Revista Administración Pública y Sociedad
(APyS-IIFAP-FCS-UNC) Nº 013, Enero-Junio 2022 - ISSN: 2524-9568
COMPARACIONES MÚLTIPLES Y MÉTODOS MIXTOS EN LA INVESTIGACIÓN URBANA:
¿EL PODER DE LOS TRES?i
MIXED METHODS AND MULTIPLE COMPARISON IN URBAN RESEARCH: THE POWER OF THREE?
BENJAMIN GOLDFRANKii
Fecha de Recepción: 25/05/2022 | Fecha de Aprobación: 22/06/2022
Democracia
participativa. Ciudades.
Triangulación
i Artículo traducido por Virginia Romanutti, docente de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba, miembro investigadora del equipo de investigación "Las Tramas Sociales en la Construcción de las diversas vías del desarrollo: estudio de experiencias comunitarias y sus articulaciones con la formulación de políticas públicas”, proyecto SECYT Consolidar (2018-2022).
ii Profesor en la Escuela de Diplomacia y Relaciones Internacionales en Seton Hall University. Contacto: benjamin.goldfrank@shu.edu
Comparative methods. Urban studies.
Participatory democracy.
Cities. Triangulation
Entre las disciplinas académicas relacionadas con los estudios urbanos, la escasez de investigación comparada es un lamento frecuente. John Walton (1982:34) se quejaba de que la mayoría de la sociología urbana en los años 1960 y 1970 “no era realmente comparativa y su foco geográfico estaba en las sociedades avanzadas de Europa y Norteamérica”. Treinta años después, Peter Clark (2013:3) sostiene que después de un boom de historia urbana comparada en ese mismo período, “ya en los años 1980…, los estudios comparados habían comenzado a perder energía”. Preocupaciones similares pueden escucharse de los geógrafos urbanos (Dear, 2005) y de politólogos urbanos (Kantor y Savitch, 2005), especialmente de aquellos enfocados en el estudio de ciudades de EE. UU. (Moncada, 2013a:3).
Las razones dadas sobre la escasez de investigaciones urbanas comparadas varían. Algunos lo atribuyen al aumento de la especialización y el giro antiimperialista/postcolonial (Clark, 2013:3). Otros a la falta de financiamiento (Clarke, 2012:642-643) o “inclinaciones personales” y el apego a “tiempos y lugares específicos” (Dear, 2005:247). La afirmación más frecuente es que “el urbanismo comparado es difícil” debido a las limitaciones en cuanto a la disponibilidad de datos y a la gran variedad de arreglos institucionales, normas culturales, y dinámicas demográficas en las ciudades dentro de cada país y entre países (Dear, 2005:247; ver también Kantor y Savitch, 2005; Trounstine, 2009; Denters y Mossberger, 2006). Al mismo tiempo, muchos de estos y otros investigadores urbanos reconocen y apoyan el reciente
ímpetu hacia una mayor atención a la investigación urbana comparada. Varios ofrecen consejos explícitos y útiles para aquellos interesados en este tipo de investigación (inter alia Kantor y Savitch, 2005; Denters y Mossberger, 2006; Ward, 2008; Trounstine, 2009; Dear,
2005).
Este artículo se propone contribuir a este objetivo ofreciendo reflexiones sobre mi experiencia con la investigación urbana comparada desde mi lugar como investigador un poco alejado de la tradición de los estudios urbanos. Comencé mis estudios doctorales en ciencia política a mediados de la década de 1990 y decidí enfocarme en las ciudades de América Latina que estaban experimentando con la democracia participativa. Esta época parece haber sido un momento particularmente bajo en la historia de los estudios urbanos comparados. Sin embargo, llegué a los estudios urbanos a través de la política comparada. Los beneficios de la comparación, más aún la necesidad de la comparación parecían obvios. Me sorprendí, por tanto, cuando algunos potenciales supervisores de tesis en estudios urbanos y geografía me dijeron que para mi tesis doctoral debería estudiar una sola ciudad. Mis supervisores comparativistas de ciencia política afortunadamente insistieron en que fueran por lo menos dos ciudades y terminé estudiando tres1.
El artículo se basa principalmente en mi investigación sobre Caracas, Montevideo y Porto Alegre (Goldfrank, 2011), y secundariamente en las investigaciones de otros politólogos urbanos. Se argumenta que, por medio de la utilización de múltiples tipos y métodos de comparación, los estudiosos pueden superar algunas de las dificultades de la investigación urbana comparada. En primer lugar, se sugiere que ir más allá de los estudios de casos únicos y de las comparaciones entre dos casos, es particularmente útil para permitir a los investigadores evitar explicaciones monocausales, planteamientos demasiado generalizados y “análisis de todo menos el fregadero de la cocina”2. A partir de reconocer el equilibrio entre el potencial para una descripción densa y la viabilidad de la generalización, se sugiere que estudiar tres ciudades permite prestar atención tanto al contexto como a las particularidades, como así también desarrollar afirmaciones que pueden ser más generalizables que cuando el enfoque es en un solo caso. En segundo lugar, se argumenta que los investigadores urbanos pueden sacar provecho de las comparaciones a lo largo del tiempo y entre distritos y sectores dentro de las ciudades que estudian para ilustrar procesos causales y demostrar la existencia de patrones repetidos que dan más fuerza a sus argumentos. En tercer lugar, con el objetivo de enfrentar las limitaciones de los métodos de análisis individuales, se invita a la utilización de
métodos de análisis múltiples usando diferentes tipos de datos, de entrevistas, observación directa e investigación de archivo a encuestas de opinión pública y métodos estadísticos.
La atracción hacia la investigación multimétodo se ha vuelto cada vez más popular en la ciencia política, especialmente luego de la publicación de Rethinking Social Inquiry (Brady y Collier, 2004). No he visto el mismo tipo de recomendaciones entre los investigadores de los estudios urbanos comparados. Los autores de Rethinking Social Inquiry escribieron principalmente en defensa de los métodos cualitativos y en respuesta a lo que muchos consideran las pretensiones hegemónicas de los métodos cuantitativos, particularmente al modo en que están presentados en el libro de texto ampliamente leído Designing Social Inquiry (King, Keohane y Verba, 1994). Posiblemente el consejo más recordado de Designing Social Inquiry hacia los investigadores es incrementar el número de inferencias observables de sus hipótesis. Un camino potencial para realizar eso es recolectar datos a nivel local, por lo que Richard Snyder aboga en su escrito a favor de “el método comparativo subnacional" (Snyder, 2001; ver también Moncada y Snyder, 2012; y Giraudy et al., 2019). Y Bas Denters y Karen Mossberger (2006) basan explícitamente su consejo a los urbanistas que hacen análisis comparado en el libro de King et al. (1994). Tanto Snyder y Denters como Mossberger ofrecen excelentes argumentos en favor de la comparación, sin embargo, tienden a tratar los casos subnacionales —como las ciudades— simplemente como unidades de análisis.
Los comparativistas en sintonía con la petición de Brady y Collier (2004:266) por “una visión ecléctica de la metodología que reconozca las potenciales contribuciones de diversas herramientas” han elogiado la utilidad de una variedad de diseños de investigación. Esto incluye la comparación por pares (Tarrow, 2010), análisis fuzzy-set3 (Ragin, 2000; Mahoney, 2007), comparación controlada de un número limitado de casos (Slater y Ziblatt, 2013), y diseños de investigación anidados que combinan estudio de casos con análisis cuantitativo (Lieberman, 2005). Muy pocos centran sus discusiones metodológicas en las ciudades o en fenómenos urbanos específicos4, aunque algunos investigadores urbanos recientes emplean deliberada y concienzudamente tanto la comparación sistemática como métodos múltiples. A continuación, este ensayo intenta ilustrar algunos de los beneficios de las comparaciones, así como el potencial del “giro multimétodo” (Slater y Ziblatt, 2013:1303) para el estudio de las ciudades.
Recuerdo una de las principales razones que me ofrecieron los profesores de estudios urbanos tradicionales, a fines de la década de 1990, para que me enfocara en una sola ciudad. Principalmente sostenían que un estudiante doctoral no podía aprender lo suficiente sobre una ciudad si el trabajo de campo duraba mucho menos de un año. Sin tiempo sustancial invertido en una ciudad individual, uno no podía entenderla con la profundidad suficiente como para decir algo interesante. Aun cuando uno pudiera desarrollar la comprensión necesaria, sería difícil transmitirlo bien si el espacio de tesis tuviera que ser compartido con otra ciudad. Además, moverse de una ciudad a otra, encontrar un lugar donde vivir y establecer una red de contactos quitaría tiempo y energía a la investigación.
Estos no eran argumentos del todo irracionales5, pero dada la naturaleza de mi entrenamiento y mi pregunta, no pude resistir el atractivo de la comparación. Mi pregunta de investigación tenía que ver con los efectos de las instituciones participativas con respecto a la capacidad de respuesta del Estado en la provisión de servicios públicos, y con respecto al ejercicio pleno de la ciudadanía, en términos de la tasa de participación de los ciudadanos y de la creación y democratización de asociaciones civiles. La idea era averiguar si la democracia participativa funcionaba o no y por qué. ¿Qué podía aprender estudiando una sola ciudad?
Finalmente opté por estudiar tres ciudades: Porto Alegre, Brasil, que estaba gobernada por el Partido de los Trabajadores; Montevideo, Uruguay, en ese momento y todavía gobernada por el Frente Amplio; y la Municipalidad Libertador en Caracas, Venezuela, que estaba gobernada por La Causa Radical en los comienzos de los años 1990 y era conocida como la Alcaldía de Caracas. Basé mi decisión de analizar tres ciudades principalmente por preocupaciones pragmáticas y estas tres ciudades en particular por consideraciones metodológicas. En términos prácticos, pensé que con tres ciudades podría pasar aproximadamente cuatro meses en cada una, y que los beneficios de la comparación valdrían los costos de instalarme en cada ciudad. En lo que respecta a la metodología, cada una de estas ciudades había introducido instituciones participativas integrales en toda la ciudad, dirigidas por destacados defensores de la participación ciudadana y, por lo tanto, eran sitios apropiados para evaluar si la democracia participativa produce los beneficios que sus promotores afirmaban. Además, las experiencias comenzaron a implementarse aproximadamente al mismo tiempo, a principios de la década de 1990, y las ciudades tenían una superficie y un tamaño de población similares. Esta última preocupación tenía particular
importancia porque investigaciones previas habían demostrado que las tasas de participación ciudadana estaban fuertemente correlacionadas con el tamaño de la población, un factor en el que yo no estaba particularmente interesado. Asimismo, elegir ciudades en diferentes países me permitió evaluar el impacto independiente de los diferentes contextos locales y nacionales. Fue solo en retrospectiva que comencé a pensar que elegir tres ciudades resultó ser metodológicamente beneficioso además de práctico. Aunque ciertamente no hay nada sagrado en trabajar sobre una trinidad de casos, puede brindar algunas ventajas sobre los estudios de casos únicos e incluso las comparaciones por pares. Por ejemplo, en la investigación urbana se encuentra una tendencia a que los académicos usen una sola ciudad para generalizar sobre todas las ciudades de un país o región, y una tendencia a que otros académicos descarten tales generalizaciones. Sin embargo, por ejemplo, a pesar de las destacadas monografías existentes sobre la Ciudad de México o la ciudad de San Pablo, ninguna de las dos es necesariamente representativa de las ciudades latinoamericanas, y mucho menos de América Latina. Es solo a través de la comparación que uno puede apreciar lo que distingue a una ciudad individual y lo que esa ciudad tiene en común con otras, o más precisamente, qué rasgos comparte con algunas otras ciudades. La comparación de Caracas,
Montevideo y Porto Alegre me llevó a descubrimientos sorprendentes de similitudes y diferencias.
Entre las notables similitudes se observaba un patrón de crecimiento urbano centrífugo. La disminución de la población en el centro de la ciudad y el crecimiento simultáneo en las áreas periféricas creaban problemas para los gobiernos locales que en décadas pasadas habían desarrollado una provisión satisfactoria de servicios en las áreas centrales. Esta tendencia estuvo presente en varias otras grandes ciudades latinoamericanas en la década de 1980 (Portes, 1989). Esto implicaba que en las ciudades que estudié, cada administración local enfrentaba demandas crecientes de servicios urbanos, lo que podría complicar los esfuerzos para introducir reformas participativas. Que esta dinámica demográfica ocurriera tanto en ciudades donde tales reformas no se llevaron a cabo como en “mis” ciudades fue revelador. Sugirió que, si bien un patrón de crecimiento centrífugo podría formar parte de la explicación del surgimiento de reformas participativas, este patrón no era una condición suficiente por sí misma.
La comparación de ciudades también condujo a una importante comprensión de una diferencia crucial. Mi investigación de campo comenzó en Porto Alegre, y en ese momento pensé que estaba haciendo todas las preguntas correctas. Sin embargo, cuando me mudé a
Caracas, descubrí que mis entrevistados hablaban de política partidista mucho más que los de Porto Alegre y de manera diferente. Los partidos de oposición en Caracas, y también en Montevideo, atacaron y sabotearon las nuevas instituciones participativas en un grado nunca antes visto en Porto Alegre. Lo confirmé cuando regresé a Brasil desde Venezuela e hice mejores preguntas. Si no hubiera comparado las ciudades, la ausencia de una oposición feroz en Porto Alegre habría pasado desapercibida (como de hecho sucedió en estudios de caso individuales anteriores de Porto Alegre). Investigando más, encontré que los partidos políticos tradicionales en Caracas y Montevideo reflejaban los patrones nacionales de partidos altamente institucionalizados en Venezuela y Uruguay. En Porto Alegre, los partidos políticos replicaron el patrón general brasileño de baja institucionalización (aunque en algunas ciudades brasileñas, como San Pablo, la maquinaria política más arraigada continuó funcionando al menos hasta la década de 1980).
Además de proporcionar una mejor comprensión de cómo las ciudades elegidas por uno representan o divergen de las tendencias nacionales o regionales más amplias y ayudar a descubrir ausencias importantes, la comparación también puede ayudar a los investigadores a mejorar sus argumentos teóricos. Con demasiada frecuencia, los autores de estudios de casos únicos tienden a realizar análisis monocausales o listas de lavandería de factores supuestamente importantes. Los argumentos basados en un solo factor explicativo frecuentemente no logran persuadir dado el complejo mundo en el que vivimos. Y las descripciones densas de una sola ciudad tienden a dejar a los lectores inseguros sobre el principal punto analítico. Una comparación por pares suele evitar el último escollo, pero no el primero. Considero que comparar tres ciudades puede permitir a los investigadores equilibrar mejor las demandas simultáneas de profundidad y amplitud, así como entre la claridad analítica y la complejidad.
En mi investigación, elegir tres ciudades tuvo el resultado fortuito de que las consecuencias de las reformas participativas variaron de manera interesante. Las nuevas instituciones finalmente resultaron en avances sustanciales en la provisión de servicios igualitarios y en el ejercicio de la ciudadanía en Porto Alegre, en cambios mínimos en Caracas, y en Montevideo una mezcla, en el sentido de que la participación y el asociacionismo se estancaron, pero los servicios mejoraron. Estos resultados no solo proporcionaron un rompecabezas estimulante, sino que virtualmente hicieron necesaria una explicación que fuera más allá de un solo factor. Al final sostuve que la combinación del grado nacional de descentralización con el nivel de institucionalización del partido rival local afectó la capacidad
del partido progresista en el poder de diseñar e implementar instituciones participativas. Las reformas descentralizadoras en Uruguay y Brasil en la década de 1980 fueron más allá que las de Venezuela, dando al Frente Amplio y al Partido de los Trabajadores —pero no a La Causa Radical— la oportunidad de diseñar programas participativos significativos y expandir los servicios necesarios. Los partidos de oposición fuertemente institucionalizados en Montevideo y Caracas impidieron que los gobernantes diseñaran e implementaran los nuevos programas como lo habían planeado; la débil oposición en Porto Alegre, por el contrario, no logró sabotear el nuevo programa, lo que permitió a las correspondientes organizaciones comunitarias más autónomas impulsar con éxito un programa más poderoso.
Por supuesto no quiero exagerar los beneficios únicos de comparar un trío de ciudades; el punto principal de este ensayo es que la comparación es beneficiosa y puede llevarse a cabo de múltiples maneras. Sin embargo, antes de pasar a la siguiente sección, permítanme agregar que existen otros ejemplos de comparaciones de tres ciudades. Se destacan dos ejemplos recientes: el estudio de Eleonora Pasotti (2010) sobre las “marcas” políticas y la “maquinaria política” en Bogotá, Chicago y Nápoles, y la investigación de Eduardo Moncada (2013c) sobre negocios y violencia en Bogotá, Cali y Medellín. Estos trabajos ilustran que las comparaciones de tres ciudades pueden ser valiosos en entornos interregionales y dentro de una sola nación, así como cuando son transnacionales, pero dentro de la misma región.
Pasotti (2010:5) eligió sus tres ciudades porque con su gran variabilidad de “factores socioeconómicos, culturales e institucionales”, pero con “maquinarias políticas” similares en el pasado, ofrecían tanto una “perspectiva amplia” como una “capacidad potencial para generar teorías”. Moncada (2013c:309), por el contrario, adopta implícitamente un diseño de investigación basado en la similitud de sus tres ciudades colombianas para explicar la “desconcertante variación en las respuestas de la política del gobierno local a la violencia urbana”. Finalmente, aunque este artículo se centra en las ciudades, no se pueden elogiar los beneficios de estudiar tres casos sin llamar la atención sobre una de las comparaciones de tres casos más conocidas en las ciencias sociales, States and Social Revolutions de Theda Skocpol (1979). En su famosa comparación de China, Francia y Rusia, adopta el mismo tipo de diseño de investigación que Pasotti en su análisis de las causas de la revolución y el de Moncada en la explicación de los diversos resultados de la revolución. Existen, entonces, muchas formas fructíferas de realizar comparaciones de tres casos.
Los investigadores urbanos también pueden beneficiarse del empleo de la comparación al interior de las ciudades elegidas y de la utilización de múltiples tipos y enfoques de datos, lo que a menudo se denomina triangulación6. La comparación a lo largo del tiempo, entre distritos de la ciudad y entre sectores7 utilizando múltiples métodos puede ayudar al menos de dos maneras. En primer lugar, hacerlo puede fortalecer los argumentos centrales sobre la comparación de ciudades a través del rastreo de procesos (process tracing) e ilustrando patrones repetidos. En segundo lugar, un enfoque de comparación múltiple y método mixto puede ayudar a evitar problemas de ahistoricidad (análisis ahistóricos de, en este caso, ciudades), de “sesgo de toda la ciudad” (que ignora diferencias de áreas o vecindarios submunicipales), limitaciones de métodos de investigación individuales y falta de datos equivalentes entre ciudades. Elegir cuáles comparaciones a realizar al interior de la ciudad y qué métodos usar depende de las preguntas de investigación y de la disponibilidad de datos.
Algunas de mis preguntas clave de investigación incluyeron: ¿Por qué la participación siguió una dinámica de auge y caída en Caracas, una dinámica de auge y estancamiento en Montevideo, pero bajó y luego aumentó en Porto Alegre? ¿Por qué el diseño de las instituciones participativas difirió en las tres ciudades a pesar de que tener comienzos similares? ¿Y cuáles fueron los efectos en la prestación de servicios? En Porto Alegre había más datos disponibles que en las otras ciudades, especialmente en Caracas, donde ya había terminado el experimento del gobierno descentralizado y participativo. Así, mientras las entrevistas y los archivos de periódicos estaban disponibles para mí en cada ciudad, la observación directa y las encuestas a los participantes no figuraban como opciones en Caracas.
Para abordar la cuestión de la dinámica de la participación, empleé comparaciones a lo largo del tiempo y entre distritos de la ciudad, pero complementé las entrevistas de todos los casos con asistencia a reuniones y análisis estadístico de las respuestas a encuestas (y otros datos) cuando fue posible. Este uso de la triangulación y la comparación dentro de la ciudad arrojó algunos resultados interesantes. Por ejemplo, muchos sujetos entrevistados en cada ciudad sugirieron que las tasas de participación diferían en su ciudad debido a los diferentes grados de necesidad de servicios. En Caracas y Montevideo, los entrevistados describieron su frustración por la falta de resultados concretos y/o por la falta de poder de los participantes. Los ciudadanos de Porto Alegre me dijeron con frecuencia que otros solo comenzarían a participar después de ver a sus vecinos lograr resultados positivos. A través del análisis
estadístico de los servicios y las tasas de participación en los distritos de las ciudades de Montevideo y Porto Alegre, descubrí que el argumento del grado de necesidad ayudó a explicar las diferencias entre los distritos; esto era claramente evidente en los diagramas de dispersión.
Sin embargo, la necesidad no podía explicar los diferentes resultados de la caída, el estancamiento y el aumento de la participación a lo largo del tiempo. No obstante, a través de la observación de reuniones vecinales en distintos distritos, descubrí patrones repetidos que corroboraron gran parte de los datos de las entrevistas. Específicamente, en Montevideo, observé dos patrones: participantes que anunciaban que su insatisfacción con el programa era tan grande que habían decidido dejarlo; y un número sustancial de participantes que abandonaría la reunión una vez que el alcalde hubiera hablado. Ninguno de los dos patrones fue evidente en Porto Alegre. Allí, donde los datos eran mejores, pude realizar el análisis de regresión de series de tiempo. Tal como lo habían dicho muchos entrevistados con otras palabras, los análisis mostraron que las tasas de participación aumentaron con el tiempo en los distritos que recibieron más inversión en obras y servicios públicos. Finalmente, al comparar los resultados de encuestas de opinión pública más antiguas realizadas a los participantes con los de mis propias encuestas recién diseñadas (en colaboración con otros académicos), encontré que los participantes en Porto Alegre percibían un mayor grado de poder de decisión que los de Montevideo. Y en esta última ciudad, un simple gráfico de barras, que mostraba los resultados de la encuesta, reveló una caída en la percepción del poder con el tiempo.
Si hubiera usado solo las entrevistas, es posible que se las hubiera visto como fuentes de datos insuficientes y no me hubieran podido ayudar a determinar qué explicaciones tenían sentido a lo largo del tiempo y en todos los distritos. Confiar únicamente en el análisis de regresión, la observación directa o las encuestas de opinión no habría sido posible dadas las limitaciones de datos y, en cualquier caso, podría haber llevado a un análisis superficial y poco convincente. El uso de múltiples métodos y tipos de datos fortaleció mi comprensión de cada ciudad individual, así como mi confianza en que la falta de datos en ciertas ciudades no era fatal. El enfoque de métodos mixtos de comparación múltiple también me permitió encontrar matices en cada ciudad. Estos matices significaron que yo podía evitar presentar ciudades de más de un millón de habitantes como monolíticas. En general, uno podría ver los problemas en dos extremos: el enfoque de “ciudades fracturadas” que ve a las ciudades (latinoamericanas) tan divididas y desiguales que los investigadores enfatizan la fragmentación y se enfocan en vecindarios individuales, y un “sesgo de toda la ciudad” en el que los investigadores se enfocan
únicamente en datos agregados y a nivel de ciudad en maneras que pueden distorsionar la realidad y dar lugar a tergiversaciones8.
Mi segunda pregunta principal de investigación se refería a por qué, después de comenzar de manera más o menos similar, el diseño de las instituciones participativas finalmente difería. ¿Por qué, por ejemplo, el programa de presupuesto participativo de Porto Alegre ofreció a los ciudadanos un mayor poder de decisión sobre una gama más amplia de temas que los programas de Caracas o Montevideo?
Para esta pregunta, ni el análisis estadístico ni las encuestas de opinión pública ni siquiera la observación directa serían útiles. Sin embargo, la investigación de archivos, especialmente de fuentes de noticias, y las entrevistas con personas informadas en diferentes distritos de la ciudad me ayudaron a descubrir cómo se habían diseñado, implementado y transformado las instituciones a lo largo del tiempo. En cada ciudad, utilicé el rastreo de procesos –el “análisis procesual cercano del desarrollo de eventos a lo largo del tiempo dentro del caso”9– para ilustrar cómo los diferentes niveles de descentralización nacional y grados de institucionalización de los partidos de oposición afectaron el diseño del programa participativo.
Por ejemplo, utilizando materiales de archivo en Montevideo, seguí el programa de descentralización participativa desde sus orígenes en los documentos de campaña, los debates posteriores a la implementación, hasta los cambios en el diseño que finalmente restringieron el poder de los participantes. Este análisis reveló la fuerza de los partidos de oposición y la falta de autonomía y unidad de las asociaciones cívicas en la mayoría de los distritos de la ciudad, aunque no en todos. Una reacción similar de la oposición ocurrió en Caracas (donde también influyó la falta de fondos y autoridad jurisdiccional debido a la débil descentralización), pero no en Porto Alegre. Allí encontré una ausencia de opinión y acción de oposición con respecto al presupuesto participativo, pero una presencia vibrante de asociaciones cívicas autónomas en algunos, pero no en todos los distritos de la ciudad. Estas organizaciones comunitarias exigieron desde el inicio y a lo largo del tiempo cada vez mayor poder en la toma de decisiones.
Finalmente, responder la tercera pregunta sobre los efectos de las instituciones participativas en la provisión de servicios implicó al menos cuatro tipos de comparación. Obviamente yo necesitaba usar una comparación temporal para examinar la provisión de servicios antes y después de la implementación de las nuevas instituciones. Sin embargo, también aproveché la comparación entre sectores para determinar si aquellos servicios
potencialmente afectados por las nuevas instituciones habían cambiado más o menos que otros (ya sea porque los niveles más altos de gobierno proporcionaron los servicios o porque el gobierno de la ciudad no los colocó bajo la jurisdicción de las nuevas instituciones). Una vez más, comparé entre distritos, esta vez para averiguar si aquellos con mayor necesidad avanzaron más que los distritos mejor atendidos. Y, cuando los datos lo permitieron, también traté de comparar con otras ciudades, lo que claramente no cuenta como una comparación “dentro de la ciudad”, pero fue importante para establecer que los cambios en la provisión de servicios no eran tendencias nacionales causadas por otros factores. Los datos se extrajeron de registros oficiales, resultados de encuestas de opinión pública originales y existentes y, en mucha menor medida, entrevistas.
Las comparaciones dentro de la ciudad y el uso de la triangulación llevaron a hallazgos interesantes. Por ejemplo, los servicios afectados por la participación en Montevideo, como el alumbrado público y la recolección de basura, mejoraron más que los servicios proporcionados a nivel nacional, como la seguridad. Sin embargo, fue difícil establecer que, por ejemplo, la extensión de los servicios para reducir la desigualdad en Porto Alegre difería de la extensión de los servicios en otras ciudades brasileñas durante la década de 1990, para estar seguro de que el presupuesto participativo desempeñó un papel crucial en este sentido. En parte esto fue un problema de disponibilidad de datos y en parte un problema de mi propia falta de tiempo. Más recientemente, sin embargo, se ha vuelto más fácil acceder a una mayor cantidad datos sobre las ciudades brasileñas. Nuevos estudios que utilizan grandes conjuntos de datos con cientos de ciudades muestran que las ciudades que utilizan el presupuesto participativo, especialmente durante períodos de tiempo más largos, tienen niveles más altos de gasto en salud pública y tasas de mortalidad infantil más bajas que aquellas ciudades que no implementan el presupuesto participativo (Gonçalves, 2014; Touchton y Wampler, 2014). Investigaciones como estas, con resultados relativamente simples pero poderosos, subrayan que los métodos que uno elija deben depender de las preguntas que se hagan.
Este ensayo ha intentado mostrar que, aunque la investigación comparativa sobre ciudades puede plantear algunas dificultades, vale la pena el esfuerzo, especialmente cuando la pregunta de investigación lo exige. Ya sea que uno esté de acuerdo o no con la noción del poder analítico específico de comparar tres ciudades, es de esperar que los lectores encuentren algunos ejemplos útiles de los beneficios de buscar múltiples tipos de comparación
y múltiples métodos. Después de todo, las razones en contra de la comparación de ciudades suenan cada vez más huecas.
Comparar ciudades no implica necesariamente tratarlas simplemente como unidades de análisis. Uno puede desarrollar simultáneamente una comprensión razonablemente profunda de ciudades individuales y buscar respuestas a preguntas de investigación particulares a través de examinar más de una ciudad. Uno puede incluso desarrollar un vínculo personal con una ciudad en particular, o con varias, a través de la investigación comparativa. La disponibilidad de datos y el financiamiento para la investigación comparativa han mejorado en general y ya no brindan razones convincentes para no desarrollar comparaciones. La especialización en métodos de investigación distintivos no debería disuadir a los académicos de examinar más de una ciudad o de emplear más de un método. De hecho, la comparación y la triangulación pueden permitir a los investigadores ofrecer explicaciones más convincentes y matizadas y superar las posibles limitaciones de los datos y de los métodos individuales. El uso de múltiples métodos también puede impresionar a los responsables de la formulación de políticas urbanas, quienes tienden a dejarse influir más por los métodos cuantitativos que cualitativos –o puede que no–, pero ¿quién puede resistirse a la combinación de una buena historia con un gráfico de barras o diagrama de dispersión convincente? A fin de cuentas, la intención aquí no es proporcionar una lista de reglas, sino ofrecer un menú de opciones para combinar métodos y comparar entre y dentro de las ciudades.
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1 Afortunadamente mis supervisores también me convencieron de que dejara de lado mi idea original de realizar una comparación preliminar de veinte ciudades.
2 Expresión que refiere a una conducta exagerada, como, por ejemplo: irse de viaje por una semana y querer llevarse todo menos el fregadero de la cocina. En este caso, apunta a querer incluir demasiadas cuestiones en el análisis de un caso o problema de investigación.
3 Fuzzy-set analysis hace referencia a una metodología que se traduce como “análisis de conjuntos difusos”, se trata de una técnica de análisis de datos que se inscribe dentro de lo que se denomina Métodos Comparados Configuracionales.
4 Para una de las pocas excepciones, ver Ryan and Smith (2012).
5 Terminé pasando dieciséis meses en total en tres ciudades en lugar de doce meses.
6 Tarrow (2004:178) se refiere a la triangulación como la combinación de métodos cualitativos y cuantitativos; King, Keohane y Verba (2004:192) argumentan en cambio que uno debería triangular “diversas fuentes de datos”. El glosario de Seawright y Collier (2004:310) combina estas definiciones de triangulación: “Procedimiento de investigación que emplea evidencia empírica derivada de más de un método o de más de un tipo de datos”.
7 Por supuesto, también son posibles otros tipos de comparación, incluso entre grupos de población, como los que se basan en la raza, el género o los ingresos. Mi estudio de Caracas, Montevideo y Porto Alegre (Goldfrank, 2011) emplea estas comparaciones al analizar la participación, pero no he incluido una discusión de estas comparaciones aquí debido a limitaciones de espacio.
8 Ver Rodgers, Beall y Kanbur (2012) para una crítica del enfoque de ciudades fracturadas y su llamada a una perspectiva de “ciudades enteras”. La noción del “sesgo de toda la ciudad” deriva de la discusión del “sesgo de toda la nación” de Richard Snyder (2001: 94, 97-100), un concepto que remonta a Stein Rokkan.
9 Véase Collier (1993: 115). El rastreo de procesos se usa a menudo para evaluar “si la dinámica de cambio dentro de cada caso refleja plausiblemente el mismo patrón causal sugerido por la evaluación comparativa del caso en relación con otros casos” (Collier, 1993: 115).