino maniesto. “La ciudad hoy emerge nuevamente como lugar,
como mixtura, como espacio colectivo, como referente cultural” (Borja y Muxi, 2003:
107). Se trata entonces de construir la ciudad del siglo XXI con un proyecto de ciu-
dadanía, cuya consigna es “ciudadanía o barbarie” –actualización y síntesis de aquel-
las del pasado: civilización o barbarie, socialismo o barbarie.
La ciudad es entonces al mismo tiempo un espacio libre y que hace libre, como
literalmente lo fue en las sociedades feudales del medioevo europeo, y un proyecto
político colectivo que lleva implícitos unos valores éticos, unos modos de vida y de
relación entre las personas y una promesa siempre renovada de justicia y buen vivir.
Nuevamente, la idea de ciudad como fenómeno espacial se confunde en Borja inten-
cionadamente con la de ciudadanía como construcción social. Y esto no puede en-
tenderse de otra forma que en el marco de la ciudad abierta, heterogénea y compleja,
democrática; una ciudad que no es la idealización de un pasado ilusorio –despojado
de sus conictos y objeto de nostalgias acríticas– ni el sueño siempre postergado de
una ciudad ideal para una sociedad que, ¡por n!, habría resuelto sus contradicciones
y encontrado el momento oportuno para construir la utopía.
La ciudad –sin adjetivos, sustantiva en su concepción física y política– es para Bor-
ja un escenario de animación, libertad y justicia para personas diversas, tanto como
un estatuto de convivencia fraterna e igualitaria, todo ello en construcción permanen-
te. Esta construcción enfrenta obstáculos políticos pero también especícos de la
urbanización contemporánea y la voracidad del “blocco edilizio” (el complejo que une
a propietarios de suelo, promotores inmobiliarios, entes nancieros y sistema político):
la urbanización cerrada, los desarrollos monofuncionales, los centros comerciales y
de ocio segregados, la banalización de los centros históricos y barrios tradicionales,
la dispersión en las periferias, la expulsión de los sectores populares, las privatopías.