14
d’Études Socialistes), Arguments, y de otras radicales. Y obviamente, fui asiduo lector
de Le Monde y L’Express, que había leído por medio de Joaquín Romero Maura en el
Instituto donde cursé el preuniversitario y en la facultad. En París, en 1962, mantuve
el periódico y el semanario. En 1964 cambié L’Express por Le Nouvel Observateur,
cuya base contaba con los mejores periodistas y se situaba más a la izquierda: Jean
Daniel, Michel Bosquet (André Gorz), K. S. Karol, Olivier Todd, etc. En el Obs me in-
teresó a la vez Sartre y Mendès France. Leí regularmente la publicación mensual Les
Temps Modernes y de vez en cuando Esprit, Diplo, Lettres Françaises (Louis Aragon),
La Pensée (PCF). También la revista semanal Rinascita, que dirigía Togliatti (PCI). Leí
textos del PSU (de Rocard), de la CGT y del PCF y el ya citado JCR (Juventudes Co-
munistas Revolucionarias, que luego fue el partido Liga Comunista Revolucionaria).
Fueron amigos personas como Krivine, Bensaid, Weber y especialmente Jeannette
Habel, responsable de las relaciones con América Latina. Entre 1966 y 1969 mantuve
relación con Krivine y Habel pero no nos vinculamos a su organización. A nales de
1968 regresé a Barcelona, creamos Bandera Roja y JCR se convirtió en la Ligue y se
integraron en la IV Internacional. Optamos por la escisión «no trotskista», Révolution,
muy similar a Bandera Roja, más práctica que ideológica. Política y el PCE-PSUC en
París. Yo era un joven de 20 años que había vivido hasta entonces en la España de
postguerra, desde 1941 hasta aquel momento, 1961. España era un país aterrorizado
y mi familia, una familia silenciosa y derrotada por el fascismo. Soy activo en la facul-
tad y los dirigentes universitarios me conectan. Poco después me incorporo al PSUC,
el partido más perseguido por la policía política. En pocos meses la dirección me en-
vía a un curso de formación de cuatro semanas en París, en el verano de 1961. Pocos
meses después me encuentro de nuevo en París para una estadía indeterminada
con una orden de busca y captura en España. En París vivo dos vidas. Una, como
un estudiante de la Sorbonne que vive como un francés aunque sin familia. Y otra
como un militante del PCE-PSUC que vive en un medio casi irreal, con la esperanza
que España se derrumbe, caiga la dictadura y pueda regresar a Barcelona, a Madrid
o a cualquier región o ciudad. Tres años después me separaron de la dirección del
«Partido» por no asumir la caída inminente de la dictadura. Mi actividad como univer-
sitario fue la prioridad de mi vida de estudiante, haciendo trabajos complementarios y
leyendo libros y publicaciones francesas. Pero en mi vida simbólica era un miembro
del «partido» que luchaba por la caída del Estado franquista, que mantenía amista-
des con otros miembros de la célula del PSUC y con un grupo informal más amplio,
con amigos y amigas de Madrid y otras regiones, y que también mantenía una buena